7/6/12

«Les mostrará en el piso alto, una pieza grande, arreglada y dispuesta…»


Meditación con motivo de la solemnidad del Santísimo Sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo
Ciclo /B/

Textos:
Éxodo 24,3-8
Hebreos 9,11-15
San Marcos 14,12-16.22-26

EL día de hoy la celebración se centra en el misterio del Eucaristía, un misterio que es central dentro de la vida de fe, y conviene detenerse a entender y profundizar un poco el significado profundo de este acontecimiento al interno de la vida de la Iglesia. Cuando pensemos en la Eucaristía simplemente pensamos en la misa, en tomar la comunión, pero lo reducimos a un mero rito que en mucha ocasiones carece de sentido alguno, por ello, la liturgia se detiene a contemplar este misterio para entender y profundizar en este acontecimiento.
El texto del evangelio nos aproxima al significado de la Eucaristía. Centrémonos en diversos elementos que el texto nos presenta para entender lo que es la Eucaristía. Primeramente nos dice que la última cena, en dónde se instituye la Eucaristía se lleva a cabo en los festejos de la pascua, una fiesta que para los judías es muy importante pues les recuerda su identidad como pueblo. La pascua es el momento en donde han sido liberados de la esclavitud del Egipto, por ello, la pascua es signo de felicidad, de libertad, de unión con Dios que los ama y se encuentra con ellos. De tal manera que la pascua es un signo de alianza donde Dios está con su pueblo para liberarlos y llevarlos a la plenitud de la vida. Por tanto, la eucaristía está instituida en un contexto de alianza, de un pacto entre Dios y los hombres, por ello la Eucaristía es signo de la nueva alianza que Dios hace con los hombres.
En segundo lugar nos presenta el lugar donde se debe llevar a cabo esta cena, pero para ello hay un signo anterior: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo.» Este signo es sumamente curioso, puesto que en aquel tiempo llevar un cántaro era una tarea propia de las mujeres, no es una tarea que los hombres realizan, y Jesús les dicen que deben encontrar a un hombre que porta ese cántaro de agua. ¿Quién es ese hombre? Si lleva a gua, quiere decir que es portador de agua, y a lo largo del evangelio sólo un hombre que porta el agua, por decirlo de una manera, el único hombre en relación con el agua en el evangelio de Marcos es Juan el Bautista, es el hombre que llevaba a los hombres hacia el agua para bautizarlos y así llevarlos a la conversión, puesto que para el evangelio de Marcos ser bautizado con agua es el inicio de la conversión, del cambio de mentalidad para entender a Jesús. Por tanto este signo de seguir al hombre con el cántaro, significa que para preparar la pascua es necesaria una conversión, puesto que la pascua que van a preparar no es la pascua antigua, sino una nueva, es el momento de la renovación más profunda en el pensamiento del hombre, para entrar a una nueva dimensión de la alianza.
Esto nos lleva a una realidad muy importante de cara a al Eucaristía. Para celebrar la Eucaristía es necesario seguir al hombre con el cántaro de agua, es decir, debemos de cambiar de mentalidad. Celebrar la Eucaristía implica dejar de verlo todo como un rito, sino que se debe abrirse y ver una realidad más profunda. Cuántas veces vemos la Eucaristía como un rito, como algo que debemos hacer porque es lo normal, o para que nos vaya bien. Pero no es un encuentro con Dios, no es una alianza en donde realmente nos encontramos con Jesús, simplemente se reduce a un mero rito, una práctica o una mera devoción, pero no ese su veredero significado. Por celebrar la Eucaristía deberíamos de purificarnos y cambiar nuestra manera de ver las cosas. Y ello implica descubrir el significado de la Eucaristía como lo presentan el mismo texto a continuación.
El lugar donde se indica que se debe de celebrar esta alianza contiene elementos importantes, pues demuestran cual es su significado y por consecuencia, el significado de la Eucaristía. En primer lugar dice que  este hombre «les mostrará en el piso alto.» La estancia donde se debe celebrar la pascua es en el piso de arriba. El hecho que este arriba implica un fuerte símbolo, implica la acción de subir, así como Moisés debía subir al monte para encontrarse con Dios y llevar el pronunciamiento de la alianza, ahora para la nueva alianza deben de subir, por tanto deben buscar a Dios. Así, el hecho de que esté arriba, implica la acción de buscar a Dios, pero cuando el hombre sube, busca a Dios, Dios lo encuentra.
La Eucaristía es precisamente un acto de búsqueda de Dios, es el subir. El hombre que comulga es porque busca a Dios, busca a Jesús y sobre todo quiere dejarse encontrar por él. Cuantas veces se comulga si dejarnos encontrar a Dios, ni querer buscarlo. A veces sólo se busca el bienestar el cumplir, pero no buscamos a Dios y no lo descubrimos que está dentro de n nosotros, que nos quiere encontrar. Al contrario podemos comulgar y seguir siendo los mismos, sin ningún cambio porque en realidad no nos hemos dejado encontrar por Dios, lo dejamos al margen de nuestras vidas.
En segundo lugar nos dice, que este lugar es «una habitación grande.» El hecho que sea grande, indica que es para todos, no es un ligar pequeño, sino que es para todos. Nadie queda excluido de esta acción, la salvación que trae esta alianza es para todos, no es sólo para algunos, para un grupo privilegiado, todos pueden acceder a él. Así, la Eucaristía es un sacramento universal, para todos, para que todos puedan acercarse a Jesús y puedan participar de la alianza. Por ello, al Eucaristía implica sr abiertos a todos y por tanto superar el egoísmo, superar las envidias, superar todo aquello que puede excluir a alguien de nuestras vidas.
Finalmente nos dice que está «Arreglada y dispuesta.» Es una estancia que ya esta acomodada, no dice que ellos deban de arreglarla, no dice que deban preparar algo especial, todo está bien dispuesto. Quiere decir que la alianza nueva que se va a celebrar ahí, ya está bien colocado. La alianza no depende del hombre, sino de Dios, Dios dispone todo. La Eucaristía no es un acto donde los hombres llevan a cabo estas cosas, sino Dios quien actúa, el problema es que las personas lo ven como un acto de sus fuerzas, creen que cumpliendo con su comunión dominical es suficiente, “yo hago lo que me toca”, pudieran decir algunos, siendo que la alianza no es de lo que le toca a uno, sino ver como Dios dispone todo para la salvación, es dejarse encuentra y que Dios salve, renueve, transforme al hombre, es solamente gracia.
De tal manera que el texto nos indica como poder entender la Eucaristía, no como un rito sino en calve de alianza, de amistad con Dios. Un sacramento que nos debe llevar a reconocer que nos debemos dejar encontrar con Dios, que quiere transformarnos, quitando de nuestro corazón todo aquello que nos hace excluir a los demás y que todo es posible porque es la gracia de Dios que actúa en nosotros. Que realmente cada vez que celebremos la Eucaristía podamos transformar nuestra historia con la gracia de Dios.

8/4/12

«Busquen los bienes del cielo...»

Meditación con motivo del Domingo de Resurrección
Ciclo /B/


Textos:
Hechos 10,34a.37-43
Colosenses 3,1-4
San Juan 20,1-9

La Iglesia se alegra el día de hoy con la fiesta de la resurrección, la fiesta que es el centro de la vida cristiana, la que le da el sentido a nuestra fe y a nuestro caminar en la vida. Sin embargo, a veces al escuchar la idea de la resurrección, nos parece algo lejano, algo distante a nosotros, a nuestras vidas, nuestra cultura, nuestra manera de entender la realidad.
Sin embargo, entender la resurrección implica una búsqueda, tal y como lo muestra san Pablo en la segunda lectura de hoy cuando exhorta a la comunidad de Colosas: «Busquen los bienes del cielo.» Una exhortación que pudiera ser mal entendida, puesto que al pedir que se busquen los bienes del cielo, uno podría pensar que se refiere simplemente a voltear hacia el cielo, a dedicarse a las cosas que vienen de Dios, pero no atender las cosas que realmente son terrenales, uno podría pensar que buscar las cosas del cielo es estar sólo haciendo oración, estar en misa diariamente, asistir a los sacramentos. Pero eso es sólo una parte, una arista de las cosas del cielo.
El cielo en la Biblia se refiere a al mundo de Dios, al ambiente de lo divino, a los criterios de Dios. Por tanto, buscar las cosas del cielo implica buscar las realidades de Dios, buscar los criterios de Dios. La aspiración de cristiano debe ser estar en constante búsqueda de los criterios de Dios, de los criterios del evangelio.
Buscar las cosas de Dios por tanto es la búsqueda de la verdad, de la justicia, de la solidaridad, del perdón. Esas son la búsqueda de las cosas del cielo, que no implican abstraerse de la realidad. Al contrario, las cosas del cielo implica entrar completamente con las cosas del mundo, pero con los criterios de Dios. Por tanto, cuando buscamos ser auténticos, decir la verdad, dejar las mentiras. Cuando empezamos a ser justos, y a ayudar a los demás, no quitarles las cosas o a rebajarlos, sino a ayudarlos, a procurares bien, a respetar su persona, a respetar su trabajo, sus bienes, entonces buscamos las cosas del cielo.
Si alguien dijese que busca las cosas del cielo sólo porque va a misa diariamente, o porque hacen muchas oraciones, pero no escuchan a sus hijos, viven a base de mentiras, se peleana cada rato, entones es mentora no buscan a Dios, sólo buscan refugiarse en Dios de sus responsabilidades, de sus obligaciones, y sobre todo de su vida de fe, puesto que sólo buscan calmar su conciencia, pero no mejorarla.
Buscar las cosas del cielo implica buscar los criterios de Dios y esforzarse pervivir día a día el evangelio. Y entonces, ese compromiso, ayuda al hombre a ser mejor, a transformar su vida, a renovar su corazón, en otras palabras, esa persona comienza a resucitar, porque comienza a tener criterios de vida, criterios de Dios.La resurrección, por lo tanto, no es solamente pensar en el más allá, sino ver desde ahora los criterios de idos que permiten al mudo descubrir la fuerza de la resurrección, no sólo como promesa de futuro, sino como una realidad actual, una realidad veraz, que da testimonio de la gracia de Dios. La resurrección, no es sólo promesa, no es sólo una idea, es una realidad que debe de vivirse y se logra hacer cuando el hombre comienza a buscar los criterios de Dios.

