28/6/09

Todos podemos cambiar...

Meditación en la misa vespertina de la vigilia en la solemnidad de San Pedro y san Pablo

Textos:
Hechos de Apostóles 3,1-10
Gálatas 1,11-20
San Juan 21,15-19

A veces creemos que ser hombres de fe implica la perfección en la vida, como si nada malo se hiciera, incluso para muchos parece totalmente distante la experiencia de la fe pues llegan a decir “Yo no puedo ser creyente si soy malo”la fe para mi no es posible si no soy santo”, “la religión es para los que se portan bien.” Con estas y otras expresiones se trata de decir que la religión es simplemente para un grupo de elegidos, totalmente distante a nuestra realidad.
Hoy celebramos la misa de vísperas de san Pedro y san Pablo, esta celebración nos pone de frente a estos dos pilares de la Iglesia y de cara lo que significa iniciarse y vivir la vida de fe. Podemos ver la realidad y la vida de estos dos personajes, que no son precisamente unos santos al inicio de su vida de fe.
En primer lugar nos encontramos con Pedro en el relato del evangelio, y ahí podemos ver retratado a un traidor, un discípulo que ha negado a su maestro y se dio a la fuga y ahora así como le negó tres veces, Jesús viene a darlo el perdón, vine a reconfortarle con una triple pregunta que sirve para que interiorice en su vida. «Simón, hijo de Juan ¿Me amas más que estos?» Con esta pregunta Jesús trata de confrontar a Pedro para que se de cuenta quien es él, lo que ha hecho, lo que ha pensado.
Pedro reconoce su pequeñez, su fragilidad y simplemente le dice: «Si Señor, tu sabes que te quiero» y con esta respuesta Pedro reconoce su flaqueza, su pequeñez y su pecado. Pedro no le contesta que lo ama, sino que simplemente dice que le quiere, mostrando que en realidad hay sólo un pequeño afecto por el Señor, pero no la capacidad del amor. Podemos descubrir entonces que edro es pecador, limitado, pero a pesar de eso Jesús no lo regaña, no lo critica, ni le hace sentir mal, al contrario inmediatamente le encomienda una misión: «Apacienta mis ovejas.» Jesús sabe que es pequeño, pero que es alguien que camina, que sigue adelante, que no se rinde, sino que puede más y por ello le encomienda que continúe con su misión.
Podría a primera vista parecer absurdo que Jesús le encomiende pastorear a las ovejas cuando le ha negado y le ha fallado. Pero Jesús no piensa con los criterios del mundo interesado y materialista, Jesús juzga desde la misericordia y sabe que Pedro es capaz de esto, que nunca le abandonará. Ha fallado, pero le hace más fuerte y capaz de tomar con responsabilidad su tarea. Jesús da una nueva oportunidad.
En segundo lugar la figura de san Pablo, cuyo año estamos concluyendo, nos presenta su identidad él mismo en la segunda lectura: «Pues ya están enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y trataba de destruirla.» Descubrimos en Pablo otro traidor, otro que buscaba incluso destruir a la misma Iglesia.
Podemos ver en san Pablo un hombre que conocía de Dios, un hombre docto, que había estudiado las Escrituras, que era fariseo. Y este celo por la verdad, un celo por la Ley, le llevó incluso a perseguir a la Iglesia. Si lo viéramos con unos ojos mundanos, este hombre sería un mal modelo en la vida de la Iglesia. ¿A quién se le ocurriría ponerlo de ejemplo so quería destruir a la Iglesia? ¿Quién lo pondría de apóstol si es un ser violento? Al único que se le podría ocurrir eso sería al mismo Dios: «Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles
Con esto idea san Pablo trata de mostrarnos que nadie está fuera de la oportunidad de pertenecer a la Iglesia. Dios está dispuesto a llamarnos a todos. Si el mismo Pablo fue perseguidor y después es llamado a anunciar el evangelio quiere decir que todos podemos cambiar de vida y empezar a transfórmala totalmente.
Ser creyente no es para los bien portados únicamente, ser creyente es para los pecadores, para los perseguidores, para los traidores, porque Dios sabe quienes somos, sabe de lo que somos capaces de hacer, sabe que tenemos la fuerza para destruir, y que esa misma fuerza encaminada con su acción es capaz también de construir, de anunciar y de transformar el mundo.
No vale decir que porque somos malos no podemos ser hombres de fe, de lo contrario hoy no podríamos estar celebrando a estos dos pilares de la Iglesia, que en su momento negaron y persiguieron a Jesús pero que finalmente dieron su vida por él y por el evangelio. Si no somos capaces de cambiar, no es por nuestro comportamiento anterior, sino porque no queremos hoy iniciar el auténtico cambio.
En la primera lectura podríamos vernos retratados, hay un paralítico en la puerta “hermosa” del templo. Y estar paralítico representa que se es incapaz de iniciar un camino, de romper con las esclavitudes y con el pecado. Curiosamente este hombre es incapaz de romper con su pecado e iniciar un camino hacia el templo, hacia Dios. Este hombre sólo se queda a la puerta del templo, no entra, ahí podemos ver retratados a todos los que creen en Dios pero no dan el paso para encontrarse con Dios, para cambiar su vida, porque viven de manera conformista, incapaces de iniciar un camino nuevo.
Y ahí a la puerta del templo es san Pedro quien le da a Cristo, para que pueda caminar: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar.» Es lo único que se necesita para caminar y transformar la propia vida: Tener a Cristo. Inmediatamente este hombre se pone de pie y va entrando al templo, entra a encontrarse con Dios.
Que el en esta celebración el Señor venga a nuestra vida y reconociendo nuestras fragilidades, nuestro pecado, dejemos que el Señor entre y nos haga capaces de caminar, capaces de iniciar un camino nuevo. Que nunca digamos que no podemos cambiar o que no podemos vivir realmente nuestra fe, al contrario que realmente dejemos que Cristo venga, nos levante y caminemos hacia una vida totalmente diferente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario