25/4/11

«Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea...»

Meditación con motivo del Lunes de la Octava de Pascua

Textos:
Hechos 2,14.22-33
San Mateo 28,8-15

Una vez que se ha comenzado el tiempo de la pascua, hemos comenzad a recordar nuestro compromiso delante de nuestra fe, y para ello estamos llamados a anunciar esta gracia en medio de nuestra vida, pues la resurrección no es simplemente para ser profesada, sino para anunciarla, y este anuncio implica una transformación de las estructuras de muerte. Por ello, parecen adecuadas la palabras que Jesús dice al toparse con las mujeres: «Avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán.» Jesús les pide ir a Galilea, cosa que es fundamental para entender la idea de la resurrección.
Al hablar de Galilea podríamos verlo desde diferentes puntos de vista, pues es un lugar importante y con una gran cantidad de elementos teológicos dentro del evangelio de san Mateo, aunque también en san Marcos. Pero detengámonos en uno de sus significados que ilumina muy bien el relato de la pascua y nos da un mensaje al iniciar este tiempo pascual.
El texto nos dice que vayan a Galilea. Galilea es un lugar distante de Jerusalén, por lo tanto, un lugar distante a donde Jesús ha padecido y ha muerto. Ir a Galilea significaría huir de la muerte, escapar del lugar de la muerte, del lugar donde el Mesías ha sido asesinado. Ir a Galilea según esta perspectiva implica salir de lugar de la muerte, y eso es lo que esas mujeres deben anunciar, deben anunciar a los discípulos que deben de ir al encuentro del Resucitado, pero que esto solo se logrará si salen de Jerusalén, pues encontrase con aquel que es la vida implica salir de la estructura de muerte. Incluso el mismo texto nos presenta el fraude de los sacerdotes y los solados poniendo de manifiesto que en Jerusalén sólo hay corrupción y muerte.
Celebrar la pascua y por tanto, encontrase con el resucitado, implica salir de la estructura de muerte, de la estructura de opresión, de la mentira, de la corrupción, no es posible encontrarse con el resucitado en el ambiente de muerte. En otras palabras, no es posible que alguien quiera celebrar la pascua sumergido en un ambiente de muerte y de destrucción. No se pude celebrar la resurrección, si el hombre vive atrapado en su corrupción, en su mentira, si no hace nada por vencer su pecado. Si alguien vive atrapado en su vicio, en su rencor, en su egoísmo, no es posible que celebre la pascua. La pascua se celebra caminando a Galilea, caminado fuera de la estructura de muerte.
Por esa razón en la vigilia pascual se renueva la renuncia al mal y se hace la profesión de fe, pues el fruto de la pascua es un nuevo compromiso delante de la vida y ello implica renunciar al mal, pues ahora para aceptar la resurrección el hombre debe de caminar en un rumbo nuevo.
El día de hoy deberíamos de contemplar hasta que punto nosotros hemos caminado a Galilea, hemos dejado la institución de la muerte, y así podríamos ver hasta qué punto hemos celebrado auténticamente la pascua del Señor en nuestra vida. Y al igual que aquellas mujeres anunciar que el hombre debe de ir hacia Galilea, debe ir al encuentro del Señor dejando detrás la institución de muerte, de lo contrario sólo estaremos celebrando una festividad externamente, pero no habremos dejado que nos transforme totalmente. Que esta Pascua sea realmente un encuentro con Cristo Jesús, el que ha resucitado y quiere que resucitemos para der testimonio de su gracia.

24/4/11

Portadores de la resurrección

Meditación con motivo del domingo de resurrección
Ciclo /A/

Textos:
Hechos 10,34.37-43
Colosenses 3,1-4
San Juan 20,1-9

El misterio de la resurrección es la base de la fe cristina, pues sin este acontecimiento todo sería vano, sería un absurdo, sería una ideología más en el rumbo de la historia. Sin embargo, la resurrección da la certeza de que la doctrina de Cristo es una doctrina de vida, que viene de Dios y que vence la muerte misma. La resurrección es el motor que transforma la vida, es la fuerza que dirige los pasos de la fe, pues hace que este mensaje sea portador de vida, de esperanza, es una fuerza capaz de transformar la misma historia y su sociedad. Sin embargo este acontecimiento tan importante pudiera ser visto sólo superficialmente, sólo ser visto desde afuera, desde una apariencia, pero no en su esencia, no ser capaz de verla desde la verdadera fe. Sobre esta realidad se nos es presentada en el evangelio del día de hoy.
En el evangelio vemos a dos personajes en los cuales se centra el relato: Pedro y el discípulo que Jesús ama. Y estos dos personajes muestran dos reacciones diferentes delante del misterio de la resurrección. Por un lado, vemos a Pedro que al llegar ve el sepulcro vacío y simplemente observa la escena, sólo la contempla sin encontrar una respuesta profunda, queda la duda, queda la meditación, y sólo observa. EN cambio cuando entra el discípulo amado, él también se pone a ver la escena, pero el evangelista dice «Vio y creyó.» Por tanto en el caso del discípulo amado, una vez que observa es capaz de creer.
Este texto nos muestra de este modo que ante la resurrección uno puede limitarse simplemente a ver o bien puede dar el paso y creer efectivamente. Muchas veces nosotros podemos hablar de la resurrección, y lo podemos hacer bien, puesto que sí es el cimento de la fe, por supuesto que podemos decir, podemos hablar que Jesús no murió, que venció a la muerte, que es el hijo de Dios y que nos salvo del pecado, etc. Podemos hablar y decir esto, pero el problema es que la resurrección no es simplemente para aprender de memoria términos e ideas, la resurrección debe de ser una actitud de vida delante del mundo. Y por esa razón cuando simplemente la resurrección queda a nivel de ideas, a nivel de conceptos o enunciaciones parecidas a las que he puesto entonces la resurrección es algo estéril, es una idea más, es sólo un concepto de más. Podríamos decir que somos como Pedro, que entramos al sepulcro, lo vimos vacío y ya. Sólo nos quedamos con la descripción sólo nos quedamos con lo que aparece, sólo nos quedamos con lo meramente visual, pero no profundizar en el sentido de ese sepulcro vacío.
De tal manera que Pedro viene a representar en este relato del evangelio a aquel que se ha quedado solamente contemplando el sepulcro, sólo se ha quedado en el hecho, pero sin llegar a profundizarlo. Al salir de ahí Pedro puede contar sobre lo que vio, sobre el sepulcro, los ropajes, etc., pero no ser capaz de descubrir que hay más allá de esto, si hablar de algún significado de esto, sin hablar de un significado más profundo. Y tal vez muchos hoy podrán salir de la celebración de Pascua y hablar de que Cristo resucito, que es un día de alegría, que es un día de paz, que es una bonita fiesta, pero sólo se queda en lo descriptivo, sin captar el verdadero sentido y la verdadera interpretación del acontecimiento. Solo nos quedamos observando y hablaremos de lo que hemos observado.
En cambio el discípulo amado es aquel que no sólo observa, sino que hace una interpretación, da un paso más y el acontecimiento refleja entonces un momento de fe auténtica. No se quedo solamente con lo que vio, no se queda con lo que se describe sino que trata de ver más allá de lo que ha visto y surge una visión de fe.
De tal manera que celebrar la resurrección implica no quedarse solamente con una visión parcial de las cosas, no es quedarse solamente con algo externo, con una verdad, con una enunciación, sino que la resurrección debe repercutir nuestras vidas, debe iluminar nuestros pasos. Si la resurrección es cimiento de la fe, no sólo es un cimento intelectual, no sólo es la pieza central del engranaje de la fe, no es una pieza, no sólo es un sustento, sino que es una expresión de vida, más allá de una piensa, más allá de una idea, más allá de un concepto. Es una realidad, es algo que nos lleva a la vida, que nos lleva a vivirla realmente. Si es el cimento de la fe, es porque ha transformado nuestra historia, nuestra manera de vivir, ah repercutido en nuestro entorno y eso nos lleva a hablar de Dios, pero hablar no sólo en conceptos, sino a hablar desde nuestra experiencia, desde nuestros cambios, desde una transformación profunda de nuestro actuar. Pues la fe no son enunciaciones dogmaticas, sino un estilo de vida, y la resurrección es precisamente ese signo de vida que es capaz de renovar la vida del hombre.
Esto nos confronta fuertemente, pues la resurrección es la verdad fundante de la fe cristiana, pero es fundante no sólo porque da razón a lo que creemos, sino porque es la fuerza renovadora que nos invita a dar testimonio entre los hombres haciendo que sea creíble, anunciado que la vida es la que tiene la última palabra, somos portadores de una esperanza capaz de trasformar y animar al mundo. La resurrección por tanto funda la fe, pero la funda no sólo porque sea el eje ideológico de la vida cristiana, sino porque efectivamente la funda, le da su sentido, le da su fuerza, su razón de ser en medio de la historia. Es la fuerza creadora de un nuevo estilo de vida, un estilo de vida que es capaz de renovar la humanidad.
Por lo tanto, si hoy nos reunimos para celebrar este acontecimiento, no es para celebrara un mero festejo más en la vida, no sólo es el recordatorio de que Jesús murió y resucitó. Sino para que recordemos nuestro compromiso delante del mundo, para que recordemos que demos anunciar y vivir la fuerza del amor, una fuerza que es posible vivirla por la gracia de la resurrección. Para ello es necesario como dice Pablo en la segunda lectura: Tener nuestros pensamientos puestos «en las cosas celestiales y no en las de la tierra.» Y ¿cuáles son esas cosas celestes? Esas cosas son el amor, la justicia, la misericordia, el perdón, la verdad. Esas son las cosas que se deben buscar, pues cuando esas realidades son halladas, se puede empezar a vivir de un modo nuevo, se puede vencer el pecado y por tanto, se puede vivir la fe en la resurrección, se puede ser verdadero portador de esa fe.
Que en este día seamos capaces de recordar nuestro compromiso delante del Señor, seamos capaces de de vivir la experiencia de la resurrección. Que no nos quedemos de observadores, que no nos limitemos solamnte a contar lo que se ve, lo que nos dicen, sino que realmente creamos, y creyendo venzamos nuestro pecado y anunciemos que Cristo vive y que vive parea renovar nuestra vida y la realidad de toda la historia. Qué hoy anunciemos y digamos “¡felices pascuas!” y que sean felices porque Cristo es quien me da la felicidad pues renueva mi vida y me ayuda a renovar la vida de los demás.

