24/7/10

Padrenuestro: Entre la oración y la vida

Meditación con notivo del XVII Domingo Ordinario
Ciclo /C/

Textos:
Génesis 18,20-32
Colosenses 2,12-14
San Lucas 11,1-13

El Creyente debe de estar continuamente en relación con su creador, debe estar en contacto constantemente con él. Y el medio más eficaz es precisamente el de la oración, pues por medio de ella el hombre se comunica con Dios, habla con el Señor. Hay que entender que la oración no es otra cosa sino precisamente un diálogo con Dios, si bien existen diversos subsidios para hacer oración, también es cierto que son sólo una ayuda para dialogar con Dios, pues finalmente la verdadera oración no es otra cosa sino hablar con nuestras propias palabras con Dios. Esta oración debe de ser llena de confianza, y no se debe limitar sólo a pedir, sino también a interceder o agradecer.
Lo cierto es que Dios siempre está atento a nuestras palabras, así lo demuestra la primera lectura de hoy, cuando Abraham eleva su oración a favor del pueblo de Sodoma y Gomorra, apelando a la misericordia de Dios, y vemos como Dios está atento a las palabras de Abraham, y vemos como Abraham da un sentido de la misericordia de Dios. Vemos como intercede ante Dios, para que se salve el pueblo, sin embargo llega hasta los diez justos, esto podría parecer una sorpresa puesto que implica que hay un límite para la salvación, sin embrago no es así, si Abraham se detienen en el diez, se debe a su fuerte carga simbólica, pues el diez en la Biblia representa todo lo posible, en otras palabras, diez justos significa todos los justos posibles. Con estos e ve que Dios escucha y está atento a las necesidades del hombre.
Sin embrago la oración no puede detenerse simplemente es el diálogo, sino que se debe de vivir y esto lo podemos ver claramente en el texto del evangelio en donde Jesús enseña a orar con la oración del Padre Nuestro. Esta oración nos enseña no sólo como dirigirnos hacia el Padre, sino sobre todo el camino espiritual que el hombre debe de vivir, un camino que se hace oración, pues cada vez que se recita esta oración, implica un recordatorio sobre las pautas ¡necesarias que todo hombree debe vivir. EL padre nuestro por lo tanto no es sólo para repetirse, sino para vivirse, en sí mismo presenta un itinerario espiritual para todo cristiano. Será conveniente que meditemos en las palabras de este texto que se nos presenta hoy en la versión de san Lucas y reconozcamos cual es el camino espiritual que todo cristiano debe seguir, y que esta oración nos recuerda.
Esta oración comienza dirigiéndose a Dios y llamándole «Padre», esto es muy importante pues al llamarle Padre indica que lo reconocemos como creador de la vida, fuente de vida. Dios es Padre porque nos ha llamado a la vida, nos mantiene en la existencia. Pero también Padre nos recuerda la protección, Dios es Padre pues nos protege, está atento cada uno de nosotros, nos cuida y nos custodia. Le llamamos Padre pues formamos parte de su familia, todos somos sus hijos, y ello implica que Dios es generador de familia, de lazos de fraternidad. De este modo la oración de entrada, nos invita a reconocer a Dios como origen de vida, protector y generador de familia, en una palabra, es Padre.
Ya que lo reconocemos como Padre nuestra primera súplica es sencilla: «Santificado sea tu nombre.» Pero qué quiere decir esto, pues muchas veces nosotros pensamos que para santificar el nombre de Dios basta que digamos que es santo, pero eso no es así, Dios es Santo y no lo santificamos diciendo cosas bellas acerca de él. Esta parte de la oración es mucho más profunda es una petición, no una declaración. No es que con el Padre Nuestro demos santidad al nombre de Dios. ¡No! Esta es una petición que nos recuerda nuestro compromiso de cara a Dios. Santificar el nombre de Dios se refiere a nuestro estilo de vida. Que nuestro testimonio sea de tal manera que los demás santifiquen el nombre de Dios. Qué con nuestra vida los demás se cuestionen por qué amamos, perdonamos, somos veraces. Santificar su nombre es dar testimonio para que los demás hablen bien de Dios, no basta simplemente con decir que creemos en Dios, sino que debemos demostrarlo, debemos mostrar al mundo con nuestra vida nuestra fe, y eso provocará entonces la transformación de los demás, pues nuestro testimonio hará que otros crean realmente en Dios. De este modo, cada vez que recitamos esta oración deberíamos de reflexionar hasta qué punto doy testimonio de la experiencia de Dios en mi vida.