7/4/12

«… la piedra estaba removida»

Meditación con motivo de la Vigilia Pascual
Ciclo /B/


Texto:
San Marcos 16,1-7

Hoy la Iglesia se alegra con el misterio Pascual de Jesús, se alegra porque con la resurrección ha vencido a la muerte, ha vencido aquello que limitaba al hombre, que le impedía ser feliz, aquello que le hacía mirar solamente su finitud y su precariedad en la historia. Ahora con la vigilia pascual puede empezar una nueva vida, pude empezar una nueva historia en donde la muerte es vencida y el pecado no tiene la última palabra y por esa razón hoy nos alegramos.
Sin embargo, acercarse a la resurrección no es una cosa sencilla, es un misterio que nos desborda, y el mismo evangelio que hoy se ha leído, nos acerca a ese misterio, y coloca las bases para conocer ese misterio.
En primer lugar descubrimos que la resurrección no es fácil de entender, puesto que el hombre vive atrapado en sintonía de muerte, se le hace complicado querer vencer el mal, el pecado, se le hace una tarea imposible que exista una salida diferente al acontecimiento de la muerte. Esta idea se ve claramente en el comportamiento de las mujeres: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Ellas van preguntándose y comentando la dificultad que esperan encontrar, puesto que encontarán que la losa o la piedra que cierra la sepultura es muy pesada. En el fondo la comunidad cree que la muerte es insuperable, nadie la puede vencer, nadie puede quitar la piedra, que es un símbolo de la muerte; a ellas sólo queda hacer las unciones y se acaba todo, nadie quitará la piedra de la muerte. Se pude apreciar un sentimiento de impotencia, no saben qué hacer.
Este es precisamente el sentimiento que a veces se tiene delante de la vida, cuantas veces vemos la situación de muerte que nos rebaza, y no sabemos cómo hacerle frente. Cuantas veces podemos descubrir la piedra de la envidia que no sabemos cómo vencerla, por la piedra del rencor, tantos años y seguimos teniendo un resentimiento por alguna persona, es una piedra enorme incapaz de ser movida, incapaz de transformarla. Si efectivamente, la piedra es el gran problema de la humanidad, es una piedra que clausura todo, que impide salir de esto, que no da posibilidades para salir adelante. La piedra de la muerte, de aquello que me destruye.
Sin embargo, no renuncian a su propósito, tienen que rendir homenaje y salen al encuentro, no saben como salir de esta situación pero salen al encuentro. Van en camino. Ese es el primer paso para iniciar la transformación, el primer paso para que llegue la resurrección. Salir, no quedarse encerrado. Muchas personas aprisionadas en su muerte, no quieren salir, no quieren salir de su situación, prefieren rendirse. Piensan que a sus años no son capaces de vencer el odio, piensan que ese rencor, o esa envidia, son tan fuertes que no se puede salir. Finalmente prefieren vivir así, amargándose, muriendo en su interior, acostumbrándose a ese estilo de vida, a ser humildes, y ponerse en marcha y darse la oportunidad de un cambio.
Y descubrimos que estas mujeres al llegar descubren algo nuevo: «Al levantar la vista observaron que la piedra estaba corrida, y era muy grande.» Al llegar se amplían su horizonte y se dan cuenta de que su problema no tenía fundamento. La piedra está recorrida. No se dice quién lo ha hecho, pero ciertamente todo ha cambiado, ahora está abierto, ellas pensaban que existía una dificultad, pero efectivamente, está abierto, todo es posible. Lo importante es que a pesar de la dificultad ellas se pusieran en camino.
Este es el camino para encontrar la resurrección, ponerse en camino a pasar de la dificultad, ponerse en camino a pesar de lo difícil, de lo enorme que parezca la piedra. Ciertamente se ve enorme la tarea que se debe realizar, pero es posible llevarla a cabo, lo importante es ponerse en marcha, es ponerse en camino.
Si pensamos que nuestra envidia, rencor, mentira, odio, es tan grande para no ser vencido y por consiguiente, no podemos acceder al vida, a la resurrección que comienza en el hoy, en el ahora. Lo importante es ponerse en camino, es no darse por vencido antes de ponerse en marcha, es no rendirse, sino saber que podemos salir adelante, que si queremos podemos mover esa roca enorme. Es posible si queremos, si nos ponemos en camino, en algún momento alzamos la vista y descubriremos que Dios está con nosotros, y que la vida es posible, que puede ser vencida desde ahora.
Podemos ver otro elemento: «Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, envuelto en una vestidura blanca, y se quedaron desconcertadas.» Empieza el mensaje de la vida, si es posible que se mueva la piedra es porque Dios está con ellos. Se ve al joven de blanco, signo de la presencia de Dios, porque en la Biblia el color blanco representa a Dios, por tanto dentro de la tumba, donde debía reinar la muerte encontramos simplemente un mensajero de Dios, un mensaje de vida, en el sepulcro ya no hay muerte, ya no hay destrucción. Ahora está Dios, Dios ha entrado.
La resurrección por lo tanto es posible, porque Dios hay penetrado la raíz de la muerte, ha entrado ahí, para dar un mensaje de vida. Esa es la razón por la que la piedra se mueve, porque Dios ha entrado, y hace posible que la muerte no tenga la última palabra. Quiere decir que la muerte no es la más fuerte, hoy es posible vencerlo todo, no podemos dejarnos vencedor, porque Dios entra, para hacernos ver que la muerte no es todo en la vida, Dios está dentro y transforma la muerte en vida, y por eso le da el anuncio de ir a Galilea, porque deben salir de ahí, no deben quedarse en el lugar de la muerte, sino que deben salir y buscar la vida.
Cuando el hombre propone salir en búsqueda de la vida la encuentra, no dejándose atrapar por la muerte, sino salir y descubrir que hay algo más que la muerte, que está la vida y una vida totalmente nueva. Salir de la tristeza y del pesimismo, pues Dios entra y quiere que no nos quedemos en esa idea, Cristo vive y con él todos estamos llamados a esto. Más aún hoy podemos resucitar nosotros, podemos vencer nuestras estructuras de muerte, podemos vencer nuestro odio y nuestras envidias, con la fuerza de Dios. Y entonces es salir y anunciar que Cristo vive, que Cristo está con nosotros, que Cristo vive en nosotros, que somos auténticos mensajeros de la vida, mensajeros y testigos de la pascua de la resurrección.

5/4/12

Sangre y Agua: Respuesta ante el odio

Meditación para el Viernes Santo

Textos:
Isaías 52,13-53,12
Hebreos 4,14-16; 5,7-9
Juan 18,1-19,42

Vivimos en un mundo lleno de discordias, constantemente nos la vivimos peleando, discutiendo, enfrentándonos constantemente por los diversos puntos de vista. Estamos en inmundo en donde encontramos violencia en las calles, a causa de diferencias políticas, de encuentros enemistados. Somos agresivos. Hay guerras, destrucciones, violencia extrema. Incluso en las familias encontramos también odios, rencillas, hermanos que se pelean, se destruyen por cosas insignificantes, se dejan de hablar.Toda esta violencia desmedida nos hace pensar, si la última palabra la tendrá el odio, si la última palabra la tiene el rencor y la violencia desmedida. ¿Será que no podremos encontrar una respuesta llena de paz y concordia? ¿Será que los países no se reconciliarán? ¿Será que la violencia se resolverá con más violencia? ¿Qué los secuestros y asesinatos se acabaran con más muertes y asesinatos? ¿La respuesta será la violencia? ¿Nuestra sociedad deberá estar arrojada a esta espiral de violencia? ¿Nuestra familia sólo arreglará las cosas con agresividad?
Pareciera que así es, sin embargo, a la luz de la fe encontramos una nueva respuesta, la violencia no tiene la última palabra, la última palabra la tiene el amor, representada con la cruz. Pues ahí en la cruz, en medio de un acto brutal de violencia, se dio una nueva respuesta a partir del amor.
Hoy viernes santo somos invitados a contemplar este misterio de la cruz, pero no como un acto de violencia, de destrucción donde murió Jesucristo, sino que somos invitados a ver la fuerza de la cruz, como una fuerza de amor. Contemplando la cruz, por tanto, no es ensalzar el sufrimiento, el dolor y la muerte; ni es contemplar el fracaso de un hombre. La cruz a partir de Jesucristo se convierte en un signo de salvación. Con ello contemplamos un signo de triunfo y de amor. Es el signo de cercanía y solidaridad de Dios que nos compromete a todo incluso la muerte misma. Es descubrir como en medio de la sed de venganza, en medio del odio, y de la muerte misma, el amor lo puede transformar en oportunidad de salvación Ahí, en la cruz donde Jesús es brutalmente asesinado se podría contemplar, como el amor convierte ese acto lleno de maldad en una oportunidad para salvación. Por lo tanto en la cruz se contempla el odio que existe en la humanidad y al mismo tiempo se ve, el amor que puede salvar a la humanidad.
En la cruz se entrelazan dos realidades totalmente antagónicas: el odio y el amor, de manera que se muestra que el odio no tiene la última palabra, ni es absoluto, puesto que ahí, en la cruz, donde se desborda todo el odio, hay una expresión de amor, que puede más que el odio, que puede vencer el odio.
El evangelio de san Juan lleno de simbolismo, nos muestra esta realidad a lo largo de toda la pasión, pero centremos nuestra reflexión en una parte: «Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua
Los soldados llegan con Jesús y ven que ya murió, con esto el texto bíblico trata de poner de manifiesto que no hay nada que hacer, la vida de Jesús ha finalizado, sin embargo le golpean con la lanza, es decir, le demuestra mas odio y desprecio. Si Jesús ha muerto es porque la vida nadie se la quita a él, sino que él la ha dado. Por otro lado, nos recuerda al cordero pascual, al cual no se le debe romper hueso alguno. Jesús es el nuevo cordero. Sin embargo, le dan con la lanza. Esta acción era innecesaria, puesto que ya había muerto, marcando así que la hostilidad continúa. Son el símbolo del más odio contra Jesús. Los soldados se habían burlado de la realeza de Jesús, ahora a punta de lanza quieren destruirlo definitivamente.
Vemos que la sentencia a muerte de Jesús es un signo de esta violencia, y vemos como esta es una violencia que incluso busca por todos los medios manifestarse, así cuando están frente a Pilato y éste quiere salvarlo lo amenazan diciendo: «Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César.» Se puede ver el chantaje que se realiza para llevar a cabo la muerte y así manifestar la violencia, y así toda la pasión está llena de estos signos de violencia, incluso al final, cuando estos soldados a ver que ya murió lo golpean con la lanza, un signo innecesario, pro que es reflejo de la violencia, sin embargo esto no queda así puesto que Dios responderá con amor.
El texto nos expresa que ante este odio, de Jesús sale la sangre y el agua. La sangre es figura de la muerte para salvar a la humanidad, una expresión de su amor al extremo. El agua representa, a su vez, el Espíritu, principio que todos podrían recibir cuando manifieste su gloria. La cruz se convierte en cumplimiento del amor, y en donación de amor y Espíritu. La cruz se convierte en lugar de amor que se dona ahí en medio de la violencia, que da el espíritu para tener la fuerza que nos ayuda a vencer ese odio.Podemos descubrir entonces que la última palabra no la tiene el odio, sino el amor, no estamos condenados a la destrucción, sino a la transformación de todo en amor, en oportunidad de misericordia. Hoy la liturgia se centra en la adoración de la cruz, reconociendo un signo de salvación, un signo de amor, contemplando llenos de alegría, pero también contemplando y comprometiéndose. Sería nulo que hoy contemplásemos el misterio de la cruz, y sólo lloráramos sin ser capaces de convertirnos, sin comprometernos realmente ante el misterio de amor que se nos presenta. Es momento para descubrir que Jesús nos ha salvado, que Jesús nos ha rescatado y que podemos vencer la violencia, porque en al cruz Jesús mismo ha vencido esa violencia con amor.El nos ha dado este ejemplo para que ahí cuando nos enfurecemos, nos volvemos agresivos y perdemos el control, seamos capaces de permitir que brote el agua y la sangre, brote la fuerza del Espíritu y la fuerza del amor que transformen nuestra vida.Hoy podríamos iniciar ese camino de compromiso y vencer nuestra violencia, vencer nuestra apatía, vencer nuestro rencor con la fuerza de la cruz y hacer de nuestra vida un camino hacia la paz y el amor definitivo. Empezar a vivir esa sangre y esa agua que brota del costado de Cristo, que brote ese amor y esa fuerza del espíritu que no anime para seguir adelante. Eso es contemplar la cruz, contemplar el amor que nos cambia y nos impulsa a vivir de un modo nuevo.Así el viernes santo se convierte en un día para adorar la cruz, para adorar a aquel que responde con amor en medio de la violencia e invitándonos a cambiar nuestra vida. De tal manera que hoy podemos empezar a vencer la violencia en neutros ambientes, en nuestra casa, con nuestros seres queridos, siendo más pacientes y llenos de amor, con la fuerza del Espíritu. Venciendo todo aquello que no permite nuestra vida y realización debido a la violencia, y haciendo visible el acontecimiento de la cruz en nuestra vida.

