Meditación con motivo del XXXI domingo de tiempo ordinario
Ciclo /A/
Textos:
Malaquías 1, 14—2, 2. 8-10
1 Tesalonicenses 2, 7-9. 13
San Mateo 23, 1-12
Vivimos en un mundo que está dominado por la imagen, los productos que se venden siempre buscan anunciarlo a través de una imagen, de algo que sea llamativo, de algo que enamore a la vista, que se haga agradable al conocerlo, que se sienta la necesidad de poseerlo, que parezca la respuesta a las dificultades que se tienen. De esta manera los productos tratan siempre de tener una imagen delante de los demás, que los hagan adelgazar por arte de magia, que los hagan ser más atractivos de inmediato, que les den la felicidad que tanto han buscado. Imágenes, que muchas veces distan de la realidad. De la misma manera los locales comerciales, las presentaciones de la comida, y demás elementos siempre parte de una imagen.
Sin embargo, como su nombre lo indica es una mera imagen, y la palabra imagen bien del latín “imago", es decir retrato; y a su vez viene del verbo "imitari" que significa imitar. Entonces imagen es aquello que uno puede interpretar, una "imitación" de la figura real. Por tanto es sólo imitación, es sólo la apariencia, pero no es la realidad, y en nuestros tiempos se tiende mucho a esto, a presentar una idea con la imagen, a representarla, pero no a no mostrar la realidad, sólo se anuncia algo que es aparente, pero que no es real.
Si bien a nivel de mercadotecnia es lo que mueve a comprar algunos productos o asistir a ciertos lugares, también es cierto que al final, si esa imagen es totalmente apariencia provocará una fuerte desilusión. Sin embargo, la imágenes no sólo se dan en las cosas o en los lugares, sino en las personas. Y es que a veces las personas buscan presentar un estilo concreto de vida delante de los demás, para demostrar, no lo que son, sino lo que quieren aparentar ser, y así conseguir un objetivo. Se puede aparentar ser bueno, cuando en realidad sólo se busca engañar a alguien. Se puede aparentar ser honesto para conseguir un puesto y después robar. Se puede aparentar ser una persona cariñosa y fiel, y después abusar de la otra persona y utilizarla. Se puede aparentar un amor sincero y al final resultar que sólo quería algo de placer. Se pueden aparentar cantidad e cosas, y al final mostrar definitivamente quienes somos.
Estas apariencias hacen que las personas se desilusionen y posteriormente se cuiden de los demás, desconfiando de todo tipo de sinceridad. Las apariencias matan la confianza y la esperanza. Y curiosamente en medio de estas apariencias, el hombre o la mujer de fe no están exentos. Cantidad de hombres y mujeres van por la vida mostrando meras apariencias sobre su fe, pero que no concuerdan con su realidad, y al final llevan a una desilusión de la persona y de la misma experiencia de fe.
Cuántos jóvenes hoy en día dicen no creer en Dios, y muchas veces no es por Dios sino, por la falta de congruencia que hay entre la viuda y la fe. Y la fe se toma como un mero fetiche, como una apariencia, como un rezo, como un robo incluso, como un absurdo que no dice nada, pues la fe parece tan despegada de la realidad que parece un ridículo ante las necesidades del mundo; o bien la fe se ve sólo como un mercad, pero que no influye no transforma, incluso se contradice en las enseñanzas del evangelio, pues e anuncia lo que nos e vive.
El evangelio de hoy denuncia este uso indiscriminado de la imagen delante de los demás, denuncia la cultura de la apariencia y sobre todo de la apariencia de la fe: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover.» La crítica que Jesús dirige es hacia los fariseos que eran los jefes religiosos de aquellos tiempos, que si bien contaban con un gran prestigio entre el pueblo, ahora Jesús los desenmascara pues ellos son conocedores de la Ley, ellos conocen la Palabra de Dios, son personas que guían a la sociedad en materia de fe, sin embargo, su vida es sólo apariencia. Anuncian cantidad de cosas, pero ellos no las hacen. Van elaborando y anunciado cantidad de leyes, sin que esas leyes realmente repercutan en sus propias vidas. Son capaces de exigir cosas, de anunciar las cosas, pero ellos no las viven.
Por ello, Jesús dice: «Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras.» Con esta frase Jesús reconoce sus enseñanzas, no son cosas malas, son cosas que van de acuerdo con la experiencia de fe, por eso invita a realizar lo que los fariseos anuncian, pues lo que ellos dicen efectivamente es de Dios, ellos hablan palabra de Dios, pero la enseñanza de los fariseos termina precisamente en lo que dicen, no se les debe de imitar pues su estilo de vida deja mucho que desear, su estilo de vida no corresponde con lo que anuncia. Y el problema es que muchas veces impacta demasiado lo que el otro hace, sus obras. Jesús por ello advierte que es menester no imitar sus obras, y sólo quedarse con lo que anuncian, marcando que su estilo de vida es totalmente contradictorio con lo que se anuncia.
