Meditación con motivo del domingo XXVIII del tiempo ordinario
Ciclo /A/
Textos:
Isaías 25, 6-10
Sal 22
Filipenses 4, 12-14. 19-20
San Mateo 22, 1-14
El hombre por naturaleza es sociable, por un lado porque se desarrolla en medio de una sociedad y por otro porque se necesita del encuentro con el otro. De ahí que en el desarrollo del hombre, se vayan creando vínculos de amistad, vínculos de camaradería, y es que al relacionarse con los demás unos vínculos se van haciendo más especiales, de tal manera que las personas se vuelven más profundas y con ello se establece una relación con elementos superiores. Y en el fondo esas relaciones son las que nos ayudan a seguir adelante, pues esas son las personas que nos sostienen, que nos ayudan, y nos impulsan a seguir adelante, pues con ellos se comparte la vida y propia historia. Pero estas relaciones no se basan sólo en cosas superficiales, sino que hay detalles que van ganando la confianza, y hacen q la misa m vida se comparta y día a día se valore esta relación y descubrir el grande tesoro que se tiene y el nivel de confianza que se tiene.
Y este tipo de relaciones basadas en la confianza y en las que se comparte la misma vida, implica que también la relación con Dios. Por ello deberías de preguntarnos cuál es el nivel de relación que tenemos delante de Dios. Si realmente hemos dejado que nuestra relación con él sea auténtica, y compartamos nuestra vida, nuestra fe, con él.
El día de hoy la liturgia nos muestra cómo Dios busca esta relación duradera en nuestras vidas y para ello utiliza una imagen que aparece frecuentemente en la Biblia, la imagen del banquete. EL banquete representa en la Escritura la relación de Dios con el hombre, es la imagen que indica la relación que se establece entre la humanidad y Dios. El banquete es el símbolo de la alianza que Dios hace con el hombre.
La primera lectura de hoy nos hace un acercamiento de esta alianza, nos muestra de manera plástica en qué consiste esta alianza que Dios hace con nosotros y por tanto la relación n que se establece entre Dios y los hombres. Analicemos algunos elementos de lo que significa vivir la alianza con Dios y descubrir en que consiste relacionarnos con él.
En primer lugar nos indica que Dios «preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera.» Dios es quien ha preparado el banquete, es Dios quien prepara esta alianza que quiere realizar, y algo fundamental es que es preparado para todos los pueblos, es decir, es un banquete universal. La alianza que Dios hace, está abierta a todos, nadie queda excluido de ella, nadie puede vivir al margen de esta invitación. Si Dios quiere iniciar una alianza lo hará abriéndose a todos, no debe quedar nadie excluido de esto. Por tanto si el hombre quiere tener un vínculo sólido con Dios puede acercarse y saber que no está fuera de esta invitación amorosa que Dios hace.
En segundo lugar «Aniquilará la muerte para siempre.» Esta alianza es una alianza de vida. Dios quiere hacer esta alianza para destruir la muerte. Por tanto se vislumbra ya desde este momento que el hombre está llamado a la vida, su destino no es la muerte. EL que vive unido a Dios, el que hace amistad con Dios recibe una promesa de vida, más aún vive desde la dinámica de la vida, todo es vida. La alianza me capacita no simplemente para vencer la muerte futura, sino que me da las herramientas para vencer la estructuras de muerte, para vencer aquello que amenaza con destruirme, que amenaza con acabarme, que puede debilitar la experiencia del amor. La alianza me hace ser portador de la vida, y capaz de vencer las situaciones de muerte.
Y como consecuencia de esa promesa de vida nos marca el texto: «El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros.» Si la experiencia de muerte es vencida por esta alianza que Dios hace, implica que esto va acompañado de una experiencia de consuelo. Por eso enjuga las lagrimas, es señal de consuelo, en señal de la transformación que Dios hace en la vida. Estar en la alianza con Dios, implica que el hombre es capaz de descubrir la esperanza, es decir, es capaz de descubrir que está llamado a no dejarse abatir por las situaciones de dolor y de tristeza, si bien estas situaciones llegan, también es cierto que no es una situación definitiva y por tanto descubre que Dios está en su vida y no se arroja al sin sentido de la vida, al contrario, se arroja a los brazos de la esperanza, de la capacidad de superar esas situaciones, de no perder el ánimo, no dejar que algo lo derrote, sino de levantarse y seguir caminando con alegría para encontrarse con Dios en su historia. Por tanto, tener es amistad con Dios me lleva a descubrir la esperanza que viene de Dios, finalmente es lo mismo que expresa la segunda lectura de hoy: «Todo lo puedo en aquel que me conforta.» Finalmente como san Pablo lo dice, vendrán situaciones de problemas o de carestía, pero ello no implica que todo esté dicho, Dios es mi fortaleza, él es mi compañero, y por tanto el me da la fuerza para levantarme y seguir adelante.
