31/12/11

Finalizar agradeciendo

Meditación con motivo del 31 de diciembre

Textos:
1 San Juan 2,18-21
San Juan 1,1-18

La primera lectura del día de hoy nos advierte sobre un peligro en la vida de la comunidad: Los anticristos. Muchas veces al escuchar esto puede causarnos miedo, pensar en el diablo y en cantidad de películas donde se utiliza este nombre, incluso pensamos en el fin del mundo, sin embargo el día de hoy escuchamos en la primera lectura algo fundamental: «En realidad, ya han aparecido muchos anticristos.» El anticristo no es lo que las películas o el imaginario público nos enseñan, sino se remite a aquel que está en contra de Cristo, aquel que está en contra del amor, en contra de la misericordia. Ese es el anticristo.
Podríamos ver que nosotros muchas veces somos así, somos anticristos, porque ofendemos, somos rencorosos, dañamos a las personas que amamos o bien buscamos hacer el mal a aquellas que nos lo han hecho. Buscamos ir en contra del Cristo, somos anti evangélicos, o bien en el lenguaje de la primera lectura, somos anticristos.
Y esta lectura es proclamada el día de hoy, al terminar el año, para reconocer hasta que punto no hemos sido realmente fieles al evangelio, hasta que punto nos hemos puesto en contar de Cristo. Terminar un año, es una fiesta, pues se inicia otro año y ello implica tener expectativas para el año que sigue, pero también es el momento para evaluar y descubrir qué hemos hecho en este año que dejamos, y reconocer que hemos fallado, que hemos estado en contra del amor, en contra de la fe, en contra de tantas cosas que pudieron ser una bella experiencia, pero que nuestro enojo, nuestra codicia, nuestra envidia destruyeron eso, convirtiéndonos en anticristos.
Pero reconocer nuestras fallas no es simplemente para echarnos en cara lo malo que hacemos o lo malo que podemos ser, sino reconocer nuestras fallas para empezar el año que viene con una nueva óptica, y evitar esos comportamientos.
Pero al mismo tiempo que se nos invita a reconocer nuestras fallas, también debemos ver todo lo que debemos agradecer a Dios por lo que recibimos a lo largo de este año, de manera que este día es un día que se debe convertir en una oración de agradecimiento, de modo que es una jornada de oración y de perdón. Entonces elevar nuestras palabras a Dios y agradecerle todo diciendo:

Te agradecemos Señor, por la vida que nos has regalado en este año, esta vida que hemos compartido con mucha gente que hemos encontrado en este periodo.
Te agradecemos por esas personas con las cuales compartimos la vida. Gracias Señor por nuestra familia, por nuestros padres, nuestros hermanos. Gracias por ponerlos en mi camino. Perdón Señor si a veces no les he tenido paciencia, o si no he sabido valorarlos o valorar lo que quieren de mí.
Gracias Señor por los amigos por esas personas que hacen que el caminar por la vida sea ligero y más agradable. Gracias porque la amistad nos ayuda a continuar la vida con su apoyo, con sus palabras, con su presencia, haciéndonos sentirnos importantes, pues ellos son un gran regalo. Y pedimos perdón si a veces no he sabido apreciar este don tan grande como se debe.
Gracias por esas personas que se han convertido en algo especial en nuestro corazón, pues por ello podemos ver la vida distinto, y descubrir que nunca estamos solos.
Gracias por dejarme compartir con tanta gente, y que tal vez nos ha dejado a lo largo de este camino, te las ponemos en tus manos.
Gracias por haberme encontrado con tantas personas que de una u otra manera me ayudan a seguir la vida. Gracias por aquellos que me aconsejaron, por aquellos que me enseñaron, aquellos que se preocuparon de mi, aquellos que me hicieron un servicio. Gracias Señor.
Gracias por todas las cosas que he recibido en este año, por esas experiencias que me enseñaron a valorar más la vida, que me ayudaron a comprender cosas que yo no entendía, que me ayudaron a ser más sensibles con los demás. Gracias Señor.
Gracias porque en mi corazón hay un motivo para vivir cada día, y a pesar de las tristezas, de las desilusiones, de las situaciones difíciles, siempre está la luz de Dios que de diversas maneras ilumina y apoya nuestro caminar. Gracias.
Gracias por los dones que nos regalas Señor, la inteligencia, la libertad, nuestra voluntad. Gracias Señor y perdónanos porque a veces no los utilizamos como debemos o no los sabemos aprovechar.
Gracias Señor por la Vida, por nuestra vida, por esta historia. Gracias Señor porque te manifiestas. Gracias Señor porque nunca nos dejas. Gracias por permitirnos terminar este año… ¡Gracias Señor!

30/12/11

Promesas de vida

Meditación con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 15,1-6, 21.1-3
Salmo 104
San Lucas 2,22-40