4/4/12

«¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?...»

Meditación con motivo del Jueves Santo

Textos:
Éxodo 12,1-8.11-14
1 Corintios 11,23-26
San Juan 13,1-15


Un mal que daña el interior del hombre, y le impide su desarrollo, su crecimiento en la vida, es sin duda la soberbia, el sentimiento de autosuficiencia. Muchas veces nosotros creemos conocerlo todo, creemos saberlo todo, que no necesitamos aprender más, y esto nos lleva precisamente a no buscar algo nuevo, a no buscar algo que nos sorprenda porque creemos que todo está dicho y no necesitamos seguir adelante.
Y esta soberbia, se manifiesta aún en la vida de la fe, puesto que nos hace que creamos que lo sabemos todo, que no necesitamos de más cosas, que no requerimos de una información extra, que no hay necesidad de profundizar algo nuevo. Creemos conocer a Dios, de tal manera que, nada nos sorprende y por consiguiente sabes que decir y que hacer porque todo lo podemos realizar.
Muchas veces el catequista puede caer en esta autosuficiencia espiritual creyendo que todo lo puede, que nadie le puede enseñar nada nuevo porque ya lo sabe todo. O bien aquella que siempre está en algún curso, piensa que lo conoce todo, que sabe que responder, que sabe como decirlo, como expresarlo, y por consiguiente piensa que nada, ni nadie le puede decir algo nuevo. Incluso cuando alguien va a misa domingo a domingo, o de vez en cuando, se cree autosuficiente en su nivel, puesto que dice conocer los evangelios, dice saber los elementos de la fe.
Pero si en realidad dice conocer a Dios, conocería lo más fundamental de la vida de fe, una verdad extraordinaria: Dios es misterio, y por tanto nunca se acaba de conocerlo, nunca se acaba de saber de él, y en consecuencia Dios siempre sorprende.
Es justamente lo que nos muestra el evangelio de hoy, cuando Jesús comienza a lavar los pies a sus discípulos, en señal de la entrega que va a hacer. Pero cuando comienza a lavarlos nos encontramos con la respuesta de Pedro: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» Pedro no entiende el acto de Jesús, no entiende porque hace este gesto de entrega y servicio. “Tú no me los laves, no es lo que te toca”, finalmente es la sorpresa de Dios, Dios sorprende, muestra una nueva cara en todo momento. Según los criterios de Pedro, desde sus categorías Jesús es el Señor, es el dueño, es el que dirige, cómo es que se le ocurre venir a cambiar todo, a pensar de manera distinta. Dios no es el que sirve, Dios no es el que da la vida, al contrario hay que servirle a él. Por ello Pedro se niega.
Nosotros somos así, no nos dejamos sorprender por dios, no nos dejamos ayudar de su gracia, creemos que lo sabemos todo, que todo lo podemos, y que no necesitamos más cosas. Muchas veces pensamos en salir adelante en medio de nuestros problemas de familia, de nuestros problemas que se presentan y no pedimos ayuda a Dios, porque lo vemos distante, no vemos que es cercano y sobre todo no vemos que siempre nos quiere sorprender.
Celebrar la semana Santa, implica celebrar los misterios de la fe que dan cimiento a todo, e implica dejarse sorprender por ese misterio. Muchas veces al pensar en semana santa pensamos en procesiones, lavatorio de pies, y cantidad de cosas, pero no nos damos la oportunidad para que esas celebraciones toquen nuestra vida, y nos hagan profundizar algo nuevo, nos quedamos con el vía crucis, con la imagen de la cruz, etc., pero no nos dice nada nuevo, no nos dejamos sorprender creemos que lo sabemos todo, que lo conocemos todo, que no necesitamos de más.
La fe no es de autosuficiencia, sino de conciencia de necesidad delante de Dios. Si celebramos cada año el misterio pascual es porque estamos concientes de que necesitamos recordar que Dios ha trazado un plan de salvación, que Dios está constantemente buscando al hombre, y por ello ha realizado un proyecto de salvación para la humanidad entera. Celebrar la semana Santa implica reconocer que hay pecado, que hay maldad en el corazón del hombre y que es sumamente complicado salir de esa situación, evitar esa tendencia al mal, y que Dios preocupándose por nosotros, nos da la gracia para destruir ese mal, ese pecado, con su muerte y resurrección.
De esta semana la semana santa nos recuerda que existe el mal, y que necesitamos a Dios, que necesitamos de su presencia, y que Dios no es sólo un concepto que aprendemos, y explicamos, sino una experiencia de vida, que nos sorprende y nos muerta siempre nuevos elementos de salvación.

31/3/12

Miedo ante el misterio pascual

Meditación con motivo del Domingo de Ramos
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Marcos 14,1-72.15,1-47

Con el domingo de Ramos la Iglesia entra en la Semana Santa, un tiempo especial para entrar en el misterio central de la fe, para conocer y profundizar el misterio pascual de Jesús, su muerte y su resurrección. Por tanto la semana santa es el tiempo para entender y conocer el significado de este acontecimiento, no se limita simplemente a pensar que se Jesús murió y resucitó, sino a conocer el significado de esto y las repercusiones dentro de la viuda espiritual. Si lo pensamos bien, el misterio pascual de Cristo es meditar el misterio de amor, puesto que el misterio pascual es un misterio de amor, es el triunfo del amor sobre el pecado, sobre la maldad, es el triunfo del amor que invita a vencer todas aquellas situaciones que encierran al hombre en su egoísmo y en su pecado.
Sin embargo, meditar en el misterio del amor, no es una cosa sencilla, ni romántica, es meditar precisamente en el triunfo del verdadero amor que implica dar la vida, que implica la donación completa del hombre hacia los demás. Y ese amor, es triunfo no es sencillo, incluso no es fácil, más aún es un triunfo que hasta cierto punto da miedo, puesto que el misterio pascual nos habla acerca del triunfo de la verdad sobre la mentira, del perdón sobre el odio, de la misericordia sobre ventaja, es un triunfo que no es sencillo, puesto que uno debe de renunciar a ciertas cosas, llámese materiales, o bien sobre el propio orgullo, y eso da miedo.
EL misterio pascual nos puede hacer confrontarnos con nuestro egoísmo, con nuestra envidia, con nuestra manera de ser rencorosa, y dejar eso a veces da miedo, no es fácil aceptarlo, incluso podría ser que lo refutemos, y no aceptemos realmente querer cambiar, querer perdonar y dar otra oportunidad. En realidad da miedo empezar a ver las cosas a la luz del misterio pascual. Y justo sobre ello nos habla una escena del evangelio, la denominada escena del huerto de los olivos.
En esta escena del evangelio de san Marcos encontramos un retrato sumamente significativo de Jesús ante su muerte, vemos que tiene angustia, que nos abe que hacer ante la inminencia de la muerte, y finalmente se abandona en las manos del Padre: «No se haga mi voluntad, sino la tuya», podemos contemplar así la lucha que Jesús hace en su interior, sin embrago hay otra lucha, que no es precisamente al de Jesús, sino la de los apóstoles, que cuando comienza la agonía de Jesús se duermen.
La pregunta fundamental al ver este pasaje sería, ¿Por qué duermen?, en realidad podríamos pensar que estaban muy cansados, parece que no, más bien, es un signo que usa el evangelista para marcar el desinterés de parte de los apóstoles, puesto que en el momento de la cruz, no parece la escena muy atractiva. Los apóstoles han seguido a Jesús, sin embrago ellos buscan el poder, buscan un estatus, y se puede ver esto a lo largo del evangelio; pero ahora ven a Jesús que sufre, que tiene miedo, que se cae, no es precisamente una escena muy alentadora, más que un hombre con éxito se ve a alguien que está fracasando, es más va a perder la vida, eso no alienta a nadie, al contrario, desaliento todo y por ello es mejor dormir, es mejor de ver ese espectáculo que no llama la atención.
Ciertamente nosotros somos muchas veces así, cuando vemos el misterio pascual, cuando se nos habla de la necesidad de compartir, de ayudar, de ser solidarios, de ser generosos, de ser capaces de perdonar, ante eso solemos pensar que son cosas muy bellas, pero nos dormimos porque no nos interesan, porque no nos llaman la atención. Cuando sabemos que podríamos dar una oportunidad al que falló y decimos, que no; en el fondo nos dormimos, eso sería un fracaso a nuestro ego. O cuando sabemos que podemos ayudar, que podemos dar de nuestro tiempo y mejor evadimos toda responsabilidad, en el fondo nos dormimos. Cuando sabemos que es posible reconciliarse con la persona que se ama, pero neutro orgullo nos dice que mejor no, entonces dormimos. Ante Getsemaní, ante el huerto de los olivos, nos dormimos, porque es el anuncio del amor un amor que nos va a hacer perder ciertas comodidades o nos va a hacer débiles y por ello dormimos.
Por ello Jesús llega con ellos y les reclama, porque ellos están llamados a penetrar el misterio del amor: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?» Jesús llama fuertemente su atención, pues al dormirse no se están comprometiendo. Más aún, el mismo Jesús llama a Pedro “Simón”, un dato curioso, porque a lo largo del evangelio lo llama "Pedro", pero ahora lo llama Simón. Ciertamente su nombre original era Simón, pero Jesús le cambia el nombre y le pone este apodo, le llama Pedro, es decir “Piedra”. Pero en este momento, cuando duerme le dice “Simón”, porque “Pedro”, refleja su cercanía y su relación con Jesús, pero si está dormido, implica que no le interesa Jesús ni su propuesta, no le interesa el misterio pascual, por tanto se ha deslindado de Jesús y sin Jesús no puede ser Pedro, ahora es Simón, es como si no hubiese conocido a Jesús.
Jesús siempre está cercano a nosotros pero si nosotros dormimos y en realidad no nos interesa su Palabra en realidad, somos “Simón”, es decir no vivimos a lado de Jesús, no nos interesa realmente su propuesta, somos farsantes. Entrar a la semana santa implica reconocer que ser cristiano es contemplar la cruz y la resurrección, y que al contemplarlos debemos contemplar la lucha de cada día por vivir el amor y vencer el odio y el egoísmo, para que triunfe el evangelio en nosotros.
Que en esta semana Santa realmente entremos en el misterio del amor y quedamos renovados, seamos más generosos, más humildes, más sencillos, mas misericordiosos, más pacientes, y si el sueño de la indiferencia o de la apatía pareciera llegar no durmamos, sino escuchemos a Jesús que nos dice: «Velen y oren para no caer en la tentación.» Velemos, no dejemos que el sueño llegue, descubramos que podemos hacer, descubramos la experiencia de Dios y oremos para que así veamos que es posible cambiar que es posible transforma nuestra vida y entrar y vivir el misterio pascual.

