Meditación con motivo del XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/
Textos:
Ezequiel 18,25-28
Filipenses 2,1-11
San Mateo 21,28-32
Una de las características principales del ser humano que lo hacen único delante de los demás seres, y que le da la capacidad de orientar su vida hacia ciertas cosas o acciones, que le dan la capacidad de elegir, de acercarse o alejarse es la libertad. El hombre por naturaleza es libre, Dios desde que lo crea le da esta capacidad: Ser libre. Sin embrago esta característica es una realidad efímera en ciertos momentos, pues se puede perder con facilidad, y por un acto de libertad puede alejarse de ella y ser esclavo de alguna cosa. Si bien la libertad nos da la capacidad de elección, también es cierro que la libertad puede orillarnos a perderla, pues una mala elección puede hacernos esclavos y con ello dejar de ser libres.
Cuando se pierde la libertad el hombre se esclaviza a alguna realidad. Puede esclavizarse a algún vicio, a laguna persona, a alguna cosa, a alguna realidad. Hacerse eslavo conlleva por lo tanto, a depender de algo o alguien y no ser capaz de vivir sin ello. Y todo comienza a girar en torno a esto, sin ser capaz de dejarlo, o de vivir sin ello. Y entonces ya no se es libre, pues la vida vive desde un apego, pero no desde nuestras opciones, sino desde una poción, la cual se ha hecho necesaria y fundamental en la vida. Y esto se hace por una mala opción.
Esta manera de perder la libertad sin lugar a dudas se hace cuando no somos capaces de reconocer que es la libertad, muchas veces se mal entiende la libertad, y creemos que la libertad es simplemente hacer lo que queremos. Y la libertad no es simplemente hacer lo que uno quiere, sino saber lo que uno quiere, ser capaz de dirigir la vida y ello conlleva tener la capacidad de pensar y saber lo que se quiere, de lo contrario se puede equivocar el camino y con esto, perder el don de la libertad. En el fondo la libertad es una poción de vida, es la capacidad de saber dirigir la vida, sin ataduras, y dirigirla hacia lo que se busca, para encontrar el sentido de la historia, in limitarla a una realidad, sino encaminarla hacia una realización de la propia vida, siendo siempre capaz de orientase y de caminar, sin detenerse por algo superficial.
De este modo, hablamos del hombre como un ser libre. Un ser que ha sido creado por Dios y ante eso podemos descubrir en la libertad del hombre una característica más de Idos, una característica que desborda nuestros pensamientos y nuestra manera de comprender a Dios. Si bien la semana pasada con la primera de las parábolas de la viña veíamos a Dios como aquel que nos necesita, ahora vemos a Dios como aquel que nos ama y respeta nuestra libertad.
“Dios que respeta la libertad del hombre” Es una afirmación un tanto compleja, pues al escuchar hablar de Dios pensamos inmediatamente en aquel que domina todo y aquel que manda y exige que se hagan ciertas cosas, que está por encima del hombre y es quien manda para que el hombre le sirva, sin embargo el Dios de la biblia es aquel que respeta al hombre, que respeta su libertad, no es que obligue a los hombres a hacer ciertas cosas, o que los incline a realizar ciertas actividades, sino que el Dios de la Biblia es aquel que respeta la libertad del hombre. Y esta libertad es extraordinaria, pues es una libertad que puede hacer al hombre acercarse a Dios o bien alejarse de él, y rechazarlo, anunciar públicamente que no tiene fe. Y Dios lo respeta. Que don tan grande nos da Dios, que incluso se le puede rechazar, y así lo respeta Dios.
Y es justo lo que nos presenta la parábola. En primer lugar nos dice que Dios es padre, y pide que vayan a su viña a sus hijos. Por tanto, el dinamismo de la relación con Dios es una relación entre un hijo y su Padre, Dios no ha creado como hijos, y como hijos que aman al Padre, pide un favor: «Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.» Como hemos dicho la viña es el símbolo del pueblo de Dios, ir a la viña significa sobre todo ir a formar parte del pueblo, ir a formar parte de la construcción de una civilización del amor, ir a construir un mundo más justo, donde seas capaz de iniciar el perdón, donde ayudes y venzas tu egoísmo, donde des un mensaje de esperanza a los demás. Ir a la viña es lo que quiere Dios, y ante eso sólo espera que respondamos y hagamos lo que debemos.
Podemos descubrir como Dios respeta la libertad del hombre, pues no dice que el Padre obligue al hijo, no le dice “ve o te castigo”, sino que solamente les pide ir. Ellos dan su respuesta y toman una acción. Y curiosamente sus respuestas no coinciden con sus obras, pues uno dice que si, sólo lo habla, sólo lo dice, pero al final decide no ir, sólo quiso darle por su parte al padre; en cambio el otro decididamente le dice que no quiere ir, pero finalmente se arrepiente y decide ir, decide cambiar su rumbo. Y el Padre no aparece más en la parábola, él sólo ha hecho la invitación, y será el hombre con su libertad el que decida ir.