Cuántas veces la gente imita a las personas en su vida y eso es precisamente lo que hace que todo se vuelva contradictorio. Cuántos ven que las personas de fe buscan puestos, lugares, posiciones, privilegios, y muchos piensan: “si a él se lo dan, también puedo pedirlo yo”, y toda su vida gira en torno a lo que puede ganar, a lo que puede aprovechar, pero no a lo que puede ayudar y cambiar de vida. De tal manera que el mal testimonio puedes ser un corrosivo que destruya la vida de los demás, dejando de lado lo que realmente se necesita, que es la vivencia del evangelio.
Pero ¿Por qué los fariseos no viven este testimonio que deberían mostrar a los demás? El mismo Jesús lo aclara: «Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros.’» Toda su vida se desenvuelve en torno a ocupar puestos, a ser llamativos, pero no a ser realmente testimonio de fe. Su posición en la sociedad no es para mostrarse delante del mundo como aquellos que merecen todo lo necesario porque conocen a Dios, pues por esta actitud cuidan solamente esta zona de privilegios, pero no se preocupan por cuidar su relación con Dios viviendo lo que dice su Palabra. Ese es el problema de los fariseos, que sólo viven de su imagen, pero en realidad, no viven desde las categorías que se supone anuncian, es decir, desde las categorías de la Palabra de Dios. Su interés gira en torno a lo que necesitan, a lo que quieren y se merecen, pero no gira en torno a Dios, y por tanto su fe es totalmente estéril, incapaz de dar frutos.
Por lo tanto lo importante es la vida desde el testimonio, la vida del creyente no puede ser sólo de imagen, no es sólo de apariencias, esas vidas no son importantes, pues en realidad son falsas. De nada sirve una vida donde se aparente que se hace oración, que todo el día están hincados, que todo el día alaban a Dios, eso no ayuda ni edifica, pues la verdadera vida de oración no se demuestra estando de rodillas, sino con las palabras y actitudes que trasmiten precisamente esa vida de oración. No es la posición lo que muestra la oración, sino la vida que se tiene, que refleja e aviad de oración que hay en el interior, no es la imagen, sino la realidad que se vive en el interior.
No es importante aparentar que hago obras buenas, y que todos me vean. Eso es inútil las obras buenas no se planean, sino que van siendo fruto, en primer lugar del amor que se tiene en el interior, las obras buenas son la educación que refleja mi experiencia de bondad, el respeto que doy a otros, el hacer que los demás me sientan agradable, no porque lo busque, sino porque soy capaz de mostrarlo de modo natural porque trasmito bondad.
Por tanto Jesús trata de aclarar que no es suficiente dar una buena explicación, o tener un gran discurso, o saber cosas acerca de Dios y la fe, sino que se debe reflejar en el ejemplo de la persona, pues a Dios, y por ende la fe, se da a conocer, no sólo por una buena catequesis, sino por el ejemplo, pues no pude hablar de Dios y su amor, si nuestra vida contradice esa experiencia del amor. El cristianismo no es de imágenes, no es una apariencia, pues finalmente la gente se desengaña y ve el absurdo de la fe con nuestra manera de ser. EL cristiano no debe forjar imagen, sino que debe de ser un convencido, dejando que día a día la Palabra que conoce, lo vaya transformando totalmente, dejando la imagen, pues no estamos para convencer por apariencias, sino estamos llamados a trasmitir una experiencia que ha tocado fuertemente nuestra vida.
Este testimonio que se va reflejando desde nuestra propia experiencia, no sólo con discursos, ni creyéndonos superiores por saber cosas, sino porque trasmitimos con nuestro ejemplo la experiencia de Dios. Aclarando que en nuestra vida no está exenta de errores, pues somos frágiles y tenemos pecados. Lo importante es que nuestra búsqueda por ser coherentes y dar buen ejemplo, vamos esforzándonos por vencer esos pecados, no por apariencia, sino por un convencimiento y transformación total de nuestra vida. Y en la medida en la que vamos venciendo ese pecado, vamos siendo mejores. En la medida en la que reconocemos nuestros errores vamos transformando nuestra vida.
En conclusión, no hay mejor catequesis para convertir al hermano y conozca a Dios, sino nuestra vida, de ahí que la pregunta que debemos hacernos en este día es ¿Hasta qué punto puedo decir que he acercado a los demás con mi vida?