25/3/12

«Si el grano de trigo muere, da mucho fruto.…»

Meditación para el V domingo del tiempo cuaresmal
Ciclo /B/

Textos:
Jeremías 31,31-34
Hebreos 5,7-9
San Juan 12,20-33

Una de las realidades que más temor da al hombre, es sin lugar a dudas el sufrimiento y el dolor. Son dos situaciones por las cuales en algún momento el hombre ha de toparse. El avance de la ciencia y la tecnología, sin lugar a dudas intenta precisamente evitar esta realidad, sin embrago con el paso del tiempo podemos constatar que ni la ciencia con sus descubrimientos, ni la medicina y sus avances, la tecnología y sus inventos han logrado erradicar totalmente el sufrimiento. De algún modo estas posturas se topan con pared al verse rebasadas por esta experiencia.
¿Qué podría decir el creyente acerca del dolor? ¿Qué palabra decir ante la experiencia del sufrimiento? ¿Será a caso que uno se debe de resignar ante tal situación? El evangelio del día de hoy parece acercarnos a esta realidad y así conocer la situación del dolor desde la perspectiva de la fe.
Vienen a Jesús estos griegos es decir, aquellos que no son judíos. Es el inicio de la llegada de hombres que no pertenecen al denominado pueblo elegido, sin embargo aparecen se acercan, al fin las ovejas de otro lados se acercan al redil (cfr. Jn 10,16). Vienen buscando a Jesús, buscan una esperanza, buscan algo que anime su vida. En el fondo esos griegos representan a la humanidad que busca sentido a su vida, buscan horizontes de trascendencia, sentido a su existencia.
Jesús les contesta abriendo así un horizonte de salvación y de esperanza a toda la humanidad: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre.» Con esta expresión Jesús les da una palabra estos buscadores, marcando que ha llegado “la hora”, y la hora representa en el evangelio de san Juan el momento de la entrega y por tanto de la gloria, es el momento de la cruz y la entrega en favor de todos. Estos hombres buscan a Jesús y él inmediatamente dirige estas palabras manifestando que al acercarse ellos, su vida tiene sentido precisamente por la hora que está por llegar. Es la cruz la que da sentido al caminar del hombre, es lo que abre la expectativa al ser humano. Por tanto, Jesús anuncia que será precisamente esta hora la que de sentido a la humanidad.
¿Por qué la muerte, la entrega y con ello el sufrimiento de la cruz puede ser el sentido de la humanidad? El mismo Jesús lo sigue explicando: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.» Este grano es la figura de Cristo, y por ende del misterio del amor, es figura de la encarnación que ha penetrado en el ámbito humano, ha entrado y ha fecundado con su muerte. Ese grano es necesario que se pudra, que se descomponga para que de ahí brote la vida. Esa semilla putrefacta está llamada a generar la vida. Por tanto externamente esa semilla cultivada en la tierra es algo desagradable, podrido, sin vida, pero gracias a este proceso es posible que la vida comience a brotar. Así, esta semilla es generadora de vida.
Con esta imagen Jesús trata de dar a conocer el sentido de la verdadera vida, es imposible dar la vida resguardándose todo para sí mismo. La vida es fruto del amor y no puede brotar si el amor no es pleno: «El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.»
Por tanto, el que vive desde la dinámica del amor puede dar efectivamente vida. Sólo dándose a sí mismo se produce la vida y ello implica el sufrimiento, ello implica el dolor. No es que el hombre busque el dolor, el creyente no es un masoquista. Pero cuando se ama realmente, cuando se dona hacia los demás necesariamente se requiere la entrega y con ello hay dolor. Pero no es el dolor que queda arrojado al vacío y sin sentido, no es el dolor hueco y vacío. Es un dolor que fecunda, que da vida, ese dolor es el grano de trigo que genera auténticamente la vida, porque se vive hacia los demás y no hacia uno mismo.
El matrimonio es un claro ejemplo de esto, se vive para la otra persona, para amarle, para ayudarle, para ser soporte del otro, para animarlo, para comprenderle. El matrimonio debe de ser salida constante, debe de ser encuentro con él otro. Cuando en un matrimonio sólo se piensa en sí mismo, en lo que el otro no me favorece, no me ayuda, no me da; y no ceo lo que yo debo de entregar por el otro, entonces es un matrimonio que se sostiene de un mero interés y de un egoísmo, pues sólo espero del otro, y no descubro lo que yo debo de darle al otro. El amor en el matrimonio des de donación, salir hacia el otro y eso a veces conlleva el dolor, el sufrimiento, pero que no es una búsqueda de destrucción sino de ayuda y ese dolor llega a transformarse en vida en donación, en amor totalmente entregado.
Cuando los padres ven por los hijos existen desvelos, entrega, sacrificios; podría parecer que sólo es sufrimiento, pero en realidad es la donación de la vida producida por el amor. Es una entrega que se hace fecunda y muestra el amor.
Si bien es cierto que hay otros sufrimiento, esto se debe precisamente a que el hombre vive encerrado en su egoísmo, quiere acaparar sólo se busca a sí mismo. Con esto se nos está invitando a no ser así, a evitar que otros sufran, a evitar que otros sean dañados siendo generosos, viviendo la entrega así como Jesús lo ha hecho, dándose por los demás para vencer el pecado, para que el hombre viva totalmente redimido. El creyente es que se entrega y convierte todo en vida, convirtiéndolo en vida por la fuerza del amor, hace posible que se erradiquen otros sufrimientos causados por la injusticia, el odio, la destrucción que tiene como base el egoísmo.
Ante el dolor por tanto, podemos descubrir que puede ser medio de santificación en cuanto que el hombre puede unirlo a la entrega por los demás, puede unirlo al sacrificio de Cristo en la cruz. Pero también ante el dolor de los demás se convierte en invitación para dejar el egoísmo y cambiar este mundo en la llamada civilización del amor, en donde uno se entrega para que ya no existan las divisiones y los egoísmos destructores.

4/3/12

«Los hizo subir a un monte alto, a ellos solos...»

Meditación del II Domingo de Cuaresma
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 22,1-2.9a.10-13.15-18
Romanos 8,31b-34
San Marcos 9,2-10

La cuaresma como se ha dicho, es un tiempo de alegría, un tiempo de gozo, pues somos invitados a acercarnos nuevamente con Dios. Es un tiempo de intimidad donde el creyente está llamado a acercarse a Dios, y tratar de conocerlo un poco más, si bien debe existir un conversión, es precisamente fruto de ese encuentro con el Señor. Justamente ese es el tema que el día de hoy se nos presenta la liturgia del día de hoy en el evangelio.
Hoy el evangelio nos presenta el texto de la transfiguración del Señor, un texto que trata de hacer comprender a los discípulos dos cosas fundamentales, por un lado, saber cuál es el camino y la misión que Jesús tiene, y por el otro descubrir, cuál es la misión de ellos, como discípulos.
En primer lugar nos dice que: «Los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos.» Mostrando que lo importante es el encuentro personal, en medio de la soledad. Deben subir solos, porque lo que deben aprender es algo personal. En el fondo la cuaresma es estar a solas con Jesús para conocerlo un poco más y para conocer nuestra misión. Cuaresma es estar a solas con Jesús, y ese estar a solas no quiere decir privaciones o tristezas, al contario es encontrarse con aquel que da sentido a la vida. Por ejemplo, cuando dos personas que se aman se encuentran a solas, en el sentido de que es un tiempo para que platiquen los dos, se compartan su vida, convivan, no es precisamente un momento de tristeza, al contario es un momento de alegría, y ciertamente dejan atrás algún otro compromiso, pero no es un momento de tristeza, al contrario es un espacio privilegiado donde se valora el amor. Igualmente, cuando se encuentran los amigos, dejan de tras ciertas cosas que de momento dejan de estar en primer plano porque uno quiere convivir con aquellos que valen la pena. Son encuentros que implica de momento dejar ciertas cosas para estar con aquellos que nos hacen sentir mejor, que nos hacen sentir amados y especiales.
De la misma manera, el encuentro con Jesús no es un encuentro de privaciones, sino de intimidad de encontrarnos con él, de descubrir quién es él, de descubrir cuál es misión de cara a lo que él me presenta. Y el mismo texto nos presenta los elementos para entrar en contacto con Jesús.
En primer lugar nos dice que una vez en el monte: «Se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que ningún blanqueador puede lograr sobre la tierra.» La transfiguración de Jesús es un signo de su identidad. El texto nos dice literalmente que era color “esplendorosamente” blanco en sus vestiduras, y añade diciendo que se trata de una blancura como no es posible conseguir sobre la tierra. El color blanco dentro de la Biblia representa a Dios; siempre que aparece el color blanco, se está hablando de Dios o de su mundo. Que los vestidos de Jesús adquieran un color blanco implica que su identidad se debe entender desde su divinidad. Con esta experiencia lo que Jesús quiere demostrar e su identidad divina a los discípulos. Es el momento que ellos descubran que su misión no es simplemente de un personaje carismático más en la historia, no sólo viene a traer algunas propuestas de poder, sino que viene a traer algo nuevo, su identidad es divina y por ello lo que viene a hacer es de parte de Dios, viene a hacer presente la acción de Dios en medio de ellos.
Entrar en la cuaresma es entrar a ver el misterio de Jesús, conocer su misión, descubrir que no sólo es un personaje de la historia, o como luego dicen un “amigo”, es algo más, es Dios y su misión es de salvación. Por tanto, entrar en la cuaresma es descubrir que Jesús viene a salvarnos, descubrir que es Blanco, es decir que lo que viene a traernos es la experiencia de Dios. Hasta que punto realmente nosotros dejamos que esa experiencia marque nuestra vida, encontrase con Jesús es encontrarse con Dios, es permitir que ilumine nuestra vida, que nos enseñe a descubrir un nuevo cambio. Cuántas veces en medio de los problemas buscamos satisfacer las cosas a nuestra conveniencia, simplemente nos dejamos llevar por situaciones sin sentido, pero cuándo dejamos que se Jesús, con su luz que nos ilumine.
Inmediatamente después de descubrir que Jesús tiene una identidad divina entonces el texto coloca otra idea más: «Se les aparecieron Elías con Moisés, conversando con Jesús.» El segundo elemento que los discípulos descubren es una importante revelación sobre el sentido del Antiguo Testamento, representado por Moisés y Elías. Moisés, que representa la Ley, la Torah, auténtico depósito de la revelación de Dios y expresión de su voluntad sobre el pueblo de Israel. Y Elías, representante de los Profetas, aquellos que daban la actualización al mensaje de Dios en medio del caminar por la historia, mostrando el camino que debía seguir para recordarles su fidelidad a la alianza con Dios. La Ley y los Profetas constituyen las dos columnas sobre las que descansa todo el Antiguo Testamento. Pues bien, ambas realidades no son definitivas ni fundamentales, sino que constituyen una mera preparación para el acontecimiento de Jesucristo. Tanto la Ley como, la profecía tienden hacia Cristo y encuentran en él su auténtico significado, podemos decir que todo el Antiguo Testamento encuentra su sentido y plenitud desde Cristo. Por ello hablan con Jesús, porque todo lo que la Ley o los profetas puedan decir va dirigido a Cristo, va dirigido hacia aquel que da sentido y plenitud a todo. Cristo es el centro de la historia y desde él todo adquiere plenitud y sentido.
Esto nos invita a descubrir que entrar en la cuaresma es descubrir que Jesús es Dios, que él bien a iluminar todo, pero también que él es el sentido de la historia. Cuaresma es adentrarse y descubrir hasta qué punto es Jesús realmente el centro de mi vida, hasta donde, Jesús es aquel que da sentido a mi vida, es el centro de nuestra historia.
Por tanto, este relato nos enseña dos cosas primordiales de Jesús, que es Dios y que es el sentido de la historia, pero ante ello debemos reconocer nuestra misión, el pasaje de la transfiguración no termina con esto, sino que va más allá y no limitarse: «Reaccionó Pedro y le dice a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.» Pedro pide esto porque para él es mejor seguir en lo alto del monte, contemplando las visiones celestiales, que bajar a la llanura a enfrentar la historia, así como la lucha contra las potencias del mal. Si Jesús es el sentido de la historia entonces es mejor quedarse contemplando, pero esta o es la misión del discípulos. Interiorizar y encontrarse a solas con Jesús implica una misión de transformación y no de evasión, por ello aparece la nube y una voz que dirá cual es la misión del discípulo: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo.» El discípulo de escuchar, debe ser capaz de percibir la voz de Dios, esa es su misión.
Si la cuaresma es el tiempo para estar a solas con Jesús y descubrirlo como aquel que tiene las vestiduras blancas, es decir aquel que es Dios, que vine a salvarnos debemos escucharlo, debemos ser capaces de escuchar lo que nos dice, de escuchar su Palabra, sólo así podernos descubrir la salvación que nos da y sin vivir al margen. Más aún, sólo escuchando podernos verlo como actúa en medio de la historia, podremos ver como Jesús es el eje conductor de la historia y así ver como él puede dar sentido a mis pasos y a mi realidad, pero es necesario escuchar.
Cuaresma es el momento de encuentro con el Señor para renovar nuestra vida, es el momento para encontrarnos con él y conocer un poco más de él, pero para ello es importante escucharlo, darnos la oportunidad de descubrir en nuestra historia y en su Palabra como nos habla y así ver cómo nos guía y fortalece a lo largo de nuestra historia.

