29/5/11

«No los dejaré huérfanos...»

Domingo de la VI de Pascua
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 8,5-8.14-17
1San Pedro 3,15-18
San Juan 14,15-21

El evangelio del día de hoy nos presenta una frase de Jesús que envuelve el sentido de la vida humana y al mismo tiempo y le da un sentido desde la fe misma: «No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.» Ser huérfano es una experiencia que, de alguna manera, hemos experimentado todos. Hay quien se siente huérfano porque ha perdido a su padres, pero también porque ha perdido un maestro, porque ha abandonado un partido, porque ha dejado su iglesia para abrazar otra o simplemente para seguir solo su camino, quien se ha visto alejado de un amigo por mucho tiempo, quien ha sido abandonado por un ser querido. De alguna manera el hombre se encuentra sólo, se siente desamparado en algún momento de su vida.
También los discípulos de Jesús experimentarán desgarradoramente el desamparo cuando el Maestro les sea arrebatado de su lado. Sentirán esa orfandad cuando se a llevado a la cruz, e incluso después de que sube a los cielos. Por eso él quiere prepararlos, mostrándoles la honda realidad de su presencia y el modo de garantizarla y es que les promete la presencia del Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo.
De alguna manera, Jesús quiere dar a conocer a los discípulos que aunque experimentarán esta orfandad, necesitarán su presencia, deben estar seguros que no están solos por la vida, sino que el Espíritu está con ellos. La palabra Paráclito, que usa Jesús quiere decir abogado, aquel que defiende al acusado delante de los jueces, por tanto, quiere decir que el Espíritu Santo dará la fuerza delante de la vida, delante de la desilusión, delante de la soledad, par que siguán adelante, para que no se desanimen, para que no sientan que su vida no tienen sentido.
El Espíritu Santo, es el Paráclito, es el abogado, es quien nos da la fuerza para enfrentar las adversidades que golpean nuestro débil corazón. Es cierto que la orfandad se experimenta de diversas formas en la vida, pero también es cierto que está la presencia del Espíritu que me ayuda a superarla, con su fuerza para descubrir que no estoy solo. Desde luego que el Espíritu no va a dar las cosas como yo quisiera, sino que me da la capacidad de ver las situaciones desde una nueva óptica, desde la mirada del reino, desde la mirada de Dios y así ser capaz de vencer las adversidades.
Es cierto que la orfandad llega, pero también es cierto que llega la presencia del Paráclito, del Espíritu que ilumina y me ayuda a entender la vida desde la fe, y ser capaz de experimentar el apoyo que Dios da y que ad sentido a la historia.
De este modo los textos nos hacen poner la mirada hacia Pentecostés, con la seguridad de que ese Espíritu esta presente y que debemos dejar que entre en nuestras vidas, sólo así dejaremos que nuestra historia se renueve y tenga sentido nuestra experiencia de fe, delante de Dios y de los hombres, ante las situaciones en donde vivimos en la soledad, pero que en realidad la presencia de Dios siempre es cercana.

22/5/11

Pascua: Camino de servicio

Meditación con motivo del Domingo de la V Semana de Pascua
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 6,1-7
1San Pedro 2,4-9
San Juan 14,1-12

