Meditación con motivo de la solemnidad de la Natividad del Señor (Misa del día)
Textos:
Isaías 52,7-10
Hebreos 1,1-6
San Juan 1,1-18
El tiempo de Navidad es un tiempo para descubrir y reanimar nuestra fe. Muchas veces, vemos la navidad desde los criterios con el que el mundo los presenta, la vemos desde las luces, los árboles de navidad, los regalos, Santa Claus, etc. Por lo tanto, tenemos una visión meramente externa, que se limita a maravillar los ojos, ver las figuras, ver los adornos, ver los regalos, y pensar que sólo es una fiesta más, ciertamente una hermosa fiesta pero nada más, en donde el centro es una reunión familiar, y unos regalos acompañados de un gran escenario externo lleno de luces. Sin embargo esto no es la navidad desde la dinámica de la fe, si bien es sumamente aparatosa, sumamente llamativa, desde nuestra experiencia de fe, debemos descubrir que significa realmente la navidad.
Para poder entender esta fiesta es necesario hacer un acareamiento al acontecimiento de navidad y para ello es necesario descubrir que nos dicen los textos el día de hoy. Centrémonos en el evangelio, que parece darnos diversos elementos para entender la fiesta que hoy celebramos.
El evangelio de san Juan que hoy se proclama en la misa del día, es llamado comúnmente “prólogo”, sin embargo no es un simple prologo, sin más bien es un himno que seguramente se llegaba a cantar en la comunidad de san Juan, y es un himno en donde se reconoce el papel preponderante del Hijo de Dios a quien se le coloca el título de “la Palabra”. Curiosamente en este himno no se le llama Jesús, sino “la Palabra”. Es un título que ciertamente causa extrañeza, pero seguramente remite a ciertos estratos de la comunidad, y a una reflexión que se hizo. Sin embargo centrémonos en los elementos que nos presenta para poder introducirnos al misterio de Navidad.
Desde el inicio nos dice que esta Palaba es Dios, por tanto nos habla de su permanencia junto al Padre desde la eternidad: «En el principio era la Palabra…» Por tanto esta Palabra es aquella que ha existido desde siempre. Pero demos un paso más adelante y fijémonos con atención en la segunda estrofa: «En la Palabra estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...»
La Palabra, es decir, Jesús, el Hijo de Dios, es la vida, y cuando se habla de la vida no se limita simplemente al hecho de la existencia, sino que va más allá, porque el término que se utiliza aquí para decir vida, no designa la simple vida física, la vida biológica; sino una calidad nueva de vida que es definitiva, que no está sujeta a la muerte. Por tanto, esta Palabra, no sólo da la vida física, sino que viene a darle sentido a la vida, viene a darle plenitud. La vida fisca existe, la vida fisca ya la tenemos, sin embargo, Jesús quiere darnos sentido a la vida. Si lo pensamos bien, no es simplemente el vivir, sino vivir felices, encontrándole un sentido a cada día, un sentido a nuestras actividades, a nuestras palabras, a nuestras amistades. Jesús es aquel que da sentido a toda nuestra historia. Cuantas veces vivimos por vivir, porque no queda de otra, o bien queremos evadir la realidad fugándonos con algún vicio, con una fiesta, pero al final nos encontramos con nuestra realidad, con lo que realmente somos, y vemos que no nos gusta ser así. Por tanto si Jesús viene es precisamente porque quiere que descubramos el sentido de nuestra vida a partir de él, y sólo de él. Claro que a veces podríamos tener la idea de Jesús como algo meramente accesorio, que no nos dice nada, y entonces ser un elemento más en la vida. Por tanto, es la invitación para ver más allá de lo meramente accesorio y descubrir lo que Jesús me quiere ofrecer, descubrir que él es la Palabra que tiene vida, que tiene la plenitud de la historia y que todo pude verse desde una nueva categoría, desde la dimensión de la fe.
