31/3/12

Miedo ante el misterio pascual

Meditación con motivo del Domingo de Ramos
Ciclo /B/

Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Marcos 14,1-72.15,1-47

Con el domingo de Ramos la Iglesia entra en la Semana Santa, un tiempo especial para entrar en el misterio central de la fe, para conocer y profundizar el misterio pascual de Jesús, su muerte y su resurrección. Por tanto la semana santa es el tiempo para entender y conocer el significado de este acontecimiento, no se limita simplemente a pensar que se Jesús murió y resucitó, sino a conocer el significado de esto y las repercusiones dentro de la viuda espiritual. Si lo pensamos bien, el misterio pascual de Cristo es meditar el misterio de amor, puesto que el misterio pascual es un misterio de amor, es el triunfo del amor sobre el pecado, sobre la maldad, es el triunfo del amor que invita a vencer todas aquellas situaciones que encierran al hombre en su egoísmo y en su pecado.
Sin embargo, meditar en el misterio del amor, no es una cosa sencilla, ni romántica, es meditar precisamente en el triunfo del verdadero amor que implica dar la vida, que implica la donación completa del hombre hacia los demás. Y ese amor, es triunfo no es sencillo, incluso no es fácil, más aún es un triunfo que hasta cierto punto da miedo, puesto que el misterio pascual nos habla acerca del triunfo de la verdad sobre la mentira, del perdón sobre el odio, de la misericordia sobre ventaja, es un triunfo que no es sencillo, puesto que uno debe de renunciar a ciertas cosas, llámese materiales, o bien sobre el propio orgullo, y eso da miedo.
EL misterio pascual nos puede hacer confrontarnos con nuestro egoísmo, con nuestra envidia, con nuestra manera de ser rencorosa, y dejar eso a veces da miedo, no es fácil aceptarlo, incluso podría ser que lo refutemos, y no aceptemos realmente querer cambiar, querer perdonar y dar otra oportunidad. En realidad da miedo empezar a ver las cosas a la luz del misterio pascual. Y justo sobre ello nos habla una escena del evangelio, la denominada escena del huerto de los olivos.
En esta escena del evangelio de san Marcos encontramos un retrato sumamente significativo de Jesús ante su muerte, vemos que tiene angustia, que nos abe que hacer ante la inminencia de la muerte, y finalmente se abandona en las manos del Padre: «No se haga mi voluntad, sino la tuya», podemos contemplar así la lucha que Jesús hace en su interior, sin embrago hay otra lucha, que no es precisamente al de Jesús, sino la de los apóstoles, que cuando comienza la agonía de Jesús se duermen.
La pregunta fundamental al ver este pasaje sería, ¿Por qué duermen?, en realidad podríamos pensar que estaban muy cansados, parece que no, más bien, es un signo que usa el evangelista para marcar el desinterés de parte de los apóstoles, puesto que en el momento de la cruz, no parece la escena muy atractiva. Los apóstoles han seguido a Jesús, sin embrago ellos buscan el poder, buscan un estatus, y se puede ver esto a lo largo del evangelio; pero ahora ven a Jesús que sufre, que tiene miedo, que se cae, no es precisamente una escena muy alentadora, más que un hombre con éxito se ve a alguien que está fracasando, es más va a perder la vida, eso no alienta a nadie, al contrario, desaliento todo y por ello es mejor dormir, es mejor de ver ese espectáculo que no llama la atención.
