27/11/11

«Tú, Señor, nuestro Padre, nuestro Redentor…»

Meditación con motivo del I Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 63,16b-17.19b.64,2b-7
1 Corintios 1,3-9
San Marcos 13,33-37

El día de hoy comienza el tiempo del Adviento, un tiempo de gran profundidad religiosa, porque está lleno de esperanza y de expectativas espirituales, pues es un tiempo que nos hace detener nuestro caminar en la vida y evaluar lo que hemos hecho, con miras a une encuentro con Dios. En el Adviento es el tiempo con el cual se inicia un nuevo año litúrgico, y se hace desde dos dimensiones fundamentales, desde un doble movimiento espiritual: por una parte, eleva su mirada hacia la meta final de su peregrinación en la historia, es decir, la vuelta gloriosa del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, y el contemplarlo ante el pesebre, en la fiesta de la navidad. De tal manera que los primeros tres domingos la Iglesia nos coloca de cara a la preparación definitiva con Jesús en su segunda venida, invitándonos a reconocer el sentido de nuestra vida, y así ver hasta qué punto realmente estamos preparando la venida del Señor; y después a partir del 17 de diciembre elevar la mirada hacia el pesebre de velen y prepararnos para recordar y vivir el acontecimiento de la navidad en nuestra vida.
De esta manera, vemos las dos grandes etapas del adviento. Por un lado, el adviento escatológico, es decir la parte del adviento que nos invita a reflexionar en la segunda venida de Cristo; y después la segunda fase, el adviento histórico, donde nos preparamos para la fiesta de la navidad. Y hoy iniciamos la primera etapa del adviento con estos extraordinarios textos, que nos colocan ante una realidad fundamental en medio de esta espera del Señor, y nos lleva a responder una respuesta vital ¿Por qué esperar al Señor? ¿Qué sentido tiene esperar a Dios? ¿Por qué debemos tener esta preparación? Me parece que para responder esta interrogante fundamental, debemos saber quién este Señor al que esperamos y así descubrir el por qué esperamos la intervención de Dios en medio de la historia.
Finalmente esperar a Jesús, y su segunda venida nos debe llevar a descubrir la razón del porque esperamos a Dios, y por ello debemos conocer quién es Dios y su acción salvadora. Me parece que la primera lectura da pautas para acercarnos al misterio de Dios, y acercarnos un poco a este misterio.
El texto comienza diciendo: «Porque tú eres nuestro padre…» El profeta Isaías plasma en su texto este himno de lamentación de parte del pueblo, y en medio de él, se descubre la identidad de Dios. El profeta nos lleva a reconocer una realidad extraordinaria de Dios: Dios es Padre. Esto ciertamente puede parecernos normal, pues nosotros hablamos hoy en día del misterio de la Trinidad y llamamos a Dios, Padre; rezamos el padre nuestro, en fin no parece nada ajeno a nuestro vocabulario religioso. Sin embargo esta palabra tiene una gran fuerza. Primeramente porque llamara Dios Padre es algo totalmente novedoso en el Antiguo Testamento. A Dios se le llama el Señor, el Todopoderoso, el Señor de los ejércitos; pero, no se le llama Padre. Y curiosamente en esta lectura se le llama así en tres ocasiones. Es algo totalmente inaudito. Por tanto, el profeta Isaías hace una oración a Dios, donde reconoce las culpas de su pueblo y para ello invoca a Dios como el Padre. Pero por qué utiliza este título. El llamarlo padre indica en primer lugar el origen de todo, es quien da sentido a todo, es quien da sentido a la historia. Por otro lado ser padre, implica que es un signo de protección y de confianza, si Dios es padre, es porque en él tenemos nuestra confianza, y él es nutra protección, es quien nos da la fuerza para defendernos, es quien da la gracia para renovar la vida. Y sobre todo el título Padre implica el sentido del conocimiento, pues el padre es aquel conoce a sus hijos, pues los ve nacer, crecer, ir alcanzado logros, va viendo su caminar, por tanto hay un gran conocimiento de parte del padre hacia sus hijos. Los Israelitas siempre se han jactado de ser ‘hijos de Abraham’, pero en realidad eso sólo es un nombre, son hijos de Abraham, porque el pueblo se inicio con él, pero no es que Abraham los conozca. En cambio Dios es Padre, pues nos conoce, sabe quiénes somos, sabe nuestra vida; y en el caso de este bello himno de lamentación, Dios sabe los pecados y la necesidad que tienen de reconciliarse con él.
Entonces ante la pregunta quién es Dios, podemos decir que Dios es padre, porque es el origen de nuestra vida, es quien nos ha creado. Es padre porque nos acompaña en nuestro caminar, nos da fuerza y en él podemos poner nuestra confianza. Es padre porque nos conoce de tal manera que sabe por dónde vamos caminando y qué es lo que necesitamos para ir transformando nuestra vida. Si el adviento es esperar la intervención de Dios, implica que estamos esperando la llegada de aquel que nos conoce y que nos protege. Por tanto no es una segunda venida que nos llene de temor, al contrario de esperanza, pues Jesús viene para hacernos encontrar con el Padre, aquel que es Padre por naturaleza, que nos ha llamado a la vida y sabe nuestro caminar.