Si nosotros damos testimonio de Dios podemos dar otro paso, y podemos hacer que Dios reine en medio de nosotros: «Venga a nosotros tu Reino», es lo que suplicamos a Dios. El mismo Jesús ya ha anunciado que el Reino de Dios se ha hecho presente en medio de nosotros, sin embargo para que esto se haga realidad es necesario que nuestra vida cambie y que se haga vivo el mensaje del evangelio. Para lograr esto implica que Jesús se convierta en el Rey de nuestra vida, dejemos que sea él y los criterios del evangelio los que nos guíen y nos conduzcan en medio de nuestra vida. Que no permitamos que la moda, la vanidad, el dinero, el poder se conviertan en reyes de nuestra vida, en los criterios ordenadores de la Realidad, sino que se Dios quien rija nuestra vida e ilumine nuestro actuar en medio de la historia. Pedirle que venga su Reino, implica pedir que nuestra vida lo tenga como Rey, como único criterio de nuestra vida, que sea él quien ilumine nuestras actividades y nuestras empresas, sólo él, sólo Dios. Que seamos capaces de desterrar todo aquello que no da la verdadera felicidad en nuestra vida.
«Danos hoy el Pan de cada día.» Con esta petición oramos para que Dios nos conceda lo necesario para cada día, pero no sólo en lo material, sino en todos los niveles. Los mismos judíos llaman pan a la Ley, puesto que es importante para su vida. De este modo el pan si bien se refiere a lo material, lo que se necesita materialmente hablando para subsistir en la vida. Puesto que a veces no encontramos tranquilidad en nuestra vida es necesario el pan de la paz, cuando estamos rodeados de mentiras requerimos el pan de la verdad, cuando estamos llenos de corrupciones, necesitamos el pan de la honestidad, cuando el mundo está lleno de injusticias y desigualdades, se requiere el pan de la justicia, cuando el hombre es esclavo de una droga u otra situación requerimos el pan de la libertad, cuando la tristeza ha invadido nuestro corazón necesitamos el pan de la felicidad. De ahí que siempre requerimos un pan para sobrevivir, para subsistir, cada día es necesario ese pan para seguir adelante por el camino de la vida. Recitamos eso para que Dios nos de ese Pan que vamos necesitando en cada momento de nuestra vida.
Unido al pan que se requiere cada día, debemos reconocer que somos pecadores, que fallamos en nuestra vida y por lo tanto requerimos su perdón: «Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.» Esta oración pide el perdón. Pero es interesante ver que este perdón va en dos dimensiones, pues se habla del perdón que pedimos a Dios, pero esto debe descender al perdón que debemos dar a los demás. Son dos caras de una misma realidad. En primer lugar pedimos la gracia de ser perdonados, pedimos que Dios en su gran amor de su perdón a nuestra vida, que está llena de faltas. Pero ese perdón es para compartirse para darse a los demás. Dios nos perdona y nosotros debemos perdonar, lo interesante es que primero debemos recibir el perdón de Dios, debemos sentirnos perdonados, y una vez que hemos recibido esa gracia entonces sí, podemos perdonar. Esto debe de ser así, pues sólo es posible perdonar cuando nosotros experimentamos el perdón de Dios, cuando nosotros sabemos que Dios está en nuestras vidas. Si sentimos ese perdón, entonces podeos compartir esa gracia que hemos recibido, la damos a los demás. No es que el perdón surja de nuestro limitado corazón, sino que viene de la acción de Dios. Si yo veo como Dios me ama y me perdona, y me maravillo, entonces porque no hacer sentir al otro ese perdón, entonces con el tiempo puedo compartir esa gracia y darle un signo de amor a los demás. Vivo el perdón, para hacerlo vivir a los demás.
Finalmente en la versión de san Lucas termina esta oración con la última petición: «No nos dejes caer en tentación.» La palabra tentación que en griego se dice “peirasmos” remite a un vocablo que se llegaba a utilizar en el ámbito comercial cuando se compraban telas, pues al hacer la compra era importante darles un tirón para comprobar si eran fuertes, si se rompían indicaba que eran de baja calidad y por lo tanto no lo compraban. Utilizando esa idea podemos decir que pedir en la oración pedimos que cauno llegue el momento de la prueba no nos rasguemos, no nos rompamos e inclinemos nuestros pasos al mal, o bien hagamos cosas de las cuales nos podemos arrepentir. No nos dejes caer en la tentación, que no desgarremos nuestra vida ante las dificultades que se nos presentan, ante las situaciones complicadas, ante la inclinación al mal.
De esta manera el Padre Nuestro se convierte en un camino espiritual para acercarnos a Dios y vivir desde la dinámica de la santidad, reconociéndolo como Padre y viendo nuestra responsabilidad de cara la mundo, dejando que reine en nuestra vida, nuestra familia, y reconociendo que él da lo necesario para la vida, que da su perdón que se vuelve en fuerza reconciliadora para todos y que finalmente nos recuerda que hay tentación pero que podemos salir adelante en medio del mundo.