Ciertamente nosotros somos muchas veces así, cuando vemos el misterio pascual, cuando se nos habla de la necesidad de compartir, de ayudar, de ser solidarios, de ser generosos, de ser capaces de perdonar, ante eso solemos pensar que son cosas muy bellas, pero nos dormimos porque no nos interesan, porque no nos llaman la atención. Cuando sabemos que podríamos dar una oportunidad al que falló y decimos, que no; en el fondo nos dormimos, eso sería un fracaso a nuestro ego. O cuando sabemos que podemos ayudar, que podemos dar de nuestro tiempo y mejor evadimos toda responsabilidad, en el fondo nos dormimos. Cuando sabemos que es posible reconciliarse con la persona que se ama, pero neutro orgullo nos dice que mejor no, entonces dormimos. Ante Getsemaní, ante el huerto de los olivos, nos dormimos, porque es el anuncio del amor un amor que nos va a hacer perder ciertas comodidades o nos va a hacer débiles y por ello dormimos.
Por ello Jesús llega con ellos y les reclama, porque ellos están llamados a penetrar el misterio del amor: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?» Jesús llama fuertemente su atención, pues al dormirse no se están comprometiendo. Más aún, el mismo Jesús llama a Pedro “Simón”, un dato curioso, porque a lo largo del evangelio lo llama "Pedro", pero ahora lo llama Simón. Ciertamente su nombre original era Simón, pero Jesús le cambia el nombre y le pone este apodo, le llama Pedro, es decir “Piedra”. Pero en este momento, cuando duerme le dice “Simón”, porque “Pedro”, refleja su cercanía y su relación con Jesús, pero si está dormido, implica que no le interesa Jesús ni su propuesta, no le interesa el misterio pascual, por tanto se ha deslindado de Jesús y sin Jesús no puede ser Pedro, ahora es Simón, es como si no hubiese conocido a Jesús.
Jesús siempre está cercano a nosotros pero si nosotros dormimos y en realidad no nos interesa su Palabra en realidad, somos “Simón”, es decir no vivimos a lado de Jesús, no nos interesa realmente su propuesta, somos farsantes. Entrar a la semana santa implica reconocer que ser cristiano es contemplar la cruz y la resurrección, y que al contemplarlos debemos contemplar la lucha de cada día por vivir el amor y vencer el odio y el egoísmo, para que triunfe el evangelio en nosotros.
Que en esta semana Santa realmente entremos en el misterio del amor y quedamos renovados, seamos más generosos, más humildes, más sencillos, mas misericordiosos, más pacientes, y si el sueño de la indiferencia o de la apatía pareciera llegar no durmamos, sino escuchemos a Jesús que nos dice: «Velen y oren para no caer en la tentación.» Velemos, no dejemos que el sueño llegue, descubramos que podemos hacer, descubramos la experiencia de Dios y oremos para que así veamos que es posible cambiar que es posible transforma nuestra vida y entrar y vivir el misterio pascual.