26/2/12

«...le empuja al desierto»

Meditación con motivo del I Domingo de cuaresma
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 9,8-15
1 San Pedro 3,18-22
San Marcos 1,12-15

El camino de la cuaresma es un camino que debe llegar a la fiesta de la resurrección, pero ello implica iniciar un camino que nos permita efectivamente alcanzar esta resurrección. Como ya se marcaba en la reflexión del miércoles de ceniza, este tiempo no es de tristeza, sino de alegría porque vamos al encuentro de la fiesta pascual, a través de diversas prácticas. Sin embrago, es necesario profundizar en los diversos medios que existen dentro del camino espiritual para alcanzar esta meta.
El día de hoy el evangelio nos propone un tema fundamental para iniciar este itinerario de la cuaresma, a aportar de dos ideas fundamentales.
La primera de ellas la coloca el texto cuando nos dice: «Enseguida el espíritu le empuja al desierto.» San Marcos nos indica que el espíritu empuja a Jesús hacia el desierto. Este verbo es importante porque manifiesta una cierta violencia, lo lleva a empujones, no nos dice que lo lleva de paseo, que lo conduce al desierto, como algunas traducciones lo dicen, sino que manifiesta que es empujado, es violentamente arrojado hacia el desierto. Este verbo: “Empujar”, denota la acción de salir de un lugar, pero de manera violenta. Por ejemplo como cuando alguien es llevado a prisión, no es que lo lleven con cortesía, sino que los van empujando, es presionado a ir a un lugar determinado. De tal manera que, Jesús aparece como alguien que no puede hacer resistencia al espíritu, recibe ese impulso, ese empujón del espíritu. Con esta idea san Marcos trata de mostrar que el espíritu es una fuerza impetuosa que no acepta resistencia. La cuaresma se convierte así, en un tiempo en el que el hombre debe dejarse guiar por el Espíritu, no es simplemente sentarse y ver que puede hacer, sino que debe dejarse guiar por la fuerza del espíritu, que lo empuja, que le hace caminar más allá de lo que uno va pensando. La cuaresma es un camino con retos, donde uno descubre que no camina por el sendero que uno quiere, sino que el Espíritu va dando empujones para guiar nos hacia otros sendero. Este camino debe ser así, porque llegar a la pascua implica llegar renovado, y por ello el hombre para renovarse, para resucitar, debe descubrir nuevos caminos.
Jesús, es el modelo de la nueva humanidad y no puede resistirse a la acción del Espíritu, de tal manera que se deja guiar al desierto. EL desierto es el lugar a donde Jesús debe llegar para iniciar su misión. Y por consiguiente el texto nos propone el segundo tema para el camino cuaresmal: Entrar en el desierto.
El desierto es un lugar importante dentro de la Biblia con un gran contenido teológico, cargado de un gran simbolismo, y que nos permite descubrir una pauta espiritual para el tiempo de cuaresma. En primer lugar debemos decir que el desierto es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios. El tema del desierto aparece desde el libro del Éxodo, cuando el pueblo debe salir de Egipto y debe comenzar a recorrer todo un itinerario por el desierto. De esta manera el desierto es el lugar donde el pueblo debe de ir madurando su vocación, debe de ir formando su identidad como pueblo, pero sobre todo es el tiempo en el que el pueblo, en medio de la soledad del desierto debe conocer a Dios. El desierto se coinvierte así en el espacio privilegiado para conocer a Dios.
La cuaresma es este adentrase en el desierto, para conocer a Dios. No es posible que al finalizar la cuaresma una persona quiera efectivamente celebrar la pascua sin haber conocido a Dios, o más bien si haber profundizado en el conocimiento de Dios, en la relación con él. Muchas veces se ponen mucho acento en no comer carnes rojas, pero se descuida lo más importante que es precisamente conocer a Dios, es e es el verdadero fruto de la cuaresma, cada año el cristiano al terminar el tiempo de cuaresma. En el fondo esas prácticas deberían ser un medio para descubrir a Dios, tomando en cuenta que no es lo único, sino que el creyente debe de buscar, o dejarse empujar por el espíritu para encontrar nuevas formas de encuentro con Dios.
En segundo lugar el desierto es el lugar de la tentación. Así como el pueblo debe de ir creciendo en su conocimiento con Dios en medio de la soledad del desierto, del mismo modo en medio de esa soledad se van presentado diversos caminos que me hacen alejarme de Dios. Parecen diversas propuestas que me alejan del proyecto de Dios, y eso se llama tentación. Muchas veces el creyente pone en la balanza de su vida cantidad de cosas y de proyectos, que se apartan del proyecto de Dios. El mismo pueblo de Israel en su caminar por el desierto cae en la tentación cuando construye el becerro de oro, cuando comienza a murmurar, pues sólo se fija en su proyecto o necesidad personal, pero no ve realmente lo que Dios va realizando en su historia.
La cuaresma es el tiempo para descubrir qué cosas hay en mi vida que me apartan del proyecto de Dios. Descubrir hasta qué punto lo que yo hago y digo corresponde auténticamente con lo que Dios me propone, qué tanto lo qué yo vivo es un signo de amor delante de los demás, o hasta dónde me lajeo del proyecto de amor. Este es el gran reto de la cuaresma descubrir que cosas son las que me apartan del camino de amor, de servicio, de verdad y de justicia, y reiniciar todo para vencer la tentación para volver al camino de Dios.
Finalmente un tercer símbolo del desierto nos lo indica el mismo contexto de san Marcos, pues a diferencia de los otros evangelios san Marcos nos habla del desierto y nos dice además que Jesús estuvo ahí junto con las fieras. Esto nos lleva a reconocer dentro del evangelio de Marcos el tema de la creación, pues el tema del desierto está ligado al tema de la creación en el libro del Génesis y está ligado a un hombre, a Adán que vive con las fieras. Por tanto: desierto, hombre y fieras nos llevan al contexto de la creación. El libro del Génesis en su segundo capítulo nos dice: «El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, todo era un inmenso desierto porque no había en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.» Podemos ver como antes de que Dios creara todo no hay ninguna hierba, ningún vegetal y ello implica que todo es desértico. Por lo tanto el desierto puede ser el prototipo del lugar en donde va a comenzar la creación. Y Jesús será el nuevo hombre de la nueva creación que está por comenzar en el desierto. Ahora Jesús aparece aquí como el nuevo Adán que viene a rescatar al viejo Adán que fracasó, las fieras se volvieron contra él, la tierra le negó sus frutos, el paraíso se convirtió en un desierto. Jesús es el nuevo Adán, colocado en el desierto, rodeado de las fieras del campo para iniciar un nuevo orden de cosas.
El desierto se convierte en el espacio para que surja la nueva creación. La cuaresma implica entrar en el desierto pero no para tener carencias, sino para permitir que Dios me renueve, que Dios me transforme, que Dios haga de mi una nueva creatura. Ese es el objetivo de la cuaresma, dejar que Dios entre en mi vida y me renueve totalmente, y comience en mi historia una nueva creación, totalmente renovado, y si lo pensamos bien en eso consiste realmente la celebración de la Pascua de resurrección.
Al iniciar este primer domingo de cuaresma, se nos invita a descubrir que debemos dejarnos guiar por la fuerza del Espíritu y entrar en el desierto con el fin de encontrarnos con Dios, vencer las tentaciones y comenzar una nueva creación en nuestra historia.