18/7/10

Ser Hospitalarios

Meditación con motivo del XVI Domingo ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Génesis 18,1-10
Colosenses 1,24-28
San Lucas 10,38-42

Una de las características fundamentales del pueblo Israelita y de las culturas circundantes es el de la hospitalidad. Era muy común en aquellos tiempos la idea de ser hospitalario y de recibir a los forasteros en la casa. Podemos recordar incluso aquel pasaje del libro del Génesis en el capítulo 19 donde se habla de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y en el fondo su pecado es justamente la falta de hospitalidad , pues cuando llegan los tres hombres quieren abusar de ellos en lugar de recibirlos bien. Esta idea de la hospitalidad era común pues se creía que las divinidades bajaban de vez en cuando y caminaban entre los hombres, de ahí que al hospedar a un forastero incluía la idea de que fiera un ser sobrenatural.
La primera lectura del día de hoy, nos presenta el gesto de Abraham de hospitalidad que hace al ver a estos forasteros que aparecen en frente de él. Podemos ver la descripción del autor sagrado para descubrirnos precisamente el valor e importancia que tiene este gesto.
Al final podemos ver que hay una promesa de parte de estos visitantes: «Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un hijo.» Estas palabras están cargadas de un gran significado pues la historia de Abraham comienza precisamente con esa promesa. Él era un hombre que no tenía descendencia pues su esposa era estéril, y al no tener descendencia era considerado como maldito, pues no tenía una proyección de futuro. Pero un día Dios le hace la promesa de una descendencia enorme, y que tendría un hijo, pero nunca le había dicho cuando, ni en donde, pero ahora aparece una promesa bien concreta en donde se le señala una fecha exacta: “el próximo año.”
Pero ¿Por qué aparece esta promesa en este episodio? Sin lugar a dudas nos enseña el valor de la hospitalidad, la promesa del hijo, la promesa de la vida surge después de una actitud de hospitalidad, y esto quiere decir precisamente que el ser hospitalario da como consecuencia la vida, el ser fecundo. El ser hospitalario, el acoger a los demás es un signo de vida, me hace ser fecundo en mi vida, así como hace fecunda la vida de Abraham y le promete un hijo.
Esto debe servirnos a cada uno de nosotros para ser hospitalarios y recibir a los demás en nuestra vida. No sólo en el sentido de recibirlos en la casa, sino de acogerlos en e nuestra vida, dando tiempo a los demás. Pero para ser hospitalarios debemos reconocer que hay una actitud fundamental que la tiene Abraham, pero se puede apreciar con mayor claridad en el texto del evangelio de hoy.
El evangelio nos presenta esta escena en donde Jesús recibe la hospitalidad de dos mujeres: Marta y María. Pero con dos actitudes totalmente distintas, mientras que María se sienta y escucha a Jesús Marta está en un completo movimiento haciendo cantidad de cosas. Al final termina enojándose y diciendo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo?» Quiere que María le ayude, pero Jesús desenmascara la situación, pues no es que María esté de ociosa y no quiera hacer nada: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada.»
Pero, ¿por qué María escogió la mejor parte? ¿En qué consiste esa ‘mejor parte’? La clave para captar esta expresión está más arriba, está al entender la actividad de Marta, pues el texto nos dice que: «Se afanaba en diversos quehaceres.» Esta expresión: “afanarse” se refiere al quehacer desmedido, en el hacer por hacer, en la actividad sin ningún sentido. Marta cree que es necesario hacer cosas, pero sólo por hacer, no hay un sentido profundo, ni un sentido de amor en su actividad, sólo lo hace porque cree que debe hacerlo. En cambio María decidió hacer sólo una osa, escuchar a Jesús y lo hizo por amor. No es que María dijese “ya llegó Jesús pues ni modo hay que escucharlo”, a contrario llena de amor se sentó para escucharlo, en cambio Marta se puso a hacer quehaceres sin hacerlo por amor, quiso hacer todo, pero porque se sintió obligada pero no por amor.
Si Marta lo hiciese por amor también hubiera escogido la mejor parte, así como lo hizo María, o como lo hizo Abraham, pues recibió a estos hombres con amor, con espíritu de servicio y de donación.
Cuántas veces nosotros somos así, y no hospedamos a los demás en nuestro corazón, pues sólo hacemos las cosas porque no nos queda de otra. Los papás ven a sus hijos pero no les dedican tiempo, sólo lo mínimo pues lo ven como obligación, o no se dan la oportunidad de escucharlos. O bien los hijos sólo les dan por su lado a los papás pero no los escuchan, no están con ellos, sólo lo hacen porque deben hacerlos. Lo mejor es hacer las cosas con amor, si debo hacer ciertas cosas es mejor poner buena cara y hacerlo lo mejor posible, haciéndolo con amor.
Esa es la clave para ser hospitalario con los demás, ser como María y como Abraham, que ha escogido la mejor parte, pues han hecho todo desde la dimensión del amor, y la donación, no lo hacen obligados, sino que lo hacen por amor, por ayudar, por demostrar que hay una amor actitud de amar y no sólo de obligación. Esto es el sentido de acoger al oro en nuestro corazón.