23/4/11

«Ordena a los israelitas que se pongan en marcha...»

Meditación con motivo de la Vigilia Pascual

Textos:
Génesis 1,1-2,2
Génesis 22,1-18
Éxodo 14, 15-15,1
Isaías 54, 5-14
Isaías 55, 1-11
Baruc 3, 9-15. 32—4, 4
Ezequiel 36, 16-28
Romanos 6,3-11
San Mateo 28,1-10

Llenos de gozo celebramos la solemne Vigilia Pascual, una celebración en la cual se medita y se espera el momento de la resurrección. Y para lograr esta meditación y esta espera en el acontecimiento pascual, la liturgia propone un largo camino de reflexión por medio de siete lecturas del antiguo testamento, lecturas que nos invita a ver el recorrido de la historia de salvación hasta llegar al la resurrección que es el acontecimiento central, el acontecimiento que da plenitud a la vida, y por tanto, toda la historia de salvación prevé este gran acontecimiento. Podemos así ver como las diferentes lecturas nos llevan de la mano para ver el desarrollo de la historia de salvación que tienden a la plenitud de historia en la resurrección, comenzando desde la creación hasta la lectura del profeta Ezequiel en donde en medio del exilio de Babilonia da un anuncio de una nueva alianza que se cumplirá en Cristo por medio de la resurrección, pues los corazones de los hombres vendrán a ser purificados y con ello se iniciará una nueva alianza en donde el pecado será arrancado y podrá ser vencido y con ello se inaugurará una humanidad nueva.
Y justo dentro de este itinerario de lecturas resalta una, que es fundamental dentro de esta celebración y que siempre ha de leerse y es la tercera lectura, el texto del libro del Éxodo. Penetrando un poco en el sentido de este relato podremos entender un poco más lo que esta noche celebramos, pues podremos ver el sentido profundo de la pascua y su plenitud a la luz del acontecimiento de Cristo.
La lectura del libro del éxodo nos presenta el paso por el mar rojo, este paso que nos habla de un pasar de la esclavitud a la libertad, y eso es precisamente el sentido de la pascua, es el pasar de la esclavitud a la libertad, a una vida nueva, distinta en donde Dios reina en el corazón del hombre. Por tanto, hablar de pascua es hablar de liberación, es hablar de una nueva vida en donde ya no existen más las cadenas, no hay más ataduras del pecado, es totalmente nuevo. Sin embargo este paso para la libertad, este paspo para la vida nueva no es algo sencillo, no es algo que sea totalmente sencillo, sino que da miedo, no es fácil iniciar una vida libre de esclavitud, no es fácil iniciar una vida sin ataduras, y no es fácil por dos cosas, por un lado porque uno ya se ha acostumbrado al pecado, ya está acostumbrado a su esclavitud, a vivir y ver las cosas desde esa perspectiva. Por otro lado es difícil, porque estar libre implica que uno está expuesto a una nueva esclavitud. Finalmente hay miedo al dar este paso.
Estas dos causas que producen el temor, el miedo a vencer la esclavitud y vivir sin ella y el miedo a ser esclavos nuevamente, están claramente expresado en el texto. Podemos ver como los judíos se topan ante el mar, una barrera inexpugnable, una barrera que nos e pude rodear fácilmente. Esto quiere decir que no tan fácil dar el paso a la libertad, hay que romper las barreras, hay que romper con aquello que no es esclaviza, es un mar inmenso que se nos presenta delante de nosotros. Quien puede vencer ese mar de las adicciones, quién puede rodear ese pensamiento de odio que está en nuestros corazones, quién puede abrirse camino en medio de ese inmenso sentimiento de venganza que carcome nuestro ser, como abrirse paso en medio del gran mar de la infidelidad. Efectivamente nos topamos con un mar gigantesco, imposible de ser vencido, imposible de ser destruido. Finalmente es difícil vencer el mal, era más fácil haberse quedado en la esclavitud y por supuesto era más fácil verlo todo desde la perspectiva y evitaba cualquier intento por querer vencer ese mar, y por tanto el querer ver más allá de él, el querer comprender la realidad más allá de la esclavitud. Es un riesgo, es un trabajo, es algo arduo y pesado.
Por otro lado, esta escena se sitúa no solo con un pueblo delante de este enorme mar, sino que también se encuentra perseguido por Egipto. Esto nos indica precisamente que están amenazados con volver a las esclavitudes. Si el pueblo egipcio los alcanza, regresarán a la esclavitud y ahora será más cruel. Podemos ver aquí el peligro del hombre que al querer ser libre, puede volver a ser esclavo y de una esclavitud peor. Esta es la gran lucha del hombre, pues, ser libre es cuidarse de no volver a caer en la esclavitud, pues Egipto nos puede volver a alcanzar. Puede alcanzarnos un nuevo odio, una nueva envidia, una nueva manera de destruir la vida del otro, un nuevo sentimiento que sacuda y acaba con nuestro débil corazón.
Podemos situar al pueblo en medio de estos dos temores, los grandes temores al querer ser libres, sólo queda la súplica, sólo queda gritarle a Dios, pues la humana fragilidad nada puede hacer. Y ante esto Dios habla: «¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha.» Dios habla y ordena que se dejen de quejar, que no teman, pues finalmente el proyecto de liberación, no es algo meramente humano, es un proyecto de Dios, si el hombre puede alcázar la libertad es precisamente porque Dios lo ha llamado a la libertad, es porque Dios hace posible este estado de vida del hombre. Lo único que debe hacer el hombre es caminar, es ponerse en marcha. Si el hombre ha iniciado su caminata hacia la libertad, no debe dejarse aspaventar por los temores, no debe temer a una nueva esclavitud, no debe temer a la inmensidad del mar, a la dificultad de vencer la esclavitud, todo es de Dios, lo único que el hombre no debe dejar de hacer es dejar de caminar, si inició el camino de libertad que siga en marcha, que siga caminando hacia adelante Lo único que le puede vencer y evitar su libertad, no es el mar, ni los egipcios; lo único que lo puede vencer es el miedo que paraliza y le impide caminar, pero si el pueblo camina, si el pueblo no detiene la marcha en su camino a la libertad todo es vencido y la libertad será conquistada.
Si el pueblo camina, expresa su fe en Dios y Dios mostrará su poder para que el pueblo sea libre: «Con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie enjuto.» Entonces el mar se abre, es decir, las barreras que impiden que el hombre sea feliz, son abiertas, se dividen, quiere decir que no hay más que hacer, si el hombre puede ser libre es precisamente porque Dios ha destruido las barreras, porque Dios abre el muro, por eso es posible la libertad. Al hombre le corresponde caminar, al hombre le corresponde no detenerse, las barreras, los miedos, las dificultades y tropiezos que pueden impedir la libertad serán destruidos por Dios.
Al contemplar el mar abierto uno puede ver un gran milagro de la naturaleza, pero el texto no le interesa es e milagro, sino que le interesa aún más otro milagro, el milagro de de la libertad, el hombre pude romper sus cadenas, el hombre puede ser libre, lo único que debe hacer es confiar y caminar, estar en marcha en el proyecto que Dios ha trazado.
Si el hombre deja de caminar temiendo que no es posible vencer el mar, que no es posible vencer la inmensidad de la esclavitud, del pecado, entonces frustra el proyecto de Dios. O bien si el hombre deja de caminar, entonces es alcanzado por los egipcios, es alanzado por la esclavitud nuevamente, pero el secreto es estar en camino, no detenerse, no permitir que la esclavitud sea tan grande como para temerle y no seguir caminado en el camino de la libertad.
Esa es la fiesta de la Pascua en el Antiguo Testamento, una fiesta de libertad, un llamado a la humanidad para ser libre, un llamado a la humanidad para vivir sin esclavitudes. Y ahora en medio de la celebración pascual se puede descubrir que Dios finalmente llama a una libertad plena, una libertad sin límites, pues lo único que podría amedrentar al hombre e impedirle que sigua caminando es la muerte. El temor a la muerte puede hacer que el hombre se atemorice, puede hacer que el hombre tenga miedo y se paralice y dejar que sea esclavizado por cantidad de cosas cuya raíz es la muerte, pero ahora en medio e la vigilia pascual descubrimos que la muerte, la razón última de la esclavitud es destruida, Cristo resucita y por ello la muerte es vencida, no tiene la última palabra ahora el hombre puede vivir libremente en medio de su vida, pues nada puede atarlo, ni hacerle temer.
Y este mandato del libro del éxodo es válido para nosotros: Ponernos en camino, no dejar que el miedo nos paralice. Ponernos en camino y no dejar que el odio, la indiferencia, el rencor, el engaño se fermente en el corazón. Es momento de hacer camino, es momento de ponerse en marcha y dejar que estas situaciones sean vencidas, ponerse en camino y no dejar que esto sea más fuerte que nosotros, pues es Dios quien nos da la fuerza para vencer las esclavitudes, es más, es Cristo que con su resurrección nos da la gracia y la capacidad para vencer el pecado y la muerte que tare consigno.
Pongámonos en marcha y dejemos que la pascua del Señor entre en nuestras vidas, que su gracia llene nuestros corazones, y puestos en marcha vayamos vencido las esclavitudes y vayamos siendo libres vayamos transformando el mundo, pues como dice san Pablo en la lectura de hoy: «Considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús», pues con su resurrección vivimos y somos capaces de dar vida al mundo, y sólo así desde esta perspectiva podemos ser distintos y generar un miedo distinto. Pongamos en camino, pues estando en camino podemos decir “¡Felices pascuas de resurrección!