Las lecturas del día de hoy nos centran en una realidad: Dios cumple sus promesas. Lo hemos cantado en el Salmo, y lo hemos visto en la primera lectura cuando Dios le dice a Abraham que no quedará sin descendencia, sino que tendrá una descendencia. Con esto se muestra que Dios no deja abandonado a Abraham, sino que le promete la descendencia y con ello, le está prometiendo un proyecto de vida.
Por tanto, podemos ver que la promesa de Dios va en la sintonía de la vida. No es que le promete a Abraham un caudal lleno de riquezas, o un puesto en la política, sino que le promete la vida y vemos como se lleva a cabo. Dios visita a Abraham, y le da un signo de vida. Dios viene a dar vida al hombre. En el fondo eso es lo que la humanidad necesita, necesita esos signos de vida. Si lo pensamos bien el hombre tiene necesidad de amor, de misericordia, de amistad, de perdón, de solidaridad. Son estas características las que hacen que se sienta amado, que se sienta importante, que se sienta espacial en medio de la historia.
Cuántas veces el hombre ha alcanzado el poder, las riquezas, un buen empleo, y ciertamente alcanza sus metas, su autosatisfacción. Es parte de su vida, pero cuando se alcanza esto y no se es feliz, cuando siente que en su vida necesita la experiencia de encontrarle sentido a lo que hace, que necesita realmente que alguien lo ame, se siente un vacío existencial. Y es que muchas veces a lado del éxito se debe de encontrar también la experiencia de la vida, que lo reconforte. Abraham mismo era un hombre que tenía dinero, pero era marginado, no era bien visto, le faltaba la experiencia de la vida, por esa razón Dios irrumpe en su vida y lo transforma.
Dios cumple sus promesas, con signos de vida. Y justamente es lo que celebramos hoy en Navidad, celebramos que Dios se hace hombre, que entra a formar parte de la historia, que se hace vida. Ver al niño Dios en el nacimiento, es ver una vida que inicia, una vida pequeña y frágil que comienza. Ese niño es un signo de vida, de una vida que inicia, de una vida que es necesitada. Pero finalmente signo de vida.
Y hoy que celebramos esta fiesta de la Sagrada Familia, en el fondo celebramos un núcleo de vida. Dios viene a nacer en medio de una familia, como cualquier niño, para mostrar por un lado la importancia de la familia, y por otro para demostrar lo importante de la familia como signo de vida y como desde ese pequeño núcleo de vida comienza el más grande y extraordinario signo de salvación que ad sentido a toda la historia.
Finalmente en el evangelio volvemos a ver que Dios cumple sus promesas y lo hace con ese gesto de vida. Vemos que en el templo están dos ancianos: Simeón y Ana. Que representan al antiguo pueblo. Por un lado, Simeón representa al antiguo pueblo que es justo y espera las promesas del Señor, por el otro tenemos la figura de Ana, que representa al Pueblo que por un tiempo se aparto de Dios y ahora vive como viuda, es decir sin su marido, que es figura de Dios. Ambos, justos o pecadores, esperan que Dios actúe y de la salvación. Y esta salvación seda con un niño, con un pequeño signo de vida y al verlo lo reconocen, son capaces de reconocer que Dios se manifiesta en signos de vida, como este niño que traerá la salvación.
Que este tiempo de Navidad se a para nosotros la oportunidad para descubrir los signos de vida que Dios nos da y así seamos capaces de descubrir lo valioso de la vida y la intervención de Dios en aquellos signos que realmente salvan y da felicidad en lo más profundo de nuestras vidas.

26/12/11

La Navidad y el misterio pascual

Meditación con motivo de la fiesta de San Esteban

Textos:
Hechos 6,8-10.7,54-59
San Mateo 10,17-22

EL misterio de la Navidad está íntimamente relacionado con el misterio pascual. Ya desde el mismo evangelio de san Lucas se entrevé esta realidad, porque cuando san Lucas nos dice que el niño es colocado y recostado en el pesebre, curiosamente son las mismas palabras que utilizará al final de su evangelio para describir como Jesús será puesto en el sepulcro. De tal manera que, ya el mismo evangelista ve como existe una relación entre el nacimiento y la muerte de Jesús.
Incluso ya desde la iconografía cristiana, desde las primeras imágenes del cristianismo se ve esta relación entre nacimiento y muerte. Pues en las representaciones del nacimiento de los primeros siglos podemos observar cómo se representa al niño Jesús, que parece amortajado, como si lo fueran a enterrar, y el pesebre tiene la forma de un sepulcro. Por tanto ya los mismos artistas expresan que en el nacimiento se ve el acontecimiento de la muerte de Jesús.
Esto se debe precisamente a que el misterio de navidad, es un misterio que tiende a ver el acontecimiento de salvación que se dará en la cruz. Jesús nace y con él viene la salvación, por tanto se vislumbra el acontecimiento pascual. Sería superficial quedarse en el acontecimiento de Belén y no ver en la natividad la llamada a la salvación, que se dará en el misterio pascual.
Incluso la misma liturgia nos invita precisamente a no perder de vista que el nacimiento de Jesús, que la fiesta de navidad tiene por objetivo caminar hacia el misterio pascual. Por ello, después de celebrar la natividad de Jesús se nos invita a celebrar la fiesta del protomártir san Esteban. Parecería contradictorio, pues ayer veíamos el nacimiento de un niño y hoy contemplamos el martirio de un hombre. Pero con esta fiesta de hoy, la liturgia quiere poner de manifiesto que la navidad va estrechamente ligada al acontecimiento de la muerte, de la entrega de la vida.
De tal modo, que ahora esto nos invita a ver el compromiso que nos da el celebrar la navidad. Pus después de encontrarnos con el niño de Belén, ahora nos debemos de comprometer y de dar testimonio de este encuentro dando la vida, como Cristo la dará.
Por ello el evangelio nos dice: «Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir.» Con estas palabras se da la invitación para descubrir que el testimonio no es con las palabras, no es algo meramente intelectual, sino que va más allá, dice Jesús que «el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.» Con esto nos quiere decir que es la fuerza de Dios la que nos hace dar testimonio, el permitir que él esté dentro, que él nos impulse. Finalmente el testimonio no es de palabras o discursos, sino con la vida misma, en la cual nos asemejamos a Cristo y lo anunciamos. El mismo san Esteban así lo hizo, se asemejó en todo, dando testimonio realmente de su encuentro con Cristo, y el mismo libro de los Hechos de los Apóstoles lo ponen en paralelo con la pasión de Cristo, para demostrar que da testimonio asemejándose a Jesús. Del mismo modo nosotros debemos asemejarnos y dar el testimonio.
Con esta fiesta se nos invita a no quedarnos viendo sólo el nacimiento que ciertamente es una escena hermosa y tierna, sino a comprometernos y a empezar a dar testimonio del niño que ha nacido en Nazaret, que bien a salvarnos y nosotros queremos hacer visible esa salvación.

25/12/11

«En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres...»

