31/5/09

Dones del Espíritu

Hoy día de Pentecostés es un buen día para reflexionar de manera breve en los dones del Espíritu Santo.

Al hablar de los dones es necesario comprender que un don de Dios no consiste en derramar sus bondades, porque cuando Dios se da se da Él, es decir Dios da Dios se da a sí mismo. Los receptores de estos dones es el hombre los cuales lo reciben según su capacidad y nunca acabaran de ser transformados por Dios y esto genera un gozo del sentirse necesitado y transformado por Dios.
El hombre desde su bautizo tiene las virtudes teologales: fe esperanza y caridad, y estas se adaptan a sus condiciones y actúan en la medida que el hombre decida, pero cuando un hombre se abre a los dones de Dios, es Dios quien actúa cuando él lo decide y el hombre es un instrumento de Dios. Los Dones actúan en el hombre y le capacitan para ir subiendo en un nivel de santidad. Analicemos brevemente cada uno de los dones para captar como es que se van dando una transformación en la vida del hombre y así transformar su vida de santidad.

Sabiduría. Este es el don que pone en movimiento los demás dones. Es el don que nos lleva a saborear a Dios y por lo tanto solo se vive para cumplir la voluntad de Dios. Este don enciende la llama de la caridad, viviendo desde ahora una caridad divina.
Inteligencia. Este Don actúa sobre la fe y le capacita para profundizarla a través de la palabra de Dios, con el cual la penetra y comienza a vivir de una manera distinta iluminada por la palabra.
Consejo. Este es un nivel más elevado que provoca en el alma un deseo de opción ante dos opciones virtuosas y elegir entre dos cosas buenas la mejor.
Fortaleza. Ante las crisis, las persecuciones que parecen vencer al alma, este don con el esfuerzo de Dios ayuda al hombre a resistir el sufrimiento y a dominar sus pasiones, respondiendo ante las dificultades con serenidad, aunque parece que no se hace nada.
Ciencia. Es la capacidad de penetrar a profundidad los acontecimientos desde la visión de Dios y comprende todo lo que Dios realiza y planea.
Piedad. Este don despierta el corazón y se vuelve receptivo, con este don el hombre no ofrece resistencia crece cada vez más su conciencia de sentirse Hijo de Dios y reconoce la fraternidad universal reconociendo que todos somos hermanos en esta creación.
Temor de Dios. Este don es la culminación de la santidad. Con este don reconoce su pequeñez ante la grandeza de Dios, todo pasa a un segundo plano, su anhelo es solo llegar a Dios y toda su atención esta en el escucharle y no ofenderle.

Podemos ver entonces que estos dones son un medio por el cual Dios incrementa la vivencia de las virtudes que recibimos en nuestro bautismo con el fin de alcanzar la santidad, es decir nuestra cercanía con Dios, imitando su vida y su manera de actuar.

Buen Pentecostés a todos...

29/5/09

Problemas de lenguaje

Meditación para el domingo de Pentecostés

Textos:
Hch 2,1-11
1Cor 12,3-7.12-13
Jn 20,19-23

Una de las problemáticas más críticas y contradictorias en nuestros tiempos es la falta de comunicación, si bien vivimos rodeados por una inmensidad de medios que permiten acceder a múltiples informaciones como la radio, la TV, el internet, lo cierto es que en medio de esta ola de medios masivos, no hay plenitud en la comunicación. Vivimos rodeados de información, de noticias, chismes, morbo, pero en realidad no estamos comunicados totalmente unos con otros. Esto se debe a que existe no un problema de información, porque eso si existe, sino que hay una problemática de lenguaje, de comunicación, que no permite que el hombre pueda totalmente conocerse y comprenderse.
Como un ejemplo de esto lo podemos descubrir cuando la juventud trata de hablar con el mundo de los adultos, parecen mundos contrarios, e incluso adversos, siendo que deberían de ser dos lenguajes complementarios. Pero en general, los papas no entienden a sus hijos, y viceversa, unos dicen que en sus tiempos todo era mejor, los otros dicen que la moda es otra cosa y que no son capaces de ponerse en onda. Pero, ¿Cuál de las dos posturas es la correcta? Pues las dos y ninguna, pues las dos leídas desde su contexto son consistentes, pero sacadas de ahí no tienen razón de ser. Cada tiempo es bueno y malo, cada tiempo tiene diferentes medios, metas e intenciones, de ahí que siempre tengan sus momentos buenos y sus malos ratos. También cada época tiene sus modas y son parte de la misma expresión cultural, sin embargo, no por ello deben de regir la vida en su totalidad, son medios y rasgos de la sociedad, pero no son los medios únicos y totalizadores, que en su contexto es válido, pero se requiere de otras direcciones en la vida para complementar la vida en medio de la cultura.
Pero el problema de lenguajes no sólo es algo que se da entre las diversas generaciones. Pues en la misma vida de pareja cuántas veces hay incomprensiones, deslices, pleitos. Hablando de una misma realidad, pero incapaces de entenderse. Cuántas veces la pareja se disgusta, se dividen, se apartan uno de otro, incluso buscando un aparente refugio a sus frustraciones en sus hijos y diciendo que entre su pareja y sus hijos prefieren a sus hijos, como si la otra persona no valiera, como si el amor que existió entre ellos fuera nulo y vacío. Se podría decir que el amor se acabo, que fue pasajero, una mera emoción de momento, pero eso no puede ser así, más bien no logran entenderse, no son capaces de comunicarse bien y para ello es necesario separarse y negar todo lo que ha existido en su vida.
He aquí la contradicción, en un mundo lleno de información el hombre es incapaz de comunicarse. El problema de las dificultades que se llegan a vivir es por tanto es un problema de lenguaje. Sobre esto nos habla la fiesta de Pentecostés
Esta fiesta que en sus inicios celebraba el don de la Ley hacia el pueblo, ahora celebra la donación del Espíritu Santo, el cual irrumpe en medo de la comunidad para transformarla, animarla y recrearla. Y uno de los medios por los cuales poder hacer esto es la capacidad que da a los apóstoles para expresarse y darse a entender a toda la población, pues el mismo texto nos dice que ahí había: «Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes
¿Qué significa que estos hombres entiendan esto? ¿Por qué San Lucas escogió estos países en su relato de Pentecostés? Se podría ver que estos países forman tres grupos de civilizaciones que tuvieron su importancia a lo largo del tiempo. En primer lugar son culturas que están distribuidas en los cuatro puntos cardinales, mostrando que el mensaje es para los hombres de todas partes, es un lenguaje universal, católico, sin exclusivismos. Pero además contiene otro elemento vital: Los medos, partos y elamitas son civilizaciones del pasado, Mesopotamia, Judea, capadocia , Frigia, Panfilia y Libia, son las culturas del presente, mientras que Roma, Creta y Arabia son las civilizaciones del futuro, las que en ese tiempo parecen ir despuntando. Por lo tanto, el anuncio es para todas las épocas. Así el lenguaje del Espíritu y por tanto de la fe es un mensaje para los hombres de todos los tiempos y de todo lugar, para que todos se sientan convocados, interpelados y transformados por la acción de esta Palabra salvadora y el Espíritu.
Así, Pentecostés se convierte en la fiesta del lenguaje, en donde todo se puede transformar, donde todos pueden entender. El Espíritu viene para que exista la fuerza por la cual el hombre es capaz de entenderse, de comunicarse, sin importar las edades, las profesiones, los lugares o el status. Dios es para todos y Dios quiere que todos se entiendan, que todos se comprendan, en otras palabras que exista la comunicación. Es el momento para romper las barreras y las divisiones y dejar que el Espíritu entre y transforme la vida de cada hombre, siendo capaz de entablar un momento de comunicación y de comprensión para con los demás. Con Pentecostés el hombre está llamado a entenderse a comprenderse y a entablar todo a partir del amor que es finamente quien transforma y hace posible la capacidad de establecer vínculos.
Con Pentecostés se vence esos problemas de comunicación que ya se nos ha presentado anteriormente en el texto de Génesis 11,1-9, en donde los hombres en su propia autosuficiencia quiere alcanzar el cielo y así llegar a la plenitud por sus propias fuerzas, lograr la felicidad sin Dios; cayendo así en una incomunicación, se traban sus lenguas y se ven como ajenos. Ahora se puede ver que esto llega a su solución, pues todos entienden la lengua, porque la lengua es el amor y esto todos lo pueden entender. Pentecostés es el puente para encontrarnos con los demás, pues con el lenguaje del amor se puede cambiar el mundo.
Si bien el hombre hoy día es incapaz de entender al otro se debe seguramente a que no se comunican bien, o bien uno se encierra en sí mismo buscando sólo su satisfacción sin descubrir lo que el otro requiere y buscando sólo mi placer; o somos incapaces de entender lo que el otro vive; o simplemente no somos capaces de expresar lo que somos y tenemos. Si hoy celebramos Pentecostés deberíamos permitir al Espíritu que entre a nuestra vida con fuerza capaces de comprender al otro. Quitando aquellos muros que nos encierran, que buscan nuestra propia autocomplacencia. Abrirse y encontrarse con los demás. No decir que lo mío era mejor, sino descubrir que hay de bueno hoy, así como rescatar también lo bueno del pasado parea comprendernos, ayudarnos y complementarnos.
Cuántas veces podríamos evitar esos problemas de lenguaje platicando y poniendo nuestros sentimientos en las manos del otro, o comprender lo que el otro me quiere decir así como sus necesidades. Cuantas parejas sólo se informan, porque no empezar a platicar lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que ha cambiado, con el fin de transformar la conciencia. O bien tratar de conocer o que los jóvenes y niños sienten tratando de ver su vida, sus necesidades y sus sueños para captar y guiar de la mejor manera, y esto se puede y ahí cuando parece que es imposible será la fuerza del Espíritu que trasforma nuestra vida y vence nuestros límites y nuestras mezquinas intenciones, con el fin de abrirnos, entendernos y comunicarnos mejor.
Con esta solemnidad se concluye el tiempo de la Pascua pues si Jesús ha resucitado es para vencer a la muerte y todas sus estructuras, y para ello es necesaria la fuerza del Espíritu que nos levanta, nos rescata y hace que nos relacionemos y comuniquemos lo mejor posible para fundar la vida de comunidad, vida en donde hay comprensión y salida hacia el otro.

«No se queden mirando al cielo…»

Meditación para el domingo de la Ascensión del Señor
Textos:
Hch 1,1-11
Ef 4,1-13
Mc 16,16,15-20

Hemos estado caminado lentamente por más de cuarenta días en este tiempo de la pascua, en donde a través de las lecturas y las oraciones hemos profundizado en el misterio de la resurrección, tratando de reconocer como la resurrección transforma nuestra vida. El día de hoy celebramos la solemnidad del al Ascensión del Señor, una fiesta en la que recordamos el triunfo definitivo del Señor, como rey de cielos y tierra, por medio de su entrada en los cielos. Y con esto une el cielo y la tierra, ahora podemos acceder fácilmente a la presencia de Dios porque él es el «mediador entre Dios y lo hombres, como juez de vivos y muertos», como lo anunciará el mismo prefacio de la Ascensión I.
Esto debe de llenarnos de gozo nuestra vida de fe, nos lleva a alabar al Señor como lo marca el Salmo de este día: «Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono.» Esta alegría no se debe limitar simplemente a recordar que Jesús se ha ido, que se ha despedido y ahora nos hemos quedado sin su presencia, sino que celebramos, no sólo su triunfo, sino el nuestro como la oración colecta del día de hoy nos lo ha marcado: «Ya que su triunfo es también nuestra victoria; pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la esperanza cierta de llegar.» Su ascensión, es anuncio de nuestra ascensión, su meta es la nuestra y esto debe llenarnos de gozo para alcanzarla.
¿Pero cómo podemos alcanzarla? ¿Cómo podemos tener esta victoria asegurada? Sobre esto nos hablan las lecturas del día de hoy. El texto de la primera lectura nos narra como al subir Jesús a los cielos, los apóstoles se quedan mirando al cielo, se quedan soñando el día en el cual lo pudiesen alcanzar, el sueño de huir y estar junto a él. Pero ante esta escena aparecen dos hombres de blanco que les anuncia que no se queden mirando al cielo, «ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse».
Estos hombres de blanco representan a la comunidad cristiana, visten de blanco porque cuando alguien era bautizado tenía que vestirse de blanco en señal de su total pertenencia a Dios. De este modo, estos dos hombres lanzan una invitación, a no mirar hacia el cielo para fugarse de su realidad, sino a poner los pies bien cimentados en la tierra y descubrir quien necesita de su ayuda. No deben fugarse de su realidad, sino ver quien los necesita, pues finalmente ahí se encuentra el mismo Cristo, en medio de los suyos, en medio de la vida comunitaria.
Es la invitación a dejar de mirar el cielo y confrontar su realidad, les invita a dejar de soñar y poner los pies en la tierra. Es momento de vivir en este mundo y no de fugarse, no huir de nuestros compromisos y tareas, pensando en un cielo lejano.
Muchas veces nosotros en la vida pensamos en cosas lejanas, “si no tuviera problemas”, “Si no tuviera esta enfermedad”, “si no tuviera que trabajar”, “si las molestias de esta vida desaparecieran.” Pero todo esto son sueños, son triunfos inalcanzables que no corresponden a la realidad.
La victoria que Jesús nos promete se gana a través de vivir nuestra vida, de luchar todos los días, de esforzarnos y construir nuestra historia con lo que vivimos y no formando absurdos sueños ilusorios, quimeras que desaparecen inmediatamente. El cristiano debe conquistar el cielo, no con una “fuga mundi”, sino con los pies bien puestos en la tierra. No soñemos con lo que no tenemos, sino que hagamos lo que nos corresponde, como ama de casa, como estudiante, forjando nuestra historia, para alcanzar el triunfo definitivo. Y esto implica un compromiso delante de los demás y con el mismo Dios, pues el mismo evangelio nos presenta a Jesús dando un envío misionero antes de subir, con esto se puede apreciar claramente que todo creyente tiene una tarea fundamental en su vida: Dar a conocer al Señor.
Esta celebración de la Ascensión nos debe llevar actuar en nuestra vida, pero teniendo como meta el cielo mismo, porque esto es lo más importante, luchar no simplemente para obtener ganancias a un nivel terreno, sino que nos lleve a actuar para vivir y triunfar en el cielo, y esto nos lo expresa claramente la oración de las ofrendas: «Concédenos que esta Eucaristía eleve nuestro espíritu a los bienes del cielo.» Que nuestra vida y actuar nos lleve a alcanzar estos bienes celestiales.
Pidamos al Señor que no desviemos nuestra mirada y nos quedemos en meramente terrenal, que avive en nosotros el deseo de la patria eterna, como nos lo dirá la oración después de las comunión. Porque esto es lo que da sentido a nuestro caminar en la historia. Que en nuestros trabajos veamos la posibilidad de encontrarnos con el Señor, que nuestros amigos, familiares sean el medio para servir y encontrar el camino para alcanzar el cielo.
Recordando que esta lucha no la hacemos solos, pues como Jesús dice a sus discípulos: «Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban la fuerza de lo alto.» Les promete que su misión la harán acompañados de ese Espíritu, porque la pascua lleva a la vivencia de esta nueva vida por medio del Espíritu, una realidad central que celebraremos la próxima semana. Pidamos a lo largo de esta semana que el Espíritu venga a nuestras vidas, que nos transforme para alcanzar nuestra meta que es el cielo, el triunfo definitivo del hombre dándose a sí mismo.

15/5/09

Amor: Cimento de la fe

Meditación para el Domingo VI de Pascua

Textos:
Hechos 10,25-27.34.44-48
1Juan 4,7-10
Juan 15,9-17

Hoy en día parece que el cristiano es alguien que no encaja bien en la sociedad, pues sus propuestas, planes, doctrinas parecen totalmente contrarias a lo que el mundo y la sociedad anuncian. Y ante ese cúmulo de adoctrinamientos que se anuncian en medio del mundo, sus posturas, sus celebraciones, podríamos decir ¿Por qué lo sigue anunciando el cristianismo? ¿Por qué no se pone a la “moda”? ¿Por qué no sigue la corriente a todos y se quitaría de todos sus problemas? Pero es que el cristianismo no es un cumulo de doctrinas o de celebraciones. No es producto de moda o un producto reciclable, que deba de renovarse con cosas novedosas, o una especie de camaleón en donde deba de camuflajearse se y adaptarse al ambiente en el que se vive. El Cristianismo es algo más. Y no puede vivir como una era adaptación de ideologías mundanas.
El cristianismo tiene una base fundamental y es la vivencia del evangelio, el cual es el parámetro para la experiencia de la fe. Pero ese evangelio se puede resumir en una palabra, la cual le da la base fundamental para seguir adelante: El amor.
Si se anuncia una doctrina, una vivencia, una prohibición, la base de todo está en la experiencia del amor. Todo lo que se debe de vivir el Cristianismo es fruto de la vivencia del amor. Y si algo atenta en contar de ello, entonces no hay amor, más aún, no hay experiencia de fe. Sin amor todo sería una farsa, un absurdo, un ridículo, una caricatura de vida de fe. Sin amor todo queda vacío y estéril en la vida de la Iglesia.
Sobre esto nos habla los textos de esta liturgia dominical. Primeramente la segunda lectura nos ofrece el centro y sentido de esta realidad con una expresión extraordinaria: «Dios es amor.» Con solo esta expresión se puede entender el sentido de la fe cristiana. Si el hombre tiene fe, se debe precisamente porque se cree en un Dios que es amor, un Dios que vive de la experiencia del amor. No es un Dios vengativo, ni impersonal, ni desinteresado, ni déspota, ni justiciero, ni lleno de rencor, ni egocéntrico, un buscador de venganza. Es un Dios de amor, un dios que viene a demostrar que lo más importante es la donación, el preocuparse por los demás, el volcarse hacia los demás para favorecerlo, ayudarle. ¡Si! Dios es amor. Y por tanto en él no cabe la destrucción, la venganza, el odio, el egoísmo. Solo hay una dirección: El hombre, por el cual se desvive, al punto de crearle, darle su imagen y semejanza, y de dar la vida de su propio Hijo para salvarnos. Dios es amor.
Si Dios es amor, entonces la fe del creyente debe partir de esta experiencia. Amar sin límites, sin egoísmos, sin intereses personales. Amar es la base de nuestra fe. Si Dios es amor, mi fe debe tener como referencia ese amor. De lo contario no sería totalmente una fe que parta de ese Dios de los cristianos.
Sin embargo, es necesario aclara qué es el amor, puesto que hoy en día es una palabra sumamente desgatada. Se utiliza para cualquier tontería. Se dice que se ama a un perro, a un objeto, a un sentimiento pasajero, se dice que se ama a alguien cuando sólo hay una mera atracción.
Por esta razón Jesús da el mandato del amor manifestando así la esencia del cristianismo, pues todo se debe entender desde la vivencia del amor: «Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.» Jesús manifiesta como mandato vital el amor, y si es un mandato no es una obligación externa, más bien se trata de de lo necesario sin lo cual no puede existir la vida de fe. Además añade que es un mandato nuevo. Pero nuevo no remite a que sea un aporte a la historia del pensamiento humano, como si fuese algo desconocido. Tampoco quiere decir que sea algo nuevo en la Ley de los Judíos, puesto que Lv 19,18 hablaba acerca del amor al prójimo. El adjetivo “nuevo” dentro de la Escritura caracteriza las realidades de la salvación esperada al final de los tiempos. El mandato es nuevo, porque remite a la nueva alianza que realizará Jesús. Al inicio de una nueva manera de vivir la fe. A partir de ahora la fe sólo se puede vivir desde la perspectiva del amor. Los discípulos deben trasmitir ahora este amor. La novedad es la vivencia del amor sin medida. No se podrá hablar de cristianismo sin amor.
Jesús continúa marcando esta realidad manifestando que: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.» Con esto Jesús da a entender dos realidades importantes: Primeramente nos dice que amar es dar la vida en favor de los demás. Con esto Jesús pone el dedo en la llaga y no dice que debemos entender por amor. Amar no es sólo un sentimiento, es la donación de la vida. Amar implica entregarse sin medida a favor de los demás, no para que a mi se me de una respuesta, Amar es darse sin medida, es entregarse totalmente. Amar no implica necesariamente correspondencia, si yo amo a una persona debo entregarme sin medida, sin esperar nada, sin restringirlo, sin obtener algún beneficio, para recibir algo a cambio. Eso no sería amor, sería conveniencia, egoísmo, favoritismo. El amor desde la perspectiva cristiana es la entrega sin medida, es el volcarse a favor del otro sin esperar nada, pues la recompensa en el fondo es la donación a favor del otro, es darle felicidad al otro. A primera vista podría parecer repulsiva esta visión del amor, pues parece absurda, contradictoria ¿Cómo se puede amar y no recibir nada? Pero desde el cristianismo el amor es darse, salir hacia el otro, sin recibir nada a cambio. Y eso se entiende desde el acontecimiento de la cruz, pues como el mismo Papa Benedicto XVI lo ha expresado: «Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar.» (cfr. Deus Cáritas est n.12). Si no hay entrega, no hay amor realmente.
En segundo lugar Jesús habla de dar la vida por los amigos. Así, amar es signo de amistad. Sin amor no hay amistad, sólo complicidad, relajo, pero no auténtica amistad. El amor debe ser la base de la amistad, y ello implica comprensión, ayuda, sinceridad, corrección. No se puede ser amigo si no somos capaces de entenderlo y ayudarlo. A veces hay quienes se llaman amigos, pero sólo por conveniencia, para sacar un beneficio, para obtener algo que le ayude. O se dicen amigos, pero sólo para hacer relajo, ni se interesan por la vida de ellos, sólo se divierten y ya, sin importar lo que al otro le suceda. O bien cuantos se dicen amigos porque lo inducen a algún vicio, destruyéndose la vida mutuamente, alguien que atenta contra el otro. Ni es amigo el que esconde y tapa lo que el otro hace, en lugar de corregirlo. Amar es ser amigo ayudando y no ocultando, siendo solidarios y no egoísta sanando cosas para sí misma. Amigo es el que te marca tus errores par que seas mejor. Te ayuda para que te superes. Te invita a hacer cosas que valen la pena. Te evita que cometas errores y trata de alejarte de aquello que te lastima. Se divierten mutuamente.
Todo esto lo dice Jesús por un motivo: Ser alegres. En el fondo este mandato de amor es para que se viva en la perspectiva de la alegría: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.» En el fondo vivir el amor y la donación sirve con grande alegría en nuestra vida. El amor es el medio para alcanzar la alegría. Aunque a veces pareciera que se proponen cosas fuera de moda, absurdas, anquilosadas; lo cierto es que son basadas en la experiencia del amor que transforma nuestra vida y nos da el auténtico gozo. Amar, por tanto, es una experiencia profunda de alegría. Cuando hay amor debe venir en consecuencia la vivencia de la alegría porque las cosas se hacen de la manera más extraordinaria.
En conclusión, podemos decir que la pascua es una experiencia de amor para transformar nuestra vida y vivir desde nuestra experiencia la resurrección, teniendo en nuestra vida la fuente fundamental de nuestro amor: Dios es amor. Tendiendo eso nuestra fe y vida cristiana podemos seguir adelante actualizando la pascua en nuestro ser por medio del amor, un amor que viene de Dios.

