29/7/09

Santa Marta y el don de la amistad

Meditación con motivo de la memoria de Santa Marta
Textos:
Éxodo 34,29-35
San Juan 11,19-27
El día de hoy la liturgia nos presenta la figura de Santa Marta y esto nos invita a cada uno de nosotros a contemplar que esta mujer no sólo era discípula de Jesús, sino que se dio la oportunidad de ser su amiga. El mismo San Lucas nos presenta a Jesús estando con Marta y María. Hoy lo vemos en medio de una situación complicada, pues ha muerto su hermano Lázaro. Por tanto vemos a Jesús como alguien cercano a la familia, vemos a un Jesús que tiene amigos. Por tanto esta fiesta nos da pie para reflexionar de manera breve sobre la amistad.
Si pensamos un poco la amistad es algo maravilloso que nos lleva a contemplar que nuestra vida es genial gracias a ellos, por qué ¿Qué sería de nuestra vida sin ellos? Gracias a los amigos tenemos con quien compartir la vida, con jugar, con quien planear y platicar. La amistad es algo que dentro de la vida del hombre es necesario para que se desarrolle de manera más plena. La amistad por tanto como dice la Escritura es un tesoro valioso.
A los amigos se les escoge, a nadie se le impone una amistad, porque de lo contrario sería imposible vivir en amistad, serían sólo conocidos, serían simplemente compañeros, pero no amigos. Un amigo se escoge debido al contacto con él, de ir entendiéndose poco a poco, de ver sus gustos, su forma de ser, y entonces podemos ser amigos.
A los amigos los escogemos, de ahí que sepamos elegir bien, sabiendo diferenciar de los amigos que nos ayudan y de los que no nos ayudan. Esto lo digo porque estén malas amistades en la vida que lejos d ayudarnos nos alejan de los demás, nos invitan a alejarnos de los demás. Tampoco son buenas amistades si sólo nos utilizan para sacra algún provecho. Ni son buenas amistades quienes nos chantajean para sacra algo, o las que envenenan el alma con cometarios destructivos en contra de otros.
Un buen amigo es aquel que siempre está contigo en las buenas y las malas, dándose el tiempo para hacerlo todo contigo, no defrauda a nadie, es capaz de decirme sus errores, se divierte contigo, te confía y le confías tu vida, no es convenenciero. Si tienes un amigo valóralo, ayúdalo, se buen amigo.
Jesús ayudó a sus amigos , los amaba, estaba con ellos en las buenas y las malas y aconsejándolos. Y hoy se puede ver claramente como Jesús se hace presente con ellos en medio de la muerte con su hermano Lázaro, enseñando, animando y suscitando la vida de fe.
Pero también debemos reconocer que tenemos a otro amigo: Dios. Debemos reconocer que así como valoramos a nuestros amigos, debemos reconocer nuestra amistad con Dios.
El está siempre con nosotros, somos llamados a verle como amigo, hablar con confianza a Dios, sin miedos, ni prejuicios. Moisés, como nos dice la primera lectura, hablaba así con él con tal confianza que su rostro brillaba. Por tanto su identidad es de Dios, iluminaba, porque Dios estaba con él. Si Dios es nuestro amigo debemos de preguntarnos que tanto dejamos que nos transforme. Dejar que nuestro rostro, símbolo de nuestra identidad sea brilloso, lleno de Dios, la luz del perdón, del amor o de la verdad.

28/7/09

¿Providencia o manipulación?

Meditación del Lunes XVII
de tiempo Ordinario
Ciclo Ferial I (año impar)

Textos:
Éxodo 32,15-24.30-34
San Mateo 13,31-35

El día de ayer escuchábamos el pasaje de la multiplicación de los panes, viendo como Dios es providente, descubriendo que Dios no os abandona y a su tiempo no va dando todo lo que necesitamos. El día de hoy se nos invita a la reflexión y así descubrir que tanto estamos dispuestos a recibir esta acción providencial. En la primera lectura nos muestra la falta de fe de parte del pueblo apara con esta providencia, pues creen que Dios los ha abandonado, a pesar de que los ha liberado, les ha dado maná, les mostró su amor. Pero hoy dudan, no saben donde está Moisés y por tanto creen que ya no está con ellos. Esto les da miedo, dejan de creer en su providencia. Por ello deciden construir el Becerro de oro, y esto representa que quieren que Dios esté ahí, que ese Dios que los ha salvado actúe por medio de esa imagen. Ante su ausencia quieren retenerlo y hacer de él lo que quieran.
Muchas veces creemos que el becerro de oro indica que el pueblo de Israel se hizo otro Dios, otro Ídolo en quien creer, pero no es así, lo que el texto está tratando de decirnos es precisamente que ese Becerro es Yahveh, pero que ahí lo quieren retener, ahí lo representan, y ahora ya no se les esconderá, ya no podrá irse, y por tanto ahora es suyo y lo podrán manipular a su antojo. Eso implica que dudan de su providencia, creen que no actuará a su tiempo y así al tener una imagen de él lo manipularán para que actúe siempre que ellos decidan.
Sin embargo, Dios es de manipulaciones, aunque muchas veces lo hacemos porque queremos tener imágenes, cadenas, para la buena suerte, para que no falte nada, para que me proteja a fuerzas. Desconfiando que Dios actúa, y es providente. Dios actúa cuando menos lo esperamos, como lo muestra el Evangelio: El reino es como una semilla de mostaza es pequeña, imperceptible, pero con el tiempo crecerá lentamente. Por tanto, la acción de Dios es lenta, imperceptible, gradual, pero capaz de ir transformando toda a su debido tiempo.
Deberíamos de preguntarnos que tanto vamos confiando en su providencia o bien que tanto somos desconfiados y queremos retenerlo por otros medios, o que tan faltos de fe que creemos que hemos sido olvidados. Lo importante es que al analizarnos nos demos la oportunidad de creer, que aumente la fe y vaya creciendo lentamente para acoger a los demás.

