Textos:
1 Cronicas 15,3-4.15-16;16,1-2
1 Corintios 15,54-57
San Lucas 11,27-28
Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de María y esta fiesta nos ayuda a contemplar el sentido de nuestra vida. La Virgen María se eleva al Cielo, el fin último de nuestra vida. Estamos llamados a encontrarnos con Dios y eso es la vida eterna. Esta vida eterna nos es ganada por la fuerza de la resurrección como dice la segunda lectura: «¿Dónde está muerte tu victoria? … Gracias a Dios, que nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo.»
Jesús da la victoria por medio de la resurrección, y esto nos invita a elevar nuestra mirada a esta realidad, la muerte ha sido vencida, la muerte no tiene efectos. Si María sube al Cielo, nos invita a reconocer que todos vamos hacia allá, y es posible porque Jesús ha vencido la muerte, y esa vida nueva está al alcance de la mano, está cerca de nuestra vida.
Sin embargo, cuál es el medio para alcanzar esa vida, puesto que no es simplemente anhelarlo, debemos de descubrir el camino y el evangelio nos marca: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.»
Con esta idea se nos presenta el camino hacia la vida definitiva, que consiste en escuchar la Palabra y ponerla en práctica. Cuando se habla de escuchar la Palabra, no consiste simplemente en oír, sino es ser un receptáculo de la Palabra, permitir que la Palabra llegue, nos toque, nos anime, y convertirnos en portadores de la Palabra. Ser portador de la Palabra consiste en permitir que esa Palabra esté en medio de nosotros, meditándolo, que vaya penetrando con el fin de iluminar nuestro camino y nos vaya transformando, que vaya dando directrices en nuestra vida.
Y si esa Palabra reside en nosotros entonces implica que debe transformar nuestra vida y eso se lleva a la práctica, lo comienza a vivirla, y con ella deja que su vida se renueva, lo hace nuevo. La Palabra se renueva la vida del hombre, al ser portador de esa Palabra se hace nuevo el hombre pues lo renueva.
Cuando uno practica esa Palabra entonces comienza a vivir una vida nueva, comienza a vivir desde Dios, comienza a tener una vida nueva. Esta vida nueva y se encamina hacia la eternidad, se encamina hacia la plenitud, y entonces se encamina hacia la presencia de Dios. La Virgen María escucho y vivió esta Palabra y ello la llevó al culmen de encontrarse con Dios. Nosotros somos invitados a esto, y a vivir esa Palabra para subir desde ahora al Cielo, a la presencia de Dios y al final al encuentro con Dios en la plenitud, pues la gloria de María es la promesa de nuestra gloria en la medida en la que escuchamos y vivimos esa Palabra.
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