29/11/09

«Levanten la cabeza, porque ya está cerca la hora de su liberación…»

Meditación con motivo del Primer domingo de Adviento

Textos:
Jeremías 33,14-16
1 Tesalonicences 3,12-13.4,1-2
San Lucas 21,25-28.34-36

Hoy iniciamos un nuevo año litúrgico con la celebración del adviento. Este tiempo litúrgico nos invita a meditar en la espera gozosa del Señor en nuestras vidas. Por un lado, nos invita a prepararnos para recibir a Jesús que viene a nuestras vidas en todo momento, es el momento adecuado pare recordarnos que todos caminamos en la historia acompañados por el Señor que viene. Por otro, es un momento para preparar la navidad, porque a veces estamos tan acostumbrados a celebrarla que precisamente el adviento nos invita a la reflexión y ver con una nueva óptica esta fiesta siempre nueva.
Y en medio de este caminar para reconocer a Jesús que viene a nuestras vidas y para ser capaces de prepárenos mejor al tiempo del adviento la liturgia del día de hoy nos presenta el tema de la esperanza, un tema vital dentro de la espiritualidad del adviento.
¿Pero qué es la esperanza? Para muchos la virtud de la esperanza es una visión un tanto pesimista o conformista de la historia, pues sólo se limitan a ver, la esperanza como una especie de virtud que nos paraliza, que nos hace decir “haber si cambia algo”, y con ello no se hace nada sólo esperar a que Dios cambie las cosas, a conformarnos con lo que tenemos, irla pasando y ya ni modo. Sin embargo, la esperanza no es esto, es una virtud que como su nombre lo indica, espera; pero no lo hace ni de manera pasiva, ni de modo conformista, al contrario, la esperanza es una virtud activa que confiando en el actuar de Dios en la historia, es capaz de ir renovando la historia dese ahora su vida y su entorno. El hombre de esperanza, vive seguro de que lo que hoy existe no es definitivo, que Dios transformará todo, pero al mismo tiempo esta virtud le va transformando y va renovando todo, haciendo posible y visible el actuar de Dios.
La segunda lectura del día de hoy precisamente pone las pautas de esa esperanza, que es totalmente activa en la vida del actuar cristiano, del hombre de fe: «Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás.» La esperanza debe llevarnos precisamente a permitir que Dios nos transforme profundamente. Y esa transformación se logra a través de la vivencia radical del amor. Ese es un distintivo de la esperanza, es decir, el crecimiento profundo en el amor. Un amor que nos lleva a hacer comunidad , un amor mutuo, que se comparta con los demás, y debe de compartirse porque la fuerza del amor es lo que renueva todo, es lo que hace al hombre distinto, y hace que los demás sean distintos, se sientan interpelados y descubran algo nuevo que puede renovarse en ellos. De este modo el amor se convierte en medio para animar a los demás y descubrir que todo se renueva, y por tanto hacer de la esperanza una fuerza que transforma todo y hace una experiencia de comunidad.
Y esta vivencia del amor desde luego que cansa sin embargo hace que nos acerquemos a Dios y Dios entra en nuestra vida, por ello nos dice san Pablo: «Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios.» Con esto san Pablo pone de manifiesto dos realidades fundamentales: La santidad y el ser irreprochables. Al decir santidad se refiere a la capacidad que el hombre tiene para vivir desde la dinámica de Dios. Santo es aquel que vive según los criterios del evangelio. La palabra Santo incluso quiere decir precisamente eso: “otro”, es decir, distinto, diferente a las categorías del mundo. Vivir en la esperanza dese la dinámica del amor implica precisamente vivir con un nuevo valor en medio de la historia. En segundo lugar dice que sean irreprochables, y aquí utiliza la palabra “sin tacha”, que remite a una experiencia de los sacrificios, pues un animal sólo podía ser sacrificado siempre y cuando estuviese “sin tacha”, es decir, sin marcas, sin defectos. Si algún animal tenía alguna herida, o estaba mal, era inmediatamente rechazado, pues a Dios se le debía dar lo mejor. Si san Pablo recomienda que seamos irreprochables, quiere decir que nos invita a no tener defectos, es una invitación a quitarnos aquellas situaciones que no nos hacen ser mejores personas, al contrario, nos dañan, nos lastiman y lastimamos a los demás.
La esperanza es constructora de una nueva humanidad y ello implica que dejándonos transformar por esta fuerza podemos iniciar dos cosas, por un lado empezar a vivir desde otras categorías, vivir desde Dios, pensar y hacer nuestros juicios como Dios, como él lo va haciendo, come él lo va marcando. Eso es lo importante. La esperanza no es por tanto sentarse a esperar es tener la capacidad de empezar a tener nuevos criterios, y por esa razón todo puede cambiar, todo puede ser diferente e iniciar una nueva historia. En segundo ligar hace que vayamos ciertos vicios, ciertas situaciones que no nos ayudan en nada, sino que nos van limitando e la vida, dejando y venciendo aquello que en realidad nos daña y daña a los demás. Esta es la razón por la cual la esperanza e formadora de una nueva realidad, porque ahora vivimos desde nuevos parámetros y con el intento de formar una nueva vida, que de antemano hemos iniciado.
A veces esto se nos puede frustrar por as situaciones que vamos viviendo, sin embargo el texto del evangelio nos invita precisamente a esta esperanza a no permitir que nuestra vida viva sumida en un conformismo o en un sin sentido de la vida: «Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.» Con esta frase Jesús deja en claro que las penurias, que lo momentos difíciles van a llegar, sin embargo no podemos sentirnos mal, no podemos defraudarnos, al contrario debemos de seguir adelante y alimentar nuestra esperanza, empezar a transformar nuestra vida. Levantar la cabeza es el símbolo de la libertad y de la esperanza, mientras que estar cabizbajo es el símbolo de la esclavitud, del pecado, de la pérdida del sentido de la vida, el ensimismamiento. Jesús exhorta por tanto al creyente a no claudicar en el proyecto del Reino y a levantar la cabeza teniendo la certeza de que todo cambia y que siempre es posible salir delante: «Levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación
Cuando llegue la tristeza, levanta la cabeza; Cuando llegue la traición, levanta la cabeza; cuando surjan dudas, levanta la cabeza; cuando t sientas solo, levanta la cabeza, cuando te sientas oprimido, levanta la cabeza, cuando te sientas angustiado, levanta la cabeza; cuando creas que estas a la deriva, levanta la cabeza; cuando creas que tu vida ha perdido sentido, levanta la cabeza; cuando estés desesperado levanta la cabeza, porque llega la liberación, porque Jesús no te deja solo, porque Jesús viene a transformar tu vida. Pero levanta la cabeza, levanta tu esperanza, y veras que Dios nunca te deja solo.
El adviento es esto, es permitir que en nuestra vida venga el Señor, y reconozcamos que nunca nos deja solos, porque el continuamente viene, lo importante es que lo reconozcamos, de lo contario entonces el adviento será un tiempo más, pero no habremos encontrado el verdadero sentido que es descubrir en el “hoy” la presencia del Señor que ya viene.