14/5/09

Dar frutos y agradecer frutos

Meditación para el Domingo V de Pascua

Textos:
Hechos 9,26-31
1 Juan 3,18-24
Juan 15,1-8

El texto del evangelio del día de hoy nos presenta el discurso del capítulo 15 en donde Jesús se compara con la vid. Dentro de la Escritura la vid es un símbolo del pueblo de Dios (cfr. Is 5,1-7). Ahora es Jesús el que se autodenomina como la verdadera vid, es decir el verdadero pueblo, dando a entender que ahora el que quiera pertenecer al Pueblo de Dios es necesario identificarse con Jesús. El que quiere pertenecer al Pueblo, es necesario pertenecerá Jesús, identificarse con él. De ahí que Jesús marque que los discípulos son los sarmientos, vivir en comunión con Cristo y dar frutos, sólo así se pertenece al pueblo de Dios.
Si vemos bien una vid, es una planta que da el fruto de la uva. Pero en sí misma no es una planta extraordinaria, es una especie de enredadera, que va colocándose en una vara para expenderse y dar los frutos. Pero no tiene gran utilidad, esa enredadera no es gruesa por tanto no produce una sombra para descansar bajo ella. No tiene hojas medicinales en cuanto tal. Si se seca es difícil que se talle su “tronco”, puesto que no sirve puesto que está totalmente torcido. De ahí que solamente sirva para dar frutos, de lo contario, si no se da frutos no sirve es mejor arrancarla. De ahí que Jesús lo manifieste, si no da fruto será arrancado.
Con esto nos da a entender algo muy importante, si no hay fruto es estéril la vida cristiana. El cristiano es aquel que está totalmente ligado a su maestro, y ello requiere dar frutos. Es nulo creer que el cristiano es el que dice que está con Cristo, que cree en él, que le ama, que le conoce, pero no da los frutos adecuados. Ser cristiano implica dar los frutos de perdón, de amor, misericordia, solidaridad, entrega. Sólo a partir de esto se puede hablar de fe en Cristo. De nada sirven asambleas llenas con muchos cristianos, de hombres de fe que llenan lugares, pero que no viven lo que escuchan y celebran. Este pasaje en realidad es profundamente fuerte y radical: o se está con Cristo dando frutos o simplemente es algo estéril y lo estéril es retirado. El Padre lo arranca, porque hemos sido llamados para dar frutos.
Por otro lado, dar frutos no es una acción de momento, es algo en movimiento, que debe crecer. Podemos decir que iniciamos a perdonar, empezamos a amar, empezamos a ser solidarios, pero es necesario ir creciendo. Es necesario seguir fiel a este proyecto de amor que implica cada día un esfuerzo, una lucha para vencer el odio, el pecado, la destrucción y así vivir el proyecto del evangelio. No porque un día fui solidario soy un hombre de caridad; no porque un día de una oportunidad soy un hombre de perdón. Es necesario crecer, aumentar la vida en Cristo.
Por esta razón nos dice el texto: “Al que da fruto lo poda, para que de más fruto”. Con esta expresión se da entender que una vez que se da fruto, se debe de seguir dando fruto. Ello implica no seguir aletargado en lo mismo, creyendo que se es bueno con lo poco que se va haciendo. Ello implica dar un paso, y esto es sin lugar a dudas algo duro, difícil, doloroso. Porque perdonar, implica siempre algo más, porque cada día hay más retos, más situaciones, más necesidad de misericordia. Ello duele, deja en duda, es complejo. Por ello dice Jesús que se le poda. Pues cuando se da el corte dele, pero ello permite dar fruto.
Este corte, no es para lastimar es para crecer. Cortar implica dolor, pero también conlleva el quitar lo que no sirve. El Padre nos quita lo que nos estorba, lo que no nos ayuda para generar un nuevo hombre. Quitar el aletargamiento, quitar el conformismo, quitar la tibieza en la vida de fe. Sólo así, dando un nuevo paso se logra dar fritos. Con esto Jesús nos dice que cada uno de nosotros debe de ir cambiando, debe de irse transformando. Dar frutos implica constancia.
El tiempo de pascua es tiempo de resurrección. Y la resurrección es dar frutos. Sólo dando frutos se vive la resurrección y mostrando la vida en la fe. De nada nos sirve celebrar la pascua, sin dar frutos en nuestra historia, en nuestra vida. La resurrección es dar frutos.

El día de hoy V domingo de pascua coincide con el 10 de mayo aquí en México, y podríamos reflexionar en esta tónica de frutos viendo primeramente los frutos de la maternidad.
Como frutos de la maternidad tenemos que son fuente de vida, pues ellas han dado la vida, han dicho “Si” a la vida. Si hoy estamos aquí es porque ellas han dado ese si. Ho en un mundo que apoya el aborto, la maternidad es la más fuerte declaración en contra, pues vivimos en un mundo donde se requiere la vida y hoy debemos dar gracias por nuestra vida, la vida que Dios nos ha regalado y que nuestras madres lo han aceptado y estanos aquí.
Está un fruto de sacrificio. Cuantas mamás se sacrifican para darle a sus hijos todo. Cuántas incluso se quitan el pan de la boca para dárselo a sus hijos. Prefieren darle todo a sus hijos para que vayan bien.
Se puede ver el fruto de la comprensión. Las mamás que están al pendiente de lo que viven los hijos. Que se desvelan para esperarlos o para ayudarlos en sus tareas. Que tratan de ver lo que les pasa.
Encontramos el fruto de la unidad y ello nos lleva a ver como se preocupan para que exista la armonía en el hogar. Sobre todo para reflexionar que a veces en la vida de pareja no se vive esto, y que con una sensibilidad especial, la madre busca esa unidad. Pero sobre todo busca que exista esa unidad entre los hijos.
Podríamos enumerar cientos de frutos que nuestras mamás nos dan, sin embargo detengámonos aquí y veamos hoy 10 de mayo que tanto agradecemos estos frutos en nuestras vidas.
Cuántos no tratan a sus mamás como sirvientas, cuántos no se la viven siempre peleando y desobedeciéndolas siempre, cuántos ni las toman en cuenta. Cuántos las lastiman y las hieren diciendo de cosas. Si hoy se celebra el día de las madres, deberíamos no solamente felicitarlas, regalarles cosas. Más bien debería ser un día de reflexión y evaluación ¿Cómo nos hemos portado con ellas? ¿Qué debo de cambiar a partir de hoy en la relación con mi mamá? Sólo así podríamos hablar de un buen 10 de mayo.
Hoy Jesús nos pide estar unidos a él y dar frutos. Y en este diez de mayo, considero que no habría mejor fruto que empezar a cambiar nuestra relación con nuestra mamá, siendo buenos hijos agradeciendo lo que ellas hacen por nosotros y dando frutos de amor para con ellas. Sólo así en medio de la pascua daremos un fruto más y felicitaremos realmente a nuestras mamás.

