21/11/10

El Reino de Jesús

Meditación con motivo de la Solemnidad de Cristo Rey
Ciclo /C/

Textos:
2Samuel 5,1-3
Colosenses 1,12-20
San Lucas 23,35-43

Vivimos en un mundo en donde los medios de comunicación dirigen su mirada hacia los poderosos de este mundo, vemos a los diversos gobernantes y representantes del mundo reunidos en diversos escenarios y foros mundiales, donde supuestamente están reunidos para dirigir y planear de la mejor manera el gobierno de los diversos países en ámbito global. Del mismo modo cada país centra su mirada sobre los diferentes gobernadores, sobre lo que hacen y opinan, para tratar de entender el rumbo que recorre el país. Y eso nos muestra el poder, la centralidad que tienen esos personajes a nivel mundial, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer, finalmente están al centro porque gobierna, dirigen y están al mando de una nación. Independientemente de lo eficaces o pusilánimes que sean, son los signos de poder y autoridad del momento.
Y ante esa visón que los medios nos presenta de esos personajes contrasta radicalmente con la fiesta que hoy la Iglesia celebra: Cristo rey del universo. Un titulo que afirma la realeza de Jesús y una realeza universal. Sin embargo una realeza totalmente contratante, con lo que podemos ver en los medios, pues hoy vemos a Cristo rey pendido de una cruz, vemos A Jesús como un fracasado, en medio de su agonía, en medio de su dolor. No lo vemos asistiendo a grandes reuniones universales como el G-7, o dando grandes discursos a la ciudadanía, o rindiendo extraordinarios discursos sobres sus logros y obras que se han ido realizando a lo largo de su gobierno o inaugurando alguna obra pública, siendo aplaudidos por los asistentes. ¡No! Lo vemos sangrando desnudo en una cruz, rodeado de de una multitud que lo vitupera, un Cristo que está a punto de expirar.
Hoy celebramos a Cristo Rey, pero es un rey que contradice todo lo que los reyes, o bien, los gobernantes y presidentes son hoy en día. Y es que Cristo es rey, pero no como lo hacen los poderosos de hoy en día, su reinado no es de obras públicas, de combates contra el crimen organizado, de pistas de hielo, de grandes cumbres mundiales para hablar de ecología o demás temas, es e no es el camino de la realeza de Cristo. Así como los gobiernos se entienden desde estas perspectivas, la realeza de Jesús se entiende desde el episodio del evangelio de hoy: La cruz.
No es un reinado de construcciones, o de imagen, de lucha política, es un Reinado de entrega, de amor, de salvación. Al contrario de los demás gobiernos que buscan obras externas para ser reconocidos y por lo tanto, para demostrar su trabajo; Jesús muestra su reinado desde otras categorías, muestra su reinado desde criterios y situaciones que no son visibles del todo, que no se pueden poner por escrito en un informe de gobierno, que no entra en las estadísticas de las obras estatales, que no son visibles a los ojos de los demás, sino que son experiencias personales y percibidos por unos cuantos, ya sea para bien o para mal.
Y precisamente porque no es visible, y sus efectos no son de un alcance pleno, parece ir a contracorriente de los logros materiales del mundo, del poder adquisitivo a costa de los demás, y ello provoca irritación de parte de los poderosos, puesto que a nadie le gusta ni le conviene un reino donde se anuncie la paz y la liberación a los hombres, donde el amor, el perdón y la reconciliación es el camino a seguir, suena repulsivo, puesto que el mundo busca aparecer, busca ser el mejor, estar encima de los demás, aparentar ser el mejor entre todos, aún si se pisa a alguien, si se le denigra, si se le ignora, lo importante es estar arriba. Jesús no es así, Jesús no busca humillar, busca dignificar y traer una experiencia de amor. No bastan las obras materiales para decir que trabaja por el bien de los demás pero que en el fondo oculta intereses financieros y de explotación, de nada sirven discursos elaborados con un listado de logros, si son palabrería barata que no manifiesta el alcance de de la obra, sino la fama del que lo pronuncia.
El reinado de Cristo no es como el de los poderosos de este mundo, pues es mucho más sutil, y transforma la vida del hombre, renovándola interiormente. Sin embargo cuando el hombre no es capaz de reconocer esto puede ver en Cristo un fracasado, puede ver en él a un perdedor, un utópico, un soñador, pero no es capaz de ver el verdadero proyecto que trae. Porque si espera el bienestar político, espera grandes obras públicas y discursos sin fin, se quedará sentado, pues eso sólo son cosas externas que no necesariamente transforma el hombre.
Esa cerrazón la podemos vivir nosotros y decir “Cristo no está aquí, pues no hay mejoría en nada, no hay soluciones”, y creer que Cristo es el que trae un reinado netamente materiales indo que viene a renovar el corazón de los hombres. Pero ciertamente el hombre es así se cierra a esto, busca lo inmediato lo visible, lo que puede tocar y dominar, tal y como los jefes religiosos de aquella época, los soldados e incluso uno de los ladrones, que sólo esperan poderes materiales, visibles, llamativos, pero no de renovaciones interiores, sólo se limitan a decir: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» En el fondo buscan un poder pasajero, que se baje de la cruz, que se vea un portento físico, visible, material. Son hombres que no han entendido el reinado de Dios.
Sin embargo hay un hombre que parece captar en medio del suplicio el sentido del reinado de Jesús: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino.» Este ladrón es capaz de descubrir que el reinado de Jesús no está en lo portentosos, ni está en lo meramente llamativo, sino que está en otro sentido. Ha logrado entender que si este hombre estando en la agonía ha pedido perdón por sus verdugos, ha estado en silencio, no ha l, y en medio de su dolor y agonía hay cierta paz, significa que en él hay algo nuevo, algo distinto, que no se reduce a lo meramente material, hay algo espiritual, que los otros no han logrado ver, pero que está en él, y sabe que ese hombre es rey, y es portador de un reinado mucho más superior que los materiales, que tienen la capacidad de dar un sentido y paz en la vida como nadie lo puede lograr. Inmediatamente le dice que le deje estar en su Reino, pues en medio de su suplicio este ladrón reconoce que hay un reinado nuevo y él quiere forma parte.
De esta manera vemos que el Reinado de Dios no es como el del mundo, sino que va hacia el interior del hombre, y todo aquel que celebre esta fiesta debe abrir su espíritu a esta gracia que el Señor le da, dejando que lo renueve y viva la experiencia del amor, no para esperar meros benéficos materiales, sino la renovación interior, la paz que hace al hombre nuevo y totalmente transformado.

1 comentario:

  1. PADRE ¡QUÉ REFLEXIÓN! ¡MEJOR EL ´MALHECHOR ENTENDIÓ! (IGUAL QUE EL BURRITO Y LA MULA QUE ESTABAN CON JESÚS CUANDO NACIÓ. ¡ELLOS SE INCLINARON, INCLINARON SUS CABEZAS ANTE JESUCRISTO!)

    YO TAMBIÉN ME INCLINO, ME POSTRO ANTE ÉL Y LO ACEPTO COMO MI REY. ¡SEÑOR, TRANSFÓRMAME!

    ¡GRACIAS PADRE!

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