22/8/10

«Forcejen...»

Meditación del XXI Domingo Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Isaías 66,18-21
Hebreos 12,5-7.11-13
San Lucas 13,22-30

Una de las situaciones más profundas en el corazón del hombre que causan cierta inquietud, es la situación de la salvación. Todos anhelan salvarse, todos en el fondo deseamos la salvación. Por esta razón las mismas sectas y diversos grupos religiosos presentan la idea de salvación de su grupo.
Esta inquietud se presenta del mismo modo en los tiempos de Jesús, tal y como se ve en el evangelio del día de hoy: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?» En el fondo se busca saber hasta qué punto es posible alcanzar la salvación, si son muchos o pocos, con el fin de saber hasta qué punto vale la pena esforzarse o no. Ante esto Jesús responde con una sentencia, que se escapa de cálculos aritméticos y estadísticos: «Forcejen para la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán.» Jesús presenta la salvación como una puerta angosta, estrecha en donde no es posible entrar.
Para logar entrar por esta puerta es necesario forcejear. Pero ¿Qué quiere decir forcejear? Aquí el texto del evangelio utiliza un vocablo griego que se utilizaba en aquellos tiempos en el ambiente deportivo, cuando un corredor en medio de la competencia vislumbraba la meta, lo que se hace es esforzarse, forcejear, impulsarse, sacar todas sus fuerzas, sacar todo su coraje para salir adelante, para alcanzar la meta. Por ello hay que forcejear para alcanzar la salvación, forcejear para vivir la salvación, dar todo lo que hay en la vida para donarse, para entregarse, implica darse totalmente a favor de los demás. La salvación se da cuando nosotros forcejeamos, cuando nos damos totalmente a favor de los demás, dándonos totalmente a los demás, dando todo lo que hay en mi vida a favor de los demás, dando todo lo que hay en mí, y no sólo lo que me sobra.
Este forcejeo, este dar toda nuestro ser es algo continuo en nuestra vida, sin embargo a veces lo olvidamos, y por ello es necesario que Dios nos lo recuerde continuamente y nos corrija para enderezar el camino, y sobre ello nos habla la segunda lectura: «Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.» Dios continuamente nos va corrigiendo para recordarnos que debemos guiar nuestra vida, enderezando nuestra historia, y nuestro actuar. Gracias a estas correcciones somos capaces de recordar que debemos dar todo en nuestra vida, porque nos ama y espera la salvación en nuestra vida.
Si nosotros dejamos que esa corrección toque nuestro corazón entonces podemos dar fruto ´pues nuestra vida se endereza, y esos frutos como dice el autor de la carta a los Hebreos son dos: «Paz y santidad.» La paz no es otra cosa sin o la armonía con nuestra vida, la armonio con nuestra realidad. Dejarnos corregir por el Señor logramos obtener la armonía en nuestro ser, pues sabemos que damos todo de nuestra parte y que no es necesario más, que vamos bien y que Dios no nos abandona. Y por otro lado, obtenemos la santidad. La palabra ‘santo’ quiere decir ‘otro’, ‘distinto’, por lo tanto la santidad implica ser otro, implica ser distinto, tener otros parámetros en la vida, dejarnos guiar por Dios, dejarnos iluminar por él, vivir cerca de él.
Por eso –dice el texto- «robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes.» Las manos en la Biblia son el símbolo del trabajo, de la capacidad creativa del hombre, si el texto nos dice que debemos robustecer las manos cansadas implica que somos invitados a segur laborando a continuar con nuestro trabajo, a no detenernos. A lo mejor a veces nuestro trabajo no es bien visto, o no lo agradecen y podemos decir para que seguir si no logro cambiar, si no hay nada bueno en esto, si no existe el agradecimiento para que seguir así. Sin embargo forcejear, implica robustecer las manos cansadas, es seguir trabajando y creando cosas nuevas, es la invitación a continuar adelante en la vida, seguir haciendo el bien, seguir controlando el carácter, seguir esforzándose por vivir unidos y en solidaridad. Parece cansado, parece que no hay frutos, pero ese es el forcejear de Dios en la historia.
Las rodillas vacilantes nos remiten a unas rodillas que tiemblan y por lo tanto es imposible caminar. Robustecer esas rodillas implica sobre todo la capacidad de continuar caminando. Se nos invita a segur caminando, a no quedar apoltronados y estáticos en la vida. Es la invitación a caminar, a ponerse en marcha, a seguir adelante y seguir caminando por la justicia, la libertad, el perdón, el amor, pues eso es forcejear, es dejar que el Reino se haga presente en nuestras vidas.
Pidamos al Señor que nos de la capacidad de robustecer nuestras manos y pies, para seguir adelante en la vida, para continuar con fuerza a lo largo de nuestra historia, en otras palabras forcejeando para llegar a la salvación esperada