22/4/11

«Muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque su aspecto estaba tan desfigurado »

Meditación con motivo del Viernes Santo (la Pasión del Señor)

Textos:
Isaías 52,13-15.53,1-12
Hebreos 4,14-16.5,7-9
San Juan 18,1-40.19,1-42


El día de hoy la liturgia del viernes santo nos hace centrar la mirada en Jesús crucificado, y ello ser capaces de penetrar en el misterio de su pasión. Finalmente al ver la cruz uno puede quedar sorprendido, puede quedar desconcertado, al tratar de descubrir la razón de ese suceso, de ese sufrimiento, de ese dolor, de esa muerte. Y justo ante este misterio que hoy se nos invita a contemplar podemos ver como las lecturas nos ayudan para adentrarnos en el misterio de la cruz y desde ahí comprender este extraordinario signo.
Centrémonos en la primera lectura, que nos presenta el cuarto cántico del siervo, en donde se nos habla del sentido del sufrimiento del siervo y con ello podremos descubrir el sentido de la muerte de Jesús.
De alguna manera los primeros versículos del texto nos colocan en el contexto que dan sentido a todo el desarrollo del ministerio de Jesús. Analicemos estos versículos y acerquémonos al misterio de la cruz. «Mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande.» El canto del dolor de este siervo comienza ante todo con una aseveración que viene de Dios ante todo. Dios anuncia ante todo el sentido y desenlace de la vida de este siervo: El triunfo. Este siervo, la descripción que después se hará de él, tiene un final que es la exaltación. La misión de este siervo no está para perderse en el sin sentido de la vida, en el absurdo de la fe, sino que está llamado a encontrarse con el triunfo, su misión no quedará estéril, sino que dará un fruto, no quedará en el olvido sino que será glorificado. Con estas palabras, con esta promesa se abre este cantico, y con estas palabras se abre la meditación de la cruz. De tal manera que la cruz no será el fin, no será la última palabra, no será la muerte la que triunfará al final de la historia, pues antes de que esto suceda, se ha pronunciado la sentencia, será el siervo, será Cristo quien será exaltado y con ello, será la vida la que triunfe finalmente. Con estas extraordinarias palabras no sólo se abre el cántico, sino la liturgia de la Palabra del hoy. Esto implica que es necesario leer y contemplar el misterio de la cruz con la llamada a la exaltación, al triunfo de la vida.
Y después descubrimos que si bien hay una llamada al triunfo está no parece tan obvia al inicio, pues no es un triunfo que se gane por simpatías, sino que hay en el fondo un dolor: «Muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano.» Vemos que antes del triunfo está la situación del desprecio, este siervo ha sido fuertemente humillado. Todos están horrorizados la ver su aspecto, pues está desfigurado: no es algo propiamente atrayente, es algo repulsivo. Y si lo vemos bien esto es desagradable, pues el mundo de hoy busca que las personas sean atrayentes, se venden cosméticos, perfumes, ropas, tan sólo para ser atrayentes para no ser rechazados, para no ser ignorados, para ser alguien en la vida. Finalmente el hombre busca no ser despreciado, sino aceptado, y la sociedad lo hace por medio de productos. En el fondo la cruz es algo repulsivo, pues nadie dirá que es agradable a los ojos ver a un crucificado, a uno que está totalmente ensangrentado. A la gente le gusta lo trayente, lo bien parecido, lo que tiene buena fachada, no lo que sufre, no lo que duele, no lo que tiene mal aspecto. La cruz a nadie le gusta, pues a nadie le gusta sufrir realmente a nadie le gusta experimentar el dolor, es generalmente rechazado. Y si la cruz es un signo de amor, de donación, de entrega generosa, implica entonces que darse tiene como consecuencia un dolor, en el fondo el amor pleno nadie le gusta pues eso implica más sufrimiento y a veces es mejor claudicar, abandonar el proyecto y no seguir adelante.
Y esta idea del rechazo del dolor y la búsqueda de lo que da buen aspecto en el fondo es lo que dice el canto y concuerda con el pensamiento bíblico pues dice más adelante el cantico: «El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos.» Se puede ver como el texto remarca la idea de que en él no hay belleza, y por tanto eso hace que sea rechazado, pues él mismo y con ello su mensaje no es bello, algo que debe ser fundamental pues la belleza dentro de la Biblia es el signo de la bendición de Dios. Y esto se ve claramente en la descripción de varios personajes de la Biblia y se dicen que son bellos, de buena presencia, porque dentro el Antiguo Testamento está esta concepción de que la belleza permite que algo o alguien sea percibido y si ésta no existe entonces no es digno de consideración y por ende la bendición de Dios no está con él. En el fondo el sufriente no es algo bello y por ello no vale la pena poner atención, ciertamente impacta, pero al poco tiempo uno va por la vida desinteresado. Si lo nos detenemos un poco en las noticias al escuchar una catástrofe uno se sorprende trata de ayudar, pero al poco tiempo eso ya no es noticia y se olvida, salvo en el lugar donde se vive, porque uno trata de escapar de esa realidad, pues no es atrayente. Así, por ejemplo en nuestros días tiene poco que sucedió el terremoto en Japón, al inicio todos hablaban de ello, pero con el paso del tiempo es una noticia secundaria, es mejor tratar de olvidarse del dolor, no es atrayente, y se llega a comentar poco, pero en segundo plano. En cambio para la boda del príncipe de Inglaterra todos los medios se centra en ellos (no porque sea malo o esté en contra), incluso se invita a seguir el acontecimiento, la historia, el romance, etc. Y eso se sigue porque es bello, es llamativo y evita pensar en el dolor. EL mundo de hoy ve como en antiguo que lo que no es bello está privado de la gracia de Dios. En el fondo huimos del dolor, del compromiso, y podríamos ver en la cruz ese dolor, que no nos gusta, pues nos compromete con los demás, nos compromete a amar sus miserias, sus pecados, nos compromete a perdonar y ser misericordiosos y eso duele, por ello es mejor alejarse de ellos, pues eso duele, es difícil y no vale la pena comprometerse.
Y el texto del verso 15 continúa diciendo que así como se ha asustado ante ese semblante también se sorprenderán: «También, él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.» Finalmente todo esto causa un asombro, causa una admiración. Esto da un maravillarse, pues es algo inaudito, como es posible que se cague con ese sufriente, cómo es posible que en la cruz haya tanto dolor, y un dolor basado en el amor. Uno al ver esto queda callada, uno al contemplar el dolor se queda sin palabra alguna, no se puede decir más. Cierto que hay dolor, cierto que se sufre, pero la raíz de todo es el amor, hay un amor que ha aceptado esto y esto causa admiración. Es alguien golpeado, alguien desfigurado, uno que es despreciado por los hombres, alguien que no es bello y por tanto que no tiene la bendición de Dios, es alguien que es abandonado y rechazado por Dio, pero resulta ser que no es así, resulta ser que Dios lo ha acogido, que Dios lo exalta, eso es realmente inaudito, es algo que contradice el sentido común, pero si estos e hace es porque la razón de fondo no es un mero sufrimiento, es un amor, se ha sufrido por amor y por ese amor todo encuentra un sentido.
Y entonces el dolor tiene una respuesta: El amor, el amor por los hombres que quiere conocerlos a fondo salvarlos dese su fragilidad. El dolor es una consecuencia de hacerse hombre. Es una consecuencia que Jesús vive al haber tomado nuestra condición, él se ha hecho hombre, se ha hecho frágil, pequeño, endeble, insignificante y al tomar eso necesariamente ha tomado el dolor. Nadie puede tomar la debilidad sin el dolora, nadie puede decir que ha asumido la fragilidad si no sabe lo que es el dolor. El dolor es parte de la condición humana y Jesús lo ha asumido. Y Jesús lo toma y lo toma totalmente, pues sufre y sufre el dolor no sólo de su humanidad, sino lo que los mismos hombres hacen. No sólo es que Jesús sufra en su humanidad como parte de ella, sino que acepta el dolor que los otros le propinan, pues el dolor no solo es consecuencia de uno solo, sino que el dolor también es consecuencia de lo que los otros hacen buscando el propio beneficio, bastará ver el dolor que provocan secuestradores, ladrones, asesinos, etc. Ellos provocan dolor, así como aquellos que nos difaman, se vengan, señalan, etc. Es dolor que los otros hacen. Y Jesús ha aceptado este dolor, a asumido este dolor, en su condición y ha asumido el dolor de los otros, ha asumido el dolor de la calumnia, de los asesinos, de los destructores de vida, ahí en la cruz no es sólo el dolor del crucificado, sino el dolor de todos aquellos que lo provocan, es receptáculo de el dolor que otros infringen y lo sufre de manera cruel, lo sufre totalmente para conoce plenamente nuestra humanidad, y dese ahí provocar una redención. De tal manera que contemplar la cruz es contemplar a aquel que por amor conoce y ha asumido nuestro dolor.
Por ello la exclamación: «¿Quién habría creído esto que escuchamos?» Quién lo podría creer, nadie, sin embargo así es el plan de Dios. Un plan que tiene como signo el amor a los hombres. No es según los criterios humanos, sino los criterios de Dios, los criterios del amor que logran transformarlo todo en vida y amor. A partir de esto podemos ver ahora el sentido de la cruz, y ciertamente podríamos sorprendernos, verlo como imposible o bien sorprendernos y dejarnos amara por él, y ser más sensibles al dolor de nuestros hermanos y acercarnos a ellos, con el fin de ayudarlos y así ayudar al dolor de Jesús en la cruz.

