Meditación con motivo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad
Ciclo /A/
Textos:
Exodo 34,4b-6.8-9
2 Corintios 13,11-13
San Juan 3,16-18
El día de hoy la Iglesia celebra esta festividad de la Santísima trinidad, una fiesta que nos recuerda que el Dios de los cristianos no es un Dios solitario, no es un Dios que vive encerrado en sí mismo, sino que es un Dios en comunión. Un Dios en tres personas. Tres personas que están íntimamente relacionadas en una vida comunitaria. Una realidad, la cual se ha ido desarrollando y meditando en la vida de la Iglesia a través del tiempo, no es precisamente el día para tratar de abarcar el misterio, y mucho menos de descubrir este desarrollo, más bien la Iglesia se detiene en este día para recordarnos el misterio de Dios y para entender nuestra misión delante de Dios.
Me parece el texto del evangelio nos quiere mostrar quien es Dios, como entender este misterio de Dios, y con ello nuestra vocación cristiana, y nuestra propia creación. El evangelio con una frase contundente nos muestra la naturaleza de Dios, la esencia de Dios que la misma Biblia concibe: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.»
Este versículo encierra el gran misterio de Dios. De entrada el verbo “amar” ofrece la pauta de todo el versículo. El texto dice que Dios amó. Curiosamente no dice “Dios ama” o “Dios ha amado” o “Dios amaba” o “Dios quiere amar” o “Dios amará”. No dice “Ama” porque no es una acción del presente; no dice tampoco “ha amado”, porque sería una acción que inicio en el pasado y se concluyó en el pasado; ni dice “amaba”, porque sería una acción que se inició en el pasado y sigue desarrollándose en el pasado; tampoco dice “Quiere amar”, pues sería un mero deseo, marcando que antes no había amor; y mucho menos dice “amará” dejando la expectativa de futuro, en la espera de un amor que se deberá realizar algún día.
El texto dice: “amó”, y con este tiempo verbal podría parecer a primera vista algo del pasado, sin embargo, en griego este modo del verbo, tiene una particular acción que no puede traducirse literalmente en nuestra lengua, pero indica una acción contundente que se llevó en el pasado y queda clausurada desde ese momento, y por tanto así como se llevó a cabo esa acción, así será siempre. Se decidió hacer así y así se quedará. Una acción que en el pasado se clausuró, no es que siga, o que se detenga, es una acción meramente puntual.
Quiere decir que Dios en un momento ama, y se queda ahí puntualmente, es un punto en la historia, Dios ama, y no hay más, no hay un cambio de opinión, Dios ama y basta. Esa es su esencia, esa es su acción definitiva, podríamos decir, en nuestras pobres palabras, Dios decidió amor y en ese amor se quedo, no hay más, no hay otra decisión, no hay que decir más. Ha optado por el amor y en el amor se quedó. Todo es amor, todo se vive desde el amor. Se queda clausurado, no hay más que decir, aquel que quiera acercarse a Dios, deberá entender que se capta desde el amor, Dios sólo ama, Dios vive para amar. Y eso mismo lo expresará más adelante el mismo san Juan en su primera carta cuando diga que «Dios es amor» y efectivamente lo es, porque en Dios sólo esta esa experiencia de amor, y un amor definitivo. Por tanto decir que “Dios amó”, equivale a decir que Dios ama desde siempre, y que no hay otro movimiento en él que no sea el amor.
Y es amor, tiene signos, es un amor definitivo es Dios, y que va mostrando signos de ese amor, de es la esencia que posee. En ese amor ha entregado a su único Hijo. Al decir que Dios entrega a su Hijo, muchas veces nos imaginamos algo tierno. Sin embargo pensemos bien en la acción, el texto dice que entrega al Hijo, es decir que la da, es una acción muy particular, se refiere a que lo que se da, lo que se ofrece o se concede e incluso puede tomar el significado de abandonar. Si nos detenemos un poco el verbo dar, se utiliza para dar un objeto, algo que se entrega, y este verbo indica precisamente eso, algo que se entrega, que se da, como un objeto que yo le doy a alguien. O bien algo que se ofrece, algo que se presenta para que se tomado. Incluso se puede referir a abandonar algo, en el sentido que se da algo, y ya no se pide de regreso; lo deja ahí, sin regresar a buscarlo. Por tanto, cuando dice que Dios entrega a su Hijo, se refiere a ese dar, que lo deja, que no lo retiene para sí, sino que lo abandona a su suerte.
Al escuchar esto uno podría de inmediato pensar en un absurdo, pues cómo aquel que es el amor, deja al hijo a su suerte. Y por ello el texto continúa. Lo entrega para que se tenga la vida eterna y no para que se muera. Se ha entregado al Hijo para que se tenga la vida definitiva. Dios quiere la salvación del hombre y por medio de la entrega de su Hijo, da esa salvación, lo da para que todos sean rescatados, y así no estén condenados a la muerte, Dios mismo da su vida en favor de los demás, a favor de la humanidad, puesto que el hombre está imposibilitado para salir de esa situación de muerte, es Dios Mismo quien lo hace dando la vida, mostrando así ese amor, y lo hace de una manera determinante, de una vez para siempre.