26/7/09

Eucaristía: Capacidad de vencer el egoísmo

Meditación para el XVII Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
2 Libro de Reyes 4,42-44
Salmo 144
Carta a los efesios 4,1-6
San Juan 6,1-15
Nuestra sociedad vive encerrada en medio del egoísmo, porque todo lo que hace, tiene, compra o busca en el fondo lo hace para sí mismo, porque le llena, le sacia le da todo lo que requiere para alcanzar la felicidad. Pero a la hora de compartir de ayudar al hermano descubrimos que vivimos cerrados en nosotros, descubrimos que no somos capaces de ayudar a los demás, sino que simplemente vivimos preocupados por lo que a nosotros nos sucede, pero rara vez nos preocupamos y tratamos de ayudar a los demás. Muchas veces vamos encerrándonos en nosotros mismos, siendo incapaces de abrirnos a las necesidades del que me rodea.
Ante esto nuestra fe debe de tener una respuesta, y es que el hombre no puede vivir encerrado en su egoísmo y sobre esto nos habla la liturgia del día de hoy. El texto del evangelio nos presenta la multiplicación de los panes. Nos lo presenta en un contexto de pascua, marcando con ello la verdadera y definitiva liberación que Jesús nos dará. Pero ¿Cómo se podrá lograr esta auténtica vida de libertad? Pues esto sólo se puede hacer cunado no nos creemos autosuficientes, cunado descubrimos que no dependemos sólo de nuestros esfuerzos y descubrimos que Dios quiere salvarnos, que Dios puede obrar en nosotros, renunciando a todo tipo de situación económica o de poder, pues eso es sólo humano y nos lleva al error como marca el Papa Benedicto en su reciente encíclica: «Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social» (Caritas in Veritate 38). Y para lograr que los discípulos logren entender esto Jesús le pregunta a Felipe: «¿De dónde compraremos pan para que coman estos?» a lo cual responde: «Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomara un poco.» con esta pregunta versus trata de aclarar precisamente cuál es el sentido de la verdadera liberación, que no proviene del esfuerzo humano, que no proviene simplemente de lo meramente material, pues el mismo Felipe lo reconoce que ni doscientos denarios alcanzaría. Para que el hombre se llene de felicidad y de libertad no depende de lo meramente material, de sus esfuerzos se requiere de lo divino, de su gracia.
Por tanto la manera de vencer el egoísmo no parte de nuestras propias capacidades, no parte de lo meramente material, sino que parte de la experiencia de Dios, parte de lo divino, de su providencia, de sus capacidades. De ahí que si tenemos fe, no podemos creer que sean nuestras fuerzas, lo material, nuestras herramientas las que acaban por dar a los demás lo necesario, lo que ayuda a vencer el egoísmo. Si queremos vencer esto, no podemos partir nada más de lo meramente material, sino abrirnos a la acción de Dios y con ello iniciar una transformación de nuestra vida.
Y por ello es necesario descubrir lo que puede ayudar que a los ojos de los demás no es lo meramente material, sino la acción de Dios y que justamente lo tiene la comunidad cristiana, de ahí que aparezca un muchacho con cinco panes y dos pescados. Este muchacho, que en griego remite a un pequeño, marcando así que la comunidad cristiana es pequeña, es frágil, pero que desde la visión de la fe tiene todo lo que el hombre necesita para salir adelante. Y lo único que puede ofrecer es cinco panes y dos pescados. En otras palabras lo que la comunidad tiene para vivir. Los peces dentro del simbolismo del Nuevo Testamento y de la primitiva fe cristiana son un símbolo de Cristo. Por tanto lo que la comunidad Cristiana tiene para dar al hombre en busca de libertad es precisamente a Cristo que salva y transforma al hombre. Eso es lo que se necesita en nuestras vidas, a cristo que sana y convierte. Tal vez no ofrezca infraestructuras, economías, tecnologías, pero si que ofrece la salvación, el sentido a su caminar en la vida, la libertad y el gozo necesario para alcanzar plenitud en su camino. En segundo lugar ofrece el pan, lo cual es símbolo de la Eucaristía, de la comunidad, del ánimo, del sentirse inserto en medio de los demás, sabiéndose necesitado del otro y sintiéndose importante dentro de los demás porque nadie pasa desapercibido ahí. Por tanto, lo que ofrece la comunidad de fe es precisamente la capacidad de hacer comunidad, de vivir en fraternidad y la experiencia de salvación que nos da Cristo, eso es lo único que se ofrece. Será una comunidad pequeña, frágil, insignificante, a los ojos de la sociedad; pero capaz de hacer grandes cosas, de dar sentido a su vida, a su actuar, dando plenitud a su actuar, dando libertad y verdadera felicidad.
