26/2/12

«...le empuja al desierto»

Meditación con motivo del I Domingo de cuaresma
Ciclo /B/

Textos:
Génesis 9,8-15
1 San Pedro 3,18-22
San Marcos 1,12-15

El camino de la cuaresma es un camino que debe llegar a la fiesta de la resurrección, pero ello implica iniciar un camino que nos permita efectivamente alcanzar esta resurrección. Como ya se marcaba en la reflexión del miércoles de ceniza, este tiempo no es de tristeza, sino de alegría porque vamos al encuentro de la fiesta pascual, a través de diversas prácticas. Sin embrago, es necesario profundizar en los diversos medios que existen dentro del camino espiritual para alcanzar esta meta.
El día de hoy el evangelio nos propone un tema fundamental para iniciar este itinerario de la cuaresma, a aportar de dos ideas fundamentales.
La primera de ellas la coloca el texto cuando nos dice: «Enseguida el espíritu le empuja al desierto.» San Marcos nos indica que el espíritu empuja a Jesús hacia el desierto. Este verbo es importante porque manifiesta una cierta violencia, lo lleva a empujones, no nos dice que lo lleva de paseo, que lo conduce al desierto, como algunas traducciones lo dicen, sino que manifiesta que es empujado, es violentamente arrojado hacia el desierto. Este verbo: “Empujar”, denota la acción de salir de un lugar, pero de manera violenta. Por ejemplo como cuando alguien es llevado a prisión, no es que lo lleven con cortesía, sino que los van empujando, es presionado a ir a un lugar determinado. De tal manera que, Jesús aparece como alguien que no puede hacer resistencia al espíritu, recibe ese impulso, ese empujón del espíritu. Con esta idea san Marcos trata de mostrar que el espíritu es una fuerza impetuosa que no acepta resistencia. La cuaresma se convierte así, en un tiempo en el que el hombre debe dejarse guiar por el Espíritu, no es simplemente sentarse y ver que puede hacer, sino que debe dejarse guiar por la fuerza del espíritu, que lo empuja, que le hace caminar más allá de lo que uno va pensando. La cuaresma es un camino con retos, donde uno descubre que no camina por el sendero que uno quiere, sino que el Espíritu va dando empujones para guiar nos hacia otros sendero. Este camino debe ser así, porque llegar a la pascua implica llegar renovado, y por ello el hombre para renovarse, para resucitar, debe descubrir nuevos caminos.
Jesús, es el modelo de la nueva humanidad y no puede resistirse a la acción del Espíritu, de tal manera que se deja guiar al desierto. EL desierto es el lugar a donde Jesús debe llegar para iniciar su misión. Y por consiguiente el texto nos propone el segundo tema para el camino cuaresmal: Entrar en el desierto.
El desierto es un lugar importante dentro de la Biblia con un gran contenido teológico, cargado de un gran simbolismo, y que nos permite descubrir una pauta espiritual para el tiempo de cuaresma. En primer lugar debemos decir que el desierto es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios. El tema del desierto aparece desde el libro del Éxodo, cuando el pueblo debe salir de Egipto y debe comenzar a recorrer todo un itinerario por el desierto. De esta manera el desierto es el lugar donde el pueblo debe de ir madurando su vocación, debe de ir formando su identidad como pueblo, pero sobre todo es el tiempo en el que el pueblo, en medio de la soledad del desierto debe conocer a Dios. El desierto se coinvierte así en el espacio privilegiado para conocer a Dios.
