21/2/10

Cuarenta días

Meditación del I Domingo de Cuaresma
Ciclo /C/


Textos:
Deuteronomio 26,4-10
Romanos 10,8-13
San Lucas 4,1-13

Una de las dificultades más grandes que hay dentro de la vivencia de la cuaresma, que hemos iniciado el pasado miércoles de ceniza, es precisamente que no se ha alcanzado a comprender el sentido de la misma y se le ve desde un punto de vista muy reduccionista. Por un lado, la cuaresma se vive como un tiempo de penitencia y de cambio (cosa que no es errónea), pero que sólo se limita a este tiempo. Durante la cuaresma podemos observar como hay gente que deja de tomar, de fumar, de hacer ciertas cosas, que incluso le divierte, pero que finalmente sólo se reduce a este tiempo. No es que eso sea malo en sí, pero reducimos el cambio de vida, el cambio de actitud a cuarenta días simplemente.
Por otro, la cuaresma no dice gran cosa a muchos, se ve como algo retrograda en cuanto penitencias que no nos dicen nada, o bien como un sufrimiento inútil que a nada, ni a nadie dice nada. Lo ven fuera de lugar, o como algo incomprensible que no es para nuestros tiempos. Incluso hay quien dice que es hipocresía, puesto que los que llevan a cabo sus cambios, después siguen siendo los mismos.
La problemática surge precisamente porque no alcanzamos a entender este tiempo y lo producimos a prácticas y ritos, pero sobre todo porque todo queda encerrado en una especie de paréntesis en el tiempo, con duración de cuarenta días. Y dura cuarenta días, porque Jesús, como lo hemos leído en el evangelio de hoy, estuvo cuarenta días en el desierto. Pero creo que es mejor hacer una reflexión sobre lo que significa el número cuarenta dentro de la Escritura y desde ahí entender realmente que significa vivir la cuaresma.
Comencemos diciendo que el número cuarenta aparece en varios textos bíblico. Lo encontramos en la duración del diluvio (Gen 7,17), los años que camino el pueblo de Israel por el desierto (Sal 95,10; Dt 2,7), el tiempo de penitencia que hizo el pueblo de Nínive (Jon 3,4), los años de reinado de David (2Sam 5,4). Entre otros ejemplo es en donde lo podemos ver. El número cuarenta no se refiere simplemente a un número que indique un tiempo exacto, porque dentro de la Biblia los números tienen un fuerte simbolismo, y si el cuarenta se repinte con insistencia quiere decir que hay algo importante representado ahí.
El cuarenta es el símbolo de lo completo, de una etapa bien definida que ha comenzado y ha llegado a su fin. Por ejemplo, cuando un niño entra a sus estudios y con el pasar de los años, va creciendo, y pasando las diferentes etapas de su escuela hasta que se titule llegando así al final de su etapa de estudio, para iniciar una nueva en el ámbito laboral, podemos decir que esa persona ha estudiado cuarenta años en la escuela, y no porque haya durado ese tiempo, sino porque inicio una etapa, que ahora ha terminado. Es una etapa completa, que tiene principio y fin. No se limita simplemente al tiempo, sino a un estado de vida.
Si el diluvio duro cuarenta días quiere decir que esa etapa catastrófica fue completa, en donde la maldad (aguas caóticas) han mostrado su maldad, pero han llegado a su fin. Es la etapa de la maldad que amenaza con destruir la creación, pero que finalmente ha concluido, porque la maldad tiene sus límites. O en el caso del Rey David se refiere a que fue un reinado completo, todo su reinad, que no fue interrumpido por nada, que tuvo su principio y fin, según lo que debía hacerse.
Si el relato nos dice que Jesús se ha introducido al desierto para estar cuarenta días y vencer las tentaciones, se refiere a que Jesús ha entrado al encuentro de Dios (porque entre los significados del desierto está encontrarse con Dios), pero se ha topado con la tentación, la cual la ha vencido. Con este pasaje bíblico podemos descubrir cuál es el sentido de la vida de Jesús. Si pasa cuarenta días, nos habla de una etapa completa, nos habla de su ministerio en donde será un encuentro con Dios, con su padre, pero también al mismo tiempo el encuentro con la tentación, la cual las vencerá a lo largo de toda su vida. No quiere decir que sólo aquí venció las tentaciones, sino que a lo largo de su camino, se le fueron presentando muchas pero las venció, tal y como lo podemos comprobar al leer el texto evangélico. De este modo este relato de las tentaciones intenta presentarnos el sentido del ministerio de Jesús, en donde se encontrara con Dios y la tentación, pero será capaz de vencerla. Y si la vence no quiere decir que lo haga por ser el hijo de Dios, sino porque se ha encontrado con Dios, y se puede ver al descubrir que sus respuestas son de la Escritura, de la Palabra de Dios, responde con la Palabra, pues se ha encontrado con Dios.
Con esto podemos descubrir que el número cuarenta es el símbolo de lo completo de una etapa. Si alguien se propone hacer un cambio en cuaresma, no es sólo para cuarenta días, es para una etapa, es para la vid. De esta manera la cuaresma se convierte en el alto en el camino para analizar nuestra vida e iniciar un cambio que debe durar siempre, toda nuestra vida, porque ese es el símbolo del número cuarenta. No es de contar cuarenta días exactamente, sino que se trata precisamente de un cambio para siempre. Es el momento para analizar y poner todo lo necesario para alcanzar ese cambio que se requiere y ser mejores personas con los nuestros.
Si hemos iniciado la cuaresma quiere decir que iniciamos un nuevo compromiso para cambiar nuestra vida y ser mejores. Iniciar un cambio, pero que debe durar toda nuestra vida. No quiere decir que cambiemos todo de nuestra vida, sino empezar con algo pequeño, y ser mejor para los demás, y con uno mismo. Así viviremos la cuaresma.
Qué este primer domingo sea para cada uno de nosotros una oportunidad para vivirla realmente e iniciemos un cambio para nuestra vida y no sólo de unos cuantos días, porque ese es el verdadero compromiso cuaresmal.

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