28/11/10

«Vistámonos con la armadura de la luz...»

Meditación con motivo del I Domingo de Adviento
Ciclo /A/


Textos:
Isaías 2,1-5
Romanos 13,11-14
San Mateo 24,37-44

El día de hoy comenzamos un nuevo tiempo litúrgico, el tiempo del adviento, una expresión latina que quiere decir “venida”. Es el tiempo litúrgico que nos prepara para la venida del Señor, desde una doble dimensión. Por un lado, se habla de la venida escatológica, es decir, nos recuerda y nos invita a preparamos para la segunda venida de Jesús. La segunda dimensión, nos indica que nos preparamos para conmemorar la primera venida de Jesús que se celebra en el misterio de la Navidad. Al mismo tiempo con este domingo la Iglesia celebra el inicio de un nuevo año litúrgico.
Ya desde este primer Domingo las lecturas parecen indicar cuál es el camino espiritual que el creyente debe de tener a lo largo de este tiempo litúrgico, para preparase al encuentro del Señor. Las lecturas nos presentan dos categorías fundamentales, dos ideas que nos hacen entender el camino del adviento, pero son dos ideas que se entrelazan una con otra.
La primera de ellas a claramente expresada en el texto del evangelio de san Mateo -evangelista que será nuestro guía a lo largo de este ciclo litúrgico que comienza-, una expresión que ciertamente encierra el sentido del adviento: «Velen y estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.» La actitud de la vigilancia, es lo que pide Jesús. Y esta actitud es fundamental pues Jesús lo marca como una orden, no es una mera recomendación, no les dice “a ver si pueden velar”, “espero que tengan un rato y velen”. No es así, sino que es exigente, les dice “¡Velen!”, marcando una orden, pues la vida cristiana no se entiende sin esta dimensión de velar. Y precisamente el tiempo del adviento es un tiempo que nos recuerda que se debe de velar, por si lo olvidamos, por si nos hemos llenado de muchas actividades, el tiempo del adviento es un tiempo que me recuerda que debo de velar.
Este velar, significa estar atento a la intervención de Dios, ser capaz de descubrir, de vislumbrar el sentido de la historia haciendo una lectura desde Dios, descubrir como Dios camina entre nosotros, cómo Dios se va manifestando aún cuando el mundo dice que no existe y que no tienen nada que ver con al problemática actual del hombre. Dios está presente, sin embargo, muchas veces no somos capaces de verlo y entenderlo porque no estamos vigilantes.
Esta imagen del velar está estrechamente unida con la segunda imagen del día de hoy que los textos de la primera y segunda lectura nos presentan: La Luz. Ciertamente están estrechados porque estar vigilantes nos recuerda una actitud de estar atentos, pero sobre todo, estar atentos en la noche, un vigía, un vigilante que en la noche está atento para descubrir que sucede. De esta manera el tema de la vigilancia se relaciona con el tema de la noche, por ende de la luz, puesto que el vigilante debe tener su lámpara encendida para poder vigilar, de lo contario sería engullido por las tinieblas.
De este modo la luz es importante en las lecturas y una imagen que parece en las lecturas, mostrando dos elementos fundamentales para permanecer con esa luz encendida en nuestras vidas, y así andar vigilantes en la historia.
Podemos ver que tener la luz encendida y por lo tanto, mantener una actitud de vigilancia. La segunda lectura nos presenta una pauta para esta vigilancia: «La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz.» San pablo nos presenta una realidad latente: la noche está avanzada, y al hablar de la noche se refiere a la tiniebla, a todas aquellas situaciones y actitudes de la vida que nos cierran a Dios, que nos cierran a su presencia amorosa. Si la noche avanza quiere decir que todo aquello que nos cierra al amor, que nos cierra a la misericordia. San pablo pone alerta a la comunidad cristiana: La noche está avanzada, es densa, la tiniebla los cubre. Cuántos de nosotros somos cubiertos por esa tiniebla de indiferencia ante el sufrimiento de los demás, cuántos somos sumergidos en la tiniebla del odio, y del rencor; o bien por la noche de la desolación y la frustración. La noche se hace cercana, la noche está presente en nuestras vidas, cuando el hombre titubea, cuando el hombre se siete solo, cuando el hombre se siente ignorado, la noche se acerca, el pecado, la maldad inunda su corazón, y por ende no es capaz de vigilar, no es capaz de ver a Dios, sino que se cierra en sí mismo y todo acaba.
Por ello san Pablo invita al creyente a abandonar esas obras, a descubrir que esos nos llenan el corazón y nos envenena. Y el remedio es vestirse de las obras de la luz, y curiosamente utiliza el verbo “vestirse”, de tal manera que esto nos lleva a la imagen del vestido, de las ropas. Y en el mundo bíblico la ropa tiene una connotación muy importante, pues ponerse un vestido, implica que uno se identifica con esa vestimenta. El vestido refleja la identidad de la persona, por ello, decirles “vistamos la armadura de la luz”, quiere decir que somos invitados a tener una nueva identidad, una identidad entendida desde la luz.
Cuando se habla de la luz, nos está hablando de una realidad que da sentido a la historia, pues la luz nos indica precisamente la capacidad de observar las cosas, de delimitarlas, de darles un contenido. La luz se convierte en un símbolo de la vida, de la claridad, que al contrario de la tiniebla sumerge en la muerte, y en lo bizarro, pues no da la oportunidad de conocer las cosas, de ver mi vida, de ver a los demás, de descubrir que puedo hacer por el otro, ni de ver como Dios está presente en mi vida, ni descubrir lo valioso que soy en la historia. Las tinieblas aprisionan, las tinieblas nos encierran, no nos dejan ver, no descubrimos la vida, no vemos nutra vida, no nos vemos a nosotros mismos, ni vemos los límites. Las tinieblas no permiten que nuestra vida se diferente, sino que nos encapsulamos en la cerrazón de una oscuridad sin fin que no da sentido a la vida, ni la felicidad.
Vestirse de la luz, quiere decir tener una nueva identidad desde la perspectiva de la luz. Ahora la identidad del creyente se entiende desde la luz. Cierto que la noche es cercana, que la noche amenaza con ahogarnos, pero también es cierto que podemos vestirnos de una identidad de luz, una luz que nos haga capaces de ver las cosas buenas de la vida y no encerrarnos en cosas malas y destructivas, una mentalidad que nos haga capaces de ver el valor de las amistades, y no centrarnos solamente en la traición del otro. Revestirse de la luz implica, ver a Dios, que está cerca de nosotros, está en el don de la vida, está en la felicidad que tenemos, está en las pequeñas cosas que a veces pasan desapercibidas pero que finalmente dan el verdadero sentido a la vida, llenándonos de satisfacción, llenándonos de luz.
Este revestirse de la luz, tener una identidad desde el ánimo, siendo capaz de ver a Dios y no encerrarse en la tiniebla, es la luz que nos permite estar atentos a la intervención de Dios en la historia y por lo tanto, nos hace capaces de estar vigilantes. Finalmente este ropaje, dice el texto es una armadura, nos pide vestirnos de esa armadura de luz, por lo tanto la Luz da sentido a nuetras vidas, y la da para protegernos de las adversidades, puesto que ese es el sentido y función de una armadura, el no permitir el embate de los enemigos, en este caso de las tinieblas.
Ser vigilante, es vestirse de la luz, una luz que nos da una identidad nueva, una identidad capaz de transformar nuestra vida, y que nos saca de la tiniebla, dándonos la oportunidad de descubrir quiénes somos y quién es Dios en nuestra vida, viendo como Dios está cerca de nosotros y actúa, desde las cosas pequeñas, pero que llenan de sentido nuestra vida. Las tinieblas llegan tarde que temprano con cualquier situación desesperada, pero si nos revestimos con la luz, podemos estar vigilantes y ver como aún en medio de la noche, aún medio de la dificultad Dios se hace presente, y no desfallecer, y caminar desde l está dinámica de salvación, haciendo posible lo que decía la primera lectura al final: «¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!» Que este tiempo de adviento que hoy comienza nos haga caminar por el camino de la luz, en una sintonía de vigilancia, pues así vernos al Señor que viene, al Señor que esta navidad quiere entrar en nuestros corazones.

