Textos:
Joel 2,12-18
Salmo 50
2 Corintios 5,20-21.6,1-2
San Mateo 6,1-6.16-18
Joel 2,12-18
Salmo 50
2 Corintios 5,20-21.6,1-2
San Mateo 6,1-6.16-18
Cuando sucede algo malo en nuestra vida, o cometemos un grave error, muchas veces quisiéramos que eso desapareciera, que nunca más volviera a suceder, si pidiéramos regresaríamos el tiempo y lo evitaríamos. Esto desde luego que no es posible, sin embargo lo que si es posible es tratar de enmendar el mal, tratar de corregir el error, iniciar algo nuevo en nuestra vida.
El día de hoy la Iglesia celebra el inicio del tiempo de la cuaresma, un tiempo para adentrarnos en nuestra vida y comprender como hemos ido caminando en nuestra historia, que aceiteros hemos hecho y que errores hemos realizado. Todo esto con el fin de iniciar un camino nuevo. Y precisamente este tiempo se inicia con un signo muy concreto, el signo de la ceniza.
Pero, ¿Por qué con la ceniza? La ceniza son los residuos de algo que se ha quemado. Cuando nosotros quemamos algo lo que queda es meras cenizas, no hay nada más que esa destrucción. Si comenzamos el tiempo de cuaresma con las cenizas se debe precisamente a que estamos invitados a destruir todo aquello que nos lastima, a destruir todo aquello que no nos hace ser mejores personas, todo aquello que impide el crecimiento de nuestra persona y el de los demás. Pasar al frente y dejar que nos pongan ceniza implica precisamente reconocer que hemos fallado, reconocer que hemos pecado, pero que queremos hacer ceniza todo eso. Es como si le dijéramos a Dios: 'Haz ceniza mi pecado, destruye todo mi mal, destruye mis groserías, acaba con todos mis malos pensamientos.' Eso es la ceniza.
Esto es por lo tanto un compromiso, el compromiso de querer cambiar con la ayuda de Dios. Algunos lo ven como una obligación, o como un amuleto de buena suerte, pero no, es simplemente un acto de reconocimiento: Falle y quiero cambiar. Si se toma la ceniza, pero no hay un verdadero cambio, ni en verdadero compromiso, seríamos hipócritas, o supersticiosos, reduciendo la ceniza a algo que no es.
Al inicio de esta reflexión decía que cuando nos damos cuenta de nuestros errores nos gustaría destruirlos, pues esto es la ceniza, es decirle a Dios: “Destruye este pecado que hay en mí”. Desde luego que esto no se da por arte de magia, ni se da de un día para otro, sino que es un proceso por el cual vamos cambiando y siendo mejores. Y para lograr este cambio es necesario ver que voy a hacer para ser distinto, que voy a hacer para cambiar, e iniciar ese cambio. Por esta razón, se inicia con este signo el tiempo de la cuaresma, puesto que este tiempo nos invita a cambiar algo de nuestra vida y ser mejores e futuro. Podríamos decir que la cuaresma es el tiempo en donde nos ejercitamos en alguna virtud, para que al finalizar este tiempo seamos distintos y mejores en nuestra vida. Pero para ello debemos querer ser mejores, debemos decirle a Dios quiero cambiar esto y en señal de esto tomo la ceniza. Tomando en cuenta que este cambio no es simplemente para esos cuarenta días, sino que son el inicio de una vida distinta, siempre. Muchos al escuchar esto podrían pensar que eso es difícil, que no es posible hacerlo, que cuesta trabajo, o que es demasiado tarde para empezar. Pero no es así, pues como lo marca la primera lectura del día de hoy: «Todavía es tiempo.» Y todavía podemos iniciar un verdadero cambio, solo basta que le digamos: “Señor aquí estoy quiero ser distinto.”
El día de hoy la Iglesia celebra el inicio del tiempo de la cuaresma, un tiempo para adentrarnos en nuestra vida y comprender como hemos ido caminando en nuestra historia, que aceiteros hemos hecho y que errores hemos realizado. Todo esto con el fin de iniciar un camino nuevo. Y precisamente este tiempo se inicia con un signo muy concreto, el signo de la ceniza.
Pero, ¿Por qué con la ceniza? La ceniza son los residuos de algo que se ha quemado. Cuando nosotros quemamos algo lo que queda es meras cenizas, no hay nada más que esa destrucción. Si comenzamos el tiempo de cuaresma con las cenizas se debe precisamente a que estamos invitados a destruir todo aquello que nos lastima, a destruir todo aquello que no nos hace ser mejores personas, todo aquello que impide el crecimiento de nuestra persona y el de los demás. Pasar al frente y dejar que nos pongan ceniza implica precisamente reconocer que hemos fallado, reconocer que hemos pecado, pero que queremos hacer ceniza todo eso. Es como si le dijéramos a Dios: 'Haz ceniza mi pecado, destruye todo mi mal, destruye mis groserías, acaba con todos mis malos pensamientos.' Eso es la ceniza.
Esto es por lo tanto un compromiso, el compromiso de querer cambiar con la ayuda de Dios. Algunos lo ven como una obligación, o como un amuleto de buena suerte, pero no, es simplemente un acto de reconocimiento: Falle y quiero cambiar. Si se toma la ceniza, pero no hay un verdadero cambio, ni en verdadero compromiso, seríamos hipócritas, o supersticiosos, reduciendo la ceniza a algo que no es.
Al inicio de esta reflexión decía que cuando nos damos cuenta de nuestros errores nos gustaría destruirlos, pues esto es la ceniza, es decirle a Dios: “Destruye este pecado que hay en mí”. Desde luego que esto no se da por arte de magia, ni se da de un día para otro, sino que es un proceso por el cual vamos cambiando y siendo mejores. Y para lograr este cambio es necesario ver que voy a hacer para ser distinto, que voy a hacer para cambiar, e iniciar ese cambio. Por esta razón, se inicia con este signo el tiempo de la cuaresma, puesto que este tiempo nos invita a cambiar algo de nuestra vida y ser mejores e futuro. Podríamos decir que la cuaresma es el tiempo en donde nos ejercitamos en alguna virtud, para que al finalizar este tiempo seamos distintos y mejores en nuestra vida. Pero para ello debemos querer ser mejores, debemos decirle a Dios quiero cambiar esto y en señal de esto tomo la ceniza. Tomando en cuenta que este cambio no es simplemente para esos cuarenta días, sino que son el inicio de una vida distinta, siempre. Muchos al escuchar esto podrían pensar que eso es difícil, que no es posible hacerlo, que cuesta trabajo, o que es demasiado tarde para empezar. Pero no es así, pues como lo marca la primera lectura del día de hoy: «Todavía es tiempo.» Y todavía podemos iniciar un verdadero cambio, solo basta que le digamos: “Señor aquí estoy quiero ser distinto.”
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