25/3/12

«Si el grano de trigo muere, da mucho fruto.…»

Meditación para el V domingo del tiempo cuaresmal
Ciclo /B/

Textos:
Jeremías 31,31-34
Hebreos 5,7-9
San Juan 12,20-33

Una de las realidades que más temor da al hombre, es sin lugar a dudas el sufrimiento y el dolor. Son dos situaciones por las cuales en algún momento el hombre ha de toparse. El avance de la ciencia y la tecnología, sin lugar a dudas intenta precisamente evitar esta realidad, sin embrago con el paso del tiempo podemos constatar que ni la ciencia con sus descubrimientos, ni la medicina y sus avances, la tecnología y sus inventos han logrado erradicar totalmente el sufrimiento. De algún modo estas posturas se topan con pared al verse rebasadas por esta experiencia.
¿Qué podría decir el creyente acerca del dolor? ¿Qué palabra decir ante la experiencia del sufrimiento? ¿Será a caso que uno se debe de resignar ante tal situación? El evangelio del día de hoy parece acercarnos a esta realidad y así conocer la situación del dolor desde la perspectiva de la fe.
Vienen a Jesús estos griegos es decir, aquellos que no son judíos. Es el inicio de la llegada de hombres que no pertenecen al denominado pueblo elegido, sin embargo aparecen se acercan, al fin las ovejas de otro lados se acercan al redil (cfr. Jn 10,16). Vienen buscando a Jesús, buscan una esperanza, buscan algo que anime su vida. En el fondo esos griegos representan a la humanidad que busca sentido a su vida, buscan horizontes de trascendencia, sentido a su existencia.
Jesús les contesta abriendo así un horizonte de salvación y de esperanza a toda la humanidad: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre.» Con esta expresión Jesús les da una palabra estos buscadores, marcando que ha llegado “la hora”, y la hora representa en el evangelio de san Juan el momento de la entrega y por tanto de la gloria, es el momento de la cruz y la entrega en favor de todos. Estos hombres buscan a Jesús y él inmediatamente dirige estas palabras manifestando que al acercarse ellos, su vida tiene sentido precisamente por la hora que está por llegar. Es la cruz la que da sentido al caminar del hombre, es lo que abre la expectativa al ser humano. Por tanto, Jesús anuncia que será precisamente esta hora la que de sentido a la humanidad.
¿Por qué la muerte, la entrega y con ello el sufrimiento de la cruz puede ser el sentido de la humanidad? El mismo Jesús lo sigue explicando: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto.» Este grano es la figura de Cristo, y por ende del misterio del amor, es figura de la encarnación que ha penetrado en el ámbito humano, ha entrado y ha fecundado con su muerte. Ese grano es necesario que se pudra, que se descomponga para que de ahí brote la vida. Esa semilla putrefacta está llamada a generar la vida. Por tanto externamente esa semilla cultivada en la tierra es algo desagradable, podrido, sin vida, pero gracias a este proceso es posible que la vida comience a brotar. Así, esta semilla es generadora de vida.
Con esta imagen Jesús trata de dar a conocer el sentido de la verdadera vida, es imposible dar la vida resguardándose todo para sí mismo. La vida es fruto del amor y no puede brotar si el amor no es pleno: «El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna.»
Por tanto, el que vive desde la dinámica del amor puede dar efectivamente vida. Sólo dándose a sí mismo se produce la vida y ello implica el sufrimiento, ello implica el dolor. No es que el hombre busque el dolor, el creyente no es un masoquista. Pero cuando se ama realmente, cuando se dona hacia los demás necesariamente se requiere la entrega y con ello hay dolor. Pero no es el dolor que queda arrojado al vacío y sin sentido, no es el dolor hueco y vacío. Es un dolor que fecunda, que da vida, ese dolor es el grano de trigo que genera auténticamente la vida, porque se vive hacia los demás y no hacia uno mismo.
El matrimonio es un claro ejemplo de esto, se vive para la otra persona, para amarle, para ayudarle, para ser soporte del otro, para animarlo, para comprenderle. El matrimonio debe de ser salida constante, debe de ser encuentro con él otro. Cuando en un matrimonio sólo se piensa en sí mismo, en lo que el otro no me favorece, no me ayuda, no me da; y no ceo lo que yo debo de entregar por el otro, entonces es un matrimonio que se sostiene de un mero interés y de un egoísmo, pues sólo espero del otro, y no descubro lo que yo debo de darle al otro. El amor en el matrimonio des de donación, salir hacia el otro y eso a veces conlleva el dolor, el sufrimiento, pero que no es una búsqueda de destrucción sino de ayuda y ese dolor llega a transformarse en vida en donación, en amor totalmente entregado.
Cuando los padres ven por los hijos existen desvelos, entrega, sacrificios; podría parecer que sólo es sufrimiento, pero en realidad es la donación de la vida producida por el amor. Es una entrega que se hace fecunda y muestra el amor.
Si bien es cierto que hay otros sufrimiento, esto se debe precisamente a que el hombre vive encerrado en su egoísmo, quiere acaparar sólo se busca a sí mismo. Con esto se nos está invitando a no ser así, a evitar que otros sufran, a evitar que otros sean dañados siendo generosos, viviendo la entrega así como Jesús lo ha hecho, dándose por los demás para vencer el pecado, para que el hombre viva totalmente redimido. El creyente es que se entrega y convierte todo en vida, convirtiéndolo en vida por la fuerza del amor, hace posible que se erradiquen otros sufrimientos causados por la injusticia, el odio, la destrucción que tiene como base el egoísmo.
Ante el dolor por tanto, podemos descubrir que puede ser medio de santificación en cuanto que el hombre puede unirlo a la entrega por los demás, puede unirlo al sacrificio de Cristo en la cruz. Pero también ante el dolor de los demás se convierte en invitación para dejar el egoísmo y cambiar este mundo en la llamada civilización del amor, en donde uno se entrega para que ya no existan las divisiones y los egoísmos destructores.