La cuaresma es este adentrase en el desierto, para conocer a Dios. No es posible que al finalizar la cuaresma una persona quiera efectivamente celebrar la pascua sin haber conocido a Dios, o más bien si haber profundizado en el conocimiento de Dios, en la relación con él. Muchas veces se ponen mucho acento en no comer carnes rojas, pero se descuida lo más importante que es precisamente conocer a Dios, es e es el verdadero fruto de la cuaresma, cada año el cristiano al terminar el tiempo de cuaresma. En el fondo esas prácticas deberían ser un medio para descubrir a Dios, tomando en cuenta que no es lo único, sino que el creyente debe de buscar, o dejarse empujar por el espíritu para encontrar nuevas formas de encuentro con Dios.
En segundo lugar el desierto es el lugar de la tentación. Así como el pueblo debe de ir creciendo en su conocimiento con Dios en medio de la soledad del desierto, del mismo modo en medio de esa soledad se van presentado diversos caminos que me hacen alejarme de Dios. Parecen diversas propuestas que me alejan del proyecto de Dios, y eso se llama tentación. Muchas veces el creyente pone en la balanza de su vida cantidad de cosas y de proyectos, que se apartan del proyecto de Dios. El mismo pueblo de Israel en su caminar por el desierto cae en la tentación cuando construye el becerro de oro, cuando comienza a murmurar, pues sólo se fija en su proyecto o necesidad personal, pero no ve realmente lo que Dios va realizando en su historia.
La cuaresma es el tiempo para descubrir qué cosas hay en mi vida que me apartan del proyecto de Dios. Descubrir hasta qué punto lo que yo hago y digo corresponde auténticamente con lo que Dios me propone, qué tanto lo qué yo vivo es un signo de amor delante de los demás, o hasta dónde me lajeo del proyecto de amor. Este es el gran reto de la cuaresma descubrir que cosas son las que me apartan del camino de amor, de servicio, de verdad y de justicia, y reiniciar todo para vencer la tentación para volver al camino de Dios.
Finalmente un tercer símbolo del desierto nos lo indica el mismo contexto de san Marcos, pues a diferencia de los otros evangelios san Marcos nos habla del desierto y nos dice además que Jesús estuvo ahí junto con las fieras. Esto nos lleva a reconocer dentro del evangelio de Marcos el tema de la creación, pues el tema del desierto está ligado al tema de la creación en el libro del Génesis y está ligado a un hombre, a Adán que vive con las fieras. Por tanto: desierto, hombre y fieras nos llevan al contexto de la creación. El libro del Génesis en su segundo capítulo nos dice: «El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, todo era un inmenso desierto porque no había en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo.» Podemos ver como antes de que Dios creara todo no hay ninguna hierba, ningún vegetal y ello implica que todo es desértico. Por lo tanto el desierto puede ser el prototipo del lugar en donde va a comenzar la creación. Y Jesús será el nuevo hombre de la nueva creación que está por comenzar en el desierto. Ahora Jesús aparece aquí como el nuevo Adán que viene a rescatar al viejo Adán que fracasó, las fieras se volvieron contra él, la tierra le negó sus frutos, el paraíso se convirtió en un desierto. Jesús es el nuevo Adán, colocado en el desierto, rodeado de las fieras del campo para iniciar un nuevo orden de cosas.
El desierto se convierte en el espacio para que surja la nueva creación. La cuaresma implica entrar en el desierto pero no para tener carencias, sino para permitir que Dios me renueve, que Dios me transforme, que Dios haga de mi una nueva creatura. Ese es el objetivo de la cuaresma, dejar que Dios entre en mi vida y me renueve totalmente, y comience en mi historia una nueva creación, totalmente renovado, y si lo pensamos bien en eso consiste realmente la celebración de la Pascua de resurrección.
Al iniciar este primer domingo de cuaresma, se nos invita a descubrir que debemos dejarnos guiar por la fuerza del Espíritu y entrar en el desierto con el fin de encontrarnos con Dios, vencer las tentaciones y comenzar una nueva creación en nuestra historia.