Meditación con motivo de la solemnidad de la Natividad del Señor (Misa del día)

Textos:
Isaías 52,7-10
Hebreos 1,1-6
San Juan 1,1-18

El tiempo de Navidad es un tiempo para descubrir y reanimar nuestra fe. Muchas veces, vemos la navidad desde los criterios con el que el mundo los presenta, la vemos desde las luces, los árboles de navidad, los regalos, Santa Claus, etc. Por lo tanto, tenemos una visión meramente externa, que se limita a maravillar los ojos, ver las figuras, ver los adornos, ver los regalos, y pensar que sólo es una fiesta más, ciertamente una hermosa fiesta pero nada más, en donde el centro es una reunión familiar, y unos regalos acompañados de un gran escenario externo lleno de luces. Sin embargo esto no es la navidad desde la dinámica de la fe, si bien es sumamente aparatosa, sumamente llamativa, desde nuestra experiencia de fe, debemos descubrir que significa realmente la navidad.
Para poder entender esta fiesta es necesario hacer un acareamiento al acontecimiento de navidad y para ello es necesario descubrir que nos dicen los textos el día de hoy. Centrémonos en el evangelio, que parece darnos diversos elementos para entender la fiesta que hoy celebramos.
El evangelio de san Juan que hoy se proclama en la misa del día, es llamado comúnmente “prólogo”, sin embargo no es un simple prologo, sin más bien es un himno que seguramente se llegaba a cantar en la comunidad de san Juan, y es un himno en donde se reconoce el papel preponderante del Hijo de Dios a quien se le coloca el título de “la Palabra”. Curiosamente en este himno no se le llama Jesús, sino “la Palabra”. Es un título que ciertamente causa extrañeza, pero seguramente remite a ciertos estratos de la comunidad, y a una reflexión que se hizo. Sin embargo centrémonos en los elementos que nos presenta para poder introducirnos al misterio de Navidad.
Desde el inicio nos dice que esta Palaba es Dios, por tanto nos habla de su permanencia junto al Padre desde la eternidad: «En el principio era la Palabra…» Por tanto esta Palabra es aquella que ha existido desde siempre. Pero demos un paso más adelante y fijémonos con atención en la segunda estrofa: «En la Palabra estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...»
La Palabra, es decir, Jesús, el Hijo de Dios, es la vida, y cuando se habla de la vida no se limita simplemente al hecho de la existencia, sino que va más allá, porque el término que se utiliza aquí para decir vida, no designa la simple vida física, la vida biológica; sino una calidad nueva de vida que es definitiva, que no está sujeta a la muerte. Por tanto, esta Palabra, no sólo da la vida física, sino que viene a darle sentido a la vida, viene a darle plenitud. La vida fisca existe, la vida fisca ya la tenemos, sin embargo, Jesús quiere darnos sentido a la vida. Si lo pensamos bien, no es simplemente el vivir, sino vivir felices, encontrándole un sentido a cada día, un sentido a nuestras actividades, a nuestras palabras, a nuestras amistades. Jesús es aquel que da sentido a toda nuestra historia. Cuantas veces vivimos por vivir, porque no queda de otra, o bien queremos evadir la realidad fugándonos con algún vicio, con una fiesta, pero al final nos encontramos con nuestra realidad, con lo que realmente somos, y vemos que no nos gusta ser así. Por tanto si Jesús viene es precisamente porque quiere que descubramos el sentido de nuestra vida a partir de él, y sólo de él. Claro que a veces podríamos tener la idea de Jesús como algo meramente accesorio, que no nos dice nada, y entonces ser un elemento más en la vida. Por tanto, es la invitación para ver más allá de lo meramente accesorio y descubrir lo que Jesús me quiere ofrecer, descubrir que él es la Palabra que tiene vida, que tiene la plenitud de la historia y que todo pude verse desde una nueva categoría, desde la dimensión de la fe.
En segundo lugar el tema de la vida va relacionado con el tema de la luz: «… y la vida era la luz de los hombres.» Se puede observar que el simbolismo de la luz va de la mano con el de la vida, porque la vida que Jesús ha dado se convierte en una luz que manifiesta para descubrir cuál es para él el camino de la vida plena. Si bien el día de ayer meditábamos sobre el simbolismo de la luz en el antiguo Testamento, el día de hoy nos presenta un elemento más. La luz es Dios mismo, es Jesús, y la luz es la que da el sentido y la plenitud de la vida. La luz no sólo es la que crea, la que da inicio a la vida como lo marca el libro del Génesis en el relato de la creación, sino que la luz, es el mismo Jesús, y por ello la luz ahora desde Jesús es aquello que ilumina al hombre, no sólo para llamarlo a la vida física, sino es la luz que da sentido a la historia del hombre., quien le complemente, quien le hace capaz de encontrarle sentido a su propia realidad. Es la luz que da sentido a los pasos del hombre, que ayuda a encontrarle un una nueva manera de ver las cosas, que ayuda a ver más allá de los criterios que el mundo ofrece, que ayuda a tener una opinión que supera cualquier expectativa meramente humana. Es la luz que renueva lo más profundo de los corazones. Y estos ería la luz de la navidad, si Dios se hace hombre, nace en Belén es para acercarnos esa luz y encontrar un nuevo camino que nos lleve hacia el sentido de la historia. Ahora desde la navidad el hombre tiene una luz que le posibilita ver más alá de la usura, de la corrupción, de la mediocridad, del odio, ahora hay una luz que lo ayuda a descubrir que existen otros criterios que realmente dan paz a su corazón y que le ayuda a encintarse realmente con la plenitud de su vida y de su historia. Navidad por tanto es la fiesta de la plenitud, una plenitud que se inicia desde la capacidad de ver con nuevas categorías, con nuevos elementos, que le ayudan a superar todo.
Esta luz es la que permite que exista el amor de Dios, porque el hombre no está llamado a ser el extraño de la historia, el forastero en la historia, sino que está llamado a reconocer este mundo como parte de su vida y Jesús-Palabra permite esto, pues ahora desde la dinámica de esta luz hay nuevas categorías que permitan iluminar la realidad.
Si bien, existe esa luz, no por ello todos puede ser iluminados por ellos, pues siempre hay elementos que nos impiden llegar a esa luz, y el mismo texto lo indica: «Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.» Existen elementos que nos alejan de ella, simbolizados por las tinieblas, y nos hacen preferir vivir dese las categorías que el mundo propone pues a simple vista son más fáciles. Pues es más fácil ver con ojos de división, de odio, de rencor, de corrupción; que el abrirse a una nueva categoría que primera instancia parece difícil, y va en contra corriente, pero que finalmente da la autentica plenitud. Y finalmente esa luz es capaz de dar tal plenitud, que los criterios de la tiniebla no la vencen.
Y esta Luz que da plenitud es capaz de llegar a nosotros porque el hijo de Dios, la Palabra se hace carne, se hace totalmente hombre y con ello se acerca totalmente al hombre. Ya no hay ninguna distancia ahora él entra a la historia del hombre y con ello se da la salvación. Y esto es sin duda un signo de amor, pues Jesús al encarnarse toma toda nuestra debilidad, para acercarse a nosotros y hacernos accesible esta plenitud de vida. Y eso es justamente lo que hoy celebramos. Si bien, podemos celebrar navidad sólo con luces y regalos, lo cierto es que eso nos sigue dejando al mismo nivel, incluso nos pude dejar totalmente frívolos viendo la navidad como un espectáculo más y con miras a una ganancia, para ver qué cosas obtengo de esta fiesta o bien que cosas desecho pues son meramente superficiales, sin ver el valor de la persona y sólo medirlo desde el valor del regalo. O bien, podemos darnos la oportunidad y ver más allá, y descubrir la luz que viene del pequeño niño de Belén, que quiere iluminarnos y darnos sentido y plenitud a nuestra vida, con nuevos criterios que nos e basan ni en la mercadotecnia, ni en los intereses políticos, sino a partir del amor, a partir de la fragilidad, a partir del perdón, a primera vista puede ser insignificante, pero que realmente da sentido y plenitud a nuestra vida.