22/11/09

«¿Entonces tú eres rey?»

Meditación con motivo de la solemnidad de Jesucristo Rey del universo

Textos:
Daniel 7,13-14
Apocalipsis 1,5-8
San Juan 18,33-37

El día de hoy la Iglesia celebra la solemnidad de Cristo Rey, una fiesta que nos recuerda la soberanía de Cristo sobre todo y del sentido de la historia desde Jesucristo, pues él es el sentido de la historia, de la creación y de nuestros pasos a través de nuestro continúo caminar, reconociendo que no lo hacemos todo por nosotros mismos, sino que hay alguien superior que nos invita a transformarlo todo. De tal manera que esta solemnidad nos pone de frente a dos realidades, que están íntimamente relacionadas: Por un lado, a reconocer el papel que Jesús juega en nuestras vidas y reconocer si realmente él es Rey; y en segundo lugar a confortar nuestras vidas y nuestra historia desde los valores del evangelio con el fin de conocer nuestra escala de valores desde nuestra fe en el mundo actual, dando como consecuencia el descubrir el reinado de Jesucristo en nuestra vida.
El texto del evangelio de este día parece iluminar esta realidad. En primer lugar nos sitúa de frente a una realidad que Jesús vivió: Su pasión. Curiosamente para abordar el tema de la realeza de Jesús la liturgia nos coloca esta escena, demostrando que el reinado de Jesús no consiste en grandes palacios, lujosos ropajes, éxitos garantizados, fama indescriptible. El reinado de Jesús se comprende desde la dimisión de la cruz, del fracaso, de la pequeñez. Porque Jesús no vino a destruir, no vino a sobresalir, no vino a formar imperialismos, Jesús ha venido a instaurar un reino desde la dimensión del amor, la libertad, la verdad, el servicio, de tal manera que todo lo que se opone a ello no está en armonía con el evangelio, no con el verdadero reinado de Cristo.
En otras palabras los hombres muchas veces piensan que los criterios del evangelio no son del todo buenos o bien son absurdos, y que no tienen nada que decirnos a nosotros. Y justamente esa es la situación que se presenta en el evangelio, pues cuando Jesús comienza a hablar del reino, Pilato lo ve seguramente con una mirada un tanto despectiva e irónica y le dice: «¿Entonces tú eres rey?», una pregunta totalmente satírica porque al ver a ese guiñapo humano, que ha sido humillado, que lo han maltratado, que nadie sale en su defensa, que todos se burlan de él, que no tiene simpatizante alguno, y resulta que es Rey, eso sí que es un absurdo en la vida, por eso su pregunta: «¿Entonces tú eres rey?»
Esta es una pregunta que refleja en Pilato toda su incredulidad y burla posible, al ver lo absurdo ce un rey delante de él. Jesús no puede ser rey, es sólo un fracasado en la vida, con sueños y aires de grandeza, pero realmente no es nada. Y si nos ponemos a pensar un poco más esa pregunta de Pilato la hacemos siempre nosotros cuando vemos lo absurdo de los valores del evangelio en nuestra vida, en nuestro mundo tan podrido en tanta injusticia en las cuales también nosotros nos hacemos cómplices.
«¿Entonces tú eres rey?» le preguntamos al perdón, al verlo tan desgastado, al verlo tan absurdo en un mundo tan duro de corazón, donde lo que vale es la violencia, la guerra, la destrucción, el desquite. Pareciera que el perdón es un absurdo más en la vida, pereciera que el perdón no es posible en nuestra historia. «¿Entonces tú eres rey?» ¿Eres rey en medio de la violencia y de la venganza? Parce ridículo, lo dudamos, así como Pilato lo dudo al ver a Jesús totalmente desecho, manifestando que no podía ser Rey, del mismo modo notros decimos que el perdón no puede ser rey, y mejor vivimos en medio de la violencia, de la destrucción, desquitándonos; pero no creemos realmente en el proyecto de Jesús.
«¿Entonces tú eres rey?» es la pregunta que también le hacemos a la honestidad, puesto que vivimos en un país lleno de corrupciones, en donde el que no hace alguna “tranza” no puede seguir adelante. Preferimos robar, preferimos quitar y aprovecharnos de los demás, pero no nos quedamos con la honestidad, es un absurdo ser honesto cuando los políticos roban, cuando la sociedad busca aprovecharse de ciertas situaciones y robar, cuando todos estamos ávidos de sacar un provecho. Cuando no somos capaces de cobrara bien, o cuando no devolvemos un cambio, o cuando le robamos algo en un negocio. Desde luego que la honestidad no puede ser rey, sino más bien el robo y la corrupción, son los que reinan.
«¿Entonces tú eres rey?», le preguntamos a la verdad, cuando todos mienten para sacar un beneficio ya sea a costa de los pobres, o para favorecer a alguien que queremos, pero que finalmente, se mueve todo por engaño para salir adelante. La verdad no reina, más aún parece que la verdad no existe, porque la verdad es un sueño, lo que existe es la información a mi conveniencia, a mi favor, pero la verdad no reina. Es más poderosa mi Palabra llena de mentira, de chismes, de intriga; pero no somos capaces de anunciar la verdad, pues el mundo vive lleno de mentiras y nuestro corazón también. Si la verdad está tan desgastado claro que la verdad no es Rey, y menos en mi vida. Incluso podemos caer en el absurdo de decir que la verdad es relativa, porque cada uno tiene su verdad, así que cada quien crea lo que quiere, y por tanto todo es relativo, todo es verdad y todo es falso. La verdad no es capaza de Reinar.
«¿Entonces tú eres rey?», le preguntamos a la misericordia, porque en realidad quien se preocupa por la miseria y la necesidad de los demás. Nadie. La misericordia no existe, porque es mejor deshacernos de los que nos estorban, es mejor destruir a los que quieren acaparar cosas que nos interesan a nosotros. No importa si se lastima o se hiere al otro, mientras que yo tenga todo lo necesario para sobresalir. Lo importante es ser fuerte, y no preocuparse por los que está abajo, mientras no me favorezcan en algo.
«¿Entonces tú eres rey?», le preguntamos a la justicia. Cuando vivimos en un mundo tan corrupto y lleno de injusticias. La justicia no reina, es la más ciega de todas, y por tanto, lo que reina es el poder, es el privilegio, pero jamás la justicia. Es más fácil que yo no escuche a los demás, que no los ayude, que ,me preocupe y haga justicia. La justicia jamás reinará.
«¿Entonces tú eres rey?», le preguntamos al amor, cuando el mundo vive la indiferencia, el odio. El amor no reina. El amor es una palabra, un sentimiento, pero pasajero que pronto desaparece, que pronto se va y no dice nada, es una cursilería en medio del mundo, pero que al ver la realidad decimos que el amor no es posible, m{as a{un el amor se convierte en la desgracia más grande, que pronto se va y nos deja a medias, o en el peor de los casos nos deja vacíos y solos. El amor no reina, y nunca reinará porque es la utopía más grande que nunca alcanzará su meta. Pero curiosamente el amor ha triunfado en Cristo que desecho en una cruz ha demostrado que el amor es posible, el problema es que el cristiano no lo cree, no cree que ese sea su Rey, no cree que ese crucificado pueda cambiar su vida, pueda hacerlo ser más justo, más unido, más misericordioso, más sencillo, más humilde, más honesto.
Creo que hoy en lugar de estar cuestionando como Pilato: «¿Entonces tú eres rey?», seamos capaces de decir “Tu eres Rey”, y puedes cambiar mi vida, hacerme nuevo y capaza de vivir con otros parámetros que me ayudan a ser mejor persona, mejor ciudadano, y por tanto un pequeño motor que en mundo va haciendo un cambio radical. Podemos decir que esto es un absurdo, podemos dudar y quedarnos incrédulos con Pilato, o podemos iniciar un cambio. Ser como Pilato es fácil púes juzgamos desde la silla, sin movernos, sin cambiar, diciendo que no estamos preparados y haciendo juicios; o bien podemos vivirlo como Jesús, con dolor, con trabajo, pero llenos de un gozo nuevo porque este Rey no deja vacío.