22/2/12

Ceniza y alegría

Meditación con motivo del miércoles de Ceniza

Textos:
Joel 2,12-18
2 Corintios 5,20-21.6,1-2
San Mateo 6,1-6.16-18

Con la imposición de la ceniza, la Iglesia comienza el tiempo de cuaresma. Muchas veces se ve este tiempo como una negación de cosas o como un día de tristeza, es decir, se ve la cuaresma como el negarse a comer cosas, el negarse a divertirse y ello desemboca en la tristeza de la vida. Sin embrago, este no es el autentico sentido de la cuaresma. La cuaresma es una preparación para la pascua, y por tanto es precisamente una preparación, es poner todo lo necesario en la vida para alcanzar una meta.
Si lo pensamos bien, todos en la vida buscamos metas, y para alcanzarlas debemos tener una preparación. Por ejemplo, cuando se espera un hijo, los papás no es que se queden impávidos sin hacer nada, al contrario comienzan todos los preparativos. Por un lado se cuida la salud de la mamá, pues a partir de ese momento debe tener algunos cuidados especiales, económicamente se va preparando todo para el gran momento, por otro lado se preparan los espacios para cuando llegue el niño, etc. Todos esos con preparativos, que de alguna manera exige un cambio de vida, un cambio de la rutina cotidiana para recibir a ese nuevo miembro de la familia que se acerca, exigen cambios, preparativos y a veces sacrificios, pues se renuncian a cambiar y a hacer ciertas cosas para que todo esté bien dispuesto para alcanzar las cosas. Lo más importante es que en medio de esos cambios se hace generalmente en un ambiente de alegría, de gozo por el hijo que se aproxima.
Otro ejemplo que podemos dar, es cuando una persona esta preparándose para terminar unos estudios, se esfuerza hasta el final, busca tiempos y elementos necesarios para poder concluir totalmente sus estudios, y eso implica momentos de estudio, algún momento en el que no duerme o no come bien, pero finalmente todo lo hace con alegría porque sabe todo va a dar un buen fruto, porque le gusta eso que hace, ve hacia la meta que quiere llegar.
De tal manera que hay veces que para esperar algún acontecimiento importante el hombre debe de preparase bien, y ello no debe de ser algo triste, al contrario hay cambios en su vida pero finalmente lo hace con gozo por lo que va a recibir, por la meta que espera alcanzar.
De igual manera la cuaresma no debe de ser un tiempo de tristeza o de privaciones, al contrario es un tiempo de preparación que se debe hacer con alegría pues, la cuaresma es un tiempo que nos prepara para la Pascua, para la resurrección. La pascua es el tiempo más importante para los cristianos, pues el sentido de la fe es precisamente la resurrección. Y si esta fiesta es la más importante es necesario preparase. Porque la pascua no es sólo decir “Me acuerdo que Jesús resucitó”, sino es iniciar una vida nueva, es comprometerse y resucitar con él. Pero para iniciar esta vida nueva es necesario prepararse ver en que vamos mal, ver que me falta, ver en que me he equivocado, hacer un balance general para iniciar una transformación en mi vida.
Este balance es importante, pero se debe hacer gozo, porque tenemos ganas de ser distintos. Si vemos la cuaresma sólo como un tiempo de prohibiciones, de sufrimiento, de dolor, no tiene realmente un sentido. En realidad es un tiempo perdido. La cuaresma es detenerme y ver mi vida, ver qué cosas he hecho y que cosas he dejado de hacer, empezar a cambiar para que en la pascua, tenga mis mejores vestidos, es decir, tenga todo preparado en mi vida para dejar que la gracia de la resurrección me transforme.