21/4/11

Pascua de Dios-Nuestra pascua

Meditación con motivo del Jueves Santo (en la Cena del Señor)

Textos:
Exodo 12,1-8.11-14
1 Corintios 11,23-26
San Juan 13,1-15

En estos días hemos visto por medio de los cánticos del siervo que Dios tiene un plan de salvación, y busca los diferentes medios a pesar de la cerrazón del hombre, darle a conocer esta salvación. Y hoy justamente encontramos uno de los parteaguas dentro de la historia de la salvación al descubrir este camino de salvación: La pascua. Podemos ver como Dios que busca dar la salvación, actúa dentro de la historia del pueblo para salvarlo, y entonces pasa, interviene para salvarlo.
El libro del éxodo que hemos escuchado como primera lectura nos muestra este relato de la pascua, nos muestra las instrucciones que Dios da para que se celebre la pascua y con ello, para que se celebre su paso en medio de ellos y vivan la salvación. Podemos ver como Dios va dando una serie de prescripciones acerca de lo que deben ir haciendo el pueblo para que Dios actúe y ante eso podríamos pensar ¿Por qué hacer todo eso? ¿Para qué tanto preparativo si Dios puede intervenir de inmediato? Todo esto se hace por dos motivos, en primer lugar para logar una sensibilización, pues todos estos preparativos sirven al pueblo para que sean capaces de descubrir que Dios va a actuar. Todos los preparativos hacen pesar que va a pasar algo importante, no es algo superficial, es Dios que bien, es Dios quien va a actuar. Así el pueblo se prepara para descubrir y ser conscientes que Dios va a estar con ellos.
Por otro lado, sirve para recordar que este es un momento sagrado, para saber descubrir que en la vida cotidiana hay un tiempo para Dios, hay un tiempo en el cual Dios interviene, y es importante tenerlo presente pues no es como el tiempo en el cuál se hacen las actividades cotidianas, sino que es un tiempo sagrado, es un tiempo en donde Dios irrumpe en la historia y todo lo transforma. En este caso Dios irrumpe con su pascua para renovar la vida del pueblo y darle su liberación. A partir de ahora el pueblo no puede ser el mismo este es un tiempo que marca su vida, Dios pasa, Dios interviene en la historia y lo hace libre, no puede seguir como antes, pues tiene delante de él una vida nueva, una vida diferente, una vida que realmente le hace ser totalmente distinto, que lo hace ser libre.
Esto nos enseña que Dios hace presencia en la historia, es el paso de Dios, el paso que da la libertad al hombre. Y este es una acción continua de parte de Dios para liberar al hombre. Esto quiere decir que Dios pasa para renovar la historia del hombre, para hacerla nueva, para hacer de ella una nueva realidad. Ahí donde el hombre vive en la tristeza, Dios quiere pasar para darle la felicidad, en donde hay envidia está el paso de Dios que transforma en solidaridad, en donde hay destrucción Dios pasa y convierte todo en armonía, si hay desolación está el paso de Dios que puede transformarlo en esperanza, donde el odio ha puesto su morada es posible que pase Dios y renueve el corazón dejando que el amor sea la fuerza transformante, ahí en donde hay muerte Dios pasa y lo convierte en vida.
Y este paso de Dios, es su pascua, pues la palabra pascua quiere decir justamente eso “el paso”, y por esa razón Dios ha dado este paso en medio del pueblo para ayudarlo y para salvarlo, llevándolo a la libertad plena. Y Dios continuamente quiere hacer ese paso para liberarnos, sin embargo a veces no lo vemos, y es que para verlo, para dejar que entre en nuestra vida debemos hacer los preparativos, es decir debemos ser capaces de poner todo lo necesario para que Dios entre en nosotros. Dios quiere dar su pascua en nosotros, quiere liberarnos de ese pecado, de esa tristeza, de esa envidia, de esa soledad, de ese sin sentido de la vida, pero no puede hacerlo mágicamente, no puede hacerlo forzando nuestra vida, sino que debemos poner de nuestra parte, pues Dios no nos violenta. Así como los judíos prepararon todo, del mismo modo debemos tener la capacidad de poner los medios para que Dios pase y nos libere.
Para poner lo necesario requerimos en primer lugar el reconocer que hemos pecado, que hemos fallado. No es posible que el hombre salga de su pecado, de su vicio, si no ve que está sumergido en él. En segundo lugar se debe querer que esto suceda, porque si nosotros no lo deseamos es imposible. En tercer lugar dejar que entre, empezar a dar los pasos que se nos va mostrando a través de lo que vivimos, ver cómo podemos dejar de lado ciertas cosas, o empezar a ser un poco generosos, evitar ciertos pensamientos, que si bien es compleja al inicio no es definitivo, y así, preparamos para que la gracia de Dios nos transforme y renueve totalmente.
Y una vez que coloquemos todo para esta renovación, descubrir a Dios, descubrir que es un momento sagrado, que no es algo más de la rutina, es salirse y darse la oportunidad de ver la experiencia de Dios en medio de nosotros.
Estamos celebrando la semana santa, pero no es sólo una celebración más, sino que debe de ser el momento para que Dios pase en nosotros, que pase y nos libere, nos renueve, haga de nosotros mejores personas. De nada sirve celebrar estos días, y estar en el viacrucis, estar en misa, y al finalizar seguir como siempre, sin dejar que Dios pase, que Dios entre en nosotros y nos transforme, nos renueve totalmente. Sería un absurdo si al finalizar la semana santa descubriéramos que Dios no pasó que seguimos siendo esclavos de lo mismo, que no hemos cambiado. La semana santa sería solamente una semana más, una celebración más, misas especiales pero no sería realmente el paso de Dios que libera. Es el momento de reflexionar y de descubrir liberarnos de la esclavitud y dejar que esté el paso del Señor sea pascua en nosotros. Que quite de nuestros corazones el temor, el rencor, la envidia, todo aquello que nos aqueja y no nos da la felicidad.
Y este paso de Dios se hace todavía más explicito en la segunda lectura, donde san pablo coloca la tradición que él ha recibido, respecto a la institución de la Eucaristía. Esta cena que se hace en recuerdo de la cena pascual, convirtiéndola ahora en un nuevo signo de donación plena, pues según la descripción que hace san Pablo se hace en un ambiente de entrega. Jesús está por ser entregado y Jesús es quien al pronunciar las palabras dice que su cuerpo se entrega. Por tanto, este sacramente se ve desde la dinámica de la entrega. Y esa entrega es la salvación definitiva y por ende la pascua plena.
Hoy, en este día, el jueves santo, la Iglesia conmemora la institución de la eucaristía, pero no es para acordarnos que se instituyó la eucaristía, sino para que Dios nos recuerde que en la Eucaristía el viene y debemos verlo, debemos descubrir. Cada vez que comulgamos él viene y viene a nosotros, hace su paso en nosotros. Cada Eucaristía es un signo de la pascua de Dios, el paso de salvación. Si Jesús se ha quedado en las formas de pan y vino es precisamente porque quiere entrar en nuestras vidas, quiere hacer ese paso, quiere entrar y darnos la liberación de nuestro corazón. El problema es que a veces estamos tan acostumbrados a hacer esto que lo olvidamos, y no ponemos lo necesario para que entre, y se haga pascua en nosotros, entre y nos libere totalmente. Si comulgamos cada domingo es un signo que nos debe recordar precisamente la salvación que nos quiere dar.
Que este jueves santo donde recordamos que Jesús instituyo la Eucaristía se convierta en recordatorio para ver que la Eucaristía es un canal que nos lleva a la salvación, pues por medio de él Dios quiere pasar y hacer pascua en nosotros.

20/4/11

«Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso… endurecí mi rostro…»

Meditación con motivo del Miércoles Santo

Textos:
Isaías 50,4-9
San Mateo 26,14-25

El día de hoy la liturgia nos presenta en la primera lectura el tercer canto del siervo doliente, un cantico que presupone las ideas que se han manifestado en los dos anteriores y por ello se ven las consecuencias del actuar del siervo en medio de la historia. Ya en el primer canto se marca que el siervo es elegido por Dios y le da su misión, en el segundo es el siervo quien anuncia su misión y se da cuenta que finalmente todo está en las manos de Dios, pero ahora en este tercer canto descubrimos una característica más, y es que, cuando se cierra el hombre al plan de Dios el enviado recibe un escarmiento, recibe el total rechazo. Ante esto podríamos preguntarnos, por qué acepta este siervo el rechazo. Pero analicemos la personalidad del siervo y comprendamos que nos quiere decir este cantico.
En este cántico descubrimos en primer lugar que este siervo cumple con su misión, no es alguien que cuando le va mal inmediatamente renuncia, sino que sigue con la misión, el sabe que todo está en las manos de Dios, y por ello no se da por vencido: «El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.» Es Dios quien abre el oído, es Dios quien le habla y le abre el oído y con ello le hace capaz de escuchar, pues finalmente el discipulado surge de la capacidad de escucha, sólo se puede ser discípulo auténtico en la medida que se escucha a Dios, pues lo que se anuncia es la Palabra de Dios. Si no se escucha a Dios, si no se abre el oído, se pueden anunciar cantidad d cosas, pero nos e estaría anunciando a Dios. Y es Dios que le abre el oído, para que no se distraiga y descubra lo que debe de hacer, lo que debe anunciar.
Esto nos lleva a contemplar que el ser discípulo surge de la escucha, y no es posible ser testigo de Dios si no se le escucha. Hoy más que nunca Dios quiere abrirnos los oídos para que lo escuchemos, para que realmente anunciemos su mensaje renovador, para que escuchemos lo que quiere decirnos. Es momento de dejar de escucharnos a nosotros mismos, y dejar que sea Dios quien nos hable, sea su voz la que nos guíe y sobre todo sea su voz la que nos anime a seguir adelante, para que sea su voz lo que vayamos proclamando en el mundo. Porque podemos anunciar muchas cosas, que se nos han dicho, que se han formado como regla establecida, pero que tal vez no tenga nada que ver con el mensaje de Dios, con su palabra consoladora y transformadora.
Dios es quien le abre el oído, pues el siervo puede oír muchas cosas, muchas situaciones, pero Dios lo abre porque quiere transformar a este hombre y con ello quiere que anuncie su palabra y transforme el mundo. Seguramente hoy Dios busca la manera de abrirnos los oídos, para que seamos auténticamente discípulos de él, pero muchas veces escuchamos tantas cosas, escuchamos nuestros beneficios, nuestro placer, neutro interés, pero no dejamos que Dios lo abra y sea su Palabra la que resuene en nuestro interior. Incluso si Judas y los demás discípulos traicionan a Jesús, como lo marca el evangelio el día de hoy, es precisamente porque dejaron de escuchar a Jesús y escucharon sus propios intereses de poder, su propia imagen de Mesías y eso los empujo a traicionarlo.
Por tanto, este siervo seguramente se topa con dificultades, descubre que el hombre no tiene un corazón abierto para Dios, pero sabe que la Palabra que se le dirige es una Palabra que debe ser anunciada, es una Palabra que lo ha transformado a él, y seguramente transformará a los demás si la acogen, por ello la anuncia. Esta palabra es el sentido de su vida y no se concibe sin ella, nos e concibe sin darla a conocer y la sigue anunciado aunque se tope con la total cerrazón, con el ultraje de los hombres, pues a pesar de todo confía que alguno la acogerá: «Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.» El siervo se da totalmente confiando que su Palabra no quedará en el vacío.
Y ahora en medio de esta situación, que no se limita simplemente a la indiferencia de este mensaje, sino al total rechazo y ataque al siervo, podemos que esa Palabra lo es todo para él que no se retira, no teme y hace un acto extraordinario de fe: «Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.» Con esto se demuestra el poder de esta Palabra que sabiendo que lo es todo y por ello “ha endurecido su rostro.”
Endurece el rostro para que falque ante los ultrajes, para que no se deje amedrentar, para que siga firme en medio de su misión. Pues el dolor, la incertidumbre, el rechazo, el señalamiento, pueden ser signos de desaliento, de frustración y por ello dejar de lado la misión. El endurece su rostro no deja que nada le frustre, confía en Dios y por ello sigue caminando, sigue con su misión en pie, ha tomado la decisión y sigue adelante sabiendo que Dios está con él.
Hoy el creyente está llamado endurecer el rostro, endurecerlo ante la vida superficial que se presenta, ante la falta de valores, ante la fala de libertad, endurecer el rostros ante la propaganda del libertinaje, de la falta de responsabilidad. Endurecer el rostro ante un mundo plagado de corrupciones, robos, engaños. Endurecer el rostro en donde la fidelidad se ve fuertemente atacada poniéndolo como algo sin valor. Es necesario endurecer el rostro y no dejar que la mentalidad imperante nos gane, y no dejar que la mentira entre en nuestra vida. Endurecer el rostro e impedir que se corrompa nuestra vida, que nuestros criterios y valores se sostengan. Cierto que no es fácil seguir caminado cuando todo va a contracorriente, cuando nos escupen con cantidad de criterios superficiales, cuando nos jalan par que aceptemos nuevas circunstancias que nos hacen irresponsables, es complicado, pero hay que endurecer el rostro, y eso se logra sólo cuando ponemos nuestra confianza en Dios.
Si lo vemos bien la misión de este siervo se cumple en Jesús, que siempre escuchó la Palabra de Dios y lo obedeció hasta morir en la cruz, y no dejo que las ideologías de los judíos, de los fariseos, e incluso de los mismos discípulos lo convencieran de hacer otras cosas, sino que endureció el rostro y camino siempre en el camino que su Padre le proponía. Más aún lo endureció en su pasión pues no dejo que esos momentos le hicieran temer y claudicara en su misión. Pero esta es también nuestra misión, caminar siempre adelante, sin desfallecer, siendo fieles a la Palabra de Dios. Celebrar la semana santa es recordar nuestro compromiso, viendo la cruz y la resurrección de Jesús somos invitados a descubrir que hay una misión por delante, y que fortalecidos con la gracia del misterio pascual podemos seguir con la misión, que no es otra sino anunciar su Palabra y hacerla visible en medio del mundo a fon de renovar la historia.