Cinco panes y dos pescados, vida en comunidad y vida en Cristo es lo único que da sentido al hombre. Pero curiosamente lo que da sentido no es simplemente lo que entrega la comunidad, sino la capacidad de dar, de donarse, de entregar. Si hay un milagro se debe precisamente a la capacidad de donación, de no guardarse nada, de no retener nada, sino de ofrecerlo. Si bien la comunidad tiene dos elementos esenciales para la transformación de la humanidad, también es cierto que de nada serviría si no los ponen en común, si no se entregan a los demás. De ahí que la salida para la plenitud del hombre es el compartir, el dar nuestra vida de fe para los demás, la capacidad de entregar a favor de los otros. Si la comunidad cristiana se quedará con su fe, sin ser capaz de darla y compartirla sería una comunidad estéril. Por tanto lo que este pasaje nos enseña es precisamente a tener la capacidad de compartir a favor de los demás, al ser compartidos y no ser egoístas.
Si la fe debe de compartirse con mayor razón debe compartirse todo, nuestra vida y nuestras virtudes a favor de los demás. Y el día de hoy deberíamos preguntarnos que tanto comparto primeramente, mi vida de fe. ¿La doy a conocer a los demás? Mi vida de fe la comparto con gozo, con alegría a favor de los demás permitiendo que Dios ilumine la vida de todos.
Pero también es importante considerar que debo compartir para que mi vida con los demás vaya mejorando. Qué debo de compartir para que mi vida en familia sea mejor, para que mi trabajo sea diferente, para que mi fe crezca, para que sea mejor persona. Tal vez deba tener mejor disposición para escuchar a mi pareja, a mis hijos, a mis amigos. O en mi trabajo ser más honesto, llegar temprano, ayudar a los demás, dar mejor servicio al que llega. O en mi fe ir más a misa, o hacer más oración, o tener más momentos de silencio.
Si doy lo mejor de mi para que mi vida y mi entorno vaya cambiando entonces lograremos vivir en la unidad como lo dice la segunda lectura: «Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos.» Con esto san Pablo nos invita a reconocer la importancia de estar juntos, de ser comunidad de vivir unidos, siendo un solo cuerpo, una comunidad venciendo las envidias y las divisiones, dando así mi paciencia para vencer las divisiones y las enemistades. Tener un solo Espíritu, una sola fuerza que nos lleva a encontrarnos con los demás, una fuerza de amor, no movidos por intereses personales, sino por una sola fuerza e interés que es el de Dios. Teniendo como base una esperanza, una sola meta en la vida que es tener la vida en Cristo. Que en el fondo nos hace tener el reflejo de un solo Dios en nuestra vida. Porque la unidad es el reflejo de Dios.
Esta unidad se hace visible cada vez que participamos de la Eucaristía. Porque vivir la Eucaristía implica alimentarnos de Jesús que nos hace vencer totalmente nuestro egoísmo, porque este sacramento nos debe ayudar precisamente a vivir unidos, a vivir en comunidad, ayudándonos mutuamente y dando lo mejor de nosotros, fortalecidos por Jesucristo para vencer toda división. El que se acerca a comulgar debería de vencer sus rencores, su egoísmo y darse cada día más a las personas con los que convivimos para ayudarlos totalmente, de ir creando puentes, de ayudar a los demás aunque sea con nuestra presencia, con nuestra paciencia, con nuestra oración. Comulgar es vencer nuestras barreras y abrirnos para ser cada día mejor persona siendo generoso, compartiendo lo que soy, lo que tengo, mi vida de fe para iniciar un cambio y una transformación que me lleva a vivir en unidad de unos con otros.
Que este domingo en el cual vamos a comulgar nos ayude a cada uno de nosotros a vencer el egoísmo y al salir de la eucaristía digamos “que egoísmo y cerrazón debo vencer para ser mejor y ser más comunitario con los demás”.

Del domingo XVII al XXI

Estamos en medio del ciclo B del tiempo ordinario, un ciclo marcado por el evangelio de san Marcos, sin embargo dentro del caminar litúrgico la Iglesia hace una interrupción de la lectura de san Marcos para hacer la lectura del capítulo 6 del evangelio de san Juan. En este capítulo aparece el llamado discurso del pan de vida, un discurso extraordinario que nos presenta el significado de la eucarística.
Por esa razón creo que es conveniente que al meditar estos pasajes durante este domingo y los próximos cuatro domingos tengamos como punto de reflexión a la eucaristía y descubrir qué es lo que significa la Eucaristía en nuestra vida. Por tanto las meditaciones nos ayudarán a obtener dos objetivos: descubrir lo que la Palabra de Dios nos dice en nuestras vidas, así como, el valor del sacramento Eucarístico.