10/5/09

«Yo soy el Buen Pastor»

Meditación para el Domingo IV de Pascua

Textos:
Hechos 4, 8-12
1 Juan 3,1-2
Juan 10,11-18

El mundo vive en medio de una desorientación continua, pues busca un camino certero, sin embargo se le presentan muchos y todos parecen dirigirlo hacia su felicidad y su estabilidad. Pero en medio del camino se tropieza porque en realidad no e el camino seguro. No sabe hacia donde dirigirse, no sabe que voces escuchar para alcanzar el sentido de su vida, el camino exacto, el auténtico camino. Más aún cual es la verdadera voz que le guía y acompaña en medio de su búsqueda.
Ante esta desorientación podemos decir que el mundo necesita de líderes que realmente sepan conducirlo hombre hacia lo que busca, lo que le sacia. Se requieren hoy más que nunca hombres capaces de saber dar una orientación, dando rumbos, metas, necesidades y sobre todo satisfacción en su ser.
Sobre esta realidad nos habla el día de hoy la liturgia. El cuarto domingo de Pascua es conocido como el domingo del Buen Pastor. Y el fragmento que escuchamos el día de hoy nos presenta las características del Buen Pastor. Empecemos por entender que quiere decir el adjetivo “buen”. No se refiere a un pastor bueno moralmente hablando, o bueno en su carácter, como alguien que es buna onda. Es más que eso. La palabra bueno, que en griego es kalós nos remite a la bondad con una cualidad encantadora. Por tanto, en primer lugar si Jesús es buen pastor se refiere a un pastor lleno de una bondad atractiva, que llama la atención, que embelesa, que nos invita a seguirlo. No es un pastor que venga a nada más a ver que sucede, o que llega a mandar. Es el pastor que deja un buen sabor de boca, que atrae, que es llamativo, que nos hace seguirlo.
Este Pastor nos hace seguirlo no por una exigencia, no porque si no nos castigan o porque es necesario para pasar un crédito de una materia, no porque sea un dictador y no queda de otra. Se le sigue porque tiene algo distinto, tiene una bondad que transforma al hombre, que le hace sentirse amado, que le hace sentirse necesitado por él, pues es capaz de dar la vida por uno mismo para que no se perezca. Se sabe uno importante delante de él. No podemos pasar desapercibidos por la vida frente a él. Además tiene Palabras para levantar al abatido, para defender del lobo rapaz, para que no nos desviemos en medio de la vida. Este es un pastor diferente, no es un mero asalariado, no es un interesado para ver que consigue, no es un mero explotador. Es alguien que conoce, ama y se preocupa por cada una de sus ovejas.
Podemos descubrir entonces aquí a un pastor que nos puede guiar por un sendero seguro, un camino adecuado; pues nos lleva movidos por el amor, movido por su preocupación para que alcancemos algo que nos de felicidad. No lo pasajero, lo de moda, lo que se acaba, lo efímero. Se preocupa por nosotros y nos lleva al camino que puede tener ciertas dificultades, pero que es seguro. Y si existen las dificultades se debe a que para alcanzar la felicidad implica trabajo, búsqueda, perseverancia, ánimo. Y ello es cansado a veces, de repente pareciera que vamos en contra corriente, o requiere más empeño, más fuerza. Pero finalmente nos lleva a encontrar lo que el hombre necesita.
Deberíamos de plantearnos el día de hoy qué tanto permitimos que Jesús sea nuestro buen Pastor, que nos llama, que nos cuida y nos quiere llevar al camino de la felicidad. ¿Realmente lo escuchamos? ¿Tratamos de hacerle caso a él? ¿O sólo escuchamos lo que nos conviene? ¿O vamos combinando varias posturas? ¿Qué papel tiene Jesús como Pastor? ¿Realmente vemos su bondad o sólo es algo momentáneo?
Uno de los riesgos de nuestra realidad es que podríamos ver a Jesús como alguien alejado, como una doctrina, como un rito. Pero no como una expresión de amor, que toca realmente los corazones de los hombres. ¿Realmente me siento amado por él? De lo contario entonces nunca veremos esa belleza de Pastor que nos llama, que nos embelesa, y nos puede transformar. El problema de fondo sería que vemos a Jesús como una voz más en medio del mundo, y que la escuchamos cuando nos parece pertinente o necesario. Pero no sería el eje conductor de nuestra vida, porque no hay experiencia personal, experiencia que lleva al amor personal y único. Lo que deberíamos hacer entonces es buscar a Jesús, salir a su encuentro, dejar que nos interpele y sobre todo que nos ame.
¿Y cómo podríamos hacerle para encontrarnos con Jesús? Lo básico y fundamental a la luz de la imagen del Pastor es que deberíamos de plantearnos hasta que punto realmente las otras voces nos llevan a la felicidad. Porque los pensamientos de moda, en realidad llevan a dividirnos, a apartarnos de lo que vale la pena, ero sobre todo cargadas de grandes contradicciones. Digo que son contradictorias, porque todos buscan paz, estabilidad, concordia, erradicar la violencia, unidad entre la familia, responsabilidad. Sin embargo, al ver los caminos que el mundo provoca son diferentes. Vivimos en un mundo donde lo que importa es el individualismo, pues se propugna que uno haga lo que quiera y así lo anuncian infinidad de comerciales, marcando al interno nuestro egoísmo. Se aboga por el aborto, que por un lado es destrucción de la vida, pero por otro es invitación a la irresponsabilidad, pues en el fondo es invitación a abortar para que los jóvenes tengan relaciones sin comprometerse con sus actos. Si todo es posible evadirlo, después se puede asesinar, no darle de comer a la familia, ser injusto, no ser responsables en el trabajo, total hay otras salidas, no tomo en serio mis compromisos y mis actos. Podría parecer exagerado tal vez, sin embargo, en el fondo es una invitación a la irresponsabilidad en el ámbito sexual. Se busca que haya unidad en la familia, hasta proponen un día de la familia, pero al mismo tiempo se promueve el divorcio, y hasta lo agilizan con el divorcio errores quitando causales ¿Cuál unidad? Se busca evitar la violencia, pero hay otros factores que la van provocando, pues no se dan medios para ayudar a una buena educación, pues se van quitando medios y recursos para la ciencia, la investigación, como lo demostró la reciente epidemia de influenza mostrando atraso en esos campos.
Sin embargo, el pastoreo de Jesús nos invita al amor, a la misericordia, a la justicia, al perdón, a la solidaridad. Este es el evangelio. ¿No es esto lo que busca el hombre, no busca a caso la solidaridad, el amor, el perdón? No hay motivo para dudar de este Buen Pastor, él relámete nos lleva hacia esos campos, hacia esa realidad, que tanto necesita y busca el hombre. Tal vez se acuse a la iglesia de retrograda, que no vive a la moda. Pero el perdón, el amor, la justicia, no es cuestión de modas, sino que son valores perennes, constantes y que en el fondo los buscamos. Porque no volvernos a escuchar a este Buen Pastor que nos ama y nos guía por el camino de la verdad.
Debemos poner las cosas en claro y descubrir si realmente las voces del mundo proponen la felicidad o simplemente nos llevan a otras situaciones ambiguas. Estamos en medio del tiempo pascual lo cual nos invita a encontrarnos con el resucitado, y ese resucitado es Pastor, es alguien que ama, que está cercano y nos guía para iniciar un camino de total transformación.

¿Fantasma o realidad?