En segundo lugar el tema de la vida va relacionado con el tema de la luz: «… y la vida era la luz de los hombres.» Se puede observar que el simbolismo de la luz va de la mano con el de la vida, porque la vida que Jesús ha dado se convierte en una luz que manifiesta para descubrir cuál es para él el camino de la vida plena. Si bien el día de ayer meditábamos sobre el simbolismo de la luz en el antiguo Testamento, el día de hoy nos presenta un elemento más. La luz es Dios mismo, es Jesús, y la luz es la que da el sentido y la plenitud de la vida. La luz no sólo es la que crea, la que da inicio a la vida como lo marca el libro del Génesis en el relato de la creación, sino que la luz, es el mismo Jesús, y por ello la luz ahora desde Jesús es aquello que ilumina al hombre, no sólo para llamarlo a la vida física, sino es la luz que da sentido a la historia del hombre., quien le complemente, quien le hace capaz de encontrarle sentido a su propia realidad. Es la luz que da sentido a los pasos del hombre, que ayuda a encontrarle un una nueva manera de ver las cosas, que ayuda a ver más allá de los criterios que el mundo ofrece, que ayuda a tener una opinión que supera cualquier expectativa meramente humana. Es la luz que renueva lo más profundo de los corazones. Y estos ería la luz de la navidad, si Dios se hace hombre, nace en Belén es para acercarnos esa luz y encontrar un nuevo camino que nos lleve hacia el sentido de la historia. Ahora desde la navidad el hombre tiene una luz que le posibilita ver más alá de la usura, de la corrupción, de la mediocridad, del odio, ahora hay una luz que lo ayuda a descubrir que existen otros criterios que realmente dan paz a su corazón y que le ayuda a encintarse realmente con la plenitud de su vida y de su historia. Navidad por tanto es la fiesta de la plenitud, una plenitud que se inicia desde la capacidad de ver con nuevas categorías, con nuevos elementos, que le ayudan a superar todo.
Esta luz es la que permite que exista el amor de Dios, porque el hombre no está llamado a ser el extraño de la historia, el forastero en la historia, sino que está llamado a reconocer este mundo como parte de su vida y Jesús-Palabra permite esto, pues ahora desde la dinámica de esta luz hay nuevas categorías que permitan iluminar la realidad.
Si bien, existe esa luz, no por ello todos puede ser iluminados por ellos, pues siempre hay elementos que nos impiden llegar a esa luz, y el mismo texto lo indica: «Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.» Existen elementos que nos alejan de ella, simbolizados por las tinieblas, y nos hacen preferir vivir dese las categorías que el mundo propone pues a simple vista son más fáciles. Pues es más fácil ver con ojos de división, de odio, de rencor, de corrupción; que el abrirse a una nueva categoría que primera instancia parece difícil, y va en contra corriente, pero que finalmente da la autentica plenitud. Y finalmente esa luz es capaz de dar tal plenitud, que los criterios de la tiniebla no la vencen.
Y esta Luz que da plenitud es capaz de llegar a nosotros porque el hijo de Dios, la Palabra se hace carne, se hace totalmente hombre y con ello se acerca totalmente al hombre. Ya no hay ninguna distancia ahora él entra a la historia del hombre y con ello se da la salvación. Y esto es sin duda un signo de amor, pues Jesús al encarnarse toma toda nuestra debilidad, para acercarse a nosotros y hacernos accesible esta plenitud de vida. Y eso es justamente lo que hoy celebramos. Si bien, podemos celebrar navidad sólo con luces y regalos, lo cierto es que eso nos sigue dejando al mismo nivel, incluso nos pude dejar totalmente frívolos viendo la navidad como un espectáculo más y con miras a una ganancia, para ver qué cosas obtengo de esta fiesta o bien que cosas desecho pues son meramente superficiales, sin ver el valor de la persona y sólo medirlo desde el valor del regalo. O bien, podemos darnos la oportunidad y ver más allá, y descubrir la luz que viene del pequeño niño de Belén, que quiere iluminarnos y darnos sentido y plenitud a nuestra vida, con nuevos criterios que nos e basan ni en la mercadotecnia, ni en los intereses políticos, sino a partir del amor, a partir de la fragilidad, a partir del perdón, a primera vista puede ser insignificante, pero que realmente da sentido y plenitud a nuestra vida.
Textos:
Isaías 52,7-10
Hebreos 1,1-6
San Juan 1,1-18
El tiempo de Navidad es un tiempo para descubrir y reanimar nuestra fe. Muchas veces, vemos la navidad desde los criterios con el que el mundo los presenta, la vemos desde las luces, los árboles de navidad, los regalos, Santa Claus, etc. Por lo tanto, tenemos una visión meramente externa, que se limita a maravillar los ojos, ver las figuras, ver los adornos, ver los regalos, y pensar que sólo es una fiesta más, ciertamente una hermosa fiesta pero nada más, en donde el centro es una reunión familiar, y unos regalos acompañados de un gran escenario externo lleno de luces. Sin embargo esto no es la navidad desde la dinámica de la fe, si bien es sumamente aparatosa, sumamente llamativa, desde nuestra experiencia de fe, debemos descubrir que significa realmente la navidad.
