31/12/11

Finalizar agradeciendo

Meditación con motivo del 31 de diciembre

Textos:
1 San Juan 2,18-21
San Juan 1,1-18

La primera lectura del día de hoy nos advierte sobre un peligro en la vida de la comunidad: Los anticristos. Muchas veces al escuchar esto puede causarnos miedo, pensar en el diablo y en cantidad de películas donde se utiliza este nombre, incluso pensamos en el fin del mundo, sin embargo el día de hoy escuchamos en la primera lectura algo fundamental: «En realidad, ya han aparecido muchos anticristos.» El anticristo no es lo que las películas o el imaginario público nos enseñan, sino se remite a aquel que está en contra de Cristo, aquel que está en contra del amor, en contra de la misericordia. Ese es el anticristo.
Podríamos ver que nosotros muchas veces somos así, somos anticristos, porque ofendemos, somos rencorosos, dañamos a las personas que amamos o bien buscamos hacer el mal a aquellas que nos lo han hecho. Buscamos ir en contra del Cristo, somos anti evangélicos, o bien en el lenguaje de la primera lectura, somos anticristos.
Y esta lectura es proclamada el día de hoy, al terminar el año, para reconocer hasta que punto no hemos sido realmente fieles al evangelio, hasta que punto nos hemos puesto en contar de Cristo. Terminar un año, es una fiesta, pues se inicia otro año y ello implica tener expectativas para el año que sigue, pero también es el momento para evaluar y descubrir qué hemos hecho en este año que dejamos, y reconocer que hemos fallado, que hemos estado en contra del amor, en contra de la fe, en contra de tantas cosas que pudieron ser una bella experiencia, pero que nuestro enojo, nuestra codicia, nuestra envidia destruyeron eso, convirtiéndonos en anticristos.
Pero reconocer nuestras fallas no es simplemente para echarnos en cara lo malo que hacemos o lo malo que podemos ser, sino reconocer nuestras fallas para empezar el año que viene con una nueva óptica, y evitar esos comportamientos.
Pero al mismo tiempo que se nos invita a reconocer nuestras fallas, también debemos ver todo lo que debemos agradecer a Dios por lo que recibimos a lo largo de este año, de manera que este día es un día que se debe convertir en una oración de agradecimiento, de modo que es una jornada de oración y de perdón. Entonces elevar nuestras palabras a Dios y agradecerle todo diciendo:

Te agradecemos Señor, por la vida que nos has regalado en este año, esta vida que hemos compartido con mucha gente que hemos encontrado en este periodo.
Te agradecemos por esas personas con las cuales compartimos la vida. Gracias Señor por nuestra familia, por nuestros padres, nuestros hermanos. Gracias por ponerlos en mi camino. Perdón Señor si a veces no les he tenido paciencia, o si no he sabido valorarlos o valorar lo que quieren de mí.
Gracias Señor por los amigos por esas personas que hacen que el caminar por la vida sea ligero y más agradable. Gracias porque la amistad nos ayuda a continuar la vida con su apoyo, con sus palabras, con su presencia, haciéndonos sentirnos importantes, pues ellos son un gran regalo. Y pedimos perdón si a veces no he sabido apreciar este don tan grande como se debe.
Gracias por esas personas que se han convertido en algo especial en nuestro corazón, pues por ello podemos ver la vida distinto, y descubrir que nunca estamos solos.
Gracias por dejarme compartir con tanta gente, y que tal vez nos ha dejado a lo largo de este camino, te las ponemos en tus manos.
Gracias por haberme encontrado con tantas personas que de una u otra manera me ayudan a seguir la vida. Gracias por aquellos que me aconsejaron, por aquellos que me enseñaron, aquellos que se preocuparon de mi, aquellos que me hicieron un servicio. Gracias Señor.
Gracias por todas las cosas que he recibido en este año, por esas experiencias que me enseñaron a valorar más la vida, que me ayudaron a comprender cosas que yo no entendía, que me ayudaron a ser más sensibles con los demás. Gracias Señor.
Gracias porque en mi corazón hay un motivo para vivir cada día, y a pesar de las tristezas, de las desilusiones, de las situaciones difíciles, siempre está la luz de Dios que de diversas maneras ilumina y apoya nuestro caminar. Gracias.
Gracias por los dones que nos regalas Señor, la inteligencia, la libertad, nuestra voluntad. Gracias Señor y perdónanos porque a veces no los utilizamos como debemos o no los sabemos aprovechar.
Gracias Señor por la Vida, por nuestra vida, por esta historia. Gracias Señor porque te manifiestas. Gracias Señor porque nunca nos dejas. Gracias por permitirnos terminar este año… ¡Gracias Señor!

30/12/11

Promesas de vida

Meditación con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 15,1-6, 21.1-3
Salmo 104
San Lucas 2,22-40

Las lecturas del día de hoy nos centran en una realidad: Dios cumple sus promesas. Lo hemos cantado en el Salmo, y lo hemos visto en la primera lectura cuando Dios le dice a Abraham que no quedará sin descendencia, sino que tendrá una descendencia. Con esto se muestra que Dios no deja abandonado a Abraham, sino que le promete la descendencia y con ello, le está prometiendo un proyecto de vida.
Por tanto, podemos ver que la promesa de Dios va en la sintonía de la vida. No es que le promete a Abraham un caudal lleno de riquezas, o un puesto en la política, sino que le promete la vida y vemos como se lleva a cabo. Dios visita a Abraham, y le da un signo de vida. Dios viene a dar vida al hombre. En el fondo eso es lo que la humanidad necesita, necesita esos signos de vida. Si lo pensamos bien el hombre tiene necesidad de amor, de misericordia, de amistad, de perdón, de solidaridad. Son estas características las que hacen que se sienta amado, que se sienta importante, que se sienta espacial en medio de la historia.
Cuántas veces el hombre ha alcanzado el poder, las riquezas, un buen empleo, y ciertamente alcanza sus metas, su autosatisfacción. Es parte de su vida, pero cuando se alcanza esto y no se es feliz, cuando siente que en su vida necesita la experiencia de encontrarle sentido a lo que hace, que necesita realmente que alguien lo ame, se siente un vacío existencial. Y es que muchas veces a lado del éxito se debe de encontrar también la experiencia de la vida, que lo reconforte. Abraham mismo era un hombre que tenía dinero, pero era marginado, no era bien visto, le faltaba la experiencia de la vida, por esa razón Dios irrumpe en su vida y lo transforma.
Dios cumple sus promesas, con signos de vida. Y justamente es lo que celebramos hoy en Navidad, celebramos que Dios se hace hombre, que entra a formar parte de la historia, que se hace vida. Ver al niño Dios en el nacimiento, es ver una vida que inicia, una vida pequeña y frágil que comienza. Ese niño es un signo de vida, de una vida que inicia, de una vida que es necesitada. Pero finalmente signo de vida.
Y hoy que celebramos esta fiesta de la Sagrada Familia, en el fondo celebramos un núcleo de vida. Dios viene a nacer en medio de una familia, como cualquier niño, para mostrar por un lado la importancia de la familia, y por otro para demostrar lo importante de la familia como signo de vida y como desde ese pequeño núcleo de vida comienza el más grande y extraordinario signo de salvación que ad sentido a toda la historia.
Finalmente en el evangelio volvemos a ver que Dios cumple sus promesas y lo hace con ese gesto de vida. Vemos que en el templo están dos ancianos: Simeón y Ana. Que representan al antiguo pueblo. Por un lado, Simeón representa al antiguo pueblo que es justo y espera las promesas del Señor, por el otro tenemos la figura de Ana, que representa al Pueblo que por un tiempo se aparto de Dios y ahora vive como viuda, es decir sin su marido, que es figura de Dios. Ambos, justos o pecadores, esperan que Dios actúe y de la salvación. Y esta salvación seda con un niño, con un pequeño signo de vida y al verlo lo reconocen, son capaces de reconocer que Dios se manifiesta en signos de vida, como este niño que traerá la salvación.
Que este tiempo de Navidad se a para nosotros la oportunidad para descubrir los signos de vida que Dios nos da y así seamos capaces de descubrir lo valioso de la vida y la intervención de Dios en aquellos signos que realmente salvan y da felicidad en lo más profundo de nuestras vidas.

26/12/11

La Navidad y el misterio pascual

Meditación con motivo de la fiesta de San Esteban

Textos:
Hechos 6,8-10.7,54-59
San Mateo 10,17-22

EL misterio de la Navidad está íntimamente relacionado con el misterio pascual. Ya desde el mismo evangelio de san Lucas se entrevé esta realidad, porque cuando san Lucas nos dice que el niño es colocado y recostado en el pesebre, curiosamente son las mismas palabras que utilizará al final de su evangelio para describir como Jesús será puesto en el sepulcro. De tal manera que, ya el mismo evangelista ve como existe una relación entre el nacimiento y la muerte de Jesús.
Incluso ya desde la iconografía cristiana, desde las primeras imágenes del cristianismo se ve esta relación entre nacimiento y muerte. Pues en las representaciones del nacimiento de los primeros siglos podemos observar cómo se representa al niño Jesús, que parece amortajado, como si lo fueran a enterrar, y el pesebre tiene la forma de un sepulcro. Por tanto ya los mismos artistas expresan que en el nacimiento se ve el acontecimiento de la muerte de Jesús.
Esto se debe precisamente a que el misterio de navidad, es un misterio que tiende a ver el acontecimiento de salvación que se dará en la cruz. Jesús nace y con él viene la salvación, por tanto se vislumbra el acontecimiento pascual. Sería superficial quedarse en el acontecimiento de Belén y no ver en la natividad la llamada a la salvación, que se dará en el misterio pascual.
Incluso la misma liturgia nos invita precisamente a no perder de vista que el nacimiento de Jesús, que la fiesta de navidad tiene por objetivo caminar hacia el misterio pascual. Por ello, después de celebrar la natividad de Jesús se nos invita a celebrar la fiesta del protomártir san Esteban. Parecería contradictorio, pues ayer veíamos el nacimiento de un niño y hoy contemplamos el martirio de un hombre. Pero con esta fiesta de hoy, la liturgia quiere poner de manifiesto que la navidad va estrechamente ligada al acontecimiento de la muerte, de la entrega de la vida.
De tal modo, que ahora esto nos invita a ver el compromiso que nos da el celebrar la navidad. Pus después de encontrarnos con el niño de Belén, ahora nos debemos de comprometer y de dar testimonio de este encuentro dando la vida, como Cristo la dará.
Por ello el evangelio nos dice: «Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir.» Con estas palabras se da la invitación para descubrir que el testimonio no es con las palabras, no es algo meramente intelectual, sino que va más allá, dice Jesús que «el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.» Con esto nos quiere decir que es la fuerza de Dios la que nos hace dar testimonio, el permitir que él esté dentro, que él nos impulse. Finalmente el testimonio no es de palabras o discursos, sino con la vida misma, en la cual nos asemejamos a Cristo y lo anunciamos. El mismo san Esteban así lo hizo, se asemejó en todo, dando testimonio realmente de su encuentro con Cristo, y el mismo libro de los Hechos de los Apóstoles lo ponen en paralelo con la pasión de Cristo, para demostrar que da testimonio asemejándose a Jesús. Del mismo modo nosotros debemos asemejarnos y dar el testimonio.
Con esta fiesta se nos invita a no quedarnos viendo sólo el nacimiento que ciertamente es una escena hermosa y tierna, sino a comprometernos y a empezar a dar testimonio del niño que ha nacido en Nazaret, que bien a salvarnos y nosotros queremos hacer visible esa salvación.