Pero demos un paso más. El texto sigue dirigiéndose hacia Dios y le da un segundo título: «¡Tú, Señor, eres nuestro padre, "nuestro Redentor" es tu Nombre desde siempre!» Ahora llama a Dios Redentor. Y al hablar de Redentor, el texto en hebreo utiliza un vocablo muy peculiar: “go’el”. Go’el, es el liberador, es un término que se utilizaba para aquella persona que liberaba de una esclavitud, por ejemplo. Cuando alguien compraba un esclavo pagaba cierto precio, pero si el que compraba al esclavo quería que ese hombre fuera libre debía pagar una suma sumamente grande, pues no estaba adquiriendo simplemente un esclavo, sino que estaba dándole a ese hombre su libertad y con ello una serie de derechos que como esclavo no tenía, por tanto lo que se pegaba era muy considerable. Pero si una persona compraba la libertad del esclavo, a ese hombre se le llamaba go’el.
Si Dios es denominado go’el, quiere decir que se le reconoce como un liberador de la esclavitud, aquel que paga un gran precio por la liberación del hombre. En la lectura encontramos todo este himno de lamentación, en donde se reconocen pecadores, en donde se reconocen frágiles, que se han alejado de Dios. Por tanto, se reconocen esclavos del pecado, y quieren que Dios los libere de esa situación. Sólo Dios es tan grande para poder liberarlos de esa carga. Así como era algo difícil liberarse de la esclavitud, y había que `pagar una gran suma de dinero. Así de grande es liberarse de ese pecado, y sólo Dios es capaz de hacer lo posible para liberar a su pueblo del pecado. Con este título (Go’el) el pueblo se reconoce incapaz de salir de su pecado, sólo Dios puede ayudarlos a liberase y a vivir en la dinámica de salvación, sólo Dios puede hacerles libres, desatarlos de su esclavitud. Por tanto, Dios es aquel que libera del pecado, de la corrupción que daña al hombre. Si esperamos a Dios, es porque queremos ser libres queremos que nos libere del pecado. El adviento nos invita a poner la mirada en aquel que nos libera y puede hacer de nuestra vida algo nuevo, poner la mirada en nuestro Go’el.
Y finalmente encontramos un tercer título, al final de este pasaje bíblico: «Tú, Señor, eres nuestro padre, nosotros somos la arcilla, y tu, nuestro alfarero: ¡todos somos la obra de tus manos!» Dios es reconocido como Alfarero. Es una imagen que conlleva dos ideas fundamentales: Si Dios es alfarero es creador y providente.
En primer lugar es creador porque nos recuerda que Dios nos va modelando. Esta imagen nos pone en relación con el relato del Génesis 2,7. Esto indica no una simple creación, sino una creación que se hace con cuidado, que se hace con dedicación. Un alfarero cuando trabaja, no hace las cosas bien a la primera, sino que va viendo como queda bien lo que está modelando, para que quedo lo mejor posible Si Dios es alfarero, implica que nos crea con amor, con dedicación, que pone todo lo necesario para que seamos una escultura perfecta y hermosa. Algunos podríamos decir que nos faltan ciertas cualidades, o que nos faltan ciertas habilidades, pero no es así, Dios es el alfarero y al modelarnos vio que así con lo que somos perfectos, cumplimos con el objetivo al cual fuimos creados.
Por otro lado, el alfarero es esta imagen de la providencia, que va colocando todo lo necesario para que su obra se mantenga y siga adelante, que no se desbarate en medio de las situaciones de la historia. Dios es el alfarero que va poniendo todos los elementos necesarios para que su obra se mantenga y siga adelante.
Por tanto Dios es alfarero, es quien nos modela y va poniendo todo para que sigamos adelante. Adviento es dejarnos moldear por él, es permitir que él nos vaya transformando, pues él puede hacernos efectivamente nuevos.
Por lo tanto, esperamos la irrupción de Dios en nuestras vidas, y lo esperamos porque Dios es padre, es decir es quien da sentido a nuestra vida, quien nos protege, quien nos conoce y sabe que camino debemos seguir. Debemos esperarlo porque es redentor, sólo él pude liberarnos de la esclavitud del pecado. Y sobre todo porque es alfarero, porque quiere modelarnos, quiere hacernos nuevos. Y por ello debemos estar dispuestos para dejar que entre en nuestras vidas, debemos de estar vigilantes como dice el evangelio, para ver cómo llega a nuestra vida y cómo nos pide iniciar esta transformación. Esperemos su llegada, abramos los ojos y vemos la grandeza de Dios que puede transformarnos, pues necesitamos de su acción para renovarnos profundamente. Que este tiempo del adviento sea esa renovación para iniciar así este nuevo año litúrgico que hoy inicia.

