24/7/11

Buscar el auténtico tesoro

Meditación con motivo del XVII Domingo ordinario
Ciclo /A/

Textos:
1Reyes 3,5.7-12
Romanos 8,28-30
San Mateo 13,44-52

El hombre es un buscador por naturaleza, siempre busca algo nuevo, algo que le satisfaga, que le dé sentido a su vida. Siempre busca algo diferente, que le transforme, que le anime. Y cuando este espíritu de búsqueda se trunca, cuando el hombre se apoltrona en un estado y renuncia a buscar, porque ya no quiere, porque está cansado, o bien porque se ha acomodado lo suficiente como para querer buscar, su vida se destruye, no hay más horizontes que buscar en la vida. Por ello el hombre debe de seguir buscando constantemente en su vida, nunca creer que todo está acabado, nunca creer q todo se ha definido, siempre hay algo nuevo.
Muchas veces las relaciones con la pareja se vuelven monótonas, y dicen que ya nos e puede hacer nada, que el amor se acaba, pero no es así, falta buscadores, falta buscar siempre el amor, con nuevas categorías, con nuevas formas de expresarse. Lo importante es no rendirse, sino ponerse en el camino de la búsqueda. O bien cuando creemos que nuestra vida perdió el sentido, que nuestra vida no tiene nada que decir, que todo lo hemos hecho, que ya no podemos hacer nada; es el momento para levantarse y seguir adelante, y buscar, siempre hay algo nuevo, siempre desde la sencillez de nuestra vida hay una nueva expectativa, un nuevo horizonte que puede dar sentido a nuestras vidas. Siempre debemos levantarnos y seguir adelante en nuestras vidas.
Sobre esta idea de ser buscadores y de cómo serlo nos hablan las lecturas del día de hoy. En primer lugar el texto del evangelio nos pone de relieve esta idea. Nos habla de la búsqueda del tesoro enterado y de la perla, y podemos ver claramente como estos hombres dejan todo, pues han encontrado lo más preciado en su vida. Y vemos como se desgastan por ese tesoro, porque ese es el tesoro, la perla valiosa que le da sentido a su vida.
Esa Peral y ese tesoro son la imagen del Reino, que es lo que da la felicidad en su vida, que da sentido a todo. Son capaces de desprenderse para salir al encuentro de lo que realmente da sentido a su vida, se han topado con Dios y han dejado todo para encontrase con él. Y eso implica seguir buscando, no es que el tesoro lo encontró por casualidad, sino que busco y busco para poder dar con ese tesoro. Cuántas veces nosotros necesitamos encontrar ese tesoro en nuestras vidas, ese tesoro que le dé sentido, ese tesoro que a la base es Dios.
Cuantos deberían de escarbar y buscar el tesoro del amor en su relación, salir y ver como estar bien con su pareja. No basta con decir que siempre es así, o que nada se puede hacer, ni vale decir pues ahora me aguanto o le doy por su lado. Hoy más que nunca se necesitan gentes que busquen la experiencia del amor, que reanime su matrimonio, que renueve su relación. Encontrar ese tesoro que puede ser el dialogo, la convivencia, o de ponerle atención a la pareja que por diversas situaciones se olvidan, pero lo importante es que el hombre se proponga buscarlo. Lo importante es ponerse en movimiento y ver que se necesita para encontrar ese tesoro, un tesoro que une, que anima, un tesoro que finalmente tiene a la base la experiencia del amor que transforma y renueva todo.
O bien cuantas veces deberíamos buscar el tesoro de la felicidad en nuestra vida, cuántas veces por algún problema, alguna traición, alguna dificultad, creemos que nuestra vida no vale nada, que todo está perdido. Cuantas veces al experimentar la traición creemos que ya no vale la pena seguir confiando, o bien que no hay que seguir adelante para no ser nuevamente traicionados. O bien ante un problema, creemos que todo nuestro mundo se nos viene abajo, y así la desilusión, la tristeza, la soledad van haciendo que nuestra vida se vaya debilitando y perdiendo el sentido de todo. Es momento