15/11/09

¿Fin del mundo?

Meditación para el domingo XXXIII Ordinario
Ciclo /B/


Textos:
Daniel 12,1-3
Hebreos 10,11-14.18
San Marcos 13,24-32

Una de las realidades que más preocupan al hombre, que más le mortifican y que incluso le causan cierto morbo, es todo lo que se refiere al fin del mundo. Esto lo podemos ver claramente en el ambiente colectivo, en la misma cultura cuando salen grupos religiosos que anuncian el final inminente, e incluso por medio le lecturas fundamentalistas de la Escritura dan el número de los que se salvarán, logrando con esto asustar a la gente y ganar adeptos. Del mismo modo los avances científicos van manifestando que vivimos sólo por casualidad porque la tierra siempre está en cambio y qué seguramente el final está cerca. Y en el mundo cinematográfico podemos apreciar un sinfín de películas que narran la inminente destrucción de la humanidad como consecuencia de un meteorito, de una fuerza extraterrestre, de un mal en el ambiente, etc. O numerosos estudios de profecías que se han dado a lo largo del tiempo como la de Nostradamus, Malaquías, milenaristas, o la de los mayas (tan de moda hoy día).Lo cierto es que fascina y causa temor esta realidad.
Pero qué se puede decir desde la experiencia de fe de esta realidad. Primeramente podemos decir que en un momento determinado todo terminará, pero que no hay fechas precisas para dicho suceso: «En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.» Sin embargo algo que si debería de interesarnos es que tanto nos preparamos para el final de nuestra vida, y cuando digo final no me refiero necesariamente a nuestra muerte, sino a la finalidad de nuestros actos y pensamientos, de nuestro caminar por la historia. El pasaje evangélico de este día nos orienta hacia una pregunta fundamental: ¿Cuál es nuestra finalidad en la vida? Porque podríamos preocuparnos por la destrucción mundial, pero no descubrir nuestra destrucción personal, la destrucción de mi familia, de mi entorno, que son consecuencias de una mala elección de paramentaros de vida. Analicemos el texto evangélico y descubramos algunas implicaciones para nuestra vida.
El texto que San marcos nos propone pertenece al ámbito apocalíptico, es decir, un género literario en donde se trata de hablar del sentido de la historia por medio de imágenes y símbolos para dar un mensaje de actualidad y de esperanza a todos los creyentes. La parte que hemos escuchado el día de hoy nos da aliento en medio de la tribulación, así como una invitación a confrontarnos con nuestra manera de vivir en medio del mundo.
El texto comienza hablando de una conmoción cósmica: «El sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar.» Dentro del simbolismo apocalíptico el sol y la luna refieren a los falsos ídolos, es decir las falsas seguridades que el hombre tiene y que finalmente le dan luz a su vida. El sol y la luna son el símbolo de las falsas luces en la vida del hombre, de esos ídolos que creen que dan sentido a su caminar, como el dinero, la belleza, el poder, las cosas materiales, la moda, etc. Son realidades que hacen que nos alejemos de Dios y creamos que sólo podemos vivir con ellas, haciéndolas el criterio de nuestra vida. Cuántas personas creen que su vida tiene sentido por el dinero que tienen, por las cosas que compró, por su intelecto, sin llegar descubrir a Dios y otros valores que son los más importantes en la vida.
Por eso Jesús avisa que llegará el momento en el que esos valores perderán su luz, porque eso no nos hace ser realmente humano, cuantas guerras y muertes se han dado por el poder, el placer, el dinero. Eso no es la verdadera luz, es una luz falsa, una luz que está condenada a extinguirse. Por ello Jesús nos marca que se oscurecerán, esas luces falsas, esos falsos ídolos están llamados a eclipsarse, porque la vida del hombre no puede entenderse desde esos criterios, no puede entenderse desde esas realidades tan pasajeras, que en el fondo le dejan vacío y le destruyen.
Deberíamos de meditar en primer lugar el día de hoy que tanto vivimos aferrados a estas falsas luces, a esos falsos ídolos que no nos conducen a la autentica verdad. Nuestra finalidad en la vida está en el tener cosas, en el mandar, en estar vestido a la moda. Ello implica que nuestra vida carece de un verdadero sentido, pues en el fondo nos deshumanizamos, en el fondo no somos totalmente hombres porque nuestra finalidad y horizonte en la historia son simplemente cosas pasajeras que se terminan y no tienen futuro.
«Las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán.» En segundo lugar nos habla de la caída de las estrellas y de las fuerzas (astros) del cielo. Las estrellas son el símbolo de aquellos hombres que se creen dioses, que creen poder ocupar el poder de Dios. Son como estrellas porque se han colocado en el cielo, lugar de Dios, se han atribuido un papel divino que no les corresponde. Cuántos hombres así se han dado a lo largo de la historia, que se han creído dueños del mundo con la capacidad de conceder o quitar la vida a otros, sólo porque tienen un puesto político determinado, son simplemente estrellas mediocres que al final de la historia caen, y seguirán cayendo. El verbo que utiliza san Marcos es caerán, es decir, que inician una caída y siguen cayendo. Es el anuncio de que todas esas personas irán cayendo lentamente a lo largo de la historia.
Pero, también nosotros podemos caer, porque a veces somos así. Nos creemos los más listos, los más capaces, los mejores líderes, los mejores amigos, los mejores trabajadores. Con ello vamos impidiendo el desarrollo de los demás, los señalamos, los enjuiciamos, los criticamos, los menospreciamos, pero no llegamos a nada. Algún día esa fama, esa inteligencia, ese poder, se terminará y caeremos.
Con estas frases Jesús no trata de asustar a nadie, sino que nos invita a estar alerta y descubrir precisamente que hacemos de nuestra vida, descubrir si vivimos simplemente iluminados por falsas luces, o creyéndonos fuerzas y potencias pasajeras. Lo importante no son los ídolos, ni el creernos superiores, lo importante es tener la capacidad de hacernos más humanos y vivir desde criterios que ayuden a crecer y hagan crecer a los demás haciéndolos mejores personas, al igual que nosotros.
Por esta razón Jesús presenta una imagen que remite a estos parámetros de una nueva humanidad: «Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.» Ante los falsos ídolos que pierden su brillo y la caída de los soberbios y déspotas de la historia, emerge una imagen que ilumina y no cae: El hijo del hombre. Una imagen que si bien remite a Jesús también remite a la humanidad misma. El hijo del hombre es la imagen de la humanidad nueva y regenerada, a la cual estamos llamados todos nosotros. El hijo del hombre es la persona que ha logrado ser plenamente humano, dejando que Dios sea la luz en su sendero, dejando que sea Dios que le transforme y sea el único criterio de su vida. Y por tanto no ocupar lugares que no le corresponden, siendo déspota o juez de los demás. Sino que vive desde la experiencia del amor, dese la experiencia de la fe, de la donación de la misericordia, del servicio, de la fraternidad, tratando de vencer su pecado y haciendo de su vida algo mejor, para ser mejor con los demás. En otras palabras siendo más humano.
Creo que ponerse a especular sobre el fin del mundo, el fin de los tiempos, si va a venir un meteorito, o una catástrofe mundial, o si existen profecías, no sirven de nada, pues causan duda, temor, o morbo, pero por ninguna razón causan un cambio en la vida. Sería bueno que a la luz de este extraordinario pasaje evangélico del día de hoy nos preguntáramos por la finalidad de nuestra vida, la finalidad de nuestros pensamientos, y de nuestras obras. Si esa finalidad es humillar, destruir, mentir, sentirse superior a los demás, es momento de cambiar y tener un nuevo horizonte: Ser plenamente humanos y ser un hombre que se han topado con Jesús, y logran transformar las estructuras de su entorno. El final definitivo es secundario, si actuamos hoy y vivimos desde las categorías evangélicas, porque eso si es un reto para cada uno de nosotros.

9/11/09

«Y vi que salía agua …»

Meditación con motivo de la fiesta de la dedicación de la Basílica San Juan de Letrán