22/2/12

Ceniza y alegría

Meditación con motivo del miércoles de Ceniza

Textos:
Joel 2,12-18
2 Corintios 5,20-21.6,1-2
San Mateo 6,1-6.16-18

Con la imposición de la ceniza, la Iglesia comienza el tiempo de cuaresma. Muchas veces se ve este tiempo como una negación de cosas o como un día de tristeza, es decir, se ve la cuaresma como el negarse a comer cosas, el negarse a divertirse y ello desemboca en la tristeza de la vida. Sin embrago, este no es el autentico sentido de la cuaresma. La cuaresma es una preparación para la pascua, y por tanto es precisamente una preparación, es poner todo lo necesario en la vida para alcanzar una meta.
Si lo pensamos bien, todos en la vida buscamos metas, y para alcanzarlas debemos tener una preparación. Por ejemplo, cuando se espera un hijo, los papás no es que se queden impávidos sin hacer nada, al contrario comienzan todos los preparativos. Por un lado se cuida la salud de la mamá, pues a partir de ese momento debe tener algunos cuidados especiales, económicamente se va preparando todo para el gran momento, por otro lado se preparan los espacios para cuando llegue el niño, etc. Todos esos con preparativos, que de alguna manera exige un cambio de vida, un cambio de la rutina cotidiana para recibir a ese nuevo miembro de la familia que se acerca, exigen cambios, preparativos y a veces sacrificios, pues se renuncian a cambiar y a hacer ciertas cosas para que todo esté bien dispuesto para alcanzar las cosas. Lo más importante es que en medio de esos cambios se hace generalmente en un ambiente de alegría, de gozo por el hijo que se aproxima.
Otro ejemplo que podemos dar, es cuando una persona esta preparándose para terminar unos estudios, se esfuerza hasta el final, busca tiempos y elementos necesarios para poder concluir totalmente sus estudios, y eso implica momentos de estudio, algún momento en el que no duerme o no come bien, pero finalmente todo lo hace con alegría porque sabe todo va a dar un buen fruto, porque le gusta eso que hace, ve hacia la meta que quiere llegar.
De tal manera que hay veces que para esperar algún acontecimiento importante el hombre debe de preparase bien, y ello no debe de ser algo triste, al contrario hay cambios en su vida pero finalmente lo hace con gozo por lo que va a recibir, por la meta que espera alcanzar.
De igual manera la cuaresma no debe de ser un tiempo de tristeza o de privaciones, al contrario es un tiempo de preparación que se debe hacer con alegría pues, la cuaresma es un tiempo que nos prepara para la Pascua, para la resurrección. La pascua es el tiempo más importante para los cristianos, pues el sentido de la fe es precisamente la resurrección. Y si esta fiesta es la más importante es necesario preparase. Porque la pascua no es sólo decir “Me acuerdo que Jesús resucitó”, sino es iniciar una vida nueva, es comprometerse y resucitar con él. Pero para iniciar esta vida nueva es necesario prepararse ver en que vamos mal, ver que me falta, ver en que me he equivocado, hacer un balance general para iniciar una transformación en mi vida.
Este balance es importante, pero se debe hacer gozo, porque tenemos ganas de ser distintos. Si vemos la cuaresma sólo como un tiempo de prohibiciones, de sufrimiento, de dolor, no tiene realmente un sentido. En realidad es un tiempo perdido. La cuaresma es detenerme y ver mi vida, ver qué cosas he hecho y que cosas he dejado de hacer, empezar a cambiar para que en la pascua, tenga mis mejores vestidos, es decir, tenga todo preparado en mi vida para dejar que la gracia de la resurrección me transforme.
El evangelio parece colocarnos algunos criterios para lograr esta transformación, para hacer este balance y nos coloca tres elementos: Limosna, ayuno y oración. Son tres prácticas que nos ayudan a tener medios para hacer el balance de nuestra vida. Pero no son prácticas de dolor, sino practicas para ver que tan buenos somos.
En primer lugar, la limosna, no se remite simplemente a dar dinero, sino que es la práctica que nos ayuda a ver qué tan generoso somos con los demás. Nos ayuda a ver hasta qué punto soy capaz de darme a los demás, qué tanto doy de mi tiempo a mis seres queridos, o que tanto comparto lo que tengo, o que tanto pongo atención a las necesidades de otros, o qué tan egoísta soy, qué tanto he dejado que la avaricia crezca en mi. Dar limosna entonces es empezar, no sólo a dar dinero a diestra y siniestra, sino a dar de mi tiempo a compartir mi vida a escuchar a los demás, y así empezar a ser más generoso con mi vida, y hacerlo con gusto, descubrir lo importante que es escuchar al otro, a mi esposa o esposo, a mis hijos a mis amigos; o bien compartir el tiempo con aquellos que lo necesitan y ver que es hermoso compartirlo, o bien compartir lo que tengo para que los otros también tengan un apoyo firme en mí. Pero no es dar lo que sobra, sino darme a mí mismo, con alegría.
En segundo lugar, la oración. Si estamos llamados a celebrar la pascua es porque queremos encontrarnos con Dios, y ver nuestra vida de oración implica ver hasta donde realmente tengo un diálogo con el Señor. Si debemos empezar a tener más oración en cuaresma no es porque debemos de privarnos de cosas y estar cerca de Dios, sino porque realmente queremos estar con Jesús, y la oración es el medio por el cual el hombre entra en contacto y en diálogo con Dios. Para eso se hace, porque buscamos una cercanía con Dios. Si nuestro objetivo no es Dios, es iútil querer prepáranos para la pascua y es inútil hacer oración, pero si nuestro objetivo es ese encuentro, entonces es un gusto reiniciar nuestro dialogo con Dios.
Finalmente el ayuno, que no es el dejar de comer, sino es una práctica que nos ayuda a sentir hambre, y cuando alguien siente hambre quiere comer, porque en el fondo comer es el medio para sobrevivir, para tener vida. Por tanto, es el momento para descubrir lo valioso que es la vida y que a veces la desperdiciamos, es el momento para ver que tanto valoramos la vida y descubrir que podemos empezar a aprovecharla mejor, y sobre todo descubrir que la debemos compartir a favor de los demás, ayudar a que los demás encuentren vida. No es para ponerme triste, al contrario es una práctica que me debe ayudar a ver si valoro mi vida, si realmente estoy aprovechándola o sólo la esto desperdiciando.Por tanto, el cristiano está llamado a prepararse para el tiempo de cuaresma y debe ser con alegría para descubrir qué tanto es generoso con su vida delante de los demás, qué tanto y tiene una relación con Dios, y cómo ha ido aprovechando la vida, de mane que empiece a cambiar y no para sufrir o mortificarse, sino para ser mejor persona, mejor creyente, mejor cristiano, y lo haga con alegría, porque quiere cambiar y todo cambio es bueno. Y como signo de este cambio, el cristiano lo hace público con el signo de la ceniza. Por tanto la ceniza es ese signo por el cual dice al mundo creo en Dios y quiero seguir creciendo espiritualmente, porque eso me gusta, porque eso me hace feliz y porque puedo hacerlo con la gracia de Dios y resucitar nuevamente con la gracia de su amor y quiero hacerlo visible en la pascua de resurrección.

19/2/12

«Le trajeron a un paralítico...»

Meditación con motivo del VII Domingo del tiempo ordinario
Ciclo/B/

Textos:
Isaías 43,18-19.21-22.24b-25
2 Corintios 1,18-22
San Marcos 2,1-12

El día de hoy el evangelio nos presenta el encuentro entre el paralítico y Jesús. La parálisis es una pérdida o disminución del movimiento. Si bien físicamente es esa incapacidad de moverse físicamente, también es cierto que existen inmovilidades espirituales, hay parálisis que se manifiestan en el interior de la persona haciéndoles imposible la capacidad de moverse en la vida.
Meditemos acerca de estas parálisis en la vida espiritual del hombre, del por qué el hombre deja de tener un movimiento en la vida espiritual. Entendiendo la vida espiritual como un proceso por el cual el hombre se va abriendo gradualmente al encuentro con Dios.
A veces la parálisis pude ser por flojera, pues a las personas les puede dar un poco de fastidio tener una vida espiritual, porque se les hace algo totalmente ajeno a su realidad. Algo que no es necesario, y por tanto se paraliza la vida espiritual, no son capaces de seguir caminando en ella. Parece algo imposible, o algo que en realidad no significa nada y por tanto, el hombre se detiene, pues no parece ser significativo para emprender el camino, si bien sabe que se debe recorrer, no quiere hacerlo pues tiene delante otros elementos más interesantes y ese es complejo.
Otra razón por la cual el hombre se paraliza es el miedo, el miedo sin duda es capaz de paralizar al hombre, de impedirle seguir caminando. El miedo es quizá la razón de muchas parálisis en la vida, el miedo hace que el hombre pierda la esperanza, que pierda la razón de vivir, de volver a intentar cosas. Existen tantas dimensiones del miedo que impiden que el hombre realmente se realice, pues lo paraliza y no sigue adelante. Esos temores pueden ser porque se pude recibir un daño, o bien recibir una burla, o incluso un regaño, o bien a sentirse mal por un fracaso o una traición, y entonces el hombre se paraliza, ya no es capaz de seguir adelante, todo pierde sentido.
Otra parálisis es sin lugar a duda causada por el conformismo, es decir, la incapacidad para seguir caminado porque se ha obtenido aquello que se buscaba, y por tanto ya no se requiere de más esfuerzo, ni de más empeño, todo lo que se quería se tiene. Este es una parálisis peligrosa, pues muchas veces las personas no se dan cuenta de esta parálisis pues piensan que van bien y está en camino, pues tiene una vida espiritual buena, pero en realidad está estancado en ella. Cuántas personas se conforman con hacer una oración y es suficiente, o con ir el domingo, o asistir tan solo al denominado miércoles de ceniza, pero en su vida no hay gentileza, ni sinceridad, ni una búsqueda autentica de Dios, simplemente se limitan pensar que es suficiente con lo que hacen. Uno se conforma con lo que tiene y no quiere seguir caminado, haciendo camino espiritual en su encuentro con Dios, ni en su encuentro con los demás.
Otra razón por la cual aparece la parálisis es el cansancio o la desilusión. Pues al ver que las cosas no van como debieran, al ver los obstáculos que la vida presentan la cerrazón de muchos para seguir caminando, el hombre descubre que no vale la pena seguir adelante, pues pareciera que todo es un absurdo, que todo es un sin sentido, tanto hacer y ningún frito, tanto hacer termina cansando. EL hombre se rehúsa a caminar porque se agota de trabajar, se agota de buscar a Dios y no ver ningún fruto, se agota y se desilusiona al ver que nada, ni nadie da frutos auténticos.
Un elemento más que hace al hombre inmóvil en su vida es la apatía e indiferencia. Esto se debe a que la fe no dice nada, simplemente no entra en el horizonte del hombre, no entra en sus búsquedas, en el sentido de la vida. Es más interesante otras cosas que iniciar este camino espiritual, y el hombre se paraliza, no sabe hacia dónde caminar, hacia donde dirigir sus pasos.
Un elemento más es el escándalo, que llega repentinamente y puede truncar un camino espiritual, pues el anti testimonio de otros provoca que otros se alejen de esta senda. Y esto va haciendo que la vida espiritual quede trunca, pues no se sabe qué hacer, pues esos anti testimonios toman tal fuerza que frenan todo camino que se ha emprendido.
Todos de alguna manera nos topamos con parálisis que nos impiden efectivamente seguir nuestro itinerario espiritual. Son embargo, debemos de recordar que Jesús busca restablecernos, lo importante es buscar los caminos necesarios para encontrarlo y reanimarnos, de tal manera que volvamos a nuestro sendero espiritual.
Pero también nosotros nos encontramos muchas veces con estos paralíticos, y ante ellos, como comunidad, como iglesia, debemos llevarlos al encuentro de Jesús, pues el mismo texto presenta tres elementos de la misión de Iglesia delante de los paralíticos.
En primer lugar nos lo indica el inicio del relato: «Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.» Vemos aquí la figura del Iglesia representado por el número cuatro. El cuatro en la biblia es el símbolo del mundo, el símbolo de lo universal, de los cuatro puntos cardinales, es el símbolo del mundo de lo humano, por tanto nos remite a pensar en una comunidad que está en medio del mundo. Podemos decir, por consiguiente que estos cuatro son una comunidad que carga al paralitico para que se encuentre con Jesús, y ello es por consiguiente la misión es la iglesia.
De ahí, que la misión de la iglesia debe ser esa, cargar a los paralíticos de la historia y llevarlos al encuentro de Jesús. Cargar con todos aquellos que son esclavos, que han perdido una visión de eternidad, que han perdido una visión de alegría, que se han encerrado en sus criterios, que piensan que en el vicio o en el poder está la felicidad, y se han quedado suspendidos en su vida, en su historia, cerrando las posibilidades de encontrarse con los demás.
La iglesia debe ser esa comunidad que busca a los paralíticos y se esfuerza por llevarlos con Jesús, se esfuerza para que se topen con el evangelio y descubran un nuevo horizonte en la vida. La misión de La Iglesia a veces se desvirtúa buscando tantas cosas o tantos honores, sin embargo debería ser la de llevar a los paralíticos de la historia hacia Jesús.
Cada uno de nosotros desde nuestra vida deberíamos de llevar a los paralíticos de la historia, cuántas veces hay gente paralizada por la decepción y nosotros a veces pasamos de largo si detenernos a ver si podemos ayudarlos y darles una palabra de ánimo. Cuántos se encuentran paralizados en medio de la soledad, porque nadie los escucha o les tiende una mano. Llevar a los paralíticos es detenerse y ayudarlos, cargarlos y llevarlos al encuentro con el Señor, llevarlos con nuestra amistad, con nuestra atención, con nuestra sencillez y fraternidad.
En segundo lugar encontramos otro elemento de la misión de la Iglesia: «Como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba.» La comunidad cristiana si bien debe llevar a los paralíticos de la historia hacia Jesús debe también saberlo hacer y quitar todas la barreras que lo impiden. En el caso del texto nos topamos con la dificultad de la multitud, descubrimos que esta multitud que busca a Jesús es la que impide que se encuentre el paralitico con Jesús. Con esta escena san Marcos nos muestra desde el inicio del evangelio que las multitudes pueden ser peligrosas, pues buscan a Jesús, pero no permiten el acceso al encuentro con Jesús. Las multitudes muchas veces se dejan llevar por la inercia de los acontecimientos, pero no se dan la oportunidad de ser realmente objetivos en su relación con Jesús. Esa misma multitud es la que impide el encuentro con Jesús con aquellos que lo necesitan y es la misma multitud que lo alabará cuando entre triunfante a Jerusalén, y será la misma multitud que gritará que lo crucifiquen. Son multitudes que finalmente no se comprometen, se dejan llevar por ideas, por modas, pero que no se encuentran con Jesús realmente.
Por tanto estos cuatro deben buscar la manera de hacer llegar al paralitico con Jesús, no hay otra oportunidad, no hay otro día, se debe hacer en el momento, no se puede dar marcha atrás. Y entonces deciden, meterlo por el techo. Esta imagen nos muestra el ingenio de la comunidad para hacerlo entrar en contacto con Jesús. No basta con llevarlo, sino tratar de vencer los diversos obstáculos, ver la manera conveniente para que se de ese contacto.
Si lo pensamos bien hoy en día existen cantidad de obstáculos para encontrarse con Jesús, existe una idea de la importancia de lo meramente material, o bien el reducir todo al placer, las diferentes opiniones que surgen en la diversidad de medios de comunicación. Son barreras que impiden el encuentro con Jesús. La comunidad es aquella que debe buscar los medio para lograr el encuentro con Jesús buscar los medios que evitan el encuentro y así iniciar el proceso que provocan las parálisis. Buscar los medios para vencer la flojera, la apatía, el miedo, esa es la misión de la Iglesia.
Y finalmente en tercer lugar la vida de fe pues el texto nos dice: «Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". » Si el perdón llega al paralitico y con ella la renovación de su vida, no es por el paralitico, él no pude caminar, el no está en la posibilidad de entrar en contacto con Jesús, sino por la fe que estos hombres tiene, por lo tanto es la fe de la comunidad es quien lo lleva a este encuentro y a esta restauración de su vida. Es una comunidad de fe, que hace posible el encuentro y la transformación del hombre. Si esa fe no se presenta dentro de la vida de comunidad es un absurdo, pues uno no puede realmente encontrase con Jesús. La parálisis siempre estará presente en la vida, lo importante es que nos dejemos encontrar para que sea Jesús quien nos libere de la parálisis, o bien seamos nosotros los instrumentos que llevemos hacia Jesús a aquellos que ha perdido el sentido de la vida y se han paralizado.