de ser buscadores de no creer que todo está perdido, salir y buscar nuevas oportunidades, salir y buscar nueva situaciones, nuevas amistades, nuevas confianzas, buscar el tesoro que está enterrado. Desde luego que esto no es sencillo, no es de golpe, sino que implica una búsqueda constante. No es fácil tener esa confianza de nuevo, no es fácil encontrar una nueva oportunidad, no es sencillo, pues el tesoro está enterrado, implica búsqueda, implica esfuerzo, implica paciencia, pero finalmente si somos atrevidos podremos encontrarlo, podremos ver ese tesoro que da sentido a nuestra vida. Siempre ser buscadores, nunca rendirse y haciendo lo mejor posible las cosas, con ánimo y generosidad
Sin embargo, al contemplar esta idea de los buscadores, hay que saber distinguir y ver qué hay de buscadores a buscadores. No todas las búsquedas son buenas, no todas nuestras empresas son lo más adecuado. Muchas veces para salir adelante buscamos por caminos equivocados, no buscamos lo que realmente deberíamos. Alguna persona podría decir que como en su matrimonio no le va bien va a buscar una amante, y ciertamente busca, pero no busca el verdadero tesoro, sólo busca falsos tesoros, busca cosas que surgen de la nada y que en realidad no están tan escondidos. Dice el dicho que no todo lo que brilla es oro, y es cierto, a lo mejor buscando algo de felicidad no vemos el verdadero tesoro, y sólo nos dejamos llevar por apariencias.
El evangelio de hoy nos invita a buscar a el tesoro, el autentico tesoro que es valioso, pero muchas veces no somos capaces de ver esto y sólo buscamos tesoros superficiales, que no valen la pena, sólo buscamos poder, lujos, influencias, mentiras, etc. No sabes a veces buscar, y ante eso, si bien el evangelio nos invita a ser buscadores, es también cierto que hay que saber buscar y sobre esa idea nos orienta la primera lectura del día de hoy.
El libro de los reyes nos sitúa en la época de transición del poder, el rey David a ha muerto y el heredero es Salomón, que era un jovencito en ese tiempo. Tendría alrededor de 13 o 14 años, y tiene la empresa de gobernar ese país. Seguramente esto debió causarle un gran temor, pues qué podría hacer un pobre jovencito con todo el imperio. Y justo en ese contexto podemos ver la hermosa oración que dirige hacia Dios: «Concede entonces a tu servidor un corazón que escuche.» Salomón pide un corazón que escuche, que sea capaz de discernir lo que Dios quiere, que escuche su voluntad, y capaz de escuchar al pueblo y sus necesidades; sólo así podrá guíar al Pueblo. Cabe aclarar que este texto generalmente está mal traducido, y se pone “Sabiduría de corazón”, “un corazón que discierna entre el bien y el mal”, “un corazón comprensivo”, pero esas traducciones son equivocadas, lo exacto es “un corazón que escuche”. Esa es la base de todo: escuchar.
En el fondo, el motor que mueve a alguien a buscar el verdadero tesoro es la escucha. Escuchando primero lo que nos dice nuestra propia historia, que puedo ver de mí vida, que puedo ver de mis éxitos, de mis fracasos, por qué suceden estas cosas, para aprender de esas situaciones. Por otro lado escuchar a Dios, descubrir que es lo que Dios nos quiere decir, que me pide, cómo ilumina nuestra vida. Y finalmente se necesita un corazón que escuche a los demás, escuchar que dicen los demás, qué dicen, qué opinan. Muchas veces podemos creer que sólo son quejas y podemos decir que siempre es lo mismo, pero no debe ser así, debemos escuchar y ver que hay en el fondo de eso, y así descubrir tal vez una pista, para ver hacia donde debo de moverme, hacia donde debo de caminar, y finalmente hacia dónde está ese tesoro escondido.
Oremos a Dios para que nunca decaigamos, y siempre tengamos ese espíritu de búsqueda, y sobre todo ese corazón que escucha, para saber guiar nuestros pasos hacia la felicidad, hacia el verdadero tesoro y la auténtica perla valiosa.

