1/11/10

Santidad: Tensión entre la vida cristiana y la derrota del mal

Meditación con motivo de la solemnidad de todos los Santos

Textos:
Apocalipsis 7,2-4.9-14
1ª San Juan 3,1-3
San Mateo 5,1-12

El día de hoy celebramos la solemnidad de todos los santos, un día en donde la Iglesia nos invita a elevar nuestra mirada y descubrir dos cosas: En primer lugar nuestra patria definitiva, contemplar a todos los santos implica contemplar un estado de vida definitiva, una vida íntimamente unida a Dios, y que estas personas están en Dios, están en su presencia y que ahí en donde ellos se encuentran estamos llamados todos a compartir. En segundo nuestra vocación en la vida, a contemplar una vocación a la cual estamos llamados a estar con Dios quiere decir que debemos comenzar a vivir desde ahora esta vida de santidad, no es que seamos santos cuando lleguemos con Dios, sino que esa santidad debe de empezar a vivirse desde ahora, para que en Dios sea plena.
Si estamos llamados a la santidad y esa santidad debe vivirse desde ahora, podemos corroborar en nuestra vida, nuestro mundo, nuestra sociedad que está muy lejos de esa situación. Al contemplar las destrucciones, las guerras, las ansias de poder que conllevan una destrucción; cuando vemos nuestra vida tan llena de mentiras, de rencores, de venganzas, de violencia, podríamos decir ¿Dónde está esa santidad? Incluso ¿Yo puedo ser santo?
¿A caso será posible la Santidad? Ciertamente parece imposible vivir esta experiencia de santidad, sin embargo muchos santos a lo largo de la historia lo han logrado, se han esforzado por vivir esa dimensión de santidad, lo cual implica que es posible. Sin embargo esta vocación a las santidad implica reconocer que el mal existe en nuestra historia y la santidad precisamente consiste en ir venciendo ese mal a fuerza de bien, comenzando con nuestra propia vida, y es aquí donde parecen resonar unas palabras de san Pablo: «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.» (Romanos 8,19)
Esto nos lleva sin lugar a dudas a considerar que nuestro llamado a la santidad exige un esfuerzo por combatir el mal, causando una tensión entre esa tendencia hacia Dios, hacia esa santidad; y por el otro lado considerar que vivimos inmersos en la maldad, en una tendencia hacia el mal. Quiere decir que, la santidad es un reto, un camino hacia el cal debemos de caminar, hacia el cual debemos de dirigirnos para encontrar la presencia de Dios.
La santidad por tanto es un llamado, que implica vencer esa tendencia hacia la maldad. ¿Pero cómo será posible esto? Ciertamente es difícil pues san Pablo lo marca “hago el mal que no quiero.” Pero el primer paso para iniciar este proceso de santidad lo dice Pablo al reconocer que hace el mal que no quiere, por lo tanto ser santo, vivir desde la dinámica de Dios, implica reconocer ese mal, el problema sucede cuando nosotros no nos damos cuenta de que hacemos el mal, de que dañamos a otros o nos dañamos a nosotros mismos. Es imposible caminar hacia la santidad si no somos capaces de descubrir ese mal que hacemos y daña a otros. Muchas veces vamos haciendo cosas que a primera vista parecen normales, parece como si no estuviese mal, porque todos lo hacen o bien porque tenemos adormentada nuestra conciencia, de modo que no percibimos el mal que hacemos, o lo excusamos porque creemos que es normal. Ser santo implica descubrir el camino de Dios y el camino que debemos vencer, descubrir el mal que hay en nuestra vida. Si no identificamos esto muy difícilmente vamos a iniciar un camino hacia la santidad, es decir, un camino hacia Dios.
En segundo lugar el mismo San Pablo lo dice “El mal que no quiere”, manifestando que se da cuenta de su mal, y es un mal que no quiere hacerlo. Esto es importante porque a veces nos damos cuenta que lo que hacemos es malo, pero nos gusta hacerlo, nos deleitamos en hacerlo, en planearlo, por lo tanto nos damos cuenta del mal, y buscamos hacerlo, o incluso hasta pedir permiso, para que nos sintamos un con cobijo de protección ante el mal que hago. Sabemos que la venganza es mala, y buscamos hacerla; sabemos que la infidelidad no es correcta y la planeamos y seguimos delante con ello; sabemos que la injusticia es destructiva y disfrutamos haciéndola. No es posible un camino de santidad si nos deleitamos en el mal.
Con esto se causa una tensión entre nuestro camino hacia la santidad y el mal que debemos de vencer. Y lo primero que debemos hacer es justamente vencer el mal, vencer aquello que nos aqueja y daña los demás, y que nos daña a nosotros mismos. Y después de darnos cuenta de nuestro mal, de descubrir que no debemos dañar a nadie, entonces tomamos el impulso para seguirá delante en ese camino de santidad, que finalmente no la hacemos nosotros, sino que es Dios quien interviene y nos ayuda a caminar por ese camino, es Dios que nos fortalece para caminar junto con él para alcanzar, pues finalmente sin Dios ese camino sería absurdo, sería un terrible e infatigable camino lleno de zozobra y irresoluto, pues ería un camino de mero esfuerzo humano, y no es así, pues la santidad es un camino que se hace tomado de la mano de Dios, y es Dios que con su gracia nos fortalece para andar en ese camino.
Lo único que debemos hacer es precisamente descubrir que el mal que hacemos y después evitarlo, es decir no querer hacerlo y poner todo lo que tenemos a nuestro alcance para vencerlo. Cierto, es Dios que nos ayuda, pero somos humanos, y nos toparemos una y otra vez con ese mal que nos daña y nos hace tropezar, lo importante es nunca dejarnos amedrentar por ese mal, no ser conformistas, descubrirlo y tratar de evadirlo, pues eso es parte de nuestro esfuerzo, lo demás, la gracia para vencerlo, la gracia para caminar en la santidad es un don de Dios. A nosotros nos toca examinar nuestra vida y ver que no debemos hacer el mal, esforzarnos por vencerlo, Dios nos dará la fuerza para que efectivamente lo vayamos venciendo, al inicio es difícil, es complejo, es arduo, pero si seguimos firmes, si seguimos detectando ese mal que nos aqueja, y vamos delimitándolo y dejamos que Dios actúe efectivamente podremos vencerlo día a día, haciéndolo cada vez más pequeño.
Eso es la santidad y a esto nos invita esta fiesta a descubrir nuestra vocación, descubrir que podemos vencer el mal con la gracia de Dios, y que a través de este pequeño camino llegaremos siempre acercarnos más a y más a Dios, viendo la de experiencia santidad en nuestra historia.

1 comentario:

  1. PADRE ¡RUEGO A DIOS NUESTRO SEÑOR QUE NOS AYUDE PARA IR CON LA TÚNICA BLANCA Y CON LAS PALMAS EN LAS MANOS!
    ¡SOMOS DESCENDIENTES DE UN PUEBLO DE SANTOS!
    ¡GRACIAS PADRE!

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