25/12/11

«En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres...»

Meditación con motivo de la solemnidad de la Natividad del Señor (Misa del día)

Textos:
Isaías 52,7-10
Hebreos 1,1-6
San Juan 1,1-18

El tiempo de Navidad es un tiempo para descubrir y reanimar nuestra fe. Muchas veces, vemos la navidad desde los criterios con el que el mundo los presenta, la vemos desde las luces, los árboles de navidad, los regalos, Santa Claus, etc. Por lo tanto, tenemos una visión meramente externa, que se limita a maravillar los ojos, ver las figuras, ver los adornos, ver los regalos, y pensar que sólo es una fiesta más, ciertamente una hermosa fiesta pero nada más, en donde el centro es una reunión familiar, y unos regalos acompañados de un gran escenario externo lleno de luces. Sin embargo esto no es la navidad desde la dinámica de la fe, si bien es sumamente aparatosa, sumamente llamativa, desde nuestra experiencia de fe, debemos descubrir que significa realmente la navidad.
Para poder entender esta fiesta es necesario hacer un acareamiento al acontecimiento de navidad y para ello es necesario descubrir que nos dicen los textos el día de hoy. Centrémonos en el evangelio, que parece darnos diversos elementos para entender la fiesta que hoy celebramos.
El evangelio de san Juan que hoy se proclama en la misa del día, es llamado comúnmente “prólogo”, sin embargo no es un simple prologo, sin más bien es un himno que seguramente se llegaba a cantar en la comunidad de san Juan, y es un himno en donde se reconoce el papel preponderante del Hijo de Dios a quien se le coloca el título de “la Palabra”. Curiosamente en este himno no se le llama Jesús, sino “la Palabra”. Es un título que ciertamente causa extrañeza, pero seguramente remite a ciertos estratos de la comunidad, y a una reflexión que se hizo. Sin embargo centrémonos en los elementos que nos presenta para poder introducirnos al misterio de Navidad.
Desde el inicio nos dice que esta Palaba es Dios, por tanto nos habla de su permanencia junto al Padre desde la eternidad: «En el principio era la Palabra…» Por tanto esta Palabra es aquella que ha existido desde siempre. Pero demos un paso más adelante y fijémonos con atención en la segunda estrofa: «En la Palabra estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...»
La Palabra, es decir, Jesús, el Hijo de Dios, es la vida, y cuando se habla de la vida no se limita simplemente al hecho de la existencia, sino que va más allá, porque el término que se utiliza aquí para decir vida, no designa la simple vida física, la vida biológica; sino una calidad nueva de vida que es definitiva, que no está sujeta a la muerte. Por tanto, esta Palabra, no sólo da la vida física, sino que viene a darle sentido a la vida, viene a darle plenitud. La vida fisca existe, la vida fisca ya la tenemos, sin embargo, Jesús quiere darnos sentido a la vida. Si lo pensamos bien, no es simplemente el vivir, sino vivir felices, encontrándole un sentido a cada día, un sentido a nuestras actividades, a nuestras palabras, a nuestras amistades. Jesús es aquel que da sentido a toda nuestra historia. Cuantas veces vivimos por vivir, porque no queda de otra, o bien queremos evadir la realidad fugándonos con algún vicio, con una fiesta, pero al final nos encontramos con nuestra realidad, con lo que realmente somos, y vemos que no nos gusta ser así. Por tanto si Jesús viene es precisamente porque quiere que descubramos el sentido de nuestra vida a partir de él, y sólo de él. Claro que a veces podríamos tener la idea de Jesús como algo meramente accesorio, que no nos dice nada, y entonces ser un elemento más en la vida. Por tanto, es la invitación para ver más allá de lo meramente accesorio y descubrir lo que Jesús me quiere ofrecer, descubrir que él es la Palabra que tiene vida, que tiene la plenitud de la historia y que todo pude verse desde una nueva categoría, desde la dimensión de la fe.
En segundo lugar el tema de la vida va relacionado con el tema de la luz: «… y la vida era la luz de los hombres.» Se puede observar que el simbolismo de la luz va de la mano con el de la vida, porque la vida que Jesús ha dado se convierte en una luz que manifiesta para descubrir cuál es para él el camino de la vida plena. Si bien el día de ayer meditábamos sobre el simbolismo de la luz en el antiguo Testamento, el día de hoy nos presenta un elemento más. La luz es Dios mismo, es Jesús, y la luz es la que da el sentido y la plenitud de la vida. La luz no sólo es la que crea, la que da inicio a la vida como lo marca el libro del Génesis en el relato de la creación, sino que la luz, es el mismo Jesús, y por ello la luz ahora desde Jesús es aquello que ilumina al hombre, no sólo para llamarlo a la vida física, sino es la luz que da sentido a la historia del hombre., quien le complemente, quien le hace capaz de encontrarle sentido a su propia realidad. Es la luz que da sentido a los pasos del hombre, que ayuda a encontrarle un una nueva manera de ver las cosas, que ayuda a ver más allá de los criterios que el mundo ofrece, que ayuda a tener una opinión que supera cualquier expectativa meramente humana. Es la luz que renueva lo más profundo de los corazones. Y estos ería la luz de la navidad, si Dios se hace hombre, nace en Belén es para acercarnos esa luz y encontrar un nuevo camino que nos lleve hacia el sentido de la historia. Ahora desde la navidad el hombre tiene una luz que le posibilita ver más alá de la usura, de la corrupción, de la mediocridad, del odio, ahora hay una luz que lo ayuda a descubrir que existen otros criterios que realmente dan paz a su corazón y que le ayuda a encintarse realmente con la plenitud de su vida y de su historia. Navidad por tanto es la fiesta de la plenitud, una plenitud que se inicia desde la capacidad de ver con nuevas categorías, con nuevos elementos, que le ayudan a superar todo.
Esta luz es la que permite que exista el amor de Dios, porque el hombre no está llamado a ser el extraño de la historia, el forastero en la historia, sino que está llamado a reconocer este mundo como parte de su vida y Jesús-Palabra permite esto, pues ahora desde la dinámica de esta luz hay nuevas categorías que permitan iluminar la realidad.
Si bien, existe esa luz, no por ello todos puede ser iluminados por ellos, pues siempre hay elementos que nos impiden llegar a esa luz, y el mismo texto lo indica: «Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.» Existen elementos que nos alejan de ella, simbolizados por las tinieblas, y nos hacen preferir vivir dese las categorías que el mundo propone pues a simple vista son más fáciles. Pues es más fácil ver con ojos de división, de odio, de rencor, de corrupción; que el abrirse a una nueva categoría que primera instancia parece difícil, y va en contra corriente, pero que finalmente da la autentica plenitud. Y finalmente esa luz es capaz de dar tal plenitud, que los criterios de la tiniebla no la vencen.
Y esta Luz que da plenitud es capaz de llegar a nosotros porque el hijo de Dios, la Palabra se hace carne, se hace totalmente hombre y con ello se acerca totalmente al hombre. Ya no hay ninguna distancia ahora él entra a la historia del hombre y con ello se da la salvación. Y esto es sin duda un signo de amor, pues Jesús al encarnarse toma toda nuestra debilidad, para acercarse a nosotros y hacernos accesible esta plenitud de vida. Y eso es justamente lo que hoy celebramos. Si bien, podemos celebrar navidad sólo con luces y regalos, lo cierto es que eso nos sigue dejando al mismo nivel, incluso nos pude dejar totalmente frívolos viendo la navidad como un espectáculo más y con miras a una ganancia, para ver qué cosas obtengo de esta fiesta o bien que cosas desecho pues son meramente superficiales, sin ver el valor de la persona y sólo medirlo desde el valor del regalo. O bien, podemos darnos la oportunidad y ver más allá, y descubrir la luz que viene del pequeño niño de Belén, que quiere iluminarnos y darnos sentido y plenitud a nuestra vida, con nuevos criterios que nos e basan ni en la mercadotecnia, ni en los intereses políticos, sino a partir del amor, a partir de la fragilidad, a partir del perdón, a primera vista puede ser insignificante, pero que realmente da sentido y plenitud a nuestra vida.

24/12/11

«El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz…»

Meditación con motivo de la Solemnidad de la Natividad del Señor (Misa de medianoche)