20/11/11

«Yo mismo apacentaré a mis ovejas...»

Meditación con motivo de la Solemnidad Jesucristo, Rey del Universo
Ciclo /A/

Textos:
Ezequiel 34,11-12.15-17
Salmo 22,1-2a.2b-3.5.6
Corintios 15,20-26.28
San Mateo 25,31-46

Cuando se habla de la palabra rey, inmediatamente viene a nuestra mente la idea de gobierno y con ello de corrupción, robo, opresión, etcétera. Porque de alguna manera el rey representa al morca que gobierna, que está encima de todos, y que en más de una ocasión se aprovecha de los demás para el beneficio propio o de los más allegados. Lamentablemente la figura de la realeza, y con ello, la figura del gobierno se ve muchas veces como algo negativo, por ello al hablar de Cristo rey, puede venir a nuestra mente la idea de Jesús como un soberano inalcanzable, la idea de un soberano que rige todo desde las alturas y que no tiene nada que ver con nosotros.
Sin embrago, esta no debería ser la imagen que debe trasmitirnos el reinado de Cristo, al contrario deberíamos ver la otra cara de la moneda y descubrir lo que realmente implica ser Rey, y desde esta perspectiva descubrir cómo es que Jesús es rey. La misma liturgia de la Palabra año tras año nos va colocando diversas imágenes de lo que implica el reinado de Cristo. Y hoy de manera especial nos presenta la figura del Rey unido a otra imagen: el pastor. A primera vista esto podría parecer contradictorio. ¿Cómo es posible que el rey sea semejante a un pastor? Un pastor es una imagen de pobreza, no de realeza; es una imagen de humildad y no de poder; es la imagen del miserable, no del poderoso; es la imagen del que vive a campo abierto, y no en un palacio. Sin embargo aunque parecen chocar las imágenes en cuanto a su concepto, esta imagen permite descubrir el sentido de la auténtica realeza y de su misión de cara al mundo, y sobre todo nos ayuda a acercarnos al misterio de Cristo como rey.
Para entender qué significa ser pastor, contemplemos la primera lectura en donde el profeta Ezequiel lanza una fuerte amenaza en contra de los dirigentes del pueblo judío por no haber sido fieles en su encargo, ellos han abusado del pueblo, y por ello no ha sabido pastorearlos, no han sido auténticamente pastores. Por ello ahora las cosas serán distintas y será Dios mismo el pastor. Y por ello va colocando una serie de acciones que Dios realizará ahora a favor del pueblo, colocando de esa manera los elementos constitutivos del pastoreo: «Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminaré a la que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia.» Adentrémonos en este texto para comprender los signos del ser pastor.
En primer lugar dice: «Buscaré a la oveja perdida.» Lo primero que hará Dios para apacentar a su pueblo será buscar a aquel que se ha perdido, aquel que no está cerca, que se ha alejado de la vida del rebaño. Por tanto, para Dios es importante buscar al que se ha perdido, al que se ha extraviado. Cuántas veces el hombre se pierde, porque se aleja de la experiencia de Dios, porque su pecado lo lleva a estar lejos de él, porque su envidia es grande y hace que se extravíe, o bien su búsqueda de poder hace que se aleje de una experiencia de servicio y solidaridad. O bien se pierden porque son presas del desánimo, pueden creer que ya o vale la pena luchar, ya no vale la pena esforzarse, que todos los desilusionan, y entonces se van. Las ovejas se pierden y Dios las busca, porque no quiere que viva perdidos en su egoísmo y envidia, porque no quiere que estén extraviados, él quiere dar sentido a su vida desde nuevas categorías y con la experiencia del amor.
