9/3/11

Reconocer nuestro pecado, reconociendo el amor de Dios

Meditación con motivo del Miércoles de ceniza

Textos:
Joel 2,12-18
Salmo 51(50)
2Corintios 5,20-21.6,1-2
San Mateo 6,1-6.16-18

Hoy comienza el tiempo de Cuaresma y para ello se lleva a cabo el signo de la ceniza. Y esto nos debe llevar a preguntarnos ¿qué significa este signo? ¿Cómo es que este signo nos introduce a la cuaresma? ¿Qué sentido tiene tomar ceniza?
Me parece que el salmo del día de hoy puede ofrecernos por lo menos dos pistas para comprender este signo y el inicio de la cuaresma. Comencemos diciendo que este Salmo tiene un tono penitencial, está escrito para demostrar el arrepentimiento del hombre que ha pecado. Y comienza apelando a Dios y su misericordia: «Señor, apiádate de mí por tu inmensa compasión y misericordia, y olvida mis ofensas.» Con esto se muestra que el primer punto para iniciar el perdón es precisamente el reconocer la misericordia de Dios. Si podemos iniciar una oración en donde pidamos perdón a Dios, es sólo porque sabemos de antemano tres cosas que Dios es aquel que tiene piedad, y por ello es compasivo y que tiene misericordia.
La primera característica es la piedad de Dios, el Salmo abre precisamente con esta súplica: “Apiádate de mí”, marcando que Dios es aquel que tiene piedad, que Dios se apiada del hombre. Esta palabra nos remite a la acción que un soberano tiene con su súbdito de abajarse porque le interesa. Por tanto Dios tiene piedad del hombre, porque no hay nada más valioso que el hombre y baja para levantarlo en medio de su miseria. Si el salmista implora la piedad es porque efectivamente, porque sabe que Dios no deja solo al hombre, y al verlo en el pecado lo levanta, lo anima para trasformar su vida.
En segundo lugar nos dice que Dios es compasivo, que en este caso el texto remite a la expresión que habla de la fidelidad amorosa de Dios. Esta compasión en los Salmos generalmente remite a Dios que es fiel en la alianza y no se aleja del hombre, sino que lo llama continuamente para renovar la alianza, para que viva en su amor. La compasión se vuelve así en la actitud que Dios toma ante el hombre que se arrepiente y quiere estar con él. Es la actitud de Dios que responde con bondad y gracia a la fragilidad del hombre para que este vuelva a su lado, para que inicie un camino nuevo y se renueve totalmente en su relación con él. Lo que Dios quiere es precisamente esto, que el hombre no se aparte de él.
Y la tercera característica que el texto litúrgico traduce como misericordia, nos remite al vocablo que se usa para hablar de las viseras, y por tanto de la pasión, del amor instintivo, de la entrega absoluta a favor del otro. Es el amor gratuito, no es una mor de merito, no es que se ame al otro porque se lo merezca, sino que se ama porque existe, se le ama porque es una exigencia del corazón. Esta palabra incluso se llega a comparar con el amor de una madre a sus hijos, un amor que se dona sin medida y acompaña siempre a pesar de lo que pase.
Por tanto, el Salmista reconoce tres cosas fundamentales al pedir perdón: Que Dios tiene piedad, que Dios desea siempre que se esté en unión con él que se viva en alianza. Si pide perdón es porque sabe que Dios no lo quiere lejos de él. En segundo lugar porque Dios es compasivo, es decir sabe que Dios siempre sale al encuentro del que lo busca, pues le ama. Y finalmente porque sabe que Dios lo ama, no por lo que haga, no hay medida de ese amor, Dios lo ama gratuitamente, y ese amor es lo que lo renueva y le ayuda a transformar su vida totalmente.
Y una vez que se reconoce la bondad de Dios e implora su acción redentora, viene una acción fundamental, que es reconocer la culpa. Si bien se implora al amor de Dios, se debe hacer siendo consciente de que uno es el que ha fallado: «Reconozco mis culpas, tengo siempre presente mi pecado. Contra ti, contra ti sólo peque…» Con esta frase podemos ver que el hombre vive totalmente arrepentido, pues dice reconocer su culpa. Y cuando habla de reconocer, se habla de dos realidades, por un lado, se da cuenta de su maldad, de su pecado, pero al mismo tiempo este verbo re-conocer, me lleva a ver que está en sintonía del verbo conocer, que en la Biblia nos remite a intimar con una realidad. Si el Salmista dice que reconoce su pecado, quiere decir que experimenta ese mal, que intima con esa maldad, es como si dijese que experimenta la culpa.
Esto nos lleva a contemplar una cosa vital, si uno apela a la misericordia de Dios, implica que debe saberse culpable, y conocer, experimentar su mal, que siente dolor, pues se da cuenta de lo que ha realizado. No es posible pedir a Dios perdón, y pedir experimentar el amor, si uno no se descubre pecador, si piensa que no hace nada malo, o si culpa a otros de sus acciones.
Y hay que ver un detalle más, que al declararse culpable, no simplemente es alguien que pide piedad, sino que también hace una profesión de fe. Pues pide piedad a quien sabe que tiene esa piedad y que le ama. Hace una súplica a aquel que sabe que es amor, y ello implica que con su suplica anuncia que cree en el Dios que le ama y se dona gratuitamente a él. De esta manera esta oración de perdón se convierte en una oración de fe, de fe en el Dios que ama y renueva su alianza con el hombre.
Podemos decir que el signo de la ceniza es justamente esto. Es un signo con el cual reconocemos que somos pecadores, reconocemos nuestras culpas. Sería absurdo que alguien tomara la ceniza y no se supera pecador, sería tan solo una caricatura de rito vacío y sin sentido alguno. De tal modo que la ceniza debe ser esa toma de conciencia que nos lleve a reconocer quienes somos, nuestros errores, y faltas. Pero al mismo tiempo, debe llevarnos a reconocer que Dios nos ama, se nos impone la ceniza porque nos sabemos frágiles, pero nos sabemos amados por Dios. La Ceniza debe de ser el signo por el cual nosotros sabemos que Dios nos ama, y que por ese amor todo es posible. Muchos podrían tener este signo sólo como una señal de su pecado, pero eso es una visión incompleta, pues debemos de ver que estamos llamados a un cambio por el amor, por la gracia de Dios y no por nuestras fuerzas o nuestros actos. Si el mismo Salmo habla primero de ese amor de Dios es porque experimentando eso, se puede iniciar la conversión. Si la cuaresma es un tiempo para meditar en nuestras vidas e iniciar un camino nuevo, sólo posible porque durante este tiempo nos descubrimos amados por Dios, y sin esta realidad, no es posible ni vivir la cuaresma y mucho menos la Pascua a la cual estamos llamados cada uno de nosotros.

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