Textos:
Isaías 9,1-6
Tito 2,11-14
San Lucas 2,1-14

Una de las realidades que aparecen en esta fiesta de la Navidad y que parece darle sentido es el vocablo “luz”, a lo largo de las lecturas y de las oraciones que componen esta celebración podemos observar cómo se repite contantemente esta idea de la luz. Pero ¿Qué papel debe jugar esta luz en torno a esta celebración? De manera especial podemos ver como el papel de este simbolismo de la luz a partir del texto de la primera lectura, que parece colocar los elementos para entender este simbolismo y al mismo tiempo entender el sentido de la fiesta de Navidad.
El texto del profeta Isaías comienza diciendo: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.» Nos coloca la situación del hombre en medio de una realidad totalmente ambigua, por un lado es un pueblo que camina en la tiniebla y por otro, la llegada de la luz. La luz en el antiguo testamento de frente a la tiniebla nos coloca ante un simbolismo extraordinario. Nos presenta la ambigüedad de la propia de la realidad, es un símbolo que parece desde el libro del Génesis. La luz es lo primero que aparece cuando comienza la creación, es la luz la que coloca el inicio de todo, es la luz la que vence la tiniebla, es la luz la que le pone sus límites y da el contorno a la realidad. De tal modo que, se reconoce que hay tiniebla pero que es posible vencerla.
A partir de esta realidad podemos ver quela luz tiene un papel preponderante en la historia de salvación pues por medio de la luz, se toma fuerza para iniciar la creación, a desde ahí la luz aparece contrapuesta con las tinieblas tomando diferentes connotaciones. De tal manera que la luz es el símbolo de la vida, pues al vencer a la tiniebla la luz se convierte en una promesa de vida. La creación de este modo es un proyecto de vida, donde la tiniebla- muerte no alcanzará tendrá más fuerza. En segundo lugar esta luz es el símbolo de la armonía, del orden, la luz se convierte en el principio ordenador que establece una armonía con lo creado.
Podemos ver entonces como estos principios de vida y orden relacionados con la luz llevan a una reflexión más profunda en el camino de la teología bíblica. Esto nos lleva a ver la luz con un tercer símbolo que es el de la justicia. De tal manera que la luz sería el símbolo de la justicia que llega, es la justicia que el hombre necesita para salir adelante, para poder encontrar lo que requiere en medio de su historia y alcanzar su realización. Así el binomio luz-tiniebla se convierte en el binomio justicia- injusticia, y la llegada de la luz es precisamente la justicia que el hombre anhela, al estar sometido por la injusticia, la esclavitud del poder que detenta la tiniebla.
Pero si damos un paso más, podemos encontrar un cuarto significado de la luz, el cual está relacionado con la corriente sapiencial. De modo que, la luz sería un símbolo del conocimiento. Es aquello que me da la capacidad de conocer, de entrar en contacto con aquello que da sentido a la vida. Tener la luz, implica tener el conocimiento que disipa toda duda y todo temor, simbolizados por la tiniebla.
Podemos ver entonces que el símbolo de la luz dentro de las Escrituras es amplio y que alcanzará un valor especial en el Nuevo Testamento como signo de liberación y un atributo de Dios mismo como lo mostrará el evangelio de san Juan el día de mañana. Sin embrago, a partir de estos significados podemos adentrarnos ahora en el extraordinario texto de Isaías y permitor que de sentido a la fiesta de la Navidad.
El texto comienza diciendo: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.» EL profeta coloca la acción de Dios en medio de las tinieblas en donde camina el pueblo. Si el pueblo camina ente las tinieblas remite a una imagen de terror, pues es complicado caminar en la oscuridad, no se sabe que paso se está dando, no se sabe hacia dónde se va, qué situación se puede uno encontrar. El pueblo que camina en la tiniebla es una imagen de terror, una imagen que provoca miedo e incertidumbre. Con esta imagen el profeta quiere dejar en claro que el pueblo camina en medio de las tinieblas, camina en medio de incertidumbres.
De alguna manera, en ese tiempo, en medio de los conflictos políticos, el pueblo se venía caminando en medio de las tinieblas, no sabían hacia dónde ir. En ese tiempo el imperio Asirio era la potencia dominante, sin embargo se topa con dificultades políticas al interno y eso la deja un tanto debilitada, por lo que los otros imperios como Egipto buscaban sobre ponerse y ser ellos la potencia dominante. De tal manera que la situación era compleja, pues no saber con quién unirse podría provocar una desgracia para todo el pueblo. Pues uno podría unirse con alguna potencia y después ser derrocada, y entonces eso representaría el exterminio de la propia nación. El pueblo de Judea se siente así, nos abe hacia donde caminar, no sabe de parte de quién debe ponerse y recibe diversas presiones políticas por diversos lados. Efectivamente camina en medio de la tiniebla, no sabe qué pasos dar en la vida.
Pero esto sin duda se aplica también a nosotros, siempre existen las tinieblas en nuestra vida, muchas veces caminamos en medio de ellas porque no sabemos hacia dónde dirigirnos, no sabemos hacia donde movernos. Cuántos viven en medio de las tinieblas de la duda, y no saben cómo salir de ellas. Cuantos están en medio de la incertidumbre a causa de un problema y no saben hacia donde caminar. O cuando la enfermedad nos golpea y no sabemos que hacer, y ya no sabemos ni que hacer. O bien cuando llega esa tiniebla de la desilusión porque se frustran los proyectos, nos defraudó una persona, y entonces creemos que ya no vale la pena caminar, porque todo ha acabado, porque todo pierde su sentido, no podemos seguir adelante, no podemos caminar todo es oscuridad.
En medio de nuestras caminatas hay tantas veces necesidad de esa luz, pues estamos inmersos en las tinieblas. Necesitamos esa luz que nos dé la vida, que nos reconforte, que nos enseñe el camino que debemos de seguir. Esa luz que ilumine nuestras mentes, que ilumine nuestra situación y llegue la justicia ante aquellos que nos oprimen. Necesitamos la luz. Y entonces así es como la Navidad se convierte en fuente de luz, fuente de esperanza, fuente de ánimo.
Navidad es luz, porque es la fiesta que nos recuerda que las tinieblas no tienen la última palabra, que las tinieblas no son lo que gobierna, que la oscuridad finalmente será eliminada con un rayo de luz. Todo tiene esperanza, todo tiene solución: Navidad.
Incluso en la misma iconografía de la navidad, aparece la Sagrada Familia y se ve la gruta y como fondo de la gruta la oscuridad, pero al interno se ve la luz que viene de Cristo, pues con él la noche se acaba, con él todo tiene esperanza, con él se acaba la tiniebla, la opresión, la desilusión y el hombre puede caminar para seguir adelante. Incluso en el mismo evangelio los ángeles cuando llegan con los pastores los llenan con la luz, porque la navidad viene a darles una esperanza, ellos que vigilan en la noche, en medio de la oscuridad reciben la luz.
De esta manera Navidad es fiesta de luz, de esperanza, y sobre todo de camino pues si dice el profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz…» quiere decir que ahora llega la luz para seguir caminando sin miedos pues la tiniebla se ha desvanecido. Pidamos al Señor su luz, la luz que nos anima y nos ayuda a seguir adelante.

18/12/11

«¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite?»

Meditación del IV Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16
Romanos 16,25-27
San Lucas 1,26-38

En los albores de la humanidad, el hombre era nómada por naturaleza, buscaba constantemente lo necesario para sobrevivir, y volvía a reiniciar su caminar para seguir adelante en la búsqueda de lo necesario para la vida. Sin embargo, con el paso del tiempo y con la agricultura los pueblos dejaron de ser nómadas y empezaron a volverse sedentarios, de tal manera que con ello se establecían y se garantizaban ciertas seguridades, pues aseguraban la alimentación en un lugar fijo y con ello evitaban estar constantemente en movimientos prologados, lo cual los exponía a peligros en medio de los caminos, a la zozobra de no encontrar lo necesario para vivir, así como al cansancio. Por lo tanto establecerse en un punto fijos les permitía un mejor desarrollo, una mejor estabilidad, y por consecuencia un avance en su cultura. Por tanto, este cambio al sedentarismo y la estabilidad dan elementos para evitar ponerse en marcha y vivir de una manera más segura.
Sobre esta idea parece introducirnos el día de hoy las lecturas. En la primera lectura encontramos al rey David que se ha establecido en su palacio, tiene su casa. Y la casa en la Biblia representa la estabilidad, lo que permanece. Así por ejemplo, cuando uno compra una casa es porque quiere vivir en ese lugar, porque ha encontrado ahí seguridad, amistad, un lugar en el cual es posible vivir. Por tanto quiere decir que él está estabilizado, su imperio tiene todos los elementos necesarios para estar firme, ya no le preocupa nada y entonces tiene una idea: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios está en una tienda de campaña.» David quiere construir un casa para Dios, pues así como él ya tiene esa estabilidad y su casa, ahora quiere que Dios la tenga.
Pero detengámonos en este otro símbolo: La tienda de campaña. La tienda de campaña es el símbolo contrario a la casa, mientras que la casa refleja la estabilidad, lo fijo, la tienda es el símbolo de lo movible, uno pone su tienda para establecerse unos días y luego la quita y sigue caminando. Por tanto la tienda es un símbolo de una vida que no es estable, que exige ponerse continuamente en marcha. Podemos decir que, mientras la casa es símbolo de la vida sedentaria, la tienda es de la vida nómada.
David busca que Dios tenga una casa, y con ello quiere que Dios sea estable, esto a primera vista puede parecer un gran deseo de parte de David, pues si el imperio se ha estabilizado, parece adecuado que ahora la tienda de Dios se estabilice de lleno. Pero simbólicamente esto es un peligro para la fe. Si Dios está en la tienda es por algo, no sólo es por la situación del pueblo, la tienda implica quién es Dios y por ende, nos habla de la identidad de Dios y de las categorías que sustentan la fe.
Dios está en la tienda, porque Dios no es estable, Dio es camino constante, es un desarraigarse completamente. No es posible establecerse en la dinámica de Dios. Dios es un camino de continuo, siempre se debe caminar. Nunca se debe detener. Por ello cuando estaba el pueblo en el desierto Dios estaba en la tienda, porque el pueblo debía caminar en el desierto, no era posible detenerse, siempre había algo nuevo, siempre Dios se manifestaba con una novedad. Por tanto, la tienda no es algo pasajero, es parte de la identidad de Dios, Dios siempre es camino, es puesta en marcha, Dios siempre es sorpresa. Y la fe por tanto es precisamente eso, un ponerse en marcha siempre. El peligro es cuando uno quiere construir la casa, cuando uno quiere que la fe sea estable, que las cosas sean como yo las pienso y no dejar que la novedad llegue de repente.
La verdadera fe se pone en riesgo cuando esto sucede, cuando creemos que ya conocemos todo de Dios, cuando no creemos que Dios pueda mostrar un camino nuevo, cuando no permitimos que la fe camine, de nuevos lineamientos. Dios no puede dejar que se le construya la casa, eso sería limitarlo, eso sería acabarlo, eso sería encerrarlo en un lugar, en una idea, en una situación e impedir el camino, por ello Dios le manda decir con el profeta: «¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite? […] el Señor te ha anunciado que él mismo te hará una casa.» David no debe construir una casa, sino que es Dios quien se la construirá. Porque si Dios construye, quiere decir que Dios estará con él, quiere decir que Dios no estará encerrado en un lugar específico, sino que Dios estará en su vida y ello le invitará salir de su casa, le invitará a salir de su pensamiento, de sus ideas.
Si Dios quiere construir en David, implica que hay un plan de salvación, que Dios quiere habitar en él, y así moverlo hacia la experiencia de Dios. Sólo si Dios es quién habita, implica que no se encierra a Dios, sino que es Dios el que mueve, y así pone en marcha todo el proyecto divino. Porque cuando el hombre se queda instalado, tiene una mera estabilidad en la fe, todo se pierde, y entonces uno se puede alejar de la experiencia de Dios. De hecho David más adelante pecará, precisamente por su manera de instalarse, pues deja de comprometerse y sólo se preocupará por sí. Por ello en este momento Dios quiere evitar esto y le dice que le construirá la casa, pues sólo así podrá seguir como siempre el proyecto de salvación. Y le recuerda que la dinámica de la fe se vive desde la puesta en camino: «Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti.» Como vemos, Dios le recuerda sus orígenes, le llamo en el camino, siendo pastor, y un pastor en esos tiempos es aquel que siempre anda en movimiento, no es que esté en un lugar fijo, siempre anda en movimiento. Por tanto Dios le recuerda que el ahora es rey, pero en sus orígenes anda en camino, y que ahora no es el momento para perder eso de vista. Por tanto, el texto señala que es importante reconocer que en la fe y en la experiencia de Dios y su alianza, nunca se puede uno quedar instalado.
La misa idea aparece en el texto del evangelio. Encontramos a la Virgen María, que recibe el anuncio y en el fondo le muestra que Dios quiere llevar a cabo su plan de salvación y para ello es necesario que él esté con ella, que entre en su historia, de una manera única convirtiéndose en la madre de su Hijo: «Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.» Dios entra ahora en la historia de una manera nueva, no sólo es que quiera construir la casa, para estar cerca del hombre y moverlo hacia la salvación, sino que ahora lo está invitando para dejar que entre totalmente a la historia y muestre cuál es el camino para ello, y para ello, debe encarnarse, debe hacerse hombre. Ese es el proyecto de Dios, que si bien ya se le prometía a David en parte, ahora se lleva a cabo de una manera totalmente nueva, no es que sólo que mueva a salvación, e invite a caminar, sino que ahora él mismo tomará al pecador en sus manos y lo caminará junto con le hará historia con él y se llevará a plenitud la salvación.
María acepta ese proyecto: «Hágase en mí según tu Palabra.» Sin embargo este proyecto que María acepta al final, es un proyecto difícil, es un proyecto que finalmente no se entiende al inicio, y ella misma expresa sus dudas: «¿Cómo será esto si no conozco varón?» En el fondo María expresa su duda, expresa que no es tan fácil de comprender, que no es tan fácil de aceptar. El plan de Dios no se entiende siempre, No es fácil caminar por el camino de Dios, es más fácil instalarse y decir cómo son las cosas, que siempre sean igual, que simplemente se mueva todo como se ha dicho o como pienso y no ver ninguna novedad. Finalmente sería más fácil que Dios siga hablando con su Palabra en la Sinagoga todos los sábados. Pero Dios no es así siempre sorprende, siempre es novedad y por ello ahora será él mismo que no entre en la historia.
Si bien es complicado aceptar este proyecto, no es una cosa meramente humana: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.» Por lo tanto se cuenta con la gracia de Dios que ayuda a seguir adelante, que ayuda a continuar, con la capacidad que viene de Dios. Dios es novedad, no se sabe qué hacer, pero hay que contar con la ayuda de Dios. Y por ello María se abandona a las manos de Dios.
Estamos a una semana de celebrar la navidad, y esta fiesta es precisamente un momento especial en donde Dios quiere poner su tienda entre nosotros, quiere poner sui vida con nosotros. Y esto no es sólo la fiesta sino el compromiso del Dios que entra y quiere nacer en nuestras vidas, nacer en el sentido que quiere guiar nuestras vidas a un nuevo camino, a un nuevo criterio de ver las cosas, renunciando a lo que somos, a lo que pensamos tantas veces y descubrir que hay muchas cosas valiosas, y nuevas maneras de ver la vida y de enfrentarlas. Eso causa miedo pues hay que vencer nuestros pensamientos, nuestra animadversión nuestra apatía, pero es el camino, ¡Basta de de construir la casa¡ Es momento de empezar a construir la tienda y dejar que Dios nos guie a un nuevo paraje en nuestra vida y así celebrar auténticamente la Navidad.