18/7/09

«El Señor es mi pastor...»

Meditación para el XVI Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Jeremías 23,1-6
Salmo 22
Carta a los Efesios 2,13-18
San Marcos 6,30-34

Uno de los problemas más grandes que podemos vivir es no sentir la experiencia de Dios, sentir que Dios no está con nosotros. Debido a nuestros problemas, crisis, enemistades, odios. Lo cual nos hace sentir que Dios no nos acompaña, que Dios no se preocupa por nosotros. Sin embargo, nuestra vida de fe nos llama para levantarnos y no darnos por vencidos a fin de descubrir que no estamos solos y que Dios no nos abandona. Sobre esto nos habla la liturgia del día de hoy.
Comencemos por decir que el pasaje del evangelio se nos presenta a Jesús que trata de descansar. Eso nos lleva a reconocer la importancia del descanso, que no es simplemente no hacer nada, sino que debemos de aprovechar ese tiempo para tranquilizarnos, convivir y encontrarnos con Dios. Sobre esta idea nos dice el Papa Benedicto XVI: «En el mundo en que vivimos, es casi una necesidad fortalecer el cuerpo y el espíritu, especialmente para quien vive en la ciudad, donde las condiciones de vida, a menudo frenéticas, dejan poco espacio al silencio, a la reflexión y al contacto relajante con la naturaleza. Además, en las vacaciones se puede dedicar más tiempo a la oración, a la lectura y a la meditación sobre el sentido profundo de la vida, en el ambiente sereno de la propia familia y de los seres queridos. El tiempo de vacaciones ofrece oportunidades únicas para contemplar el sugestivo espectáculo de la naturaleza, "libro" maravilloso al alcance de todos, grandes y chicos.» (Ángelus. Domingo 17 de julio de 2005.)
Por un lado, nos ofrece una faceta única en la vida de Jesús, nos muestra a ese Jesús cansado, que quiere compartir un momento con los suyos, porque finalmente el descanso sirve para encontrarnos con los demás, pero al mismo tiempo nos presenta a un Jesús pastor que a pesar de su cansancio, de su deseo de convivir con los suyos, se da un tiempo para encontrase con los demás, pues al llegar al otro lado de la orilla: «Vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.» Esto nos lleva a una segunda consideración en este pasaje y es la importancia de ser pastor, Jesús Pastor que guía y se preocupa por los demás.
Esto nos lleva a considerar como Jesús no desatiende a los suyos y por tanto está dispuesto a ayudarnos, como se da la oportunidad de atender a los demás. De este modo podemos descubrir a Jesús como el pastor, que guía y acompaña al hombre, sin dejarlo nunca. La idea del pastoreo es sin duda algo que en el fondo todos tenemos pues todos somos pastores, por ejemplo en un trabajo el jefe pastorea a los empelados, de ahí que deba tratar a los demás con respeto, sin humillarlos. Los padres de familia son los pastores de sus hijos, de ahí que debe dedicarles un tiempo a ellos, darles consejos y enseñanzas para que conduzcan su vida en el amor y respeto a los demás.
En el caso de Jesús lo descubrimos como el pastor que está atento a las necesidades de sus hermanos, a pesar de estar cansado se da la oportunidad de atender a los demás. Esto nos invita a reflexionar que el buen pastoreo consiste en darse tiempo con los demás. Así, los papás que muchas veces llegan cansados, deberían darle un tiempo a sus hijos, por lo menos para escucharlos, abrazarlos, animarlos, e incluso hacer un pequeño juego de 10 minutos. Sólo así se puede lograr un buen pastoreo.
Con esto se nos invita a reconocer nuestro papel de buenos pastores para con los demás, sin embargo la liturgia parece llevarnos también hacia otra dirección, parece querer ayudarnos a reconocer el pastoreo de Dios en nuestras vidas, reconocer a un Dios que es buen pastor y que nunca nos deja, sino que está al pendiente de nosotros, que a pesar de nuestras dificultades, siempre está atento a lo que requerimos. Así, Jesús se muestra solicito a pesar de lo que desea en ese momentos, pero es sobre todo el texto del Salmo del día de hoy que nos ayuda a entender la importancia del pastoreo de Dios en nuestra vida. Analicemos algunos elementos de este extraordinario Salmo para acercarnos a al Señor, que nos quiere pastorear.
«El Señor es mi pastor, nada me faltará.» Con esta extraordinaria frase inicia el Salmo, marcando precisamente que Dios es aquel que nunca nos deja, Dios es aquel que nunca nos desampara. Sino que somos sus ovejas y nada nos falta, lo que sucede es que a veces nosotros deseamos otras cosas, deseamos otras realidades. Vamos por la vida buscando y anhelando cosas que a veces ni siquiera necesitamos. Sólo porque están de moda, porque son llamativas, porque las tienen todos creemos que son fundamentales en nuestras vidas, sin embargo el Señor nos va dando todo lo que requerimos, si analizáramos sólo un momento descubriríamos que a veces vamos por la vida anhelando cosas pasajeras, cosas sin sentido, que en realidad no requerimos en este preciso instante.
Aunque a veces es cierto que requerimos cosas fundamentales, pero que nosotros con nuestro egoísmo, con nuestra envidia les hemos cerrado el paso, no hemos permitido que fructifiquen, y por ello es importante reiniciar un nuevo camino que permita en nuestras vidas obtener los goces espirituales que si se requieren, pero que nosotros tontamente hemos alejado. Si nosotros cambiásemos un poco ciertamente que obtendríamos eso que buscamos.
Inmediatamente después que nos manifiesta su bondad y su providencia viene de inmediato la imagen del reposo: «En verdes praderas me hace reposar.» Tener a Dios como pastor implica reconocer el reposo, es decir reconocer el impulso que hace experimentar el amor, el dejar que Dios venga a nuestra vida y nos transforme nos repose, nos reanime. Dios viene a nuestras vidas para animarnos, para fortalecernos, Dios quiere que cada uno de nosotros nos dejemos guiar por él, experimentando su amor en nuestras vidas. Dios viene inmediatamente para experimentar el grande amor que tiene por nosotros. Tener a Dios como pastor implica reconocer que somos amados y que nunca nos deja. El problema es cuando no reposamos y creemos que Dios nos abandona, nos deja. De tal manera que hoy somos exhortados a reconocer que Dios es pastor, que nos ama y nunca nos deja por nada. Reposar no es otra cosa que experimentar su amor en nuestra vida.