24/12/11

«El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz…»

Meditación con motivo de la Solemnidad de la Natividad del Señor (Misa de medianoche)

Textos:
Isaías 9,1-6
Tito 2,11-14
San Lucas 2,1-14

Una de las realidades que aparecen en esta fiesta de la Navidad y que parece darle sentido es el vocablo “luz”, a lo largo de las lecturas y de las oraciones que componen esta celebración podemos observar cómo se repite contantemente esta idea de la luz. Pero ¿Qué papel debe jugar esta luz en torno a esta celebración? De manera especial podemos ver como el papel de este simbolismo de la luz a partir del texto de la primera lectura, que parece colocar los elementos para entender este simbolismo y al mismo tiempo entender el sentido de la fiesta de Navidad.
El texto del profeta Isaías comienza diciendo: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.» Nos coloca la situación del hombre en medio de una realidad totalmente ambigua, por un lado es un pueblo que camina en la tiniebla y por otro, la llegada de la luz. La luz en el antiguo testamento de frente a la tiniebla nos coloca ante un simbolismo extraordinario. Nos presenta la ambigüedad de la propia de la realidad, es un símbolo que parece desde el libro del Génesis. La luz es lo primero que aparece cuando comienza la creación, es la luz la que coloca el inicio de todo, es la luz la que vence la tiniebla, es la luz la que le pone sus límites y da el contorno a la realidad. De tal modo que, se reconoce que hay tiniebla pero que es posible vencerla.
A partir de esta realidad podemos ver quela luz tiene un papel preponderante en la historia de salvación pues por medio de la luz, se toma fuerza para iniciar la creación, a desde ahí la luz aparece contrapuesta con las tinieblas tomando diferentes connotaciones. De tal manera que la luz es el símbolo de la vida, pues al vencer a la tiniebla la luz se convierte en una promesa de vida. La creación de este modo es un proyecto de vida, donde la tiniebla- muerte no alcanzará tendrá más fuerza. En segundo lugar esta luz es el símbolo de la armonía, del orden, la luz se convierte en el principio ordenador que establece una armonía con lo creado.
Podemos ver entonces como estos principios de vida y orden relacionados con la luz llevan a una reflexión más profunda en el camino de la teología bíblica. Esto nos lleva a ver la luz con un tercer símbolo que es el de la justicia. De tal manera que la luz sería el símbolo de la justicia que llega, es la justicia que el hombre necesita para salir adelante, para poder encontrar lo que requiere en medio de su historia y alcanzar su realización. Así el binomio luz-tiniebla se convierte en el binomio justicia- injusticia, y la llegada de la luz es precisamente la justicia que el hombre anhela, al estar sometido por la injusticia, la esclavitud del poder que detenta la tiniebla.
Pero si damos un paso más, podemos encontrar un cuarto significado de la luz, el cual está relacionado con la corriente sapiencial. De modo que, la luz sería un símbolo del conocimiento. Es aquello que me da la capacidad de conocer, de entrar en contacto con aquello que da sentido a la vida. Tener la luz, implica tener el conocimiento que disipa toda duda y todo temor, simbolizados por la tiniebla.
Podemos ver entonces que el símbolo de la luz dentro de las Escrituras es amplio y que alcanzará un valor especial en el Nuevo Testamento como signo de liberación y un atributo de Dios mismo como lo mostrará el evangelio de san Juan el día de mañana. Sin embrago, a partir de estos significados podemos adentrarnos ahora en el extraordinario texto de Isaías y permitor que de sentido a la fiesta de la Navidad.
El texto comienza diciendo: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.» EL profeta coloca la acción de Dios en medio de las tinieblas en donde camina el pueblo. Si el pueblo camina ente las tinieblas remite a una imagen de terror, pues es complicado caminar en la oscuridad, no se sabe que paso se está dando, no se sabe hacia dónde se va, qué situación se puede uno encontrar. El pueblo que camina en la tiniebla es una imagen de terror, una imagen que provoca miedo e incertidumbre. Con esta imagen el profeta quiere dejar en claro que el pueblo camina en medio de las tinieblas, camina en medio de incertidumbres.
De alguna manera, en ese tiempo, en medio de los conflictos políticos, el pueblo se venía caminando en medio de las tinieblas, no sabían hacia dónde ir. En ese tiempo el imperio Asirio era la potencia dominante, sin embargo se topa con dificultades políticas al interno y eso la deja un tanto debilitada, por lo que los otros imperios como Egipto buscaban sobre ponerse y ser ellos la potencia dominante. De tal manera que la situación era compleja, pues no saber con quién unirse podría provocar una desgracia para todo el pueblo. Pues uno podría unirse con alguna potencia y después ser derrocada, y entonces eso representaría el exterminio de la propia nación. El pueblo de Judea se siente así, nos abe hacia donde caminar, no sabe de parte de quién debe ponerse y recibe diversas presiones políticas por diversos lados. Efectivamente camina en medio de la tiniebla, no sabe qué pasos dar en la vida.
Pero esto sin duda se aplica también a nosotros, siempre existen las tinieblas en nuestra vida, muchas veces caminamos en medio de ellas porque no sabemos hacia dónde dirigirnos, no sabemos hacia donde movernos. Cuántos viven en medio de las tinieblas de la duda, y no saben cómo salir de ellas. Cuantos están en medio de la incertidumbre a causa de un problema y no saben hacia donde caminar. O cuando la enfermedad nos golpea y no sabemos que hacer, y ya no sabemos ni que hacer. O bien cuando llega esa tiniebla de la desilusión porque se frustran los proyectos, nos defraudó una persona, y entonces creemos que ya no vale la pena caminar, porque todo ha acabado, porque todo pierde su sentido, no podemos seguir adelante, no podemos caminar todo es oscuridad.
En medio de nuestras caminatas hay tantas veces necesidad de esa luz, pues estamos inmersos en las tinieblas. Necesitamos esa luz que nos dé la vida, que nos reconforte, que nos enseñe el camino que debemos de seguir. Esa luz que ilumine nuestras mentes, que ilumine nuestra situación y llegue la justicia ante aquellos que nos oprimen. Necesitamos la luz. Y entonces así es como la Navidad se convierte en fuente de luz, fuente de esperanza, fuente de ánimo.
Navidad es luz, porque es la fiesta que nos recuerda que las tinieblas no tienen la última palabra, que las tinieblas no son lo que gobierna, que la oscuridad finalmente será eliminada con un rayo de luz. Todo tiene esperanza, todo tiene solución: Navidad.
Incluso en la misma iconografía de la navidad, aparece la Sagrada Familia y se ve la gruta y como fondo de la gruta la oscuridad, pero al interno se ve la luz que viene de Cristo, pues con él la noche se acaba, con él todo tiene esperanza, con él se acaba la tiniebla, la opresión, la desilusión y el hombre puede caminar para seguir adelante. Incluso en el mismo evangelio los ángeles cuando llegan con los pastores los llenan con la luz, porque la navidad viene a darles una esperanza, ellos que vigilan en la noche, en medio de la oscuridad reciben la luz.
De esta manera Navidad es fiesta de luz, de esperanza, y sobre todo de camino pues si dice el profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz…» quiere decir que ahora llega la luz para seguir caminando sin miedos pues la tiniebla se ha desvanecido. Pidamos al Señor su luz, la luz que nos anima y nos ayuda a seguir adelante.