11/12/11

«¿Quién eres tú?»

Meditación con motivo del III Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 61,1-2a.10-11
1 Tesalonicenses 5,16-24
San Juan 1,6-8.19-28

El día d hoy la liturgia nos centra en la figura de Juan el Bautista y su identidad. Este hombre que inicia su predicación, bautizando con agua en el río Jordán. Sin embargo su movimiento causa un tanto de revuelo pues las autoridades religiosas no entienden esta predicación, incluso temen que sea el Mesías y eso provocaría un gran problema para la estructura política y religiosa del tiempo y por ello va a averiguar de qué se trata esta predicación.
Al llegar inmediatamente lanzan una pregunta para indagar sobre su identidad: «¿Quién eres tú?» y así tratar de desvelar el misterio sobre su persona. Seguramente estos hombres andarían preparados por si se hacía llamar el Mesías, para tratar de acallarlo. Si nos detenemos un poco en estos enviados podemos ver que su preocupación sobre la identidad del Bautista gira en torno a lo político y su relación con el estadio religioso. Pues si Juan resultaba ser el Mesías eso implicaría en el pensamiento cultural de los judíos un movimiento social, que desencadenaría una ola de violencia, que repercutirían en el imperio en la sociedad misma, y por consiguiente en la estructura religioso que ellos están salvaguardando. En el fondo la pregunta no es la búsqueda de la verdad, sino simplemente la búsqueda de un status, el buscar prevalecer, es la búsqueda de acomodo en la sociedad. Pues estos hombres religiosos no buscan, y a Dios, no buscan a su enviado, se buscan a sí mismos, buscan su posición en la sociedad, sus privilegios que se podrían ver amenazados con este hombre si se declara el Mesías.
Esto sin duda es un gran problema, pues muchas veces los hombres de fe, pierden el horizonte de la auténtica fe, y dejan de buscar a Dios, para encontrándose sólo consigo mismos, pues la fe en lugar de llevarlos al encuentro con Dios, los ha llevado al encuentro consigo mismos, con un privilegio, con un lugar en la sociedad. Dejan a Dios de lado, y ven su lugar, ven lo que han ganado. Estos hombres se supone que son conocedores de Dios, se supone que buscan a Dios, sin embargo, temen encontrase con el Mesías, porque ello los llevaría a perder su lugar en la sociedad. Temen perder poder y autoridad. Ellos son los que en primer lugar deberían sentirse llamados a buscar a Dios y a alegrarse si llega el Mesías, pero ahora, el Mesías que es la gran esperanza del pueblo, la grande intervención de Dios en la historia, se convierte en algo que es ajeno a su vida y sólo buscan su posición en la esfera política y religiosa.
Nosotros muchas veces ¡buscamos a Dios, pero a veces por seguir a Dios podemos poner en riesgo algún privilegio, algún beneficio, algún lugar y entonces preferimos disminuir el papel de Dios y en su lugar tratamos de buscarnos a nosotros mismos. Cuántos en la pastoral prefieren ciertos cargos, o prefieren ciertas cosas, no por el bien que pueden hacer, sino por el bien que se dan a sí mismos. A veces se traiciona la fe y con ello el proyecto de Dios.
Sin embargo, ante el terror que sienten estos hombres, Juan responde: «No soy yo el Mesías.» Él rechaza inmediatamente la suposición de estos hombres. Pero para estos hombres no es suficiente pues para ellos es un peligro, le habla en nombre de Dios y eso amenaza la estructura y por ello deben de frenar su movimiento y para ello dan otra serie de preguntas que demuestran que estos hombres no son nada ignorantes en materia religiosa, al contrario, son gente inteligente, saben de Escrituras y tradiciones y para ello utilizarán sus conocimientos para preguntar y a sí limitar la actividad de Juan.
«¿Eres Elías?» Es la segunda pregunta y al relacionarlo con Elías lo ligan a una de las tradiciones judías que decían que antes de que llegue el Mesías debe regresar Elías, por tanto, si Juan no es el Mesías podría ser Elías y con esto se estaría asegurando que llega el momento en el que llegará el Mesías. Esto implicaría otro peligro a nivel político, sin embargo también contesta de modo negativo.
Y entonces viene la tercer a pregunta: «¿Eres el Profeta?» Aquí el profeta refiere un pasaje del libro del Deuteronomio 18 en donde Dios promete un profeta al pueblo después de Moisés. En ese contexto se habla de un sucesor para Moisés, sin embargo la tradición vio en estas palabras la promesa de la llegada de un gran profeta antes de la ligada del Mesías. Con esto están tratando de descubrir su actividad en relación con una actividad Mesiánica. Pero Juan la rechaza, lo cual llena de perplejidad a estos hombres pues no hallan como acallarlo: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Finalmente buscan una respuesta para usarla en su contra, pero ya nos aben que más decirle pues parece que Juan ha roto con toda la tradición de los judíos y ahora no saben qué hacer, buscan sacar algo de sus palabras.
La respuesta de Juan es sencilla: «Yo, una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.» Juan no se identifica con ningún personaje, él simplemente dice que es una voz. Sólo una voz. Y una voz implica dos cosas: un sonido y un mensaje que porta. Si es un sonido quiere decir que debe ser escuchado, su ministerio no es para saber quién es, o para donde va, sino para ser escuchado, no implica acciones, no implica algún movimiento, sino la capacidad de la escucha. Juan debe ser escuchado, pues es sólo la voz, es el sonido que es escuchado, pero si es voz porta un mensaje, y es un mensaje que quiere que se preparen los caminos del Señor.
Y aquel que escucha esta voz lo debe demostrar con un signo: «.» El signo del bautismo de agua es el modo con el cual el creyente demuestra al mundo que ha escuchado la voz Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de míde Dios. El bautismo de agua es algo físico, y por tanto no es una transformación que viene de Dios, sino que se limita a un acto meramente exterior. Bautizarse con agua no es otra cosa que reconocer que soy pecador y que requiero de la gracia de Dios para transformar mi vida. Con este signo se subraya la existencia del pecado en nuestra vida y la ruptura con él, de modo que uno esté dispuesto a iniciar una etapa de penitencia que expresase la sinceridad de su arrepentimiento.
Y esto es justamente el adviento. Por un lado, es la capacidad de escuchar a Dios, escucharlo para iniciar su llegada a mi vida. No es posible vivir el adviento sin la capacidad de la escucha. Por otro la capacidad de querer cambiar, es decir el bautizo de agua. Podemos decir que el adviento es el bautizo de agua, pues es el tiempo en donde reconocemos que hemos fallado y que queremos mejorar para encontrarnos con Dios. Que en este adviento seamos capaces de preparar la venida del Señor, escuchándolo y reconociendo que necesitamos de un cambio, pidiendo le la gracia para iniciarlo. Sólo así se demuestra la fe, pues buscamos cambiar y no sólo permanecer en una actitud de poder como aquellas autoridades.

4/12/11

«Una voz grita en el desierto...»

Meditación con motivo del II Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 40,1-5.9-11
San Pedro 3,8-14
San Marcos 1,1-8