11/7/10

¿Quién es el prójimo?

Meditación del Domingo XV Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Deuteronomio 30,10-14
Colosenses 1,15-20
San Lucas 10,25-37

En medio de un mundo lleno de ideologías, de posturas, filosofías, políticas, surge una interrogante fundamental: Cuál es la diferencia entre estas posturas y el cristianismo, Cuál es la esencia del cristianismo, Qué es lo que nos da una identidad en cuanto tal.
La lectura del evangelio de hoy parece darnos una pista acerca de esto. Encontramos a este doctor de la Ley que busca tenderle una trampa a Jesús con una pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?» una pregunta que busca la trascendencia del hombre, en el fondo pregunta sobre el sentido de la vida, pues quiere saber cuál es el camino para alcanzar la plenitud de la vida, cómo tener la vida en plenitud. Pero Jesús sabe que no es una pregunta sincera, y le responde con otra pregunta: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» Marcando de este modo que este hombre conoce la Escritura y por lo tanto el camino para alcanzar la plenitud: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo.» Y curiosamente el camino es sólo uno: El amor.
Todo el camino de plenitud del hombre se reduce a eso: amar. Pero ese amor brota precisamente del amor de Dios, si analizamos bien, el mandato nos marca que todo brota del amor de Dios. Hay que amar a Dios primero, con el corazón, con el alma, con las fuerzas, con todo el ser. Esa es la calve, el amar a Dios con toda nuestra realidad, con todos nuestros pensamientos (corazón), con toda nuestra vida (alma), con todas nuestras actividades (fuerzas) y con toda nuestra realidad, en medio de todos nuestros ambientes (nuestro ser). Este mandato implica entonces amar a Dios, pues él es la fuente del amor, sólo el da sentido a la experiencia del amor. Si nosotros somos llamados a amar no lo hacemos desde nuestra experiencia de amor, sino desde la experiencia de Dios. Si amamos a Dios desde las diversas dimensiones de nuestra vida, entonces somos capaces de llenarnos de ese amor y transmitirlo a los demás, y entonces amar desde el amor de Dios. Ese amor de Dios, esa experiencia tan grande nos lleva a amar a los demás, como dice el texto, a amar al prójimo.
Finalmente quién es el prójimo, y esa es la pregunta que el doctor de la ley hace a Jesús. Esta pregunta es importante pues en aquellos tiempos el prójimo era aquel con el que uno se llevaba bien, el familiar, el amigo, el de la misma raza y nación. Por lo tanto los extranjeros no entraban el la categoría de prójimo.
Para responder a esta cuestionante Jesús narra la parábola del Samaritano. Nos presenta a u n hombre que es asaltado en el camino, y una vez despojado de todo yace ahí inconsciente. La problemática es que pasan dos personajes que sólo se limitan a darle la vuelta. Primero un sacerdote, y después un levita, son dos hombres que y trabajan en el templo que están entregados a Dios totalmente pero deciden pasarse de largo, seguramente porque van al templo y si tocaran un cadáver quedarían impuros y con ello incapacitados para celebrar los oficios del templo. De esta manera sobreponen sus ritos a la caridad. Pero finalmente pasa un tercer personaje que resulta ser un samaritano, una persona que es totalmente ajena al pueblo, incluso es odiado por los judíos, de tal manera que, que cualquiera podría esperar el desprecio del Samaritano ante aquel judío herido, sin embargo sorprende la actitud de este hombre que se detiene a ayudarlo, deja atrás todo tipo de diferencias étnicas y políticas, religiosas y sociales, y se detiene pues sobre cualquier diferencia primero está la caridad, en medio de la necesidad todos somos iguales y debemos ayudar.