«Haré volver a la descarriada.» La descarriada se refiera a aquella que va en diversos caminos, quiere seguir adelante pero se desvía constantemente por otros caminos. La oveja descarriada es aquella que quiere estar con el rebaño pero se deja distraer y se va hacia otros caminos que le presentan alguna situación que les debía del camino que llevan. Muchas veces nos divisamos porque buscamos alguna cosa que nos de cierta seguridad como la fama, el prestigio, y vamos descarriándonos, buscando caminos alternos, creyendo que ahí está la seguridad, sin embargo eso nos va distanciando poco a poco de la experiencia de Dios. Dios la va hacer volver, pues no debe dejarse cegar por esos falsos caminos, al contrario, debe dejarse guiar por lo que realmente vale la pena, y lo hace ser mejor persona.
En tercer lugar dice: «Vendaré a la herida.» Por tanto habla también de ovejas que están heridas, ovejas que ha sido lastimada, que han sido dañadas en su vida. Cuantas ovejas son heridas porque se aprovechan de ellas, porque se burlan de ellas, porque las desilusionan o son traicionadas ye so las debilita, le imposibilita seguir adelante en el camino. Pero Dios nos e queda impávido ante esta situación, al contrario va en su búsqueda y la venda, es decir, las toma con cariño y las venda, trata de que la herida no se haga más grande y se vaya cicatrizando. Es una imagen muy plástica, y al mismo tiempo muy hermosa. Dios que se acerca a la oveja herida y la va vendado para cuidar su herida, y dejar que así inicie el proceso de cicatrización. Dios busca al herido, y quiere vendarle su herida, que esa traición no se haga más grande, que esa burla no sea enorme, que ese abuso no lo sea todo, que no crezca la herida, que no piense que todo es así, que no hay remedio. Dios se acerca y cura con la venda de la esperanza, de la paciencia, de la confianza, para que esas heridas no crezcan y vayan dañando más a la oveja.
Y unido a este vendaje de las heridas: «Curaré a la enferma.» Finalmente hay algunas que también están enfermas, algunas a las cuales su corazón les ha golpeado la enfermedad, les ha golpeado la tristeza, la depresión, o bien las ha enfermado la soberbia. Son enfermedades diversas pero que lastiman fuertemente a las ovejas. Dios no puede permanecer sin hacer nada, debe curarlas, debe darles salvación, y dales así la capacidad de ver que la tristeza no lo es todo, que siempre hay un gozo que las puede levantar y curar. Descubrirles que la soberbia no es lo mejor, que se debe ser humilde. Sólo dando un anuncio de humildad, de gozo, incluso de esperanzas e pueden sanar tantas enfermedades que aquejan a la humanidad, y Dios quiere curarlas.