El tiempo del adviento es un momento de espera, pero no se refiere a una espera pasiva, sino a una espera que implica ponerse en movimiento, para llegar al encuentro de Dios. Ese caminar, implica esforzarse para dejar atrás aquello que no nos ayuda realmente a transformar nuestra vida, y justo sobre esta realidad nos habla el evangelio.
Hoy comenzamos la lectura del evangelio de san Marcos, este evangelio que es el más primitivo, es el primero que se ha escrito, y nos quiere presentar el misterio de la persona de Jesús. Para ello desde sus primeras palabras nos presenta quién es Jesús y cuál será el hilo conductor del evangelio. El texto dice: «Principio del evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.» Podemos ver dos títulos que se atribuyen a Jesús: Mesías e Hijo de Dios. Son dos títulos que tratan de mostrarnos la identidad de Jesús. Podemos decir que el evangelio nos quiere mostrar a Jesús en estás dos características: Mesías e Hijo de Dios, características que nosotros también estamos llamados a vivir. Por tanto, ya desde sus primeras palabras san Marcos nos quiere poner como preámbulo de que va a tratar su obra, y podemos ver que su obra se compone de dos partes fundamentales. La primera parte de su evangelio nos presentara a Jesús como Mesías, y con ello, el camino para poder vivirlo nosotros. La segunda parte del evangelio nos presentará a Jesús como Hijo de Dios, y de igual modo nos presentará como vivir esta dinámica de la filiación en la vida espiritual de cada uno.
Una vez presentado el contexto general del evangelio, inicia con el episodio de Juan Bautista, y es que antes de presentarnos a Jesús, san Marcos quiere preparar todo para recibirlo. Podemos decir que san Marcos coloca un pequeño pasaje bíblico para presentarnos a Jesús, nos coloca una pequeña preparación para recibir a Jesús. Y si lo vemos con ojos litúrgicos, este pasaje del evangelio es un pequeño adviento que pone las bases para recibir a Jesús, mostrando lo que se debe de hacer.
Centrémonos en una idea: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.» Nos presenta la preparación para recibir a Jesús con una voz que sale del desierto. Esto sin duda es un eco de la primera lectura que hemos escuchado hoy, sin embargo hay una diferencia pues la primera lectura dice: «Preparen en el desierto el camino del Señor», en cambio aquí dice «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor.» Mientras que, para el profeta Isaías marca se debe de preparar el camino en el desierto, porque ciertamente el pueblo está viviendo ahí, y por tanto, es como si el profeta les dijera “nosotros que estamos aquí en el desierto preparemos en esta situación el camino del Señor, aquí en el desierto, en medio de la desolación”. En cambio en el evangelio, san Marcos manifiesta que la voz clama en el desierto y anuncia que se preparen los caminos desde el desierto. Es la invitación a salir hacia el desierto, es la invitación a dejar la ciudad y adentrarse en el desierto, El evangelista llama al pueblo para salir de su situación cotidiana y adentrase en el desierto.
A primera vista podríamos pensar que esto es algo insignificante, pero no es así, pues tiene dos elementos diversos. Mientras que Isaías en la primera lectura es consciente de la precariedad que el pueblo vive, los invita para prepararse en esa situación, desde su desierto para encontrarse con Dios. No importa en donde estén, cualquier lugar y cualquier situación es una oportunidad para encontrase con Dios. Sin embargo, para Marcos en su evangelio el pueblo debe salir de la ciudad y adentrarse en el desierto y así preparar el camino. Y me parece que esta visión de san Marcos da una gran luz para este tiempo de adviento.
El adviento es precisamente escuchar la voz y salir hacia el desierto. Esa es la llamada que se hace hacia el desierto y como dice el texto es una voz que clama en el desierto, es decir una voz que resuena, un grito, no es un susurro, ni sugerencia, sino una resonancia que clama, que convoca hacia este lugar. Si se grita desde el desierto es porque ahora todos deben de ir hacia allá. Es dejar la ciudad e internarse en el desierto.
¿Y por qué en el desierto? Porque el desierto es un lugar de desprotección, pues en el desierto no hay ninguna seguridad, en el desierto no hay ningún lugar donde protegerse. En la ciudad uno puede esconderse en los centros comerciales, los antros, el ruido, la gente, y pensar que todo va bien, pensar que todo no hay problemas. De tal manera que, el hombre tarta de huir de su realidad. Cuántos jóvenes hoy en día se escapan en medio del ruido, la fiesta, los vicios de su realidad para no afrontarlos, para no aceptarlos, para evadirlos por un momento. O cuantas personas buscan las drogas, el alcohol, o ciertos lugares donde le s den algún tipo de satisfacción pasajera que les haga escaparse de su realidad. Y justamente eso los evade de su realidad, es los distancia por momentos de su historia y sus responsabilidades, ¡y no son capaces a veces de afrontar bien los problemas o de conocerse a sí mismos. Por ello, la voz que clama es una invitación para ir al desierto, pues sólo ahí el hombre se topa consigo mismo, sin mascaras, sin disfraz, sin ningún lugar donde esconderse.
Ir al desierto es encontrarse con uno sólo, es empezar a descubrirnos quienes somos. Cuánta falta nos hace a veces encontrarnos con nosotros mismos, sin ningún refugio cercano. Ver quiénes somos y de que estamos hechos. No por lo que aparentamos, no por lo que queremos mostrar a los demás, no por lo que los demás nos digan o piensen de nosotros. Entrar al desierto es encontrarnos con nuestra historia y con las responsabilidades que debemos afrontar.
Sólo cuando el hombre entra al desierto puede cambiar realmente en su vida, pues se da cuenta de que está hecho, ve sus debilidades, lo que debe cambiar. Descubre sus hipocresías. Es capaz de ver sus responsabilidades y las acciones que debe hacer para llevarlas a cabo. Sólo así, el hombre puede empezar a enderezar su vida y empezara a ser nuevo y por supuesto empezar a preparar el camino del Señor.
Hoy más que nunca en un mundo lleno de tecnología, lleno de ruido, lleno de opiniones y de informaciones, hace falta adentrarnos en el desierto y ver quiénes somos, de que estamos hechos, que nos falla y qué misión tenemos en la vida, y que hacemos para enfrentarla. El desierto cierto que da miedo, cierto que es complicado, pero también es necesario. Y a partir de la vida de fe, el desierto es algo que todo creyente necesita en un momento determinado para reencontrarse consigo mismo y dejar atrás todo tipo de ruido que le impide encontrase.
El adviento es un alto en la vida, para alejarse de la ciudad, para alejarse del ruido, para alejarse de esas opiniones y encontrarnos con nosotros y decir que tanto he cambiado, qué tanto demuestro mi fe o bien que tanto me he dejado atrapar por elementos mundanos en la historia. Y si nos adentramos en el desierto quiere decir que efectivamente podemos iniciar un cambio y así esperar realmente al Señor que viene a nuestra historia. Adviento es por tanto adentrarnos en el desierto para dejar que transforme nuestra realidad y así nos encontremos al Señor preparando el camino.

27/11/11

«Tú, Señor, nuestro Padre, nuestro Redentor…»

Meditación con motivo del I Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 63,16b-17.19b.64,2b-7
1 Corintios 1,3-9
San Marcos 13,33-37

El día de hoy comienza el tiempo del Adviento, un tiempo de gran profundidad religiosa, porque está lleno de esperanza y de expectativas espirituales, pues es un tiempo que nos hace detener nuestro caminar en la vida y evaluar lo que hemos hecho, con miras a une encuentro con Dios. En el Adviento es el tiempo con el cual se inicia un nuevo año litúrgico, y se hace desde dos dimensiones fundamentales, desde un doble movimiento espiritual: por una parte, eleva su mirada hacia la meta final de su peregrinación en la historia, es decir, la vuelta gloriosa del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, y el contemplarlo ante el pesebre, en la fiesta de la navidad. De tal manera que los primeros tres domingos la Iglesia nos coloca de cara a la preparación definitiva con Jesús en su segunda venida, invitándonos a reconocer el sentido de nuestra vida, y así ver hasta qué punto realmente estamos preparando la venida del Señor; y después a partir del 17 de diciembre elevar la mirada hacia el pesebre de velen y prepararnos para recordar y vivir el acontecimiento de la navidad en nuestra vida.
De esta manera, vemos las dos grandes etapas del adviento. Por un lado, el adviento escatológico, es decir la parte del adviento que nos invita a reflexionar en la segunda venida de Cristo; y después la segunda fase, el adviento histórico, donde nos preparamos para la fiesta de la navidad. Y hoy iniciamos la primera etapa del adviento con estos extraordinarios textos, que nos colocan ante una realidad fundamental en medio de esta espera del Señor, y nos lleva a responder una respuesta vital ¿Por qué esperar al Señor? ¿Qué sentido tiene esperar a Dios? ¿Por qué debemos tener esta preparación? Me parece que para responder esta interrogante fundamental, debemos saber quién este Señor al que esperamos y así descubrir el por qué esperamos la intervención de Dios en medio de la historia.
Finalmente esperar a Jesús, y su segunda venida nos debe llevar a descubrir la razón del porque esperamos a Dios, y por ello debemos conocer quién es Dios y su acción salvadora. Me parece que la primera lectura da pautas para acercarnos al misterio de Dios, y acercarnos un poco a este misterio.
El texto comienza diciendo: «Porque tú eres nuestro padre…» El profeta Isaías plasma en su texto este himno de lamentación de parte del pueblo, y en medio de él, se descubre la identidad de Dios. El profeta nos lleva a reconocer una realidad extraordinaria de Dios: Dios es Padre. Esto ciertamente puede parecernos normal, pues nosotros hablamos hoy en día del misterio de la Trinidad y llamamos a Dios, Padre; rezamos el padre nuestro, en fin no parece nada ajeno a nuestro vocabulario religioso. Sin embargo esta palabra tiene una gran fuerza. Primeramente porque llamara Dios Padre es algo totalmente novedoso en el Antiguo Testamento. A Dios se le llama el Señor, el Todopoderoso, el Señor de los ejércitos; pero, no se le llama Padre. Y curiosamente en esta lectura se le llama así en tres ocasiones. Es algo totalmente inaudito. Por tanto, el profeta Isaías hace una oración a Dios, donde reconoce las culpas de su pueblo y para ello invoca a Dios como el Padre. Pero por qué utiliza este título. El llamarlo padre indica en primer lugar el origen de todo, es quien da sentido a todo, es quien da sentido a la historia. Por otro lado ser padre, implica que es un signo de protección y de confianza, si Dios es padre, es porque en él tenemos nuestra confianza, y él es nutra protección, es quien nos da la fuerza para defendernos, es quien da la gracia para renovar la vida. Y sobre todo el título Padre implica el sentido del conocimiento, pues el padre es aquel conoce a sus hijos, pues los ve nacer, crecer, ir alcanzado logros, va viendo su caminar, por tanto hay un gran conocimiento de parte del padre hacia sus hijos. Los Israelitas siempre se han jactado de ser ‘hijos de Abraham’, pero en realidad eso sólo es un nombre, son hijos de Abraham, porque el pueblo se inicio con él, pero no es que Abraham los conozca. En cambio Dios es Padre, pues nos conoce, sabe quiénes somos, sabe nuestra vida; y en el caso de este bello himno de lamentación, Dios sabe los pecados y la necesidad que tienen de reconciliarse con él.
Entonces ante la pregunta quién es Dios, podemos decir que Dios es padre, porque es el origen de nuestra vida, es quien nos ha creado. Es padre porque nos acompaña en nuestro caminar, nos da fuerza y en él podemos poner nuestra confianza. Es padre porque nos conoce de tal manera que sabe por dónde vamos caminando y qué es lo que necesitamos para ir transformando nuestra vida. Si el adviento es esperar la intervención de Dios, implica que estamos esperando la llegada de aquel que nos conoce y que nos protege. Por tanto no es una segunda venida que nos llene de temor, al contrario de esperanza, pues Jesús viene para hacernos encontrar con el Padre, aquel que es Padre por naturaleza, que nos ha llamado a la vida y sabe nuestro caminar.
Pero demos un paso más. El texto sigue dirigiéndose hacia Dios y le da un segundo título: «¡Tú, Señor, eres nuestro padre, "nuestro Redentor" es tu Nombre desde siempre!» Ahora llama a Dios Redentor. Y al hablar de Redentor, el texto en hebreo utiliza un vocablo muy peculiar: “go’el”. Go’el, es el liberador, es un término que se utilizaba para aquella persona que liberaba de una esclavitud, por ejemplo. Cuando alguien compraba un esclavo pagaba cierto precio, pero si el que compraba al esclavo quería que ese hombre fuera libre debía pagar una suma sumamente grande, pues no estaba adquiriendo simplemente un esclavo, sino que estaba dándole a ese hombre su libertad y con ello una serie de derechos que como esclavo no tenía, por tanto lo que se pegaba era muy considerable. Pero si una persona compraba la libertad del esclavo, a ese hombre se le llamaba go’el.
Si Dios es denominado go’el, quiere decir que se le reconoce como un liberador de la esclavitud, aquel que paga un gran precio por la liberación del hombre. En la lectura encontramos todo este himno de lamentación, en donde se reconocen pecadores, en donde se reconocen frágiles, que se han alejado de Dios. Por tanto, se reconocen esclavos del pecado, y quieren que Dios los libere de esa situación. Sólo Dios es tan grande para poder liberarlos de esa carga. Así como era algo difícil liberarse de la esclavitud, y había que `pagar una gran suma de dinero. Así de grande es liberarse de ese pecado, y sólo Dios es capaz de hacer lo posible para liberar a su pueblo del pecado. Con este título (Go’el) el pueblo se reconoce incapaz de salir de su pecado, sólo Dios puede ayudarlos a liberase y a vivir en la dinámica de salvación, sólo Dios puede hacerles libres, desatarlos de su esclavitud. Por tanto, Dios es aquel que libera del pecado, de la corrupción que daña al hombre. Si esperamos a Dios, es porque queremos ser libres queremos que nos libere del pecado. El adviento nos invita a poner la mirada en aquel que nos libera y puede hacer de nuestra vida algo nuevo, poner la mirada en nuestro Go’el.
Y finalmente encontramos un tercer título, al final de este pasaje bíblico: «Tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y tu, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!» Dios es reconocido como Alfarero. Es una imagen que conlleva dos ideas fundamentales: Si Dios es alfarero es creador y providente.
En primer lugar es creador porque nos recuerda que Dios nos va modelando. Esta imagen nos pone en relación con el relato del Génesis 2,7. Esto indica no una simple creación, sino una creación que se hace con cuidado, que se hace con dedicación. Un alfarero cuando trabaja, no hace las cosas bien a la primera, sino que va viendo como queda bien lo que está modelando, para que quedo lo mejor posible Si Dios es alfarero, implica que nos crea con amor, con dedicación, que pone todo lo necesario para que seamos una escultura perfecta y hermosa. Algunos podríamos decir que nos faltan ciertas cualidades, o que nos faltan ciertas habilidades, pero no es así, Dios es el alfarero y al modelarnos vio que así con lo que somos perfectos, cumplimos con el objetivo al cual fuimos creados.
Por otro lado, el alfarero es esta imagen de la providencia, que va colocando todo lo necesario para que su obra se mantenga y siga adelante, que no se desbarate en medio de las situaciones de la historia. Dios es el alfarero que va poniendo todos los elementos necesarios para que su obra se mantenga y siga adelante.
Por tanto Dios es alfarero, es quien nos modela y va poniendo todo para que sigamos adelante. Adviento es dejarnos moldear por él, es permitir que él nos vaya transformando, pues él puede hacernos efectivamente nuevos.
Por lo tanto, esperamos la irrupción de Dios en nuestras vidas, y lo esperamos porque Dios es padre, es decir es quien da sentido a nuestra vida, quien nos protege, quien nos conoce y sabe que camino debemos seguir. Debemos esperarlo porque es redentor, sólo él pude liberarnos de la esclavitud del pecado. Y sobre todo porque es alfarero, porque quiere modelarnos, quiere hacernos nuevos. Y por ello debemos estar dispuestos para dejar que entre en nuestras vidas, debemos de estar vigilantes como dice el evangelio, para ver cómo llega a nuestra vida y cómo nos pide iniciar esta transformación. Esperemos su llegada, abramos los ojos y vemos la grandeza de Dios que puede transformarnos, pues necesitamos de su acción para renovarnos profundamente. Que este tiempo del adviento sea esa renovación para iniciar así este nuevo año litúrgico que hoy inicia.