Una vez que termina la parábola se descubre quién es el prójimo: «¿Cuál de los tres te parece que se porto como prójimo del hombre asaltado por los bandidos?» Fijémonos bien que Jesús marca que uno de esos tres hombres se portó como prójimo del herido, no dice que el asaltado sea el prójimo, sino que el prójimo es el que ayuda en este caso el samaritano. Jesús da un vuelco al concepto de prójimo. El prójimo no es que nos rodea, el prójimo es el que se hace próximo al necesitado (-prójimo significa próximo-), el que se acerca al que requiere ayuda. Muchas veces pensamos que prójimo es el que está cerca de nosotros (y así se utiliza en el lenguaje), sin embargo Jesús nos pide e n esta parábola descubrir que nosotros somos prójimos en la medida en la que nos acercamos al necesitado. El prójimo no son los otros, soy yo si tengo la compasión de ayudar a mi hermano.
La esencia del cristiano es esa, el ser prójimo del otro que requiere de mi ayuda. No es posible que se hable de fe, sin esta capacidad de hacerse prójimo de los demás, si no ayudo a los demás. Así como en la parábola hay un hombre que es golpeado, es ultrajado, hoy también hay muchas personas asaltadas en la vida, tumbadas en la historia mal heridas, y no sólo físicamente, sino espiritualmente. Cuántas personas le roban su dignidad porque se burlan de ellos y los sobajan, cuántos les roban la confianza y la amistad. Nosotros debemos de ser prójimos de aquellos que se burlan y les roban u dignidad devolviéndoselas y dándoles a conocer que no están solos que confiamos en ellos. Cuántos han sido traicionados y nosotros podemos ayudarlos para salir adelante, para que no se sientan solos. Cuántas esposas o esposos viven con traumas en la vida y requieren que su pareja se haga su prójimo y la comprenda. Cuantos niños viven con la indiferencia de sus padres y sólo ven TV porque sus padres no tienen ni un minuto para ellos, los padres deberían hacerse prójimos y darles algunos minutos de su tiempo.
Lo más importante es el detenerse y hay comienza el hacerse prójimo. El detenerse y descubrir que la otra persona es importante, saber que ahí hay alguien que requiere nuestra ayuda. Después acercarse, que el otro sienta que no está sólo, que hay alguien que le da su apoyo, su tiempo, su consejo, cercanía que rompe todo tipo de indiferencia. Posteriormente la curación, con aceite, para calmar el dolor, con vivo para desinfectar las heridas, y con vendajes para cubrir el daño. Cuantas veces debemos hacer esto, detenernos y calmar el dolor del los demás escuchando, desinfectar con consejos que quiten toda destrucción, y colocando el vendaje del amor y la paciencia para que se sientan reconfortados. Finalmente lo sube a su cabalgadura y lo lleva a un mesón, lo hace parte de su vida, se involucra con él, lo deja ahí porque debe seguir con su vida, pero ahora ese hombre es parte de su historia, no es sólo el herido del camino, sino alguien a que ha ayudado y es parte de su vida.
Esa parábola nos habla justamente del amor, que se manifiesta en aproximarse a los demás, de hacernos prójimos de aquel que requiere nuestra ayuda. Sólo así podemos hablar de cristianismo, y de testimonio que marca la vida del hombre, anunciando al mundo la fe en Jesucristo.

