Ciclo /C/
Textos:
Isaías 40,1-5.9-11
Carta a Tito 2,11-14; 3,4-7
San Lucas 3,15-16.21-22
El día de hoy estamos celebrando la fiesta del bautismo del Señor, una fiesta que tiene en sí misma dos dimisiones litúrgicas de gran alcance. Por un lado, con esta fiesta se termina el tiempo de navidad y por otro, se anuncia el inicio del tiempo ordinario. Pero qué significa esta fiesta desde nuestra perspectiva de fe. Para entender un poco de esto podemos acercarnos al texto y descubrir una cosa importante: El relato del bautismo del Señor, es un relato que nos habla del tema de la creación.
Esta idea de la creación la podemos descubrir en los diversos elementos teológicos que el relato nos presenta. En primer lugar nos hala de que este bautizo se lleva a cabo en el río Jordán, y de ahí las imágenes de las aguas primordiales, del caos y confusión inicial. Y justo en medio de esas aguas caudalosas podemos descubrir así como en Gen 1,2, que el Espíritu se cierne sobre las aguas, de ahí la imagen de la presencia del Espíritu como paloma, como aquel que viene a poner en orden este caos. Y finalmente según el relato de la creación todo comenzó a existir debido a la Palabra de Dios, que ante ese caos surge la voz creadora que dice “haya luz”, sin embargo aquí esta voz creacional dice algo nuevo, nos habla del verdadero sentido de la creación en Cristo: «Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta toda mi predilección.»
Esta frase es sumamente densa y nos enseña algo primordial, que en Cristo se ha iniciado una nueva creación que se identifica con la filiación. La nueva creación nos llama a ser hijos de Dios. Gracias a Jesús todos nosotros podemos ser llamados hijos. Y esto es lo que hoy celebramos, no es que simplemente recordemos un acontecimiento más en la vida de Jesús, sino que estamos celebrando algo más importante que eso, estamos celebrando que ese acontecimiento resume la actividad de Jesús y as consecuencias de este ministerio para nosotros: Ser Hijos, en el hijo.
Esto nos debe levar a pensar que tanto estamos notros realmente viviendo como hijos de Dios. Porque ciertamente nosotros vamos por la vida haciendo cantidad de cosas, vamos por la vida sin tomar en cuenta muchas cosas, que en gran medida no tiene nada que ver con la experiencia de Dios en nuestra vida.
Cuantas veces vamos viviendo desde la dimensión de la corrupción, y sólo porque todos lo hacen. Esto provoca no sólo en nosotros, sino en los que nos rodean, que no vivamos desde la honestidad. Cuántos son corruptos pagando para que se lleven a cabo sus asuntos. Cuántos se la viven copiando en un examen para pasarlo diciendo que es necesario. Cuántos se la viven moviendo influencias para perjudicar a alguna persona. Cuántos son realmente hijos de la corrupción, pero no son realmente hijos de Dios, de la verdad, del amor, de la honestidad.
Todos los cristianos somos bautizados, y desde ese momento somos llamados a ser hijos de Dios. Pero cuántos vemos el bautismo simplemente como un compromiso más, o una oportunidad de fiesta, o un momento de alegría familiar, pero no lo vemos realmente como un momento de encuentro de Dios, como un compromiso que nos invita a acercarnos más a él, y a sentirnos realmente como hijos.
Creo que el verdadero problema es que no nos sentimos hijos. No creemos que Dios nos llave a esta dignidad. No creemos que podemos ser capaces para levantarnos y comenzar una vida nueva. Somos incapaces de descubrir como Dios va modelando nuestra vida.
Creo que esta fiesta es un buen momento para iniciar a replantear lo que realmente es nuestra vida de fe, y decidir realmente si queremos ser hijos de Dios o simplemente seguir como siempre, sin descubrir lo que significa esta dignidad que Dios nos ha conferido desde nuestro bautismo, descubriendo y viviendo de un modo nuevo con su presencia que nos da en todo momento.
Esta idea de la creación la podemos descubrir en los diversos elementos teológicos que el relato nos presenta. En primer lugar nos hala de que este bautizo se lleva a cabo en el río Jordán, y de ahí las imágenes de las aguas primordiales, del caos y confusión inicial. Y justo en medio de esas aguas caudalosas podemos descubrir así como en Gen 1,2, que el Espíritu se cierne sobre las aguas, de ahí la imagen de la presencia del Espíritu como paloma, como aquel que viene a poner en orden este caos. Y finalmente según el relato de la creación todo comenzó a existir debido a la Palabra de Dios, que ante ese caos surge la voz creadora que dice “haya luz”, sin embargo aquí esta voz creacional dice algo nuevo, nos habla del verdadero sentido de la creación en Cristo: «Tú eres mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta toda mi predilección.»
Esta frase es sumamente densa y nos enseña algo primordial, que en Cristo se ha iniciado una nueva creación que se identifica con la filiación. La nueva creación nos llama a ser hijos de Dios. Gracias a Jesús todos nosotros podemos ser llamados hijos. Y esto es lo que hoy celebramos, no es que simplemente recordemos un acontecimiento más en la vida de Jesús, sino que estamos celebrando algo más importante que eso, estamos celebrando que ese acontecimiento resume la actividad de Jesús y as consecuencias de este ministerio para nosotros: Ser Hijos, en el hijo.
Esto nos debe levar a pensar que tanto estamos notros realmente viviendo como hijos de Dios. Porque ciertamente nosotros vamos por la vida haciendo cantidad de cosas, vamos por la vida sin tomar en cuenta muchas cosas, que en gran medida no tiene nada que ver con la experiencia de Dios en nuestra vida.
Cuantas veces vamos viviendo desde la dimensión de la corrupción, y sólo porque todos lo hacen. Esto provoca no sólo en nosotros, sino en los que nos rodean, que no vivamos desde la honestidad. Cuántos son corruptos pagando para que se lleven a cabo sus asuntos. Cuántos se la viven copiando en un examen para pasarlo diciendo que es necesario. Cuántos se la viven moviendo influencias para perjudicar a alguna persona. Cuántos son realmente hijos de la corrupción, pero no son realmente hijos de Dios, de la verdad, del amor, de la honestidad.
Todos los cristianos somos bautizados, y desde ese momento somos llamados a ser hijos de Dios. Pero cuántos vemos el bautismo simplemente como un compromiso más, o una oportunidad de fiesta, o un momento de alegría familiar, pero no lo vemos realmente como un momento de encuentro de Dios, como un compromiso que nos invita a acercarnos más a él, y a sentirnos realmente como hijos.
Creo que el verdadero problema es que no nos sentimos hijos. No creemos que Dios nos llave a esta dignidad. No creemos que podemos ser capaces para levantarnos y comenzar una vida nueva. Somos incapaces de descubrir como Dios va modelando nuestra vida.
Creo que esta fiesta es un buen momento para iniciar a replantear lo que realmente es nuestra vida de fe, y decidir realmente si queremos ser hijos de Dios o simplemente seguir como siempre, sin descubrir lo que significa esta dignidad que Dios nos ha conferido desde nuestro bautismo, descubriendo y viviendo de un modo nuevo con su presencia que nos da en todo momento.
PADRE, GRACIAS.
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