19/4/11

Los caminos de Dios

Meditación con motivo del Martes Santo

Textos:
Isaías 49,1-6
San Juan 13,21-33.36-38

Hoy escuchamos en la primera lectura el segundo cántico del siervo, y hoy se nos presenta la respuesta del siervo al llamado de Dios. Hace el anuncio a todos sobre la misión que ha recibido. Mientras que en el primer cántico era Dios quien hablaba y señalaba al siervo, ahora es el siervo quien habla acerca de su misión. Y esta misión es universal, es para todos, y por ello la anuncia a toda le gente. Y nos muestra varios elementos de la vocación que ha recibido.
El primero de ellos es que Dios es quién ha pensado en él desde siempre: «El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre.» Con esta expresión, recuerda que los proyectos de Dios no son cosas que se realicen en el momento, sino que su proyecto es eterno, Dios busca la salvación del hombre y por ello, desde siempre tiene ese proyecto y los diversos caminos a recorrer. Quiere decir que la misión a la cual Dios llama, es una misión que está insertada en su proyecto de salvación. Todo lo que el hombre hace, está dentro de sus proyecto, nada es casual, nada es espontaneo, sino que Dios lleva el proyecto de salvación. Va colocando lo necesario para que este proyecto se lleve a cabo.
Si bien el proyecto de salvación está en la mente de Dios, también es cierto que existe la libertad del hombre que puede frustrar ese proyecto salvífico, y ante eso Dios va colocando diversos senderos para que ese proyecto llegue a su fin. Por ello el mismo profeta exclama: «En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios.» Estas palabras expresan esta dureza del corazón del hombre para abrirse a la salvación, y se ve reflejada el cansancio del profeta por tratar de cumplir su misión, pero finalmente reconoce que todo está en manos de Dios, Dios sabe siempre como sorprender al hombre y llevarlo a la salvación.
Esto es lo impactante de la misión, si bien Dios llama para hacer público el anuncio de salvación, también es cierto que el hombre va colocando estorbos para alcanzar esta salvación, pero Dios que sabe hacia dónde debe ir ese proyecto, va colocando diversos medios para alcanzar la meta. Y esto lo vemos a lo largo de toda la historia de salvación, Dios que va colocando medios nuevos para alcanzar la salvación del hombre.
Ante esta idea parece resonar las palabras del Papa Benedicto XVI que ha escrito en su reciente libro Jesús de Nazaret, donde marca como Dios busca por nuevos caminos mostrar su amor a pesar de la cerrazón del hombre: «El emprender un nuevo camino del amor después de un primer ofrecimiento fallido, es ciertamente posible según toda la estructura de la imagen bíblica de Dios y la historia de la salvación. Precisamente esa “flexibilidad” de Dios, que espera la libre decisión del hombre y que, de cada “no”, hace brotar una nueva vía del amor, forma parte del camino de la historia de Dios con los hombres, como nos lo describe el Antiguo Testamento. Al “no” de Adán responde con una nueva preocupación por los hombres. Ante el “no” de Babel inaugura una nueva perspectiva de la historia con la elección de Abraham.»
Y esto se ve finalmente en la misión de Jesús, que con el fin de alcanzar la salvación coloca siempre una oferta nueva, porque «Jesús, [dice nuevamente el Papa], en un primer momento, hizo la generosa oferta del mensaje del Reino de Dios y del perdón sin condiciones, pero, cuando se dio cuenta del fracaso de este ofrecimiento, identificó su misión con la del siervo de Dios. Reconoció que tras el rechazo de su oferta sólo quedaba el camino de la expiación vicaria: debía tomar sobre sí la desgracia que se cernía sobre Israel para que muchos lograran llegar a la salvación.»
Por tanto, podemos ver dos cosas. Primeramente que este siervo tiene una misión que es divina, y es una misión que tiene de frente la salvación de la humanidad. Y esta misión es siempre un proyecto de Dios, no hay más misión que el anuncio de esto. Si se anuncia otra cosa que no sea la salvación, si se anuncia una ideología política, o un partido, una conveniencia, en el fondo es traicionar la misión que se ha confiado. El hombre debe anunciar este proyecto de salvación, pues es el único proyecto que Dios tiene.
En segundo lugar, nos muestra que ante este proyecto el hombre tiene un corazón duro, no es capaz de abrirse a él tan fácilmente, pero Dios siempre va presentado caminos nuevos para alcanzarlo. Pero Todo está en manos de Dios y por ello el hombre puede acceder a esta salvación. Siempre hay un camino para llegar a esa salvación, lo importante es verlo y darlo a conocer, o bien verlo y ponerse en marcha sobre de él.
Estas dos ideas parecen iluminar el sentido de la semana santa. Por un lado, esta semana nos lleva a meditar que Dios siempre tiene un plan de salvación, y lo que celebraremos en estos días no es otra cosa sino precisamente el cumplimento del plan de salvación que tiene. No es que celebremos sólo acontecimientos aislados, sino que estamos entrando al gran acontecimiento de salvación que Dios nos ha propuesto para alcanzar esta salvación. Y por otro, descubrir que el misterio de la cruz, es el camino que Dios ha escogido para salvarnos, para mostrarnos su amor, ante la cerrazón del hombre ha entregado a su hijo, para reconocer que el camino de la entrega es el camino de salvación.
Debemos meditar si nosotros somos capaces de entrar en esta salvación, o si nos hemos cerrado a este designio del amor de Dios. Y si nos hemos cerrado, es momento para abrir los ojos y descubrir el camino que en este momento me presenta para entrar en esta salvación que Dios tiene para mí.

18/4/11

«... para que lleve el derecho a las naciones...»