20/11/11

«Yo mismo apacentaré a mis ovejas...»

Meditación con motivo de la Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo
Ciclo /A/

Textos:
Ezequiel 34,11-12.15-17
Salmo 22,1-2a.2b-3.5.6
Corintios 15,20-26.28
San Mateo 25,31-46

Cuando se habla de la palabra rey, inmediatamente viene a nuestra mente la idea de gobierno y con ello de corrupción, robo, opresión, etcétera. Porque de alguna manera el rey representa al morca que gobierna, que está encima de todos, y que en más de una ocasión se aprovecha de los demás para el beneficio propio o de los más allegados. Lamentablemente la figura de la realeza, y con ello, la figura del gobierno se ve muchas veces como algo negativo, por ello al hablar de Cristo rey, puede venir a nuestra mente la idea de Jesús como un soberano inalcanzable, la idea de un soberano que rige todo desde las alturas y que no tiene nada que ver con nosotros.
Sin embrago, esta no debería ser la imagen que debe trasmitirnos el reinado de Cristo, al contrario deberíamos ver la otra cara de la moneda y descubrir lo que realmente implica ser Rey, y desde esta perspectiva descubrir cómo es que Jesús es rey. La misma liturgia de la Palabra año tras año nos va colocando diversas imágenes de lo que implica el reinado de Cristo. Y hoy de manera especial nos presenta la figura del Rey unido a otra imagen: el pastor. A primera vista esto podría parecer contradictorio. ¿Cómo es posible que el rey sea semejante a un pastor? Un pastor es una imagen de pobreza, no de realeza; es una imagen de humildad y no de poder; es la imagen del miserable, no del poderoso; es la imagen del que vive a campo abierto, y no en un palacio. Sin embargo aunque parecen chocar las imágenes en cuanto a su concepto, esta imagen permite descubrir el sentido de la auténtica realeza y de su misión de cara al mundo, y sobre todo nos ayuda a acercarnos al misterio de Cristo como rey.
Para entender qué significa ser pastor, contemplemos la primera lectura en donde el profeta Ezequiel lanza una fuerte amenaza en contra de los dirigentes del pueblo judío por no haber sido fieles en su encargo, ellos han abusado del pueblo, y por ello no ha sabido pastorearlos, no han sido auténticamente pastores. Por ello ahora las cosas serán distintas y será Dios mismo el pastor. Y por ello va colocando una serie de acciones que Dios realizará ahora a favor del pueblo, colocando de esa manera los elementos constitutivos del pastoreo: «Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia.» Adentrémonos en este texto para comprender los signos del ser pastor.
En primer lugar dice: «Buscaré a la oveja perdida.» Lo primero que hará Dios para apacentar a su pueblo será buscar a aquel que se ha perdido, aquel que no está cerca, que se ha alejado de la vida del rebaño. Por tanto, para Dios es importante buscar al que se ha perdido, al que se ha extraviado. Cuántas veces el hombre se pierde, porque se aleja de la experiencia de Dios, porque su pecado lo lleva a estar lejos de él, porque su envidia es grande y hace que se extravíe, o bien su búsqueda de poder hace que se aleje de una experiencia de servicio y solidaridad. O bien se pierden porque son presas del desánimo, pueden creer que ya o vale la pena luchar, ya no vale la pena esforzarse, que todos los desilusionan, y entonces se van. Las ovejas se pierden y Dios las busca, porque no quiere que viva perdidos en su egoísmo y envidia, porque no quiere que estén extraviados, él quiere dar sentido a su vida desde nuevas categorías y con la experiencia del amor.
«Haré volver a la descarriada.» La descarriada se refiera a aquella que va en diversos caminos, quiere seguir adelante pero se desvía constantemente por otros caminos. La oveja descarriada es aquella que quiere estar con el rebaño pero se deja distraer y se va hacia otros caminos que le presentan alguna situación que les debía del camino que llevan. Muchas veces nos divisamos porque buscamos alguna cosa que nos de cierta seguridad como la fama, el prestigio, y vamos descarriándonos, buscando caminos alternos, creyendo que ahí está la seguridad, sin embargo eso nos va distanciando poco a poco de la experiencia de Dios. Dios la va hacer volver, pues no debe dejarse cegar por esos falsos caminos, al contrario, debe dejarse guiar por lo que realmente vale la pena, y lo hace ser mejor persona.
En tercer lugar dice: «Vendaré a la herida.» Por tanto habla también de ovejas que están heridas, ovejas que ha sido lastimada, que han sido dañadas en su vida. Cuantas ovejas son heridas porque se aprovechan de ellas, porque se burlan de ellas, porque las desilusionan o son traicionadas ye so las debilita, le imposibilita seguir adelante en el camino. Pero Dios nos e queda impávido ante esta situación, al contrario va en su búsqueda y la venda, es decir, las toma con cariño y las venda, trata de que la herida no se haga más grande y se vaya cicatrizando. Es una imagen muy plástica, y al mismo tiempo muy hermosa. Dios que se acerca a la oveja herida y la va vendado para cuidar su herida, y dejar que así inicie el proceso de cicatrización. Dios busca al herido, y quiere vendarle su herida, que esa traición no se haga más grande, que esa burla no sea enorme, que ese abuso no lo sea todo, que no crezca la herida, que no piense que todo es así, que no hay remedio. Dios se acerca y cura con la venda de la esperanza, de la paciencia, de la confianza, para que esas heridas no crezcan y vayan dañando más a la oveja.
Y unido a este vendaje de las heridas: «Curaré a la enferma.» Finalmente hay algunas que también están enfermas, algunas a las cuales su corazón les ha golpeado la enfermedad, les ha golpeado la tristeza, la depresión, o bien las ha enfermado la soberbia. Son enfermedades diversas pero que lastiman fuertemente a las ovejas. Dios no puede permanecer sin hacer nada, debe curarlas, debe darles salvación, y dales así la capacidad de ver que la tristeza no lo es todo, que siempre hay un gozo que las puede levantar y curar. Descubrirles que la soberbia no es lo mejor, que se debe ser humilde. Sólo dando un anuncio de humildad, de gozo, incluso de esperanzas e pueden sanar tantas enfermedades que aquejan a la humanidad, y Dios quiere curarlas.
Inmediatamente viene una frase un poco extraña: «Pero exterminaré a la que está gorda y robusta.» Esto se debe entender desde dos perspectivas. Algunos manuscritos no dicen que las “exterminará”, sino usa la palabra “custodiaré”. Por tanto, hablaría de custodiar las ovejas gordas. Con esto se estaría hablando del Dios que no dejará que se abuse de aquellas que están fuertes, pues al verlas gordas son presa fácil para sacarles provecho. Pero también se puede sacar una interpretación con el verbo “exterminar”, y eso indicaría que si bien en el rebaño hay ovejas gordas es porque se han aprovechado de las débiles y por ello las exterminará, pues sólo han vivido a costillas de las otras, les han quitado lo necesario, y así ahora han engordado, y seguramente se referiría aquí a aquellas que en lugar de pastorear a las ovejas se han pastoreado a sí mismos. Y esto se complementa con lo siguiente: «Yo las apacentaré con justicia.» Finalmente este pastor viene a dar justicia, es decir a colocar lo necesario en la vida del pueblo, darle lo que necesita el pueblo y ello implica sacar fuera a los malos pastores.
Por tanto, si vemos la imagen del pastor equiparada con la del rey descubriremos que ser rey implica precisamente reconocer que es aquel que gobierna para salvar al pueblo, para salvar a las ovejas. Rey es aquel que busca las perdidas, y a las descarriadas les muestra el camino verdadero. Rey es aquel que no puede pasar de largo ante las heridas de los demás, sino que se detiene y las venda, y si alguien se enferma cuidará de ella para que se recupere. Ese es el reinado de Jesús y es precisamente lo que celebramos hoy. Y como respuesta ante este rey deberíamos hacer nuestra la oración del Salmo: «El Señor es mi pastor, nada me faltará
Efectivamente el Salmo nos lleva a reconocer que Dios es el pastor, que él es quien nos conoce y nos guía, que él es quién sabe por donde debemos caminar y no dejará que nada malo suceda, y si llegase a suceder alguna situación él no nos abandonará. Y sobre todo este Salmo comienza dando una bella profesión de fe: «Nada me faltará.» Reconocer de este modo, que con Dios no falta nada, que en él está todo lo que se necesita. Pero es necesario caminar con él, y descubrir como él nos guía y va dando todo lo necesario para que no falte nada. Tal vez sentiremos que nos faltan cosas, pero curiosamente, son cosas secundarias, en medio del camino vemos que efectivamente no nos falta nada.
Reconocer a Jesús como rey es reconocerlo como ese Pastor y que no nos faltará nada, y por tanto como Pastor, hay que verlo como aquel que nos da todo lo necesario, y sobre todo que lo seguimos. Y la grande pregunta sería: ¿Cómo demostramos que efectivamente vamos siguiendo a Jesús? El evangelio de hoy nos lo dice: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.» En otras palabras practicando la misericordia. Pues el reinado de Jesús es un reinado de amor, y por tanto es un reinado de vivencia del amor. No se puede decir que se tiene a Jesús como Rey o que lo seguimos como nuestro Pastor, si realmente no lo demostramos y eso se demuestra viviendo en la dinámica del amor, ayudando y dando lo necesario a nuestros hermanos, sobre todos a los más pequeños, que muchas veces son los de la misma casa, a los cales descuidamos.
Por tanto celebrar a Cristo Rey es celebrar que él es nuestro pastor, y sobre todo que nos esforzamos día a día por vivir en la dinámica del amor. De esta manera comenzamos la última semana del año litúrgico, recordando que hemos acabado un año más, pero que debemos iniciar otro año más reconociendo a Jesús como Pastor y demostrarlo al mundo con nuestro testimonio que se hace visible en las obras de misericordia.

