Meditación con motivo del Domingo de Ramos
Ciclo /B/
Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Marcos 14,1-72.15,1-47
Con el domingo de Ramos la Iglesia entra en la Semana Santa, un tiempo especial para entrar en el misterio central de la fe, para conocer y profundizar el misterio pascual de Jesús, su muerte y su resurrección. Por tanto la semana santa es el tiempo para entender y conocer el significado de este acontecimiento, no se limita simplemente a pensar que se Jesús murió y resucitó, sino a conocer el significado de esto y las repercusiones dentro de la viuda espiritual. Si lo pensamos bien, el misterio pascual de Cristo es meditar el misterio de amor, puesto que el misterio pascual es un misterio de amor, es el triunfo del amor sobre el pecado, sobre la maldad, es el triunfo del amor que invita a vencer todas aquellas situaciones que encierran al hombre en su egoísmo y en su pecado.
Sin embargo, meditar en el misterio del amor, no es una cosa sencilla, ni romántica, es meditar precisamente en el triunfo del verdadero amor que implica dar la vida, que implica la donación completa del hombre hacia los demás. Y ese amor, es triunfo no es sencillo, incluso no es fácil, más aún es un triunfo que hasta cierto punto da miedo, puesto que el misterio pascual nos habla acerca del triunfo de la verdad sobre la mentira, del perdón sobre el odio, de la misericordia sobre ventaja, es un triunfo que no es sencillo, puesto que uno debe de renunciar a ciertas cosas, llámese materiales, o bien sobre el propio orgullo, y eso da miedo.
EL misterio pascual nos puede hacer confrontarnos con nuestro egoísmo, con nuestra envidia, con nuestra manera de ser rencorosa, y dejar eso a veces da miedo, no es fácil aceptarlo, incluso podría ser que lo refutemos, y no aceptemos realmente querer cambiar, querer perdonar y dar otra oportunidad. En realidad da miedo empezar a ver las cosas a la luz del misterio pascual. Y justo sobre ello nos habla una escena del evangelio, la denominada escena del huerto de los olivos.
En esta escena del evangelio de san Marcos encontramos un retrato sumamente significativo de Jesús ante su muerte, vemos que tiene angustia, que nos abe que hacer ante la inminencia de la muerte, y finalmente se abandona en las manos del Padre: «No se haga mi voluntad, sino la tuya», podemos contemplar así la lucha que Jesús hace en su interior, sin embrago hay otra lucha, que no es precisamente al de Jesús, sino la de los apóstoles, que cuando comienza la agonía de Jesús se duermen.
La pregunta fundamental al ver este pasaje sería, ¿Por qué duermen?, en realidad podríamos pensar que estaban muy cansados, parece que no, más bien, es un signo que usa el evangelista para marcar el desinterés de parte de los apóstoles, puesto que en el momento de la cruz, no parece la escena muy atractiva. Los apóstoles han seguido a Jesús, sin embrago ellos buscan el poder, buscan un estatus, y se puede ver esto a lo largo del evangelio; pero ahora ven a Jesús que sufre, que tiene miedo, que se cae, no es precisamente una escena muy alentadora, más que un hombre con éxito se ve a alguien que está fracasando, es más va a perder la vida, eso no alienta a nadie, al contrario, desaliento todo y por ello es mejor dormir, es mejor de ver ese espectáculo que no llama la atención.
Ciertamente nosotros somos muchas veces así, cuando vemos el misterio pascual, cuando se nos habla de la necesidad de compartir, de ayudar, de ser solidarios, de ser generosos, de ser capaces de perdonar, ante eso solemos pensar que son cosas muy bellas, pero nos dormimos porque no nos interesan, porque no nos llaman la atención. Cuando sabemos que podríamos dar una oportunidad al que falló y decimos, que no; en el fondo nos dormimos, eso sería un fracaso a nuestro ego. O cuando sabemos que podemos ayudar, que podemos dar de nuestro tiempo y mejor evadimos toda responsabilidad, en el fondo nos dormimos. Cuando sabemos que es posible reconciliarse con la persona que se ama, pero neutro orgullo nos dice que mejor no, entonces dormimos. Ante Getsemaní, ante el huerto de los olivos, nos dormimos, porque es el anuncio del amor un amor que nos va a hacer perder ciertas comodidades o nos va a hacer débiles y por ello dormimos.