Textos:
Ezequiel 47,1-2.8-9.12
San Juan 2,13-22

La liturgia de hoy nos invita a celebrar hoy la fiesta de la Dedicación de la basílica de San Juan de Letrán, la cual es la Catedral de Roma, en donde se encuentra la sede episcopal del Obispo de Roma (es decir, el Papa). Por esta razón es llamada "madre y cabeza de todas las Iglesias de la urbe y del orbe". Esta basílica fue la primera en ser construida después del edicto del emperador Constantino, el cual, en el año 313, concedió a los cristianos la libertad de practicar su religión. Está dedicada a Cristo Salvador, sin embargo es más conocida hacia el siglo VI se les dio los nombre de san Juan, aludiendo a san Juan Evangelista y Juan Bautista.
Esta festividad nos invita a contemplar el misterio de la Iglesia, la cual tiene muchas directrices, sin embargo la primera lectura del día de hoy parece ofrecernos una directriz fundamental: Dios que permanece con su pueblo y lo va renovando en todo momento.
Entendamos un poco esta lectura para sacar las conclusiones pertinentes. El profeta nos habla del templo, y al hablar del templo no se refiere simplemente a una estructura de piedras, sino que remite a dos realidades muy importantes, en primer lugar su vida de fe, que conlleva su encuentro con Dios. Porque el templo es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios y por y tanto donde puede expresar su fe. Hablar del templo implica hablar de su identidad religiosa, de su encuentro muy particular de encontrarse con Dios.
En segundo lugar el templo remite a su identidad nacional, puesto que al templo sólo entran los judíos, sólo pueden entrar aquellos que pertenecen al Pueblo de Dios. Nadie ajeno a este pueblo puede pisar y entrar a este recinto.
De esta manera el templo junta las dos realidades fundamentales del pueblo de Israel: Fe y nación, que en el fondo confluyen a un solo punto: Dios. Pues su fe les hace encontrarse con Dios, y es Dios quien les constituye como pueblo. De este modo el templo es más que un recinto, es el encuentro con sus raíces, con su identidad, con su fe, su historia, su ser judío, su relación con Dios. No es sólo un lugar turístico, no es sólo un edificio más del paisaje; el templo son ellos, el templo es su identidad.
Y curiosamente este texto se escribe en medio de la deportación de Babilonia, en medio de exilio, en medio de una situación catastrófica, pues precisamente han perdido todo, han perdido su fe, su tierra, su templo. En el fondo el exilio de Babilonia es la pérdida de su identidad, es la desaparición de su persona, no hay vuela atrás, todo se ha perdido, y ellos son ahora, seres desterrados, sin dirección, sin rumbo, sin camino, sin ninguna identidad que les oriente en su vida. Ahora qué tierra podrían anunciar si están lejos de ella, ahora que Dios puede anunciar si no sienten su presencia, finalmente qué vida, qué fe pueden tener, si no hay templo, no hay nada qué los una y los identifique. Son un sin sentido en el mundo.
Y justo ahí en la perdida de todo surge esta extraordinaria lectura del profeta Ezequiel. Se marca que en el templo comienza a brotar el agua, ahí en donde se anunciaba la destrucción, la perdida de la vida, de la identidad, del ser perteneciente al Pueblo de Dios, en una palabra donde no hay vida, surge la esperanza, surge la vida, brota el agua, brota la fecundidad, brota la vida misma, y es la vida de Dios, la vida que viene de Dios. Es una figura extraordinaria pues el templo destruido, estéril, vacío y condenado a muerte, comienza a llenarse de agua que dentro del simbolismo bíblico nos recuerda la vida, puesto que son un pueblo del desierto y el agua es vital para ellos, el agua es todo anhelo y toda promesa de vida.
Con esto está anunciando que su destrucción no es total, hay posibilidad de fecundidad, porque Dios está con ellos, Dios no los ha dejado, los acompaña en todo momento y viene a darles vida en medio de su exilio, en medio de sus arideces espirituales. No es el momento para darse por vencidos, sino para descubrirse acompañados por Dios y un Dios que fecundará su vida, su fe, su identidad, pues el río de agua fluye en el templo.
Esta agua tiene una característica especial: «Vi que salía agua por debajo del umbral de la Casa, en dirección al oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia el oriente. El agua descendía por debajo del costado derecho de la Casa, al sur del altar.» El agua sale de abajo, es decir es una manantial que está brotando, ahí donde parecía que todo estaba perdido, donde parecía estéril, surge un manantial, y ese río va hacia el oriente, el ligar de Dios, el lugar de la vida. Quiere decir que es un agua que vive de Dios, y me fecunda para ir al encuentro de Dios. Finalmente desciende a la derecha, símbolo de la bendición. Por tanto, es un momento de bendición. Dios no deja a su pueblo viene a darle vida, a que se reencuentren con él y descubran su bendición.
Esta promesa de esperanza está cargada de vida: «Se las hace salir hasta el Mar, para que sus aguas sean saneadas. Hasta donde llegue el torrente, tendrán vida todos los seres vivientes que se mueven por el suelo y habrá peces en abundancia. Porque cuando esta agua llegue hasta el Mar, sus aguas quedarán saneadas, y habrá vida en todas partes adonde llegue el torrente.» Es un río que está llamado a dar vida y dará vida hasta al mar, es decir no hay nada que temer, ahí donde pareciera que todo está perdido surge la llamada a la vida. Recordemos que el amor es símbolo de las fuerzas malignas y curiosamente estas aguas lo sanearán, es decir le dará vida, porque las fuerzas del mal, las fuerzas que han exiliado al pueblo, no tiene la última palabra, hay una esperanza de vida.
Con este mensaje el profeta ilumina muy bien el sentido del templo, marcando que a pesar del momento difícil, el templo, es decir el pueblo quedará sanado, quedará lleno de vida, porque Dios siempre está con ellos.
Si hoy celebramos a la Basílica de san Juan de Letrán no quiere decir que celebramos a un edificio, sino que estemos llamados a recordar que pertenecemos a una Iglesia, una Iglesia que nos da una identidad como hombres, con una dignidad que nos ha dando Dios y que tenemos la característica de tener una fe que nos ilumina. La festividad de hoy es una invitación a recordar que así como el templo es símbolo de la identidad de del pueblo, pertenecer a la Iglesia es también parte de nuestra identidad. Porque nuestra fe nos vincula y nos hace tener una identidad.
Pero también nos hace recordar que a veces nos toparemos con situaciones difíciles, estériles, pero que Dios fluye como río de agua viva que sana y da vida poco a poco, lo importante es dejar que ese mensaje y esa esperanza se haga realidad.

8/11/09

«...lo comeremos, y luego moriremos.»