Meditación con motivo del Lunes Santo

Textos:
Isaías 42,1-7
San Juan 12,1-11

Durante estos días de semana Santa la liturgia nos presenta como primera lectura los llamados cánticos del siervo de Dios. Estos cánticos nos presentan esta figura misteriosa del siervo que a ciencia cierta no se sabe quién es, no se sabe exactamente a quien se refería el autor. Algunos hablan que se trata de alguna figura importante de la época, o bien se refiere al mismo profeta o a algún otro enviado, o incluso podría ser la figura del pueblo judío. Ciertamente no hay una conclusión convincente sobre la identidad de este personaje.
Estos cánticos nos presentan a este siervo que tiene una misión e cara a Dios y de cara al mundo, y esto lo lleva al sufrimiento. De tal manera que la comunidad cristiana ha realizado una relectura de estos escritos a la luz del acontecimiento de Cristo y ha colocado a este siervo como una imagen de Cristo que tiene una misión delate del padre a favor del pueblo. Por esta razón se leen durante estos días. Sin embargo la cuestión sobre la identidad del siervo sigue quedando abierta.
Acerquémonos a algunos elementos de estos canticos para descubrir un poco el mensaje que nos quiere dar a nosotros y así acercarnos a la celebración de la semana santa. El día de hoy se nos presenta este primer canto, donde Dios muestra que ha elegido a este siervo y le da una misión. Pero si nos detenemos un poco podremos descubrir el centro de su misión, pues todas sus actividades giran en torno a una realidad: «Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones»; «expondrá el derecho con fidelidad»; «no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley
Si vemos bien en medio de estas acciones que debe hacer este siervo la palabra que une las ideas es el anuncio del derecho. El siervo debe portar el derecho. Pero, qué es ese derecho que debe anunciar este siervo. La palabra derecho indica la idea de un juicio que se hace del mejor modo, un juicio que lleva a hacer las cosas con justicia. Pero muchas veces al escuchar el término justicia nos remite a la idea de un juez, de un tribunal, de un castigo, de dar a alguien lo que se merece, etc. Sin embrago el término justicia dentro de la Biblia, actuar según la justicia implica sobre todo un tema que refiere a la relación con los demás, entrar en contacto con el otro para darle aquello que es requerido en su vida.
Podemos decir que la justicia es u n tema que va ligado l tema de la alianza. Entrar en la justicia de Dios es entrar en la alianza, entrar en la relación con Dios, entrar en una relación de amistad con él. Ejecutar la justicia de parte de Dios implica entrar en relación con él y ser capaz de descubrir realmente lo que el otro necesita. Dios hace alianza para que el hombre no viva en soledad, no viva en el desamparo, en el sin sentido de la vida, para que reciba la gracia, reciba el perdón, reciba aquello que le da sentido a su vida. Y cuando Dios hace alianza entonces el hombre entra en esta relación de amistad, de solidaridad, de ayuda, de encuentro, de misericordia, en pocas palabras entra en la justicia de Dios, pues recibe el amor, la compañía, la gracia de Dios. Cuando Dios ejerce su justicia el hombre es transformado.
Podemos incluso decir que un sinónimo que nos podría describir esta justicia es la salvación. Si Dios quiere impartir justica es porque quiere dar la salvación al hombre, porque en el fondo el hombre necesita la salvación. La justicia de Dios se manifiesta de ese modo haciendo justicia al hombre. La justicia se manifiesta dando la salvación al hombre.
Por tanto este siervo debe de dar este anuncio, debe dar a conocer la justicia a todas las naciones, pues esto no es sólo para unos cuantos, sino que todos están llamados a recibir la salvación que viene de Dios. Es un anuncio que hasta a las islas debe de llegar. Una Isla en el pensamiento antiguo remite a una idea de la lejanía, de los distanciado, por tanto quiere decir que este mensaje que debe dar el siervo es para todos, aún para los que están distanciados, para los que están totalmente alejados.
En el fondo la semana Santa es precisamente este anuncio de justicia, es este anuncio de salvación para todos los hombres pues Jesús dará su vida a favor de todos, una salvación que será universal. Si realmente queremos aceptar esa salvación estamos llamadas a acoger la justicia de Dios, y la justicia de Dios no se acoge solamente con una buena intención, sino que se hace acogiendo el amor y viviendo desde esa dinámica y por ende trasmitiendo ese amor a los demás. De este modo la semana santa se vuelve vida, pues el anuncio de la justicia se hace presente en medio de nosotros, en medio de nuestras vidas.

17/4/11

El rostro de Jesús

Meditación con motivo del Domingo de Ramos (Pasión del Señor)
Ciclo /A/

Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Mateo 26,14-75.27,1-66

El día de hoy iniciamos la celebración de la Semana Santa y se abre con esta celebración denominada “de ramos”, haciendo eco del relato de la entrada de Jesús a Jerusalén. Y al mismo tiempo que recuerda ese acontecimiento, este domingo encierra el sentido de la semana santa que estamos a punto de celebrar, por un lado vemos signos de triunfo cuando la multitud lo recibe con euforia y por otro el relato de la pasión que nos demuestra su entrega por nosotros. Son dos momentos calves en este día en donde la liturgia nos invita a celebrar, anticipo el sentido de toda la celebración de estas emana, pues vemos la pasión que propiamente se contempla el viernes santo y vemos una imagen del triunfo, que se llevará a cabo de modo pleno en la resurrección y que se celebrará a partir de la Vigila pascual.
Centrémonos hoy, en esta celebración, en una imagen fundamental: EL rostro de Cristo. Podemos ver en el rostro de Cristo dos realidades fundamentales que nos permiten adentrarnos en las celebraciones que se tendrán en esta Semana Santa.
En primer lugar podemos ver en este día en el rostro de Cristo el rostro de alguien adolorido, de alguien que es ultrajado, que es golpeado. Y es el rostro e Jesús nos refleja la humanidad golpeada por el pecado. En el rostro de Cristo se ve la humanidad adolorida por el pecado, la humanidad que sufre ante el pecado. Y todo el relato de la pasión nos muestra a esa humanidad adolorida, lacerada por el pecado que finalmente alcanza su máxima expresión e Jesús. Podemos ver claramente como en el relato de la pasión la humanidad está fuertemente herida por el pecado, y vemos diversas expresiones de esto. Vemos como el pecado daña a la humanidad. Un primer ejemplo de este daño lo vemos en la traición, el pecado hace que el hombre traicione y volente la experiencia del amor. En Judas podemos ser testigos de esta traición que marca una fuerte división entre la comunidad y sobre todo en la confianza y el amor. El pecado hace que el hombre traicione, que el hombre frustre las expectativas del amor, que los pilares de la confianza vacilen y se caigan. La humanidad es golpeada por esas traiciones en la vida que hacen que el hombre sea débil, endeble, y frustre un proyecto de amor, que frustre la fidelidad de una amistad, de un matrimonio, de una amistad. La traición que en fondo olvida los más grandes valores hace que el hombre cambie su relación con los demás por un mero proyecto personal. Hoy más que nunca resuenan esas palabras de Jesús cuando llega Judas: «Amigo, ¿A esto has venido?» Son palabras que reflejan por un lado la amistad, Jesús no lo insulta, no lo maldice, le llama “amigo”, mostrando la unión que hay entre ellos y al mismo tiempo marca una separación que ahora se establece: “¿A esto has venido?” Este es el drama pues el pecado ha dañado la amistad, ha dañado esta relación, que finalmente se distancia, no porque Jesús lo quiera, sino porque Judas lo ha decidido. Son amigos y ese es el drama, en esa amistad ha entrado la traición.
Otro elemento de esta humanidad dañada por el pecado es la negación de Pedro, que es otro tipo de traición, una traición que engaña al otro. Mientras Judas ah entregado al maestro, Pedro lo niega, y sólo para salvar su vida: Judas por su parte salvaba sus intereses, Pedro quiere salvar su vida. Lo niega y con ello niega la experiencia del amor, niega la experiencia de la amistad, en el fondo es como si no hubiera existido nada con Jesús. En el fondo es una actitud más cobarde que la de Judas, pues él dio la cara y confronto a Jesús en su arresto. En cambio Pedro no lo confronta, no está con Jesús, lo niega a sus espaldas, de frente se dijo ser fiel, y en cuando no está teme y niega. Cuántos a veces son así, niegan la experiencia del amor, niegan que pueda existir la confianza, niegan que se pueda perdonar, que se pueda ser fiel, lo niegan con sus argumentos y con una vida llena de desconfianzas y de intrigas.
También vemos la corrupción que ha golpeado a la humanidad, una corrupción en donde no se busca ninguna verdad, no se busca la honradez, ni encontrar el sentido de las cosas, sino sólo mantenerse en el poder, y así lo veos con los sacerdotes. Ellos sólo se preocupan por el templo y quieren eliminar a Jesús, sólo les interesan sus bienes, sus estructuras, su capacidad de poder dirigir, pero no les importa reconocer quién es Jesús y mucho menos les interesa trasmitirá a Dios: Ellos son los que deben servir de puente entre Dios y el pueblo, pero eso es lo que menos les interesa, sólo buscan el poder sólo buscan querer ser superiores, querer estar en lo más alto y poder chantajear al pueblo. Ahora es necesaria la corrupción, lo demás no importa, si con la corrupción pueden mantenerse, la vida del inocente no importa. Vemos de este modo que el pecado corrompe al hombre y hace que corrompa las verdaderas intenciones, el verdadero sentido de las cosas, alejándose de lo que es valioso y quedándose con el interés de unos cuantos aún a costa de la vida de los demás.
Esta humanidad golpeada por el pecado la vemos así en Pilato, el hombre, que según el evangelio de san Mateo, busca salvar a Jesús, pues piensa que hay algo de fondo que no va bien, pero al final deja que se haga lo que los demás quieran para evitarse problemas, y sólo hace un gesto: «Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: "Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes".» Termina descargando la culpa sobre ellos y se evita problemas. El pecado hace que el hombre nos e comprometa en la historia, no se comprometa en la justicia, en el amor hacia los demás. Ese es el rostro de pecado que Jesús termina asimilando.
Si vemos a Jesús desfigurado, sangrado, herido. En el fondo es el rostro de la humanidad, es el rostro que ha sufrido los golpes del pecado, que ha sufrido los golpes de la traición, de la negación, de la corrupción del asesinato, de la indiferencia. En el fondo ese rostro doloroso de Jesús es el rostro de la humanidad golpeada y desfigurada a causa del pecado. Jesús al hacerse hombre a venido tomar nuestra fragilidad y hoy ese rostro refleja esa debilidad en medio de la historia.
Pero ante esto, uno podría preguntarse ¿Por qué lo ha permitido? ¿Por qué no ha respondido Jesús? Y ante eso descubrimos en Jesús su otro rostro, no sólo ah asimilado a la humanidad caída, sino que su rostro es el de Dios, es el rostro de la misericordia. Y este es el sentido de toda la historia de salavción. De tal manera que podemos ver el rostro de la humanidad herida por el pecado, pero también podemos ver el rostro de alguien que ha tomado todas nuestras miserias para salvarnos, y las a tomado por amor. EL pecado le ha desfigurado el rostro, pero su amor ha hecho que lo acepte, su amor ha hecho que lo transforme y llegue la redención. Este es el camino que hoy iniciamos en esta semana santa, el reconocer que estamos heridos por el pecado, pero que finalmente hay alguien que ha tomado todos los pecados, para que seamos capaces de vencerlos y vivir en una dinámica mueva, en la dinámica del amor, sólo así, convencidos de esto podernos entrar en el pórtico de esta semana santa.

16/4/11

«Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera...»