Si Dios nos ama y nunca nos deja, descubriendo que nos ama y permanece con nosotros, entonces somos invitados a ponernos en marcha, somos invitados a ponernos en camino para alcanzar la misericordia y paz que sólo viene de Dios: «Me conduce hacia aguas de paz.» Dios viene a traer la bendición para aquellos que se dejan guiar por él. Caminar junto con Dios me lleva a encontrarme con Dios, caminar con el Señor me lleva a encontrarme con la paz. Eso implica que el hombre esté lleno se su gracia, de su armonía, capaz de transformar toda su vida, reconociendo que no va solo en medio de la vida, sino que, va lleno de la experiencia de Dios. Si Dios es nuestro pastor implica que no podemos vivir en división, en destrucción, sino que debemos de vivir en armonía en amor, en paz, pero para llegar a este punto es necesario ponerse en marcha, es necesario que el hombre no se encierre en si mismo, sino que descubra que Dios está con ellos. Y después caminar, ponerse en marcha para transformar su vida y la de aquellos que nos rodean, luchando para que la paz sea definitiva, luchar para que la paz, la reconciliación, el perdón vaya haciéndose realidad en nuestra historia.
Si dejamos que Dios nos conduzca, que él nos vaya guiando entonces nos transformará, como lo marca el salmo: «Para reparar mis fuerzas.» La palabra fuerza quiere decir en hebreo 'vida', mostrando que sólo Dios nos da la vida. Eso quiere decir que Dios nos da sentido a nuestra vida, da razón de ser a nuestros pensamientos, a nuestros proyectos y sendas por la vida. Si Dios es nuestro pastor es precisamente por que nos da la vida, nos da sentido a nuestro actuar, nuestro caminar. Y porque repara nuestra vida, repara nuestra manera de ir viviendo vamos dando caminos nuevos, pues nos «cañadas seguras», es decir nos lleva al camino certero que conviene a todo hombre.
Pero el mismo texto da un paso más y nos anuncia algo más profundo y completamente humano: «Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tu vienes conmigo.» Al hablar de las cañadas oscuras, nos remite aquí al valle de la muerte, a la experiencia más infernal que el hombre puede vivir. Con esta expresión nos dice el texto acerca de de las peores experiencias humanas. Por tanto, el salmista nos hace caer en la cuenta de una realidad fundamental, nos hace caer en la cuenta que el hombre vive momentos infernales, la enfermedad, la muerte, la destrucción de los sueños, la traición, los robos, la perdida del amor, el peor de todos nuestros temores; son situaciones infernales, en donde nos sentimos desamparados, solos, vacíos.
Sin embargo, ante ese miedo surge la confianza porque Dios está con nosotros, Dios nos deja, ni desampara. Ahí está Dios nunca nos deja solos implica la experiencia más profunda de fe. Esto quiere decir que Dios no nos deja, sino que está de nuestra parte. Y sabemos que está de nuestro lado porque no nos deja con él no nos falta nada, nos da todo lo que requerimos, para nuestra salvación. Dios no nos deja en ningún momento. Reflexionar en el buen pastor, es reflexionar en que Dios no nos deja ni abandona, nos da el reposo que necesitamos, nos da la paz que nos requerimos en nuestra vida y por tanto, aunque no estamos exentos de los momentos más complejos y difíciles, lo cierto es que Dios no nos deja en ningún momento, nos ayuda a salir adelante y eso quiere decir que podemos seguir aun en los momentos difíciles caminado llenos de fe. Eso quiere decir que los problemas siempre acontecerán pero no por ello estamos solos lo importante es confiar en él
Esta confianza se puede vislumbrar de manera especial con la siguiente frase: «Tu vara y tu cayado me dan seguridad.» Con esto quiere decir que aún en medio de las dificultades Dios pone medios para encontrarnos con él. En primer lugar habla de la vara, la vara representa el instrumento con el cual el pastor va golpeado aquellas ovejas que dejan el camino con el fin de que no se desvíen. A veces en la vida vamos desviándonos, vamos teniendo otros intereses que no nos llevan a la plenitud, por eso es importante que Dios a veces Dios nos de con la vara, para recomponer el camino, de tal manera que a veces alguna situación compleja y difícil en la vida a veces es el momento par detenernos y volver a orientar el camino que muchas veces por nuestro egoísmo o vanidad lo desviamos y olvidamos lo mejor que tenemos en nuestra vida, y que lo hemos descuidado por intereses vanos. El cayado por su parte, representa el bastón del que hablábamos el domingo pasado en donde marcábamos que era el instrumento para golpear en las rocas y guiar a las ovejas con el sonido de ese golpetear. Con esto descubrimos que aún en los momentos difíciles no debemos sentirnos abandonados por Dios pues nos guía, nos da caminos para orientarse en la vida.
Yo creo que este Salmo nos introduce en la esencia del Dios pastor que guía y se hace compañero, con el fin de vivir en medio de su amor. Esto quiere decir que a pesar de las dificultades en la vida no perdamos la fe, tengamos la certeza que Dios nos ama, que él está con nosotros, que no nos deja y va re-orientando nuestras vidas para alcanzar un nuevo horizonte en nuestro ser, pero sobre todo abriendo nuestros oídos y descubrir su voz que indica que nunca nos abandona, nunca nos deja y va orientándonos aún en medio de la noche más infernal. Que la meditación de este Salmo nos ayude a cada uno de nosotros a orientar nuestras vidas y a crecentar nuestra fe y experiencia de amos de Dios en nosotros.