4/7/10

«No lleven dinero, ni alforja, ni sandalias»

Meditación con motivo del XIV Domingo de tipo Ordinario
Ciclo /C/

Textos:
Isaías 66,10-14
Gálatas 6,14-18
San Lucas 10,1-12.17-20

Hoy en día podemos ver cómo va creciendo la tristeza por la vida, la soledad, el desamparo, cuántas personas viven rodeadas de tristezas y amarguras, de desesperaciones. Podemos ver como en varios ambientes los problemas van creciendo, ya sea de índole afectiva, social o económica. Se puede constatar como hay un miedo por la inseguridad que propician las instituciones. En fin, podemos ser testigos que hay un desencanto por la vida, pues vivimos, porque no nos queda de otra, pareciera que uno debe seguir en medio del trajín de la vida, sin saber qué hacer, sin saber hacia dónde caminar. Puede ser que nosotros a veces nos sintamos así, o bien alguien cercano a ostros, sienta lo mismo. Pero ¿qué hacer ante eso?
El evangelio del día de hoy nos da una respuesta. Encontramos a Jesús que realiza una misión con 72 discípulos, y antes en el capitulo nueve Jesús había enviado a los Doce, ahora manda a los 72. Pero ¿Por qué 72? ¿Qué representa este número? Dentro del pensamiento judío creían que existían alrededor de 70/72 culturas además de las suyas, de ahí que los 72 representen a los países extranjeros. La misión de los 72, hala de una misión anticipada a todas las culturas, de una misión universal, pues a todos debe llegar el mensaje del evangelio. Mientras que la misión de los Doce ejemplificaba la misión al Pueblo de Israel (pues los Doce recuerdan las Doce tribus de Israel), los 72 representan a la humanidad entera y con ello, el llamado a crear una humanidad nueva.
El texto nos habla de esta manera a cada uno de nosotros a reconocer que hay u n mensaje que debe escucharse por todo el mundo. Un mensaje que debe ser escuchado, pues da la renovación al mundo entero, y por ello la urgencia de Jesús por mandarlos, para que todos conozcan este mensaje de salvación. La urgencia se debe a que Dios quiere entrar en nuestras vidas, Dios quiere estar presente en nuestra historia y con ello quiere darnos un mensaje esperanza.
En medio de un mundo que pierde la esperanza, el sentido de la vida, que vive cargada de desilusión, pareciera que anunciar este mensaje evangélico es la respuesta, anunciar que Dios está en medio de nosotros, anunciar que no todo está perdido, que Dios nos guía, nos acompaña. Pero ¿Quién debe hacer este anuncio? EL texto habla de 72, y por l tanto refiere que es un mensaje para la humanidad, pero es la misma humanidad quien debe hacerlo, es una misión de todos. Cada uno de notros está llamado a hacer esta misión.
Quizá a escuchar esto podríamos llenarnos de temor, de miedo, puesto que no sabríamos como hacer esta misión. ¿Cómo poder anunciar el evangelio? El mismo texto parece darnos algunas pistas: «No lleven dinero, ni alforja, ni sandalias.» Qué quiere decir esto, ¿por qué Jesús da estas instrucciones? Cada una de estas cosas simboliza una realidad profunda en el evangelio de san Lucas.
El dinero representa el poder económico, quiere decir que para anunciar el Reino no es necesario lo económico. Anunciar el Reino de Dios no implica la capacidad de tenerse atado al dinero, no es de comprar, ni de vender, el Evangelio se anuncia con la propia vida, no depende de lo que se tenga, no depende de lo que se gane a nivel económico. Además Si se llevara dinero entonces nuestra confianza estaría puesta sólo en él, y no en Dios. Se podría creer que con nuestras riquezas solucionaríamos y consolaríamos a todos, pero no con el mensaje del Evangelio. N>o llevar dinero implica reconocer que nuestra única riqueza es Jesús, no hay más, no hay otra cosa que nos haga felices sino sólo él, y esa es la riqueza que portamos y compartimos, esa es la riqueza que nos levanta y nos ayuda, esa es la riqueza que efectivamente da sentido a la historia. No es dinero lo que se requiere para sustentar el sentido de la vida del hombre, sino la experiencia de Jesús, lo que contagia, alegra, y da sentido al caminar del hombre y esa es la riqueza que se debe anunciar. Es la riqueza del amor, del perdón, de la paz, de la concordia, que habita en cada uno de nosotros.