Meditación con motivo del Sábado de la V Semana de Cuaresma

Textos:
Ezequiel 37,21-28
San Juan 11,45-57

El evangelio del día de hoy se sitúa después del episodio de la resurrección de Lázaro, y se nos presenta al Sanedrín en pleno, se reúnen para discernir sobre los actos de Jesús. Después de la resurrección de Lázaro el texto nos dice que muchos creyeron en Jesús, se ha suscitado la fe, se han adherido a Jesús, pero para el Sanedrín esto es una situación un poco compleja, pues si bien son capaces de reconocer que Jesús ha hecho signos, no son capaces de reconocer que esos signos son de Dios. Mientras la gente es capaz de ver los signos de Jesús como signos de Dios, las autoridades religiosas no son capaces de ver esto y lejos de ver por los intereses de Dios, ven solamente por su propios intereses y por ende por los intereses de la institución religiosa, más no por el pueblo y su salvación, por ello ellos mismos dicen: «Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación.» Sólo les interesa el templo, su lugar santo, les interesan sus ritos, pero no son capaces de ver por Dios.
Esto nos demuestra que cuando el hombre se preocupas sólo por sus intereses, puede dejar de lado el mensaje de Dios, no son capaces de ver los signos de Dios, sólo ven sus conveniencias, su poder, su capacidad de dirigir pero no lo que realmente Dios quiere. Muchas veces las personas actúan por lo que los otros dicen de ellos, pero no por lo que realmente son o por lo que vale la pena. Muchas veces con tal de poder mandar son capaces de humillara y marginar a la gente, sin importar lo que los demás sufran, sólo quieren su poder.
Y como culmen de esto encontramos a Caifás: «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?» Caifás no duda absolutamente en que Jesús no les conviene y por ello opta por la muerte. Curiosamente esto es dicho después de la resurrección de Lázaro, una vez que Jesús da un signo de vida, la institución religiosa da muestras de un signo de muerte, pues Jesús no les conviene y por ello debe morir. Se cierra al don de Dios, al don de la vida y optan por sus intereses que en el fondo son signos de muerte.
Sin embargo, estas palabras si bien encierran un deseo de muerte, también encierran una gran verdad, una verdad de Dios y muestra como los mismos intereses de estos hombre en el fondo van en sintonía con los intereses de Dios, pues estas palabras en un primer nivel refieren a los intereses de los sacerdotes, es mejor que uno muera y así todo subsista. Pero en realidad el sentido es más profundo, pues con la muerte de Jesús efectivamente se salvará el pueblo. Se podría decir que ese antiguo y viejo sacerdocio ha dicho las últimas palabras que expresan la voluntad de Dios, aunque sea veladamente.
La cuaresma se convierte así en un tiempo en el cual debemos empezar una renovación de nuestra vida, reconociendo los signos de Dios, reconociendo como Dios actúa en nosotros, como Dios transforma nuestras vidas. Estamos a punto de comenzar la semana santa y con ello entraremos a la Hora de Jesús, entraremos en su pasión-muerte-resurrección, pero es necesario que hayamos visto sus signos, hayamos sido capaces de ver sus obras en nuestra historia. No es posible entrar a la semana santa y no ver lo que Dios ha realizado en nosotros, sin ver los signos que nos proponen que nos dan su salvación. Y no es posible porque su misterio pascual es el gran signo que da la salvación definitiva, pero es imposible celebrar este gran signo, si no hemos sido capaces de descubrir sus otros signos, pues esos signos son camino y cercanía al gran signo de amor que sucede en la cruz y su resurrección.
Caifás y el Sanedrín no son capaces de ver estos signos como de Dios, sólo ven su conveniencia, y por ellos no entenderán el signo de la gran salvación. Si realmente nosotros queremos celebrar la semana santa debemos dejar de ver sólo por mis intereses, abrir los ojos y ver todas las obras que Dios hace en mi, y así lograré ver desde los pequeños signos de amor que Dios hace en mis historia, el gran signo de amor que Jesús me da en su misterio pascual. La decisón es neutra o somos como la gente que al ver los signos de Jesús tiene fe o bien como estos sacerdotes que no son capaces de ver a Dios, o vivimos el signo de amor de semana santa o lo rechazamos.

10/4/11

«Yo soy la Resurrección y la Vida»

Meditación con motivo del V Domingo de Cuaresma
Ciclo /A/


Textos:
Ezequiel 37,12-14
Romanos 8,8-11
San Juan 11,1-45


Una de las realidades más complejas que puede enfrentar el hombre es la situación de muerte, pues ante esto no hay palabra alguna que resuelva la situación que se vive, no hay palabras adecuadas que ayuden a supera esta difícil situación cuando uno se topa con este fenómeno en medio de la vida. Qué hacer o que decir en estos momentos, en realidad muy poco, o incluso, nada. Y sin embargo es una realidad con la cuál tarde o temprano nos debemos de topar en nuestra historia, no sólo porque nosotros habremos de morir, sino porque en algún momento determinado encontraremos que alguien cercano a nosotros muere. Es una realidad muy humana con la cual nos topamos en algún momento de ahí que el mismo filosofo Martin Heidegger dijese que “el hombre es un ser para la muerte”, marcando así que la plenitud de la humanidad se alcanza justo en la muerte, dando así una visión un tanto existencialista y fatalista de la historia.
Ante esta situación qué puede decir el hombre de fe, que puede decir ante la situación de la muerte. El evangelio del día de hoy nos presenta esta realidad, Jesús se topa con la muerte de su amigo Lázaro y con este episodio Jesús cierra su actividad delante del pueblo, y lo cierra con un anuncio de vida. Esta idea de cerrar su actividad delante al pueblo lo hace diciendo: «¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él.» Con estas palabras Jesús habla del final de su obra pública. Las doce horas del día representan el periodo de su actividad que inició en Caná, ahora el día está por terminar. El día es el símbolo del tiempo de su vida, donde ha realizado su obra, donde está la luz, donde ha iluminado a los hombres. Ahora llega la oscuridad y con ello cesa la actividad de Jesús. Ahora llegará la hora del tropiezo, pues en la noche no es posible ver la salvación y aquellos que no quieren verla tropezarán, pues condenarán al justo. Esta actividad de Jesús termina con el episodio de Lázaro, es momento de ir a su encuentro, es lo último que hará. De esta manera la actividad de Jesús terminará con el anuncio de vida, su actividad terminará anunciado que pese a la oposición y a la institución de la muerte, la vida triunfará y signo de ello será Lázaro.
Así Jesús se pone en marcha, dando el anuncio definitivo de la vida. Y para entender este anuncio centrémonos en el encuentro con Marta y entender este anuncio de vida. Marta al enterarse que Jesús ha llegado va a su encuentro y comienza un diálogo en búsqueda de una esperanza, de un consuelo en medio de su dolor y para ello aborda dos putos que ella conoce, pero que en el fondo no tienen sentido en su vida y no le dan ninguna esperanza, y que en realidad no pertenecen al ámbito del verdadero discípulo. La primera de estas afirmaciones es: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.» Marta muestra su tristeza pues esperaba que Jesús hiciera algo para que esto no sucediera y entonces afirma la primera idea que ella tiene por entendido. Y es que ella ve a Jesús como un mediador infalible ante Dios, pero se queda con este nivel: Jesús es solamente un mediador, es alguien que puede intervenir porque Dios le da esa capacidad, pero no ve que Jesús y el Padre son uno, no percibe que Jesús es más que un mediador, no es aquel que sólo hace obras esporádicas, sino que todo lo que Jesús hace es obra del Padre, es una acción de salvación de continuo. No se puede ver a Jesús sólo como aquel que puede hacer grandes cosas, sino ver a Jesús, significa ver en todo su obrar, la acción del Padre y la salvación que viene de él.
Ante esta argumentación Jesús se limita a decir: «Tu hermano resucitará.» Con esto Jesús no asiente a lo que ha dicho Marta, sino que, le muestra que se vive en un proyecto de salvación y ello implica que hay un proyecto de vida, no porque se lo pida, sino porque Jesús es un proyecto de vida de continuo, es el proyecto permanente del Padre. Por ello dice “resucitará”, y no dice “yo lo resucitaré”, pues no es una obra personal de Jesús, no es un deseo que Jesús le conceda el Padre, sino que es el proyecto del Padre, el proyecto de la vida.
Ante esta aseveración, Marta se muestra turbada y decepcionada y expresa la segunda idea que ella tiene por bien sabida: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día.» Estas palabras expresan la creencia común de la época, en especial la creencia de los fariseos, que marcaba que al final de los tiempos los justos resucitarían. Pero esto no le da ninguna esperanza, por eso dice “ya sé”, mostrando que lo conoce y que seguramente muchos se lo han dicho. Todo eso sucederá en el último día, y esto quiere decir que es algo distante, para ella la resurrección es algo distante, algo que no tiene que ver con su presente, algo totalmente alejado y por lo tanto lo único que le queda es la muerte, es lo que hay y es lo que debe enfrentar.
Podemos ver de esta manera que Marta a pesar de pertenecer a la comunidad cristiana no es capaz de ver el significado de la vida, no es capaz de comprender el significado de la salvación que Jesús trae. Se queda solamente con las concepciones antiguas, sólo ve en Jesús un hombre milagroso que puede hacer algo, pero no ve en él la capacidad de dar una nueva vida, un nuevo sentido de la historia. Ve en Jesús al hombre que puede obrar un milagro y devolver la vida anterior que tenía Lázaro, sin llegar a descubrir la vida nueva que da Jesús. Está atrapada en la concepción antigua de la vida. Y por otro lado, cree en una resurrección, pero lo ve como algo distante y por lo tanto totalmente distante de su historia y de su realidad. Es algo distante, es sólo un concepto, pero nada que ver con lo histórico. Cuantas veces nosotros fundamos nuestra fe en ideas distantes, en meras cosas que en el fondo no tienen nada que ver con nuestra historia y nuestra fe, nuestra adhesión a Cristo.
Por ello Jesús de inmediato le dice: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» Jesús le marca que la vida que él da no es sólo una continuación del pasado, no es algo que sucederá en una realidad totalmente distante a la historia, sino que es una realidad nueva y totalmente cercana. La resurrección no es un mero acontecimiento a futuro, la resurrección es una persona, y una persona en el presente: Jesús. Él es la resurrección. Y al decir resurrección, se refiere a la capacidad de tener vida de nuevo, de una renovación de la vida, Jesús es quien renueva la vida, y marca que no se interrumpe, hay una continuidad en la vida, y Jesús es quien la da. Por tanto, la resurrección es algo presente, pues al ser él la resurrección, él es la vida, pus si él renueva la vida, impide que se interrumpa, es porque él es la vida, da vida al hombre. Y al usar la Palabra vida no se refiere aquí a la mera vida física, no se refiere a la vida biológica, sino habla de la vida en su sentido pleno, habla de la vida en plenitud. Jesús no es la vida física, sino que es la vida en plenitud, la vida en calidad, la vida en su totalidad y por ello es posible la resurrección pues es capaz de dar esa vida al hombre, resucitándolo, no sólo devolviéndole la vida terrena, sino dándole la vida en plenitud.
Por tanto, esto es lo que da sentido a la vida cristiana, y esto es lo que debe de anunciar. La vida no se acaba, la vida no se interrumpe, sino que la vida continúa después de la muerte pues Jesús la ha vencido, y continúa en plenitud, con una calidad plena de vida. Si bien existe la muerte física, no existe la muerte plena. La muerte sólo es el tránsito, para entrar a la vida en plenitud. La muerte acaba con la vida física, con la vida biológica, pues es parte del desarrollo biológico, pero la vida no termina en lo meramente biológico y fisiológico, sino que continúa y está llamada a una vida en plenitud, donde no existen los límites físicos, sino que va más allá de esto. La muerte termina con esa vida física, pero no con el sentido pleno de la vida, y esa vida es Cristo y esa vida la entrega Cristo. Esto es lo que la comunidad debe de anunciar y debe de creer, por ello Jesús, una vez dicho eso le pregunta a Marta si ella cree en esto, pues sólo teniendo fe, solo adhiriéndose a esta veracidad uno puede ser portador esta noticia, y dar un mensaje de vida y esperanza al mundo. Ante esto María debe expresar su fe: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.»
Finalmente esto es lo que debe de creer la comunidad cristiana y por ello Jesús al final del episodio pide que se abra el sepulcro, que se quite la piedra, pues la muerte no es definitiva. Poner la piedra representa que ahí se clausura la historia, después de la muerte no hay más, se ha quedado atrapado en ella y no hay salida. Jesús pide que se abra el sepulcro como señal de que la muerte no es lo último y que hay salida, pues el hombre está llamado a una vida nueva que lo encamina una plenitud de vida. Y como signo profético sale Lázaro, anunciando que la muerte no tiene ya ningún efecto en la vida terrena, pues el hombre está llamado a una vida en plenitud.
Cierto que la muerte toca la vida del hombre y que es momento lleno de dolor, de duda, de incertidumbre, pero la comunidad cristiana, está llamada a ser portadora de un anuncio de vida, que llene de esperanza a partir del testimonio de la fe, pues esta vida es la que se anunciará en plenitud en el tiempo de Pascua y que dará sentido a la vida de fe, por ello en este tiempo el creyente es invitado a meditar en esto, pues esta vida es ya una realidad desde el bautismo.