9/7/09

Lleven un bastón, sandalias y una túnica

Meditación para el XV Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Amós 7,12-15
Salmo 84
Carta a los Efesios 1,3-14
Marcos 6,7-13

Cada uno de nosotros, que hemos sido bautizados hemos recibido una misión de anunciar el evangelio, sin embargo, muchas veces esto lo vemos distante, un tanto lejano, un tanto complicado. Sin embargo, para anunciar el evangelio es sencillo cuando descubrimos que debemos anunciarlo implica darlo a conocer con nuestras palabras a nuestros seres queridos, por ejemplo cuando una mamá le enseña a su hijo a rezar, o un papá le dice en donde encontrar a Dios, o bien cuando hablamos de lo importante que Dios e ha vuelto en nuestra vida. Pero sobre todo cuando demostramos que Dios está con nosotros con nuestra vida, venciendo el egoísmo con generosidad, las malas palabras con palabras fraternas, las discordias con una palabra de amor, etc. En una palabra se anuncia el evangelio cuando transformamos nuestra vida y compartimos ese cambio con los demás.
Pero a veces podríamos preguntarnos ¿Cómo llevar a cabo esa transformación y dar fielmente ese anuncio? El texto del evangelio de hoy nos presenta los medios fundamentales:
En primer lugar nos dice el texto que van de dos en dos, marcando la importancia de la vida en comunidad. Para anunciar el evangelio se requiere de los demás, no es una tarea meramente individual, sino que es una tarea de varios, que una vez que compartan su fe, son capaces de permitir que esta experiencia de fe sea más sólida y llena de compromiso y veracidad. Así, cuando en la familia se trata de dar a conocer la fe a cada uno de sus miembros sería mejor si como pareja lo diesen a conocer y no sólo uno. O bien cuando hablamos en un grupo parroquial sobre Dios lo cierto es que se vive su riqueza en plenitud, porque todos son capaces de dar algo nuevo y propio de ellos, desde su vida en Dios. E incluso cuando alguien da a conocer su fe, es mejor cuando se sabe perteneciente de una comunidad, porque ella le apoya, le anima y le instruye.
En segundo lugar «les mandó que no llevasen nada para el camino, ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto.» Marcando que no es necesario lo material para hablar de Dios sino únicamente lo interno, lo que uno va viviendo, lo que uno deja que Dios le toque y le transforme. De Dios sólo hablamos cuando permitimos que él entre y nos renueve.
Sin embargo, pide tres cosas que son base para dar completamente el mensaje evangélico «lleven únicamente un bastón, sandalias y no vistan dos túnicas.» Al pedir Jesús esto indica precisamente que son necesarias, y ahí está la clave para comprender que es lo que se necesita para anunciar el evangelio totalmente. Analicemos brevemente estos objetos que contienen un simbolismo profundo:
El bastón. El bastón dentro del simbolismo bíblico representa diversas cosas. Por un lado, representa la fuerza de Dios, en el libro del Éxodo se puede ver que Moisés tiene un bastón en donde Dios nos presenta su fuerza, para demostrare que no hay peligro alguno que temer pues Dios siempre ayuda.
De este modo el bastón implica reconocer que en la misión es Dios quien nos ayuda, es Dios quien nos fortalece. Deberíamos de preguntarnos el día de hoy, qué tanto confiamos en la fuerza y poder de Dio. Para anunciar el evangelio no bastan simplemente nuestros dones, nuestras facultades, sino ver precisamente la fuerza de Dios en nosotros. Confiar en él, saber que pronto actuará.
También el bastón representa la voz de Dios que nos guía. Los pastores en aquellos tiempos golpeaban con el bastón para ir guiando a las ovejas y ellas escuchaban. Llevar el bastón implica llevar la capacidad de irse dejando guiar por Dios, descubriéndolo en nuestra vida.
Las sandalias. Esto representa la capacidad de ponerse en camino, de no quedarse estático. La vida de fe no es un mero conformismo. Cuántos en su vida de fe dejan de comprometerse, porque creen que sólo con ir a misa basta, o sólo hacer una novena, o cumplir con el requisito de un sacramento. ¡No! La vida de fe es un camino es una puesta en marcha, es siempre dejarse sorprender por algo nuevo. No podemos decir que todo ha acabado, siempre hay cosas nuevas que aprender, cosas que hacer, cosas que enseñar, pero sobre todo es un momento para descubrirse siempre animado por Dios.
De este modo, la vida de fe, el ser misionero implica nunca cansarse de anunciar el evangelio, nunca decir que ya se ha dicho todo. Es la capacidad de reconocer que Dios está con nosotros y nunca dejar de caminar. Siempre dar a conocer a Dios y anunciar que nunca nos deja solos, anunciando siempre lo nuevo que hace en mí.
No llevar dos túnicas. La túnica dentro del pensamiento bíblico representa la personalidad. Por tanto pedir que no se lleve dos túnicas es la invitación a reconocer que para anunciar el evangelio no se puede tener dos caras, no puede existir un doblez de vida. Al contrario es la invitación a ser transparente, a ser sencillo y vivir de igual modo en todo momento tratando de mostrar que si Dios nos ha transformado, entonces es lo mismo que tenemos que reflejar. Es imposible el anuncio del evangelio si nosotros ponemos diferentes caras, si coloco una en el templo, so pongo otra con los amigos, si la cambio con mi familia, vamos mostrando diferentes rostros, diferentes personalidades y ello implicaría que no demostramos como nos ha renovado Cristo y podríamos pasar por hipócritas, pero no como testigos de la fe.
Vivir nuestra fe y anunciarla implica dejarnos guiar por Dios,, confiando en su fuerza, estando siempre dispuestos al cambio y dejando que el Señor nos transforme para ser de una sola pieza. Esta es nuestra misión como bautizados y por ello debemos cumplirla teniendo en cuenta esto que Jesús nos pide.