15/8/10

«Apareció un gran Dragón …»

Meditación con motivo de la Asunción de la Virgen María

Textos:
Apocalipsis 11,19;12,1.3-6.10
Corintios 15,20-27
Lucas 1,39-56

La fiesta de la asunción de la Virgen María es una oportunidad para recordar que estamos llamada a encontrarnos con Dios, que nuestra meta definitiva es precisamente, es la invitación a recordar que nuestra vida no se reduce sólo a lo material, sino que debemos buscar la trascendencia y llegar a la experiencia de Dios en nuestras vidas. Sin embargo llegar a la presencia de Dios no es una cosa sencilla, no es sólo de desearlo, no es una simple escapada de la realidad, sino que debemos encontrarnos con nuestra realidad.
El camino para llegar al Cielo consiste precisamente en tomar contacto con nuestra historia, no es posible que veamos el cielo como un escape de nuestra vida, de nuestras responsabilidades. Verlo de este modo es totalmente contrario a nuestro compromiso como cristianos. Si la virgen sube a los cielos, no es simplemente porque es la madre de Jesús, sino porque tomo en ser su responsabilidad como Madre y dese esa situación se esforzó por cumplir lo mejor posible su misión para alcanzar lo que debía hacer. La asunción no es pensar en ángeles que nos llevan nos escapa de nuestra realidad, la asunción es la fiesta que nos recuerda que nuestra meta es el cielo pero que para ello debemos tomar en cuenta nuestra misión, tomando conciencia de lo que debemos hacer.
Y tomar conciencia de ello nos debe recordar que debemos vencer el mal en nuestra vida, no es simplemente decir tengo los ojos puestos en el cielo, sino que debo de ver mi historia y vencer el mal que hay en ella. Sobre eso nos habla la primera lectura del día de hoy, pues nos presenta a la mujer, símbolo de la comunidad cristiana y frente a ella aparece un dragón, símbolo de aquellas fuerzas malignas que persiguiendo a la comunidad cristiana.
El texto nos dice que: «Apareció un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz.» Nos hace una descripción de lo que es el dragón. En primer lugar nos habla de su violencia, el color rojo es el color de la violencia, por lo tanto este dragón representa toda aquella violencia que existe, la comunidad cristiana es perseguida por una fuerza violenta, que genera división, separación y agresión en los diversos ámbitos de la vida. Tiene siete cabezas, las cabezas representan el poder, y si tiene siete, símbolo de la totalidad, quiere decir que tiene todo el dominio posible, no es una simple persecución, sino que tiene dominio total para hacerlo, se vale de cantidad de artimañas para lograr su objetivo. Cada cabeza tiene una diadema., símbolo del poder, de modo que se trata de un poder absoluto, pleno. Este dragón tiene el poder para perseguir a los cristianos.
El texto continúa hablando de sus acciones que son básicamente dos. En primer lugar dice que barre una tercera parte de las estrellas eso quiere decir que viene a traer oscuridad, viene a traer tiniebla, duda, incertidumbre. Esta bestia trae la duda, a la comunidad cristiana. Implica que la persecución hace sembrar dudas, desconfianza en Dios, para que se echen para atrás y no puedan seguir adelante. Enfrentar al dragón implica no dejarse imbuir por la oscuridad, no dejar que la duda y la crisis sea más fuerte.
En segundo lugar nos dice que es un agente que acaba con la vida, que vine a destruir la vida, pues quiere devorar al niño. Indica que es un perseguidor que acaba con la vida y con la esperanza, pues el nacimiento de un niño dentro de la Biblia es la esperanza. Este dragón vine a cavar con la comunidad cristiana minando sus bases, pues lo pone en oscuridad, en tiniebla y lo coloca en un ámbito sin esperanza.
Ese dragón representa todo aquello que intenta acabar y destruir. Ese dragón representa aquellas ideologías que buscan acabar con la vida como las ideas del aborto, de la envidia, al ambición, la mentira, que a la larga destruyen nuestra vida y nuestras relaciones con los demás. Son aquellas ideologías que van acabando con nuestro espíritu cristiano, con nuestra fe, y sobre todo que van impidiendo que llevemos a cabo nuestra misión en la tierra, pues la desvirtuamos.
Tomar conciencia de nuestra misión, es tomar conciencia de que el mal existe, que trata de confundirnos, que intenta acabar con nuestras esperanzas, pero que podemos vencerlo, pues como dice el texto más adelante: «La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.» Marcando que la última palabra la tiene la vida, la esperanza, que Cristo triunfa sobre todo y que el dragón, el mal será destruido.
La Asunción de María nos recuerda que nuestra meta es el cielo, el encuentro pleno con Dios, pero que esto se gana esforzándose día a día, cumpliendo con nuestra labor, con nuestra obligaciones, y no abstrayéndose de la realidad, y sobre todo reconociendo que existe el mal, que nos paraliza, que intenta acabarnos pero que estamos llamados a vencerlo con la gracia y poder de Cristo.