18/12/11

«¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite?»

Meditación del IV Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16
Romanos 16,25-27
San Lucas 1,26-38

En los albores de la humanidad, el hombre era nómada por naturaleza, buscaba constantemente lo necesario para sobrevivir, y volvía a reiniciar su caminar para seguir adelante en la búsqueda de lo necesario para la vida. Sin embargo, con el paso del tiempo y con la agricultura los pueblos dejaron de ser nómadas y empezaron a volverse sedentarios, de tal manera que con ello se establecían y se garantizaban ciertas seguridades, pues aseguraban la alimentación en un lugar fijo y con ello evitaban estar constantemente en movimientos prologados, lo cual los exponía a peligros en medio de los caminos, a la zozobra de no encontrar lo necesario para vivir, así como al cansancio. Por lo tanto establecerse en un punto fijos les permitía un mejor desarrollo, una mejor estabilidad, y por consecuencia un avance en su cultura. Por tanto, este cambio al sedentarismo y la estabilidad dan elementos para evitar ponerse en marcha y vivir de una manera más segura.
Sobre esta idea parece introducirnos el día de hoy las lecturas. En la primera lectura encontramos al rey David que se ha establecido en su palacio, tiene su casa. Y la casa en la Biblia representa la estabilidad, lo que permanece. Así por ejemplo, cuando uno compra una casa es porque quiere vivir en ese lugar, porque ha encontrado ahí seguridad, amistad, un lugar en el cual es posible vivir. Por tanto quiere decir que él está estabilizado, su imperio tiene todos los elementos necesarios para estar firme, ya no le preocupa nada y entonces tiene una idea: «Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras el Arca de Dios está en una tienda de campaña.» David quiere construir un casa para Dios, pues así como él ya tiene esa estabilidad y su casa, ahora quiere que Dios la tenga.
Pero detengámonos en este otro símbolo: La tienda de campaña. La tienda de campaña es el símbolo contrario a la casa, mientras que la casa refleja la estabilidad, lo fijo, la tienda es el símbolo de lo movible, uno pone su tienda para establecerse unos días y luego la quita y sigue caminando. Por tanto la tienda es un símbolo de una vida que no es estable, que exige ponerse continuamente en marcha. Podemos decir que, mientras la casa es símbolo de la vida sedentaria, la tienda es de la vida nómada.
David busca que Dios tenga una casa, y con ello quiere que Dios sea estable, esto a primera vista puede parecer un gran deseo de parte de David, pues si el imperio se ha estabilizado, parece adecuado que ahora la tienda de Dios se estabilice de lleno. Pero simbólicamente esto es un peligro para la fe. Si Dios está en la tienda es por algo, no sólo es por la situación del pueblo, la tienda implica quién es Dios y por ende, nos habla de la identidad de Dios y de las categorías que sustentan la fe.
Dios está en la tienda, porque Dios no es estable, Dio es camino constante, es un desarraigarse completamente. No es posible establecerse en la dinámica de Dios. Dios es un camino de continuo, siempre se debe caminar. Nunca se debe detener. Por ello cuando estaba el pueblo en el desierto Dios estaba en la tienda, porque el pueblo debía caminar en el desierto, no era posible detenerse, siempre había algo nuevo, siempre Dios se manifestaba con una novedad. Por tanto, la tienda no es algo pasajero, es parte de la identidad de Dios, Dios siempre es camino, es puesta en marcha, Dios siempre es sorpresa. Y la fe por tanto es precisamente eso, un ponerse en marcha siempre. El peligro es cuando uno quiere construir la casa, cuando uno quiere que la fe sea estable, que las cosas sean como yo las pienso y no dejar que la novedad llegue de repente.
La verdadera fe se pone en riesgo cuando esto sucede, cuando creemos que ya conocemos todo de Dios, cuando no creemos que Dios pueda mostrar un camino nuevo, cuando no permitimos que la fe camine, de nuevos lineamientos. Dios no puede dejar que se le construya la casa, eso sería limitarlo, eso sería acabarlo, eso sería encerrarlo en un lugar, en una idea, en una situación e impedir el camino, por ello Dios le manda decir con el profeta: «¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite? […] el Señor te ha anunciado que él mismo te hará una casa.» David no debe construir una casa, sino que es Dios quien se la construirá. Porque si Dios construye, quiere decir que Dios estará con él, quiere decir que Dios no estará encerrado en un lugar específico, sino que Dios estará en su vida y ello le invitará salir de su casa, le invitará a salir de su pensamiento, de sus ideas.