La pascua es un tiempo que nos invita a celebrar el acontecimiento de la resurrección, pero que no se limita simplemente a celebrarla como un mero recuerdo, sino que, es la invitación a profundizar en la pascua y hacer de nuestras vidas un acontecimiento pascual. Por esta razón, la pascua debe de ser un acontecimiento dinámico en nuestra vida, no sólo algo meramente celebrativo, no es simplemente celebrar, por celebrar, sino dejar que esta celebración toque nuestra vida y nos renueve profundamente, podemos decir incluso que nos convierta en hombre y mujeres de pascua, ser pascuales, ser signos de la resurrección en medio de la historia, sólo así el hombre puede efectivamente celebrar este acontecimiento.
Introducirse en el acontecimiento pascual implica reconocer que la vida cristiana no es algo meramente estático, no es sólo actos puntuales, no es sólo una actividad o una palabra. Porque ¿Qué cosas puede testimoniar ir misa y ya? ¿O simplemente hacer una oración? ¿O decir que somos católicos? Nada, sólo se queda como una mera explicación, o una mera expresión externa, pero no anuncia ni transforma la vida del hombre. Tener fe, y por tanto, celebrar la pascua que es el cimento de la fe significa ponerse en camino. La vida de fe implica un esfuerzo, implica caminar, esforzarse por irse transformando en la vida, la vida de fe no es sólo sentarse o hincarse, es ponerse en marcha, es ponerse en el camino: caminar implica el ir avanzando en medio de la historia, el ir avanzando en medio de las dificultades de la vida, caminar es el ir avanzando en la propuesta de fe, el avanzar en el cambio de vida. Nos e puede ser el mismo y decir que tiene fe, es necesario ponerse en marcha, irse liberando de las ataduras, es ir venciendo ciertos sentimientos, ciertas comportamientos.
Podemos decir que la vida cristiana, y por tanto, la pascua implica hacer camino, pues el camino es la figura central del cristiano, el ponerse en marcha. Precisamente por ello, el mismo Jesús hoy se presenta a sí mismo como el camino, dice el texto del evangelio: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» Y la primera imagen remite a esa idea del camino, si Jesús se define como camino quiere decir que seguirlo, que tener fe en él, que buscarlo, en el fondo es buscar un camino, es ponerse en marcha. No dice Jesús, “Yo soy la silla, o soy un reclinatorio”, dice que él es “el camino”, y por tanto es una imagen de movimiento, de esfuerzo. La fe por tanto no se limita a estar sentado o rezando, no es algo estático, no es algo paralizado, es una realidad en movimiento.
Y curiosamente dice “Soy el camino”, no dice “Soy un camino”, como si existieran diversos caminos y él fuese un camino más. Dice que él es el camino, por tanto es el único camino, no se aceptan más caminos, no se aceptan más propuestas. El hombre que vive su fe, no puede ir recorriendo diversas vías, no puede estar viendo cuál es la que más le conviene, la única manera de vivir la fe es caminado por el único sendero que es Cristo, y ello implica caminar desde la perspectiva de Cristo, desde los parámetros del evangelio. Pues se puede andar desde la política, desde los intereses, desde una mera religiosidad, pero si no es desde Cristo y su evangelio entonces no es la verdadera fe. Sólo hay un camino, y ese es Cristo, y ello implica caminar, ir avanzado desde la perspectiva de la fe, transformándose.
Si la fe es un caminar, es un estar en continuo movimiento y ante ello podría surgir la pregunta: ¿Cómo ir avanzando en este camino? ¿Qué signo puede ser presencia de la resurrección delante de los hombres? Si bien es cambio de vida ¿Cómo empezar a hacer visible ese cambio de vida? Y me parece que sobre todo la primera lectura y un elemento de la segunda nos dan la respuesta a ello.
La primera lectura nos presenta el episodio de la elección de los diáconos, un acontecimiento importante en la antigua comunidad. Este texto se encuentra en un contexto de polémica la comunidad va creciendo y no es bien atendida, y sobre todo porque dentro de la comunidad se están diferenciando dos grupos bien delineados, por un lado está la comunidad de judíos que se ha convertido al cristianismo, y por otro encontramos al grupo de paganos, lo helenos, que también se han convertido. Son dos grupos bien delineados desde sus características, y con sus propias realidades, y esto provoca una cierta tensión entre ambos grupos y ha hecho que desemboque en una mejor atención hacia los judíos, que hacia los paganos.
Por esta razón las cosas se deben de resolver y por ello deben escogerse a un grupo de diáconos que hagan los servicios necesarios en la comunidad. Y podemos ver ya desde esto un claro simbolismo, pues se escogen siete diáconos. El siete, parece hacer una alusión al número 70 que según las tradiciones antiguas es el número de naciones ajenas al pueblo de Israel. Se creía que fuera de Israel había setenta naciones extrajeras. Por tanto estos diáconos son siete porque son los que debe atender a aquellos que son paganos, a aquellos que son extranjeros. Quiere decir que en la comunidad se han designado un grupo específico que atienda las necesidades de este grupo determinado.
Pero detengámonos en el significado de la palabra diacono. Diacono quiere decir en griego servidor, aquel que hace un servicio determinado en la comunidad. En el fondo se están eligiendo gente que sea servidora dentro de la Iglesia, que presten un servicio. Si bien el texto nos presenta una realidad específica de la primitiva comunidad, también es cierto que nos marca una realidad espiritual de la comunidad, y es que ante las necesidades de la comunidad se necesitan servidores, pues finalmente, sólo se puede llevar a cabo una buena labor en la comunidad en la medida en la que hay un servicio autentico, en la medida en la que se es diácono.