12/2/12

«Si quieres, puedes limpiarme...»

Meditación para el VI domingo de tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Levítico 13,1-2.44-46
Corintios 10,31-33.11,1
San Marcos 1,40-45

Las diversas sociedades de nuestro mundo, hoy en día, se ven amenazadas gravemente por un espíritu de discriminación. Un actitud que lejos de permitir un desarrollo en la misma sociedad le va minando sus bases, porque a sus miembros no se les reconoce los mismos derechos y dignidad a los demás. Esto implica por tanto una traba en donde se cataloga a unos, y se les margina en ciertos ámbitos, incapacitándolos para un mejor desarrollo en la misma sociedad. Por otro lado, va haciendo que se generen grupos y resentimientos -por parte de los marginados-, al interno de la sociedad, lo cual también detiene el buen desarrollo de una comunidad. Aunado a esto se puede descubrir que también se genera en los grupos e individuos marginadores un espíritu de soberbia que les impide reconocerse tal cual son, con sus logros y sus límites. Podemos decir que la marginación es en el fondo un cáncer que impide el buen funcionamiento en cualquier sociedad, pues poco a poco le va paralizando.
Sobre esto nos habla las lecturas del día de hoy, marcando la marginación por excelencia dentro del mundo judío: La lepra. En la opinión judía, un leproso era un «primogénito de la muerte» (Job 18,13). La lepra tiene una simbología de muerte. Traer la lepra es traer la muerte a cuestas. Para mayores datos podríamos leer Lv 13-14 y Job 18 en donde se marca la situación del leproso. Podemos decir en general que un leproso lo pierde todo, pierde su casa, su mujer (ella podía casarse como si hubiera quedado viuda); No podían entrar en Jerusalén, ni a la sinagoga; Vivían a las afueras de la ciudad; Morían de hambre, sólo se alimentaban de lo que alguna gente piadosa les daba, en lugar de tirarlo en los estercoleros; por los camino llevaban una campana, gritaban que eran impuros para que nadie se les acercara. Cabe aclarar que era llamada lepra a cualquier enfermedad de la piel.
Así, un leproso era una persona sin ningún derecho dentro de la sociedad, son el signo de la máxima marginación dentro de la sociedad. Ante esto el cristiano debe dar una respuesta. ¿Es que es posible que se puede marginar a alguien? La respuesta nos la manifiesta Jesús al toparse con este leproso.
Aparece este hombre y se acerca, porque ve en Jesús su última expectativa, sólo él puede ayudarlo. Y puesto de rodillas hace una hermosa oración: «Si quieres, puedes limpiarme.» Esta oración no marca lo que él quiere, puesto que no le dice “límpiame”, sino que pide lo que Jesús quiera, reconoce el poder de Dios y su voluntad amoroso. Decir “si quieres”, implica abrirse a todas las posibilidades. Es como decir “lo que tu quieras está bien”. Es como decir: “todo lo que quieres, lo puedes; tu siempre quieres el bien y puedes el bien.” El hombre queda en el nivel que no sabe lo que quiere y lo que puede, sólo Dios lo sabe y lo puede. Con esto el leproso se abre a lo que Jesús realice en él, confiando plenamente.
Y esta súplica podría ser en primer lugar la de todos aquellos a quien nosotros marginamos. Por qué en realidad todos vamos de una u otra forma marginando en medio de nuestra vida. Cuantos niños marginan otros porque son más sencillos, más tranquilos, porque usan lentes u otra cosa. Cuantos adultos marginan a que piensa distinto, al que trata de vivir bien, al que es de otro grupo. Además de los diferentes círculos sociales que hoy en día se ven fuerte marcados como leprosos de nuestros días, porque son inútiles a los ojos de los demás: los ancianos que son arrojados a un rincón porque son estorbos; los enfermos porque son contaminantes, como los que sufren a acusa de SIDA; los discapacitados, porque se cree que son seres tontos que no ayudan ni son útiles; los indígenas, porque son distintos y no están en nuestra sintonía; los que son marginados por su raza o piel, su ideología o religión, su sexo o postura social. Si nos damos cuenta vivimos rodeados de marginaciones, algunas grandes y televisivas, otras pequeñas e imperceptibles; pero o cierto es que existen. Y así como el leproso se acerca a Jesús, también hoy se podría acercar ese compañero de la escuela o trabajo que has marginado y te diga: “si quieres, límpiame.” O ese hijo que lo reniegas porque es diferente a sus hermanos, ya sea por su físico o su modo de ser, también hoy te dice: “si quieres, límpiame.” O ese del cual te burlas y lo destruyes, hoy te lo dice: “si quieres, límpiame.” ¿Qué haríamos?
En segundo lugar la súplica del leproso podría ser nuestra oración: «si quieres quita mi lepra», quita estos sentimientos de superioridad, de egocentrismo, de envidia, de perfección, para que ya no margine más a los demás. En el fondo, quien margina al leproso tiene otra lepra más ruin, que lejos de destruirle la piel, le carcome su interior. Todos deberíamos de suplicarle a Dios que nos limpie de nuestras lepras marginadoras, de esos sentimientos que no nos hacen mejores personas, sino que, nos limitan. Si somos capaces de elevar nuestra súplica, entonces podremos limpiar a los demás, pues los veremos como hermanos.
En el fondo el evangelio nos invita a limpiarnos de nuestras lepras y permitir que vayamos siendo más sensibles hacia los demás para aceptarlos, conocerlos y formar una sociedad más justa reconociendo nuestros derechos y el papel de todos, mostrando que todos somos necesarios, a fin de transformar nuestra vida y la misma sociedad, complementándonos mutuamente, construyendo puentes. Pues así lo muestra Jesús al contestar inmediatamente: «Quiero, queda limpio.» Con ello inaugura un nuevo Reino en donde no puede haber marginados, no pueden existir muros inexpugnables, barricadas elitistas, sino la apertura plena y un reino para todos. Hoy el Señor nos lo sigue diciendo, para que quitemos nuestras divisiones y todo tipo de marginación, y así vivamos realmente el Reino de los cielos.
Que la fuerza de su Palabra nos capacite para librarnos de esa marginaciones que generamos y limpiemos de sus lepras a los marginados de nuestros tiempos y nuestras vidas.

5/2/12

«Vayamos a predicar a otra parte …»

V Domingo del tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Job 7,1-4.6-7
1 Corintios 9,16-19.22-23
San Marcos 1,29-39