Si Dios quiere construir en David, implica que hay un plan de salvación, que Dios quiere habitar en él, y así moverlo hacia la experiencia de Dios. Sólo si Dios es quién habita, implica que no se encierra a Dios, sino que es Dios el que mueve, y así pone en marcha todo el proyecto divino. Porque cuando el hombre se queda instalado, tiene una mera estabilidad en la fe, todo se pierde, y entonces uno se puede alejar de la experiencia de Dios. De hecho David más adelante pecará, precisamente por su manera de instalarse, pues deja de comprometerse y sólo se preocupará por sí. Por ello en este momento Dios quiere evitar esto y le dice que le construirá la casa, pues sólo así podrá seguir como siempre el proyecto de salvación. Y le recuerda que la dinámica de la fe se vive desde la puesta en camino: «Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti.» Como vemos, Dios le recuerda sus orígenes, le llamo en el camino, siendo pastor, y un pastor en esos tiempos es aquel que siempre anda en movimiento, no es que esté en un lugar fijo, siempre anda en movimiento. Por tanto Dios le recuerda que el ahora es rey, pero en sus orígenes anda en camino, y que ahora no es el momento para perder eso de vista. Por tanto, el texto señala que es importante reconocer que en la fe y en la experiencia de Dios y su alianza, nunca se puede uno quedar instalado.
La misa idea aparece en el texto del evangelio. Encontramos a la Virgen María, que recibe el anuncio y en el fondo le muestra que Dios quiere llevar a cabo su plan de salvación y para ello es necesario que él esté con ella, que entre en su historia, de una manera única convirtiéndose en la madre de su Hijo: «Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.» Dios entra ahora en la historia de una manera nueva, no sólo es que quiera construir la casa, para estar cerca del hombre y moverlo hacia la salvación, sino que ahora lo está invitando para dejar que entre totalmente a la historia y muestre cuál es el camino para ello, y para ello, debe encarnarse, debe hacerse hombre. Ese es el proyecto de Dios, que si bien ya se le prometía a David en parte, ahora se lleva a cabo de una manera totalmente nueva, no es que sólo que mueva a salvación, e invite a caminar, sino que ahora él mismo tomará al pecador en sus manos y lo caminará junto con le hará historia con él y se llevará a plenitud la salvación.
María acepta ese proyecto: «Hágase en mí según tu Palabra.» Sin embargo este proyecto que María acepta al final, es un proyecto difícil, es un proyecto que finalmente no se entiende al inicio, y ella misma expresa sus dudas: «¿Cómo será esto si no conozco varón?» En el fondo María expresa su duda, expresa que no es tan fácil de comprender, que no es tan fácil de aceptar. El plan de Dios no se entiende siempre, No es fácil caminar por el camino de Dios, es más fácil instalarse y decir cómo son las cosas, que siempre sean igual, que simplemente se mueva todo como se ha dicho o como pienso y no ver ninguna novedad. Finalmente sería más fácil que Dios siga hablando con su Palabra en la Sinagoga todos los sábados. Pero Dios no es así siempre sorprende, siempre es novedad y por ello ahora será él mismo que no entre en la historia.
Si bien es complicado aceptar este proyecto, no es una cosa meramente humana: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.» Por lo tanto se cuenta con la gracia de Dios que ayuda a seguir adelante, que ayuda a continuar, con la capacidad que viene de Dios. Dios es novedad, no se sabe qué hacer, pero hay que contar con la ayuda de Dios. Y por ello María se abandona a las manos de Dios.
Estamos a una semana de celebrar la navidad, y esta fiesta es precisamente un momento especial en donde Dios quiere poner su tienda entre nosotros, quiere poner sui vida con nosotros. Y esto no es sólo la fiesta sino el compromiso del Dios que entra y quiere nacer en nuestras vidas, nacer en el sentido que quiere guiar nuestras vidas a un nuevo camino, a un nuevo criterio de ver las cosas, renunciando a lo que somos, a lo que pensamos tantas veces y descubrir que hay muchas cosas valiosas, y nuevas maneras de ver la vida y de enfrentarlas. Eso causa miedo pues hay que vencer nuestros pensamientos, nuestra animadversión nuestra apatía, pero es el camino, ¡Basta de de construir la casa¡ Es momento de empezar a construir la tienda y dejar que Dios nos guie a un nuevo paraje en nuestra vida y así celebrar auténticamente la Navidad.

11/12/11

«¿Quién eres tú?»

Meditación con motivo del III Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 61,1-2a.10-11
1 Tesalonicenses 5,16-24
San Juan 1,6-8.19-28