Inmediatamente viene una frase un poco extraña: «Pero exterminaré a la que está gorda y robusta.» Esto se debe entender desde dos perspectivas. Algunos manuscritos no dicen que las “exterminará”, sino usa la palabra “custodiaré”. Por tanto, hablaría de custodiar las ovejas gordas. Con esto se estaría hablando del Dios que no dejará que se abuse de aquellas que están fuertes, pues al verlas gordas son presa fácil para sacarles provecho. Pero también se puede sacar una interpretación con el verbo “exterminar”, y eso indicaría que si bien en el rebaño hay ovejas gordas es porque se han aprovechado de las débiles y por ello las exterminará, pues sólo han vivido a costillas de las otras, les han quitado lo necesario, y así ahora han engordado, y seguramente se referiría aquí a aquellas que en lugar de pastorear a las ovejas se han pastoreado a sí mismos. Y esto se complementa con lo siguiente: «Yo las apacentaré con justicia.» Finalmente este pastor viene a dar justicia, es decir a colocar lo necesario en la vida del pueblo, darle lo que necesita el pueblo y ello implica sacar fuera a los malos pastores.
Por tanto, si vemos la imagen del pastor equiparada con la del rey descubriremos que ser rey implica precisamente reconocer que es aquel que gobierna para salvar al pueblo, para salvar a las ovejas. Rey es aquel que busca las perdidas, y a las descarriadas les muestra el camino verdadero. Rey es aquel que no puede pasar de largo ante las heridas de los demás, sino que se detiene y las venda, y si alguien se enferma cuidará de ella para que se recupere. Ese es el reinado de Jesús y es precisamente lo que celebramos hoy. Y como respuesta ante este rey deberíamos hacer nuestra la oración del Salmo: «El Señor es mi pastor, nada me faltará
Efectivamente el Salmo nos lleva a reconocer que Dios es el pastor, que él es quien nos conoce y nos guía, que él es quién sabe por donde debemos caminar y no dejará que nada malo suceda, y si llegase a suceder alguna situación él no nos abandonará. Y sobre todo este Salmo comienza dando una bella profesión de fe: «Nada me faltará.» Reconocer de este modo, que con Dios no falta nada, que en él está todo lo que se necesita. Pero es necesario caminar con él, y descubrir como él nos guía y va dando todo lo necesario para que no falte nada. Tal vez sentiremos que nos faltan cosas, pero curiosamente, son cosas secundarias, en medio del camino vemos que efectivamente no nos falta nada.
Reconocer a Jesús como rey es reconocerlo como ese Pastor y que no nos faltará nada, y por tanto como Pastor, hay que verlo como aquel que nos da todo lo necesario, y sobre todo que lo seguimos. Y la grande pregunta sería: ¿Cómo demostramos que efectivamente vamos siguiendo a Jesús? El evangelio de hoy nos lo dice: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo.» En otras palabras practicando la misericordia. Pues el reinado de Jesús es un reinado de amor, y por tanto es un reinado de vivencia del amor. No se puede decir que se tiene a Jesús como Rey o que lo seguimos como nuestro Pastor, si realmente no lo demostramos y eso se demuestra viviendo en la dinámica del amor, ayudando y dando lo necesario a nuestros hermanos, sobre todos a los más pequeños, que muchas veces son los de la misma casa, a los cales descuidamos.
Por tanto celebrar a Cristo Rey es celebrar que él es nuestro pastor, y sobre todo que nos esforzamos día a día por vivir en la dinámica del amor. De esta manera comenzamos la última semana del año litúrgico, recordando que hemos acabado un año más, pero que debemos iniciar otro año más reconociendo a Jesús como Pastor y demostrarlo al mundo con nuestro testimonio que se hace visible en las obras de misericordia.