Meditación del XXXII Domingo del tiempo Ordinario
Ciclo /B
/

Textos:
1 Reyes 17,10-16
Salmo 146
Hebreos 9,24-28
San Marcos 12,38-44

Una de las situaciones más complicadas de nuestro mundo es la pérdida del sentido de la vida, enraizada fuertemente por el materialismo, pues creemos que todo está encerrado precisamente en lo que poseemos y limitamos la vida solamente a ello. Esto no quiere decir que lo material no sea importante, sin embargo cuando todo se encierra en esto, nuestra vida pierde horizonte y con ello pierde el significado de todo. Cuántos viven sin nada que esperar porque no hay posesiones materiales que en muchas ocasiones son superfluas. Pero sobre todo cuantos van caminando por el mundo sin encontrar realmente un sentido, una fuerza, un ánimo que les ayude a ser mejores en medio de su vida.
La primera lectura parece que ilumina esta realidad. Es un texto tomado del libro de los Reyes nos presenta el denominado ciclo de Elías, en donde se narra la vida de este profeta, como aquel que da el anuncio de Dios al pueblo de Israel en medio de su infidelidad. Es un texto que nos presenta la batalla entre la creencia del ‘dios’ Baal y Yahveh. Con esto el texto trata de mostrar como la idolatría del pueblo Israelita ha alejado a Dios de su vida mostrando sus consecuencias. La primera consecuencia que sucede cuando el hombre aleja a Dios de su vida es la esterilidad, la sequedad el sin sentido de la vida. Por esta razón, el texto del libro de Reyes previo al episodio que hemos escuchado hoy nos presenta la sequia que viene como consecuencia de este abandono de Dios. Una sequia que sin lugar dudas es signo de la falta de fe en el pueblo que al deja a Dios por otros {ídolos va perdiendo fecundidad en su vida, va perdiendo el sentido de toda su historia, y si lo reflexionamos un poco más, efectivamente en nuestro mundo hay tanta sequedad, tanta esterilidad en tantos campos, porque en el fondo no tenemos a Dios, no tenemos a aquel que nos da la vida, no tenemos el gusto y el sentido de nuestra historia.
Esta sequía hace que se pierda el sentido de la propia vida, que se pierda el propio horizonte de la historia. Y justo en medio de esta sequía, se presenta el episodio de hoy, un texto que nos pone de manifiesto las consecuencias de la sequía, que no son otras, sino la pérdida del sentido de la vida: «¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos.» Ante la petición del profeta la mujer sólo refiere a su triste situación, y la meta de su historia: La muerte. Tomarán lo último que tienen y después, una vez que se haya terminado, después que todo haya pasado, morían.
Si analizamos bien sus palaras podremos concluir cuál es la razón por la que anhela la muerte. En primer lugar porque la sociedad ha dejado de lado a Dios, se han ido con Baal, se han ido con otros dioses, con otros principios queque no da realmente la vida, y en donde ha desplazado a Dios de tal manera que ya nada les dice. Por esa razón le dice “¡Por vida de tu Dios!”, marcando que es el Dios del profeta, pero que realmente no tiene nada que ver con ella, realmente no tiene nada que ver con su vida. La sociedad lo ha alejado de tal modo que no dice nada. Cuántas personas hoy día lo dicen del mismo modo, marcando a Dios como un ente ilusorio, lejano, pero que no dice nada en sus vidas. Cuando no está Dios lamentablemente nuestra vida nos agobia, porque no hay luz en el sendero, no hay una esperanza que nos aliente para ser mejores en el camino de la vida,
En segundo lugar la mujer centra todo en lo material, de ahí que su vida sólo dependa de lo que tiene, enfatizando la situación miserable y precaria en la que se encuentra pues sólo tiene el puñado de harina y poco aceite. Esto quiere decir que su vida se ha limitado sólo a lo material, sólo vive de lo que se tiene, ahora su esperanza está puesta precisamente en lo que hay, el horizonte de su vida es meramente empírico, es totalmente material, si no se tiene no se podrá hacer nada. Alejar a Dios de la historia es permitir que lo material sea sólo lo que ayude al hombre y al descubrir que no hay más cosas materiales todo pierde sentido. La sequía del hombre lo lleva a un mero materialismo.
Cuanta sequía hay entre los jóvenes que no caminan en la vida con ánimo, sino con cara triste, anhelando la muerte (como la mujer de la primera lectura hoy), jóvenes grises que van por la vida anhelando y queriendo la muerte, viviendo en la infelicidad, ´provocado precisamente por la ausencia de un sentido y una esperanza en la historia, provocado por la ausencia de Dios en la vida misma, la ausencia de un motor que nos anima y nos renueva profundamente en nuestro modo de ser. Se aleja a Dios y todo se quiere suplir con ciencia, tecnología, modas, antros, risas, pero que al final de cuenta nos siguen dejando un tanto vacíos porque todo pasa, todo acaba, y lamentablemente nada se queda.
Sin embargo ante esta situación surge la palabra de la esperanza de parte del profeta: «No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo.» Son Palabras que si las vemos a profundidad no se quedan simplemente en el vacío, no es que simplemente pida algo para comer, no es que tenga hambre y la esté apurando, como si su alimento fuera primero y después el de ellos, o no es que haga un ‘milagrito’ pasajero como recompensa por darle de comer. Sino que son palabras cargadas de esperanza, palabras que implican una renovación en su ser. Su vida no puede estar puesta sólo en la Harina, hay algo más profundo, hay algo más por que vivir. No se puede conformar sólo con esa harina, hay una Palabra que puede darle vida, una Palabra que puede darle esperanza y es la Palabra del Señor, la Palabra de Dios presente en su profeta, y es la voz de Yahveh, pues el nombre del profeta es Elías, es decir, Mi Dios es Yahveh; en otras Palabras este hombre trae el anuncio de Yahveh, su Palabra salvadora que sólo viene de él y no de los falsos dioses.
Ante esta situación la mujer es capaz de reconocer precisamente que su vida no puede estar sujeta sólo a lo material, sino que hay una Palabra, una fuerza que siempre está ahí y es capaz de ayudarla. Ellos han sido por siglos el pueblo de la Palabra, ellos ha sido por siglos un Pueblo guiada por la Palabra. No es posible que ahora al desterrar de su vida a Dios, sea capaz de creer que todo está perdido. Hay una fuerza, una Palabra que puede renovarlo todo profundamente. Y entonces hace lo que el profeta dice, que en el fondo implica poner en práctica la Palabra de Dios. Ella bien pude haberlo corrido, comer y morir, pero se ha abierto a la vida a descubierto el valor de la Palabra, y comienza no sólo a confiar en ella, sino a hacer lo que dice, la Palabra, podríamos decir que la pone en práctica, pues Dios ha entrado nuevamente a su vida.
Y curiosamente dice el texto que después de esto: «El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.» Quiere decir que la Palabra de Dios es viva y eficaz. Ahora ya no se agota lo material, ni la vida, porque ahora el creyente vive desde los criterios de Dios es capaz de descubrir realmente cuál es el sentido de su historia desde Dios. La vida se agota y se encierra en lo material cuando el hombre vive sin Dios, pero abierto a Dios y a su Palabra puede transformar profundamente su ser.