Meditación para el Domingo III de Pascua

Textos:
Hechos 3,13-15.17-19
1 Juan 2,1-5
Lucas 24,35-48

Al encontrarse el mundo con el acontecimiento de la resurrección, se suscitan una serie de controversias, pues por un lado es ilógico ese acontecimiento dado que no se puede demostrar; por otro lado, es un acontecimiento contradictorio dado que el anuncio del triunfo de la vida sobre la muerte parece imposible, pues las estructuras de muerte son las que mandan, las que imperan en este mundo; para otros la resurrección es algo ilusorio, algo irreal y meramente fantasmal. Incluso para el mismo creyente le parece difícil en ciertos momentos creer en esto, porque las situaciones de la vida le desmienten, lo que experimentan cada día pareciera que le reduce su caminar. Si se ve el horror de la guerra, del hambre, de la enfermedad, puede suscitarse e su interior incluso ese desánimo y duda en la vida de fe.
Sin embrago, esto no es definitivo los mismos apóstoles también lo vivieron. Experimentaron el fracaso, la tristeza, la duda; y a pesar de ellos permitieron que ahí en medio de esa situación de dificultad emergiera triunfante su fe, saliera a flote la experiencia de la resurrección y desde ahí transformaran toda su vida, de modo que, lo anunciaran a todos, sin restricción alguna.
Sobre esta realidad os habla el evangelio del día de hoy. Los discípulos se han enterado de que Jesús ha resucitado, se le ha aparecido a Simón Pedro, y a los dos caminantes de Emaús. No pueden seguir igual. Por ello Jesús aparece ante ellos. Pero ellos no lo acaban de creer, no les basta el testimonio de aquellos a quienes se les ha parecido, parece irreal, parece que no lo alcanzan a comprender, al punto que creen que es un fantasma, creen que pudiera ser posible, pero como un fantasma, como una mera aparición ilusoria de la resurrección.
Esta visión fantasmal de la resurrección, en el fondo pudiera ser nuestra, porque cuando una persona se queda sin empleo, pareciera que la esperanza de que Dios le va ayudar, de que Dios está con él, es muy distante, es un fantasma que en realidad es pasajero, ilógico, ilusorio, pues en la realidad no se nota. O cuando en la familia se viven dificultades con los hijos, o con la misma pareja, ¿Quién tiene tiempo para descubrir que ahí está Dios? Pareciera un fantasma que sólo es pasajero pues la problemática ahí está, y no se ve rastro de Dios en la vida. O cuando una adicción azota con fuerza a los jóvenes, ¿Dónde está Dios? Es un fantasma, cuál resurrección, cuál vida, sólo se está sembrando destrucción, no lo vemos no vemos su firmeza potente. Es algo ilusorio que sólo adormece nuestras conciencias, pero no resuelve nada. Incluso hoy en nuestros días, que se habla de esta epidemia de influenza, será que Dios nos deja a nuestra suerte en medio de esta pandemia, al punto que hay que cerrar los templos para evitar el contacto entre nosotros y Dios. Al punto de creer que ya nada se puede. Será que todo es un fantasma, que nuestra fe está condenada a ser fantasmal.
¿Será que en realidad que la fe e algo pasajero, algo ilusorio? El Evangelio nos enseña que no es así. Jesús aparecen en medio de sus discípulos, es decir, en el centro., marcando así que Jesús es el punto central en la vida de la comunidad, que todo gira en torno a él, o como algunos dirían, que es Cristo céntrico. Ahí donde la duda, el tambaleo de la fe, la crisis, se hace presente, hay que descubrir que Cristo es el centro de la vida, que él es quien da sentido a nuestra historia. Y aunque al principio la comunidad lo ve como un fantasma, como algo irreal, algo imposible, debe de adentrarse en su vida de fe y descubrir que eso no es así, que el creyente no es aquel que sólo ve fantasmas, sino que existe algo real, algo que toca, que transforma su vida.
¿Cómo puede adentrarse en ese misterio de fe? El texto nos lo sigue diciendo adelante. Jesús muestra sus manos y sus pies. Con esto manifiesta lo que el creyente debe de hacer para hacer posible la fe y la experiencia de la resurrección. Las manos representan en la Escritura el obrar del hombre, su trabajo, su creatividad, gracias a sus manos el hombre puede elaborar cosas, crear cosas nuevas. Por tanto la resurrección, debe llevar al acto, debe incitar a la fe a actuar. La fe no es una realidad pasiva, en donde el creyente se quede esperando a ver que sucede, sino que debe de actuar, si Cristo muestra las manos es para que entendamos que nuestra fe tiene que poner nuestras manos por obra y preguntarnos, qué hago yo para transformar la vida, la historia. Si bien tengo problemas, que realizo yo para que eso cambie, si existe una dificultad que pongo por obra para que eso se transforme, o sólo me quedo sentado, en medio de mi lamente, de mi incertidumbre y mi apatía. Más aún si Cristo muestra las manos se debe a que yo permita que el obrar de Cristo actúe, que tanto permito yo que Dios actúe, o hasta que punto me doy cuenta de que él está conmigo. A veces a pasar de las situaciones difíciles Dios permanece con nosotros, y da signos de su bondad, pero somos nosotros que permitimos que esas cosas sean tan grandes, tan complejas que nos absorban impidiendo ver la acción de Cristo en nuestra vida, que ciertamente son pequeñas a simple vista, pero que gracias a ellas salimos adelante.
Los pies del resucitado. Los pies en la Biblia son el símbolo de caminar, del trazar camino, de hacer brecha en medio de la historia, sobre todo son el símbolo del éxodo, de romper con la esclavitud e iniciar un nuevo caminar en medio de la historia. La resurrección por tanto provoca un éxodo en nuestra vida, una salida, un romper con nuestro pasado, con nuestra esclavitud. La resurrección es un acontecimiento de liberación, de todo aquello que oprime al hombre. Cuando el hombre cree que ya nada se puede, que está condenado a vivir atrapado, a vivir encerrado, a vivir como si ya nada se pudiese hacer, ha impedido que la resurrección actúe en él. Si bien vivimos atrapados en esclavitudes, en vicios, en destrucciones, también es cierto que podemos caminar, que podemos avanzar, que podemos ser libres en nuestra vida, con la fuerza del resucitado. Podemos decir que no podemos más, que todo está perdido, o bien podemos dejar que nuestra fe nos haga ponernos en marcha en hacer camino, siendo capaces de transformar nuestra historia, descubriendo que podemos salir de esas situaciones con la fuerza de la resurrección. Desde luego que esto no es instantáneo, puesto que ponerse en marcha exige necesariamente esfuerzo, tiempo, para hacer el camino que nos capacite a alcanzar nuestras metas, nuestra liberación. Lo importantes es ponerse en marcha, y permitir que con el paso del tiempo la fuerza del resucitado actúe, que Cristo nos transforme, y cuando menos nos demos cuenta veremos los pasos tan grandes que hemos dado pues hemos cambiado, hemos dejado que la resurrección actúe vivamente en nosotros.
En tercer lugar pide de comer y recibe un pescado. La resurrección por lo tanto es un signo de comunión, del compartir. No es sólo una parición y desaparición, eso sería algo fantasmagórico. La resurrección es encuentro y comunión con los demás. Un fruto de la resurrección es la comunidad. Por tanto, si bien hay problemáticas, crisis, divisiones, lo que el hombre debería de hacer es buscar la vida en comunión, la apertura con los demás. Muchas de la dificultades que vivimos es porque todo lo queremos resolver solos, sin que nadie intervenga, o bien porque queremos hacer que sea nuestra opinión la que impere en todo momento. Y cuando nos rebaten, cuando nos acusan, cuando no queremos dialogar, cuando queremos mandar muy lejos a aquellos que atentan contra nuestras acciones y pensamientos, surgen esas divisiones, esos malos entendidos, esas riñas y resentimientos que nos dañan y lastiman a quien convive con nosotros. La resurrección nos invita a dejar nuestro egoísmo, nuestras propias ópticas y descubrir lo valioso de los demás siendo capaces de escuchar y construir juntos algo nuevo, haciendo visible la comunión. Pero esto sólo se puede lograr en la medida en la que permitamos que el resucitado no sea sólo una idea o una fiesta, sino algo real que interviene en mi vida y me transforma, dejar al fantasma y verlo realmente.
Finalmente nos dice que les abre el entendimiento para que entiendan las Escrituras. Si el creyente tiene fe debe alimentarla, y la única raíz de donde puede realmente surgir la experiencia de fe son la Escrituras, pues a través de ellas Dios nos habla, Dios trata de hacernos entender quién es Él, quién es el hombre mismo y cuál es su misión. Esa es la base para seguir adelante. Sin la Biblia el hombre no tendría un rumbo fijo para orientar su vida, pues la misma resurrección es la plenitud de las Escrituras, entenderlas implica entender la plenitud de la Escritura, captar su mensaje central lleno de gozo, de vida y de esperanza. Para algunos la Escritura es un libro más, si embargo no es un libro más, es El Libro, el eje central de todo creyente. A lo mejor muchos de nosotros seguimos creyendo que la resurrección es un fantasma, porque no hemos entendido el mensaje bíblico, porque no nos hemos dado la oportunidad de descubrir el mensaje de amor y liberación que contiene, porque tal vez no nos hemos percatado de la fuerza de la Palaba que al portarla, al llevarla con nosotros nos transforma y nos anima a seguir adelante, pero sobre todo porque no hemos sido capaces de ver que la fuerza de la Palabra y todo el sentido de la Escritura es posible vivirlo gracias a la fuerza renovadora de la resurrección.
Ante esto que nos presenta extraordinariamente el evangelio podemos tener dos actitudes. O ver a Jesús resucitado como un fantasma que sólo es apariencia, que es un efecto más de la ciencia ficción; o somos capaces de descubrirlo como aquel que puede transformarnos y animarnos en la historia. O nos quedamos en el sin sentido de la vida, diciendo que ya nada es posible, que el hombre no puede cambiar, que la muerte, el egoísmo, la agresión tiene la última palabra, o nos abrimos a la acción de Dios y descubrimos que a pesar de lo difícil que se pueda presentar alguna situación, podemos ver ahí a Dios, vivo, real, presente, capaz de darnos sus manos para transformar nuestra vida, capaz de animarnos para emprender un camino, siendo posible el iniciar una comunidad renunciando al egoísmo e individualismo, teniendo como base la Escritura que nos transforma y nos anima para salir adelante. La fe no es de fantasmas, la fe es de cosas concretas y reales que actúan en nosotros cuando nos abrimos a Dios y sobre todo a le resurrección que es la base y el sentido de toda la Escritura. Así como los problemas que vivimos no son fantasmas, porque son concretos y reales; la resurrección y nuestra fe tampoco es fantasmagórica, sino real pues somos capaces de emprender un cambio para transformar nuestra vida, cambiando las estructuras e iniciando algo nuevo, que es real y alternativa ante la situación del mundo.

«Se apareció en el centro»