El día d hoy la liturgia nos centra en la figura de Juan el Bautista y su identidad. Este hombre que inicia su predicación, bautizando con agua en el río Jordán. Sin embargo su movimiento causa un tanto de revuelo pues las autoridades religiosas no entienden esta predicación, incluso temen que sea el Mesías y eso provocaría un gran problema para la estructura política y religiosa del tiempo y por ello va a averiguar de qué se trata esta predicación.
Al llegar inmediatamente lanzan una pregunta para indagar sobre su identidad: «¿Quién eres tú?» y así tratar de desvelar el misterio sobre su persona. Seguramente estos hombres andarían preparados por si se hacía llamar el Mesías, para tratar de acallarlo. Si nos detenemos un poco en estos enviados podemos ver que su preocupación sobre la identidad del Bautista gira en torno a lo político y su relación con el estadio religioso. Pues si Juan resultaba ser el Mesías eso implicaría en el pensamiento cultural de los judíos un movimiento social, que desencadenaría una ola de violencia, que repercutirían en el imperio en la sociedad misma, y por consiguiente en la estructura religioso que ellos están salvaguardando. En el fondo la pregunta no es la búsqueda de la verdad, sino simplemente la búsqueda de un status, el buscar prevalecer, es la búsqueda de acomodo en la sociedad. Pues estos hombres religiosos no buscan, y a Dios, no buscan a su enviado, se buscan a sí mismos, buscan su posición en la sociedad, sus privilegios que se podrían ver amenazados con este hombre si se declara el Mesías.
Esto sin duda es un gran problema, pues muchas veces los hombres de fe, pierden el horizonte de la auténtica fe, y dejan de buscar a Dios, para encontrándose sólo consigo mismos, pues la fe en lugar de llevarlos al encuentro con Dios, los ha llevado al encuentro consigo mismos, con un privilegio, con un lugar en la sociedad. Dejan a Dios de lado, y ven su lugar, ven lo que han ganado. Estos hombres se supone que son conocedores de Dios, se supone que buscan a Dios, sin embargo, temen encontrase con el Mesías, porque ello los llevaría a perder su lugar en la sociedad. Temen perder poder y autoridad. Ellos son los que en primer lugar deberían sentirse llamados a buscar a Dios y a alegrarse si llega el Mesías, pero ahora, el Mesías que es la gran esperanza del pueblo, la grande intervención de Dios en la historia, se convierte en algo que es ajeno a su vida y sólo buscan su posición en la esfera política y religiosa.
Nosotros muchas veces ¡buscamos a Dios, pero a veces por seguir a Dios podemos poner en riesgo algún privilegio, algún beneficio, algún lugar y entonces preferimos disminuir el papel de Dios y en su lugar tratamos de buscarnos a nosotros mismos. Cuántos en la pastoral prefieren ciertos cargos, o prefieren ciertas cosas, no por el bien que pueden hacer, sino por el bien que se dan a sí mismos. A veces se traiciona la fe y con ello el proyecto de Dios.
Sin embargo, ante el terror que sienten estos hombres, Juan responde: «No soy yo el Mesías.» Él rechaza inmediatamente la suposición de estos hombres. Pero para estos hombres no es suficiente pues para ellos es un peligro, le habla en nombre de Dios y eso amenaza la estructura y por ello deben de frenar su movimiento y para ello dan otra serie de preguntas que demuestran que estos hombres no son nada ignorantes en materia religiosa, al contrario, son gente inteligente, saben de Escrituras y tradiciones y para ello utilizarán sus conocimientos para preguntar y a sí limitar la actividad de Juan.
«¿Eres Elías?» Es la segunda pregunta y al relacionarlo con Elías lo ligan a una de las tradiciones judías que decían que antes de que llegue el Mesías debe regresar Elías, por tanto, si Juan no es el Mesías podría ser Elías y con esto se estaría asegurando que llega el momento en el que llegará el Mesías. Esto implicaría otro peligro a nivel político, sin embargo también contesta de modo negativo.
Y entonces viene la tercer a pregunta: «¿Eres el Profeta?» Aquí el profeta refiere un pasaje del libro del Deuteronomio 18 en donde Dios promete un profeta al pueblo después de Moisés. En ese contexto se habla de un sucesor para Moisés, sin embargo la tradición vio en estas palabras la promesa de la llegada de un gran profeta antes de la ligada del Mesías. Con esto están tratando de descubrir su actividad en relación con una actividad Mesiánica. Pero Juan la rechaza, lo cual llena de perplejidad a estos hombres pues no hallan como acallarlo: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Finalmente buscan una respuesta para usarla en su contra, pero ya nos aben que más decirle pues parece que Juan ha roto con toda la tradición de los judíos y ahora no saben qué hacer, buscan sacar algo de sus palabras.
La respuesta de Juan es sencilla: «Yo, una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.» Juan no se identifica con ningún personaje, él simplemente dice que es una voz. Sólo una voz. Y una voz implica dos cosas: un sonido y un mensaje que porta. Si es un sonido quiere decir que debe ser escuchado, su ministerio no es para saber quién es, o para donde va, sino para ser escuchado, no implica acciones, no implica algún movimiento, sino la capacidad de la escucha. Juan debe ser escuchado, pues es sólo la voz, es el sonido que es escuchado, pero si es voz porta un mensaje, y es un mensaje que quiere que se preparen los caminos del Señor.
Y aquel que escucha esta voz lo debe demostrar con un signo: «.» El signo del bautismo de agua es el modo con el cual el creyente demuestra al mundo que ha escuchado la voz Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de míde Dios. El bautismo de agua es algo físico, y por tanto no es una transformación que viene de Dios, sino que se limita a un acto meramente exterior. Bautizarse con agua no es otra cosa que reconocer que soy pecador y que requiero de la gracia de Dios para transformar mi vida. Con este signo se subraya la existencia del pecado en nuestra vida y la ruptura con él, de modo que uno esté dispuesto a iniciar una etapa de penitencia que expresase la sinceridad de su arrepentimiento.
Y esto es justamente el adviento. Por un lado, es la capacidad de escuchar a Dios, escucharlo para iniciar su llegada a mi vida. No es posible vivir el adviento sin la capacidad de la escucha. Por otro la capacidad de querer cambiar, es decir el bautizo de agua. Podemos decir que el adviento es el bautizo de agua, pues es el tiempo en donde reconocemos que hemos fallado y que queremos mejorar para encontrarnos con Dios. Que en este adviento seamos capaces de preparar la venida del Señor, escuchándolo y reconociendo que necesitamos de un cambio, pidiendo le la gracia para iniciarlo. Sólo así se demuestra la fe, pues buscamos cambiar y no sólo permanecer en una actitud de poder como aquellas autoridades.

4/12/11

«Una voz grita en el desierto...»