3/4/11

Citerios de ceguera

Meditación del IV Domingo de Cuaresma
Ciclo /A/

Textos:
1 Samuel 16,1.6-7.10-13
Salmo 23
Efesios 5,8-14
San Juan 9,1-41

El evangelio del día de hoy nos presenta a este ciego de nacimiento que al toparse con Jesús recibe la vista. Pero quién es este ciego de nacimiento. Ser ciego en la Biblia representa a aquel que no es capaz de descubrir la acción de Dios en su vida. Ciego es aquel que al ver su realidad, no alcanza a atisbar un poco la acción divina que interviene en la historia. Ciego es aquel que en el momento de prosperidad cree que es él quien ha realizado todo, que es merecedor de todos los bienes y no descubre la mano de Dios detrás de todo. Es ciego pues no ve más allá de sus bienes, más allá de su prosperidad, de sus benéficos, y no descubre que Dios está en él. Pero ciego también es aquel que no ve a Dios aún en la pequeñez y fragilidad de la historia. Uno se vuelve ciego cuando el dolor nos inunda y no vemos la acción de Dios, cuando la precariedad es tan grande que uno no ve a Dios e incluso se revela en contra de él. El hombre llega a la ceguera pues no ve más allá de su realidad. Sin embargo en este caso se agrega que es ciego de nacimiento, y quiere decir que su ceguera se debe a que no ve a Dios, pero es alguien que desde que nació es ciego, es decir, nunca ha visto a Dios, y nunca le han hablado de él. Desde siempre es ciego.
Ante esta situación podríamos analizar nuestra vida y descubrir hasta que punto somos ciegos en nuestra vida. Cuántas veces hemos olvidado ver hacia Dios, cuántas veces hemos olvidado descubrir a Dios tanto en lo bueno, como en lo malo. Y ante eso podríamos descubrir cuál es la razón de la ceguera, cuál es el motivo por lo cual no somos capaces de descubrir a Dios, y quedar ciegos en la vida.
Parece ser que el texto de la primera lectura ofrece una clave para descubrir la causa de la ceguera en nuestras vidas y los tipos de ceguera que podemos sufrir.
El texto se nos presenta en un contexto de crisis, puyes Dios ha dejado de la do al rey del pueblo. Saúl es el rey en ese momento pero Dios lo ha desconocido, para Dios este hombre no merece ser más el rey, y por ello se ha apartado de él. Samuel, el profeta, por su parte sufre ante esta situación, pero la historia debe continuar, y por ello Dios intervine y manifiesta a Samuel que no debe sufrir más por lo sucedido, pues ahora habrá la elección de un nuevo rey.
Y justo en esto se centro el episodio de hoy, en la elección del nuevo rey. Para ello, descubrimos que el rey no es simplemente de apariencias: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón.» Esto implica que la elección del rey va más allá de la mera apariencia fisca, Dios sólo ve el interior del hombre pues su interior es precisamente el que le hará capaz de ser un buen rey.
Y por esta razón vemos como van desfilando los diversos hijos de Jesé con el fin de descubrir quién es el elegido por Dios. Pasan ante Samuel siete de los hijos de Jesé, y resulta que ninguno de ellos es el elegido. Ante eso Samuel debe preguntar si falta alguien pues no está quien será el elegido, ante eso hay una respuesta: «Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño.» Y entonces todos deben esperarlo. Con esta imagen se representa al pueblo de Israel que espera su nuevo rey. El pueblo tiene necesidad de un rey, y ahora vemos la expectativa, de este rey que ha de venir, que viene de Dios, no de ellos, no de los criterios humanos, sino de Dios. Finalmente parece David y él es el elegido.
Podemos ver por lo tanto, que el rey es elegido desde los parámetros de Dios, no de los hombres. Vemos como desfilan ante Samuel los siete hijos. El número siete en la Biblia representa la totalidad, quiere decir que ante Samuel pasaron todos los criterios del mundo, todos los criterios de apariencia, pero Dos va más allá de cualquier criterio de apariencia, va más allá de cualquier criterio mundano, Dios supera la totalidad de los criterios del mundo. Y por ello, el elegido no está entre los siete, pues Dios no escoge esta totalidad de criterios, sino que, el elige el octavo. El octavo en la biblia tiene varias connotaciones, en este caso el octavo representa lo que va más allá del siete, lo que va más allá de la totalidad de los criterios del mundo, por tanto es lo que supera al siete, lo que supera la totalidad de ideas en el mundo.
Pero si lo vemos bien en el fondo el hombre es ciego por estas razones, porque se deja guiar por los criterios del mundo, porque se deja impresionar por lo primero que aparece, o bien por lo que el mundo le presenta de primera mano.
En el fondo el hombre se vuelve ciego cuando se deja deslumbrar por los criterios que el mundo le presenta, cuando deja que los lujos, las comodidades, la moda sean los elementos que guíen su vida entonces no es capaz de valorar su propia vida más allá de esto, sino que todo lo dirige a partir de estos criterios y cree que sin estas comodidades no hay vida o que sin estas comodidades no se alcanza la verdadera felicidad. Esto en el fondo es una ceguera.
Cuando el hombre deja que sus logros, su metas, su buena posición social, su dinero que ha obtenido con su trabajo, sea el todo en su vida, se vuelve ciego pues no es capaz de ver que la vida es más que esto, no es capaz de ver la experiencia de Dios, ni su providencia, pues cree que él es el propio artífice de su vida, pues le mundo lo presenta como un exitoso en la vida y no hay necesidad de más. O incluso cuando se encierra el enero trabajar, creyendo que así es suficiente, abasteciendo de lo necesario a los demás, pero no se da la oportunidad de estar con los seres que le aman, implica que su trabajo es una ceguera. Cuando el hombre se le presenta la idea de que si no hay comodidad, que si se presenta el dolor es un signo de desgracia, y entonces maldice a Dios, maldice su vida e incluso no es capaz de descubrir lo valioso de las personas que están a su lado, lo valioso de la vida en este momento pese a una penuria, sin embargo esta persona está ciega. Cuando el hombre cree que la respuesta está en la violencia, que todo tiene sentido en el odio, en la venganza y va elaborando su vida sólo en el resentimiento, en el rencor, en la venganza, su vida es la de un ciego, pues no es capaz de ver el perdón, el valor del amor de otras personas, el valor del amor con los que vive, sino que se cierra en su odio, se aleja y se exilia de los demás.
Podemos descubrir que así como Samuel se dejó deslumbrar por el primer hijo de Jesé, también nosotros nos podemos dejar asombrar por lo primero que aparece, por lo primero que nos ofrecen, por lo que todos piensan y dicen , pero no ser capaces de ver más allá de esa totalidad, no ser capaces de ver más allá. Sólo se puede dejar de ser ciego y ver a Dios, ver su obra y sobre todo ver la vida desde una nueva óptica lejos de las meras propagandas mercantilistas, cuando vemos más allá de lo que se nos presente, más allá de la totalidad de las propuestas del mundo. Esto implica hacer un camino.
Este camino se puede ver claramente con el ciego, en el relato del evangelio, no dejó de ser ciego de inmediato, sino que, debió de ir caminando hacia la fuente de Siloé, tuvo que hacer un camino para vencer su ceguera, escuchar la palabra, y llegar a enjuagarse. Pero es implica el esfuerzo, el movimiento, y curiosamente un movimiento que tiene como base la escucha de la Palabra, pues él escuchó a Jesús y se fue a lavar. Es la confianza en esa palabra la que la pone en movimiento. Si nosotros escuchamos realmente esa palabra podemos entrar en el camino, y sobre todo tendremos otro criterio que va más allá de los criterios del mundo, pues empezaremos a fiarnos en otra palabra, que no es la palabra del mundo sino la Palabra de Cristo. De esta manera el tiempo de cuaresma se convierte en un tiempo de revitalización para abrir nuestros oídos y escuchar nuevamente la palabra que nos mueve a la luz y nos aleja de nuestras cegueras.