Si bien hemos dicho que el creyente está llamado a caminar y caminar sobre el verdadero camino que es Cristo, este camino se debe hacer desde la diaconía, se debe de hacer a partir del servicio, pues el servicio es precisamente un signo de testimonio en medio del mundo. El servicio es un signo que anuncia la pascua y la verdadera fe en medio de la historia.
Pero ¿Cómo es posible llevar a cabo ese servicio? Me parece que las características que los diáconos deben tener, según el texto de Hechos de los apóstoles, son al mismo tiempo las características que debe tener el verdadero servicio. Detengámonos un momento a analizar estos elementos.
El texto dice que estos hombres deben de ser: «Hombres de buena fama, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría.» En primer lugar, se habla de buena fama. Es importante tener buena fama para poder dar un servicio, y la fama no sólo como hoy la entendemos, sino que en aquel tiempo se refiere al honor, tener buena fama, implica que es una persona con honor, una persona que es digna de respeto, que su palabra es fiable. Por tanto, para hacer un buen servicio implica sobre todo ser capaz de hacerlas cosas con buena fama, es decir, sin doble interés, sin doblez, sin dobles intenciones. Pues un autentico servicio sólo tiene una dirección y es ayudar a los demás. Pero cuando el servicio se hace para ganar un beneficio, para recibir una recompensa, para quedar bien a los ojos de los demás, entonces no es realmente un servicio a la comunidad, es un “autoservicio”, pues solamente se está sirviendo uno a sí mismo, no a los demás, el fin último del servicio soy yo mismo, pero no la comunidad. Servir implica ver a favor del otro, dar un beneficio a favor de los demás, sin buscar la vanagloria o la popularidad, pues cuando uno cree que esto debe venir como consecuencia, entonces todo pierde su sentido, pues ya no está de por medio la comunidad, sino yo mismo.
En segundo lugar se dice que deben estar llenos de espíritu santo. La hablar de la expresión espíritu santo, refiere a la intervención de Dios en la historia, Dios que entra para transformar las cosas y hacerlas distintas y lograr la salvación. Por tanto, si estos hombres debe de estar llenos de espíritu santo, implica que están llenos de la presencia de Dios, y por tanto de su salvación, son aquellos que efectivamente han acogido la salvación de Idos, y todo lo que hagan lo harán en miras a la salvación de la comunidad, pues todo lo ven desde las categorías de salvación.
Por tanto, no basta tener buena fama, hacer las cosas con una intención, sino que esa intención debe de ser la salvación. Servir dentro de la comunidad cristiana implica ser canal de salvación entre los hombres, implica permitir que la acción de Dios fluya entre los hombres, que su servicio sea para salvarlos. Esto nos hace dar un paso más con respecto a la primera característica, pues no es sólo hacerlo con la intención de ayudar a la comunidad, sino con la intención de salvarlos, de acercarlos a Dios. Servir se debe convertir en un signo donde lo que yo haga sirva para que esa persona se salve, es decir sea capaz de encontrase con Dios. La pregunta sería si con mis actitudes, con mis actividades, con mi servicio, soy capaz de que el otro se salve, de que el otro se tope con Dios. Porque a lo mejor puedo ayudar a alguien pero puede ser que, las cosas que yo le digo o hago no sirvan para su salvación. A lo mejor con mi servicio, veo por el bien de la persona, pero tal vez sea un mal consejo, sea una acción deshonesta, y ello implica que no es cercanía con Dios. Servir implica salvar, acercar a Dios.
Finalmente la tercera característica nos dice que deben de ser sabios, deben estar llenos de sabiduría. La sabiduría como característica se refiere dentro de la Escritura a la capacidad de discernir las cosas, a la capacidad de saber tomar bien las decisiones, saber vivir del mejor modo en la vida. Ser diacono implica esta sabiduría, la capacidad de saber vivir y por tanto de saber tomar las decisiones adecuadas. No basta con servir, con hacer las cosas y dar un signo de salvación, sino que hay que saber hacer bien las cosas, de la mejor manera. El servicio por tanto debe llevar un ejercicio de meditación en ciertos casos. Servir implica pensar bien como hacer las cosas, no vale la pena hacer las cosas, nada más porque debemos hacerlas, sino hacerlas lo mejor posible para que ayude en la vida, sólo así se da el sentido del servicio.
Esto nos invita a ver, que el cristiano debe ser un hombre en camino, y ello implica ser servicial, un servicio sin doblez intenciones, un servicio que acerque a Dios, un servicio que se debe hacer lo mejor posible. Sólo así se da un auténtico testimonio en el mundo. Pero también hay otro signo de la vida de servicio, y que parece intuir esa idea el texto de la segunda lectura cuando dice: «Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios…» Nos habla de un servicio que se hace en comunidad a imitación de Cristo, pero un Cristo que ha sido rechazado. Y es que el auténtico servicio en el mundo es rechazado, pues el mundo busca su beneficio, el mundo busca “servir” para sacar alguna conveniencia, un servicio que no tiene por intención salvar, y mucho menos acercar a Dios, incluso un servicio por mero compromiso, pero no para llevarlo a cabo del mejor modo posible. Por ello, ser verdadero diácono, ser verdadero servidor implica ese rechazo en el mundo.
Celebrar la pascua es ponerse en el camino que es Cristo, y ello implica esforzarse por ser mejor y dar testimonio del evangelio en medio del mundo, y uno de esos signos es el servicio que haciéndolo de la mejor manera, con buena fama, espíritu santo y sabiduría dan un verdadero sentido a la vida Cristiana y se vuelve testimonio de la resurrección.