4/3/12

«Los hizo subir a un monte alto, a ellos solos...»

Meditación del II Domingo de Cuaresma
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 22,1-2.9a.10-13.15-18
Romanos 8,31b-34
San Marcos 9,2-10

La cuaresma como se ha dicho, es un tiempo de alegría, un tiempo de gozo, pues somos invitados a acercarnos nuevamente con Dios. Es un tiempo de intimidad donde el creyente está llamado a acercarse a Dios, y tratar de conocerlo un poco más, si bien debe existir un conversión, es precisamente fruto de ese encuentro con el Señor. Justamente ese es el tema que el día de hoy se nos presenta la liturgia del día de hoy en el evangelio.
Hoy el evangelio nos presenta el texto de la transfiguración del Señor, un texto que trata de hacer comprender a los discípulos dos cosas fundamentales, por un lado, saber cuál es el camino y la misión que Jesús tiene, y por el otro descubrir, cuál es la misión de ellos, como discípulos.
En primer lugar nos dice que: «Los hizo subir a un monte alto, aparte, a ellos solos.» Mostrando que lo importante es el encuentro personal, en medio de la soledad. Deben subir solos, porque lo que deben aprender es algo personal. En el fondo la cuaresma es estar a solas con Jesús para conocerlo un poco más y para conocer nuestra misión. Cuaresma es estar a solas con Jesús, y ese estar a solas no quiere decir privaciones o tristezas, al contario es encontrarse con aquel que da sentido a la vida. Por ejemplo, cuando dos personas que se aman se encuentran a solas, en el sentido de que es un tiempo para que platiquen los dos, se compartan su vida, convivan, no es precisamente un momento de tristeza, al contario es un momento de alegría, y ciertamente dejan atrás algún otro compromiso, pero no es un momento de tristeza, al contrario es un espacio privilegiado donde se valora el amor. Igualmente, cuando se encuentran los amigos, dejan de tras ciertas cosas que de momento dejan de estar en primer plano porque uno quiere convivir con aquellos que valen la pena. Son encuentros que implica de momento dejar ciertas cosas para estar con aquellos que nos hacen sentir mejor, que nos hacen sentir amados y especiales.
De la misma manera, el encuentro con Jesús no es un encuentro de privaciones, sino de intimidad de encontrarnos con él, de descubrir quién es él, de descubrir cuál es misión de cara a lo que él me presenta. Y el mismo texto nos presenta los elementos para entrar en contacto con Jesús.
En primer lugar nos dice que una vez en el monte: «Se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que ningún blanqueador puede lograr sobre la tierra.» La transfiguración de Jesús es un signo de su identidad. El texto nos dice literalmente que era color “esplendorosamente” blanco en sus vestiduras, y añade diciendo que se trata de una blancura como no es posible conseguir sobre la tierra. El color blanco dentro de la Biblia representa a Dios; siempre que aparece el color blanco, se está hablando de Dios o de su mundo. Que los vestidos de Jesús adquieran un color blanco implica que su identidad se debe entender desde su divinidad. Con esta experiencia lo que Jesús quiere demostrar e su identidad divina a los discípulos. Es el momento que ellos descubran que su misión no es simplemente de un personaje carismático más en la historia, no sólo viene a traer algunas propuestas de poder, sino que viene a traer algo nuevo, su identidad es divina y por ello lo que viene a hacer es de parte de Dios, viene a hacer presente la acción de Dios en medio de ellos.
Entrar en la cuaresma es entrar a ver el misterio de Jesús, conocer su misión, descubrir que no sólo es un personaje de la historia, o como luego dicen un “amigo”, es algo más, es Dios y su misión es de salvación. Por tanto, entrar en la cuaresma es descubrir que Jesús viene a salvarnos, descubrir que es Blanco, es decir que lo que viene a traernos es la experiencia de Dios. Hasta que punto realmente nosotros dejamos que esa experiencia marque nuestra vida, encontrase con Jesús es encontrarse con Dios, es permitir que ilumine nuestra vida, que nos enseñe a descubrir un nuevo cambio. Cuántas veces en medio de los problemas buscamos satisfacer las cosas a nuestra conveniencia, simplemente nos dejamos llevar por situaciones sin sentido, pero cuándo dejamos que se Jesús, con su luz que nos ilumine.