Y entonces esa alianza lleva al hombre a exclamar una verdad profunda: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.» Descubre que Dios no los deja, que Dios los acompaña, que Dios es el compañero que guía a la comunidad y ello conlleva la alegría. La alianza con Dios da un signo de alegría a los hombres. No es posible vivir la alianza con Dios si la alegría. La alianza me debe llevar a tener este aspecto, el don de ser feliz, porque descubrir a Dios cercano, implica la felicidad que da sentido al caminar en la historia.
Por lo tanto tenemos aquí estas dimensiones de la alianza que Dios nos propone, representada por ese banquete: Universalidad, capacidad de vida, ele encuentro con la fortaleza y el consuelo, y la capacidad d ser feliz. Esto es lo que Dios propone para vivir la alianza. Y esto es en el fondo la experiencia de salvación, y es lo que buscamos en lo más profundo de nuestro corazón, sin embargo a veces el hombre no acepta eso, y por eso el evangelio del día de hoy nos presenta dos elementos que llevan al hombre a rechazar esa alianza.
La primera de ellas lo vemos en la primera parte de la parábola, los invitados rechazan la invitación, y esto lo hacen para seguir su actividades. Quiere decir que a veces rechazamos esa alianza porque va en contra de nuestra , va en contra de nuestra vida, de nuestros proyectos y es que lo que Dios ofrece en su alianza muchas veces nosotros lo buscamos de otra manera, muchas veces la propuesta de Dios parece absurda, pues Dios en su alianza nos promete que nadie queda excluido, pero muchas veces somos nosotros los que no queremos esa apertura, vivimos solos en nuestro individualismo, en nuestro autoplacer, pero no somos caces de abrirnos a los demás, a veces ni a nuestra familia, vivimos encerrados en nosotros. O bien queremos vencer la muerte, pero no creemos que sea necesaria la ayuda de Dios creemos que eso se resuelve de otras formas, con la ciencia, con supersticiones y ante eso damos la espalda al proyecto de Dios. O bien creemos que el consuelo nos lo dan ciertas estructuras, o ciertos elementos y ya no necesitamos más, basta con nuestra vida, o bien creemos que esa manera de vivir, es lo que da la felicidad. De esta manera lo que Dios nos propone parece ajeno, pues pareciera que interfiere o es algo secundario con lo que nosotros buscamos o vivimos, por eso el texto dice: «No hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios…» Es decir ellos ignoraron esta llamada y siguieron con su vida cotidiana, no les importo realmente, ellos encuentran lo que buscan desde sus categorías y no creen que Dios sea capaz de ayudarlos, es algo innecesario, pues han reducido su búsqueda de consuelo, de vida, de felicidad a lo que ellos hacen y producen.
Sin embargo, hay otra manera de rechazar, y es peor que la anterior, pues estos hombres simplemente lo rechazan, no aceptan esta propuesta y se van. Pero hay otro que dicen si aceptar este proyecto, pero sólo lo hace superficialmente, y es justo lo que presenta el final de la parábola: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?» Este hombre ha entrado en el banquete, a dicho que si a la alianza, pero sólo con sus palabras, pues su vida lo contradice todo. Los vestidos, las vestiduras en la Biblia representan la personalidad de alguien, si este hombre no trae el traje de boda, quiere decir que su personalidad no refleja su vida dentro del banquete. No parece estar en la fiesta, parecer estar en el banquete, está dentro, pero no lo refleja.
Cuantos podríamos decir que si estamos interesados en Dios y su proyecto, pero sólo lo hacemos exteriormente, sólo lo hablamos, o sólo hacemos un ministerio, sólo vamos a misa, o damos una plática de evangelización, pero al final no portamos el vestido de fiesta, no somos capaces de mostrar al mundo que creemos en Dios, sólo entramos pero no nos dejamos transformar, no dejamos que se impregne de Dios nuestra personalidad, todo es al margen, sin dejar que Dios nos transforme. De este modo rechazamos el proyecto volviendo nuestra vida mera apariencia.
Si bien estamos invitados a dejar que Dios fundar una amistad sólida con Dios, lo debemos hacer no sólo de palabra, o con una buena intención, sino realmente entrar y dejar que su vida, su consuelo, su felicidad nos trasforme y demostremos al mundo que Dios existe y que él vive en nosotros, y nos dejamos transformar por él, mostrando al mundo que estamos viviendo en la dinámica de su alianza no sólo por apariencias, sino porque somos portadores de la vestidura de la alianza.