El evangelio parece colocarnos algunos criterios para lograr esta transformación, para hacer este balance y nos coloca tres elementos: Limosna, ayuno y oración. Son tres prácticas que nos ayudan a tener medios para hacer el balance de nuestra vida. Pero no son prácticas de dolor, sino practicas para ver que tan buenos somos.
En primer lugar, la limosna, no se remite simplemente a dar dinero, sino que es la práctica que nos ayuda a ver qué tan generoso somos con los demás. Nos ayuda a ver hasta qué punto soy capaz de darme a los demás, qué tanto doy de mi tiempo a mis seres queridos, o que tanto comparto lo que tengo, o que tanto pongo atención a las necesidades de otros, o qué tan egoísta soy, qué tanto he dejado que la avaricia crezca en mi. Dar limosna entonces es empezar, no sólo a dar dinero a diestra y siniestra, sino a dar de mi tiempo a compartir mi vida a escuchar a los demás, y así empezar a ser más generoso con mi vida, y hacerlo con gusto, descubrir lo importante que es escuchar al otro, a mi esposa o esposo, a mis hijos a mis amigos; o bien compartir el tiempo con aquellos que lo necesitan y ver que es hermoso compartirlo, o bien compartir lo que tengo para que los otros también tengan un apoyo firme en mí. Pero no es dar lo que sobra, sino darme a mí mismo, con alegría.
En segundo lugar, la oración. Si estamos llamados a celebrar la pascua es porque queremos encontrarnos con Dios, y ver nuestra vida de oración implica ver hasta donde realmente tengo un diálogo con el Señor. Si debemos empezar a tener más oración en cuaresma no es porque debemos de privarnos de cosas y estar cerca de Dios, sino porque realmente queremos estar con Jesús, y la oración es el medio por el cual el hombre entra en contacto y en diálogo con Dios. Para eso se hace, porque buscamos una cercanía con Dios. Si nuestro objetivo no es Dios, es iútil querer prepáranos para la pascua y es inútil hacer oración, pero si nuestro objetivo es ese encuentro, entonces es un gusto reiniciar nuestro dialogo con Dios.
Finalmente el ayuno, que no es el dejar de comer, sino es una práctica que nos ayuda a sentir hambre, y cuando alguien siente hambre quiere comer, porque en el fondo comer es el medio para sobrevivir, para tener vida. Por tanto, es el momento para descubrir lo valioso que es la vida y que a veces la desperdiciamos, es el momento para ver que tanto valoramos la vida y descubrir que podemos empezar a aprovecharla mejor, y sobre todo descubrir que la debemos compartir a favor de los demás, ayudar a que los demás encuentren vida. No es para ponerme triste, al contrario es una práctica que me debe ayudar a ver si valoro mi vida, si realmente estoy aprovechándola o sólo la esto desperdiciando.Por tanto, el cristiano está llamado a prepararse para el tiempo de cuaresma y debe ser con alegría para descubrir qué tanto es generoso con su vida delante de los demás, qué tanto y tiene una relación con Dios, y cómo ha ido aprovechando la vida, de mane que empiece a cambiar y no para sufrir o mortificarse, sino para ser mejor persona, mejor creyente, mejor cristiano, y lo haga con alegría, porque quiere cambiar y todo cambio es bueno. Y como signo de este cambio, el cristiano lo hace público con el signo de la ceniza. Por tanto la ceniza es ese signo por el cual dice al mundo creo en Dios y quiero seguir creciendo espiritualmente, porque eso me gusta, porque eso me hace feliz y porque puedo hacerlo con la gracia de Dios y resucitar nuevamente con la gracia de su amor y quiero hacerlo visible en la pascua de resurrección.