17/5/11

«Era invierno...»

Meditación con motivo del Martes IV de Pascua

Textos:
Hechos 11,19-26
San Juan 10,22-30

El día de hoy escuchamos el final del discurso del Buen Pastor en donde coloca dos elementos fundamentales: Las ovejas que escuchan la voz del pastor, y por otro lado, si el hombre escucha esa voz es capaz de conocer el misterio de Dios, que es un misterio de amor, una amor que lleva a la unidad y el mismo texto dice: «El Padre y yo somos una sola cosa.» Con esto se cierra este discurso, aclarando el misterio de comunión y amor que hay entre el Padre y él, pero aclarando la importancia de escuchar la vez del Pastor.
Sin embargo, en medio de estas palabras encontramos que el evangelista hace un marco referencial, sitúa el pasaje con un elemento temporal: «Era invierno.» Ciertamente la fiesta de la dedicación del templo era a finales de año y por tanto es en invierno, pero si el evangelista se detiene a aclarar esto, implica que no es algo meramente secundario, sino que es algo importante y por tanto, tiene un elemento simbólico.
El invierno es la última estación y por tanto quiere decir en primer lugar que está acabando la misión de Jesús, se está terminado su ministerio y dentro de poco llegará su hora, llegará el momento de su misterio pascual. Pero, el invierno también es la estación donde se acaba la vida, por tanto, quiere decir que es el tiempo donde se ausente la vida. Si el discurso de Jesús se hace en invierno quiere decir que los judíos que lo escuchan no están abiertos a la vida, no están abiertos a la acción de Dios, están totalmente cerrados. Quiere decir que estos personajes están totalmente distanciados de la experiencia de la fe, no están abiertos a la gracia de Dios, ni a lo que Jesús les va a anunciar.
Con esto, Juan coloca un auditorio totalmente hostil a la acción de Jesús, es invierno y no dejan que Dios entre en sus vidas, no son capaces de ser buenas ovejas y escuchar su voz, sólo se escuchan a sí mismos y escuchan sus propias ideologías, pero no escuchan a Dios.
Sin embargo, a nosotros nos puede suceder también esto, puede sucedernos que no veamos la acción de Dios, que llegue el invierno a nuestras vidas y no escuchemos la voz del Pastor, y en lugar de eso, escuchemos otras voces. Escuchamos las voces de las ideologías, de los modos de pensar, de las propuestas del mundo, o incluso nuestras propias voces, nuestras propias conveniencias, o bien cuando escuchamos la voz de nuestras desilusiones, y vemos que las cosas no van bien, o que las cosas no son como parecen, que todo está perdido y no vale la pena seguir adelante, ante eso llega el invierno, llega la carencia de la vida, llega la lejanía de Idos en nuestra historia. Vamos caminando en medio de la vida sin descubrir la voz del Pastor que nos va llamando.
Sin embargo, el invierno no es la última palabra, pues curiosamente san Juan pone este discurso aclarando la hostilidad que ya existe con Jesús. Y a pesar de existir ese ambiente Jesús habla y aclara las cosas, pues la cerrazón no es definitiva, Jesús confía que aún en ese ambiente cerrado y hostil, exista aún alguien que escuche su voz. De igual manera hoy en día puede ser que llegue el invierno a nuestras vidas y nos veamos rodeados de un ambiente sin sentido, de un ambiente sin vida, pero Jesús nos recuerda que no todo es definitivo, el nos sigue llamando, y por tanto si el invierno ha llegado a nuestras vidas, es aún el momento en el cual podemos escuchar su voz y nos renovará totalmente, y hará que seamos fecundos nuevamente.

10/5/11

Día de la Madre: Signo de Dios

Meditación con motivo del martes de la III Semana de Pascua

Textos:
Hechos 7,51-60.8,1
San Juan 6,30-35

En el evangelio del día de hoy se nos presenta un tema con el cual el creyente en un momento determinado se debe confrontar, y es la búsqueda de signos para dar un sustento a la fe. Y Los judíos justamente buscan un signo que de sentido a su fe: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?» En el fondo esta es la pregunta que todos hacen para sustentar su fe, pues ante las diferentes situaciones de la vida el hombre tiende a dudar, tiende a sentirse desprotegido e incluso tiende a rechazar la experiencia de Dios, pues se ve con dificultad su presencia, y por ello se busca un signo. En el caso del evangelio los judíos buscan un signo que acredite a Jesús y crean, pero el problema es que no son capaces de ver los signos de Jesús están solamente buscando un signo externo y maravilloso, un signo llamativo, pero en ningún momento perciben los signos que Jesús hace y que son los que le acreditan, pues quieren algo portentoso sin descubrir los grandes signos de Dios que son sencillos pero fundamentales.
Si nosotros buscamos bien en nuestras vidas podemos ver como Dios da signos de su presencia en medio de nosotros, debemos abrir los ojos y descubrir esos signos que nos da para seguir adelante. Y en este día podemos detenernos y ver un signo especial en donde Dios manifiesta su amor, en donde Dios manifiesta su grandeza, un signo sencillo, pequeño, pero que finalmente muestra su amor. Ese signo son las mamás. Hoy 10 de mayo que celebramos el día de la madre, podría convertirse en un día en el cual se hace fiesta, se hace cantidad de cosas, se llenan los restaurantes, pero finalmente se queda sólo como una festividad, en un día emotivo, pero sería bueno abrir los ojos y ver en este día un signo de la presencia de Dios en medio de nosotros, pues las mamás son un signo de la presencia de Dios en nuestras vidas.
Las mamás son un signo de Dios, en primer lugar porque ellas son portadoras de la vida, ellas son un receptáculo de la vida. El hecho de ser madre, implica ser portadoras de la vida, pues ellas en primer lugar han dicho si al donde la vida y han llevado durante nueve meses a sus hijos. Esto implica un conocimiento del hijo, un amor y un vínculo que se va realizando en ellas, de tal manera que al ver a una mamá efectivamente se ve el signo de la vida, el signo de una donación de vida a los demás, pues ha aceptado el proyecto de la vida y con ello el proyecto del amor. Ser mamá implica aceptar ese proyecto de amor, el cual traerá, preocupaciones, dolor, pero también consuelo y alegría, que en el fondo son diversos sentimientos que encierran el misterio del amor, pues lo que sigue ayudando a seguir adelante en la vida es ese amor y a pesar de la dificultad caminan siempre adelante por amor.
En segundo lugar porque las mamás son signo de Dios, pues Dios se manifiesta por varios signos y uno de ellos es la mamá. Por medio del amor, del cuidado, de la paciencia que una mamá siente, Dios va manifestando su amor, su paciencia, incluso en la misma Biblia hay imágenes maternas para remitir al amor de Dios, pues la maternidad es precisamente ese signo. Y podemos ver como hay mamás que dan todo por sus hijos, que se entregan sin ninguna reserva, que hay un vínculo fuerte que los une a sus hijos, siendo así un claro signo de amor, y con ello un claro signo de la amor de Dios en medio de la historia. Y que a veces no valoramos ese signo de amor, lo rechazamos, pero hoy es la oportunidad para voltear y agradecer a Dios que da signos tan grandes como este que es el don de las mamás, y sobre todo recordar nuestra responsabilidad delante a nuestras madres, que no son sólo para un día, sino para respetarlas y agradecerles siempre.Agradezcamos a Dios por el signo de la vida, agradezcamos a Dios por nuestras mamás y agradezcamos a nuestras mamás porque ha dicho si a este do que viene de Dios, y sobre todo porque con su amor muestran al mundo el amor de Dios.