14/8/10

Escucha y Vida...

Meditación con motivo de la Misa Vespertina de la Vigilia de la Asunción de la Virgen María

Textos:
1 Cronicas 15,3-4.15-16;16,1-2
1 Corintios 15,54-57
San Lucas 11,27-28

Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de María y esta fiesta nos ayuda a contemplar el sentido de nuestra vida. La Virgen María se eleva al Cielo, el fin último de nuestra vida. Estamos llamados a encontrarnos con Dios y eso es la vida eterna. Esta vida eterna nos es ganada por la fuerza de la resurrección como dice la segunda lectura: «¿Dónde está muerte tu victoria? … Gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo.»
Jesús da la victoria por medio de la resurrección, y esto nos invita a elevar nuestra mirada a esta realidad, la muerte ha sido vencida, la muerte no tiene efectos. Si María sube al Cielo, nos invita a reconocer que todos vamos hacia allá, y es posible porque Jesús ha vencido la muerte, y esa vida nueva está al alcance de la mano, está cerca de nuestra vida.
Sin embargo, cuál es el medio para alcanzar esa vida, puesto que no es simplemente anhelarlo, debemos de descubrir el camino y el evangelio nos marca: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.»
Con esta idea se nos presenta el camino hacia la vida definitiva, que consiste en escuchar la Palabra y ponerla en práctica. Cuando se habla de escuchar la Palabra, no consiste simplemente en oír, sino es ser un receptáculo de la Palabra, permitir que la Palabra llegue, nos toque, nos anime, y convertirnos en portadores de la Palabra. Ser portador de la Palabra consiste en permitir que esa Palabra esté en medio de nosotros, meditándolo, que vaya penetrando con el fin de iluminar nuestro camino y nos vaya transformando, que vaya dando directrices en nuestra vida.
Y si esa Palabra reside en nosotros entonces implica que debe transformar nuestra vida y eso se lleva a la práctica, lo comienza a vivirla, y con ella deja que su vida se renueva, lo hace nuevo. La Palabra se renueva la vida del hombre, al ser portador de esa Palabra se hace nuevo el hombre pues lo renueva.
Cuando uno practica esa Palabra entonces comienza a vivir una vida nueva, comienza a vivir desde Dios, comienza a tener una vida nueva. Esta vida nueva y se encamina hacia la eternidad, se encamina hacia la plenitud, y entonces se encamina hacia la presencia de Dios. La Virgen María escucho y vivió esta Palabra y ello la llevó al culmen de encontrarse con Dios. Nosotros somos invitados a esto, y a vivir esa Palabra para subir desde ahora al Cielo, a la presencia de Dios y al final al encuentro con Dios en la plenitud, pues la gloria de María es la promesa de nuestra gloria en la medida en la que escuchamos y vivimos esa Palabra.