En segundo lugar dice que no se lleve la alforja, que servía para guardar cosas, el reino se anuncia sin guardarse nada, sin retenerse cosas para sí mismo, eso es la alforja. No es posible compartir el Evangelio si nosotros nos guardamos cosas, si no compartimos todo lo que somos. Guardar cosas no se refiere simplemente a lo material, sino a nuestra vida, a nuestro ser, nuestra interioridad, eso es lo que importa. Anunciar el Reino es demostrar quienes somos, dará conocer nuestra vida, nuestra historia, todo lo que vamos viviendo eso es lo que importa, eso es lo que debe de ayudarnos. El anuncio del evangelio consiste en compartir nuestra vida, todo lo que somos, y eso da sentido a la historia del hombre. Mostar quienes somos con nuestras fragilidades y grandezas, y mostrando lo grande que Dios ha hecho en nuestra vida, eso es lo que compartimos. Además de compartir nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestra escucha, nuestra vida para ayudar y dar sentido a aquel que lo ha perdido todo.
Finalmente dice que no se lleve sandalias, las sandalias en esas tierras n necesarias, pues es un lugar cálido y desértico, de ahí que no es posible emprender el camino sin ellas. Si Jesús manifiesta que no se debe llevar sandalias significa que no debe de ser sus pasos lo que guíen estos caminos., sino Jesús. No son nuestras seguridades las que llevan a cabo el caminar por la vida, sino Dios y sólo él. A veces creemos que son nuestros caminos los que debemos seguir y no vemos lo que Dios nos muestra, no descubrimos el camino que nos trae. Anunciar el Reino es dejar que él vaya mostrándonos lo que requiere de nuestra vida, caminar por las sendas que él propone, sabiendo que sólo él es nuestra fortaleza para seguir adelante.
Con estas instrucciones Jesús trata de dar a entender cuáles son los parámetros de la misión, pues la misión no se basa en lo que tenemos, sino en la actitud de desprendimiento, confiando sólo en él, que es nuestra riqueza y camino, dando sentido a nuestra vida. Muchas veces creemos que debemos conocer cantidad de cosas para anunciar el evangelio, siendo que lo fundamental es la experiencia de Dios en nuestra vida. Dese luego que hay que preparase, pero lo fundamental es nuestra experiencia de Dios, no se basa simplemente en lo meramente intelectual, sino en la sencillez de nuestra vida unida a Dios, nosotros debemos trasmitir eso, nuestra cercanía con Dios. No se basa simplemente tener grandes equipos, sino partir de la sencillez de nuestra vida, de nuestra cercanía con él.
Ciertamente pude darnos miedo anunciar el evangelio, pero no es otra cosa sino anunciarlo en donde estamos con nuestra familia, con nuestras amistades, y no sólo de palabras, no sólo de doctrinas, sino principalmente con nuestro testimonio. Anunciar que Cristo es nuestra riqueza, demostrando que tenemos todo, que él es quien nos da la paz. No guardar nada y demostrar al mundo lo que somos, que vean nuestra sencillez, pero sobre todo nuestra alegría pues finalmente es fruto de nuestra experiencia de Dios, es fruto de nuestra vida en Dios. Y esa alegría es lo que el mundo necesita, esa alegría es lo que el mundo requiere, una alergia por la vida, por su historia, por todo lo que Dios puede hacer en su vida colmándola de esperanzas, ciertamente que hay tristezas y desilusiones en la vida, pero también es cierto que hay un mensaje que podemos anunciar para colmar de esperanzas al hombre de hoy, el mensaje de Dios que toca y transforma nuestro corazón. Esa alegría que ya anunciaba el profeta Isaías en la primera lectura: «¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman!»
Esa alegría que transforma todo: «Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas.» Una alegría que nutre y da vida al hombre, un río de prosperidad, es decir un río de ánimo, de fuerza para seguir adelante, llegará la riqueza porque Dios está con ellos, porque Dios es el sentido de todo, y finalmente dice el texto que los niños serán acariciados en las rodillas, esto significa que es un pueblo que tiene hijos, y por lo tanto es una promesa de futuro. La alegría de Dios remite al futuro, a no ver que todo acaba, que todo se derrumba, sino que hay futuro, hay promesa de vida, hay capacidad para ponerse en marcha y seguir adelante, sin detenernos, sin claudicar, Dios está en nosotros y podemos anunciar este gozo para transformar nuestra vida, nuestra familia, nuestra sociedad, porque este mensaje ha de llegar a todos si permitimos que Dios toque nuestra historia.