Meditación para el Domingo II de Pascua

Textos:
Hechos 4,32-35
1 Juan 5,1-5
Juan 20,19-31

Estamos en medio del tiempo de la pascua, un tiempo en el cual la iglesia nos propone profundizar en el misterio de la resurrección. ¿Pero qué es la resurrección en nuestra vida? ¿Cómo podemos vivirla en nuestra existencia? ¿Qué podemos hacer para que se manifieste en nuestra vida?
El texto del evangelio del día de hoy nos da la pauta para encontrar sentido a esta realidad. Nos dice que Jesús se parece el mismo día de la resurrección en la noche, cuando los discípulos tienen las puertas cerradas. ¿Por qué en al noche? La noche nos recuerda en este pasaje a la noche de la pascua en el libro del éxodo, una noche en la cual Dios pasa para liberar y así formar el pueblo. Ahora en la nueva pascua Jesús resucitado aparece en la noche, porque la resurrección es un acontecimiento de liberación. Por tanto, si vivimos en la resurrección se debe experimentar un momento de salvación, es imposible que el hombre siga como si nada pasara. Cada domingo nos reunimos y lo hacemos precisamente para vivir ese acontecimiento de liberación, es e momento en el cual Dios nos ilumina y nos fortalece para vivir libres.
Esa liberación nos lo muestra el texto de manera grafica poniéndonos a los discípulos encerrados con un miedo profundo en su corazón. En el fondo la resurrección vine a quitarnos nuestros miedo, pues son éstos los que hacen que nosotros no nos realicemos, no nos fortalezcamos, no avancemos en medio de la vida. Y si lo analizamos bien la resurrección es vencer la raíz de todo miedo, pues el miedo en el fondo es miedo a la muerte. Cualquier miedo que tengamos en el fondo es un acercamiento a la muerte. Si Cristo ha vencido la muerte entonces podemos vencer nuestros grades miedos pues todo puede ser distinto a partir de ahora.
Jesús parece en medio de ellos, es decir en el centro. Y marcar que Jesús está en el centro es algo muy significativo, pues en la biblia el centro es el símbolo de la realidad fundamental para el hombre. Quiere decir que lo único que importa, en torno a lo cual debe de vivir el hombre es lo que se encuentra en el centro. Ahora todo es cristocéntrico, todo gira en torno a él.
Deberíamos preguntarnos entonces cuál es el centro de nuestra vida. En torno a que gira nuestra existencia. Porque tal vez el centro de nuestra vida sea el odio, el rencor, la avaricia, la violencia. Y así es como nuestra vida nos dirige. Vamos pensando cada día en como destruir al otro, como vengarnos, como aprovecharnos y quitarle a los demás, vamos generando en nuestro interior una serie de sentimientos que en nada se ayuda.
Resurrección por tanto es permitir que Cristo sea el centro de nuestra vida, que gire en torno a él. Ver las cosas desde Jesús, con amor, justicia, solidaridad, perdón, misericordia. Sólo cuando las vemos desde ese ámbito podemos ser capaces de transformar nuestra vida e iniciar la vivencia de la resurrección en nuestra vida.
Por tanto, la resurrección es un cambio que debemos generar en nosotros cuando permitimos que el Señor sea el centro de nuestra vida, de nuestros actos y pensamientos. Sólo ahí podemos realmente vivir la experiencia de la fe. Y como fruto de ese centro en nuestra vida llega la paz. Por eso el resucitado les dice “la paz a ustedes”, pues esa paz es fruto de la resurrección, que se puede consolidar en la medida en la que Cristo se vuelve el centro de nuestra vida.
La paz dentro del mundo bíblico no refiere a la ausencia de problemas o guerras. La paz en la Biblia refiere a la armonía con Dios, con uno mismo, con los de más y con la creación. Dando así la capacidad. De vivir en total armonía, expulsando todo miedo en su vida, quitando todo aquello que no le deja vivir con armonía en la vida. Esa paz inicia transformando la vida del hombre. Y esa paz debe comunicarse a los demás: “La paz este con ustedes, así como el Padre me ha enviado los envío yo.” Con esta frase se da a entender que la paz debe de anunciarse a todos, darse a conocer a aquellos que necesitan salir adelante. La resurrección es por tanto el motor que propicia paz, armonía que tanto requiere el mundo.
Para vivir esto, para iniciar el proyecto de la resurrección en nuestra vida es necesario que lo pongamos en el centro, que todo gire en torno a él. Dejemos que él es nuestro centro y así permitamos que la resurrección sea el acontecimiento que nos transforme, nos inunde de la experiencia de Dios. Una experiencia que nos anime a salir adelante, viendo todo desde Dios, venciendo nuestros males y nuestros pecados, dejando que la resurrección sea una realidad en nuestro entorno.

«El otro discípulo se adelantó, corriendo más de prisa…»

Meditación para el Domingo de resurrección

Textos:
Hechos 10,34.37-43
Col 3,1-4
Juan 20,1-9


Hoy la cristiandad amanece con un nuevo aire, amanece con la experiencia más gozosa y extraordinaria, que alienta y anima su vida de fe: El acontecimiento de la resurrección. Y es el evangelio de san Juan quien nos presenta los datos esenciales para acercarnos a este acontecimiento.
En primer lugar nos coloca que Jesús resucitó el primer día de la semana. La semana en la Escritura simboliza la creación, pues según el libro del Génesis Dios ha creado todo en una semana. Con esto se nos invita a reconocer que la resurrección se da en el primer día de la semana, marcando con esto que la resurrección es el primer día de una creación nueva. San Juan nos trata de decir que ahora estamos llamados a vivir de un modo nuevo, ya no se puede vivir ahora desde la antigua creación. Aquella creación estaba marcada por el pecado que conducía a la muerte. Ahora estamos llamados a una nueva creación, donde la muerte no tiene la última palabra, la muerte ha sido vencida. A partir de este acontecimiento no podemos seguir atrapados en la antigua creación, no podemos vivir condenados al pecado y a la muerte. Ahora Cristo resucita y con ello se inicia un nuevo proyecto de salvación.
En segundo lugar el texto nos manifiesta la incomprensión de este acontecimiento, porque la sociedad está acostumbrada a la muerte. Todos creemos que la muerte es definitiva y con ello, que no hay otra respuesta a esta realidad. De este modo la sociedad se sumerge en una “cultura de la muerte”, como lo denominaba el Papa Pablo VI. Pareciera que la muerte y sus diferentes facetas, son las que ahora predominan toda la historia, como la violencia, leyes que favorecen la muerte, los odios, las envidias, la corrupción. Todo esto parece enorme, absoluto. Ya no podemos esperar más. Todo está dicho. Por ello san Juan nos presenta esta idea por medio de María Magdalena, que representa a la comunidad que va en medio de las tinieblas, pues la comunidad, así como la sociedad de nuestros tiempos, vive en tinieblas creyendo que la muerte y sus efectos tienen la última Palabra.
Sin embargo, esta visión no puede quedar ahí. Sería una visión paraca y sin sentido en la historia. San Juan continúa con su texto y da un paso más para comprender esta realidad. Van al sepulcro, Pedro y el discípulo amado. Ambos van animados, llenos de amor por el Maestro, en camino para entender este acontecimiento. Sin embargo, llega primero el discípulo amado, pues la fuerza del amor es superior aquí, él ah estado en la cruz (Jn 19,35), ha sido capaz de comprender la entrega y es esa fuerza de amor lo que le impulsa a seguir adelante.
Con esto se puede comprender que el acontecimiento de la resurrección tiene fuerza y comprensión en la medida en la que se capta y se entiende la experiencia del amor. De modo que, la resurrección es posible entenderla y penetrara cada vez más en este misterio si cada uno de nosotros entiende el amor, la entrega, la donación. Si bien parece que todo está perdido en un mundo donde la muerte se va cerniendo cada vez con mayor intensidad, también es cierto que el que confía en la fuerza del amor es capaz de no quedarse con esa noticia, y elevar la vista y ser capaz de descubrir que por más fuerte, llamativa y amplia que sea la cultura de muerte, es posible vencerla. No todo está acabado. La fuerza del amor hace posible que el discípulo corra, que el discípulo no se de por vencido, que se conforme con la muerte, que crea que todo está perdido. Corre, para descubrir que el sepulcro está vacío, corre para descubrir que la muerte no es definitiva, corre y vislumbra que no todo está acabado. Ver el sepulcro en el fondo es la señal de que la muerte no es definitiva, que hay una salida, que existe un escape.
De este modo estamos invitados a correr en este día, es decir, a salir con ánimo y ver que no todo está acabado, que podemos vencer la corrupción, podemos vencer la envidia, podemos vencer los odios, podemos vencer la muerte. Hoy hemos iniciado una nueva creación, y esta nueva creación exige un movimiento, un movimiento de fe y de esperanza, un movimiento que ponga por obra el amor, un movimiento que se ponga en marcha en la esperanza, un movimiento que nos anime a vivir desde las categorías del amor. Tenemos que parecernos a ese discípulo amado, que corre, que está en movimiento, que busca la resurrección, que busca la vida, que busca la fuerza que es capaz de transformar la historia. Hemos iniciado así este tiempo pascual en donde estamos llamados a descubrir el valor de la vida y de la transformación. Corramos al sepulcro vacío, y descubramos al resucitado que nos anima y nos ayuda a vencer nuestras situaciones de muerte, iniciando esta resurrección, porque hay un acontecimiento que nos ha marcado para siempre, y es un acontecimiento definitivo que nos coloca con una nueva esperanza: La resurrección.
Con esta celebración, podemos descubrir por tanto que la muerte ya no es definitiva, podemos empezar a vencerla en el hoy, para siempre, en un contexto de gloria y alegría: Cristo resucitó ¡Aleluya!

«Salieron huyendo del sepulcro»

Meditación para la Vigilia Pascual


Texto:
Marcos 16,1-8


Hoy la Iglesia celebra la fiesta más importante dentro de su vida de fe, si nuestra fe existe es precisamente porque se alimenta con este acontecimiento. Como ya lo hemos marcado, la Semana Santa es un aliciente en al vida de fe para seguirá delante, permitiendo que la fe se avive dejando que Dios actúe en medo de nuestra realidad. Y hoy se nos invita precisamente a esta realidad alimentar nuestra fe con el acontecimiento de la resurrección permitiendo que todo cambie y se inicie una nueva historia en nuestro entorno.
El texto de San marcos que se ha proclamado como evangelio en esta noche nos presenta un acercamiento a este acontecimiento y al mismo tiempo presenta una invitación para adentrase más y más en ella.
En primer lugar se nos presenta la situación del sepulcro vacío: «Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, envuelto en una vestidura blanca, y se quedaron desconcertadas.» De manera extraordinaria san Marcos nos describe el acontecimiento de la resurrección, por medio de diversas imágenes. Primeramente encontramos el sepulcro abierto. Si está abierto implica que la muerte no puede ser encerrada, y por tanto no tiene la última palabra. Para muchos la muerte es la que ha ganado, pero ahora se da un vuelco en la historia, la muerte no tiene ya la última palabra, sino la vida. Se ha dejado de lado la piedra que tapaba la tumba para dar inicio a una nueva vida.
En segundo lugar se ve a un joven, que es el signo de la vida que empieza, hay una vida nueva que inicia. La resurrección es ese momento de encuentro con la vida nueva en donde la muerte ya no tiene nada que decir. Celebrar la vigilia es eso, es celebrar una nueva vida, destruir nuestro pasado para resucitar a una vida totalmente nueva. Si nuestra fe se puede renovar es precisamente por eso, porque el hombre puede iniciar una vida distinta, totalmente transformada. Hoy celebramos entonces una nueva oportunidad para que la fe se transforme y sea totalmente nueva, con una vida totalmente renovada.
Este joven da el sentido de esta nueva realidad: «No os desconcertéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el cruci­ficado? Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron.» Esa es la verdad que se ha celebrado en el triduo Pascual, Cristo que muere por amor y que resucita, transformando toda la historia. Sin embargo, al escuchar esto san marcos nos dice que estas mujeres «Salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.» Las mujeres huyen del sepulcro. Huyen del lugar donde se ha dado la victoria del Mesías. Según el relato, las mujeres no transmiten el encargo. No por ello son desobedientes. Con esto el evangelista parece orientar hacia un nuevo nivel el desarrollo humano de la revelación: Dios será quien tenga la última palabra. Para superar el miedo que les embarga hay que callarse y esperar la iluminación de Dios. Nos encontramos con un artificio literario que permite mostrar no sólo cómo las mujeres se encuentran ante el misterio insondable de Dios y de la muerte, sino también como el mismo lector está confrontado con el misterio.
Con esto se descubre que al vivencia de la pascua a veces nos rebasa y debemos buscarle un nuevo sentido, un nuevo caminar. Y el tiempo de la pascua que ahora se inicia nos permitirá adentrarnos en esta búsqueda en donde Dios nos dirá el sentido de nuestro caminar en la historia acompañado con el resucitado. Estamos ante cincuenta días en donde el creyente podrá adentrarse en ese misterio que nos rebasa, pero que puede lograr en nosotros una profunda renovación espiritual en nuestro ser.

