5/2/12

«Vayamos a predicar a otra parte …»

V Domingo del tiempo ordinario
Ciclo /B/

Textos:
Job 7,1-4.6-7
1 Corintios 9,16-19.22-23
San Marcos 1,29-39

EL ser humano sin duda se topa en determinado momento con el dolor y el sufrimiento, ya sea porque le se lo ocasione uno mismo, o bien porque otro se lo realice. Es una realidad de la cual no se pude uno fugar totalmente de una o de otra manera el hombre se topa con el sufrimiento. Pero porque existe ese dolor porque es parte de neutra condición, es parte de nuestra propia naturaleza, somos frágiles, somos capaces de equivocarnos, somos el fondo, necesitados de los demás y eso hace que permitamos que otros nos lastimen. Nuestra finitud hace que nos topemos con el dolor.
En el evangelio nos topamos con esa realidad, vemos a Jesús que se topa con la suegra de Simón, con los endemoniados, son gente que sufre de alguna manera y busca sentido a su vida, por ello Jesús llega para ayudarles, para que encuentren sentido en medio de ese dolor. Vemos que Jesús no permanece indiferente ante esa situación, son que les ayuda, viene al encuentro de estos hombres, viene hacia aquellos que buscan una respuesta en torno al sufrimiento que se realiza, y para ello realiza varias cosas.
En primer lugar en la Casa de Simón vemos que al enterarse que la suegra está enferma, va a su encuentro, va a buscarla para saber hacer sentir su cercanía, y más aún, la toca, no simplemente va a ver que tiene, sino que la toca conoce su sufrimiento, conoce su soledad, conoce su dolor, su malestar. En el fondo Jesús no queda impasible ante el dolor del hombre, sino que lo toca, lo hace suyo, toca el dolor del hombre. Por tanto la cercanía de Jesús es una cercanía total, donde busca conocer que siente el otro, busca conocer que le sucede al hombre, y tocarlo desde esa fragilidad para levantarlo, para darle una esperanza, para que descubra que no está solo en la vida, sino que cuenta con el apoyo de Dios, con la gracia, con la fortaleza que viene de él.
En segundo lugar, al atardecer cura a los enfermos y a los endemoniados. Curiosamente dice que esto sucede al atardecer, que literalmente se refiere al “anochecer”, cuando comienza la oscuridad, marcando así un simbolismo de la incomprensión. San Marcos indica que hay una ideología que impide a la gente comprender el misterio, que existe una situación ideológica engañosa, es una incomprensión que no se ve como tal, porque uno cree entender la realidad pero están a oscuras. Por tanto, Jesús viene a sanar y a liberar de todo aquello que engaña al hombre, de las falsas percepciones de la realidad, pues finalmente el hombre sufre porque muchas veces no entiende su realidad, no entiende su historia, no entiende su manera de vivir, y eso le hace sufrir.
El anochecer del hombre que se topa con la muerte de un ser querido, le hace entrar a un mundo ciego donde no puede seguir adelante, pues su mundo se derrumba. El anochecer de una traición, que me vuelve desconfiado. EL anochecer del desamor donde la persona amada me engaña o se aleja de mí. EL anochecer de la enfermedad que me postra y me limita. Y el pueblo acude al anochecer para ser liberados, porque no entienden nada y Jesús debe ayudarlos.
En tercer lugar, Jesús sale a orar y cuando lo encuentra da a conocer una tercera acción que es fundamental y es la más importante delante del sufrimiento de los hombres: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido.» Anunciar el Reino, es decir, anunciar la experiencia de Dios, anunciar que Dios está cerca, que libera al hombre totalmente. En el fondo es lo más importante, sin esto aquellas curaciones quedarían en el sin sentido de la historia, sería una anécdota más del predicador de Nazareth, pero si va a predicar espera que por la predicación surja la esperanza, surja el alivio en medio del dolor, surja una respuesta desde Dios en medio de la fragilidad humana. Si bien no es posible eliminar ese dolor, que corresponde a la naturaleza humana, si se puede anunciar una esperanza.
Debemos predicar en todos lo pueblo, debemos anunciar que Dios está cercano a los hombres, que el dolor no es lo definitivo en la historia, que el dolor no es un grito en el vacío, que el dolor no es el gran absurdo que golpea al hombre y lo dejan sin sentido de vida. Debemos anunciar que es posible una luz en medio de ese dolor, en medio de la enfermedad, en medio de la traición, en medio de la muerte, que Dios está cerca y que nosotros tenemos una misión por delante, y no debemos dejar os consumir por esa desgracia. Debemos anunciarlo.
Y a partir de ese anuncio cobra sentido los dos episodios de curación, pues el anuncio implica dejar que Dios actúe, implica dejar que Dios transforme al hombre, que se actualice con la fuerza de la Palabra esa curación. Y entonces también cobra sentido las palabras de Job en la primera lectura en donde se presentaban una serie de interrogantes que buscan una respuesta, una solución a su fragilidad, donde todo pasa y parece perder su sentido: «Mis días corrieron más veloces que una lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin.» ahora todo tiene un sentido desde el horizonte de Cristo. Pero se debe anunciar. De ahí que san Pablo insista con fuerza: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» Es el deber, la pasión por llevara Cristo, por llevar la salvación, por llevar la esperanza, por llevar una oportunidad, una vida, un horizonte en medio del dolor.
El sufrimiento siempre llega a la vida del hombre y eso es inevitable, pero lo que si puede cambiar es la manera de verlo y de afrontarlo. Si descubrimos que Jesús está cerca podemos salir adelante, podemos esforzarnos por alcanzar una esperanza en medio del dolor. Y si descubrimos esto podemos anunciarlo a los demás para hacer presente al Señor que sana y consuela en medio del dolor, y del sin sentido de la historia.

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