13/11/11

«A uno le dio cinco talentos...»

Meditación con motivo del XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Proverbios 31,10-13.19-20.30-31
1 Tesalonicenses 5,1-6
San Mateo 25,14-30

El día de hoy el evangelio nos presenta la parábola de los talentos. Hay que entender que quiere decir esta palabra. Un talento es una medida que equivale a seis mil denarios. Un denario era el salario mínimo de un trabajador al día, por tanto podríamos decir que un talento era aproximadamente lo que un hombre ganaría alrededor de 20 años. Por tanto se les está dando una cantidad muy grande.
Pareciera que en el trasfondo de está parábola está el contexto de la historia de salvación, en donde se ve como Dios entrega lo más valioso, su proyecto de salvación a los hombres y como algunos han permitido que ese proyecto vaya dando frutos, en cambio hay otros que no lo han visto así. Pareciera que en el trasfondo está una crítica al pueblo judío, que recibió el proyecto de salvación pero en lugar de comprenderlo y hacerlo fructificar lo enterró. En cambio hay otros que si lo supieron valorar, y se hicieron una idea equivocada de Dios: «Sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido.
Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!
» No vieron en este proyecto del cristianismo un proyecto de verdadera salvación, sino que se encerraron en sí mismos, y vieron esto como un absurdo, algo que no tenía sentido y por ello lo enteraron. San Mateo pareciera que acusa al pueblo judío de enterrar esta propuesta de salvación, y esto también va dirigido a nosotros, que no somos capaces de aceptar este proyecto de salvación en nuestras vidas, escondemos bajo tierra la fe, los sacramentos, la Palabra de Dios y no somos capaces de ver los frutos que se nos dan.
De ahí que está parábola nos invite a contemplar hasta que punto vamos valorando los talentos que Dios nos va dando, y sobre todo esos talentos espirituales que nos regla para tener la salvación en nuestras vidas.
Cada uno de nosotros desde el día de nuestro bautismo recibimos la fe, pero hasta qué punto nosotros vamos permitiendo que esa fe vaya creciendo y fructificando. Cuantos se dicen católicos pero su fe está bajo tierra, porque no le dice nada, porque hay tantas cosas que hacer que su fe queda totalmente de lado. O bien su proyecto de vida, pareciera que no entra la fe, Dios nos ha dado a nosotros el don de la fe, es un talento, es algo valioso, pero nosotros podemos pensar que no va de acuerdo a nuestras expectativas y lo vamos enterrando. La fe debe de dar un fruto, pero en realidad podemos decir que ha crecido nuestra fe, que se demuestra que nuestra fe es distinta, que mi vida es distinta, o simplemente digo que tengo fe porque hago una oración, o porque voy a misa, pero en realidad no repercute en nada en mi vida, ni me ha hecho mejor, ni me ha acercado más a Dios. ¿Hasta qué punto realmente la fe ha dado un fruto en mi vida? ¿Hasta qué punto ha crecido?
O bien hasta qué punto hemos valorado el talento de la Palabra de Dios en nuestras vidas. Cuántas veces se proclama la Palabra de Dios, y cuántas veces la ponemos bajo tierra, porque no la escuchamos, no nos dice nada, no la meditamos, más aún, no nos interesa ni dejamos que vaya iluminando nuestra vida. La Palabra de Dios siempre viene a nuestra historia, pero nosotros muchas veces no valoramos esa Palabra, es algo tan valioso, algo que viene a iluminar mi manera de ser, a guiar mi vida a transforme, pero hasta qué punto yo me he dejado transformar por ella. Si cada domingo escuchamos la Palabra, la pregunta sería si después de un año de escucharla realmente ha dado un fruto, realmente me ha hecho mejor, me ha dado la capacidad de ver con ojos nuevos mi vida, y he cambiado algunas actitudes, si realmente esa Palabra me ha iluminado y llenado de esperanza en los momentos de crisis. O a lo mejor esa Palabra ha venido, pero no me ha afectado en nada, no me ha transformado en nada, en otras palabras, he puesto bajo tierra esas Palabras, no he sabido ver la grandeza que esa Palabra tiene en mi vida.
Esos talentos también se refleja en los sacramentos. ¿Qué hacemos con los sacramentos? ¿Hasta qué punto se ha desarrollado y ha dado fruto mi bautismo? ¿Hasta dónde me ha comprometido mi confirmación y he dado un verdadero testimonio? ¿Hasta dónde el sacerdocio es realmente un signo de santificación para la comunidad? ¿Cómo me ha ayudado a trasformare la confesión? ¿Cómo me ha ayudado a crecer y madurar mi vida de pareja el sacramento del matrimonio? Cuántas veces los sacramento son sólo por la fiesta, y después se quedan bajo tierra, el bautismo no da para más. O bien la confirmación no ayuda a ser verdadero testigo, sino que sólo me tome una foto y después bajo tierra, sin dar testimonio, ni comprometerme delante de los demás. O bien cuántas veces el sacramento del matrimonio fue sólo la fiesta, el regalo, el vestido de blanco, pero en realidad nunca dejamos que la gracia que se recibió en ese día creciera para seguir amando en el desarrollo de la relación a pareja, amarlo desde la dimensión de Dios; o bien dejamos que esa gracia matrimonial creciera para afrontar los problemas y verlo desde Dios.
Muchas veces esos talentos se echan en tierra, sólo se reciben un día, con una fiesta y después de olvidan y olvidamos el gran tesoro de salvación que Dios pone en nuestras manos, puyes no vemos que son un talentos, es decir, una gran cantidad, sino que sólo vemos que es una fiesta, un compromiso, pero no una gracia que salva y me acerca a Dios.
Es un buen día para meditar en estos talentos espirituales que Dios pone en nuestras manos, y ver que hemos hecho con ellos, y a lo mejor ir y desenterrarlos y empezar a dar frutos para decirle al final de nuestra vida: «Señor, me has confiado estos talentos: aquí están los otros talentos que he ganado