De ese modo el hombre puede acceder a una vida nueva. El texto dice una vida eterna, pero no se refiere simplemente a una vida en el más allá, pues muchas veces al escuchar el termino vida eterna, pensamos en una vida que va más allá de la muerte. Sin embargo, la vida que da Dios por medio del acto de salvación de su Hijo, es una vida definitiva, una vida que no es simplemente en el más allá, sino que comienza dese ahora, pues el hombre ahora está capacitado para vivir una vida distinta, una vida diferente, una vida en Dios, que se vive desde ahora, invitándonos a vivir desde esta nueva óptica, tomando un nuevo parámetro en la vida, viendo todo desde Dios, y así vivir desde la vida definitiva que Dios da, entrando a la vida en Dios, la vida del amor, ese amor que transforma, ese amor que es el acto definitivo de Dios.
Dios nos ama, y esa es la realidad que ilumina nuestras vidas, y que da sentido a la fe. Hoy al celebrar la fiesta de la Trinidad estamos invitados a ver esta realidad, a reconocer que Dios es amor, que Dios ha decidido amarnos, y ese amor lo ha llevado a crearnos y con ello, a darnos la salvación entregando a su único Hijo. Eso es lo que estamos llamados a entender, y empezar a vivir para introducirnos en esa vida definitiva que Dios nos da. Ciertamente el misterio de la Trinidad es hondo y profundo, que es complejo querer abordarlo, pero lo que si podemos empezar a penetrar y entender es el cimento básico de nuestra fe: Dios es amor, Dios ha decidido amarnos y en ese amor nos ha salvado, y por esa salvación podemos entrar en una vida definitiva, que inicia la transformación del hombre porque se sabe amado y es capaz de amor, pues ese amor de Dios me debe llevar a amar a los demás, desde nuestras fragilidades, pero con la capacidad de superarnos e iniciar esa transformación nueva en nuestra vida. Si dejamos que ese amor nos renueve e iniciamos ese camino para empezar a amar a los demás, desde esta dinámica de fe, entonces estaremos entendiendo lo más importante del misterio de la Trinidad: la dinámica de amor.
Ciclo /A/
Textos:
Exodo 34,4b-6.8-9
2 Corintios 13,11-13
San Juan 3,16-18
El día de hoy la Iglesia celebra esta festividad de la Santísima trinidad, una fiesta que nos recuerda que el Dios de los cristianos no es un Dios solitario, no es un Dios que vive encerrado en sí mismo, sino que es un Dios en comunión. Un Dios en tres personas. Tres personas que están íntimamente relacionadas en una vida comunitaria. Una realidad, la cual se ha ido desarrollando y meditando en la vida de la Iglesia a través del tiempo, no es precisamente el día para tratar de abarcar el misterio, y mucho menos de descubrir este desarrollo, más bien la Iglesia se detiene en este día para recordarnos el misterio de Dios y para entender nuestra misión delante de Dios.
Me parece el texto del evangelio nos quiere mostrar quien es Dios, como entender este misterio de Dios, y con ello nuestra vocación cristiana, y nuestra propia creación. El evangelio con una frase contundente nos muestra la naturaleza de Dios, la esencia de Dios que la misma Biblia concibe: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.»
Este versículo encierra el gran misterio de Dios. De entrada el verbo “amar” ofrece la pauta de todo el versículo. El texto dice que Dios amó. Curiosamente no dice “Dios ama” o “Dios ha amado” o “Dios amaba” o “Dios quiere amar” o “Dios amará”. No dice “Ama” porque no es una acción del presente; no dice tampoco “ha amado”, porque sería una acción que inicio en el pasado y se concluyó en el pasado; ni dice “amaba”, porque sería una acción que se inició en el pasado y sigue desarrollándose en el pasado; tampoco dice “Quiere amar”, pues sería un mero deseo, marcando que antes no había amor; y mucho menos dice “amará” dejando la expectativa de futuro, en la espera de un amor que se deberá realizar algún día.
El texto dice: “amó”, y con este tiempo verbal podría parecer a primera vista algo del pasado, sin embargo, en griego este modo del verbo, tiene una particular acción que no puede traducirse literalmente en nuestra lengua, pero indica una acción contundente que se llevó en el pasado y queda clausurada desde ese momento, y por tanto así como se llevó a cabo esa acción, así será siempre. Se decidió hacer así y así se quedará. Una acción que en el pasado se clausuró, no es que siga, o que se detenga, es una acción meramente puntual.