Ciclo /A/
Textos:
Isaías 25, 6-10
Sal 22
Filipenses 4, 12-14. 19-20
San Mateo 22, 1-14
El hombre por naturaleza es sociable, por un lado porque se desarrolla en medio de una sociedad y por otro porque se necesita del encuentro con el otro. De ahí que en el desarrollo del hombre, se vayan creando vínculos de amistad, vínculos de camaradería, y es que al relacionarse con los demás unos vínculos se van haciendo más especiales, de tal manera que las personas se vuelven más profundas y con ello se establece una relación con elementos superiores. Y en el fondo esas relaciones son las que nos ayudan a seguir adelante, pues esas son las personas que nos sostienen, que nos ayudan, y nos impulsan a seguir adelante, pues con ellos se comparte la vida y propia historia. Pero estas relaciones no se basan sólo en cosas superficiales, sino que hay detalles que van ganando la confianza, y hacen q la misa m vida se comparta y día a día se valore esta relación y descubrir el grande tesoro que se tiene y el nivel de confianza que se tiene.
Y este tipo de relaciones basadas en la confianza y en las que se comparte la misma vida, implica que también la relación con Dios. Por ello deberías de preguntarnos cuál es el nivel de relación que tenemos delante de Dios. Si realmente hemos dejado que nuestra relación con él sea auténtica, y compartamos nuestra vida, nuestra fe, con él.
El día de hoy la liturgia nos muestra cómo Dios busca esta relación duradera en nuestras vidas y para ello utiliza una imagen que aparece frecuentemente en la Biblia, la imagen del banquete. EL banquete representa en la Escritura la relación de Dios con el hombre, es la imagen que indica la relación que se establece entre la humanidad y Dios. El banquete es el símbolo de la alianza que Dios hace con el hombre.
La primera lectura de hoy nos hace un acercamiento de esta alianza, nos muestra de manera plástica en qué consiste esta alianza que Dios hace con nosotros y por tanto la relación n que se establece entre Dios y los hombres. Analicemos algunos elementos de lo que significa vivir la alianza con Dios y descubrir en que consiste relacionarnos con él.
En primer lugar nos indica que Dios «preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera.» Dios es quien ha preparado el banquete, es Dios quien prepara esta alianza que quiere realizar, y algo fundamental es que es preparado para todos los pueblos, es decir, es un banquete universal. La alianza que Dios hace, está abierta a todos, nadie queda excluido de ella, nadie puede vivir al margen de esta invitación. Si Dios quiere iniciar una alianza lo hará abriéndose a todos, no debe quedar nadie excluido de esto. Por tanto si el hombre quiere tener un vínculo sólido con Dios puede acercarse y saber que no está fuera de esta invitación amorosa que Dios hace.
En segundo lugar «Aniquilará la muerte para siempre.» Esta alianza es una alianza de vida. Dios quiere hacer esta alianza para destruir la muerte. Por tanto se vislumbra ya desde este momento que el hombre está llamado a la vida, su destino no es la muerte. EL que vive unido a Dios, el que hace amistad con Dios recibe una promesa de vida, más aún vive desde la dinámica de la vida, todo es vida. La alianza me capacita no simplemente para vencer la muerte futura, sino que me da las herramientas para vencer la estructuras de muerte, para vencer aquello que amenaza con destruirme, que amenaza con acabarme, que puede debilitar la experiencia del amor. La alianza me hace ser portador de la vida, y capaz de vencer las situaciones de muerte.
Y como consecuencia de esa promesa de vida nos marca el texto: «El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros.» Si la experiencia de muerte es vencida por esta alianza que Dios hace, implica que esto va acompañado de una experiencia de consuelo. Por eso enjuga las lagrimas, es señal de consuelo, en señal de la transformación que Dios hace en la vida. Estar en la alianza con Dios, implica que el hombre es capaz de descubrir la esperanza, es decir, es capaz de descubrir que está llamado a no dejarse abatir por las situaciones de dolor y de tristeza, si bien estas situaciones llegan, también es cierto que no es una situación definitiva y por tanto descubre que Dios está en su vida y no se arroja al sin sentido de la vida, al contrario, se arroja a los brazos de la esperanza, de la capacidad de superar esas situaciones, de no perder el ánimo, no dejar que algo lo derrote, sino de levantarse y seguir caminando con alegría para encontrarse con Dios en su historia. Por tanto, tener es amistad con Dios me lleva a descubrir la esperanza que viene de Dios, finalmente es lo mismo que expresa la segunda lectura de hoy: «Todo lo puedo en aquel que me conforta.» Finalmente como san Pablo lo dice, vendrán situaciones de problemas o de carestía, pero ello no implica que todo esté dicho, Dios es mi fortaleza, él es mi compañero, y por tanto el me da la fuerza para levantarme y seguir adelante.
