Meditación con motivo del II Domingo de Pascua
Ciclo /A/
Textos:
Hechos 2,42-47
1San Pedro 1,3-9
San Juan 20,19-31
Una de los deseos del hombre que busca constantemente en su vida es la capacidad de vivir en comunión y armonía con los demás, el hombre en general no busca la división, sino que busca estar bien con los que le rodean. Sin embargo en el caminar de su vida se topa con dificultades, se topa con adversidades que las demás personas le presentan a lo largo de su vida, ye so hace que se dividan, que se distancien, y por tanto no vivir en comunión.
Esta falta de comunión comienza con los más cercanos, en la familia, pues muchas veces los hijos no se siente en total armonía con los padres, pues los ven distantes, que no les interesa sus problemas, que se sienten incomprendidos, que no los conocen realmente y eso lleva a una división al interno de la familia, provocando una falta de unidad y comunión en el seno familiar. Por otro lado, los papás que no son capaces de ver a sus hijos y no captan lo que ellos necesitan, incluso los ven como rebeldes, y ello causa otra división. Esto nos lleva a ver que la falta de diálogo, que el estar en contacto con otros y trata de entenderlos puede ser una de las causas de esta falta de comunión.
Y por supuesto esta búsqueda de comunión la podemos buscar también en el lugar donde nos desarrollamos, con los vecinos, con los compañeros de trabajo, pero muchas veces se interponen otros intereses, y en lugar de buscar la armonía se busca el protagonismo, se busca el ser primero en todo, el estar en un buen lugar, sin importar lo que los otros piensen, o necesiten y eso crea rivalidades, crea diferencias y por tanto separaciones. O bien la indiferencia que hace que uno se aísle de algunos y así seguir adelante sin vivir en ese espíritu de comunión.
Y esta falta de comunión con los demás la podemos ver precisamente en la falta de interés por los demás, o bien centrándonos en nuestras propias ocupaciones o intereses, o incluso si entablar un diálogo que primita el encuentro con los demás, encerrándonos en el egoísmo, en la indiferencia a lo que el otro necesita y viéndome sólo a mí. Pero también, quizás una razón más es el no aceptarnos. Y es que muchas veces con nosotros mismos, pues en muchas ocasiones los problemas comienzan porque somos nosotros los que no nos aceptamos. Y precisamente al no aceptarnos en algo empezamos a ver que otros no son así y eso causa envidias, eso causa distanciamientos con los demás, que se provoque una división. O bien por no aceptarnos, olvidamos que los demás sí que nos aceptan como somos y eso provoca que en lugar de ver como los demás nos aceptan y nos quieren, nos separemos.
Esa falta de comunión desintegra y rompe tantas cosas que no permite seguir adelante. Y justo el cristianismo, la vida dinámica desde la fe está llamada a buscar esa comunión, una comunión que no surge sólo por las propias fuerzas, sino que surge por la fuerza del resucitado. Podemos ver esta comunión en los apóstoles que están reunidos y Jesús se le s aparece en el evangelio, y podemos ver como hay esa fuerza de comunión aún en Tomás que si bien no estuvo en el momento de la resurrección y le cuesta trabajo creer, sigue unido a ellos. Es una comunión, una comunidad que se va forjando. Pero el texto que habla de esta comunión de una manera especial es el texto de la primera lectura en la cual debemos centrar nuestra mirada el día de hoy.
Este texto de la primera lectura, que se nos presenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles pertenece a uno de tres sumarios en donde se habla de la vida en comunión, en donde se nos presenta el ideal de la vida en comunión y coloca los elementos para vivir en comunión dentro de la Comunidad, dando las bases para mostrarnos cuales son los elementos que nos vinculan como Iglesia, y al mismo tiempo coloca bases para que esa comunión sea extendida a los demás ámbitos. Las bases de la comunidad son cuatro, detengámonos analizar cada una de ellas.
En primer lugar debemos aclarar que estas actividades están unidas por una expresión que se traduce como asiduamente, es decir, las actividades que la comunidad cristiana realiza, las hace de manera asidua, las hace con perseverancia mostrando la actitud de dedicación constante y ocupada de la comunidad, la comunidad realiza estas actividades de modo constante. Esta expresión manifiesta que estas actividades son centrales para la comunidad y por esa razón las van realizando siempre, pues no es posible vivir en la dimensión cristiana sin tener en cuenta esto. De este modo san Lucas nos muestra que son estas notas que coloca no se puede hablar de vida cristiana de ahí que deban llevarse a cabo con frecuencia, para que la comunidad adquiera su sentido auténtico.
