10/7/11

La escucha de la Palabra

Meditación con motivo del XV Domingo ordinario
Ciclo /A/

Textos:
Isaías 55,10-11
Romanos 8,18-23
San Mateo 13,1-23

Una de las realidades fundamentales del pueblo de Israel, por medio de las cuales entran en contacto y en relación con Dios, es sin lugar a dudas la Palabra. Si bien, el pueblo de Israel no entra en contacto con Dios por medio de imágenes, lo hace por medio de la escucha. El Pueblo vive de la escucha de la Palabra, Dios es quien se comunica con su Pueblo por medio de la Palabra. De ahí que el pueblo debe de escuchar constantemente a Dios. De hecho cuando el Pueblo no escucha esa Palabra incurre en un pecado. Porque en el fondo el pecado es precisamente un problema de escucha, si recordamos el relato del génesis Adán y Eva pecan, precisamente porque no escuchan a Dios, sino que escuchan a la serpiente, escuchan a una creatura y no escuchan a Dios. Y siempre es así, el hombre peca porque no es capaz de escuchar a Dios y comienza a escuchar otras cosas, otras realidades, en vez de escuchar lo que Dios le propone.
Por ello debemos de meditar hasta que punto nosotros somos capaces de escuchar la Palabra de Dios en nuestra vida, pues en medio de tantas situaciones, muchas veces no somos capaces de escuchar esa Palabra. Un medio por el cual nosotros podemos recibir esa Palabra es la celebración Eucarística, domingo a domingo se nos proclama la Palabra de Dios, se nos da a conocer que nos quiere decir Dios, pero muchas veces no somos lo suficientemente atentos para escuchar esa Palabra, pues nos distraemos con facilidad y no escuchamos lo que Dios nos quiere decir.
El evangelio del día de hoy nos presenta esta parábola sobre la importancia de la escucha de la Palabra. Nos habla de esto terrenos donde se siembra la semilla. Pero antes de profundizar en estos elementos fijemos nuestra atención en el sembrador, que comienza a arrojar la semilla de manera indiscriminada, comienza a lanzar a hacia todos lados los granos de la semilla, no se pone a ver si es un terreno bueno o no, sólo lanza la semilla. Con esto nos quiere dar a entender que Dios lanza su Palabra donde sea, no discrimina a nadie, no hace a un lado a ninguno, sabe que todos nosotros somos capaces de recibir esa Palabra. No importa q tipo de terreno sea, Dios sabe que es posible dar fruto, todos son capaces de recibir esa Palabra.
Ahora bien el primer terreno donde cae la semilla nos dice el texto que es el borde del camino. El borde del camino hace referencia a aquello que está en el camino, aquellos que no conocen a Dios, no han hecho camino con él, no conocen su Ley, no conocen su amor, están al borde. Por tanto, este sembrador sabe que aún aquellos que dicen no conocer a Dios, que niegan su existencia son también receptáculo de esta Palabra. Y una vez que la semilla cae, e topa con una dificultad: los pájaros. Los pájaros son el símbolo de las ideas paganas, de la mentalidad pagana que arranca la presencia de Dios. Los pájaros simbolizan la corrupción, la mentira que no concuerdan con la mentalidad de Dios y por ello, roban la semilla, pues esa mentalidad es contraria al proyecto de Dios. Cuantas veces la Palabra nos enseña a ser honestos y nosotros decimos “pues ya ni modo, todos roban ni modo que yo no lo haga”. Son las aves que roban la semilla de la Palabra.
El segundo terreno nos habla de la superficialidad ante la recepción de la Palabra. Nos dice el texto que tenían raíces muy superficiales, muy endebles y por ello el sol en un momento determinado quema a las plantas. Con esto se nos muestra que a veces la Palabra efectivamente crece, pero de una manera muy superficial, sólo crece por un momento, sólo crece por una emoción momentánea. Muchas veces podemos decir que vamos a cambiar, que vamos a ser diferentes, que vamos a cambiar nuestro carácter, que vamos a ser más serviciales, que vamos a cambiar ciertas actitudes. Pero con el paso de los días o de unas semanas descubrimos que no podemos, y nos damos por vencidos. Podemos ver que recibimos de manera superficial esa Palabra, pues nos motivo por un momento, pero luego cae.
En tercer lugar se muestra el terreno con espinas. Las espinas dentro de la Biblia son el símbolo del dolor, por tanto, la parábola nos habla de una situación compleja al escuchar la Palabra. Y es que repentinamente puede suscitarse en nuestra vida el dolor y eso puede hacernos caer en nuestro encuentro con la Palabra. Podemos escuchar la Palabra pero a veces aparecen las espinas del sufrimiento, de la soledad, de la enfermedad y eso nos hace vacilar al escuchar la Palabra. Podemos dejar de escuchar la Palabra y decir que Dios nos abandona, pues este dolor nos destruye, esta enfermedad me acaba, y con ello no escuchar la Palabra y no darnos cuenta como Dios se va manifestando aún en medio de esa situación difícil de la vida, sólo que el dolor no nos deja ver esa fuerza que Dios nos da y los signos que nos rodean, sólo nos limitamos a ver nuestro dolor. De esta manera las espinas pueden hacer que el hombre no reciba la Palabra, que quede truncado su mensaje al verse envuelto en medio de un dolor determinado en la vida.
Finalmente se habla de un cuarto terreno que efectivamente da fruto, es decir, fue capaz de escuchar la Palabra y dar frutos. Al escuchar la parábola muchos podemos caer en la tentación y tratar de localizar en cual terreno estamos. Pero esto no es así, en el fondo estos cuatro terrenos somos nosotros, pues siempre nos toparemos con las aves, siempre seremos superficiales al escucharla, siempre nos toparemos con las espinas, con el dolor en nuestra vida y también en varias ocasiones somos capaces de dar frutos. En el fondo estos cuatro terrenos, son las diversas etapas por las cuales pasamos para dejar que la Palabra de fruto en nosotros, tal vez estemos atorados en algún tipo de terreno, pero debemos caminar y ahuyentar esas aves, debemos esforzarnos y cavar profundo para no ser superficiales, debemos ser fuertes y vencer las espinas que rodean mi vida, y así comenzar a dar fruto.

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