8/5/11

«Quédate con nosotros...»

Meditación con motivo del III Domingo de Pascua
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 2,14.22-33
1San Pedro 1,17-21
San Lucas 24,13-35

Adentrarse en el tiempo de pascua, implica adentrase en el misterio de la resurrección, y con ello, hay que adentrase en el triunfo de la vida, del amor, el triunfo de Cristo y del proyecto evangélico del Reino. Sin embrago este caminar no es fácil, no es de gran facilidad para asimilarlo, puyes de alguna manera el hombre se topa con dificultades, se topa con situaciones difíciles, y con ello se topa con desperfectos, y con coas que parecen contradecir este triunfo de la vida. Y justo esta realidad se hace presente hoy en el evangelio de san Lucas.
San Lucas nos presenta el episodio de los dos discípulos que caminan hacia Emaus. Estos dos discípulos se alejan de Jerusalén, como un par de fugitivos, `pues ahora no tienen nada que hacer en ese lugar, se escapan, se escapan de su vinculo con Jesús, de su relación con el Maestro, se escapan de sus sueños de liberación, se escapan de sus sueños de un Mesías triunfante. Irse a Emaus no es simplemente ir de paso a algún lugar, es escaparse de la realidad, es escaparse de lo acontecido en Jerusalén, escaparse por un lado, de una posible repercusión, pues si han matado al maestro es posible que hagan lo mismo con ellos; pero sobre todo están escapando de sí mismo, escapan de la desilusión con la cual se han topado. Y es justo este el matiz que san Lucas presenta a lo largo del camino hacia esta aldea.
Podemos ver como estos personajes se van describiendo con una serie de rasgos de tristeza y desesperanza. Y uno de los elementos se ve claramente cuando uno de esos hombres dice: «Nosotros esperábamos…» Marcan claramente dos ideas en estas palabras por un lado una esperanza, algo que se anhelaba, algo que se buscaba, que se soñaba, se utiliza el verbo “esperar” en el sentido de de esperar en alguien, en el sentido de creer en alguien. Por tanto aquí se habla de las expectativas que se tienen en Jesús, ellos han pensado que había algo más en Jesús, sus vidas estaban en él. Pero esta esperanza está truncada pues como el mismo verbo lo indica está en pasado, es algo que ya no pertenece al presente, existe esa esperanza, pero saben que ya no es posible que se realice.
De tal manera que podemos ver en estos personajes la desilusión por la vida, y sobre todo la desilusión ante Jesús. Y esta desilusión es posible, hoy en día, pues finalmente existen cantidad de situaciones que parecen contradecir la resurrección misma. Cuántas veces fracasan los proyectos que uno se propone, cuantas veces se vienen para abajo las diferentes iniciativas que tenemos, cuantas veces es traicionado el amor, es traicionada la confianza que tenemos en los otros, incluso cuando vemos que las estructuras se mantienen por situaciones de meras conveniencias, pero no por auténticos valores, todo se desploma y se viene abajo. O bien cuando la vida es golpeada por un accidente, por un dolor, por una muerte, por una enfermedad, pareciera que Dios nos abandona, que Dios nos deja solos a nuestra suerte, ya no hay nada que esperar, todo pierde sentido en la vida.
Ante esa desilusión descubrimos que Jesús viene al encuentro de estos hombres, no quiete que sean así, no quiere que se amarguen en la vida, que vivan sin esperanza alguna. Jesús viene y se hace compañero en su camino, sin embargo ellos no son capaces de verlo, pues dice el texto: «sus ojos estaban impedidos para reconocerlo.» Pero ¿quién les impedía que lo reconociesen? Lo impedía la sintonía con la muerte. Ellos piensan solamente en una situación de muerte, para ellos la muerte tiene la última palabra y por ello no son capaces de ver más allá de esto. Para ellos no hay algo más después de la muerte, la muerte es el fin de todo, y si la muerte es todo, entonces no es posible ver la vida, no es posible ver la resurrección. Sus ojos sólo ven la muerte, y recordemos que los ojos son el símbolo de la capacidad de conocer la realidad, de hacer un juicio del entorno, pero si para ellos la muerte es todo, entonces su modo de hacer juicio de la realidad es la muerte.