Para poder entender esta fiesta es necesario hacer un acareamiento al acontecimiento de navidad y para ello es necesario descubrir que nos dicen los textos el día de hoy. Centrémonos en el evangelio, que parece darnos diversos elementos para entender la fiesta que hoy celebramos.
El evangelio de san Juan que hoy se proclama en la misa del día, es llamado comúnmente “prólogo”, sin embargo no es un simple prologo, sin más bien es un himno que seguramente se llegaba a cantar en la comunidad de san Juan, y es un himno en donde se reconoce el papel preponderante del Hijo de Dios a quien se le coloca el título de “la Palabra”. Curiosamente en este himno no se le llama Jesús, sino “la Palabra”. Es un título que ciertamente causa extrañeza, pero seguramente remite a ciertos estratos de la comunidad, y a una reflexión que se hizo. Sin embargo centrémonos en los elementos que nos presenta para poder introducirnos al misterio de Navidad.
Desde el inicio nos dice que esta Palaba es Dios, por tanto nos habla de su permanencia junto al Padre desde la eternidad: «En el principio era la Palabra…» Por tanto esta Palabra es aquella que ha existido desde siempre. Pero demos un paso más adelante y fijémonos con atención en la segunda estrofa: «En la Palabra estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...»
La Palabra, es decir, Jesús, el Hijo de Dios, es la vida, y cuando se habla de la vida no se limita simplemente al hecho de la existencia, sino que va más allá, porque el término que se utiliza aquí para decir vida, no designa la simple vida física, la vida biológica; sino una calidad nueva de vida que es definitiva, que no está sujeta a la muerte. Por tanto, esta Palabra, no sólo da la vida física, sino que viene a darle sentido a la vida, viene a darle plenitud. La vida fisca existe, la vida fisca ya la tenemos, sin embargo, Jesús quiere darnos sentido a la vida. Si lo pensamos bien, no es simplemente el vivir, sino vivir felices, encontrándole un sentido a cada día, un sentido a nuestras actividades, a nuestras palabras, a nuestras amistades. Jesús es aquel que da sentido a toda nuestra historia. Cuantas veces vivimos por vivir, porque no queda de otra, o bien queremos evadir la realidad fugándonos con algún vicio, con una fiesta, pero al final nos encontramos con nuestra realidad, con lo que realmente somos, y vemos que no nos gusta ser así. Por tanto si Jesús viene es precisamente porque quiere que descubramos el sentido de nuestra vida a partir de él, y sólo de él. Claro que a veces podríamos tener la idea de Jesús como algo meramente accesorio, que no nos dice nada, y entonces ser un elemento más en la vida. Por tanto, es la invitación para ver más allá de lo meramente accesorio y descubrir lo que Jesús me quiere ofrecer, descubrir que él es la Palabra que tiene vida, que tiene la plenitud de la historia y que todo pude verse desde una nueva categoría, desde la dimensión de la fe.
En segundo lugar el tema de la vida va relacionado con el tema de la luz: «… y la vida era la luz de los hombres.» Se puede observar que el simbolismo de la luz va de la mano con el de la vida, porque la vida que Jesús ha dado se convierte en una luz que manifiesta para descubrir cuál es para él el camino de la vida plena. Si bien el día de ayer meditábamos sobre el simbolismo de la luz en el antiguo Testamento, el día de hoy nos presenta un elemento más. La luz es Dios mismo, es Jesús, y la luz es la que da el sentido y la plenitud de la vida. La luz no sólo es la que crea, la que da inicio a la vida como lo marca el libro del Génesis en el relato de la creación, sino que la luz, es el mismo Jesús, y por ello la luz ahora desde Jesús es aquello que ilumina al hombre, no sólo para llamarlo a la vida física, sino es la luz que da sentido a la historia del hombre., quien le complemente, quien le hace capaz de encontrarle sentido a su propia realidad. Es la luz que da sentido a los pasos del hombre, que ayuda a encontrarle un una nueva manera de ver las cosas, que ayuda a ver más allá de los criterios que el mundo ofrece, que ayuda a tener una opinión que supera cualquier expectativa meramente humana. Es la luz que renueva lo más profundo de los corazones. Y estos ería la luz de la navidad, si Dios se hace hombre, nace en Belén es para acercarnos esa luz y encontrar un nuevo camino que nos lleve hacia el sentido de la historia. Ahora desde la navidad el hombre tiene una luz que le posibilita ver más alá de la usura, de la corrupción, de la mediocridad, del odio, ahora hay una luz que lo ayuda a descubrir que existen otros criterios que realmente dan paz a su corazón y que le ayuda a encintarse realmente con la plenitud de su vida y de su historia. Navidad por tanto es la fiesta de la plenitud, una plenitud que se inicia desde la capacidad de ver con nuevas categorías, con nuevos elementos, que le ayudan a superar todo.
