Meditación con motivo del XIV Domingo de tipo Ordinario
Ciclo /C/
Ciclo /C/
Textos:
Isaías 66,10-14
Gálatas 6,14-18
San Lucas 10,1-12.17-20
Hoy en día podemos ver cómo va creciendo la tristeza por la vida, la soledad, el desamparo, cuántas personas viven rodeadas de tristezas y amarguras, de desesperaciones. Podemos ver como en varios ambientes los problemas van creciendo, ya sea de índole afectiva, social o económica. Se puede constatar como hay un miedo por la inseguridad que propician las instituciones. En fin, podemos ser testigos que hay un desencanto por la vida, pues vivimos, porque no nos queda de otra, pareciera que uno debe seguir en medio del trajín de la vida, sin saber qué hacer, sin saber hacia dónde caminar. Puede ser que nosotros a veces nos sintamos así, o bien alguien cercano a ostros, sienta lo mismo. Pero ¿qué hacer ante eso?
El evangelio del día de hoy nos da una respuesta. Encontramos a Jesús que realiza una misión con 72 discípulos, y antes en el capitulo nueve Jesús había enviado a los Doce, ahora manda a los 72. Pero ¿Por qué 72? ¿Qué representa este número? Dentro del pensamiento judío creían que existían alrededor de 70/72 culturas además de las suyas, de ahí que los 72 representen a los países extranjeros. La misión de los 72, hala de una misión anticipada a todas las culturas, de una misión universal, pues a todos debe llegar el mensaje del evangelio. Mientras que la misión de los Doce ejemplificaba la misión al Pueblo de Israel (pues los Doce recuerdan las Doce tribus de Israel), los 72 representan a la humanidad entera y con ello, el llamado a crear una humanidad nueva.
El texto nos habla de esta manera a cada uno de nosotros a reconocer que hay u n mensaje que debe escucharse por todo el mundo. Un mensaje que debe ser escuchado, pues da la renovación al mundo entero, y por ello la urgencia de Jesús por mandarlos, para que todos conozcan este mensaje de salvación. La urgencia se debe a que Dios quiere entrar en nuestras vidas, Dios quiere estar presente en nuestra historia y con ello quiere darnos un mensaje esperanza.
En medio de un mundo que pierde la esperanza, el sentido de la vida, que vive cargada de desilusión, pareciera que anunciar este mensaje evangélico es la respuesta, anunciar que Dios está en medio de nosotros, anunciar que no todo está perdido, que Dios nos guía, nos acompaña. Pero ¿Quién debe hacer este anuncio? EL texto habla de 72, y por l tanto refiere que es un mensaje para la humanidad, pero es la misma humanidad quien debe hacerlo, es una misión de todos. Cada uno de notros está llamado a hacer esta misión.
Quizá a escuchar esto podríamos llenarnos de temor, de miedo, puesto que no sabríamos como hacer esta misión. ¿Cómo poder anunciar el evangelio? El mismo texto parece darnos algunas pistas: «No lleven dinero, ni alforja, ni sandalias.» Qué quiere decir esto, ¿por qué Jesús da estas instrucciones? Cada una de estas cosas simboliza una realidad profunda en el evangelio de san Lucas.
El dinero representa el poder económico, quiere decir que para anunciar el Reino no es necesario lo económico. Anunciar el Reino de Dios no implica la capacidad de tenerse atado al dinero, no es de comprar, ni de vender, el Evangelio se anuncia con la propia vida, no depende de lo que se tenga, no depende de lo que se gane a nivel económico. Además Si se llevara dinero entonces nuestra confianza estaría puesta sólo en él, y no en Dios. Se podría creer que con nuestras riquezas solucionaríamos y consolaríamos a todos, pero no con el mensaje del Evangelio. N>o llevar dinero implica reconocer que nuestra única riqueza es Jesús, no hay más, no hay otra cosa que nos haga felices sino sólo él, y esa es la riqueza que portamos y compartimos, esa es la riqueza que nos levanta y nos ayuda, esa es la riqueza que efectivamente da sentido a la historia. No es dinero lo que se requiere para sustentar el sentido de la vida del hombre, sino la experiencia de Jesús, lo que contagia, alegra, y da sentido al caminar del hombre y esa es la riqueza que se debe anunciar. Es la riqueza del amor, del perdón, de la paz, de la concordia, que habita en cada uno de nosotros.