19/2/12

«Le trajeron a un paralítico...»

Meditación con motivo del VII Domingo del tiempo ordinario
Ciclo/B/

Textos:
Isaías 43,18-19.21-22.24b-25
2 Corintios 1,18-22
San Marcos 2,1-12

El día de hoy el evangelio nos presenta el encuentro entre el paralítico y Jesús. La parálisis es una pérdida o disminución del movimiento. Si bien físicamente es esa incapacidad de moverse físicamente, también es cierto que existen inmovilidades espirituales, hay parálisis que se manifiestan en el interior de la persona haciéndoles imposible la capacidad de moverse en la vida.
Meditemos acerca de estas parálisis en la vida espiritual del hombre, del por qué el hombre deja de tener un movimiento en la vida espiritual. Entendiendo la vida espiritual como un proceso por el cual el hombre se va abriendo gradualmente al encuentro con Dios.
A veces la parálisis pude ser por flojera, pues a las personas les puede dar un poco de fastidio tener una vida espiritual, porque se les hace algo totalmente ajeno a su realidad. Algo que no es necesario, y por tanto se paraliza la vida espiritual, no son capaces de seguir caminando en ella. Parece algo imposible, o algo que en realidad no significa nada y por tanto, el hombre se detiene, pues no parece ser significativo para emprender el camino, si bien sabe que se debe recorrer, no quiere hacerlo pues tiene delante otros elementos más interesantes y ese es complejo.
Otra razón por la cual el hombre se paraliza es el miedo, el miedo sin duda es capaz de paralizar al hombre, de impedirle seguir caminando. El miedo es quizá la razón de muchas parálisis en la vida, el miedo hace que el hombre pierda la esperanza, que pierda la razón de vivir, de volver a intentar cosas. Existen tantas dimensiones del miedo que impiden que el hombre realmente se realice, pues lo paraliza y no sigue adelante. Esos temores pueden ser porque se pude recibir un daño, o bien recibir una burla, o incluso un regaño, o bien a sentirse mal por un fracaso o una traición, y entonces el hombre se paraliza, ya no es capaz de seguir adelante, todo pierde sentido.
Otra parálisis es sin lugar a duda causada por el conformismo, es decir, la incapacidad para seguir caminado porque se ha obtenido aquello que se buscaba, y por tanto ya no se requiere de más esfuerzo, ni de más empeño, todo lo que se quería se tiene. Este es una parálisis peligrosa, pues muchas veces las personas no se dan cuenta de esta parálisis pues piensan que van bien y está en camino, pues tiene una vida espiritual buena, pero en realidad está estancado en ella. Cuántas personas se conforman con hacer una oración y es suficiente, o con ir el domingo, o asistir tan solo al denominado miércoles de ceniza, pero en su vida no hay gentileza, ni sinceridad, ni una búsqueda autentica de Dios, simplemente se limitan pensar que es suficiente con lo que hacen. Uno se conforma con lo que tiene y no quiere seguir caminado, haciendo camino espiritual en su encuentro con Dios, ni en su encuentro con los demás.
Otra razón por la cual aparece la parálisis es el cansancio o la desilusión. Pues al ver que las cosas no van como debieran, al ver los obstáculos que la vida presentan la cerrazón de muchos para seguir caminando, el hombre descubre que no vale la pena seguir adelante, pues pareciera que todo es un absurdo, que todo es un sin sentido, tanto hacer y ningún frito, tanto hacer termina cansando. EL hombre se rehúsa a caminar porque se agota de trabajar, se agota de buscar a Dios y no ver ningún fruto, se agota y se desilusiona al ver que nada, ni nadie da frutos auténticos.
Un elemento más que hace al hombre inmóvil en su vida es la apatía e indiferencia. Esto se debe a que la fe no dice nada, simplemente no entra en el horizonte del hombre, no entra en sus búsquedas, en el sentido de la vida. Es más interesante otras cosas que iniciar este camino espiritual, y el hombre se paraliza, no sabe hacia dónde caminar, hacia donde dirigir sus pasos.
Un elemento más es el escándalo, que llega repentinamente y puede truncar un camino espiritual, pues el anti testimonio de otros provoca que otros se alejen de esta senda. Y esto va haciendo que la vida espiritual quede trunca, pues no se sabe qué hacer, pues esos anti testimonios toman tal fuerza que frenan todo camino que se ha emprendido.
Todos de alguna manera nos topamos con parálisis que nos impiden efectivamente seguir nuestro itinerario espiritual. Son embargo, debemos de recordar que Jesús busca restablecernos, lo importante es buscar los caminos necesarios para encontrarlo y reanimarnos, de tal manera que volvamos a nuestro sendero espiritual.
Pero también nosotros nos encontramos muchas veces con estos paralíticos, y ante ellos, como comunidad, como iglesia, debemos llevarlos al encuentro de Jesús, pues el mismo texto presenta tres elementos de la misión de Iglesia delante de los paralíticos.