Y ante esto Jesús les explica las Escrituras, es momento de entender que la única manera de entender las cosas es partir de esto, y por ello descubrimos como Dios ha ido colocando las cosas, y no simplemente como ellos quieren hacer el juicio de la realidad, pues en realidad hay un plan de salvación.
Esto quiere decir que sólo siendo capaces de escuchar la Palabra, de escuchar lo que nos dice nuestra propia historia somos capaces de entender el dolor, la tristeza, la falta de esperanza, la falta de confianza en Dios, pero es necesario abrir los oídos, pues sólo así reconoceremos a Jesús y reconoceremos el sentido de la historia misma. Cierto que es difícil entender la resurrección, es difícil entender el sentido del triunfo de la vida, el triunfo del amor, es difícil, pero es necesario escuchar y hacer camino, par que poco a poco se vayan desvelando los ojos de esa visión de muestre que tienen.
Y finalmente este camino de escucha, de ir entendiendo la Palabra desciende en la oración: «Quédate con nosotros porque ya está cayendo la noche.» Por un lado se ve el signo de la hospitalidad, pero sobre todo se ve el signo de una súplica de permanencia, pues al ir escuchando la Palabra desde luego que se empieza a entender ciertas cosas, desde luego que el hombre es capaz de vislumbrar algo de lo que Dios le quiere decir, y por tanto se suplica la presencia para acabar de entender. Finalmente este forastero tiene algo especial, tiene una palabra de esperanza, una palabra que realmente da sentido a sus vidas, ya no es tan oscuro toda su vida, hay algo que parecer iluminar su vida, y por ello quieren retenerlo, quieren que esa esperanza permanezca con ellos, y el texto dice: «Entró para quedarse con ellos.»No es sólo que acepte la invitación, sino que efectivamente entra y se quedará con ellos, la esperanza que Jesús resucitado trae quedará definitivamente en ellos.
Esto es la invitación para reconocer a Jesús que camina unto a nosotros en la ida, es momento para decirle que se quede con nosotros, que se quédate ahora que estamos tristes, ahora que nadie nos entiende, ahora que estamos solos, ahora que todo está perdido. Quédate Señor ahora que vivimos desamparados, ahora que la muerte se hace cercana, Quédate ahora más que los demás se quieren aprovechar de nosotros, que los demás se olvidan de nosotros, que los demás que no nos quieren como antes. Quédate, porque no queremos hundirnos en el pesimismo, ni en la desesperanza, no queremos permanecer en la tristeza y en la angustia. Es difícil reconocerte, es difícil encontrarte, pero queremos verte, queremos reconocer los signos en los cales tú te haces presente. En el fondo esta debe ser la oración de todo aquel que se topa con la tristeza y la desesperanza.
Y entonces, el texto muestra el signo que ellos necesitan para ver a Jesús, y lo ven en medio de la fracción del pan. Se les abre los ojos, finalmente son capaces de ver a Jesús. Ahora entienden el signo de comunión, el signo de donación de vida que se representa con el partir el pan y hace que entiendan que esa donación de vida es el camino de Dios y que sólo así lo pueden reconocer, pues no fue sólo la muerte de Jesús, sino que es la donación de su vida totalmente por amor. Pidamos a Jesús que seamos capaces de abrir los ojos y veamos más allá de la muerte, que seamos capaces de interpretar bien sus signos y descubrir el sentido de la historia, y que él camina junto a nosotros, pues la resurrección hace posible el triunfo de la vida y del amor.

1/5/11

«Todos se reunían...»