Ciclo /A/
Textos:
Malaquías 1, 14—2, 2. 8-10
1 Tesalonicenses 2, 7-9. 13
San Mateo 23, 1-12
Vivimos en un mundo que está dominado por la imagen, los productos que se venden siempre buscan anunciarlo a través de una imagen, de algo que sea llamativo, de algo que enamore a la vista, que se haga agradable al conocerlo, que se sienta la necesidad de poseerlo, que parezca la respuesta a las dificultades que se tienen. De esta manera los productos tratan siempre de tener una imagen delante de los demás, que los hagan adelgazar por arte de magia, que los hagan ser más atractivos de inmediato, que les den la felicidad que tanto han buscado. Imágenes, que muchas veces distan de la realidad. De la misma manera los locales comerciales, las presentaciones de la comida, y demás elementos siempre parte de una imagen.
Sin embargo, como su nombre lo indica es una mera imagen, y la palabra imagen bien del latín “imago", es decir retrato; y a su vez viene del verbo "imitari" que significa imitar. Entonces imagen es aquello que uno puede interpretar, una "imitación" de la figura real. Por tanto es sólo imitación, es sólo la apariencia, pero no es la realidad, y en nuestros tiempos se tiende mucho a esto, a presentar una idea con la imagen, a representarla, pero no a no mostrar la realidad, sólo se anuncia algo que es aparente, pero que no es real.
Si bien a nivel de mercadotecnia es lo que mueve a comprar algunos productos o asistir a ciertos lugares, también es cierto que al final, si esa imagen es totalmente apariencia provocará una fuerte desilusión. Sin embargo, la imágenes no sólo se dan en las cosas o en los lugares, sino en las personas. Y es que a veces las personas buscan presentar un estilo concreto de vida delante de los demás, para demostrar, no lo que son, sino lo que quieren aparentar ser, y así conseguir un objetivo. Se puede aparentar ser bueno, cuando en realidad sólo se busca engañar a alguien. Se puede aparentar ser honesto para conseguir un puesto y después robar. Se puede aparentar ser una persona cariñosa y fiel, y después abusar de la otra persona y utilizarla. Se puede aparentar un amor sincero y al final resultar que sólo quería algo de placer. Se pueden aparentar cantidad e cosas, y al final mostrar definitivamente quienes somos.
Estas apariencias hacen que las personas se desilusionen y posteriormente se cuiden de los demás, desconfiando de todo tipo de sinceridad. Las apariencias matan la confianza y la esperanza. Y curiosamente en medio de estas apariencias, el hombre o la mujer de fe no están exentos. Cantidad de hombres y mujeres van por la vida mostrando meras apariencias sobre su fe, pero que no concuerdan con su realidad, y al final llevan a una desilusión de la persona y de la misma experiencia de fe.
Cuántos jóvenes hoy en día dicen no creer en Dios, y muchas veces no es por Dios sino, por la falta de congruencia que hay entre la viuda y la fe. Y la fe se toma como un mero fetiche, como una apariencia, como un rezo, como un robo incluso, como un absurdo que no dice nada, pues la fe parece tan despegada de la realidad que parece un ridículo ante las necesidades del mundo; o bien la fe se ve sólo como un mercad, pero que no influye no transforma, incluso se contradice en las enseñanzas del evangelio, pues e anuncia lo que nos e vive.
El evangelio de hoy denuncia este uso indiscriminado de la imagen delante de los demás, denuncia la cultura de la apariencia y sobre todo de la apariencia de la fe: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover.» La crítica que Jesús dirige es hacia los fariseos que eran los jefes religiosos de aquellos tiempos, que si bien contaban con un gran prestigio entre el pueblo, ahora Jesús los desenmascara pues ellos son conocedores de la Ley, ellos conocen la Palabra de Dios, son personas que guían a la sociedad en materia de fe, sin embargo, su vida es sólo apariencia. Anuncian cantidad de cosas, pero ellos no las hacen. Van elaborando y anunciado cantidad de leyes, sin que esas leyes realmente repercutan en sus propias vidas. Son capaces de exigir cosas, de anunciar las cosas, pero ellos no las viven.
Por ello, Jesús dice: «Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras.» Con esta frase Jesús reconoce sus enseñanzas, no son cosas malas, son cosas que van de acuerdo con la experiencia de fe, por eso invita a realizar lo que los fariseos anuncian, pues lo que ellos dicen efectivamente es de Dios, ellos hablan palabra de Dios, pero la enseñanza de los fariseos termina precisamente en lo que dicen, no se les debe de imitar pues su estilo de vida deja mucho que desear, su estilo de vida no corresponde con lo que anuncia. Y el problema es que muchas veces impacta demasiado lo que el otro hace, sus obras. Jesús por ello advierte que es menester no imitar sus obras, y sólo quedarse con lo que anuncian, marcando que su estilo de vida es totalmente contradictorio con lo que se anuncia.