« Al instante salió sangre y agua…»

Meditación para el Viernes Santo

Textos:
Isaías 52,13-53,12
Hebreos 4,14-16; 5,7-9
Juan 18,1-19,42


Vivimos en un mundo lleno de discordias, constantemente nos la vivimos peleando, discutiendo, enfrentándonos constantemente por los diversos puntos de vista. Estamos en inmundo en donde encontramos violencia en las calles, a causa de diferencias políticas, de encuentros enemistados. Somos agresivos. Hay guerras, destrucciones, violencia extrema. Incluso en las familias encontramos también odios, rencillas, hermanos que se pelean, se destruyen por cosas insignificantes, se dejan de hablar.
Toda esta violencia desmedida nos hace pensar, si la última palabra la tendrá el odio, si la última palabra la tiene el rencor y la violencia desmedida. ¿Será que no podremos encontrar una respuesta llena de paz y concordia? ¿Será que los países no se reconciliarán? ¿Será que la violencia se resolverá con más violencia? ¿Qué los secuestros y asesinatos se acabaran con más muertes y asesinatos? ¿La respuesta será la violencia? ¿Nuestra sociedad deberá estar arrojada a esta espiral de violencia? ¿Nuestra familia sólo arreglará las cosas con agresividad?
Pareciera que así es, sin embargo a la luz de la fe encontramos una nueva respuesta, la violencia no tiene la última palabra, la última palabra la tiene el amor, representada con la cruz. Pues ahí en la cruz, en medio de un acto brutal de violencia, se dio una nueva respuesta a partir del amor.
Hoy viernes santo somos invitados a contemplar este misterio de la cruz, pero no como un acto de violencia, de destrucción donde murió Jesucristo, sino que somos invitados a ver la fuerza de la cruz, como una fuerza de amor. Contemplando la cruz, por tanto, no es ensalzar el sufrimiento, el dolor y la muerte; ni es contemplar el fracaso de un hombre. La cruz a partir de Jesucristo se convierte en un signo de salvación. Con ello contemplamos un signo de triunfo y de amor. Es el signo de cercanía y solidaridad de Dios que nos compromete a todo incluso la muerte misma. Es descubrir como en medio de la sed de venganza, en medio del odio, y de la muerte misma, el amor lo puede transformar en oportunidad de salvación Ahí, en la cruz donde Jesús es brutalmente asesinado se podría contemplar, como el amor convierte ese acto lleno de maldad en una oportunidad para salvación.
Por tanto, hoy no es un día de tristeza o agobio, no es un día de luto. Al contrario es un día de contemplación, y de contemplación gozosa por el grande amor que Dios nos manifiesta. Es día de gozo porque ha triunfado el amor, de modo que el egoísmo ha sido vencido. Donde la violencia tiene una nueva orientación descubriendo que el odio y la venganza no tienen la última palabra.
Es lo que nos expresa extraordinariamente el texto del evangelio del día de hoy: «Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: “Todo está cumplido.” E inclinando la cabeza entregó el espíritu.» Jesús toma vinagre, y el vinagre es el símbolo del odio. En la Escritura el amor es el representado por el vino, y al iniciar su ministerio convierte el agua en vino, iniciando así una alianza de amor para con los suyos (Jn 2,1-11). Ahora al finalizar su vida se topa con este vino amargo, con un amor echado a perder, con el vinagre. Que le den a beber vinagre, representa que le dan el odio. Ahí donde Jesús se da por amor los soldados le dan todo su desprecio, le dan su odio. Y ahí en medio del odio, lo único que Jesús dice son sus últimas palabras: “Todo está cumplido”. Basta esta palabra para iluminar todo el misterio del calvario. Pero ¿Qué es lo que se cumple? Primeramente la vida terrena de Jesús, la obra que el Padre le confío para que la cumpliera (cfr. Jn 4,34). La misión de Jesús era anunciar el amor del Padre y ahora se cumple, se puede ver cuanto nos ama. En segundo lugar se cumplen las Escrituras: Las del siervo doliente, el inocente asesinado. Todo llega a cumplimiento, todo llega a realizarse. La cruz es el cumplimiento del amor y hoy todos somos invitados a experimentar ese cumplimiento de amor a favor de los demás. Ver la cruz, para que todo se vuelva nuevo. Al finalizar nuestro día digamos: Todo se cumple, porque al fin vivo responsablemente, venciendo mi pecado y renovándome totalmente, con esta fuerza de la cruz.
Sin embargo no entienden este mensaje, pareciera que no sacian su odio y entonces prosigue el texto adelante: «Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.» Los soldados llegan con Jesús y ven que ya murió, con esto el texto bíblico trata de poner de manifiesto que no hay nada que hacer, sin embargo le dan con la lanza, es decir, le demuestra mas odio y desprecio. Si Jesús ha muerto es porque la vida nadie se la quita a él, sino que él la ha dado. Por otro lado, nos recuerda al cordero pascual, al cual no se le debe romper hueso alguno. Jesús es el nuevo cordero. Sin embargo, le dan con la lanza. Esta acción era innecesaria, puesto que ya había muerto, marcando así que la hostilidad continúa. Son el símbolo del más odio contra Jesús. Los soldados se habían burlado de la realeza de Jesús, ahora a punta de lanza quieren destruirlo definitivamente.
Ante este odio, de Jesús sale la sangre y el agua. La sangre es figura de la muerte para salvar a la humanidad, una expresión de su amor al extremo. El agua representa, a su vez, el Espíritu, principio que todos podrían recibir cuando manifieste su gloria. La cruz se convierte en cumplimiento del amor, y en donación de amor y Espíritu. LA cruz se convierte en lugar de amor que se dona ahí en medio de la violencia, que da el espíritu para tener la fuerza que nos ayuda a vencer ese odio.
Podemos descubrir entonces que la última palabra no la tiene el odio, sino el amor, no estamos condenados a la destrucción, sino a la transformación de todo en amor, en oportunidad de misericordia. Hoy la liturgia se centra en la adoración de la cruz, reconociendo un signo de salvación, un signo de amor, contemplando llenos de alegría, pero también contemplando y comprometiéndose. Sería nulo que hoy contemplásemos el misterio de la cruz, y sólo lloráramos, o dijéramos “pobre Jesús” sin ser capaces de convertirnos, sin comprometernos ante el misterio. Es momento para descubrir que Jesús nos ha salvado, que Jesús nos ha rescatado y que podemos vencer la violencia, porque en al cruz Jesús mismo ha vencido esa violencia con amor.
El nos ha dado este ejemplo para que ahí cuando nos enfurecemos, nos volvemos agresivos y perdemos el control, seamos capaces de permitir que brote el agua y la sangre, brote la fuerza del Espíritu y la fuerza del amor que transformen nuestra vida.
Hoy podríamos iniciar ese camino de compromiso y vencer nuestra violencia, vencer nuestra apatía, vencer nuestro rencor con la fuerza de la cruz y hacer de nuestra vida un camino hacia la paz y el amor definitivo. Empezar a vivir esa sangre y esa agua que brota del costado de Cristo, que brote ese amor y esa fuerza del espíritu que no anime para seguir adelante. Eso es contemplar la cruz, contemplar el amor que nos cambia y nos impulsa a vivir de un modo nuevo.
En la reflexión del jueves marcaba que el Triduo Pascual sirve para alimentar nuestra fe. Y que mejor que llenarla con un cambio de vida, con una transformación en nuestros pensamientos, porque una fe fecunda, es una fe que se vive y hoy somos invitados a cambiar nuestra vida, con la fuerza y el ejemplo de la cruz. Empezando a vencer la violencia en nuestra casa, con nuestros seres queridos, siendo más pacientes y llenos de amor, con la fuerza del Espíritu. Ayer éramos invitados a permitir que Dios pasara en nuestra vida, ahora es momento de que ese paso nos lleve a la acción, una acción que tiene como base la fuerza de amor, que se entrega en una cruz. Vencer todo aquello que no permite nuestra vida y realización debido a la violencia. Porque sólo así realmente adoramos la cruz.