Quiere decir que Dios en un momento ama, y se queda ahí puntualmente, es un punto en la historia, Dios ama, y no hay más, no hay un cambio de opinión, Dios ama y basta. Esa es su esencia, esa es su acción definitiva, podríamos decir, en nuestras pobres palabras, Dios decidió amor y en ese amor se quedo, no hay más, no hay otra decisión, no hay que decir más. Ha optado por el amor y en el amor se quedó. Todo es amor, todo se vive desde el amor. Se queda clausurado, no hay más que decir, aquel que quiera acercarse a Dios, deberá entender que se capta desde el amor, Dios sólo ama, Dios vive para amar. Y eso mismo lo expresará más adelante el mismo san Juan en su primera carta cuando diga que «Dios es amor» y efectivamente lo es, porque en Dios sólo esta esa experiencia de amor, y un amor definitivo. Por tanto decir que “Dios amó”, equivale a decir que Dios ama desde siempre, y que no hay otro movimiento en él que no sea el amor.
Y es amor, tiene signos, es un amor definitivo es Dios, y que va mostrando signos de ese amor, de es la esencia que posee. En ese amor ha entregado a su único Hijo. Al decir que Dios entrega a su Hijo, muchas veces nos imaginamos algo tierno. Sin embargo pensemos bien en la acción, el texto dice que entrega al Hijo, es decir que la da, es una acción muy particular, se refiere a que lo que se da, lo que se ofrece o se concede e incluso puede tomar el significado de abandonar. Si nos detenemos un poco el verbo dar, se utiliza para dar un objeto, algo que se entrega, y este verbo indica precisamente eso, algo que se entrega, que se da, como un objeto que yo le doy a alguien. O bien algo que se ofrece, algo que se presenta para que se tomado. Incluso se puede referir a abandonar algo, en el sentido que se da algo, y ya no se pide de regreso; lo deja ahí, sin regresar a buscarlo. Por tanto, cuando dice que Dios entrega a su Hijo, se refiere a ese dar, que lo deja, que no lo retiene para sí, sino que lo abandona a su suerte.
Al escuchar esto uno podría de inmediato pensar en un absurdo, pues cómo aquel que es el amor, deja al hijo a su suerte. Y por ello el texto continúa. Lo entrega para que se tenga la vida eterna y no para que se muera. Se ha entregado al Hijo para que se tenga la vida definitiva. Dios quiere la salvación del hombre y por medio de la entrega de su Hijo, da esa salvación, lo da para que todos sean rescatados, y así no estén condenados a la muerte, Dios mismo da su vida en favor de los demás, a favor de la humanidad, puesto que el hombre está imposibilitado para salir de esa situación de muerte, es Dios Mismo quien lo hace dando la vida, mostrando así ese amor, y lo hace de una manera determinante, de una vez para siempre.
De ese modo el hombre puede acceder a una vida nueva. El texto dice una vida eterna, pero no se refiere simplemente a una vida en el más allá, pues muchas veces al escuchar el termino vida eterna, pensamos en una vida que va más allá de la muerte. Sin embargo, la vida que da Dios por medio del acto de salvación de su Hijo, es una vida definitiva, una vida que no es simplemente en el más allá, sino que comienza dese ahora, pues el hombre ahora está capacitado para vivir una vida distinta, una vida diferente, una vida en Dios, que se vive desde ahora, invitándonos a vivir desde esta nueva óptica, tomando un nuevo parámetro en la vida, viendo todo desde Dios, y así vivir desde la vida definitiva que Dios da, entrando a la vida en Dios, la vida del amor, ese amor que transforma, ese amor que es el acto definitivo de Dios.
Dios nos ama, y esa es la realidad que ilumina nuestras vidas, y que da sentido a la fe. Hoy al celebrar la fiesta de la Trinidad estamos invitados a ver esta realidad, a reconocer que Dios es amor, que Dios ha decidido amarnos, y ese amor lo ha llevado a crearnos y con ello, a darnos la salvación entregando a su único Hijo. Eso es lo que estamos llamados a entender, y empezar a vivir para introducirnos en esa vida definitiva que Dios nos da. Ciertamente el misterio de la Trinidad es hondo y profundo, que es complejo querer abordarlo, pero lo que si podemos empezar a penetrar y entender es el cimento básico de nuestra fe: Dios es amor, Dios ha decidido amarnos y en ese amor nos ha salvado, y por esa salvación podemos entrar en una vida definitiva, que inicia la transformación del hombre porque se sabe amado y es capaz de amor, pues ese amor de Dios me debe llevar a amar a los demás, desde nuestras fragilidades, pero con la capacidad de superarnos e iniciar esa transformación nueva en nuestra vida. Si dejamos que ese amor nos renueve e iniciamos ese camino para empezar a amar a los demás, desde esta dinámica de fe, entonces estaremos entendiendo lo más importante del misterio de la Trinidad: la dinámica de amor.
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