Lo importante son dos cosas. En primer lugar Dios hace la invitación, nadie queda excluido de esta realidad, y esperando que el hombre haga un buen uso de su libertad y responda al llamado. Y en segundo lugar no se deja llevar por las apariencias, no se deja guiar por las respuestas, sino que es capaz de esperar, no se queda con la respuesta que se da de inmediato, sino que confía que el hombre puede cambiar y puede decidir ir a la viña, puede cambiar y puede iniciar un cambio en su vida, por ello la parábola concluye diciendo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.» Mostrando que todos pueden cambiar de vida y decidir entrar al dinamismo de Dios, todos pueden entrar a la viña y cambiar su vida. Incluso aquellos que de primera instancia dijeron que no, pueden cambiar su vida, siempre hay tiempo para encaminar la propia historia y enderezar nuestros rumbos.
Él nos ama como somos, nos ama con nuestra libertad, y porque nos sabe libres, sabe esperar y confía que cambiaremos nuestra vida y entremos a la viña. Y al entra nuestra viña mejoremos nuestro carácter, mejoremos nuestros pensamientos, mejoremos nuestra relación con los demás, y así vayamos dando auténticamente frutos en la viña del Señor.Dios nos ha creado libres, lo importante es saber conservar esa libertad y dirigir nuestros pasos, hacia un rumbo donde esa libertad crezca, donde esa libertad sea autentica, donde nuestra vida no quede atada a un resentimiento, a un objeto material, a un odio desmedido, a una hipocresía de la vida, a un vicio que corroe nuestra vida y nuestro corazón. Entrar a la viña es optar por Dios y empezar a ser libres dejando de lado aquello que nos daña y transformando nuestra vida y la de los demás. Puede ser que a veces nos que equivoquemos, y no queramos ir, pero podemos corregir el camino, ver que nos hemos hechos esclavos de tantas cosas, hoy es el momento de ir a la viña e iniciar así una transformación, y ser auténticamente libres. Siempre hay tiempo, y siempre lo hay pues Dios me ama como mi libertad y confía que algún día vaya a la viña.
Ciclo /A/
Textos:
Ezequiel 18,25-28
Filipenses 2,1-11
San Mateo 21,28-32
Una de las características principales del ser humano que lo hacen único delante de los demás seres, y que le da la capacidad de orientar su vida hacia ciertas cosas o acciones, que le dan la capacidad de elegir, de acercarse o alejarse es la libertad. El hombre por naturaleza es libre, Dios desde que lo crea le da esta capacidad: Ser libre. Sin embrago esta característica es una realidad efímera en ciertos momentos, pues se puede perder con facilidad, y por un acto de libertad puede alejarse de ella y ser esclavo de alguna cosa. Si bien la libertad nos da la capacidad de elección, también es cierro que la libertad puede orillarnos a perderla, pues una mala elección puede hacernos esclavos y con ello dejar de ser libres.
Cuando se pierde la libertad el hombre se esclaviza a alguna realidad. Puede esclavizarse a algún vicio, a laguna persona, a alguna cosa, a alguna realidad. Hacerse eslavo conlleva por lo tanto, a depender de algo o alguien y no ser capaz de vivir sin ello. Y todo comienza a girar en torno a esto, sin ser capaz de dejarlo, o de vivir sin ello. Y entonces ya no se es libre, pues la vida vive desde un apego, pero no desde nuestras opciones, sino desde una poción, la cual se ha hecho necesaria y fundamental en la vida. Y esto se hace por una mala opción.
Esta manera de perder la libertad sin lugar a dudas se hace cuando no somos capaces de reconocer que es la libertad, muchas veces se mal entiende la libertad, y creemos que la libertad es simplemente hacer lo que queremos. Y la libertad no es simplemente hacer lo que uno quiere, sino saber lo que uno quiere, ser capaz de dirigir la vida y ello conlleva tener la capacidad de pensar y saber lo que se quiere, de lo contrario se puede equivocar el camino y con esto, perder el don de la libertad. En el fondo la libertad es una poción de vida, es la capacidad de saber dirigir la vida, sin ataduras, y dirigirla hacia lo que se busca, para encontrar el sentido de la historia, in limitarla a una realidad, sino encaminarla hacia una realización de la propia vida, siendo siempre capaz de orientase y de caminar, sin detenerse por algo superficial.
