Ciclo ferial /I/
Año impar
Textos:
Deuteronomio 6,4-13
San Mateo 17,14-20
Vivimos en un mundo totalmente sordo, y cuando digo sordo no me refiere a un problema auditivo en los oídos, sino un problema, auditivo en nuestro corazón, en nuestra persona. No nos gusta escuchar a los demás, porque creemos que lo que el otro dice es aburrido, no puede enseñarme nada, cayendo en una especie de soberbia en donde creemos conocerlo todo. O bien no escuchamos porque lo que nos dice atenta contra lo que nosotros pensamos, y no queremos cambiar de parecer, no queremos cambiar nuestra manera de ser, siendo cerrados a lo que otros nos proponen. No escuchamos a veces porque tenemos muchas ideas en nuestra cabeza, y para que queremos escuchar otras cosas si no podemos ni escuchar las nuestras cayendo en un egoísmo radical, en donde los demás no me importan.
Vivimos en un mundo en el que nos hacemos sordos a los demás porque creemos que nada nos pueden enseñar o decir, o peor aún no nos interesa la vida de los demás. Por esta razón el día de hoy la liturgia coloca esta realidad al colocarnos el principal mandamiento que Dios entregó a su pueblo en el desierto: « Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. » En este mandamiento lo primero que se pide es precisamente “Escuchar”. Si bien el mandamiento invita al amor de Dios sobre todas las cosas, también es cierto, que antes de vivir esa experiencia de amor, se requiere sobre todo la capacidad de escucha. En otras palabras es imposible amara Dios si no se le escucha.
Esto nos confronta fuertemente el día de hoy pues muchas veces no conocemos ni amamos a Dios porque no lo escuchamos, porque no sabemos qué es lo que nos pide, no entendemos quien es él. La veredera experiencia del amor surge precisamente cuando somos capaces de escuchar al otro. Por esta razón la verdadera conflictiva de nuestra sordera espiritual es precisamente que nosotros no queremos escuchar a los demás, porque en el fondo somos egoístas y egocéntricos incapaces de abrir el oído y por consecuencia, el corazón hacia mis hermanos.
Sin lo pensamos bien muchos de los problemas de la familia se dan porque no escuchamos, y de ese modo es más complicado demostrar el amor hacia los demás. Cuantas veces ignoramos y no escuchamos a la pareja o a los hijos. Todo hombre tiene una misión: Amar. Y si no lo logramos muchas veces o decimos que el amor se ha acabado seguramente es porque lo que realmente se ha acabado es la capacidad y la pciencia para escuchar a los demás y sólo nos escuchamos a nosotros mismos y nuestros intereses, sin descubrir al otro y lo importante que es con su vida y sus ideales.
Podemos descubrir entonces que este mandamiento que invita a mar a Dios tiene como base la capacidad de la escucha. Sin la escucha podemos renunciar al amor y a todo lo demás, porque seremos seres encerrados en nosotros mismos.
Este texto es conocido para los judíos como “Shema” (es decir, ‘escucha’) y lo deben de recitar siempre los judíos para recordar que lo importante es Dios, pero sobre todo para recordar que la base del encuentro con Dios es la escucha de su Palabra, la cual es capaz de dar la fuerza para proseguiré el camino y lograr el objetivo primordial que es amar a Dios sobre todo. Tendríamos que preguntarnos qué tan capaces hemos sido de escuchar a Dios en nuestra vida, pero para iniciar qué tanto hemos escuchado a los demás en nuestra vida, para que de ahí descubramos cuánto amor tengo o he dejado de tener para con los demás. Y si descubrimos que vamos fallando porque no pedirle como aquel padre que le suplica a Jesús en el texto del evangelio, pidiendo la fe para creer en su palabra, pero también por qué no le pedimos un corazón que escuche.
Vivimos en un mundo en el que nos hacemos sordos a los demás porque creemos que nada nos pueden enseñar o decir, o peor aún no nos interesa la vida de los demás. Por esta razón el día de hoy la liturgia coloca esta realidad al colocarnos el principal mandamiento que Dios entregó a su pueblo en el desierto: « Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. » En este mandamiento lo primero que se pide es precisamente “Escuchar”. Si bien el mandamiento invita al amor de Dios sobre todas las cosas, también es cierto, que antes de vivir esa experiencia de amor, se requiere sobre todo la capacidad de escucha. En otras palabras es imposible amara Dios si no se le escucha.
Esto nos confronta fuertemente el día de hoy pues muchas veces no conocemos ni amamos a Dios porque no lo escuchamos, porque no sabemos qué es lo que nos pide, no entendemos quien es él. La veredera experiencia del amor surge precisamente cuando somos capaces de escuchar al otro. Por esta razón la verdadera conflictiva de nuestra sordera espiritual es precisamente que nosotros no queremos escuchar a los demás, porque en el fondo somos egoístas y egocéntricos incapaces de abrir el oído y por consecuencia, el corazón hacia mis hermanos.
Sin lo pensamos bien muchos de los problemas de la familia se dan porque no escuchamos, y de ese modo es más complicado demostrar el amor hacia los demás. Cuantas veces ignoramos y no escuchamos a la pareja o a los hijos. Todo hombre tiene una misión: Amar. Y si no lo logramos muchas veces o decimos que el amor se ha acabado seguramente es porque lo que realmente se ha acabado es la capacidad y la pciencia para escuchar a los demás y sólo nos escuchamos a nosotros mismos y nuestros intereses, sin descubrir al otro y lo importante que es con su vida y sus ideales.
Podemos descubrir entonces que este mandamiento que invita a mar a Dios tiene como base la capacidad de la escucha. Sin la escucha podemos renunciar al amor y a todo lo demás, porque seremos seres encerrados en nosotros mismos.
Este texto es conocido para los judíos como “Shema” (es decir, ‘escucha’) y lo deben de recitar siempre los judíos para recordar que lo importante es Dios, pero sobre todo para recordar que la base del encuentro con Dios es la escucha de su Palabra, la cual es capaz de dar la fuerza para proseguiré el camino y lograr el objetivo primordial que es amar a Dios sobre todo. Tendríamos que preguntarnos qué tan capaces hemos sido de escuchar a Dios en nuestra vida, pero para iniciar qué tanto hemos escuchado a los demás en nuestra vida, para que de ahí descubramos cuánto amor tengo o he dejado de tener para con los demás. Y si descubrimos que vamos fallando porque no pedirle como aquel padre que le suplica a Jesús en el texto del evangelio, pidiendo la fe para creer en su palabra, pero también por qué no le pedimos un corazón que escuche.
Padre:
ResponderEliminarPor favor copie y pegue esta dirección en su explorador de internet. Espero le guste!
http://www.youtube.com/watch?v=toicQHfbOVg
( ESCUCHA ISRAEL EL SEÑOR ES SÓLO UNO )
yשת
ישראל
יהוא
תקשיב
יהוא
החד