En primer lugar nos lo indica el inicio del relato: «Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.» Vemos aquí la figura del Iglesia representado por el número cuatro. El cuatro en la biblia es el símbolo del mundo, el símbolo de lo universal, de los cuatro puntos cardinales, es el símbolo del mundo de lo humano, por tanto nos remite a pensar en una comunidad que está en medio del mundo. Podemos decir, por consiguiente que estos cuatro son una comunidad que carga al paralitico para que se encuentre con Jesús, y ello es por consiguiente la misión es la iglesia.
De ahí, que la misión de la iglesia debe ser esa, cargar a los paralíticos de la historia y llevarlos al encuentro de Jesús. Cargar con todos aquellos que son esclavos, que han perdido una visión de eternidad, que han perdido una visión de alegría, que se han encerrado en sus criterios, que piensan que en el vicio o en el poder está la felicidad, y se han quedado suspendidos en su vida, en su historia, cerrando las posibilidades de encontrarse con los demás.
La iglesia debe ser esa comunidad que busca a los paralíticos y se esfuerza por llevarlos con Jesús, se esfuerza para que se topen con el evangelio y descubran un nuevo horizonte en la vida. La misión de La Iglesia a veces se desvirtúa buscando tantas cosas o tantos honores, sin embargo debería ser la de llevar a los paralíticos de la historia hacia Jesús.
Cada uno de nosotros desde nuestra vida deberíamos de llevar a los paralíticos de la historia, cuántas veces hay gente paralizada por la decepción y nosotros a veces pasamos de largo si detenernos a ver si podemos ayudarlos y darles una palabra de ánimo. Cuántos se encuentran paralizados en medio de la soledad, porque nadie los escucha o les tiende una mano. Llevar a los paralíticos es detenerse y ayudarlos, cargarlos y llevarlos al encuentro con el Señor, llevarlos con nuestra amistad, con nuestra atención, con nuestra sencillez y fraternidad.
En segundo lugar encontramos otro elemento de la misión de la Iglesia: «Como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba.» La comunidad cristiana si bien debe llevar a los paralíticos de la historia hacia Jesús debe también saberlo hacer y quitar todas la barreras que lo impiden. En el caso del texto nos topamos con la dificultad de la multitud, descubrimos que esta multitud que busca a Jesús es la que impide que se encuentre el paralitico con Jesús. Con esta escena san Marcos nos muestra desde el inicio del evangelio que las multitudes pueden ser peligrosas, pues buscan a Jesús, pero no permiten el acceso al encuentro con Jesús. Las multitudes muchas veces se dejan llevar por la inercia de los acontecimientos, pero no se dan la oportunidad de ser realmente objetivos en su relación con Jesús. Esa misma multitud es la que impide el encuentro con Jesús con aquellos que lo necesitan y es la misma multitud que lo alabará cuando entre triunfante a Jerusalén, y será la misma multitud que gritará que lo crucifiquen. Son multitudes que finalmente no se comprometen, se dejan llevar por ideas, por modas, pero que no se encuentran con Jesús realmente.
Por tanto estos cuatro deben buscar la manera de hacer llegar al paralitico con Jesús, no hay otra oportunidad, no hay otro día, se debe hacer en el momento, no se puede dar marcha atrás. Y entonces deciden, meterlo por el techo. Esta imagen nos muestra el ingenio de la comunidad para hacerlo entrar en contacto con Jesús. No basta con llevarlo, sino tratar de vencer los diversos obstáculos, ver la manera conveniente para que se de ese contacto.
Si lo pensamos bien hoy en día existen cantidad de obstáculos para encontrarse con Jesús, existe una idea de la importancia de lo meramente material, o bien el reducir todo al placer, las diferentes opiniones que surgen en la diversidad de medios de comunicación. Son barreras que impiden el encuentro con Jesús. La comunidad es aquella que debe buscar los medio para lograr el encuentro con Jesús buscar los medios que evitan el encuentro y así iniciar el proceso que provocan las parálisis. Buscar los medios para vencer la flojera, la apatía, el miedo, esa es la misión de la Iglesia.
Y finalmente en tercer lugar la vida de fe pues el texto nos dice: «Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". » Si el perdón llega al paralitico y con ella la renovación de su vida, no es por el paralitico, él no pude caminar, el no está en la posibilidad de entrar en contacto con Jesús, sino por la fe que estos hombres tiene, por lo tanto es la fe de la comunidad es quien lo lleva a este encuentro y a esta restauración de su vida. Es una comunidad de fe, que hace posible el encuentro y la transformación del hombre. Si esa fe no se presenta dentro de la vida de comunidad es un absurdo, pues uno no puede realmente encontrase con Jesús. La parálisis siempre estará presente en la vida, lo importante es que nos dejemos encontrar para que sea Jesús quien nos libere de la parálisis, o bien seamos nosotros los instrumentos que llevemos hacia Jesús a aquellos que ha perdido el sentido de la vida y se han paralizado.