Esta luz es la que permite que exista el amor de Dios, porque el hombre no está llamado a ser el extraño de la historia, el forastero en la historia, sino que está llamado a reconocer este mundo como parte de su vida y Jesús-Palabra permite esto, pues ahora desde la dinámica de esta luz hay nuevas categorías que permitan iluminar la realidad.
Si bien, existe esa luz, no por ello todos puede ser iluminados por ellos, pues siempre hay elementos que nos impiden llegar a esa luz, y el mismo texto lo indica: «Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.» Existen elementos que nos alejan de ella, simbolizados por las tinieblas, y nos hacen preferir vivir dese las categorías que el mundo propone pues a simple vista son más fáciles. Pues es más fácil ver con ojos de división, de odio, de rencor, de corrupción; que el abrirse a una nueva categoría que primera instancia parece difícil, y va en contra corriente, pero que finalmente da la autentica plenitud. Y finalmente esa luz es capaz de dar tal plenitud, que los criterios de la tiniebla no la vencen.
Y esta Luz que da plenitud es capaz de llegar a nosotros porque el hijo de Dios, la Palabra se hace carne, se hace totalmente hombre y con ello se acerca totalmente al hombre. Ya no hay ninguna distancia ahora él entra a la historia del hombre y con ello se da la salvación. Y esto es sin duda un signo de amor, pues Jesús al encarnarse toma toda nuestra debilidad, para acercarse a nosotros y hacernos accesible esta plenitud de vida. Y eso es justamente lo que hoy celebramos. Si bien, podemos celebrar navidad sólo con luces y regalos, lo cierto es que eso nos sigue dejando al mismo nivel, incluso nos pude dejar totalmente frívolos viendo la navidad como un espectáculo más y con miras a una ganancia, para ver qué cosas obtengo de esta fiesta o bien que cosas desecho pues son meramente superficiales, sin ver el valor de la persona y sólo medirlo desde el valor del regalo. O bien, podemos darnos la oportunidad y ver más allá, y descubrir la luz que viene del pequeño niño de Belén, que quiere iluminarnos y darnos sentido y plenitud a nuestra vida, con nuevos criterios que nos e basan ni en la mercadotecnia, ni en los intereses políticos, sino a partir del amor, a partir de la fragilidad, a partir del perdón, a primera vista puede ser insignificante, pero que realmente da sentido y plenitud a nuestra vida.
GRACIAS A DIOS. GRACIAS PADRE.
ResponderEliminarPADRE ¿CÓMO ES LA ESCRITURA EN SU ORIGINAL: PALABRA O VERBO?
¿CÓMO LA USABA LA COMUNIDAD JOÁNICA Y CUÁL ERA SU CONNOTACIÓN? ¿CUÁL SERÍA SU DUALISMO?
USTED DISCULPE LO "PREGUNTONA" PERO EN USTED HAY VERDAD...
GRACIAS PADRE.
La Palabra original en griego es "logos" que al traducirla es Palabra. Se llega a traducir como verbo, porque en latín Palabra se dice "verbum" y entonces por ello se pone Verbo cuando se traduce. Cómo la usaba la comunidad Joanica es algo muy difícil de precisar, porque sólo aparece en esta parte del evangelio y no se vuelve a utilizar. En realidad no se puede saber bien su connotación exacta, lo cierto es que tiene la idea de que "la Palabra" del Padre se encarna, es decir esa Palabra que da vida a la creación cuando se pronuncia, ahora es totalmente cercana. Ahora bien este título de “Palabra” no aparece en la Biblia, pero se asemeja al título “Sabiduría” que si existe en el Antiguo Testamento y se puede apreciar por ejemplo en el libro del Sirácida, capítulo 24 en donde se describe el itinerario de la Sabiduría. Este relato nos muestra a la Sabiduría como preexistente y presente entre los hombres. Seguramente ese relato está a la base de este himno del evangelio de Juan. Esa sería una idea en general, pero existen otras hipótesis e interpretaciones de los ambientes en los que se le dio este título a Jesús. Pero bíblicamente hablando me parece que tiene como base la Sabiduría del Antiguo Testamento.
ResponderEliminar¡GRACIAS PADRE!
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