El primer elemento de la vida cristiana es «escuchar la enseñanza de los Apóstoles.» Con esta expresión de “enseñanza” el autor se refiere a la profundización de la doctrina una vez que se ha dado la fe inicial. Esto implica una relectura de los textos bíblicos con el fin de conocer la enseñanza de Jesús. Podría decirse que esta actividad remite a un crecimiento y una maduración en la profundización de la Palabra, una interiorización que los apóstoles hacen a partir del encargo que les dio Jesús.
Esto nos lleva a considerar que la comunidad vive de la escucha y profundización de la Palabra, no es posible hablar de Iglesia sin hablar de la Palabra. La comunidad cristina vive de su adhesión y profundización de la Palabra. Cuando la comunidad deja de escuchare esta Palabra o bien deja de profundizar en ella se pierde todo el sentido de la vida cristiana, pues la fe se sustenta en esta adhesión al mensaje de la Palabra de Dios. No hay fe sin este acoger la Palabra en la vida.
Cuando se acoge la Palabra entones el creyente puede tener un camino por el cual dirigir sus pasos, un camino por el cual puede andar a la luz del evangelio, a la luz de la vida misma de fe, pues la fe se alimenta de esa Palabra. Si Palabra, no hay fe, ni dirección en la vida. De tal manera que la Palabra nos ilumina a cada uno de nosotros para ir cambiando en nuestra vida, para ir dirigiendo nuevamente nuestros pasaos al encuentro de Dios, y para vivir en la dinámica que Dios nos dice. Quiere decir que si escuchamos la Palabra realmente en nuestras vidas entonces podemos iluminar nuestra vida y buscar la unión entre nuestros hermanos, en nuestra familia, iluminados por esa Palabra. Por esta razón, cada domingo la Iglesia se reúne para escuchar esa Palabra y dejar que ilumine su vida, y si deja que esa Palabra la toque es capaz de transformar su vida y empezar a ser vinculo de unión desde la fuerza de la fe.
En segundo lugar dice el texto que ellos «participan en la vida común.» Al hablar aquí de vida en común san Lucas utiliza un término llamado ‘koinonia’. En el griego clásico, koinonia se utiliza para designar una asociación o consorcio, y dentro del Nuevo Testamento está relacionado con la idea básica de "compañerismo". Es la unión profunda entre los creyentes, que comparten su fe y se ayudan mutuamente para seguir adelante, para caminar juntos, que caminan a la par, apoyándose mutuamente, siendo signo de solidaridad, pero sobretodo de amistad entre ellos.
Esto nos muestra que no es posible la vida de Iglesia sin la solidaridad y la amistad entre los diferentes miembros, por esta razón la comunidad participa de esta fraternidad entre ellos. Esto se vuelve una invitación para cada uno de nosotros para empezar a genera lazos de solidaridad y de amistad con los demás. Muchas veces en la familia no existe eso. Existe una figura de autoridad, existen reglas que deben de vivir los diferentes miembros de la familia, pero no hay lazos de amistad que los unan, de tal manera que con el tiempo o con las circunstancias dejando de ayudarse y de ver por el bien de los otros. Y esto se ve a veces entre hermanos que no se ayudan porque no hay esa amistad, o entre los esposos, que se ven como pareja, pero no como amigos que se apoyan mutuamente.
En tercer lugar la comunidad debe de «participar en la fracción del pan.» Esto remite fundamentalmente a la Eucaristía, a la vida sacramental, pues por medio de este acto se realiza una celebrativo de la fe. Así como la comunidad debe vivir de la escucha de la Palabra y así alimentar su fe, la fe también debe celebrarse, debe de actualizarse, y el signo de esto es la fracción del Pan. Con este término se le llamaba a la eucaristía al inicio de la vida de la Iglesia, pues como su nombre lo indica se partía el pan, se fraccionaba, como un signo de compartir las cosas. Incluso se hacía al finalizar la celebración una convivencia en donde ese compartía todo.
