Textos:
Exodo 12,1-8.11-14
1 Corintios 11,23-26
San Juan 13,1-15
En estos días hemos visto por medio de los cánticos del siervo que Dios tiene un plan de salvación, y busca los diferentes medios a pesar de la cerrazón del hombre, darle a conocer esta salvación. Y hoy justamente encontramos uno de los parteaguas dentro de la historia de la salvación al descubrir este camino de salvación: La pascua. Podemos ver como Dios que busca dar la salvación, actúa dentro de la historia del pueblo para salvarlo, y entonces pasa, interviene para salvarlo.
El libro del éxodo que hemos escuchado como primera lectura nos muestra este relato de la pascua, nos muestra las instrucciones que Dios da para que se celebre la pascua y con ello, para que se celebre su paso en medio de ellos y vivan la salvación. Podemos ver como Dios va dando una serie de prescripciones acerca de lo que deben ir haciendo el pueblo para que Dios actúe y ante eso podríamos pensar ¿Por qué hacer todo eso? ¿Para qué tanto preparativo si Dios puede intervenir de inmediato? Todo esto se hace por dos motivos, en primer lugar para logar una sensibilización, pues todos estos preparativos sirven al pueblo para que sean capaces de descubrir que Dios va a actuar. Todos los preparativos hacen pesar que va a pasar algo importante, no es algo superficial, es Dios que bien, es Dios quien va a actuar. Así el pueblo se prepara para descubrir y ser conscientes que Dios va a estar con ellos.
Por otro lado, sirve para recordar que este es un momento sagrado, para saber descubrir que en la vida cotidiana hay un tiempo para Dios, hay un tiempo en el cual Dios interviene, y es importante tenerlo presente pues no es como el tiempo en el cuál se hacen las actividades cotidianas, sino que es un tiempo sagrado, es un tiempo en donde Dios irrumpe en la historia y todo lo transforma. En este caso Dios irrumpe con su pascua para renovar la vida del pueblo y darle su liberación. A partir de ahora el pueblo no puede ser el mismo este es un tiempo que marca su vida, Dios pasa, Dios interviene en la historia y lo hace libre, no puede seguir como antes, pues tiene delante de él una vida nueva, una vida diferente, una vida que realmente le hace ser totalmente distinto, que lo hace ser libre.
Esto nos enseña que Dios hace presencia en la historia, es el paso de Dios, el paso que da la libertad al hombre. Y este es una acción continua de parte de Dios para liberar al hombre. Esto quiere decir que Dios pasa para renovar la historia del hombre, para hacerla nueva, para hacer de ella una nueva realidad. Ahí donde el hombre vive en la tristeza, Dios quiere pasar para darle la felicidad, en donde hay envidia está el paso de Dios que transforma en solidaridad, en donde hay destrucción Dios pasa y convierte todo en armonía, si hay desolación está el paso de Dios que puede transformarlo en esperanza, donde el odio ha puesto su morada es posible que pase Dios y renueve el corazón dejando que el amor sea la fuerza transformante, ahí en donde hay muerte Dios pasa y lo convierte en vida.
Y este paso de Dios, es su pascua, pues la palabra pascua quiere decir justamente eso “el paso”, y por esa razón Dios ha dado este paso en medio del pueblo para ayudarlo y para salvarlo, llevándolo a la libertad plena. Y Dios continuamente quiere hacer ese paso para liberarnos, sin embargo a veces no lo vemos, y es que para verlo, para dejar que entre en nuestra vida debemos hacer los preparativos, es decir debemos ser capaces de poner todo lo necesario para que Dios entre en nosotros. Dios quiere dar su pascua en nosotros, quiere liberarnos de ese pecado, de esa tristeza, de esa envidia, de esa soledad, de ese sin sentido de la vida, pero no puede hacerlo mágicamente, no puede hacerlo forzando nuestra vida, sino que debemos poner de nuestra parte, pues Dios no nos violenta. Así como los judíos prepararon todo, del mismo modo debemos tener la capacidad de poner los medios para que Dios pase y nos libere.