13/11/11

«A uno le dio cinco talentos...»

Meditación con motivo del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Proverbios 31,10-13.19-20.30-31
1 Tesalonicenses 5,1-6
San Mateo 25,14-30

El día de hoy el evangelio nos presenta la parábola de los talentos. Hay que entender que quiere decir esta palabra. Un talento es una medida que equivale a seis mil denarios. Un denario era el salario mínimo de un trabajador al día, por tanto podríamos decir que un talento era aproximadamente lo que un hombre ganaría alrededor de 20 años. Por tanto se les está dando una cantidad muy grande.
Pareciera que en el trasfondo de está parábola está el contexto de la historia de salvación, en donde se ve como Dios entrega lo más valioso, su proyecto de salvación a los hombres y como algunos han permitido que ese proyecto vaya dando frutos, en cambio hay otros que no lo han visto así. Pareciera que en el trasfondo está una crítica al pueblo judío, que recibió el proyecto de salvación pero en lugar de comprenderlo y hacerlo fructificar lo enterró. En cambio hay otros que si lo supieron valorar, y se hicieron una idea equivocada de Dios: «Sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!
» No vieron en este proyecto del cristianismo un proyecto de verdadera salvación, sino que se encerraron en sí mismos, y vieron esto como un absurdo, algo que no tenía sentido y por ello lo enteraron. San Mateo pareciera que acusa al pueblo judío de enterrar esta propuesta de salvación, y esto también va dirigido a nosotros, que no somos capaces de aceptar este proyecto de salvación en nuestras vidas, escondemos bajo tierra la fe, los sacramentos, la Palabra de Dios y no somos capaces de ver los frutos que se nos dan.
De ahí que está parábola nos invite a contemplar hasta que punto vamos valorando los talentos que Dios nos va dando, y sobre todo esos talentos espirituales que nos regla para tener la salvación en nuestras vidas.
Cada uno de nosotros desde el día de nuestro bautismo recibimos la fe, pero hasta qué punto nosotros vamos permitiendo que esa fe vaya creciendo y fructificando. Cuantos se dicen católicos pero su fe está bajo tierra, porque no le dice nada, porque hay tantas cosas que hacer que su fe queda totalmente de lado. O bien su proyecto de vida, pareciera que no entra la fe, Dios nos ha dado a nosotros el don de la fe, es un talento, es algo valioso, pero nosotros podemos pensar que no va de acuerdo a nuestras expectativas y lo vamos enterrando. La fe debe de dar un fruto, pero en realidad podemos decir que ha crecido nuestra fe, que se demuestra que nuestra fe es distinta, que mi vida es distinta, o simplemente digo que tengo fe porque hago una oración, o porque voy a misa, pero en realidad no repercute en nada en mi vida, ni me ha hecho mejor, ni me ha acercado más a Dios. ¿Hasta qué punto realmente la fe ha dado un fruto en mi vida? ¿Hasta qué punto ha crecido?
O bien hasta qué punto hemos valorado el talento de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Cuántas veces se proclama la Palabra de Dios, y cuántas veces la ponemos bajo tierra, porque no la escuchamos, no nos dice nada, no la meditamos, más aún, no nos interesa ni dejamos que vaya iluminando nuestra vida. La Palabra de Dios siempre viene a nuestra historia, pero nosotros muchas veces no valoramos esa Palabra, es algo tan valioso, algo que viene a iluminar mi manera de ser, a guiar mi vida a transforme, pero hasta qué punto yo me he dejado transformar por ella. Si cada domingo escuchamos la Palabra, la pregunta sería si después de un año de escucharla realmente ha dado un fruto, realmente me ha hecho mejor, me ha dado la capacidad de ver con ojos nuevos mi vida, y he cambiado algunas actitudes, si realmente esa Palabra me ha iluminado y llenado de esperanza en los momentos de crisis. O a lo mejor esa Palabra ha venido, pero no me ha afectado en nada, no me ha transformado en nada, en otras palabras, he puesto bajo tierra esas Palabras, no he sabido ver la grandeza que esa Palabra tiene en mi vida.
Esos talentos también se refleja en los sacramentos. ¿Qué hacemos con los sacramentos? ¿Hasta qué punto se ha desarrollado y ha dado fruto mi bautismo? ¿Hasta dónde me ha comprometido mi confirmación y he dado un verdadero testimonio? ¿Hasta dónde el sacerdocio es realmente un signo de santificación para la comunidad? ¿Cómo me ha ayudado a trasformare la confesión? ¿Cómo me ha ayudado a crecer y madurar mi vida de pareja el sacramento del matrimonio? Cuántas veces los sacramento son sólo por la fiesta, y después se quedan bajo tierra, el bautismo no da para más. O bien la confirmación no ayuda a ser verdadero testigo, sino que sólo me tome una foto y después bajo tierra, sin dar testimonio, ni comprometerme delante de los demás. O bien cuántas veces el sacramento del matrimonio fue sólo la fiesta, el regalo, el vestido de blanco, pero en realidad nunca dejamos que la gracia que se recibió en ese día creciera para seguir amando en el desarrollo de la relación a pareja, amarlo desde la dimensión de Dios; o bien dejamos que esa gracia matrimonial creciera para afrontar los problemas y verlo desde Dios.
Muchas veces esos talentos se echan en tierra, sólo se reciben un día, con una fiesta y después de olvidan y olvidamos el gran tesoro de salvación que Dios pone en nuestras manos, puyes no vemos que son un talentos, es decir, una gran cantidad, sino que sólo vemos que es una fiesta, un compromiso, pero no una gracia que salva y me acerca a Dios.
Es un buen día para meditar en estos talentos espirituales que Dios pone en nuestras manos, y ver que hemos hecho con ellos, y a lo mejor ir y desenterrarlos y empezar a dar frutos para decirle al final de nuestra vida: «Señor, me has confiado estos talentos: aquí están los otros talentos que he ganado

6/11/11

«Cinco de las virgenes eran necias, y cinco prudentes...»

Meditación con motivo del XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Sabiduría 6,12-16
1 Tesalonicenses 4,13-18
San Mateo 25,1-13

El hombre es un ser que se mueve según sus necesidades, según sus deseos, pues en realidad todo lo que lo mueve es precisamente el buscar continuamente lo que le anima, lo que le satisface y la da sentido a su vida. De tal manera que todo lo que le ayuda siempre lo irá buscando, y buscará la manera de llegar a ello, y se esforzará para alcanzar esas metas en la vida. En cambio aquello que no le interesa lo dejará de lado, o sólo lo irá sacando a flote con el mínimo esfuerzo, pues no le interesa en lo más mínimo.
El Evangelio de hoy coloca una contraposición en dos actitudes contrapuestas en la vida del hombre: El ser necio y el ser prudente. Son dos realidades que reflejan el interior de la persona, mostrando así el interés que presenta ante ciertas realidades.
Detengámonos en estas vírgenes que esperan al novio. Antes que nada este relato puede parecer un poco extraño, pues que hace un grupo de mujeres esperando al novio en la calle, sin embargo refleja la vida de aquellos pueblos. Pues una boda era una ocasión muy especial, pues todo el pueblo salía a acompañar a los novios. Las mujeres salían con la novia y esperaban a que el novio llegara, sin embargo según esta parábola en este momento se tarda, y de ahí se desarrolla toda la temática.
Vemos dos grupos, unas que son prudentes y otras necias, y esta calificación se da a partir de un sencillo acto: Llevar el aceite para las lámparas. La pregunta sería: ¿Por qué unas llevan el aceite? Las otras desde el inicio no lo llevaron. Podríamos pensar que no lo llevaron porque creyeron que sería rápido, que no debían esperar tanto, en fin no lo creyeron importante, pues no se suele ocupar tanto aceite, por lo general el novio llega rápido. Pero las otras curiosamente si lo llevaron, seguramente ellas no sabían si tardaría o no, pero ellas desde el inicio prefirieron llevarlo. ¿Qué es lo que les hizo llevar ese aceite? Para ellas seguramente se les hizo importante, por un lado por medida de prevención por si se les acaba, y por otro, porque ellas querían estar ahí, querían acompañar a la novia, y no querían tener que retirarse por falta de luz en sus lámparas. Por tanto podemos ver dos actitudes ante la boda que se está por celebrar. Las imprudentes llevaron lo básico, pues para ellos era un mero requisito acompañar a la novia y no había necesidad de más pues eso sucedería rápido; en cambio las otras se preocuparon de tener que irse si se les acababa el aceite. Unas estaban ahí por ser parte del rito, otras porque era importante ese acontecimiento y no querían perdérselo.
Podemos decir entonces que se lleva el aceite en atención a lo que se celebra, mientras que para unas era sólo algo pasajero y sin importancia, un mero requisito, para las otras era lago importante. Ellas actúan según la importancia que tiene el acontecimiento. Les mueve estar preparadas según la importancia que eso tiene.
Por tanto, lo que las hace prudentes, es decir sensatas, razonables y por lo tanto capaces de descubrir y de pensar bien las cosas, no se quedan en lo meramente superficial, sino que van más allá. Para ellas la boda es importante, y buscan tener todo lo adecuado para estar en ella y participar bien del acontecimiento. En cambio las otras son necias, es decir no hacen un juicio adecuado, todo o hacen superficialmente, sin ningún sentido en la vida, sólo hacen las cosas a la ligera, sin buscar algo que realmente valga la pena, buscan salir del paso.
Y esto entonces nos lleva a contemplar la realidad humana, que a veces hacemos las cosas por salir del paso, y otras las hacemos siendo sagaces, buscando las cosas para que se llevan de la mejor manera. Esto es parte de la vida, sin embargo la pregunta sería cuales son las cosas que hago esmeradamente y cuido todas las formas para llevarlas a cabo. Porque pudiéramos ser muy diestros y agudos en cosas que a veces ni nos benefician, o no benefician a los demás. Cuántas personas son muy sagaces en hacer el mal, o cuantos son muy previsores para buscar el poder, para dominar y someter a los demás, para humillar a otros, para rebajarlos en su dignidad, para robarles, para sacar provecho de las cosas o de las desgracias que van sucediendo. Y pudiera ser que fuéramos muy sagaces para esas realidades, pero que finalmente no son realidades que enciendan la lámpara, pues esas cosas no dan luz, es decir no da vida, sino muerte a nuestro alrededor.
Ser sagaces, ser prudentes, implica ser capaces con nuestras obras de encender la lámpara, de dar luz a los demás, de iluminar la vida de los otros, de ayudarlos, de estar cerca de ellos, de ser capaz de comprender sus necesidades. Y podemos decir que esas mujeres previsoras transforman su vida en una vida sabia, es decir saben escoger bien las cosas de la vidas aben vivir, y saben vivir porque con su actuar iluminan a los demás, y les dan sentido a todas sus obras. Cuando el hombre es previsor, y descubre que lo importante de su vida es precisamente ser luz, su vida se llena de sabiduría, y como dice la primera lectura dl día de hoy: «La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.» Por tanto cuando el hombre realmente descubre lo que vale la pena en la vida entonces se deja encontrar por esa Sabiduría, que es Dios mismo y que hace ser capaz de vivir desde una dinámica distinta.
En cabio el necio, es aquel que nunca se preocupara por lo importante hará las cosas porque debe de salir, sin descubrir lo importante que son las demás personas, sin llegar a descubrir que estamos llamados a ser luz en medio del mundo.
Podemos concluir, que en neutras vidas siempre podernos más atención a ciertas cosas, y nos esforzaremos más en la medida en la que nos interesan. Sin embargo, cuando nos empeñamos en una realidad que no sólo nos interesa, sino que descubrimos que da sentido a nuestra vida y con ella ayudamos a los demás, somos capaces de ser luz, somos capaces de alimentar nuestras lámparas y de iluminar a los demás, dejando que en nuestra vida se llenan de una Sabiduría que vaya dando sentido en nuestra historia y en aquellos que nos rodean.

