6/2/11

Testimonio: Sal y luz

Meditación del V Domingo del Tiempo Ordinario
Ciclo /A/


Textos:
Isaías 58,7-10
1Corintios 2,1-5
San Mateo 5,13-16

Siempre que se habla de la vida cristiana y de sus múltiples conceptos, la principal característica que se aborda al respecto es sobre la importancia de dar testimonio. Incluso el mismo Papa Pablo VI decía: «El mundo tiene necesidad de testigos más que de maestros», marcando de ese modo que, la base del cristianismo no está simplemente en dar anuncios o bellos discursos, sino en la importancia de dar testimonio.
Y ciertamente esto es un punto vital, sin embargo ¿Cómo es posible dar testimonio de la vida de fe? Se habla tanto de esto, pero cuál es el parámetro para dar este testimonio, de dónde surge esa capacidad para dar testimonio. Me parece que ese parámetro se nos presenta de una manera extraordinaria en el texto del evangelio del día de hoy. Jesús ha comenzado la predicación del sermón de la montaña, ha presentado las bienaventuranzas como el pórtico que manifiesta la identidad cristiana e inmediatamente habla del dar testimonio de la vida cristiana y para ello utiliza dos imágenes: Sal y luz.
«Ustedes son la sal de la tierra.» ¿Qué significa ser sal? Dentro de la tradición bíblica podemos encontrar diversos pasajes que hablan de la sal, con significados muy precisos, que nos pueden ayudar a comprender estas palabras de Jesús.
La sal tiene diversos significados a lo largo de la Escritura, conocerlos un poco implica acercarse al significado de estas palabras. Meditemos en dos aspectos. En el libro de los números, por ejemplo, se habla de poner sal como signo de la alianza (Nm 18,19), una práctica que después del exilo se seguirá haciendo, pues se coloca la sal en las ofrendas como signo de ese vinculación con Dios. Por otro lado, la sal dentro de la vida común es un signo de conservación. Pero también la sal sirve pata que los alimentos no se corrompan.
A la luz de esto, Si Jesús dice que somos la sal, quiere decir que somos llamados a ser signos de alianza. Debemos llevar a los hombres hacia el encuentro con Dios. Debemos mostrar que Dios no nos deja, sino que está cercano a nosotros. Nuestra vida, debe ayudar a los demás a encontrase con Dios. Jesús nos está llamando a ser sal de la tierra, nos está llamando a ser signos de unión con Dios, de llevar a los hombres al encuentro con Dios, no se puede ser auténtico discípulo, sino se lleva al encuentro con Dios. Si yo analizo mi vida, mis palabras, mis acciones, mi modo de ser, hasta que punto soy realmente signo de unión, hasta que punto soy un signo de que Dios está conmigo y lo puedo acercar a los demás.
Por otro lado, la sal evita la corrupción, por lo tanto si el discípulo está llamado a ser sal, implica que debe de quitar la corrupción. Así como la sal evita que los alimentos no se corrompan, también el creyente debe evitar que la humanidad se corrompa. Ser sal se convierte entonces en una misión en donde todos estamos llamados a quitar la corrupción del mundo. Es decir, estamos llamados a quitar todo aquello que va haciendo de la sociedad algo descompuesto.
De esta manera ser sal implica comenzar a ser honesto, a vivir en la verdad, en el encuentro con los otros. Ser sal es ayudar a descubrir a los demás, a partir de mi propia experiencia que se puede verificar, lo que hace daño, lo que perjudica a la vida, lo que acaba con los verdaderos sentimientos.
Dar testimonio por lo tanto es comenzar a ser sal en medio del mundo, es comenzar a ser un signo de Dios, a mostrar que Dios está cerca de mi vida, y para ello debo de ser capaz de descubrir que Dios está realmente en mi vida. Y por ende quitar todo aquello que me corrompe y no me ayuda a superarme.
