Textos:
Hechos de los Apóstoles 22,3-16
San Marcos 16,15-18
El día de hoy la Iglesia celebra la fiesta de la conversión de san Pablo. Es una oportunidad para recordar nuestra vocación a la conversión. Porque sería un error creer que la conversión es sólo un acto puntual en la historia. Muchos hablan en ocasiones de su conversión como algo lejano en su vida, y creen que la conversión es simplemente el día en el que escucharon sobre Jesús, porque fueron a un retiro, escucharon algo, un momento de oración reoriento su vida, etc. Y ciertamente ese es una conversión, pero en realidad ese sólo es el primer paso de este acontecimiento. La conversión debe de ser constante, debe ser continua, no puede quedarse sólo como parte del anecdotario de la vida de la fe. Incluso hay quien llega a decir “Qué día aquellos en los que me convertí, ahí si era bien y daba testimonio, tenía alegría por la vida.” Marcan esto como un acto vital en su vida, pero que ha pasado, y lo peor es precisamente que se recuerda como aquello que nos hizo un bien, pero que hoy ya no lo vivimos. ¿No será que necesitamos de otra conversión?
Esto nos lleva a recordar que siempre necesitamos de la conversión, necesitamos del encentro con Dios en nuestras vidas. Es un absurdo cuando creemos que no necesitamos más de una conversión, por el simple hecho de que ya la tuvimos, o porque según nosotros tenemos fe. Incluso hay quien niega esta realidad por un argumento sutil, y al mismo tiempo absurdo: “Ya tome el Kerygma”. Con esto se trata de decir que el Kerygma lleva a la conversión, y que por el hecho de que ya lo conocemos, entonces ya no necesitamos de conversión, porque ya nos sabemos el Kerygma.
Creo que esto es producto de un abuso en el tema del Kerygma, en donde se manifiesta que es necesario recibirlo para convertirse. Y como consecuencia algunos dirán yo ya me lo se, y por tanto no lo recibe y menos se convierte. Esto implica que hemos reducido el Kerygma a una serie de temas catequéticos, pero que no son un verdadero anuncio de fe. Y por otro lado hemos reducido la conversión sólo al conocimiento de Dios, y de ahí en adelante creemos que ya no necesitamos más de eso. Ya sea porque tengo el Kerygma, o bien `porque reducimos la conversión a conocer un poco de Dios, o simplemente a estar en la Iglesia.
Siendo que una vez que uno conoce y se encuentra con Dios debería confrontar más su vida y necesariamente buscar ser mejor, iniciando un camino de conversión constante.
Hoy celebramos la conversión de San Pablo pero no estamos celebrando un acto meramente puntual del apóstol, sino estamos celebrando su vida, su ministerio, que tuvo un inicio, pero que prosiguió, y que finalmente tuvo una serie de conversiones. Estas conversiones las podemos apreciar en el texto de los hechos de los apóstoles, en donde san Lucas coloca los viajes de san pablo como el itinerario de un misionero que busca anunciar la buena nueva a los demás. Sin embargo san Lucas va haciendo el retrato de un misionero que debe de ir madurando, debe de ir creciendo y por tanto de convertirse. Así, san Pablo es alguien en continua conversión. Si leemos con atención vemos a un Pablo que se equivoca, que debe replantear las cosas, que huye, que se le va la gente, que no le entienden, etc.… Y en cada momento Pablo ha de irse replanteando su modo de ser, su ministerio, su misión. Finalmente el texto de Hechos de los apóstoles termina diciendo que recibía a todos en la casa de roma, curiosamente no aborda el tema de su muerte, porque para san Lucas lo importante no es narrar su vida, sino su crecimiento espiritual como misionero en donde finalmente hace una comunidad universal, donde todos son aceptados y sobre todos, donde todos son unidad.
Por tanto, hoy no celebramos sólo el hecho de su conversión, sino su ministerio apostólico; que inicio con esa conversión. Y si leemos esta lectura de su conversión se debe a que estamos llamados a reconocer la importancia de este encuentro, pero un encuentro que nos tiene que llevar a vivir constantemente en nuestra vida la conversión, nuestro entrar en contacto con el Señor, y sobre todo el darlo a conocer a los demás; tal y como lo anuncia el texto del evangelio, donde todos son invitados a vivir en esta dinámica de evangelización, dando a conocer el misterio de Cristo. Un misterio que requiere en nuestra vida el encuentro constante con él, encuentro que se da sólo con la conversión.
Que en esta fiesta reconozcamos realmente el valor de nuestra misión, que es anunciar a Cristo, y que se dé por medio de nuestro encuentro constante con él, un encuentro que nos lleve en todo momento a replantear nuestra vida, que nos lleve a convertirnos a su presencia y darlo a conocer desde nuestra experiencia. De este modo viviremos realmente esta celebración.
Para concluir podemos decir que curiosamente con esta fiesta se termina la semana de oración por la unidad de los cristianos (18-25 de enero), y creo que se cierra con esto como una invitación a reconocer que el camino para lograr un avance dentro de esta llamada a la oración se dará precisamente cuando nosotros seamos capaces de vencer nuestro egoísmos, y cerrazones y realmente nos convirtamos, puesto que este es el único camino para la unidad.