2/11/09

Contemplar, esperar y orar

Meditación con motivo de la conmemoración de los fieles difuntos

Textos:
Sabiduría 3,1-9
Romanos 6,3-9
San Mateo 25,31-46

El día de hoy la iglesia celebra la memoria de los fieles difuntos un día para la contemplación, la esperanza y la oración. En primer lugar de contemplación, porque esta celebración nos invita a contemplar la idea de la muerte, que es en cierto sentido un misterio en cuanto que no podemos explicarla totalmente, y al mismo tiempo es una realidad, puesto que a todos nos compete morir en algún tiempo determinado.
Por tanto estamos llamados a contemplar precisamente qué tanto estamos preparados para ese acontecimiento. Para meditar y ver cómo va nuestra vida con los demás y con nosotros mismos y por consiguiente descubrir cómo estamos listos para ese acontecimiento. Qué hemos hecho de nuestra vida, como la hemos ido llevando. Es momento para contemplar nuestra vida y ver si realmente la hemos valorado, la hemos aprovechado, porque a veces no valoramos nuestra vida, nuestra historia, vamos desperdiciando el tiempo, no valoramos lo que tenemos, y lamentablemente luego nos arrepentimos. Esta memoria nos hace por tanto tomar en cuenta que tanto hemos realmente aprovechado nuestra vida, nuestras relaciones con los demás, o bien nuestras cosas. El día de hoy estamos llamados a evaluar esta realidad, siendo conscientes que el tiempo pasa, y no se detiene y que todo en algún momento va a terminar.
Debemos de contemplar también nuestra vida, reconociendo que somos frágiles, que no lo podemos todo, y que debemos cuidarnos, y por más cosas que hagamos todo terminará, así que es un día para contemplar nuestra pequeñez y ver que tenemos límites y que todo en algún momento terminará. Qué tanto he vivido la caridad, o que tanto me he creído superior a los demás, impidiendo que me ayuden y siendo más solidario con los demás. Porque a vida no es sólo para que yo lo haga todo sino para establecer vínculos que permitan el crecimiento, el progreso y el amor.
Es día para la esperanza, pues contemplar la muerte no es contemplar algo fatídico, algo terrible, sino que está iluminada por la fe y quiere decir que estamos llamados a contemplar la vida eterna, que todos estamos llamados al encuentro con Dios. Por tanto, estamos llamados a la muerte, pero no como un desenlace, sino como un encuentro, y encuentro con Dios en un nuevo estilo de vida. Nuestra fe nos debe de ayudar precisamente a contemplar que estamos siempre llamados a encontrarnos con Dios, y ello implica pensar que tanto me preparo para estar con Dios. Pero es necesario recordar que al hablar de vida eterna no estamos sólo hablando de una vida en el más allá, sino una vida que comienza desde ahora, en el aquí; puesto que nos vamos encontrando con Dios hoy, y darle ese seguimiento implica preparar todo el camino para encontrarme con Dios en una vida futura y plena. Pensar en mi encuentro con Dios es pensar que tanto me estoy encontrando hoy con Dios.
Finalmente es un día de oración, un día para pedir por nuestros hermanos difuntos, pidiendo a Dios para que entren a su presencia, y así intercedan por nosotros que seguimos en esta iglesia peregrina luchando y esforzándonos por construir el Reino, viviendo el amor y cercanía con nuestros projimos como lo indica el evangelio de hoy, pues así nos encontramos ya desde ahora con el Señor. Que nuestro fieles difuntos descancen en paz y nosotros caminemos al encuentro del Señor desde ahora para que se haga realidad en la eternidad.