30/10/11

Experiencia y no imagen

Meditación con motivo del XXXI domingo de tiempo ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Malaquías 1, 14—2, 2. 8-10
1 Tesalonicenses 2, 7-9. 13
San Mateo 23, 1-12

Vivimos en un mundo que está dominado por la imagen, los productos que se venden siempre buscan anunciarlo a través de una imagen, de algo que sea llamativo, de algo que enamore a la vista, que se haga agradable al conocerlo, que se sienta la necesidad de poseerlo, que parezca la respuesta a las dificultades que se tienen. De esta manera los productos tratan siempre de tener una imagen delante de los demás, que los hagan adelgazar por arte de magia, que los hagan ser más atractivos de inmediato, que les den la felicidad que tanto han buscado. Imágenes, que muchas veces distan de la realidad. De la misma manera los locales comerciales, las presentaciones de la comida, y demás elementos siempre parte de una imagen.
Sin embargo, como su nombre lo indica es una mera imagen, y la palabra imagen bien del latín “imago", es decir retrato; y a su vez viene del verbo "imitari" que significa imitar. Entonces imagen es aquello que uno puede interpretar, una "imitación" de la figura real. Por tanto es sólo imitación, es sólo la apariencia, pero no es la realidad, y en nuestros tiempos se tiende mucho a esto, a presentar una idea con la imagen, a representarla, pero no a no mostrar la realidad, sólo se anuncia algo que es aparente, pero que no es real.
Si bien a nivel de mercadotecnia es lo que mueve a comprar algunos productos o asistir a ciertos lugares, también es cierto que al final, si esa imagen es totalmente apariencia provocará una fuerte desilusión. Sin embargo, la imágenes no sólo se dan en las cosas o en los lugares, sino en las personas. Y es que a veces las personas buscan presentar un estilo concreto de vida delante de los demás, para demostrar, no lo que son, sino lo que quieren aparentar ser, y así conseguir un objetivo. Se puede aparentar ser bueno, cuando en realidad sólo se busca engañar a alguien. Se puede aparentar ser honesto para conseguir un puesto y después robar. Se puede aparentar ser una persona cariñosa y fiel, y después abusar de la otra persona y utilizarla. Se puede aparentar un amor sincero y al final resultar que sólo quería algo de placer. Se pueden aparentar cantidad e cosas, y al final mostrar definitivamente quienes somos.
Estas apariencias hacen que las personas se desilusionen y posteriormente se cuiden de los demás, desconfiando de todo tipo de sinceridad. Las apariencias matan la confianza y la esperanza. Y curiosamente en medio de estas apariencias, el hombre o la mujer de fe no están exentos. Cantidad de hombres y mujeres van por la vida mostrando meras apariencias sobre su fe, pero que no concuerdan con su realidad, y al final llevan a una desilusión de la persona y de la misma experiencia de fe.
Cuántos jóvenes hoy en día dicen no creer en Dios, y muchas veces no es por Dios sino, por la falta de congruencia que hay entre la viuda y la fe. Y la fe se toma como un mero fetiche, como una apariencia, como un rezo, como un robo incluso, como un absurdo que no dice nada, pues la fe parece tan despegada de la realidad que parece un ridículo ante las necesidades del mundo; o bien la fe se ve sólo como un mercad, pero que no influye no transforma, incluso se contradice en las enseñanzas del evangelio, pues e anuncia lo que nos e vive.
El evangelio de hoy denuncia este uso indiscriminado de la imagen delante de los demás, denuncia la cultura de la apariencia y sobre todo de la apariencia de la fe: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover.» La crítica que Jesús dirige es hacia los fariseos que eran los jefes religiosos de aquellos tiempos, que si bien contaban con un gran prestigio entre el pueblo, ahora Jesús los desenmascara pues ellos son conocedores de la Ley, ellos conocen la Palabra de Dios, son personas que guían a la sociedad en materia de fe, sin embargo, su vida es sólo apariencia. Anuncian cantidad de cosas, pero ellos no las hacen. Van elaborando y anunciado cantidad de leyes, sin que esas leyes realmente repercutan en sus propias vidas. Son capaces de exigir cosas, de anunciar las cosas, pero ellos no las viven.
Por ello, Jesús dice: «Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras.» Con esta frase Jesús reconoce sus enseñanzas, no son cosas malas, son cosas que van de acuerdo con la experiencia de fe, por eso invita a realizar lo que los fariseos anuncian, pues lo que ellos dicen efectivamente es de Dios, ellos hablan palabra de Dios, pero la enseñanza de los fariseos termina precisamente en lo que dicen, no se les debe de imitar pues su estilo de vida deja mucho que desear, su estilo de vida no corresponde con lo que anuncia. Y el problema es que muchas veces impacta demasiado lo que el otro hace, sus obras. Jesús por ello advierte que es menester no imitar sus obras, y sólo quedarse con lo que anuncian, marcando que su estilo de vida es totalmente contradictorio con lo que se anuncia.
Cuántas veces la gente imita a las personas en su vida y eso es precisamente lo que hace que todo se vuelva contradictorio. Cuántos ven que las personas de fe buscan puestos, lugares, posiciones, privilegios, y muchos piensan: “si a él se lo dan, también puedo pedirlo yo”, y toda su vida gira en torno a lo que puede ganar, a lo que puede aprovechar, pero no a lo que puede ayudar y cambiar de vida. De tal manera que el mal testimonio puedes ser un corrosivo que destruya la vida de los demás, dejando de lado lo que realmente se necesita, que es la vivencia del evangelio.
Pero ¿Por qué los fariseos no viven este testimonio que deberían mostrar a los demás? El mismo Jesús lo aclara: «Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros.’» Toda su vida se desenvuelve en torno a ocupar puestos, a ser llamativos, pero no a ser realmente testimonio de fe. Su posición en la sociedad no es para mostrarse delante del mundo como aquellos que merecen todo lo necesario porque conocen a Dios, pues por esta actitud cuidan solamente esta zona de privilegios, pero no se preocupan por cuidar su relación con Dios viviendo lo que dice su Palabra. Ese es el problema de los fariseos, que sólo viven de su imagen, pero en realidad, no viven desde las categorías que se supone anuncian, es decir, desde las categorías de la Palabra de Dios. Su interés gira en torno a lo que necesitan, a lo que quieren y se merecen, pero no gira en torno a Dios, y por tanto su fe es totalmente estéril, incapaz de dar frutos.
Por lo tanto lo importante es la vida desde el testimonio, la vida del creyente no puede ser sólo de imagen, no es sólo de apariencias, esas vidas no son importantes, pues en realidad son falsas. De nada sirve una vida donde se aparente que se hace oración, que todo el día están hincados, que todo el día alaban a Dios, eso no ayuda ni edifica, pues la verdadera vida de oración no se demuestra estando de rodillas, sino con las palabras y actitudes que trasmiten precisamente esa vida de oración. No es la posición lo que muestra la oración, sino la vida que se tiene, que refleja e aviad de oración que hay en el interior, no es la imagen, sino la realidad que se vive en el interior.
No es importante aparentar que hago obras buenas, y que todos me vean. Eso es inútil las obras buenas no se planean, sino que van siendo fruto, en primer lugar del amor que se tiene en el interior, las obras buenas son la educación que refleja mi experiencia de bondad, el respeto que doy a otros, el hacer que los demás me sientan agradable, no porque lo busque, sino porque soy capaz de mostrarlo de modo natural porque trasmito bondad.
Por tanto Jesús trata de aclarar que no es suficiente dar una buena explicación, o tener un gran discurso, o saber cosas acerca de Dios y la fe, sino que se debe reflejar en el ejemplo de la persona, pues a Dios, y por ende la fe, se da a conocer, no sólo por una buena catequesis, sino por el ejemplo, pues no pude hablar de Dios y su amor, si nuestra vida contradice esa experiencia del amor. El cristianismo no es de imágenes, no es una apariencia, pues finalmente la gente se desengaña y ve el absurdo de la fe con nuestra manera de ser. EL cristiano no debe forjar imagen, sino que debe de ser un convencido, dejando que día a día la Palabra que conoce, lo vaya transformando totalmente, dejando la imagen, pues no estamos para convencer por apariencias, sino estamos llamados a trasmitir una experiencia que ha tocado fuertemente nuestra vida.
Este testimonio que se va reflejando desde nuestra propia experiencia, no sólo con discursos, ni creyéndonos superiores por saber cosas, sino porque trasmitimos con nuestro ejemplo la experiencia de Dios. Aclarando que en nuestra vida no está exenta de errores, pues somos frágiles y tenemos pecados. Lo importante es que nuestra búsqueda por ser coherentes y dar buen ejemplo, vamos esforzándonos por vencer esos pecados, no por apariencia, sino por un convencimiento y transformación total de nuestra vida. Y en la medida en la que vamos venciendo ese pecado, vamos siendo mejores. En la medida en la que reconocemos nuestros errores vamos transformando nuestra vida.
En conclusión, no hay mejor catequesis para convertir al hermano y conozca a Dios, sino nuestra vida, de ahí que la pregunta que debemos hacernos en este día es ¿Hasta qué punto puedo decir que he acercado a los demás con mi vida?