7/7/09

Somos débiles

Meditación para el XIV Domingo Ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Ezequiel 2,2-5
2 Corintios 12,7-10
Marcos 6,1-6

Una de las situaciones de las que generalmente no nos gusta hablar en nuestra vida es de nuestra debilidad, de nuestras fallas. Porque es difícil reconocer ante los demás nuestra pequeñez, nuestro límite y más aún nuestro fracaso. Aunque no nos guste hablar de ello, sin embargo es una realidad que surge en nosotros, porque a veces se truncan nuestras metas, cuando nuestros planes no salen como pensábamos, cuando descubrimos que nos equivocamos, o bien nos damos cuenta que no podemos hacerlo todo. Estos fracasos a veces se dan por el medio en donde vivimos, se da porque tenemos límites, o por las circunstancias sociales. Aún así nos refleja nuestra debilidad. Sobre esta situación nos habla el día de hoy la liturgia.
En primer lugar la primera lectura nos presenta el caso de Ezequiel que es enviado por Dios «He aquí que te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón.» Con esto Dios le muestra a Ezequiel que no será fácil su misión, y no será sencilla, no porque él sea malo o porque Dios no esté con él, sino que será malo porque El pueblo es duro de rostro, es decir, su identidad como pueblo es difícil, cerrada, incapaz de descubrir que es lo que Dios les quiere decir.
Muchas veces nuestros planes y misiones se ven complicados precisamente porque la gente a nuestro alrededor no escucha, no quiere entender. Ahí se ve nuestra fragilidad, cuando tenemos un auditorio duro y difícil. Sin embargo, no por ello hay que claudicar, sino seguir adelante, no desalentarnos, sino seguir. Así, sucede con el profeta, no porque sea difícil el pueblo dios le dijo: “no vayas” “ni le intentes, no vale la pena”, al contrario, le advierte que es difícil, pero no imposible.
Esta misma idea aparece en el texto del evangelio, cuando Jesús llega a su pueblo natal Nazaret, lugar donde nació, donde vivió; sin embargo no es recibido con un gran galardón sino con discordia e incredulidad, mostrando que a veces los duros de corazón son los más cercanos y los más allegados: «¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María?… ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas
Con esta serie de preguntas lo que hacen es poner en tela de juicio su ministerio en varios niveles:
La primera interrogante brota cuestionando su origen: «¿De dónde tiene éste estas cosas?» No entienden de donde pudo sacar esas, ellos no saben de dónde sale todo lo que Jesús dice y por esa razón no pueden controlarlo, de ahí que brote su incredulidad.
En segundo lugar dudan de su conocimiento: «¿Y qué sabiduría es esta que le es dada?» Reconocen que hay grandes conocimientos, incluso un carpintero ciertamente no es un inculto, sin embargo lo que aquí hacen los compatriotas de Jesús es dejarlo en mal, pues al no entenderlo totalmente y no saber de dónde saca sus conocimientos es mejor ponerlo en tela de juicio, para no comprometerse.
En tercer lugar sus lazos familiares: «¿No es éste el carpintero, hijo de María, y sus hermanos?… ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?» Ellos conocen a su familia, y en lugar de darle crédito lo minusvaloran a él y su familia. Sobre todo al nombrar a su Madre indican que lo que Jesús hace no está bien, de ahí que ni su padre sea nombrado con el fin de reconocer que está mal, y nombran a su madre para denigrarlo. Hablan de sus hermanos marcando que en realidad no tiene nada que ver con ellos, sin llegar a captar que Jesús ha venido formar una nueva familia.