Por ello Jesús llega con ellos y les reclama, porque ellos están llamados a penetrar el misterio del amor: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?» Jesús llama fuertemente su atención, pues al dormirse no se están comprometiendo. Más aún, el mismo Jesús llama a Pedro “Simón”, un dato curioso, porque a lo largo del evangelio lo llama "Pedro", pero ahora lo llama Simón. Ciertamente su nombre original era Simón, pero Jesús le cambia el nombre y le pone este apodo, le llama Pedro, es decir “Piedra”. Pero en este momento, cuando duerme le dice “Simón”, porque “Pedro”, refleja su cercanía y su relación con Jesús, pero si está dormido, implica que no le interesa Jesús ni su propuesta, no le interesa el misterio pascual, por tanto se ha deslindado de Jesús y sin Jesús no puede ser Pedro, ahora es Simón, es como si no hubiese conocido a Jesús.
Jesús siempre está cercano a nosotros pero si nosotros dormimos y en realidad no nos interesa su Palabra en realidad, somos “Simón”, es decir no vivimos a lado de Jesús, no nos interesa realmente su propuesta, somos farsantes. Entrar a la semana santa implica reconocer que ser cristiano es contemplar la cruz y la resurrección, y que al contemplarlos debemos contemplar la lucha de cada día por vivir el amor y vencer el odio y el egoísmo, para que triunfe el evangelio en nosotros.
Que en esta semana Santa realmente entremos en el misterio del amor y quedamos renovados, seamos más generosos, más humildes, más sencillos, mas misericordiosos, más pacientes, y si el sueño de la indiferencia o de la apatía pareciera llegar no durmamos, sino escuchemos a Jesús que nos dice: «Velen y oren para no caer en la tentación.» Velemos, no dejemos que el sueño llegue, descubramos que podemos hacer, descubramos la experiencia de Dios y oremos para que así veamos que es posible cambiar que es posible transforma nuestra vida y entrar y vivir el misterio pascual.
Ciclo /B/
Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Marcos 14,1-72.15,1-47
Con el domingo de Ramos la Iglesia entra en la Semana Santa, un tiempo especial para entrar en el misterio central de la fe, para conocer y profundizar el misterio pascual de Jesús, su muerte y su resurrección. Por tanto la semana santa es el tiempo para entender y conocer el significado de este acontecimiento, no se limita simplemente a pensar que se Jesús murió y resucitó, sino a conocer el significado de esto y las repercusiones dentro de la viuda espiritual. Si lo pensamos bien, el misterio pascual de Cristo es meditar el misterio de amor, puesto que el misterio pascual es un misterio de amor, es el triunfo del amor sobre el pecado, sobre la maldad, es el triunfo del amor que invita a vencer todas aquellas situaciones que encierran al hombre en su egoísmo y en su pecado.
Sin embargo, meditar en el misterio del amor, no es una cosa sencilla, ni romántica, es meditar precisamente en el triunfo del verdadero amor que implica dar la vida, que implica la donación completa del hombre hacia los demás. Y ese amor, es triunfo no es sencillo, incluso no es fácil, más aún es un triunfo que hasta cierto punto da miedo, puesto que el misterio pascual nos habla acerca del triunfo de la verdad sobre la mentira, del perdón sobre el odio, de la misericordia sobre ventaja, es un triunfo que no es sencillo, puesto que uno debe de renunciar a ciertas cosas, llámese materiales, o bien sobre el propio orgullo, y eso da miedo.
EL misterio pascual nos puede hacer confrontarnos con nuestro egoísmo, con nuestra envidia, con nuestra manera de ser rencorosa, y dejar eso a veces da miedo, no es fácil aceptarlo, incluso podría ser que lo refutemos, y no aceptemos realmente querer cambiar, querer perdonar y dar otra oportunidad. En realidad da miedo empezar a ver las cosas a la luz del misterio pascual. Y justo sobre ello nos habla una escena del evangelio, la denominada escena del huerto de los olivos.
En esta escena del evangelio de san Marcos encontramos un retrato sumamente significativo de Jesús ante su muerte, vemos que tiene angustia, que nos abe que hacer ante la inminencia de la muerte, y finalmente se abandona en las manos del Padre: «No se haga mi voluntad, sino la tuya», podemos contemplar así la lucha que Jesús hace en su interior, sin embrago hay otra lucha, que no es precisamente al de Jesús, sino la de los apóstoles, que cuando comienza la agonía de Jesús se duermen.