«El paso del Señor…»

Meditación para el Jueves Santo

Textos:
Éxodo 12,1-8.11-14
1 Corintios 11,23-26
Juan 13,1-15

Una de las realidades más complejas que existen en la sociedad y que impiden el desarrollo en la vida comunitaria, y el desarrollo con los demás es la indiferencia que se va produciendo en cada uno de nosotros. La indiferencia hace que el hombre no sea capaz de descubrir los sentimientos, la necesidad, la precariedad que los demás viven. Se puede pasar de largo sin siquiera mirar al necesitad, se puede ser frio y calculador ante la desgracia del hermano, se puede vivir como si el otro no existiera. Creando así seres que viven totalmente aislados, encerrados en su mundo, sus planes y necesidades, sin descubrir lo que el otro está viviendo.
Cuántos matrimonios se van resquebrajando día a día por esa indiferencia, porque no platican, no se ayudan, no se entienden, no saben en realidad lo que el otro está viviendo, simplemente conviven en un mismo techo, tratan de hacer lo mejor, pero en realidad no se entienden, no detectan la necesidad del otro, no comprenden que necesita la otra persona. Parece que todo cae en un absurdo y sin sentido de la vida.
Aunado a esta indiferencia el hombre empieza a sentir la soledad, el vacío en la vida, porque en realidad no tiene todo, se siente incomprendido, que falla en medio de la historia, se va asilando, tratando de salir por si mismo, aguantado los desaires e incomprensiones de la vida. Esta soledad conlleva también una tristeza, pues al sentirse aislado e incomprendido entra el sentimiento de que su vida no vale la pena.
El hombre vive lleno de ataduras que le impiden desarrollarse bien y pareciera que estamos condenados a vivir así, pues la vida de la sociedad nos lleva a esta realidad, que es nula y vacía.
Sin embrago, el hombre está llamado a reponerse a no caer en el sin sentido, porque a pesar de estos síntomas que vive la sociedad, existe una fuerza que puede transformar todo. Esa fuerza es la fe. El encuentro profundo con el Señor. Y hoy estamos ante el pórtico de esta realidad que fecunda la vida y le abre un horizonte de esperanza y sentido al caminar por la historia. Hoy estamos en el pórtico del Triduo Pascual, celebración vital para la fe, pues en realidad al celebrar estos días santos tocamos la medula de la vida cristiana. Celebramos las raíces de nuestra fe. Celebramos el acontecimiento de da sentido y origen a nuestra historia de fe: Pasión, muerte y resurrección de Cristo.
La semana santa se convierte entonces en un acontecimiento central para nuestra fe, pues volvemos a vivir las raíces de nuestra fe, lo que da sentido a nuestra creencia y con ello lo que transformamos en nuestra vida. Si anualmente tenemos esta celebración, se debe precisamente a que fecundemos nuestra fe con este acontecimiento, y así avivemos nuestra fe, así hagamos que nuestra fe vaya fructificando. No es sólo recordar lo que sucedió hace siglos, sino es vivir el sentido de nuestra fe y con ello alimentarla, avivarla y reconocer que no caminamos sin rumbo en la vida, sino alentados por el Cristo que ha entrado a nuestra historia y nos ayuda salvándonos y llenándonos de esperanza. Invitando al hombre a no encerrarse en su indiferencia o en su soledad, sino abrirse paso a una nueva realidad marcada por el amor, por la donación, por la vida que brota de esta fe, que anualmente renovamos.
La misma liturgia de la Palabra nos presenta esta realidad vital, en donde se anuncia un mensaje de esperanza y salvación para cada uno de nosotros. Se habla del paso de Dios. Dios que va a iniciar el proceso de liberación del pueblo y para ello es necesario que se celebre la pascua del Señor, marca los preparativos necesarios para que se lleve a cabo la cena.
Se puede descubrir en estos preparativos el elemento de la prisa. Deben comer como si se pusieran en marcha, puesto que Dios viene. Traen “ceñidos los lomos”, se recogen las puntas de la túnica para poder caminar con más facilidad. Se vuelve así en una imagen de estar dispuestos al camino. El que camina no se establece, no está estático. “Llevan el bastón”, pues para caminar es necesario apoyarse y facilitar el camino. Cuando Dios interviene el hombre debe ponerse en marcha, el hombre rompe con su estatismo y se lanza al futuro.
Si Dios actúa repentinamente al hombre le corresponde caminar, ponerse en marcha. Si Dios llega uno no sabe para qué, ni por qué. Uno va y busca, se pone en marcha, es lo único que me corresponde. Es la “Pascua del Señor”, es decir el “Paso” de Dios.
Así Dios interviene en la historia y pasa. Dios pasa ahí en medio de la situación que vive el pueblo, para liberarlo. El texto nos habla de la situación del pueblo Israelita, una situación de miedo, temor, pequeñez, impaciencia, fragilidad. Y esto se debe de transformar en grandeza, victoria y poder. Parece que nada se puede contra el coloso de Egipto, son simplemente unos pastores, son unos miserables. Son una pieza más en el engranaje del imperio. Ahora Dios sale a su encuentro, se han topado con él, y está a favor de los miserables de todas las épocas. Y ahí donde alguien no encuentra la felicidad, donde existe la infidelidad y la impotencia se necesita de la pascua, del paso del Señor. Ahí donde el hombre se encierra y vive la autosuficiencia, el temor, la indiferencia. Dios pasa, Dios abre, Dios inaugura un nuevo tiempo de liberación, no nos deja cautivos, nos deja perdidos en medio de la historia, sino que nos saca, para transformarnos.
Ahí donde el hombre no puede nada por sí mismo, no logra nada, está totalmente esclavizado, encerrado en sí mismo, incapaz de ver al otro, vivir con el otros, sentir con el otro. Es invitado a contemplar el paso de Yahveh.
Esto sucede en nuestro interior, pero necesitamos del paso del Señor. Hoy es el día, la vivencia de la semana santa debe llevarnos a toparnos con el paso del Señor, que pase y aclare nuestras vidas, que pase y nos transforme, que pase y haga de nosotros personas nuevas, tocadas por Dios. Dejemos que pase en su palabra, en los demás, en la Eucaristía y nos renueve.
Si este Dios entra nos puede liberar de esa indiferencia, de esa soledad, de esos vacíos existenciales que vamos cargando por la vida. Y ello implica una renovación de nuestro ser, una cambio en nuestra experiencia de vivir, tal y como lo muestra la lectura del evangelio. San Juan nos presenta el relato del lavatorio de los pies, un texto que nos marca la pequeñez en la vida de Jesús.
El lavar los pies es un signo de su entrega pues el mismo evangelista nos narra que antes de lavarles los pies: «se levanta de la mesa, se quita los vestidos y tomando una toalla se ciñó.» Levantarse implica una disposición, Jesús está para servir, se quita los vestidos, este verbo quitar refiere en otro pasajes al desprenderse de la vida, y se puede ver claramente como en el versículo 12 se pone sus vestidos, por lo que podemos deducir que con esto se simboliza el que Jesús se desprenda de su vida y la vuelva a tomar. Esta entrega de la vida está en torno al servicio, por esta razón se ciñe una toalla, es decir, se reviste del servicio. El lavar los pies a los discípulos se vuelve signo del máximo servicio y es un representación de la muerte voluntaria de Jesús, que se despoja de sí a favor de todos. Dios baja para servir al hombre y salvarlo, por el grande amor que nos tiene.
Si Dios pasa por nuestra vida es para que le descubramos, para que le encontremos sentido por medio de la entrega, por medio del amor mismo que nos ayuda y capacita para transformar nuestra indiferencia en ayuda, nuestra soledad en solidaridad y encuentro con los demás, nuestra tristeza en el gozo de la donación. Dios hace pascua en nosotros para que no nos encerremos en nosotros mismos, sino que vayamos transformándonos totalmente.
Con esta invitación, que nos hace la Palabra el día de hoy, somos invitados a permitirle a Dios que pasa en nuestras vidas, que cambie nuestras estructuras de individualidad e indiferencia en amor y donación, en entrega de la vida. Celebrar el Triduo pascual, es celebrar una fe, que permite a Dios tocar nuestra vida, permitiendo que él, nos transforme, y haga de nosotros una pascua, una transformación totalmente nueva.
Podemos ser como Pedro que no creemos esto, que no creemos en el amor al servicio de los demás como la respuesta a las grandes problemáticas de nuestro tiempo, creyendo que solo el poder, el dinero u otra realidad pasajera puede realmente salvar al hombre. O bien podemos ser como Jesús y permitirle que lave nuestros pies, que lave nuestra miseria, que lave nuestra indiferencia, nuestra falta de dialogo, de preocupación por el otro, nuestra soledad, dejando que pase, toque transforme y haga de nuestra vida una renovación profunda.
Que al iniciar este Triduo pascual dejemos que el Señor pase nos llene de su amor y donación y así renovemos plenamente nuestra vida, permitiendo que en los días subsiguientes contemplemos el misterio que nos alimenta y nos fortifica.

El nombre del blog


El nombre del blog lleva el título de hermenéutica dominical. Y quisiera explicar brevemente qué debemos entender por eso.
Al hablar de hermenéutica, hablamos de la aplicación en nuestros días del estudio de la Palabra de Dios. Al explicar la Palabra de Dios es necesario darle una interpretación y como consecuencia hacerla hablar en nuestros días.
La palabra hermenéutica viene del griego hermenéuein que quiere decir explicar o interpretar. Podemos decir que la hermenéutica es el arte de interpretar la Biblia, su objeto no es hacer hablar a la Escritura, sino comprender y aplicar resolviendo problemáticas, dando así lo que quiere comprender y expresar el texto en la actualidad.
Este blog intenta partir de esa realidad, ofreciendo una interpretación de los textos dominicales, partiendo de un pequeño estudio del texto para hacerlo hablar hoy en día.

9/5/09

Presentación

¡Binevenidos!!!
En este Blog se presentaran algunas refelxiones dominicales correspondientes a la liturgia de los domingos, e incluso en algunas ocasiones se podría presentar algún comentario a otras temáticas que la misma liturgia nos presenta entre semana. Esto surge con el fin de conocer como en cada domingo la liturgia nos ofrece un mensaje cargado de vida gracias a la Palabra de Dios.
Sin embargo, el ofrecer una homilía adecuada no siempre es posible, en primer lugar por el tiempo, también por la falta de práctica a la hora de profundizar un mensaje lacónico, súmese además, los problemas de interpretación, falta de formación bíblica, de sonido y de prejuicios de los oyentes, y un largo etcétera.
En este proyecto se intenta solucionar todo lo que se ha mencionado: quien lea estas homilías puede constatar la información, puede dar su comentario, ofrecer diversos puntos de vista (que incluso podemos colegir), tener más tiempo para leerla y sobretodo, asimilarla lentamente para que la Palabra vaya calando hondo. Esperando que este proyecto pueda generar vida y una profundización en el Misterio de Dios, ayundandonos a entender esta Palabra y a vivirla con mayor intesidad.
Como un primer paso colocaré las homilias correspondientes a los domingos anteriores del tiempo de pascua con el fin de conocer la tematica y camino espeiritual que nos ofrece este tiempo litúrgico, y posteriormente seguir sacando un breve comentario semanalmente. Sin más por el momento sólo me queda decirles que sean bienvenidos.