Cuando nosotros somos sal, somos capaces de hacer fecunda la vida de los demás, somos capaces de acercarle a Dios y de evitar la corrupción en medio del mundo. Entonces podemos vivir la segunda imagen que Jesús nos presenta: Ser luz, ser signo de la presencia de Dios en medio de la historia. La luz es un signo de salvación, si estamos llamados a ser luz quiere decir que estamos llamados a partir de nuestra cercanía con Dios y quitando todo elemento de corrupción, podemos iluminar la vida de los demás, podemos mostrar que Dios está en notros y por tanto, podemos ser mensajeros de salvación para el mundo.
Estamos llamados a ser es luz del mundo, que sólo es posible en la medida en la que soy sal. Esto es así, pues no es posible ser luz e iluminar la vida de los demás, si no me doy cuenta y ayudo a otros a descubrir a Dios en medio de la vida. Sería absurdo querer iluminar a los demás, cuando ni siquiera me siento cerca de Dios, si no soy capaz de verlo, ni de entender su Palabra. No es posible iluminar a otros, si no quito los elementos de corrupción. ¿Cómo iluminar a otros si vivo en la mentira, si estoy chantajeando a los demás, si busco el poder y estar bien con mi fama? Eso es imposible, realmente estamos apagados, no somos auténticamente luz.
Claro que ese acercar a Dios, y por tanto quitar la corrupción, que es la luz auténtica, no es una luz muy llamativa para el hombre de nuestros tiempos, puesto que muchas veces esa corrupción, esa mentira, esa destrucción, esos engaños son parte de su ‘modus vivendi’, y no le conviene anunciar esto, incluso parecería un absurdo querer quitar la corrupción del hombre a partir de la verdad y la misericordia, de la solidaridad y la humildad. Estas cosas no son llamativas, sin embargo esos son los criterios del evangelio, esas son las características vitales, esas son finalmente la verdadera sabiduría de la que habla san Pablo en la segunda lectura, cuando invita a la comunidad de Corinto: «No basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.» Y esa sabiduría finalmente es la de la cruz, al de la entrega, la del amor, que en el fondo es la sal que fecunda la tierra, que nos acerca a Dios redimiéndonos de todo pecado y que es la fuerza para vencer toda corrupción que tiene a la raíz el odio y el egoísmo.
Dejemos que esta Sabiduría de Dios, que es la vivencia del amor sea quien sacuda nuestra vida y haga de nosotros ser conscientes de que estamos llamados a ser sal y así ser esa luz que Jesús necesita en medio del mundo. Pues sólo así se puede ser ese testigo, sólo así se puede dar testimonio de la vida de la fe, sin esto, lejos de ser un testimonio, sólo será una prédica más, un concepto más, pero no una fuerza capaz de transformarlo todo.

2 comentarios:

  1. Jesús dice que los Cristianos debemos ser la sal de la tierra. Nos indica que no caigamos en la corrupción ni nos dejemos llevar por el odio, la envidia, el engaño, la ira,... etc. tan frecuente en la sociedad en que vivimos; ya que si caemos en cualquiera de estos, en lugar de ser como la sal para conservar la comida, echaremos a perder la comida.

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  2. PADRE, PORÉSO NUESTRA RELIGIÓN ES ÚNICA Y BELLA. PORQUE COPN JESÚS Y MA SANTÍSIMA VÍRGEN, PODEMOS REALIZAR AÚN LO QUE A SIMPLE VISTA SE VE COMO IMPOSIBLE: PODEMOS PERDONAR; AMAR, AÚN A QUIEN NOS HA HECHO DAÑO; CONVERTIRNOS, A PESAR DE NUESTRAS GRANDES FALLAS. PODEMOS REALIZAR LO QUE PARA OTROS SE VERÍA COMO IMPOSIBLE, COMO LOCURA.¡SÍ PODEMOS SER LA SAL DE LA TIERRA Y LA LUZ DEL MUNDO!
    ¡CON DIOS, TODO LO PODEMOS!

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