Hechos de los Apóstoles 22,3-16
San Marcos 16,15-18
El día de hoy la Iglesia celebra la fiesta de la conversión de san Pablo. Es una oportunidad para recordar nuestra vocación a la conversión. Porque sería un error creer que la conversión es sólo un acto puntual en la historia. Muchos hablan en ocasiones de su conversión como algo lejano en su vida, y creen que la conversión es simplemente el día en el que escucharon sobre Jesús, porque fueron a un retiro, escucharon algo, un momento de oración reoriento su vida, etc. Y ciertamente ese es una conversión, pero en realidad ese sólo es el primer paso de este acontecimiento. La conversión debe de ser constante, debe ser continua, no puede quedarse sólo como parte del anecdotario de la vida de la fe. Incluso hay quien llega a decir “Qué día aquellos en los que me convertí, ahí si era bien y daba testimonio, tenía alegría por la vida.” Marcan esto como un acto vital en su vida, pero que ha pasado, y lo peor es precisamente que se recuerda como aquello que nos hizo un bien, pero que hoy ya no lo vivimos. ¿No será que necesitamos de otra conversión?
Esto nos lleva a recordar que siempre necesitamos de la conversión, necesitamos del encentro con Dios en nuestras vidas. Es un absurdo cuando creemos que no necesitamos más de una conversión, por el simple hecho de que ya la tuvimos, o porque según nosotros tenemos fe. Incluso hay quien niega esta realidad por un argumento sutil, y al mismo tiempo absurdo: “Ya tome el Kerygma”. Con esto se trata de decir que el Kerygma lleva a la conversión, y que por el hecho de que ya lo conocemos, entonces ya no necesitamos de conversión, porque ya nos sabemos el Kerygma.
Creo que esto es producto de un abuso en el tema del Kerygma, en donde se manifiesta que es necesario recibirlo para convertirse. Y como consecuencia algunos dirán yo ya me lo se, y por tanto no lo recibe y menos se convierte. Esto implica que hemos reducido el Kerygma a una serie de temas catequéticos, pero que no son un verdadero anuncio de fe. Y por otro lado hemos reducido la conversión sólo al conocimiento de Dios, y de ahí en adelante creemos que ya no necesitamos más de eso. Ya sea porque tengo el Kerygma, o bien `porque reducimos la conversión a conocer un poco de Dios, o simplemente a estar en la Iglesia.
Siendo que una vez que uno conoce y se encuentra con Dios debería confrontar más su vida y necesariamente buscar ser mejor, iniciando un camino de conversión constante.
Hoy celebramos la conversión de San Pablo pero no estamos celebrando un acto meramente puntual del apóstol, sino estamos celebrando su vida, su ministerio, que tuvo un inicio, pero que prosiguió, y que finalmente tuvo una serie de conversiones. Estas conversiones las podemos apreciar en el texto de los hechos de los apóstoles, en donde san Lucas coloca los viajes de san pablo como el itinerario de un misionero que busca anunciar la buena nueva a los demás. Sin embargo san Lucas va haciendo el retrato de un misionero que debe de ir madurando, debe de ir creciendo y por tanto de convertirse. Así, san Pablo es alguien en continua conversión. Si leemos con atención vemos a un Pablo que se equivoca, que debe replantear las cosas, que huye, que se le va la gente, que no le entienden, etc.… Y en cada momento Pablo ha de irse replanteando su modo de ser, su ministerio, su misión. Finalmente el texto de Hechos de los apóstoles termina diciendo que recibía a todos en la casa de roma, curiosamente no aborda el tema de su muerte, porque para san Lucas lo importante no es narrar su vida, sino su crecimiento espiritual como misionero en donde finalmente hace una comunidad universal, donde todos son aceptados y sobre todos, donde todos son unidad.
Por tanto, hoy no celebramos sólo el hecho de su conversión, sino su ministerio apostólico; que inicio con esa conversión. Y si leemos esta lectura de su conversión se debe a que estamos llamados a reconocer la importancia de este encuentro, pero un encuentro que nos tiene que llevar a vivir constantemente en nuestra vida la conversión, nuestro entrar en contacto con el Señor, y sobre todo el darlo a conocer a los demás; tal y como lo anuncia el texto del evangelio, donde todos son invitados a vivir en esta dinámica de evangelización, dando a conocer el misterio de Cristo. Un misterio que requiere en nuestra vida el encuentro constante con él, encuentro que se da sólo con la conversión.
Que en esta fiesta reconozcamos realmente el valor de nuestra misión, que es anunciar a Cristo, y que se dé por medio de nuestro encuentro constante con él, un encuentro que nos lleve en todo momento a replantear nuestra vida, que nos lleve a convertirnos a su presencia y darlo a conocer desde nuestra experiencia. De este modo viviremos realmente esta celebración.
Para concluir podemos decir que curiosamente con esta fiesta se termina la semana de oración por la unidad de los cristianos (18-25 de enero), y creo que se cierra con esto como una invitación a reconocer que el camino para lograr un avance dentro de esta llamada a la oración se dará precisamente cuando nosotros seamos capaces de vencer nuestro egoísmos, y cerrazones y realmente nos convirtamos, puesto que este es el único camino para la unidad.
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