En segundo lugar dice que no se lleve la alforja, que servía para guardar cosas, el reino se anuncia sin guardarse nada, sin retenerse cosas para sí mismo, eso es la alforja. No es posible compartir el Evangelio si nosotros nos guardamos cosas, si no compartimos todo lo que somos. Guardar cosas no se refiere simplemente a lo material, sino a nuestra vida, a nuestro ser, nuestra interioridad, eso es lo que importa. Anunciar el Reino es demostrar quienes somos, dará conocer nuestra vida, nuestra historia, todo lo que vamos viviendo eso es lo que importa, eso es lo que debe de ayudarnos. El anuncio del evangelio consiste en compartir nuestra vida, todo lo que somos, y eso da sentido a la historia del hombre. Mostar quienes somos con nuestras fragilidades y grandezas, y mostrando lo grande que Dios ha hecho en nuestra vida, eso es lo que compartimos. Además de compartir nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestra escucha, nuestra vida para ayudar y dar sentido a aquel que lo ha perdido todo.
Finalmente dice que no se lleve sandalias, las sandalias en esas tierras n necesarias, pues es un lugar cálido y desértico, de ahí que no es posible emprender el camino sin ellas. Si Jesús manifiesta que no se debe llevar sandalias significa que no debe de ser sus pasos lo que guíen estos caminos., sino Jesús. No son nuestras seguridades las que llevan a cabo el caminar por la vida, sino Dios y sólo él. A veces creemos que son nuestros caminos los que debemos seguir y no vemos lo que Dios nos muestra, no descubrimos el camino que nos trae. Anunciar el Reino es dejar que él vaya mostrándonos lo que requiere de nuestra vida, caminar por las sendas que él propone, sabiendo que sólo él es nuestra fortaleza para seguir adelante.
Con estas instrucciones Jesús trata de dar a entender cuáles son los parámetros de la misión, pues la misión no se basa en lo que tenemos, sino en la actitud de desprendimiento, confiando sólo en él, que es nuestra riqueza y camino, dando sentido a nuestra vida. Muchas veces creemos que debemos conocer cantidad de cosas para anunciar el evangelio, siendo que lo fundamental es la experiencia de Dios en nuestra vida. Dese luego que hay que preparase, pero lo fundamental es nuestra experiencia de Dios, no se basa simplemente en lo meramente intelectual, sino en la sencillez de nuestra vida unida a Dios, nosotros debemos trasmitir eso, nuestra cercanía con Dios. No se basa simplemente tener grandes equipos, sino partir de la sencillez de nuestra vida, de nuestra cercanía con él.
Ciertamente pude darnos miedo anunciar el evangelio, pero no es otra cosa sino anunciarlo en donde estamos con nuestra familia, con nuestras amistades, y no sólo de palabras, no sólo de doctrinas, sino principalmente con nuestro testimonio. Anunciar que Cristo es nuestra riqueza, demostrando que tenemos todo, que él es quien nos da la paz. No guardar nada y demostrar al mundo lo que somos, que vean nuestra sencillez, pero sobre todo nuestra alegría pues finalmente es fruto de nuestra experiencia de Dios, es fruto de nuestra vida en Dios. Y esa alegría es lo que el mundo necesita, esa alegría es lo que el mundo requiere, una alergia por la vida, por su historia, por todo lo que Dios puede hacer en su vida colmándola de esperanzas, ciertamente que hay tristezas y desilusiones en la vida, pero también es cierto que hay un mensaje que podemos anunciar para colmar de esperanzas al hombre de hoy, el mensaje de Dios que toca y transforma nuestro corazón. Esa alegría que ya anunciaba el profeta Isaías en la primera lectura: «¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman!»
Esa alegría que transforma todo: «Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas.» Una alegría que nutre y da vida al hombre, un río de prosperidad, es decir un río de ánimo, de fuerza para seguir adelante, llegará la riqueza porque Dios está con ellos, porque Dios es el sentido de todo, y finalmente dice el texto que los niños serán acariciados en las rodillas, esto significa que es un pueblo que tiene hijos, y por lo tanto es una promesa de futuro. La alegría de Dios remite al futuro, a no ver que todo acaba, que todo se derrumba, sino que hay futuro, hay promesa de vida, hay capacidad para ponerse en marcha y seguir adelante, sin detenernos, sin claudicar, Dios está en nosotros y podemos anunciar este gozo para transformar nuestra vida, nuestra familia, nuestra sociedad, porque este mensaje ha de llegar a todos si permitimos que Dios toque nuestra historia.