17/7/11

«…apareció la cizaña »

Meditación con motivo del XVI del tiempo ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Sabiduría 12,13.16-19
Romanos 8,26-27
San Mateo 13,24-43

Una de las realidades más complejas que se vive el hombre es la experiencia del mal, pues de alguna manera constantemente se ve afectado por esta realidad, y ante eso se eleva la súplica pues pareciera que todo pierde su sentido, pues pareciera que el mal contradice la experiencia del amor de Dios. Sin embargo, lo que sucede es que a veces no somos capaces de descubrir que no es el mal algo superior, sino que el mal es una realidad pequeña, pero sumamente llamativa que hace que nos olvidemos del bien. De esta manera si nosotros analizáramos bien nuestra jornada podríamos descubrir una enorme cantidad de cosas buenas que suceden en nuestra jornada diaria, pero basta que suceda alguna calamidad para que todo lo bueno que hemos vivido se arruine y pongamos nuestra mirada sólo en lo negativo.
EL mal es una realidad que existe pero es llamativa, vende, y es capaz de arruinar la vida de una persona. Por ello debemos abrir bien los ojos y descubrir que hay en nuestra vida, ver todo lo bueno que sucede en nuestra vida que a veces pasa desapercibido porque es normal, y nos acostumbramos a ello, pero el bien siempre es mayor.
Sin embargo, como es que aparece el mal en nuestra vida, cómo es q podemos ser capaces de hacer el mal en un momento determinado. EL evangelio del día de hoy parece ofrecer una respuesta a esta situación. Nos presenta el sembradío, pero de repente llega la cizaña. Pero la cizaña no es algo que aparece de la nada, no es que ya esté en el terreno, sino que es un factor externo. Alguien la siembra, pero ¿Por qué? Porque se han dormido todos. Cuando duermen aparece la cizaña.
En el fondo lo que el autor nos quiere mostrar es que el mal parece cuando nos dormimos, cuando no somos capaces de estar en vela. Cuántas veces nos dormimos y dejamos que entre la cizaña. Cuantas veces dejamos que un resentimiento vaya creciendo y se convierta en odio. Nos dormimos y no nos damos cuenta que eso va creciendo y se va haciendo cizaña en nuestra vida. Nos dormimos y dejamos que la envidia vaya creciendo. El mal va creciendo en nosotros porque vamos adormeciendo nuestra vida, dejamos que se adormezca nuestra conciencia.
Con esta parábola se relaciona con la que escuchábamos el domingo pasado. Mientras que el domingo anterior veíamos que el hombre debe ser un buen terreno y recibir la Palabra, venciendo de esa manera a los pájaros, a la superficialidad y las espinas, y así dar fruto, el día de hoy se nos coloca otra realidad, pues en ese terreno que va dando fruto hay otro peligro que puede ir creciendo junto con él: El mal, la cizaña. Que surge cuando nos dormimos, y aún dando fruto podemos dejar q ese fruto se pudra con experiencia de la cizaña.
Y al ver la cizaña inmediatamente nosotros podríamos pensar que Dios lo destruyera, tal y como los trabajadores lo dicen al amo: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero el amo no quiere. Y Dios no quiere destruir la cizaña, porque en el fondo todos tenemos algo de cizaña. Esta parábola nos enseña algo vital, no se trata de ver si soy trigo o soy cizaña, pues ambos crecen juntos, por lo tanto quiere decir que somos las dos cosas, nadie puede decir que sólo es trigo, o que sólo es cizaña. Somos una mezcla de los dos.
Si se eliminara el mal de tajo, seguramente nosotros seríamos eliminados a la par, pues siempre hacemos el mal, siempre dejamos que ese mal crezca en nosotros y lo hacemos en contra de los demás. Pero Dios lo deja, es paciente pues sabe que nosotros tenemos la capacidad de vencer nuestra cizaña, nuestro mal.
De aquí podemos ver entonces que Dios es paciente, pues espera de nosotros una renovación. Y justo sobre esto el Papa Benedicto XVI ha hablado, justo el día en el que iniciaba su pontificado: «No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores
Con esta expresión el Papa habla de la paciencia de Dios, una paciencia que ciertamente nos hace sufrir, pues Dios espera que el mal desparezca del corazón del hombre, pero al mismo tiempo es una paciencia que necesitamos para que cambiemos nuestro frágil corazón. Y sobre todo habla del camino de salvación, del camino que destruye el mal: «El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores.» El mundo se salva por el crucificado, es decir, sin hacer violencia. No se trata de arrancar la cizaña, eso es violencia, el mundo se salva con el amor, Cristo murió en la cruz por amor, y es el amor lo que vence la cizaña, lo que acaba con el mal en el corazón del hombre, lo que hace desaparecer la cizaña. Cuando el hombre deje que el amor trasforme su corazón y vea que es más valioso compartir, decir la verdad, ayudar y ser servicial, la cizaña cae, no puede ahogar el trigo. Sólo así la cizaña pierde su fuerza. Pidamos a Dios que nos de la capacidad de vencer nuestra cizaña, dejando que el amor crezca en nuestra vida.