12/2/12

«Si quieres, puedes limpiarme...»

Meditación para el VI domingo de tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Levítico 13,1-2.44-46
Corintios 10,31-33.11,1
San Marcos 1,40-45

Las diversas sociedades de nuestro mundo, hoy en día, se ven amenazadas gravemente por un espíritu de discriminación. Un actitud que lejos de permitir un desarrollo en la misma sociedad le va minando sus bases, porque a sus miembros no se les reconoce los mismos derechos y dignidad a los demás. Esto implica por tanto una traba en donde se cataloga a unos, y se les margina en ciertos ámbitos, incapacitándolos para un mejor desarrollo en la misma sociedad. Por otro lado, va haciendo que se generen grupos y resentimientos -por parte de los marginados-, al interno de la sociedad, lo cual también detiene el buen desarrollo de una comunidad. Aunado a esto se puede descubrir que también se genera en los grupos e individuos marginadores un espíritu de soberbia que les impide reconocerse tal cual son, con sus logros y sus límites. Podemos decir que la marginación es en el fondo un cáncer que impide el buen funcionamiento en cualquier sociedad, pues poco a poco le va paralizando.
Sobre esto nos habla las lecturas del día de hoy, marcando la marginación por excelencia dentro del mundo judío: La lepra. En la opinión judía, un leproso era un «primogénito de la muerte» (Job 18,13). La lepra tiene una simbología de muerte. Traer la lepra es traer la muerte a cuestas. Para mayores datos podríamos leer Lv 13-14 y Job 18 en donde se marca la situación del leproso. Podemos decir en general que un leproso lo pierde todo, pierde su casa, su mujer (ella podía casarse como si hubiera quedado viuda); No podían entrar en Jerusalén, ni a la sinagoga; Vivían a las afueras de la ciudad; Morían de hambre, sólo se alimentaban de lo que alguna gente piadosa les daba, en lugar de tirarlo en los estercoleros; por los camino llevaban una campana, gritaban que eran impuros para que nadie se les acercara. Cabe aclarar que era llamada lepra a cualquier enfermedad de la piel.
Así, un leproso era una persona sin ningún derecho dentro de la sociedad, son el signo de la máxima marginación dentro de la sociedad. Ante esto el cristiano debe dar una respuesta. ¿Es que es posible que se puede marginar a alguien? La respuesta nos la manifiesta Jesús al toparse con este leproso.
Aparece este hombre y se acerca, porque ve en Jesús su última expectativa, sólo él puede ayudarlo. Y puesto de rodillas hace una hermosa oración: «Si quieres, puedes limpiarme.» Esta oración no marca lo que él quiere, puesto que no le dice “límpiame”, sino que pide lo que Jesús quiera, reconoce el poder de Dios y su voluntad amoroso. Decir “si quieres”, implica abrirse a todas las posibilidades. Es como decir “lo que tu quieras está bien”. Es como decir: “todo lo que quieres, lo puedes; tu siempre quieres el bien y puedes el bien.” El hombre queda en el nivel que no sabe lo que quiere y lo que puede, sólo Dios lo sabe y lo puede. Con esto el leproso se abre a lo que Jesús realice en él, confiando plenamente.
Y esta súplica podría ser en primer lugar la de todos aquellos a quien nosotros marginamos. Por qué en realidad todos vamos de una u otra forma marginando en medio de nuestra vida. Cuantos niños marginan otros porque son más sencillos, más tranquilos, porque usan lentes u otra cosa. Cuantos adultos marginan a que piensa distinto, al que trata de vivir bien, al que es de otro grupo. Además de los diferentes círculos sociales que hoy en día se ven fuerte marcados como leprosos de nuestros días, porque son inútiles a los ojos de los demás: los ancianos que son arrojados a un rincón porque son estorbos; los enfermos porque son contaminantes, como los que sufren a acusa de SIDA; los discapacitados, porque se cree que son seres tontos que no ayudan ni son útiles; los indígenas, porque son distintos y no están en nuestra sintonía; los que son marginados por su raza o piel, su ideología o religión, su sexo o postura social. Si nos damos cuenta vivimos rodeados de marginaciones, algunas grandes y televisivas, otras pequeñas e imperceptibles; pero o cierto es que existen. Y así como el leproso se acerca a Jesús, también hoy se podría acercar ese compañero de la escuela o trabajo que has marginado y te diga: “si quieres, límpiame.” O ese hijo que lo reniegas porque es diferente a sus hermanos, ya sea por su físico o su modo de ser, también hoy te dice: “si quieres, límpiame.” O ese del cual te burlas y lo destruyes, hoy te lo dice: “si quieres, límpiame.” ¿Qué haríamos?
En segundo lugar la súplica del leproso podría ser nuestra oración: «si quieres quita mi lepra», quita estos sentimientos de superioridad, de egocentrismo, de envidia, de perfección, para que ya no margine más a los demás. En el fondo, quien margina al leproso tiene otra lepra más ruin, que lejos de destruirle la piel, le carcome su interior. Todos deberíamos de suplicarle a Dios que nos limpie de nuestras lepras marginadoras, de esos sentimientos que no nos hacen mejores personas, sino que, nos limitan. Si somos capaces de elevar nuestra súplica, entonces podremos limpiar a los demás, pues los veremos como hermanos.
En el fondo el evangelio nos invita a limpiarnos de nuestras lepras y permitir que vayamos siendo más sensibles hacia los demás para aceptarlos, conocerlos y formar una sociedad más justa reconociendo nuestros derechos y el papel de todos, mostrando que todos somos necesarios, a fin de transformar nuestra vida y la misma sociedad, complementándonos mutuamente, construyendo puentes. Pues así lo muestra Jesús al contestar inmediatamente: «Quiero, queda limpio.» Con ello inaugura un nuevo Reino en donde no puede haber marginados, no pueden existir muros inexpugnables, barricadas elitistas, sino la apertura plena y un reino para todos. Hoy el Señor nos lo sigue diciendo, para que quitemos nuestras divisiones y todo tipo de marginación, y así vivamos realmente el Reino de los cielos.
Que la fuerza de su Palabra nos capacite para librarnos de esa marginaciones que generamos y limpiemos de sus lepras a los marginados de nuestros tiempos y nuestras vidas.

5/2/12

«Vayamos a predicar a otra parte …»

V Domingo del tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Job 7,1-4.6-7
1 Corintios 9,16-19.22-23
San Marcos 1,29-39