Esto implica que la comunidad debe de vivir del momento celebrativo, pues ahí se actualiza la fe. No es sólo una mera asistencia a una misa dominical, sino es el momento en donde la fe se celebra, en donde se hace presente el sentido de la fe cristiana, donde la fe deja de ser algo meramente abstracto y así se convierte en algo celebrativo, en algo que se actualiza. Por ejemplo, cuando se celebra el día de la madre, ese día se hace un momento celebrativo pues se actualiza la realidad de la maternidad y su importancia dentro de la familia. En la eucaristía se debería ver una actualización del misterio de Cristo, reconociendo a través de la Palabra y el sacramento el donde amor en medio de nosotros, pero a veces queda mucho por hacer en este campo.
Pero centremos en una realidad que es vital en este actualizar, que es el en encuentro de la comunidad que parte el pan. Y este actualizar se lleva a cabo en el compartir el pan, en el encuentro con los demás. De eta manera estamos llamados a ser compartidos con los otros. La vida en comunidad se puede vivir cuando se comparte lo que se tiene. Cuando se ayudan entre los mismos miembros de la familia, cuando uno le explica al otro, cuando el otro comparte su tiempo para escuchar al que tiene un problema o se ve un poco distante. Cuando cada quién hace lo que le corresponde ya sí se ayudan y se complementan, así se vive la unidad.
Y finalmente la cuarta característica es el «participar en las oraciones.» Con esta se nos invita a reconocer que la comunidad dialoga con Dios por medio de la oración. La oración se vuelve en un elemento de vida espiritual. La oración se vuelve un cimiento sin el cual no hay comunidad, pues no se es capaz de dialogar con Dios, y ello implicaría un distanciamiento de Dios. Así como es necesario encontrarse con los demás, también lo es encontrarse con Dios por medio de la oración. De este modo es Dios que se relaciona con el hombre y el hombre que se relaciona con Dios. Sería necesario que así, como la comunidad se reúne para orar, también en la familia ore, para que entren juntos en relación con Dios.
De este modo se pueden ver los cuatro fundamentos de vida cristiana, que son fundamentos de unidad en los diversos ambientes y que son necesarios para que a la luz de la fe, son necesarios para una vida de unidad: La escucha de la Palabra, la capacidad de hacer amistad con los demás, el compartir la vida y lo que somos y una vida de oración.
Ciclo /A/
Textos:
Hechos 2,42-47
1San Pedro 1,3-9
San Juan 20,19-31
Una de los deseos del hombre que busca constantemente en su vida es la capacidad de vivir en comunión y armonía con los demás, el hombre en general no busca la división, sino que busca estar bien con los que le rodean. Sin embargo en el caminar de su vida se topa con dificultades, se topa con adversidades que las demás personas le presentan a lo largo de su vida, ye so hace que se dividan, que se distancien, y por tanto no vivir en comunión.
Esta falta de comunión comienza con los más cercanos, en la familia, pues muchas veces los hijos no se siente en total armonía con los padres, pues los ven distantes, que no les interesa sus problemas, que se sienten incomprendidos, que no los conocen realmente y eso lleva a una división al interno de la familia, provocando una falta de unidad y comunión en el seno familiar. Por otro lado, los papás que no son capaces de ver a sus hijos y no captan lo que ellos necesitan, incluso los ven como rebeldes, y ello causa otra división. Esto nos lleva a ver que la falta de diálogo, que el estar en contacto con otros y trata de entenderlos puede ser una de las causas de esta falta de comunión.
Y por supuesto esta búsqueda de comunión la podemos buscar también en el lugar donde nos desarrollamos, con los vecinos, con los compañeros de trabajo, pero muchas veces se interponen otros intereses, y en lugar de buscar la armonía se busca el protagonismo, se busca el ser primero en todo, el estar en un buen lugar, sin importar lo que los otros piensen, o necesiten y eso crea rivalidades, crea diferencias y por tanto separaciones. O bien la indiferencia que hace que uno se aísle de algunos y así seguir adelante sin vivir en ese espíritu de comunión.