EL ser humano sin duda se topa en determinado momento con el dolor y el sufrimiento, ya sea porque le se lo ocasione uno mismo, o bien porque otro se lo realice. Es una realidad de la cual no se pude uno fugar totalmente de una o de otra manera el hombre se topa con el sufrimiento. Pero porque existe ese dolor porque es parte de neutra condición, es parte de nuestra propia naturaleza, somos frágiles, somos capaces de equivocarnos, somos el fondo, necesitados de los demás y eso hace que permitamos que otros nos lastimen. Nuestra finitud hace que nos topemos con el dolor.
En el evangelio nos topamos con esa realidad, vemos a Jesús que se topa con la suegra de Simón, con los endemoniados, son gente que sufre de alguna manera y busca sentido a su vida, por ello Jesús llega para ayudarles, para que encuentren sentido en medio de ese dolor. Vemos que Jesús no permanece indiferente ante esa situación, son que les ayuda, viene al encuentro de estos hombres, viene hacia aquellos que buscan una respuesta en torno al sufrimiento que se realiza, y para ello realiza varias cosas.
En primer lugar en la Casa de Simón vemos que al enterarse que la suegra está enferma, va a su encuentro, va a buscarla para saber hacer sentir su cercanía, y más aún, la toca, no simplemente va a ver que tiene, sino que la toca conoce su sufrimiento, conoce su soledad, conoce su dolor, su malestar. En el fondo Jesús no queda impasible ante el dolor del hombre, sino que lo toca, lo hace suyo, toca el dolor del hombre. Por tanto la cercanía de Jesús es una cercanía total, donde busca conocer que siente el otro, busca conocer que le sucede al hombre, y tocarlo desde esa fragilidad para levantarlo, para darle una esperanza, para que descubra que no está solo en la vida, sino que cuenta con el apoyo de Dios, con la gracia, con la fortaleza que viene de él.
En segundo lugar, al atardecer cura a los enfermos y a los endemoniados. Curiosamente dice que esto sucede al atardecer, que literalmente se refiere al “anochecer”, cuando comienza la oscuridad, marcando así un simbolismo de la incomprensión. San Marcos indica que hay una ideología que impide a la gente comprender el misterio, que existe una situación ideológica engañosa, es una incomprensión que no se ve como tal, porque uno cree entender la realidad pero están a oscuras. Por tanto, Jesús viene a sanar y a liberar de todo aquello que engaña al hombre, de las falsas percepciones de la realidad, pues finalmente el hombre sufre porque muchas veces no entiende su realidad, no entiende su historia, no entiende su manera de vivir, y eso le hace sufrir.
El anochecer del hombre que se topa con la muerte de un ser querido, le hace entrar a un mundo ciego donde no puede seguir adelante, pues su mundo se derrumba. El anochecer de una traición, que me vuelve desconfiado. EL anochecer del desamor donde la persona amada me engaña o se aleja de mí. EL anochecer de la enfermedad que me postra y me limita. Y el pueblo acude al anochecer para ser liberados, porque no entienden nada y Jesús debe ayudarlos.
En tercer lugar, Jesús sale a orar y cuando lo encuentra da a conocer una tercera acción que es fundamental y es la más importante delante del sufrimiento de los hombres: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido.» Anunciar el Reino, es decir, anunciar la experiencia de Dios, anunciar que Dios está cerca, que libera al hombre totalmente. En el fondo es lo más importante, sin esto aquellas curaciones quedarían en el sin sentido de la historia, sería una anécdota más del predicador de Nazareth, pero si va a predicar espera que por la predicación surja la esperanza, surja el alivio en medio del dolor, surja una respuesta desde Dios en medio de la fragilidad humana. Si bien no es posible eliminar ese dolor, que corresponde a la naturaleza humana, si se puede anunciar una esperanza.
Debemos predicar en todos lo pueblo, debemos anunciar que Dios está cercano a los hombres, que el dolor no es lo definitivo en la historia, que el dolor no es un grito en el vacío, que el dolor no es el gran absurdo que golpea al hombre y lo dejan sin sentido de vida. Debemos anunciar que es posible una luz en medio de ese dolor, en medio de la enfermedad, en medio de la traición, en medio de la muerte, que Dios está cerca y que nosotros tenemos una misión por delante, y no debemos dejar os consumir por esa desgracia. Debemos anunciarlo.
Y a partir de ese anuncio cobra sentido los dos episodios de curación, pues el anuncio implica dejar que Dios actúe, implica dejar que Dios transforme al hombre, que se actualice con la fuerza de la Palabra esa curación. Y entonces también cobra sentido las palabras de Job en la primera lectura en donde se presentaban una serie de interrogantes que buscan una respuesta, una solución a su fragilidad, donde todo pasa y parece perder su sentido: «Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin.» ahora todo tiene un sentido desde el horizonte de Cristo. Pero se debe anunciar. De ahí que san Pablo insista con fuerza: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» Es el deber, la pasión por llevara Cristo, por llevar la salvación, por llevar la esperanza, por llevar una oportunidad, una vida, un horizonte en medio del dolor.
El sufrimiento siempre llega a la vida del hombre y eso es inevitable, pero lo que si puede cambiar es la manera de verlo y de afrontarlo. Si descubrimos que Jesús está cerca podemos salir adelante, podemos esforzarnos por alcanzar una esperanza en medio del dolor. Y si descubrimos esto podemos anunciarlo a los demás para hacer presente al Señor que sana y consuela en medio del dolor, y del sin sentido de la historia.

29/1/12

«Habla como quien tiene autoridad...»

Meditación para el IV domingo de tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Deuteronomio 18,15-20
1 Corintios 7,32-35
San Marcos 1,21-28

Uno de los grandes problemas del mundo actual es que no se encuentran con diversas figuras de autoridad en la vida. Constantemente surgen hombres que pretenden dar esperanza a la humanidad, a un pueblo, a una sociedad especifica y sin embargo se puede constatar que a pesar de todo no encuentran cabida en ese grupo, pues sus palabras no forman una autoridad plena en su existencia. De manera gradual la sociedad se desilusiona de esa persona,, ya no lo siguen, pareciera que se ha perdido toda esperanza para seguir adelante en su caminar.
Por otro lado, los medios de comunicación pareciera que hoy día son autoridad por sus informes, sus modas, sus propuestas y críticas de cara al mundo. Todos estos medios ofrecen medios para que el hombre encuentre la felicidad, su estabilidad, su comodidad, su estética. Perol en la medida en la que estos medios van propugnando por sus propuestas, también el hombre se topa con sus desilusiones y ve que esos paraísos que prometían los medios de comunicación son mera fantasía, lejana totalmente de la realidad.
Además dentro de la misma familia parece ser que también se pierde la figura de autoridad, pues los padres ya no son esas figuras de autoridad que eran antes. Los hijos se desilusionan constantemente de sus padres, y en el peor de los casos buscan otra figura de autoridad que por lo general los aparta de un buen camino e incluso los puede llevar a su perdición.
Sobre el tema de la autoridad nos habla el texto del evangelio del día de hoy. San Macos ha iniciado en el evangelio, el ministerio de Jesús, llamando a sus primeros discípulos y exhortándolos a la conversión, como lo contemplábamos la semana pasada. Ahora da un paso más, Jesús entra a la sinagoga, y ahí se le reconocerá que él habla con autoridad: «Quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.» ¿Pero en dónde está la autoridad de Jesús? ¿Cómo se nota su autoridad? El mismo texto nos lo desarrollará.
La sinagoga es el lugar donde la comunidad se reúne para la escucha de la Palabra, lugar de encuentro con Dios, con la enseñanza. Sin embargo ahí se encuentra un hombre con un espíritu inmundo. Esto es contradictorio ¿Por qué existe un hombre así en una institución donde debe de estar el espíritu de Dios? ¿Quién lo ha hecho inmundo?
Expliquemos primeramente que al decir inmundo la escritura refiere a los que no viven la justicia con el forastero, el que falla en la caridad con la viuda o el huérfano, la resistencia a vivir la fidelidad; El que es puro es el que vive en el amor. Impureza es la incapacidad para relacionarse con Dios y este hombre está en la sinagoga, a pesar de la escucha de la Palabra, de las practicas purificatorias, no logra comunicarse con Dios. Con esto San Marcos nos coloca a Jesús que quiere llevar por el buen camino al hombre, hacia su plenitud, pero para ello debe de purificar las estructuras que lejos de acercar a Dios y a los hermanos, le alejan. Se puede entrever una seria denuncia a la institución religiosa que aleja de Dios, en lugar de acercarlo.
Pero demos un pasó más, Jesús ve a este hombre que está dentro de la sinagoga y lo libera. No se pone a culpara a nadie, ni a regañar los miembros de esa comunidad, no ordena para que hagan algo; sino que él se pone en marcha y pone por obra la liberación de este hombre. Él toma su lugar y actúa, lo que este hombre vive es terrible, está endemoniado, está lejos de Dios, lejos de sus ideales, de sus sueños y proyectos, y ante eso debe de actuar.
Y esta actitud de Jesús es lo que le viene a dar la autoridad, no los discursos extraordinarios, sino la fuerza de su actuar, la fuerza de liberación con el hombre mismo. Lo primero que hace Jesús es liberar al hombre. No se queda con palabrerías, no se queda acusando a otros, no se queda mandando haber si alguien hace algo. Él toma las riendas de la situación y actúa. La autoridad por tanto no parte de la elocuencia, de la publicidad, de la ventas, de un dominio sobre los demás. La autoridad parte de la actuación a favor del otro, a favor de la liberación, sin dañar ni perjudicar a nadie, sino que libera al otro reconociendo quien es él, y de lo que se puede hacer.
Ahora podríamos distinguir entre autoridad y autoritarismo, y con ello, la diferencia entre guía y jefe.
Al hablar de Autoritarismo, nos remitimos al acto simple de dar ordenes, de mandar, de señalar con el dedo o chasquear los dedos para que se cumpa una orden. Ello implica que no se tome en cuenta lo que piensa, lo que vive, lo que el otro pueda aportar. Tenemos así la figura de un jefe, de un dictador, pero no de una auténtica figura de autoridad. Y no es figura de autoridad, porque en cuanto esté al alcance de la mano se puede uno revelar, destruirle, acabarle, sin ningún sentimiento de culpa.
Si remitimos a un guía, implica a alguien que está al frente de otros, pero si bien va guiando al los demás, él mismo los va acompañado. Un líder es el que conoce las necesidades de los demás, toma en cuenta lo que los demás propone. No exige, sino que camina con el otro; no impone, sino que consensa. Si bien está al frente de un proyecto, no se queda sentado esperando que le hagan todo, sino que se involucra y anima a seguir a todos adelante.
Y este es Jesús el guía, el que tiene autoridad, porque se involucra en medio de la necesidad del hombre. No se queda al margen sino que va y hace camino con los demás. Se acerca al mal del hombre y lo libera, no busca culpables, no lo ve desde su escritorio, sino que actúa profundamente con él. Por tanto para ser autoridad hay que acercase al otro, caminar con él, y así unos e vuelve valioso, no por un puesto, sino por lo que uno es con el otro.
Si el mundo se ha desilusionado porque no hay autoridad es porque a veces la política ha palabras huecas que pronuncian vanas promesas, que con elocuentes palabras ocultan ambiciones personales-. Si la publicidad no tiene autoridad es porque no se dice la verdad de las cosas, pues son anuncios que sólo seducen, pero que no transforman con lo que anuncian. Los medios de comunicación están llenos de palabrerías, pero dicen poco tergiversándolo todo. Pareciera que se pierde su autoridad. Lo que se necesita es caminar con el otro, no engañar, no prometer en vano sino apoyarse mutuamente, ayudando ahí donde está el espíritu inmundo, para que de verdad se aleje, para que de verdad nos transformemos, alejando la soledad, la incomprensión, la desorientación, las modas, las burlas. Ese es la autoridad que se necesita, el hacerse ¡cercano al otro, y quitar todo aquello que le impide seguir siendo libre, que le de su dignidad.
Que el coordinador, no se limite a ordenar en el grupo, sino que escuche, que complemente, que ayude y se involucre. Que jefe de una oficina, no se quede pensando que todos deben hacer su labor, sino que los conozca un poco para que así todos hagan bien esa labor. Eso da la auténtica autoridad, pues nos preocupamos de erradicar lo inmundo, lo que no nos hace humanos y distancia de Dios
Cuantos papás han perdido la autoridad porque sólo mandan, o dan cosas. Pero no actúan en el mal de sus hijos, es decir no los atienden cuando se sienten solos, cuando se sienten incomprendidos, cuando se frustran en l a escuela. Los niños necesitan de sus padres y no sólo para mantenerlos, sino para que los escuchen, los comprendan, los conozcan, jueguen con ellos. Si esto se hiciera cuanta autoridad habría entre los padres de familia, como no sólo mandarían, sino que caminarían y se involucrarían en la vida de sus hijos. La autoridad por tanto se gana en la medida en la que uno se hace compañero de camino y agente distante, se hace guía y no dictador.
Pidamos a la luz de este pasaje evangélico que seamos más sensibles, para dar a conocer a Jesús y la auténtica autoridad que transformará al hombre.