16/4/11

«Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera...»

Meditación con motivo del Sábado de la V Semana de Cuaresma

Textos:
Ezequiel 37,21-28
San Juan 11,45-57

El evangelio del día de hoy se sitúa después del episodio de la resurrección de Lázaro, y se nos presenta al Sanedrín en pleno, se reúnen para discernir sobre los actos de Jesús. Después de la resurrección de Lázaro el texto nos dice que muchos creyeron en Jesús, se ha suscitado la fe, se han adherido a Jesús, pero para el Sanedrín esto es una situación un poco compleja, pues si bien son capaces de reconocer que Jesús ha hecho signos, no son capaces de reconocer que esos signos son de Dios. Mientras la gente es capaz de ver los signos de Jesús como signos de Dios, las autoridades religiosas no son capaces de ver esto y lejos de ver por los intereses de Dios, ven solamente por su propios intereses y por ende por los intereses de la institución religiosa, más no por el pueblo y su salvación, por ello ellos mismos dicen: «Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación.» Sólo les interesa el templo, su lugar santo, les interesan sus ritos, pero no son capaces de ver por Dios.
Esto nos demuestra que cuando el hombre se preocupas sólo por sus intereses, puede dejar de lado el mensaje de Dios, no son capaces de ver los signos de Dios, sólo ven sus conveniencias, su poder, su capacidad de dirigir pero no lo que realmente Dios quiere. Muchas veces las personas actúan por lo que los otros dicen de ellos, pero no por lo que realmente son o por lo que vale la pena. Muchas veces con tal de poder mandar son capaces de humillara y marginar a la gente, sin importar lo que los demás sufran, sólo quieren su poder.
Y como culmen de esto encontramos a Caifás: «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?» Caifás no duda absolutamente en que Jesús no les conviene y por ello opta por la muerte. Curiosamente esto es dicho después de la resurrección de Lázaro, una vez que Jesús da un signo de vida, la institución religiosa da muestras de un signo de muerte, pues Jesús no les conviene y por ello debe morir. Se cierra al don de Dios, al don de la vida y optan por sus intereses que en el fondo son signos de muerte.
Sin embargo, estas palabras si bien encierran un deseo de muerte, también encierran una gran verdad, una verdad de Dios y muestra como los mismos intereses de estos hombre en el fondo van en sintonía con los intereses de Dios, pues estas palabras en un primer nivel refieren a los intereses de los sacerdotes, es mejor que uno muera y así todo subsista. Pero en realidad el sentido es más profundo, pues con la muerte de Jesús efectivamente se salvará el pueblo. Se podría decir que ese antiguo y viejo sacerdocio ha dicho las últimas palabras que expresan la voluntad de Dios, aunque sea veladamente.
La cuaresma se convierte así en un tiempo en el cual debemos empezar una renovación de nuestra vida, reconociendo los signos de Dios, reconociendo como Dios actúa en nosotros, como Dios transforma nuestras vidas. Estamos a punto de comenzar la semana santa y con ello entraremos a la Hora de Jesús, entraremos en su pasión-muerte-resurrección, pero es necesario que hayamos visto sus signos, hayamos sido capaces de ver sus obras en nuestra historia. No es posible entrar a la semana santa y no ver lo que Dios ha realizado en nosotros, sin ver los signos que nos proponen que nos dan su salvación. Y no es posible porque su misterio pascual es el gran signo que da la salvación definitiva, pero es imposible celebrar este gran signo, si no hemos sido capaces de descubrir sus otros signos, pues esos signos son camino y cercanía al gran signo de amor que sucede en la cruz y su resurrección.
Caifás y el Sanedrín no son capaces de ver estos signos como de Dios, sólo ven su conveniencia, y por ellos no entenderán el signo de la gran salvación. Si realmente nosotros queremos celebrar la semana santa debemos dejar de ver sólo por mis intereses, abrir los ojos y ver todas las obras que Dios hace en mi, y así lograré ver desde los pequeños signos de amor que Dios hace en mis historia, el gran signo de amor que Jesús me da en su misterio pascual. La decisón es neutra o somos como la gente que al ver los signos de Jesús tiene fe o bien como estos sacerdotes que no son capaces de ver a Dios, o vivimos el signo de amor de semana santa o lo rechazamos.

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