Y esta falta de comunión con los demás la podemos ver precisamente en la falta de interés por los demás, o bien centrándonos en nuestras propias ocupaciones o intereses, o incluso si entablar un diálogo que primita el encuentro con los demás, encerrándonos en el egoísmo, en la indiferencia a lo que el otro necesita y viéndome sólo a mí. Pero también, quizás una razón más es el no aceptarnos. Y es que muchas veces con nosotros mismos, pues en muchas ocasiones los problemas comienzan porque somos nosotros los que no nos aceptamos. Y precisamente al no aceptarnos en algo empezamos a ver que otros no son así y eso causa envidias, eso causa distanciamientos con los demás, que se provoque una división. O bien por no aceptarnos, olvidamos que los demás sí que nos aceptan como somos y eso provoca que en lugar de ver como los demás nos aceptan y nos quieren, nos separemos.
Esa falta de comunión desintegra y rompe tantas cosas que no permite seguir adelante. Y justo el cristianismo, la vida dinámica desde la fe está llamada a buscar esa comunión, una comunión que no surge sólo por las propias fuerzas, sino que surge por la fuerza del resucitado. Podemos ver esta comunión en los apóstoles que están reunidos y Jesús se le s aparece en el evangelio, y podemos ver como hay esa fuerza de comunión aún en Tomás que si bien no estuvo en el momento de la resurrección y le cuesta trabajo creer, sigue unido a ellos. Es una comunión, una comunidad que se va forjando. Pero el texto que habla de esta comunión de una manera especial es el texto de la primera lectura en la cual debemos centrar nuestra mirada el día de hoy.
Este texto de la primera lectura, que se nos presenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles pertenece a uno de tres sumarios en donde se habla de la vida en comunión, en donde se nos presenta el ideal de la vida en comunión y coloca los elementos para vivir en comunión dentro de la Comunidad, dando las bases para mostrarnos cuales son los elementos que nos vinculan como Iglesia, y al mismo tiempo coloca bases para que esa comunión sea extendida a los demás ámbitos. Las bases de la comunidad son cuatro, detengámonos analizar cada una de ellas.
En primer lugar debemos aclarar que estas actividades están unidas por una expresión que se traduce como asiduamente, es decir, las actividades que la comunidad cristiana realiza, las hace de manera asidua, las hace con perseverancia mostrando la actitud de dedicación constante y ocupada de la comunidad, la comunidad realiza estas actividades de modo constante. Esta expresión manifiesta que estas actividades son centrales para la comunidad y por esa razón las van realizando siempre, pues no es posible vivir en la dimensión cristiana sin tener en cuenta esto. De este modo san Lucas nos muestra que son estas notas que coloca no se puede hablar de vida cristiana de ahí que deban llevarse a cabo con frecuencia, para que la comunidad adquiera su sentido auténtico.
El primer elemento de la vida cristiana es «escuchar la enseñanza de los Apóstoles.» Con esta expresión de “enseñanza” el autor se refiere a la profundización de la doctrina una vez que se ha dado la fe inicial. Esto implica una relectura de los textos bíblicos con el fin de conocer la enseñanza de Jesús. Podría decirse que esta actividad remite a un crecimiento y una maduración en la profundización de la Palabra, una interiorización que los apóstoles hacen a partir del encargo que les dio Jesús.
Esto nos lleva a considerar que la comunidad vive de la escucha y profundización de la Palabra, no es posible hablar de Iglesia sin hablar de la Palabra. La comunidad cristina vive de su adhesión y profundización de la Palabra. Cuando la comunidad deja de escuchare esta Palabra o bien deja de profundizar en ella se pierde todo el sentido de la vida cristiana, pues la fe se sustenta en esta adhesión al mensaje de la Palabra de Dios. No hay fe sin este acoger la Palabra en la vida.
Cuando se acoge la Palabra entones el creyente puede tener un camino por el cual dirigir sus pasos, un camino por el cual puede andar a la luz del evangelio, a la luz de la vida misma de fe, pues la fe se alimenta de esa Palabra. Si Palabra, no hay fe, ni dirección en la vida. De tal manera que la Palabra nos ilumina a cada uno de nosotros para ir cambiando en nuestra vida, para ir dirigiendo nuevamente nuestros pasaos al encuentro de Dios, y para vivir en la dinámica que Dios nos dice. Quiere decir que si escuchamos la Palabra realmente en nuestras vidas entonces podemos iluminar nuestra vida y buscar la unión entre nuestros hermanos, en nuestra familia, iluminados por esa Palabra. Por esta razón, cada domingo la Iglesia se reúne para escuchar esa Palabra y dejar que ilumine su vida, y si deja que esa Palabra la toque es capaz de transformar su vida y empezar a ser vinculo de unión desde la fuerza de la fe.