6/11/11

«Cinco de las virgenes eran necias, y cinco prudentes...»

Meditación con motivo del XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Sabiduría 6,12-16
1 Tesalonicenses 4,13-18
San Mateo 25,1-13

El hombre es un ser que se mueve según sus necesidades, según sus deseos, pues en realidad todo lo que lo mueve es precisamente el buscar continuamente lo que le anima, lo que le satisface y la da sentido a su vida. De tal manera que todo lo que le ayuda siempre lo irá buscando, y buscará la manera de llegar a ello, y se esforzará para alcanzar esas metas en la vida. En cambio aquello que no le interesa lo dejará de lado, o sólo lo irá sacando a flote con el mínimo esfuerzo, pues no le interesa en lo más mínimo.
El Evangelio de hoy coloca una contraposición en dos actitudes contrapuestas en la vida del hombre: El ser necio y el ser prudente. Son dos realidades que reflejan el interior de la persona, mostrando así el interés que presenta ante ciertas realidades.
Detengámonos en estas vírgenes que esperan al novio. Antes que nada este relato puede parecer un poco extraño, pues que hace un grupo de mujeres esperando al novio en la calle, sin embargo refleja la vida de aquellos pueblos. Pues una boda era una ocasión muy especial, pues todo el pueblo salía a acompañar a los novios. Las mujeres salían con la novia y esperaban a que el novio llegara, sin embargo según esta parábola en este momento se tarda, y de ahí se desarrolla toda la temática.
Vemos dos grupos, unas que son prudentes y otras necias, y esta calificación se da a partir de un sencillo acto: Llevar el aceite para las lámparas. La pregunta sería: ¿Por qué unas llevan el aceite? Las otras desde el inicio no lo llevaron. Podríamos pensar que no lo llevaron porque creyeron que sería rápido, que no debían esperar tanto, en fin no lo creyeron importante, pues no se suele ocupar tanto aceite, por lo general el novio llega rápido. Pero las otras curiosamente si lo llevaron, seguramente ellas no sabían si tardaría o no, pero ellas desde el inicio prefirieron llevarlo. ¿Qué es lo que les hizo llevar ese aceite? Para ellas seguramente se les hizo importante, por un lado por medida de prevención por si se les acaba, y por otro, porque ellas querían estar ahí, querían acompañar a la novia, y no querían tener que retirarse por falta de luz en sus lámparas. Por tanto podemos ver dos actitudes ante la boda que se está por celebrar. Las imprudentes llevaron lo básico, pues para ellos era un mero requisito acompañar a la novia y no había necesidad de más pues eso sucedería rápido; en cambio las otras se preocuparon de tener que irse si se les acababa el aceite. Unas estaban ahí por ser parte del rito, otras porque era importante ese acontecimiento y no querían perdérselo.
Podemos decir entonces que se lleva el aceite en atención a lo que se celebra, mientras que para unas era sólo algo pasajero y sin importancia, un mero requisito, para las otras era lago importante. Ellas actúan según la importancia que tiene el acontecimiento. Les mueve estar preparadas según la importancia que eso tiene.