Muchas veces pudiéramos también ser incrédulos y no permitir que la otra persona se exprese tal cual es, o bien que inicie un cambio. Y por ello impedir que el otro cambie su miseria. Pero regresando a lo que reflexionábamos, a veces la gente de nuestro alrededor no cree en nosotros, no confía y eso nos deprime y hace que fracasemos, que disminuyamos en nuestra vida. Pero debemos de reconocer de lo que nosotros somos capaces sin importarte lo que el otro diga, aunque a veces ciertamente es tan lacerante que no permite nuestra realización. Si embargo debemos creer en nosotros y en lo que podemos e iniciar una trasformación total de nuestro ser. Y reconocer que a veces no seremos aceptados ni «en nuestra patria, ni con nuestros parientes, ni en nuestra casa» (= los cercanos a nosotros), parafraseando a Jesús.
Pero así como a veces, sale a flote nuestra debilidad por los demás, también sale a flote por nosotros mismos, porque también tenemos miserias y fragilidades en nuestro ser, y sobre esto nos habla la segunda lectura: «Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.» San pablo habla de un aguijón, al cual se le ha dado diversas interpretaciones: Se refería a las tentaciones, las persecuciones, a alguna enfermedad; sin embargo aquí lo que importa es descubrir que está atormentado por algo que le debilita, por sus fragilidades, sus límites y pequeñeces. Pablo es consciente de su fragilidad, de su indigencia.
Esta confesión de Pablo debe ayudarnos a todos a descubrirnos que al igual que él somos débiles, limitados, en otras palabras somos necesitados. Pero, aún en medio de esa fragilidad reconoce que no está solo, que no está arrojado al sin sentido, al vacío. No se descubre encarcelado en su fragilidad, sino que hace una relectura de su vida, una relectura llena de fe: «Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad […] Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte
San Pablo descubre que en medio de su debilidad lo único que le basta es la gracia de Dios. Sólo Dios puede ayudarnos para seguir adelante. Tenemos tropiezos, errores y fragilidad, sin embargo, si Dios está de nuestro lado todo lo podremos lograr, todo será alcanzado porque la gracia de Dios, la fuerza auténtica que hace que todo se renueve puede transformar nuestra vida totalmente. Y entonces no deberemos de temer a nuestras debilidades, porque son parte de nuestra vida, no podemos escapar de ellas; y a pesar de esto nos ayuda a reconocer que somos seres necesitados, que requerimos de los demás y sobre todo de Dios. Y si necesitamos de Dios nuestra debilidad, la podremos presumir porque sabemos que encima de todo está Dios quien nos fortalece, y ayuda para salir adelante en nuestra vida. Y ahí en donde nos descubrimos débiles vemos la fuerza, porque Dios hace que esa aparente fragilidad o sea superada o se convierta en sí misma en una fuerza renovadora capaz de transformar todo el mundo.
Seremos débiles a los ojos del mundo porque creemos y confiamos, seremos porque perdonamos y amamos, pero esa debilidad es fuerza; más aún seremos débiles, incapaces de muchas cosas, limitados, pero a pesar de todo desde nuestra pequeñez sacamos todo adelante, con ánimo, con gozo, con fuerza, porque es Dios que nos anima y renueva. Muchos dirán que no son inteligentes pero con su ánimo y gozo lograrán más que los grandes eruditos; otros dirán que no tienen grandes medios para sobresalir o hacer proyectos, pero con lo pequeño se pueden hacer grandes cosas; otros dirán que con su enfermedad no pueden salir adelante, pero con la ayuda de Dios se convertirá en móvil para anunciarlo y convertir la vida de los demás, lo importante es no decaer, no sentirse desanimado o triste, sino lleno de gozo y totalmente transformado con la gracia de Dios, que nos hace fuertes.
En conclusión, podemos decir que somos débiles en nuestra realidad, a veces porque nuestro entorno no es favorable para sacar algún plan, o bien porque la gente que nos rodea no muestra credibilidad en nosotros y nos descalifica o bien porque en nuestra vida tenemos fallas, limites y no lo podemos hacer todo lo importante es que a pesar de esto no nos rindamos, fiémonos de Dios y salgamos adelante y aún en nuestra fragilidad permitamos que sea él quien nos ayude a salir adelante porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.