1/11/09

Ser felices; distintivo de la santidad

Meditación con motivo de la solemnidad de todos los Santos

Textos:
Apocalipsis 7,2-4.9-14
1ª San Juan 3,1-3
San Mateo 5,1-12

Hoy la Iglesia celebra la grande fiesta de todos los Santos, una fiesta que data sus orígenes hacia el siglo IV, en donde la iglesia de Siria consagraba un día a festejar a "Todos los mártires"; y que posteriormente tres siglos más tarde, el Papa Bonifacio IV transformó un templo romano dedicado a todos los dioses, llamado pantheón, en un templo cristiano dedicándolo a "Todos los Santos". Esta fiesta se celebraba inicialmente el 13 de mayo; fue el Papa Gregorio III quien la cambió al 1° de noviembre, que era el día de la "Dedicación" de la Capilla de Todos los Santos en la Basílica de San Pedro en Roma. Y Finalmente en el siglo IX el Papa Gregorio IV ordenó que la fiesta de "Todos los Santos" se celebrara universalmente.
El sentido de esta celebración es una invitación a descubrir que la santidad es una misión a la cual todos estamos llamados personalmente. Pero la disyuntiva es precisamente ¿Cómo ser Santos? ¿Qué se necesita para vivir auténticamente esa santidad de vida? Porque en realidad esa meta parece profundamente distante para el hombre. Esto se debe precisamente a que el hombre ha considerado a la santidad como una categoría que escapa a su vida cotidiana, es una categoría que está fuera de su realidad. Cuando se habla de santidad muchas veces el hombre piensa en héroes titánicos, inalcanzables en la vida para poder hacerlos punto de referencia. De este modo, la santidad queda relegada a una mera expresión de ideal inalcanzable, se sabe que existe, pero que nadie lo puede alcanzar. De hecho hay cantidad de expresiones que hacen de la santidad algo totalmente ajeno y alejado de la vida cotidiana. Por ejemplo se dice que no podemos ser santos, que nosotros nos portamos mal, que no hacemos lo que debemos, que nunca se podría ser santo, a lo más ser medio buenos, pero como somos malos la santidad queda totalmente distanciada y ajena a la historia del hombre.
Sin embargo la santidad es algo a lo que todos estamos llamados para empezar porque le pertenecemos a Dios, y en segundo lugar porque al llegar a su presencia seremos todos santos, por tanto la santidad no es algo accesorio en la vida, la santidad es parte de nuestro ser, es parte de nuestra misión en medio de la historia. No es sólo para algunos elegidos, sino que se trata fundamentalmente de una misión para todos los hombres.
La cuestionante entonces es ¿Cómo ser santos? Primeramente hay que entender que cosa NO es la santidad. La santidad no consiste en una perfección meramente abstracta en donde nadie comete errores, ni se porta mal. Eso es algo muy alejado de la naturaleza del hombre. En primer lugar porque todos cometemos errores y e segundo lugar porque todos estamos marcados por el pecado, por tanto una persona en santidad no es aquella que no comete pecado, sino que poco a poco va venciendo su pecado, pero no por vello deja de hacerlo, pues siempre es consciente de su fragilidad aunque a los ojos de los demás sean casi imperceptibles, pero aún ahí siguen luchando por vencer e mal, puesto que si dijera algún santo “ya soy muy bueno, todo lo que hago es el bien” entonces sería soberbio, pero no santo. La santidad conlleva la autoconciencia de la fragilidad y de su lucha constante por vencerla. En otras palabras la santidad no la ve la persona en sí misma, sino que son los demás los que la notan.
Por tanto, ser santos no consiste en una vida inalcanzable, sino comenzar a vivir desde otras categorías. Es permitir que el evangelio vaya encarnándose cada día, venciendo cada día algo que es malo en nosotros y nos hace daño y hace daño a los demás. Cuando el hombre se propone dejar su coraje, trata de perdonar, ya no es tan voluble, día su pereza poco a poco, implica que ahí hay una persona que se está esforzando día a día por ser santo. No quiere decir que lo deje de un día para otro, sino que constantemente entre caídas y levantadas va logrando hacer realidad una vida nueva, una vida con Dios y sus hermanos efectivamente estamos hablando de una persona que lucha para la santidad, y que incluso en ese esfuerzo, está alcanzado la santidad.
La santidad no consiste por tanto en coas sobre naturales, sino en tomar en serio nuestra vida, en tomar con autenticidad nuestros actos y llevarlos a cabal cumplimiento. Cuando un padre de familia hace las cosas bien, ayuda en su casa, ve a sus hijos, trabaja, les enseña a hacer el bien, es un papá que camina en la santidad, y si aunado a esto se esfuerza por vencer sus vicios, su carácter, es una persona que sigue en ese proceso. Un estudiante que tarta de llevar bien sus estudios a pesar de la dificultad que conllevan, se esfuerza, trata de estar bien en su casa, haciendo lo que le corresponde, implica que dese su juventud es una persona que busca camina en la santidad.