Y entonces esa alianza lleva al hombre a exclamar una verdad profunda: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.» Descubre que Dios no los deja, que Dios los acompaña, que Dios es el compañero que guía a la comunidad y ello conlleva la alegría. La alianza con Dios da un signo de alegría a los hombres. No es posible vivir la alianza con Dios si la alegría. La alianza me debe llevar a tener este aspecto, el don de ser feliz, porque descubrir a Dios cercano, implica la felicidad que da sentido al caminar en la historia.
Por lo tanto tenemos aquí estas dimensiones de la alianza que Dios nos propone, representada por ese banquete: Universalidad, capacidad de vida, ele encuentro con la fortaleza y el consuelo, y la capacidad d ser feliz. Esto es lo que Dios propone para vivir la alianza. Y esto es en el fondo la experiencia de salvación, y es lo que buscamos en lo más profundo de nuestro corazón, sin embargo a veces el hombre no acepta eso, y por eso el evangelio del día de hoy nos presenta dos elementos que llevan al hombre a rechazar esa alianza.
La primera de ellas lo vemos en la primera parte de la parábola, los invitados rechazan la invitación, y esto lo hacen para seguir su actividades. Quiere decir que a veces rechazamos esa alianza porque va en contra de nuestra , va en contra de nuestra vida, de nuestros proyectos y es que lo que Dios ofrece en su alianza muchas veces nosotros lo buscamos de otra manera, muchas veces la propuesta de Dios parece absurda, pues Dios en su alianza nos promete que nadie queda excluido, pero muchas veces somos nosotros los que no queremos esa apertura, vivimos solos en nuestro individualismo, en nuestro autoplacer, pero no somos caces de abrirnos a los demás, a veces ni a nuestra familia, vivimos encerrados en nosotros. O bien queremos vencer la muerte, pero no creemos que sea necesaria la ayuda de Dios creemos que eso se resuelve de otras formas, con la ciencia, con supersticiones y ante eso damos la espalda al proyecto de Dios. O bien creemos que el consuelo nos lo dan ciertas estructuras, o ciertos elementos y ya no necesitamos más, basta con nuestra vida, o bien creemos que esa manera de vivir, es lo que da la felicidad. De esta manera lo que Dios nos propone parece ajeno, pues pareciera que interfiere o es algo secundario con lo que nosotros buscamos o vivimos, por eso el texto dice: «No hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios…» Es decir ellos ignoraron esta llamada y siguieron con su vida cotidiana, no les importo realmente, ellos encuentran lo que buscan desde sus categorías y no creen que Dios sea capaz de ayudarlos, es algo innecesario, pues han reducido su búsqueda de consuelo, de vida, de felicidad a lo que ellos hacen y producen.
Sin embargo, hay otra manera de rechazar, y es peor que la anterior, pues estos hombres simplemente lo rechazan, no aceptan esta propuesta y se van. Pero hay otro que dicen si aceptar este proyecto, pero sólo lo hace superficialmente, y es justo lo que presenta el final de la parábola: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?» Este hombre ha entrado en el banquete, a dicho que si a la alianza, pero sólo con sus palabras, pues su vida lo contradice todo. Los vestidos, las vestiduras en la Biblia representan la personalidad de alguien, si este hombre no trae el traje de boda, quiere decir que su personalidad no refleja su vida dentro del banquete. No parece estar en la fiesta, parecer estar en el banquete, está dentro, pero no lo refleja.
Cuantos podríamos decir que si estamos interesados en Dios y su proyecto, pero sólo lo hacemos exteriormente, sólo lo hablamos, o sólo hacemos un ministerio, sólo vamos a misa, o damos una plática de evangelización, pero al final no portamos el vestido de fiesta, no somos capaces de mostrar al mundo que creemos en Dios, sólo entramos pero no nos dejamos transformar, no dejamos que se impregne de Dios nuestra personalidad, todo es al margen, sin dejar que Dios nos transforme. De este modo rechazamos el proyecto volviendo nuestra vida mera apariencia.
Si bien estamos invitados a dejar que Dios fundar una amistad sólida con Dios, lo debemos hacer no sólo de palabra, o con una buena intención, sino realmente entrar y dejar que su vida, su consuelo, su felicidad nos trasforme y demostremos al mundo que Dios existe y que él vive en nosotros, y nos dejamos transformar por él, mostrando al mundo que estamos viviendo en la dinámica de su alianza no sólo por apariencias, sino porque somos portadores de la vestidura de la alianza.
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