EL ser humano sin duda se topa en determinado momento con el dolor y el sufrimiento, ya sea porque le se lo ocasione uno mismo, o bien porque otro se lo realice. Es una realidad de la cual no se pude uno fugar totalmente de una o de otra manera el hombre se topa con el sufrimiento. Pero porque existe ese dolor porque es parte de neutra condición, es parte de nuestra propia naturaleza, somos frágiles, somos capaces de equivocarnos, somos el fondo, necesitados de los demás y eso hace que permitamos que otros nos lastimen. Nuestra finitud hace que nos topemos con el dolor.
En el evangelio nos topamos con esa realidad, vemos a Jesús que se topa con la suegra de Simón, con los endemoniados, son gente que sufre de alguna manera y busca sentido a su vida, por ello Jesús llega para ayudarles, para que encuentren sentido en medio de ese dolor. Vemos que Jesús no permanece indiferente ante esa situación, son que les ayuda, viene al encuentro de estos hombres, viene hacia aquellos que buscan una respuesta en torno al sufrimiento que se realiza, y para ello realiza varias cosas.
En primer lugar en la Casa de Simón vemos que al enterarse que la suegra está enferma, va a su encuentro, va a buscarla para saber hacer sentir su cercanía, y más aún, la toca, no simplemente va a ver que tiene, sino que la toca conoce su sufrimiento, conoce su soledad, conoce su dolor, su malestar. En el fondo Jesús no queda impasible ante el dolor del hombre, sino que lo toca, lo hace suyo, toca el dolor del hombre. Por tanto la cercanía de Jesús es una cercanía total, donde busca conocer que siente el otro, busca conocer que le sucede al hombre, y tocarlo desde esa fragilidad para levantarlo, para darle una esperanza, para que descubra que no está solo en la vida, sino que cuenta con el apoyo de Dios, con la gracia, con la fortaleza que viene de él.
En segundo lugar, al atardecer cura a los enfermos y a los endemoniados. Curiosamente dice que esto sucede al atardecer, que literalmente se refiere al “anochecer”, cuando comienza la oscuridad, marcando así un simbolismo de la incomprensión. San Marcos indica que hay una ideología que impide a la gente comprender el misterio, que existe una situación ideológica engañosa, es una incomprensión que no se ve como tal, porque uno cree entender la realidad pero están a oscuras. Por tanto, Jesús viene a sanar y a liberar de todo aquello que engaña al hombre, de las falsas percepciones de la realidad, pues finalmente el hombre sufre porque muchas veces no entiende su realidad, no entiende su historia, no entiende su manera de vivir, y eso le hace sufrir.
El anochecer del hombre que se topa con la muerte de un ser querido, le hace entrar a un mundo ciego donde no puede seguir adelante, pues su mundo se derrumba. El anochecer de una traición, que me vuelve desconfiado. EL anochecer del desamor donde la persona amada me engaña o se aleja de mí. EL anochecer de la enfermedad que me postra y me limita. Y el pueblo acude al anochecer para ser liberados, porque no entienden nada y Jesús debe ayudarlos.
En tercer lugar, Jesús sale a orar y cuando lo encuentra da a conocer una tercera acción que es fundamental y es la más importante delante del sufrimiento de los hombres: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido.» Anunciar el Reino, es decir, anunciar la experiencia de Dios, anunciar que Dios está cerca, que libera al hombre totalmente. En el fondo es lo más importante, sin esto aquellas curaciones quedarían en el sin sentido de la historia, sería una anécdota más del predicador de Nazareth, pero si va a predicar espera que por la predicación surja la esperanza, surja el alivio en medio del dolor, surja una respuesta desde Dios en medio de la fragilidad humana. Si bien no es posible eliminar ese dolor, que corresponde a la naturaleza humana, si se puede anunciar una esperanza.
Debemos predicar en todos lo pueblo, debemos anunciar que Dios está cercano a los hombres, que el dolor no es lo definitivo en la historia, que el dolor no es un grito en el vacío, que el dolor no es el gran absurdo que golpea al hombre y lo dejan sin sentido de vida. Debemos anunciar que es posible una luz en medio de ese dolor, en medio de la enfermedad, en medio de la traición, en medio de la muerte, que Dios está cerca y que nosotros tenemos una misión por delante, y no debemos dejar os consumir por esa desgracia. Debemos anunciarlo.
Y a partir de ese anuncio cobra sentido los dos episodios de curación, pues el anuncio implica dejar que Dios actúe, implica dejar que Dios transforme al hombre, que se actualice con la fuerza de la Palabra esa curación. Y entonces también cobra sentido las palabras de Job en la primera lectura en donde se presentaban una serie de interrogantes que buscan una respuesta, una solución a su fragilidad, donde todo pasa y parece perder su sentido: «Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin.» ahora todo tiene un sentido desde el horizonte de Cristo. Pero se debe anunciar. De ahí que san Pablo insista con fuerza: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» Es el deber, la pasión por llevara Cristo, por llevar la salvación, por llevar la esperanza, por llevar una oportunidad, una vida, un horizonte en medio del dolor.
El sufrimiento siempre llega a la vida del hombre y eso es inevitable, pero lo que si puede cambiar es la manera de verlo y de afrontarlo. Si descubrimos que Jesús está cerca podemos salir adelante, podemos esforzarnos por alcanzar una esperanza en medio del dolor. Y si descubrimos esto podemos anunciarlo a los demás para hacer presente al Señor que sana y consuela en medio del dolor, y del sin sentido de la historia.