Pero, este camino de santidad esa búsqueda por vencer el mal, por tomar en serio nuestra vida va acompañada de una actitud espiritual muy importante, que es precisamente la felicidad. Por esta razón en esta solemnidad el evangelio que se nos ha proclamado es el de la felicidad, pues este es el rasgo fundamental de la vida de santidad: ser feliz.
La felicidad es algo importante porque no consiste simplemente en reírnos, la felicidad no son cosas meramente externas, sino una actitud en la vida con las cosas. Creo que es importante que entendamos ahora en que consiste la verdadera felicidad según el evangelio de Cristo.
Comencemos diciendo que la palabra alegría viene del griego se dice makários, con lo cual se hace referencia a un estado eufórico, estado de dicha como atributo permanente. Para los griegos, este tema es vital y así lo muestran los filósofos a lo largo de sus diversas obras, pero podríamos decir muy someramente que la felicidad es una codiciada meta a la cual todos aspiramos y siempre intenta llegar a ella aunque nunca se llegue a ella, por lo que no se consigue en el más acá, sino en el más allá. En cambio para los judíos la felicidad se consigue mediante las acciones que permiten al hombre ser feliz, de modo que la felicidad se consigue mediante los logros que den sentido a la vida y así almacena la felicidad para llevarla al más allá, de modo que en el más allá disfrutará de toda la felicidad que aquí vivió.
Sin embargo la visión de Jesús va más allá de etas dos concepciones La felicidad es algo presente que desde el hoy se disfruta, y esta se a simplemente cuando se inaugura la vivencia del amor, pues entre más amor exista, más dicha se encuentra, no es que se vaya juntando para el más allá, sino que ya al experimentarla se vive auténticamente la felicidad y en la medida que se va viviendo el amor la felicidad va creciendo constantemente. No es que intente tocar la felicidad como los griegos o bien que la guarde para el más allá como la visión hebrea; sino que, la felicidad ya es posible vivirla en el más acá por la fuerza del amor y en la media en la que amo, esta felicidad crece y me hace ser una persona más dichosa; de modo que, en el más allá lo único que se hará será la continuidad del gozo experimentado aquí. Este mensaje es solamente para los pequeños, los pobres y no para los poderos porque estos se les escapa la verdad auténtica que viene de parte de Dios. Porque sólo en la sencillez es posible captar la maravilla y la novedad del Reino y por tanto de la felicidad.
Por esa razón Jesús llama felices a los pobres, a los que lloran, a los mansos, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los de corazón limpio, a los que buscan la paz, a los perseguidos por causa del Reino, porque ahí desde su pequeñez, sienten que lo que ellos hacen no es por sí mismos, sino por la fuerza de Dios, y la felicidad por tanto consiste en descubrirse amados y transformados por Dios, que les hace tomar en serio su vida y comprometerse sabiendo que todo está en manos del Señor, que él les guía y acompaña, que él les fortalece y les ayuda. Por tanto, la felicidad se vive desde el hoy, y en el más allá será en plenitud, pues el gozo que aquí vivieron sintiéndose amados por Dios lo habrán de vivir plenamente en la presencia de Dios. De este modo la felicidad es distintivo de todo cristiano, y en consecuencia de todo el que busca la vida en Dios, es decir, la vida en santidad.
Si el distintivo de una vida de santidad es la felicidad quiere decir que lo primero que hemos dicho como camino a la santidad debe de ir acompañado precisamente por la felicidad. Si vamos a tomar en serio nuestra vida, vamos a ser buenos estudiantes, vamos a ayudar en la casa, vamos a ser buenos trabajadores, vamos a vencer lo malo en nosotros, el carácter, la envidia, el rencor, quiere decir que debemos hacerlo en sintonía con la alegría.
De nada valdría que queramos vencer nuestro mal humor sólo por querer ser santos, si en el fondo eso nos amarga, o no estamos convencidos, o lo hacemos a fuerza. Eso no es santidad, porque no está siendo movido por la alegría, por el encuentro con el amor. Si vamos a ser buenos estudiantes sólo por conveniencia, o para que no me castiguen, pero no porque de verdad quiera cambiar y ser bueno y tomar en serio mis compromisos, tampoco ahí hay santidad. Si voy a ser un buen papá, o una buena mamá, pero no por amor a mis hijos, sino porque no me queda de otra, porque ya los tengo y ni modo, pues tampoco eso es signo de santidad, sino de resignación, y la base de todo no es el amor, sino la obligación, cosa que no produce la verdadera santidad.
La santidad por tanto se va llevando a cabo tomando en serio nuestras vidas, comprometiéndonos con nuestra historia, tratando cada día de vencer algo malo de nuestra persona, aunque tome tiempo. Pero lo más importante es hacerlo con alegría que es el distintivo del creyente, y sobre todo de todo aquel que busca la santidad.