Meditación con motivo del II Domingo de Pascua
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 2,42-47
1San Pedro 1,3-9
San Juan 20,19-31

Una de los deseos del hombre que busca constantemente en su vida es la capacidad de vivir en comunión y armonía con los demás, el hombre en general no busca la división, sino que busca estar bien con los que le rodean. Sin embargo en el caminar de su vida se topa con dificultades, se topa con adversidades que las demás personas le presentan a lo largo de su vida, ye so hace que se dividan, que se distancien, y por tanto no vivir en comunión.
Esta falta de comunión comienza con los más cercanos, en la familia, pues muchas veces los hijos no se siente en total armonía con los padres, pues los ven distantes, que no les interesa sus problemas, que se sienten incomprendidos, que no los conocen realmente y eso lleva a una división al interno de la familia, provocando una falta de unidad y comunión en el seno familiar. Por otro lado, los papás que no son capaces de ver a sus hijos y no captan lo que ellos necesitan, incluso los ven como rebeldes, y ello causa otra división. Esto nos lleva a ver que la falta de diálogo, que el estar en contacto con otros y trata de entenderlos puede ser una de las causas de esta falta de comunión.
Y por supuesto esta búsqueda de comunión la podemos buscar también en el lugar donde nos desarrollamos, con los vecinos, con los compañeros de trabajo, pero muchas veces se interponen otros intereses, y en lugar de buscar la armonía se busca el protagonismo, se busca el ser primero en todo, el estar en un buen lugar, sin importar lo que los otros piensen, o necesiten y eso crea rivalidades, crea diferencias y por tanto separaciones. O bien la indiferencia que hace que uno se aísle de algunos y así seguir adelante sin vivir en ese espíritu de comunión.
Y esta falta de comunión con los demás la podemos ver precisamente en la falta de interés por los demás, o bien centrándonos en nuestras propias ocupaciones o intereses, o incluso si entablar un diálogo que primita el encuentro con los demás, encerrándonos en el egoísmo, en la indiferencia a lo que el otro necesita y viéndome sólo a mí. Pero también, quizás una razón más es el no aceptarnos. Y es que muchas veces con nosotros mismos, pues en muchas ocasiones los problemas comienzan porque somos nosotros los que no nos aceptamos. Y precisamente al no aceptarnos en algo empezamos a ver que otros no son así y eso causa envidias, eso causa distanciamientos con los demás, que se provoque una división. O bien por no aceptarnos, olvidamos que los demás sí que nos aceptan como somos y eso provoca que en lugar de ver como los demás nos aceptan y nos quieren, nos separemos.
Esa falta de comunión desintegra y rompe tantas cosas que no permite seguir adelante. Y justo el cristianismo, la vida dinámica desde la fe está llamada a buscar esa comunión, una comunión que no surge sólo por las propias fuerzas, sino que surge por la fuerza del resucitado. Podemos ver esta comunión en los apóstoles que están reunidos y Jesús se le s aparece en el evangelio, y podemos ver como hay esa fuerza de comunión aún en Tomás que si bien no estuvo en el momento de la resurrección y le cuesta trabajo creer, sigue unido a ellos. Es una comunión, una comunidad que se va forjando. Pero el texto que habla de esta comunión de una manera especial es el texto de la primera lectura en la cual debemos centrar nuestra mirada el día de hoy.
Este texto de la primera lectura, que se nos presenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles pertenece a uno de tres sumarios en donde se habla de la vida en comunión, en donde se nos presenta el ideal de la vida en comunión y coloca los elementos para vivir en comunión dentro de la Comunidad, dando las bases para mostrarnos cuales son los elementos que nos vinculan como Iglesia, y al mismo tiempo coloca bases para que esa comunión sea extendida a los demás ámbitos. Las bases de la comunidad son cuatro, detengámonos analizar cada una de ellas.
En primer lugar debemos aclarar que estas actividades están unidas por una expresión que se traduce como asiduamente, es decir, las actividades que la comunidad cristiana realiza, las hace de manera asidua, las hace con perseverancia mostrando la actitud de dedicación constante y ocupada de la comunidad, la comunidad realiza estas actividades de modo constante. Esta expresión manifiesta que estas actividades son centrales para la comunidad y por esa razón las van realizando siempre, pues no es posible vivir en la dimensión cristiana sin tener en cuenta esto. De este modo san Lucas nos muestra que son estas notas que coloca no se puede hablar de vida cristiana de ahí que deban llevarse a cabo con frecuencia, para que la comunidad adquiera su sentido auténtico.
El primer elemento de la vida cristiana es «escuchar la enseñanza de los Apóstoles.» Con esta expresión de “enseñanza” el autor se refiere a la profundización de la doctrina una vez que se ha dado la fe inicial. Esto implica una relectura de los textos bíblicos con el fin de conocer la enseñanza de Jesús. Podría decirse que esta actividad remite a un crecimiento y una maduración en la profundización de la Palabra, una interiorización que los apóstoles hacen a partir del encargo que les dio Jesús.
Esto nos lleva a considerar que la comunidad vive de la escucha y profundización de la Palabra, no es posible hablar de Iglesia sin hablar de la Palabra. La comunidad cristina vive de su adhesión y profundización de la Palabra. Cuando la comunidad deja de escuchare esta Palabra o bien deja de profundizar en ella se pierde todo el sentido de la vida cristiana, pues la fe se sustenta en esta adhesión al mensaje de la Palabra de Dios. No hay fe sin este acoger la Palabra en la vida.