8/8/10

«Túnica ceñida y lámparas encendidas...»

Meditación del XIX Domingo Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Sabiduría 18,6-9
Hebreos 11,1-2.8-19
San Lucas 12,32-48

La noche es uno de los temas bíblicos más importantes dentro de la Escritura. La noche representa dos realidades que en el fondo están íntimamente unidas. Por un lado, la noche nos lleva a encontrarnos con la situación de oscuridad, de opresión, de limitación que vive el hombre. Por otro lado, la noche es también el momento en el que actúa Dios, basta recordar solamente la salida del mar rojo, que nos recuerda la primera lectura, que se lleva precisamente en medio de la noche, en medio de la tiniebla. Con esto se puede descubrir que Dios actúa precisamente ahí, en donde la duda, la incertidumbre, la desesperación comienza a surgir en la vida del hombre. Por lo tanto la noche si viene s el símbolo de la opresión y duda que vive el hombre también es cierto que es el momento en donde Dios actúa y le ayuda para salir adelante, para liberarlo y hacerlo un hombre nuevo.
La noche es el momento donde Dios interviene, donde Dios actúa para disipa todo tipo de situación llena de duda e incertidumbre en nuestra vida. Si lo pensamos bien en nuestras vidas las tinieblas se hacen presentes, la noche se cierne sobre nosotros, sobre nuestras vidas muchas veces cuando no sabemos qué decisión tomar ante una situación importante de nuestra vida, cuántas veces llega la noche cuando la enfermedad nos golpea, cuando hay algún ser querido que sufre, cuando la traición arremete en nuestra vida de parte de alguien que amamos, cuando muere un ser querido. La vida se llena de situaciones complicadas, la noche aparece. Todo parece sombrío, oscuro, sin un rumbo fijo en medio del caminar por la historia.
Sin embargo, es ahí en la noche donde Dios aparece, donde Dios se hace presente para salvar y rescatarnos y continuar con nuestro camino por la historia. La dificultad se presenta justamente cuando en medio de la noche no vemos el actuar de Dios, pues las tinieblas son tan arduas, tan espesas que no somos capaces de descubrir a Dios.
Jesús en el evangelio de hoy, nos da un parámetro vital para descubrir a Dios en medio de la noche y así alcanzar a vislumbrar su acción salvadora en nuestras vidas: «Estén preparados, con la túnica ceñida y con las lámparas encendidas.» Son dos instrucciones fundamentales para descubrir el actuar de Dios en nuestras vidas.
En primer lugar la tener la túnica ceñida. Esta acción es importante para iniciar un camino, puesto que la túnica es una vestidura larga, como un largo vestido; cuando uno se dispone a realizar un gran camino, es necesario levantarse la vestidura, ceñírsela y así caminar con plena libertad, caminar con mayor facilidad. Ceñirse la túnica representa la posición para caminar, la disposición para hacer camino, para romper las ataduras del pasado e iniciar un camino en la vida, un camino que lleva hacia libertad.
En medio de la noche es necesario ceñirse la túnica, es decir, no quedarse paralizado como si nada sucediera, como si no se pudiese hacer más. Cuando llega la noche de la duda, no es posible quedarse con la duda, no es posible quedarse en esa duda hundiéndose sólo en eso, como si la duda fuera lo último en la historia y no es así, siempre es posible salir de esa duda, hay que ponerse en el camino de la verdad, es posible salir de esa duda. Del mismo modo si llega la noche de la tristeza, no es posible quedarse suida en ella, hay que ceñirse la túnica, levantarse y caminar a la esperanza, a la alegría, al gozo, no es posible detenerse sólo en la tristeza. Dios viene, Dios actúa en nuestras vidas, pero es necesario ceñirse, ponerse en camino, porque ahí en el camino Dios actúa, Dios salva, podemos ver que Dios está con nosotros, pero si nos quedamos sumidos en el dolor, sumidos en la tristeza, y nos negamos a querer salir, nos negamos a querer caminar, a ponernos en camino estamos condenados a no descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas.
Ceñirse la túnica es precisamente no quedarnos estancados, no darnos por vencidos en la vida, sino levantarnos y caminar, descubrir que aunque tengamos una enfermedad podemos seguir adelante, que a pesar de nuestra tristeza nuestra vida puede seguir adelante. Ceñirse es la disposición caminar y a proseguir en nuestra vida.
En segundo lugar nos dice que debemos encender nuestras lámparas. Esto quiere decir que en medio de nuestra oscuridad debemos de prender nuestra lámparas, debemos ver lo que hay a nuestro alrededor. Muchas veces la oscuridad es tan profunda que olvidamos descubrir lo que hay a nuestro alrededor, no vemos lo que tenemos, creemos que todo es malo y no nos damos la oportunidad de ver las cosas buenas que hay a nuestro alrededor. No descubrimos que hay gente que nos apoya, que está con nosotros, que nos necesita, debemos abrir nuestras vidas y ver a nuestro alrededor, descubrir que nos ayudan y apoya. Encender nuestras lámparas y vislumbrar a estas personas que nos apoyan.
También debemos encender nuestras lámparas y ver los momentos felices de nuestras vidas que muchas veces quedan opacados por la tristeza o la desesperación. Debemos encender nuestra vida y ver que no todo es triste, que hay alegrías, que hay gozo, que Dios está con nosotros, que siempre hay buenos momentos, y que ahí se manifiesta Dios.
Si notros nos ceñimos y caminamos, no nos quedamos en una actitud de conformismo, de parálisis, Y si encendemos nuestras lámparas para ver más allá de nuestra oscuridad entonces podremos transformar nuestra vida y descubriremos que en medio de la oscuridad, llena de dudas, desesperanza y desilusión, no estamos solos, Dios está de nuestro lado y nos acompaña para seguir adelante.