Inmediatamente después de descubrir que Jesús tiene una identidad divina entonces el texto coloca otra idea más: «Se les aparecieron Elías con Moisés, conversando con Jesús.» El segundo elemento que los discípulos descubren es una importante revelación sobre el sentido del Antiguo Testamento, representado por Moisés y Elías. Moisés, que representa la Ley, la Torah, auténtico depósito de la revelación de Dios y expresión de su voluntad sobre el pueblo de Israel. Y Elías, representante de los Profetas, aquellos que daban la actualización al mensaje de Dios en medio del caminar por la historia, mostrando el camino que debía seguir para recordarles su fidelidad a la alianza con Dios. La Ley y los Profetas constituyen las dos columnas sobre las que descansa todo el Antiguo Testamento. Pues bien, ambas realidades no son definitivas ni fundamentales, sino que constituyen una mera preparación para el acontecimiento de Jesucristo. Tanto la Ley como, la profecía tienden hacia Cristo y encuentran en él su auténtico significado, podemos decir que todo el Antiguo Testamento encuentra su sentido y plenitud desde Cristo. Por ello hablan con Jesús, porque todo lo que la Ley o los profetas puedan decir va dirigido a Cristo, va dirigido hacia aquel que da sentido y plenitud a todo. Cristo es el centro de la historia y desde él todo adquiere plenitud y sentido.
Esto nos invita a descubrir que entrar en la cuaresma es descubrir que Jesús es Dios, que él bien a iluminar todo, pero también que él es el sentido de la historia. Cuaresma es adentrarse y descubrir hasta qué punto es Jesús realmente el centro de mi vida, hasta donde, Jesús es aquel que da sentido a mi vida, es el centro de nuestra historia.
Por tanto, este relato nos enseña dos cosas primordiales de Jesús, que es Dios y que es el sentido de la historia, pero ante ello debemos reconocer nuestra misión, el pasaje de la transfiguración no termina con esto, sino que va más allá y no limitarse: «Reaccionó Pedro y le dice a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.» Pedro pide esto porque para él es mejor seguir en lo alto del monte, contemplando las visiones celestiales, que bajar a la llanura a enfrentar la historia, así como la lucha contra las potencias del mal. Si Jesús es el sentido de la historia entonces es mejor quedarse contemplando, pero esta o es la misión del discípulos. Interiorizar y encontrarse a solas con Jesús implica una misión de transformación y no de evasión, por ello aparece la nube y una voz que dirá cual es la misión del discípulo: «Este es mi Hijo amado; escúchenlo.» El discípulo de escuchar, debe ser capaz de percibir la voz de Dios, esa es su misión.
Si la cuaresma es el tiempo para estar a solas con Jesús y descubrirlo como aquel que tiene las vestiduras blancas, es decir aquel que es Dios, que vine a salvarnos debemos escucharlo, debemos ser capaces de escuchar lo que nos dice, de escuchar su Palabra, sólo así podernos descubrir la salvación que nos da y sin vivir al margen. Más aún, sólo escuchando podernos verlo como actúa en medio de la historia, podremos ver como Jesús es el eje conductor de la historia y así ver como él puede dar sentido a mis pasos y a mi realidad, pero es necesario escuchar.
Cuaresma es el momento de encuentro con el Señor para renovar nuestra vida, es el momento para encontrarnos con él y conocer un poco más de él, pero para ello es importante escucharlo, darnos la oportunidad de descubrir en nuestra historia y en su Palabra como nos habla y así ver cómo nos guía y fortalece a lo largo de nuestra historia.