Meditación con motivo del II Domingo de Adviento
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 40,1-5.9-11
San Pedro 3,8-14
San Marcos 1,1-8

El tiempo del adviento es un momento de espera, pero no se refiere a una espera pasiva, sino a una espera que implica ponerse en movimiento, para llegar al encuentro de Dios. Ese caminar, implica esforzarse para dejar atrás aquello que no nos ayuda realmente a transformar nuestra vida, y justo sobre esta realidad nos habla el evangelio.
Hoy comenzamos la lectura del evangelio de san Marcos, este evangelio que es el más primitivo, es el primero que se ha escrito, y nos quiere presentar el misterio de la persona de Jesús. Para ello desde sus primeras palabras nos presenta quién es Jesús y cuál será el hilo conductor del evangelio. El texto dice: «Principio del evangelio de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.» Podemos ver dos títulos que se atribuyen a Jesús: Mesías e Hijo de Dios. Son dos títulos que tratan de mostrarnos la identidad de Jesús. Podemos decir que el evangelio nos quiere mostrar a Jesús en estás dos características: Mesías e Hijo de Dios, características que nosotros también estamos llamados a vivir. Por tanto, ya desde sus primeras palabras san Marcos nos quiere poner como preámbulo de que va a tratar su obra, y podemos ver que su obra se compone de dos partes fundamentales. La primera parte de su evangelio nos presentara a Jesús como Mesías, y con ello, el camino para poder vivirlo nosotros. La segunda parte del evangelio nos presentará a Jesús como Hijo de Dios, y de igual modo nos presentará como vivir esta dinámica de la filiación en la vida espiritual de cada uno.
Una vez presentado el contexto general del evangelio, inicia con el episodio de Juan Bautista, y es que antes de presentarnos a Jesús, san Marcos quiere preparar todo para recibirlo. Podemos decir que san Marcos coloca un pequeño pasaje bíblico para presentarnos a Jesús, nos coloca una pequeña preparación para recibir a Jesús. Y si lo vemos con ojos litúrgicos, este pasaje del evangelio es un pequeño adviento que pone las bases para recibir a Jesús, mostrando lo que se debe de hacer.
Centrémonos en una idea: «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.» Nos presenta la preparación para recibir a Jesús con una voz que sale del desierto. Esto sin duda es un eco de la primera lectura que hemos escuchado hoy, sin embargo hay una diferencia pues la primera lectura dice: «Preparen en el desierto el camino del Señor», en cambio aquí dice «Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor.» Mientras que, para el profeta Isaías marca se debe de preparar el camino en el desierto, porque ciertamente el pueblo está viviendo ahí, y por tanto, es como si el profeta les dijera “nosotros que estamos aquí en el desierto preparemos en esta situación el camino del Señor, aquí en el desierto, en medio de la desolación”. En cambio en el evangelio, san Marcos manifiesta que la voz clama en el desierto y anuncia que se preparen los caminos desde el desierto. Es la invitación a salir hacia el desierto, es la invitación a dejar la ciudad y adentrarse en el desierto, El evangelista llama al pueblo para salir de su situación cotidiana y adentrase en el desierto.
A primera vista podríamos pensar que esto es algo insignificante, pero no es así, pues tiene dos elementos diversos. Mientras que Isaías en la primera lectura es consciente de la precariedad que el pueblo vive, los invita para prepararse en esa situación, desde su desierto para encontrarse con Dios. No importa en donde estén, cualquier lugar y cualquier situación es una oportunidad para encontrase con Dios. Sin embargo, para Marcos en su evangelio el pueblo debe salir de la ciudad y adentrarse en el desierto y así preparar el camino. Y me parece que esta visión de san Marcos da una gran luz para este tiempo de adviento.
El adviento es precisamente escuchar la voz y salir hacia el desierto. Esa es la llamada que se hace hacia el desierto y como dice el texto es una voz que clama en el desierto, es decir una voz que resuena, un grito, no es un susurro, ni sugerencia, sino una resonancia que clama, que convoca hacia este lugar. Si se grita desde el desierto es porque ahora todos deben de ir hacia allá. Es dejar la ciudad e internarse en el desierto.
¿Y por qué en el desierto? Porque el desierto es un lugar de desprotección, pues en el desierto no hay ninguna seguridad, en el desierto no hay ningún lugar donde protegerse. En la ciudad uno puede esconderse en los centros comerciales, los antros, el ruido, la gente, y pensar que todo va bien, pensar que todo no hay problemas. De tal manera que, el hombre tarta de huir de su realidad. Cuántos jóvenes hoy en día se escapan en medio del ruido, la fiesta, los vicios de su realidad para no afrontarlos, para no aceptarlos, para evadirlos por un momento. O cuantas personas buscan las drogas, el alcohol, o ciertos lugares donde le s den algún tipo de satisfacción pasajera que les haga escaparse de su realidad. Y justamente eso los evade de su realidad, es los distancia por momentos de su historia y sus responsabilidades, ¡y no son capaces a veces de afrontar bien los problemas o de conocerse a sí mismos. Por ello, la voz que clama es una invitación para ir al desierto, pues sólo ahí el hombre se topa consigo mismo, sin mascaras, sin disfraz, sin ningún lugar donde esconderse.
Ir al desierto es encontrarse con uno sólo, es empezar a descubrirnos quienes somos. Cuánta falta nos hace a veces encontrarnos con nosotros mismos, sin ningún refugio cercano. Ver quiénes somos y de que estamos hechos. No por lo que aparentamos, no por lo que queremos mostrar a los demás, no por lo que los demás nos digan o piensen de nosotros. Entrar al desierto es encontrarnos con nuestra historia y con las responsabilidades que debemos afrontar.
Sólo cuando el hombre entra al desierto puede cambiar realmente en su vida, pues se da cuenta de que está hecho, ve sus debilidades, lo que debe cambiar. Descubre sus hipocresías. Es capaz de ver sus responsabilidades y las acciones que debe hacer para llevarlas a cabo. Sólo así, el hombre puede empezar a enderezar su vida y empezara a ser nuevo y por supuesto empezar a preparar el camino del Señor.
Hoy más que nunca en un mundo lleno de tecnología, lleno de ruido, lleno de opiniones y de informaciones, hace falta adentrarnos en el desierto y ver quiénes somos, de que estamos hechos, que nos falla y qué misión tenemos en la vida, y que hacemos para enfrentarla. El desierto cierto que da miedo, cierto que es complicado, pero también es necesario. Y a partir de la vida de fe, el desierto es algo que todo creyente necesita en un momento determinado para reencontrarse consigo mismo y dejar atrás todo tipo de ruido que le impide encontrase.
El adviento es un alto en la vida, para alejarse de la ciudad, para alejarse del ruido, para alejarse de esas opiniones y encontrarnos con nosotros y decir que tanto he cambiado, qué tanto demuestro mi fe o bien que tanto me he dejado atrapar por elementos mundanos en la historia. Y si nos adentramos en el desierto quiere decir que efectivamente podemos iniciar un cambio y así esperar realmente al Señor que viene a nuestra historia. Adviento es por tanto adentrarnos en el desierto para dejar que transforme nuestra realidad y así nos encontremos al Señor preparando el camino.