Para poner lo necesario requerimos en primer lugar el reconocer que hemos pecado, que hemos fallado. No es posible que el hombre salga de su pecado, de su vicio, si no ve que está sumergido en él. En segundo lugar se debe querer que esto suceda, porque si nosotros no lo deseamos es imposible. En tercer lugar dejar que entre, empezar a dar los pasos que se nos va mostrando a través de lo que vivimos, ver cómo podemos dejar de lado ciertas cosas, o empezar a ser un poco generosos, evitar ciertos pensamientos, que si bien es compleja al inicio no es definitivo, y así, preparamos para que la gracia de Dios nos transforme y renueve totalmente.
Y una vez que coloquemos todo para esta renovación, descubrir a Dios, descubrir que es un momento sagrado, que no es algo más de la rutina, es salirse y darse la oportunidad de ver la experiencia de Dios en medio de nosotros.
Estamos celebrando la semana santa, pero no es sólo una celebración más, sino que debe de ser el momento para que Dios pase en nosotros, que pase y nos libere, nos renueve, haga de nosotros mejores personas. De nada sirve celebrar estos días, y estar en el viacrucis, estar en misa, y al finalizar seguir como siempre, sin dejar que Dios pase, que Dios entre en nosotros y nos transforme, nos renueve totalmente. Sería un absurdo si al finalizar la semana santa descubriéramos que Dios no pasó que seguimos siendo esclavos de lo mismo, que no hemos cambiado. La semana santa sería solamente una semana más, una celebración más, misas especiales pero no sería realmente el paso de Dios que libera. Es el momento de reflexionar y de descubrir liberarnos de la esclavitud y dejar que esté el paso del Señor sea pascua en nosotros. Que quite de nuestros corazones el temor, el rencor, la envidia, todo aquello que nos aqueja y no nos da la felicidad.
Y este paso de Dios se hace todavía más explicito en la segunda lectura, donde san pablo coloca la tradición que él ha recibido, respecto a la institución de la Eucaristía. Esta cena que se hace en recuerdo de la cena pascual, convirtiéndola ahora en un nuevo signo de donación plena, pues según la descripción que hace san Pablo se hace en un ambiente de entrega. Jesús está por ser entregado y Jesús es quien al pronunciar las palabras dice que su cuerpo se entrega. Por tanto, este sacramente se ve desde la dinámica de la entrega. Y esa entrega es la salvación definitiva y por ende la pascua plena.
Hoy, en este día, el jueves santo, la Iglesia conmemora la institución de la eucaristía, pero no es para acordarnos que se instituyó la eucaristía, sino para que Dios nos recuerde que en la Eucaristía el viene y debemos verlo, debemos descubrir. Cada vez que comulgamos él viene y viene a nosotros, hace su paso en nosotros. Cada Eucaristía es un signo de la pascua de Dios, el paso de salvación. Si Jesús se ha quedado en las formas de pan y vino es precisamente porque quiere entrar en nuestras vidas, quiere hacer ese paso, quiere entrar y darnos la liberación de nuestro corazón. El problema es que a veces estamos tan acostumbrados a hacer esto que lo olvidamos, y no ponemos lo necesario para que entre, y se haga pascua en nosotros, entre y nos libere totalmente. Si comulgamos cada domingo es un signo que nos debe recordar precisamente la salvación que nos quiere dar.
Que este jueves santo donde recordamos que Jesús instituyo la Eucaristía se convierta en recordatorio para ver que la Eucaristía es un canal que nos lleva a la salvación, pues por medio de él Dios quiere pasar y hacer pascua en nosotros.
¡QUÉ REFLEXÍONES! ¡QUÉ COMPROMISO! PERO EL AMOR TODO LO PUEDE ¡GRACIAS A DIOS!
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