3 comentarios:

  1. ¡GRACIAS PADRE! ¡EXTRAÑAMOS SUS HOMILÍAS (Y A USTED)! ¡GRACIAS!
    PADRE, LEEMOS QUE "HAY QUE REVESTIRNOS..." PORQUE ES ¿VOLVERNOS A VESTIR? ES DECIR, ES EN EL BAUTISMO DONDE NOS VESTIMOS DE LA LUZ DE DIOS NUESTRO SEÑOR Y CON EL TIEMPO YA NECESITAMOS NUEVAMENTE, Y CON URGENCIA,VOLVERNOS A VESTIR DE LA LUZ DE DIOS MISERICORDIOSO? ESO ES RE VESTIRNOS?
    GRACIAS PADRE. POR FAVOR, AÚN QUE SUS ESTUDIOS HAN DE SER MUY INTENSOS (SIN DUDA), REGÁLENOS DE SU LUZ. TODO SE ACLARA CON ESCUCHARLO (LEERLO)
    ¡GRACIAS! ¡LO QUEREMOS A LA "n" POTENCIA!

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  2. Como dice Dios esta cerca de nosotros en las pequeñas cosas, como socorrer a un hermano(a) dandole de comer a alentarlo en su depreción dandole nuestro tiempo y nosotros no nos dmos cuenta de su precencia

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  3. Por supuesto que debemos darnos cuenta de su presencia de lo contrario no se le puede dar a conocer... Y Un medio para darnos cuenta es decubriendolo en el prójimo, de manera que uno se encuentra con él.

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