Cuando se acoge la Palabra entones el creyente puede tener un camino por el cual dirigir sus pasos, un camino por el cual puede andar a la luz del evangelio, a la luz de la vida misma de fe, pues la fe se alimenta de esa Palabra. Si Palabra, no hay fe, ni dirección en la vida. De tal manera que la Palabra nos ilumina a cada uno de nosotros para ir cambiando en nuestra vida, para ir dirigiendo nuevamente nuestros pasaos al encuentro de Dios, y para vivir en la dinámica que Dios nos dice. Quiere decir que si escuchamos la Palabra realmente en nuestras vidas entonces podemos iluminar nuestra vida y buscar la unión entre nuestros hermanos, en nuestra familia, iluminados por esa Palabra. Por esta razón, cada domingo la Iglesia se reúne para escuchar esa Palabra y dejar que ilumine su vida, y si deja que esa Palabra la toque es capaz de transformar su vida y empezar a ser vinculo de unión desde la fuerza de la fe.
En segundo lugar dice el texto que ellos «participan en la vida común.» Al hablar aquí de vida en común san Lucas utiliza un término llamado ‘koinonia’. En el griego clásico, koinonia se utiliza para designar una asociación o consorcio, y dentro del Nuevo Testamento está relacionado con la idea básica de "compañerismo". Es la unión profunda entre los creyentes, que comparten su fe y se ayudan mutuamente para seguir adelante, para caminar juntos, que caminan a la par, apoyándose mutuamente, siendo signo de solidaridad, pero sobretodo de amistad entre ellos.
Esto nos muestra que no es posible la vida de Iglesia sin la solidaridad y la amistad entre los diferentes miembros, por esta razón la comunidad participa de esta fraternidad entre ellos. Esto se vuelve una invitación para cada uno de nosotros para empezar a genera lazos de solidaridad y de amistad con los demás. Muchas veces en la familia no existe eso. Existe una figura de autoridad, existen reglas que deben de vivir los diferentes miembros de la familia, pero no hay lazos de amistad que los unan, de tal manera que con el tiempo o con las circunstancias dejando de ayudarse y de ver por el bien de los otros. Y esto se ve a veces entre hermanos que no se ayudan porque no hay esa amistad, o entre los esposos, que se ven como pareja, pero no como amigos que se apoyan mutuamente.
En tercer lugar la comunidad debe de «participar en la fracción del pan.» Esto remite fundamentalmente a la Eucaristía, a la vida sacramental, pues por medio de este acto se realiza una celebrativo de la fe. Así como la comunidad debe vivir de la escucha de la Palabra y así alimentar su fe, la fe también debe celebrarse, debe de actualizarse, y el signo de esto es la fracción del Pan. Con este término se le llamaba a la eucaristía al inicio de la vida de la Iglesia, pues como su nombre lo indica se partía el pan, se fraccionaba, como un signo de compartir las cosas. Incluso se hacía al finalizar la celebración una convivencia en donde ese compartía todo.
Esto implica que la comunidad debe de vivir del momento celebrativo, pues ahí se actualiza la fe. No es sólo una mera asistencia a una misa dominical, sino es el momento en donde la fe se celebra, en donde se hace presente el sentido de la fe cristiana, donde la fe deja de ser algo meramente abstracto y así se convierte en algo celebrativo, en algo que se actualiza. Por ejemplo, cuando se celebra el día de la madre, ese día se hace un momento celebrativo pues se actualiza la realidad de la maternidad y su importancia dentro de la familia. En la eucaristía se debería ver una actualización del misterio de Cristo, reconociendo a través de la Palabra y el sacramento el donde amor en medio de nosotros, pero a veces queda mucho por hacer en este campo.
Pero centremos en una realidad que es vital en este actualizar, que es el en encuentro de la comunidad que parte el pan. Y este actualizar se lleva a cabo en el compartir el pan, en el encuentro con los demás. De eta manera estamos llamados a ser compartidos con los otros. La vida en comunidad se puede vivir cuando se comparte lo que se tiene. Cuando se ayudan entre los mismos miembros de la familia, cuando uno le explica al otro, cuando el otro comparte su tiempo para escuchar al que tiene un problema o se ve un poco distante. Cuando cada quién hace lo que le corresponde ya sí se ayudan y se complementan, así se vive la unidad.
Y finalmente la cuarta característica es el «participar en las oraciones.» Con esta se nos invita a reconocer que la comunidad dialoga con Dios por medio de la oración. La oración se vuelve en un elemento de vida espiritual. La oración se vuelve un cimiento sin el cual no hay comunidad, pues no se es capaz de dialogar con Dios, y ello implicaría un distanciamiento de Dios. Así como es necesario encontrarse con los demás, también lo es encontrarse con Dios por medio de la oración. De este modo es Dios que se relaciona con el hombre y el hombre que se relaciona con Dios. Sería necesario que así, como la comunidad se reúne para orar, también en la familia ore, para que entren juntos en relación con Dios.
De este modo se pueden ver los cuatro fundamentos de vida cristiana, que son fundamentos de unidad en los diversos ambientes y que son necesarios para que a la luz de la fe, son necesarios para una vida de unidad: La escucha de la Palabra, la capacidad de hacer amistad con los demás, el compartir la vida y lo que somos y una vida de oración.