Por tanto, lo que las hace prudentes, es decir sensatas, razonables y por lo tanto capaces de descubrir y de pensar bien las cosas, no se quedan en lo meramente superficial, sino que van más allá. Para ellas la boda es importante, y buscan tener todo lo adecuado para estar en ella y participar bien del acontecimiento. En cambio las otras son necias, es decir no hacen un juicio adecuado, todo o hacen superficialmente, sin ningún sentido en la vida, sólo hacen las cosas a la ligera, sin buscar algo que realmente valga la pena, buscan salir del paso.
Y esto entonces nos lleva a contemplar la realidad humana, que a veces hacemos las cosas por salir del paso, y otras las hacemos siendo sagaces, buscando las cosas para que se llevan de la mejor manera. Esto es parte de la vida, sin embargo la pregunta sería cuales son las cosas que hago esmeradamente y cuido todas las formas para llevarlas a cabo. Porque pudiéramos ser muy diestros y agudos en cosas que a veces ni nos benefician, o no benefician a los demás. Cuántas personas son muy sagaces en hacer el mal, o cuantos son muy previsores para buscar el poder, para dominar y someter a los demás, para humillar a otros, para rebajarlos en su dignidad, para robarles, para sacar provecho de las cosas o de las desgracias que van sucediendo. Y pudiera ser que fuéramos muy sagaces para esas realidades, pero que finalmente no son realidades que enciendan la lámpara, pues esas cosas no dan luz, es decir no da vida, sino muerte a nuestro alrededor.
Ser sagaces, ser prudentes, implica ser capaces con nuestras obras de encender la lámpara, de dar luz a los demás, de iluminar la vida de los otros, de ayudarlos, de estar cerca de ellos, de ser capaz de comprender sus necesidades. Y podemos decir que esas mujeres previsoras transforman su vida en una vida sabia, es decir saben escoger bien las cosas de la vidas aben vivir, y saben vivir porque con su actuar iluminan a los demás, y les dan sentido a todas sus obras. Cuando el hombre es previsor, y descubre que lo importante de su vida es precisamente ser luz, su vida se llena de sabiduría, y como dice la primera lectura dl día de hoy: «La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.» Por tanto cuando el hombre realmente descubre lo que vale la pena en la vida entonces se deja encontrar por esa Sabiduría, que es Dios mismo y que hace ser capaz de vivir desde una dinámica distinta.
En cabio el necio, es aquel que nunca se preocupara por lo importante hará las cosas porque debe de salir, sin descubrir lo importante que son las demás personas, sin llegar a descubrir que estamos llamados a ser luz en medio del mundo.
Podemos concluir, que en neutras vidas siempre podernos más atención a ciertas cosas, y nos esforzaremos más en la medida en la que nos interesan. Sin embargo, cuando nos empeñamos en una realidad que no sólo nos interesa, sino que descubrimos que da sentido a nuestra vida y con ella ayudamos a los demás, somos capaces de ser luz, somos capaces de alimentar nuestras lámparas y de iluminar a los demás, dejando que en nuestra vida se llenan de una Sabiduría que vaya dando sentido en nuestra historia y en aquellos que nos rodean.