Isaías 66,10-14
Gálatas 6,14-18
San Lucas 10,1-12.17-20
Hoy en día podemos ver cómo va creciendo la tristeza por la vida, la soledad, el desamparo, cuántas personas viven rodeadas de tristezas y amarguras, de desesperaciones. Podemos ver como en varios ambientes los problemas van creciendo, ya sea de índole afectiva, social o económica. Se puede constatar como hay un miedo por la inseguridad que propician las instituciones. En fin, podemos ser testigos que hay un desencanto por la vida, pues vivimos, porque no nos queda de otra, pareciera que uno debe seguir en medio del trajín de la vida, sin saber qué hacer, sin saber hacia dónde caminar. Puede ser que nosotros a veces nos sintamos así, o bien alguien cercano a ostros, sienta lo mismo. Pero ¿qué hacer ante eso?
El evangelio del día de hoy nos da una respuesta. Encontramos a Jesús que realiza una misión con 72 discípulos, y antes en el capitulo nueve Jesús había enviado a los Doce, ahora manda a los 72. Pero ¿Por qué 72? ¿Qué representa este número? Dentro del pensamiento judío creían que existían alrededor de 70/72 culturas además de las suyas, de ahí que los 72 representen a los países extranjeros. La misión de los 72, hala de una misión anticipada a todas las culturas, de una misión universal, pues a todos debe llegar el mensaje del evangelio. Mientras que la misión de los Doce ejemplificaba la misión al Pueblo de Israel (pues los Doce recuerdan las Doce tribus de Israel), los 72 representan a la humanidad entera y con ello, el llamado a crear una humanidad nueva.
El texto nos habla de esta manera a cada uno de nosotros a reconocer que hay u n mensaje que debe escucharse por todo el mundo. Un mensaje que debe ser escuchado, pues da la renovación al mundo entero, y por ello la urgencia de Jesús por mandarlos, para que todos conozcan este mensaje de salvación. La urgencia se debe a que Dios quiere entrar en nuestras vidas, Dios quiere estar presente en nuestra historia y con ello quiere darnos un mensaje esperanza.
En medio de un mundo que pierde la esperanza, el sentido de la vida, que vive cargada de desilusión, pareciera que anunciar este mensaje evangélico es la respuesta, anunciar que Dios está en medio de nosotros, anunciar que no todo está perdido, que Dios nos guía, nos acompaña. Pero ¿Quién debe hacer este anuncio? EL texto habla de 72, y por l tanto refiere que es un mensaje para la humanidad, pero es la misma humanidad quien debe hacerlo, es una misión de todos. Cada uno de notros está llamado a hacer esta misión.
Quizá a escuchar esto podríamos llenarnos de temor, de miedo, puesto que no sabríamos como hacer esta misión. ¿Cómo poder anunciar el evangelio? El mismo texto parece darnos algunas pistas: «No lleven dinero, ni alforja, ni sandalias.» Qué quiere decir esto, ¿por qué Jesús da estas instrucciones? Cada una de estas cosas simboliza una realidad profunda en el evangelio de san Lucas.
El dinero representa el poder económico, quiere decir que para anunciar el Reino no es necesario lo económico. Anunciar el Reino de Dios no implica la capacidad de tenerse atado al dinero, no es de comprar, ni de vender, el Evangelio se anuncia con la propia vida, no depende de lo que se tenga, no depende de lo que se gane a nivel económico. Además Si se llevara dinero entonces nuestra confianza estaría puesta sólo en él, y no en Dios. Se podría creer que con nuestras riquezas solucionaríamos y consolaríamos a todos, pero no con el mensaje del Evangelio. N>o llevar dinero implica reconocer que nuestra única riqueza es Jesús, no hay más, no hay otra cosa que nos haga felices sino sólo él, y esa es la riqueza que portamos y compartimos, esa es la riqueza que nos levanta y nos ayuda, esa es la riqueza que efectivamente da sentido a la historia. No es dinero lo que se requiere para sustentar el sentido de la vida del hombre, sino la experiencia de Jesús, lo que contagia, alegra, y da sentido al caminar del hombre y esa es la riqueza que se debe anunciar. Es la riqueza del amor, del perdón, de la paz, de la concordia, que habita en cada uno de nosotros.