1/8/10

Buscar los bienes del cielo

Meditación del XVIII Domingo Ordinario
Ciclo /C/

Textos:
Eclesiasiastés 1,2.2,21-23
Colosenses 3,1-5.9-11
San Lucas 12,13-21

El ser humano está conformado por dos realidades fundamentales en su vida, por un lado es un ser corporal, y por ende es material, sin embargo también es un ser espiritual. El riesgo está en que el hombre puede olvidares de su esencia espiritual en cuanto que sólo se enfoque en lo material, y esto debido a que es algo tangible, algo que se puede observar. En cambio la parte espiritual es imperceptible de manera física, pero finalmente visible en nuestras vidas, puesto que pensamos, tenemos deseos y sentimientos, son realidades que materialmente no las podemos poseer, pero que pertenecen a nuestra realidad.
Este exacerbado interés por lo material es un tema vital y lo abordan los texto de hoy. El texto del evangelio nos marca esta realidad cuando un joven que se encuentra entre la multitud: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.» sin embargo Jesús no le responde para solucionar el problema. Generalmente Jesús ayuda a todos aquellos que piden su ayuda, pero ahora Jesús no lo hace, sino que responde tajantemente: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?». ¿Por qué hace esto? Porque en el fondo el problema no es simplemente la herencia, sino la avaricia dice estos hermanos. Si Jesús se pusiera de juez debería favorecer a uno y ello implicaría que favorecería la avaricia y egoísmo del otro. Estas cosas no las puede resolver Jesús poniéndose del lado de uno o del otro, sino que eso lo deben ver ellos, deben escrutar su corazón y descubrir que tienen dentro, para evitar esa actitud.
Como respuesta Jesús sólo se limita a colocar una parábola que tiene por objeto concientizar a esos hermanos y descubran que la raíz de todo esto es la avaricia. La Parábola nos narra a un hombre rico, pero lo interesante es que es un hombre sólo, el único protagonista es él, no hay más, si nos fijamos detenidamente todos el diálogo es en realidad un monólogo, habla para sí mismo, en primera persona del singular: «¿Qué voy a hacer? …No tengo… Ya sé que voy a hacer… derribaré…construiré… guardaré… descansa, come, bebe y date buena vida.» Lo único que interesa es él, no hay más. Las riquezas lo han cegado, le han hecho creer que él es el único que no hay más, que él lo puede todo. Él es quien hace todo, quién mueve todo.
Pero abruptamente Dios interrumpe su monólogo egocéntrico: «Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?» Dios le hace caer en la cuenta que en realidad está sólo, y que ha optado por lo material y ha descuidado lo espiritual y la relación con los demás, está sólo y al morir lo material se queda y eso no será para nadie.