10/7/11

La escucha de la Palabra

Meditación con motivo del XV Domingo ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Isaías 55,10-11
Romanos 8,18-23
San Mateo 13,1-23

Una de las realidades fundamentales del pueblo de Israel, por medio de las cuales entran en contacto y en relación con Dios, es sin lugar a dudas la Palabra. Si bien, el pueblo de Israel no entra en contacto con Dios por medio de imágenes, lo hace por medio de la escucha. El Pueblo vive de la escucha de la Palabra, Dios es quien se comunica con su Pueblo por medio de la Palabra. De ahí que el pueblo debe de escuchar constantemente a Dios. De hecho cuando el Pueblo no escucha esa Palabra incurre en un pecado. Porque en el fondo el pecado es precisamente un problema de escucha, si recordamos el relato del génesis Adán y Eva pecan, precisamente porque no escuchan a Dios, sino que escuchan a la serpiente, escuchan a una creatura y no escuchan a Dios. Y siempre es así, el hombre peca porque no es capaz de escuchar a Dios y comienza a escuchar otras cosas, otras realidades, en vez de escuchar lo que Dios le propone.
Por ello debemos de meditar hasta que punto nosotros somos capaces de escuchar la Palabra de Dios en nuestra vida, pues en medio de tantas situaciones, muchas veces no somos capaces de escuchar esa Palabra. Un medio por el cual nosotros podemos recibir esa Palabra es la celebración Eucarística, domingo a domingo se nos proclama la Palabra de Dios, se nos da a conocer que nos quiere decir Dios, pero muchas veces no somos lo suficientemente atentos para escuchar esa Palabra, pues nos distraemos con facilidad y no escuchamos lo que Dios nos quiere decir.
El evangelio del día de hoy nos presenta esta parábola sobre la importancia de la escucha de la Palabra. Nos habla de esto terrenos donde se siembra la semilla. Pero antes de profundizar en estos elementos fijemos nuestra atención en el sembrador, que comienza a arrojar la semilla de manera indiscriminada, comienza a lanzar a hacia todos lados los granos de la semilla, no se pone a ver si es un terreno bueno o no, sólo lanza la semilla. Con esto nos quiere dar a entender que Dios lanza su Palabra donde sea, no discrimina a nadie, no hace a un lado a ninguno, sabe que todos nosotros somos capaces de recibir esa Palabra. No importa q tipo de terreno sea, Dios sabe que es posible dar fruto, todos son capaces de recibir esa Palabra.
Ahora bien el primer terreno donde cae la semilla nos dice el texto que es el borde del camino. El borde del camino hace referencia a aquello que está en el camino, aquellos que no conocen a Dios, no han hecho camino con él, no conocen su Ley, no conocen su amor, están al borde. Por tanto, este sembrador sabe que aún aquellos que dicen no conocer a Dios, que niegan su existencia son también receptáculo de esta Palabra. Y una vez que la semilla cae, e topa con una dificultad: los pájaros. Los pájaros son el símbolo de las ideas paganas, de la mentalidad pagana que arranca la presencia de Dios. Los pájaros simbolizan la corrupción, la mentira que no concuerdan con la mentalidad de Dios y por ello, roban la semilla, pues esa mentalidad es contraria al proyecto de Dios. Cuantas veces la Palabra nos enseña a ser honestos y nosotros decimos “pues ya ni modo, todos roban ni modo que yo no lo haga”. Son las aves que roban la semilla de la Palabra.