La pregunta fundamental al ver este pasaje sería, ¿Por qué duermen?, en realidad podríamos pensar que estaban muy cansados, parece que no, más bien, es un signo que usa el evangelista para marcar el desinterés de parte de los apóstoles, puesto que en el momento de la cruz, no parece la escena muy atractiva. Los apóstoles han seguido a Jesús, sin embrago ellos buscan el poder, buscan un estatus, y se puede ver esto a lo largo del evangelio; pero ahora ven a Jesús que sufre, que tiene miedo, que se cae, no es precisamente una escena muy alentadora, más que un hombre con éxito se ve a alguien que está fracasando, es más va a perder la vida, eso no alienta a nadie, al contrario, desaliento todo y por ello es mejor dormir, es mejor de ver ese espectáculo que no llama la atención.
Ciertamente nosotros somos muchas veces así, cuando vemos el misterio pascual, cuando se nos habla de la necesidad de compartir, de ayudar, de ser solidarios, de ser generosos, de ser capaces de perdonar, ante eso solemos pensar que son cosas muy bellas, pero nos dormimos porque no nos interesan, porque no nos llaman la atención. Cuando sabemos que podríamos dar una oportunidad al que falló y decimos, que no; en el fondo nos dormimos, eso sería un fracaso a nuestro ego. O cuando sabemos que podemos ayudar, que podemos dar de nuestro tiempo y mejor evadimos toda responsabilidad, en el fondo nos dormimos. Cuando sabemos que es posible reconciliarse con la persona que se ama, pero neutro orgullo nos dice que mejor no, entonces dormimos. Ante Getsemaní, ante el huerto de los olivos, nos dormimos, porque es el anuncio del amor un amor que nos va a hacer perder ciertas comodidades o nos va a hacer débiles y por ello dormimos.
Por ello Jesús llega con ellos y les reclama, porque ellos están llamados a penetrar el misterio del amor: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?» Jesús llama fuertemente su atención, pues al dormirse no se están comprometiendo. Más aún, el mismo Jesús llama a Pedro “Simón”, un dato curioso, porque a lo largo del evangelio lo llama "Pedro", pero ahora lo llama Simón. Ciertamente su nombre original era Simón, pero Jesús le cambia el nombre y le pone este apodo, le llama Pedro, es decir “Piedra”. Pero en este momento, cuando duerme le dice “Simón”, porque “Pedro”, refleja su cercanía y su relación con Jesús, pero si está dormido, implica que no le interesa Jesús ni su propuesta, no le interesa el misterio pascual, por tanto se ha deslindado de Jesús y sin Jesús no puede ser Pedro, ahora es Simón, es como si no hubiese conocido a Jesús.
Jesús siempre está cercano a nosotros pero si nosotros dormimos y en realidad no nos interesa su Palabra en realidad, somos “Simón”, es decir no vivimos a lado de Jesús, no nos interesa realmente su propuesta, somos farsantes. Entrar a la semana santa implica reconocer que ser cristiano es contemplar la cruz y la resurrección, y que al contemplarlos debemos contemplar la lucha de cada día por vivir el amor y vencer el odio y el egoísmo, para que triunfe el evangelio en nosotros.
Que en esta semana Santa realmente entremos en el misterio del amor y quedamos renovados, seamos más generosos, más humildes, más sencillos, mas misericordiosos, más pacientes, y si el sueño de la indiferencia o de la apatía pareciera llegar no durmamos, sino escuchemos a Jesús que nos dice: «Velen y oren para no caer en la tentación.» Velemos, no dejemos que el sueño llegue, descubramos que podemos hacer, descubramos la experiencia de Dios y oremos para que así veamos que es posible cambiar que es posible transforma nuestra vida y entrar y vivir el misterio pascual.
¡GRACIAS A DIOS! ¡GRACIAS PADRE!
ResponderEliminar"... VELEN Y OREN..."
¡GRACIAS!
PADRE, HA SEGUIDO TEMBLANDO, POR FAVOR, AYÚDENOS A VELAR Y A ORAR, HOY Y SIEMPRE...
¡LO QUEREMOS!