Cuantas veces las personas son así, se fijan en lo material y dejan de lado lo espiritual. Cuantos papás le dan cantidad de cosas a sus hijos pero no les dan su tiempo para hablar con ellos, para escucharlos, para ver que tienen, o por qué han cambiado, simplemente se quedan con lo material pero descuidan otra área afectiva y espiritual que el niño necesita. O bien en los matrimonios, cuando se limitan solo a lo exterior, pero ya no platican sobre lo que sienten, lo que piensan, lo que viven, los cambios que hay en la pareja, todo lo dejan de lado. Sólo se quedan con lo meramente material.
Por esa razón san Pablo nos recuerda en esta misma línea que no descuidemos lo espiritual y llama a la comunidad cristiana a buscar los bienes del cielo. A no vivir sólo encerrados en lo meramente material sino a ver más allá de esto, ver que hay otros valores importantes, hay valores espirituales, y para ello debemos de desprendernos de realidades que son realmente nocivas e impiden el crecimiento de lo espiritual y que en el fondo se vive desde el egoísmo material: «Hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la fornicación, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría.» Analicemos estos términos para captar el significado de cómo llegar a los bienes del cielo.
La fornicación se refiere a la utilización del otro para el propio placer y por lo tanto implica que se rebaja al otro a nivel de objeto, no se le ve al otro como persona, con sentimientos y pensamientos, sino que sólo se le ve como algo material, se le rebaja sólo a objeto de mero placer. Quitarse de esto implica que el hombre debe reconocer en los demás la dignidad y verlos como personas, y no como meros medios.
La impureza nos remita a aquello que hace que una persona no esté en condiciones de acercarse a Dios, aquello que nos separa de Dios, aquellas injusticias que dañan la vida de los demás, alejándose así de la presencia de Dios. Es una invitación a ser puro, bíblicamente hablando, es decir, a vivir cera de la experiencia de Dios, desde los criterios de Dios y del evangelio, criterios se justicia.
Las pasiones desordenas, indica la tendencia hacia algo por lo que se siente simpatía, sin embargo aquí remite hacia las cosas que no son buenas, que son desordenadas, un deseo que no es debido. Ello implica la tendencia hacia la mentira, hacia la destrucción, hacia el robo. Ahora el creyente debe tender hacia las cosas buenas y nobles
Los malos deseos, remite a un pensamiento malo, cuando elucubramos como lastimar a otros o levantamos falsos, como destruir al otro. La mente que sólo se utiliza para pensar cosas malas, o tener malos pensamientos, debe de ser erradicado.
Finalmente la avaricia, que literalmente querría decir en griego “el deseo de tener más”, el deseo insaciable de acumular cosas o de envidiarlas. Es el deseo desmedido por acumular, sin importar lo que a otros les suceda, un egoísmo despiadado, pues sólo interesa la propia satisfacción. El creyente debe de vivir abierto a la solidaridad y no sólo a una actitud de envidia
Ante esto podemos ver que no podemos ser egoístas y sólo ver por nuestros intereses materiales, sino abrirnos a los espirituales y quitarnos aquellas tendencias que nos impiden la realización plena. Pues abriendonos a lo espiritual, podemos conocernos mejor y ser mejores con los demás.