En segundo lugar dice que no se lleve la alforja, que servía para guardar cosas, el reino se anuncia sin guardarse nada, sin retenerse cosas para sí mismo, eso es la alforja. No es posible compartir el Evangelio si nosotros nos guardamos cosas, si no compartimos todo lo que somos. Guardar cosas no se refiere simplemente a lo material, sino a nuestra vida, a nuestro ser, nuestra interioridad, eso es lo que importa. Anunciar el Reino es demostrar quienes somos, dará conocer nuestra vida, nuestra historia, todo lo que vamos viviendo eso es lo que importa, eso es lo que debe de ayudarnos. El anuncio del evangelio consiste en compartir nuestra vida, todo lo que somos, y eso da sentido a la historia del hombre. Mostar quienes somos con nuestras fragilidades y grandezas, y mostrando lo grande que Dios ha hecho en nuestra vida, eso es lo que compartimos. Además de compartir nuestro tiempo, nuestra amistad, nuestra escucha, nuestra vida para ayudar y dar sentido a aquel que lo ha perdido todo.
Finalmente dice que no se lleve sandalias, las sandalias en esas tierras n necesarias, pues es un lugar cálido y desértico, de ahí que no es posible emprender el camino sin ellas. Si Jesús manifiesta que no se debe llevar sandalias significa que no debe de ser sus pasos lo que guíen estos caminos., sino Jesús. No son nuestras seguridades las que llevan a cabo el caminar por la vida, sino Dios y sólo él. A veces creemos que son nuestros caminos los que debemos seguir y no vemos lo que Dios nos muestra, no descubrimos el camino que nos trae. Anunciar el Reino es dejar que él vaya mostrándonos lo que requiere de nuestra vida, caminar por las sendas que él propone, sabiendo que sólo él es nuestra fortaleza para seguir adelante.
Con estas instrucciones Jesús trata de dar a entender cuáles son los parámetros de la misión, pues la misión no se basa en lo que tenemos, sino en la actitud de desprendimiento, confiando sólo en él, que es nuestra riqueza y camino, dando sentido a nuestra vida. Muchas veces creemos que debemos conocer cantidad de cosas para anunciar el evangelio, siendo que lo fundamental es la experiencia de Dios en nuestra vida. Dese luego que hay que preparase, pero lo fundamental es nuestra experiencia de Dios, no se basa simplemente en lo meramente intelectual, sino en la sencillez de nuestra vida unida a Dios, nosotros debemos trasmitir eso, nuestra cercanía con Dios. No se basa simplemente tener grandes equipos, sino partir de la sencillez de nuestra vida, de nuestra cercanía con él.
Ciertamente pude darnos miedo anunciar el evangelio, pero no es otra cosa sino anunciarlo en donde estamos con nuestra familia, con nuestras amistades, y no sólo de palabras, no sólo de doctrinas, sino principalmente con nuestro testimonio. Anunciar que Cristo es nuestra riqueza, demostrando que tenemos todo, que él es quien nos da la paz. No guardar nada y demostrar al mundo lo que somos, que vean nuestra sencillez, pero sobre todo nuestra alegría pues finalmente es fruto de nuestra experiencia de Dios, es fruto de nuestra vida en Dios. Y esa alegría es lo que el mundo necesita, esa alegría es lo que el mundo requiere, una alergia por la vida, por su historia, por todo lo que Dios puede hacer en su vida colmándola de esperanzas, ciertamente que hay tristezas y desilusiones en la vida, pero también es cierto que hay un mensaje que podemos anunciar para colmar de esperanzas al hombre de hoy, el mensaje de Dios que toca y transforma nuestro corazón. Esa alegría que ya anunciaba el profeta Isaías en la primera lectura: «¡Alégrense con Jerusalén y regocíjense a causa de ella, todos los que la aman!»
Esa alegría que transforma todo: «Yo haré correr hacia ella la prosperidad como un río, y la riqueza de las naciones como un torrente que se desborda. Sus niños de pecho serán llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas.» Una alegría que nutre y da vida al hombre, un río de prosperidad, es decir un río de ánimo, de fuerza para seguir adelante, llegará la riqueza porque Dios está con ellos, porque Dios es el sentido de todo, y finalmente dice el texto que los niños serán acariciados en las rodillas, esto significa que es un pueblo que tiene hijos, y por lo tanto es una promesa de futuro. La alegría de Dios remite al futuro, a no ver que todo acaba, que todo se derrumba, sino que hay futuro, hay promesa de vida, hay capacidad para ponerse en marcha y seguir adelante, sin detenernos, sin claudicar, Dios está en nosotros y podemos anunciar este gozo para transformar nuestra vida, nuestra familia, nuestra sociedad, porque este mensaje ha de llegar a todos si permitimos que Dios toque nuestra historia.
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