3/7/10

Tomás: Fe que debe madurar

Meditación con motivo de la fiesta de Santo Tomás

Textos:
Efesios 2,19-22.
San Juan 20,24-29


El día de hoy estamos delante de la fiesta de un apóstol, que ciertamente ha sido mal entendido, pues generalmente lo recordamos por su falta de fe, incluso se llega a decir: “yo como santo Tomás hasta no ver, no creer.” Sin embargo hoy no celebramos una fiesta de un hombre incrédulo, de lo contrario no sería santo, al contrario estamos celebrando a un hombre lleno de fe.
Pero creo que es necesario meditar lo que significa tener fe, la fe no es algo de momento y estático, al contrario implica crecimiento, madurez, y por lo tanto movimiento. Santo Tomás es un hombre de fe, y el evangelio de san Juan nos muestra su crecimiento en la fe, es un hombre que busca encontrar sentido a toda su vida. Por ejemplo en san Juan 11,16 Santo Tomás una vez que Jesús dice que tiene que ir a ver a Lázaro a pesar de que lo quieren matar, sin dudarlo dice: «Vayamos también nosotros a morir con él.» Con esto se demuestra que es un hombre que ama a Jesús, y por ello quiere ir a pesar de que de su vida por su maestro, no es un hombre sin fe, es un hombre que quiere vivir su fe.
De esta manera podemos ver que Santo Tomás es un hombre de fe, y si llega a titubear en algún momento no es porque su fe no existe, sino que seguramente está triste, está acongojado pues Jesús ha muerto, y si repentinamente llegan a decirle que vive, sus sentimientos e encuentra, no es fácil aceptarlo así, el sabe que murió y que lo sepultaron, no pueden decirle nada más porque si que está vivo, y por ello titubea. Y ante eso Jesús se apare ce a sus discípulos y de manera especial a Tomás, para reforzar su fe. Si lo pensamos bien Jesús no se pareció a todos los que dudaban de su resurrección, pero sí que se aparece a este apóstol, porque sabe que él no es que no crea o no tenga fe, a contrario, su fe tiene sentimientos encontrados y es necesario aclararle las cosas y eso se realizará con su presencia.
Esto nos enseña que la fe debe ir creciendo y Jesús dará pruebas necesarias a lo largo de nuestras vidas para que esta fe se vaya cimentando. Y desde luego que en el caminar de la fe aparecen las dudas, aparecen las crisis, el escepticismo, pero es parte de la fe. Si alguien dijese que nunca ha dudado de su fe, seguramente quiere decir que nunca ha avanzado en el camino de la fe, seguramente nunca se ha planteado y pensado las cosas de la vida de fe. La fe exige camino, preguntas, y por lo tanto llegan las dudas. Así que hoy celebramos a un apóstol, que dudó, pero que creció en su vida de fe, hasta madurarla y dar su vida por Jesús.
Que nuestra fe sea efectivamente madura en nuestra vida, y si llega la duda, meditemos, investiguemos y dejemos que el Señor nos muestre el camino de la madurez de la fe.