Cuántas veces la gente imita a las personas en su vida y eso es precisamente lo que hace que todo se vuelva contradictorio. Cuántos ven que las personas de fe buscan puestos, lugares, posiciones, privilegios, y muchos piensan: “si a él se lo dan, también puedo pedirlo yo”, y toda su vida gira en torno a lo que puede ganar, a lo que puede aprovechar, pero no a lo que puede ayudar y cambiar de vida. De tal manera que el mal testimonio puedes ser un corrosivo que destruya la vida de los demás, dejando de lado lo que realmente se necesita, que es la vivencia del evangelio.
Pero ¿Por qué los fariseos no viven este testimonio que deberían mostrar a los demás? El mismo Jesús lo aclara: «Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros.’» Toda su vida se desenvuelve en torno a ocupar puestos, a ser llamativos, pero no a ser realmente testimonio de fe. Su posición en la sociedad no es para mostrarse delante del mundo como aquellos que merecen todo lo necesario porque conocen a Dios, pues por esta actitud cuidan solamente esta zona de privilegios, pero no se preocupan por cuidar su relación con Dios viviendo lo que dice su Palabra. Ese es el problema de los fariseos, que sólo viven de su imagen, pero en realidad, no viven desde las categorías que se supone anuncian, es decir, desde las categorías de la Palabra de Dios. Su interés gira en torno a lo que necesitan, a lo que quieren y se merecen, pero no gira en torno a Dios, y por tanto su fe es totalmente estéril, incapaz de dar frutos.
Por lo tanto lo importante es la vida desde el testimonio, la vida del creyente no puede ser sólo de imagen, no es sólo de apariencias, esas vidas no son importantes, pues en realidad son falsas. De nada sirve una vida donde se aparente que se hace oración, que todo el día están hincados, que todo el día alaban a Dios, eso no ayuda ni edifica, pues la verdadera vida de oración no se demuestra estando de rodillas, sino con las palabras y actitudes que trasmiten precisamente esa vida de oración. No es la posición lo que muestra la oración, sino la vida que se tiene, que refleja e aviad de oración que hay en el interior, no es la imagen, sino la realidad que se vive en el interior.
No es importante aparentar que hago obras buenas, y que todos me vean. Eso es inútil las obras buenas no se planean, sino que van siendo fruto, en primer lugar del amor que se tiene en el interior, las obras buenas son la educación que refleja mi experiencia de bondad, el respeto que doy a otros, el hacer que los demás me sientan agradable, no porque lo busque, sino porque soy capaz de mostrarlo de modo natural porque trasmito bondad.
Por tanto Jesús trata de aclarar que no es suficiente dar una buena explicación, o tener un gran discurso, o saber cosas acerca de Dios y la fe, sino que se debe reflejar en el ejemplo de la persona, pues a Dios, y por ende la fe, se da a conocer, no sólo por una buena catequesis, sino por el ejemplo, pues no pude hablar de Dios y su amor, si nuestra vida contradice esa experiencia del amor. El cristianismo no es de imágenes, no es una apariencia, pues finalmente la gente se desengaña y ve el absurdo de la fe con nuestra manera de ser. EL cristiano no debe forjar imagen, sino que debe de ser un convencido, dejando que día a día la Palabra que conoce, lo vaya transformando totalmente, dejando la imagen, pues no estamos para convencer por apariencias, sino estamos llamados a trasmitir una experiencia que ha tocado fuertemente nuestra vida.
Este testimonio que se va reflejando desde nuestra propia experiencia, no sólo con discursos, ni creyéndonos superiores por saber cosas, sino porque trasmitimos con nuestro ejemplo la experiencia de Dios. Aclarando que en nuestra vida no está exenta de errores, pues somos frágiles y tenemos pecados. Lo importante es que nuestra búsqueda por ser coherentes y dar buen ejemplo, vamos esforzándonos por vencer esos pecados, no por apariencia, sino por un convencimiento y transformación total de nuestra vida. Y en la medida en la que vamos venciendo ese pecado, vamos siendo mejores. En la medida en la que reconocemos nuestros errores vamos transformando nuestra vida.
En conclusión, no hay mejor catequesis para convertir al hermano y conozca a Dios, sino nuestra vida, de ahí que la pregunta que debemos hacernos en este día es ¿Hasta qué punto puedo decir que he acercado a los demás con mi vida?
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