De este modo, hablamos del hombre como un ser libre. Un ser que ha sido creado por Dios y ante eso podemos descubrir en la libertad del hombre una característica más de Idos, una característica que desborda nuestros pensamientos y nuestra manera de comprender a Dios. Si bien la semana pasada con la primera de las parábolas de la viña veíamos a Dios como aquel que nos necesita, ahora vemos a Dios como aquel que nos ama y respeta nuestra libertad.
“Dios que respeta la libertad del hombre” Es una afirmación un tanto compleja, pues al escuchar hablar de Dios pensamos inmediatamente en aquel que domina todo y aquel que manda y exige que se hagan ciertas cosas, que está por encima del hombre y es quien manda para que el hombre le sirva, sin embargo el Dios de la biblia es aquel que respeta al hombre, que respeta su libertad, no es que obligue a los hombres a hacer ciertas cosas, o que los incline a realizar ciertas actividades, sino que el Dios de la Biblia es aquel que respeta la libertad del hombre. Y esta libertad es extraordinaria, pues es una libertad que puede hacer al hombre acercarse a Dios o bien alejarse de él, y rechazarlo, anunciar públicamente que no tiene fe. Y Dios lo respeta. Que don tan grande nos da Dios, que incluso se le puede rechazar, y así lo respeta Dios.
Y es justo lo que nos presenta la parábola. En primer lugar nos dice que Dios es padre, y pide que vayan a su viña a sus hijos. Por tanto, el dinamismo de la relación con Dios es una relación entre un hijo y su Padre, Dios no ha creado como hijos, y como hijos que aman al Padre, pide un favor: «Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña.» Como hemos dicho la viña es el símbolo del pueblo de Dios, ir a la viña significa sobre todo ir a formar parte del pueblo, ir a formar parte de la construcción de una civilización del amor, ir a construir un mundo más justo, donde seas capaz de iniciar el perdón, donde ayudes y venzas tu egoísmo, donde des un mensaje de esperanza a los demás. Ir a la viña es lo que quiere Dios, y ante eso sólo espera que respondamos y hagamos lo que debemos.
Podemos descubrir como Dios respeta la libertad del hombre, pues no dice que el Padre obligue al hijo, no le dice “ve o te castigo”, sino que solamente les pide ir. Ellos dan su respuesta y toman una acción. Y curiosamente sus respuestas no coinciden con sus obras, pues uno dice que si, sólo lo habla, sólo lo dice, pero al final decide no ir, sólo quiso darle por su parte al padre; en cambio el otro decididamente le dice que no quiere ir, pero finalmente se arrepiente y decide ir, decide cambiar su rumbo. Y el Padre no aparece más en la parábola, él sólo ha hecho la invitación, y será el hombre con su libertad el que decida ir.
Lo importante son dos cosas. En primer lugar Dios hace la invitación, nadie queda excluido de esta realidad, y esperando que el hombre haga un buen uso de su libertad y responda al llamado. Y en segundo lugar no se deja llevar por las apariencias, no se deja guiar por las respuestas, sino que es capaz de esperar, no se queda con la respuesta que se da de inmediato, sino que confía que el hombre puede cambiar y puede decidir ir a la viña, puede cambiar y puede iniciar un cambio en su vida, por ello la parábola concluye diciendo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.» Mostrando que todos pueden cambiar de vida y decidir entrar al dinamismo de Dios, todos pueden entrar a la viña y cambiar su vida. Incluso aquellos que de primera instancia dijeron que no, pueden cambiar su vida, siempre hay tiempo para encaminar la propia historia y enderezar nuestros rumbos.
Él nos ama como somos, nos ama con nuestra libertad, y porque nos sabe libres, sabe esperar y confía que cambiaremos nuestra vida y entremos a la viña. Y al entra nuestra viña mejoremos nuestro carácter, mejoremos nuestros pensamientos, mejoremos nuestra relación con los demás, y así vayamos dando auténticamente frutos en la viña del Señor.Dios nos ha creado libres, lo importante es saber conservar esa libertad y dirigir nuestros pasos, hacia un rumbo donde esa libertad crezca, donde esa libertad sea autentica, donde nuestra vida no quede atada a un resentimiento, a un objeto material, a un odio desmedido, a una hipocresía de la vida, a un vicio que corroe nuestra vida y nuestro corazón. Entrar a la viña es optar por Dios y empezar a ser libres dejando de lado aquello que nos daña y transformando nuestra vida y la de los demás. Puede ser que a veces nos que equivoquemos, y no queramos ir, pero podemos corregir el camino, ver que nos hemos hechos esclavos de tantas cosas, hoy es el momento de ir a la viña e iniciar así una transformación, y ser auténticamente libres. Siempre hay tiempo, y siempre lo hay pues Dios me ama como mi libertad y confía que algún día vaya a la viña.