En segundo lugar dice el texto que ellos «participan en la vida común.» Al hablar aquí de vida en común san Lucas utiliza un término llamado ‘koinonia’. En el griego clásico, koinonia se utiliza para designar una asociación o consorcio, y dentro del Nuevo Testamento está relacionado con la idea básica de "compañerismo". Es la unión profunda entre los creyentes, que comparten su fe y se ayudan mutuamente para seguir adelante, para caminar juntos, que caminan a la par, apoyándose mutuamente, siendo signo de solidaridad, pero sobretodo de amistad entre ellos.
Esto nos muestra que no es posible la vida de Iglesia sin la solidaridad y la amistad entre los diferentes miembros, por esta razón la comunidad participa de esta fraternidad entre ellos. Esto se vuelve una invitación para cada uno de nosotros para empezar a genera lazos de solidaridad y de amistad con los demás. Muchas veces en la familia no existe eso. Existe una figura de autoridad, existen reglas que deben de vivir los diferentes miembros de la familia, pero no hay lazos de amistad que los unan, de tal manera que con el tiempo o con las circunstancias dejando de ayudarse y de ver por el bien de los otros. Y esto se ve a veces entre hermanos que no se ayudan porque no hay esa amistad, o entre los esposos, que se ven como pareja, pero no como amigos que se apoyan mutuamente.
En tercer lugar la comunidad debe de «participar en la fracción del pan.» Esto remite fundamentalmente a la Eucaristía, a la vida sacramental, pues por medio de este acto se realiza una celebrativo de la fe. Así como la comunidad debe vivir de la escucha de la Palabra y así alimentar su fe, la fe también debe celebrarse, debe de actualizarse, y el signo de esto es la fracción del Pan. Con este término se le llamaba a la eucaristía al inicio de la vida de la Iglesia, pues como su nombre lo indica se partía el pan, se fraccionaba, como un signo de compartir las cosas. Incluso se hacía al finalizar la celebración una convivencia en donde ese compartía todo.
Esto implica que la comunidad debe de vivir del momento celebrativo, pues ahí se actualiza la fe. No es sólo una mera asistencia a una misa dominical, sino es el momento en donde la fe se celebra, en donde se hace presente el sentido de la fe cristiana, donde la fe deja de ser algo meramente abstracto y así se convierte en algo celebrativo, en algo que se actualiza. Por ejemplo, cuando se celebra el día de la madre, ese día se hace un momento celebrativo pues se actualiza la realidad de la maternidad y su importancia dentro de la familia. En la eucaristía se debería ver una actualización del misterio de Cristo, reconociendo a través de la Palabra y el sacramento el donde amor en medio de nosotros, pero a veces queda mucho por hacer en este campo.
Pero centremos en una realidad que es vital en este actualizar, que es el en encuentro de la comunidad que parte el pan. Y este actualizar se lleva a cabo en el compartir el pan, en el encuentro con los demás. De eta manera estamos llamados a ser compartidos con los otros. La vida en comunidad se puede vivir cuando se comparte lo que se tiene. Cuando se ayudan entre los mismos miembros de la familia, cuando uno le explica al otro, cuando el otro comparte su tiempo para escuchar al que tiene un problema o se ve un poco distante. Cuando cada quién hace lo que le corresponde ya sí se ayudan y se complementan, así se vive la unidad.
Y finalmente la cuarta característica es el «participar en las oraciones.» Con esta se nos invita a reconocer que la comunidad dialoga con Dios por medio de la oración. La oración se vuelve en un elemento de vida espiritual. La oración se vuelve un cimiento sin el cual no hay comunidad, pues no se es capaz de dialogar con Dios, y ello implicaría un distanciamiento de Dios. Así como es necesario encontrarse con los demás, también lo es encontrarse con Dios por medio de la oración. De este modo es Dios que se relaciona con el hombre y el hombre que se relaciona con Dios. Sería necesario que así, como la comunidad se reúne para orar, también en la familia ore, para que entren juntos en relación con Dios.
De este modo se pueden ver los cuatro fundamentos de vida cristiana, que son fundamentos de unidad en los diversos ambientes y que son necesarios para que a la luz de la fe, son necesarios para una vida de unidad: La escucha de la Palabra, la capacidad de hacer amistad con los demás, el compartir la vida y lo que somos y una vida de oración.
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