El segundo terreno nos habla de la superficialidad ante la recepción de la Palabra. Nos dice el texto que tenían raíces muy superficiales, muy endebles y por ello el sol en un momento determinado quema a las plantas. Con esto se nos muestra que a veces la Palabra efectivamente crece, pero de una manera muy superficial, sólo crece por un momento, sólo crece por una emoción momentánea. Muchas veces podemos decir que vamos a cambiar, que vamos a ser diferentes, que vamos a cambiar nuestro carácter, que vamos a ser más serviciales, que vamos a cambiar ciertas actitudes. Pero con el paso de los días o de unas semanas descubrimos que no podemos, y nos damos por vencidos. Podemos ver que recibimos de manera superficial esa Palabra, pues nos motivo por un momento, pero luego cae.
En tercer lugar se muestra el terreno con espinas. Las espinas dentro de la Biblia son el símbolo del dolor, por tanto, la parábola nos habla de una situación compleja al escuchar la Palabra. Y es que repentinamente puede suscitarse en nuestra vida el dolor y eso puede hacernos caer en nuestro encuentro con la Palabra. Podemos escuchar la Palabra pero a veces aparecen las espinas del sufrimiento, de la soledad, de la enfermedad y eso nos hace vacilar al escuchar la Palabra. Podemos dejar de escuchar la Palabra y decir que Dios nos abandona, pues este dolor nos destruye, esta enfermedad me acaba, y con ello no escuchar la Palabra y no darnos cuenta como Dios se va manifestando aún en medio de esa situación difícil de la vida, sólo que el dolor no nos deja ver esa fuerza que Dios nos da y los signos que nos rodean, sólo nos limitamos a ver nuestro dolor. De esta manera las espinas pueden hacer que el hombre no reciba la Palabra, que quede truncado su mensaje al verse envuelto en medio de un dolor determinado en la vida.
Finalmente se habla de un cuarto terreno que efectivamente da fruto, es decir, fue capaz de escuchar la Palabra y dar frutos. Al escuchar la parábola muchos podemos caer en la tentación y tratar de localizar en cual terreno estamos. Pero esto no es así, en el fondo estos cuatro terrenos somos nosotros, pues siempre nos toparemos con las aves, siempre seremos superficiales al escucharla, siempre nos toparemos con las espinas, con el dolor en nuestra vida y también en varias ocasiones somos capaces de dar frutos. En el fondo estos cuatro terrenos, son las diversas etapas por las cuales pasamos para dejar que la Palabra de fruto en nosotros, tal vez estemos atorados en algún tipo de terreno, pero debemos caminar y ahuyentar esas aves, debemos esforzarnos y cavar profundo para no ser superficiales, debemos ser fuertes y vencer las espinas que rodean mi vida, y así comenzar a dar fruto.