31/10/10

«...era de baja estatura...»

Meditación con motivo del Domingo XXXI de tiempo ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Sabiduría 11,22-26.12,1-2
Salmo 145
2Tesalonicenses 1,11-12.2,1-2
San Lucas 19,1-10


Muchas veces el hombre en medio de su historia se topa con una realidad difícil, y es que se siente lejos de la presencia de Dios, siente que Dios no está en su vida, y es capaz de descubrir diversas causas que lo han llevado precisamente a esa situación, a esa situación de lejanía y distanciamiento con Dios, debido a su vida, su actuar y su pensar. Ante esa situación es importante recordar las extraordinarias palabras que hemos escuchado en el Salmo: «El Señor es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de gran misericordia;el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas
El Salmo nos presenta el tema de la misericordia y bondad de Idos que nos ama, y esto es el fundamento de toda nuestra historia, de toda nuestra vida. Recordar que a la base de todo está la experiencia del amor, está la experiencia de la gracia de Dios. Que si bien nos sentimos distantes de Dios, somos nosotros los que nos hemos apartado de él, pero él está cerca de nosotros, está cercano a nuestra vida porque él nos ama, está atento a nuestras necesidades, y sobre esto nos hace una reflexión más profunda el texto del evangelio.
Nos presenta a este hombre llamado Zaqueo, pero nos lo presenta con una serie de características que nos lo describe como alguien totalmente alejado de Dios: «Era un hombre muy rico, jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.» Tenemos cuatro características, de las cuales tres nos lo hacen distante de Dios. En primer lugar nos dice que es rico. Ser rico en el evangelio de Lucas implica a alguien que ha puesto su seguridad en las riquezas y no en Dios por lo tanto es alguien totalmente alejado de su presencia. Recordemos al rico insensato, al joven rico, al rico que olvido de Lázaro. Por tanto al decir que era muy rico, de ante mano nos hace recuerdo de esos personajes que nos lleva a reconocer que esas riquezas lo hacen totalmente ajeno y separado de Dios.
En segundo lugar nos dice que era jefe de publicanos. Recordemos que un publicano es alguien que trabaja para los romanos, y cobra los impuestos para el imperio, de ahí que sean considerados como traidores a la patria, y totalmente excluidos de la experiencia de Dios. El caso de Zaqueo es más profundo, pues él es jefe de los publicanos, por tanto más alejado aún.
Sin embargo tiene una inquietud, quiere ver a Jesús, ello implica un reto, implica el querer cambiar. Si leemos el evangelio Herodes también tiene esa curiosidad por ver a Jesús (Lucas 9,9), pero sólo se queda hasta ahí, no da un paso más, ni lo busca, sin embargo Zaqueo si lo da, busca los medios para verlo. Esto pudiese quedarse en mera curiosidad, sin embargo no es así, pues él busca, el tarta de verlo, ello implica ya una acción, que pude traer una consecuencia buena en su vida, pues no se queda estático como Herodes.
Finalmente encontramos una cuarta característica, que quisiera detenerme un poco más, nos dice que es bajo de estatura. Y esto no significa que sea chaparrito, sea bajito. Si el texto bíblico se detiene en esta simpática descripción, se debe a que estamos ante algo que debe de contener una mayor profundidad.
Ser bajo de estatura, y no ver a Jesús significa que no tiene la estatura, el nivel para encontrarse con Jesús. No está al mismo nivel para ver a Jesús, pues para ver a Jesús no basta la curiosidad, sino debemos de tener una rectitud de vida, una sinceridad para verlo, de lo contrario estamos cortos de nivel, tenemos una estatura baja. Si lo meditamos bien muchos de nosotros podemos ser como Zaqueo, podemos ser de baja estura, bajos en nuestro amor, en nuestra compasión, en nuestra veracidad, en nuestro compromiso con los demás, en nuestra honestidad, en nuestra justicia. Estamos bajos de estatura, estamos bajos en estatura. Esta pequeña estatura implica sobre todo estar ‘cortos’ en la gracia de Dios.
¿Pero por qué somos bajos de estatura? Porque a veces vamos recortando y rebajando nuestro amor con los demás, dejamos de ser pacientes con aquellas personas con las que convivimos. Dejamos de ser pacientes con nuestros padres o con nuestros hijos. Dejamos de ser cumplidos con nuestras tareas o nuestro trabajo, vamos haciendo las cosas como caigan, sin ser capaces de hacer las cosas bien hechas. Vamos rebajándole a la honestidad, so pretexto de que todos son así. Le rebajamos a la justicia y tratamos a los demás de manera aprovechada, sin darles lo que necesitan o quitándoles lo que merecen, y reduciendo todo a miserias.
Este ser bajo de estatura, no es de nacimiento, sino que vamos rebajando en nuestra vida las cosas que valen la pena, porque ya no queremos hacerlas, porque nos da pesadez o flojera, o bien porque no nos interesa o nos dejamos llevar por lo que los demás hacen y dicen, sin darnos la oportunidad. Somos cortos de estatura, descuidando lo que vale la pena en la vida y hace de nosotros personas que realmente valen la pena.
Cuántos padres van rebajando su atención con sus hijos o con su pareja, siendo que esa es la base de su vida la razón de ser en su relación en la vida. Rebajan la atención, el amor el cariño, las palabras, y lo que en un momento fue la base de su vida se convierte en secundario, haciendo que sólo se vuelva en un mero compartir la vida viviendo juntos., pero sin mostrar un veredero cariño como lo fue en un momento en el núcleo de su vida de su enamoramiento, de su sorpresa en la vida, de su relación, o de recibir a sus hijos. Todo es monotonía y descuido de lo valioso de la vida.
La curiosidad de Zaqueo no se limita a quedarse con las ganas, no dice “ni modo soy bajito y así me quedo”, al contrario, busca el modo de verlo, de ponerse a su estatura, a su nivel. Y para ello va y se sube a un árbol.
Si nosotros detectamos que somos bajos en muchas cosas deberíamos de buscar el árbol al cual debemos de subirnos. Tal vez es momento de subirnos en el árbol del amor, y ponernos a una altura en donde seamos capaces de dar nuestra vida plenamente, no sólo por obligación, sino porque le da sentido a en nuestra vida. O bien al árbol de la paciencia, donde le demos la oportunidad al otro para comprenderlo. O el árbol del perdón para recomenzar las cosas e iniciar una vida plenamente nueva.
Subir al árbol significa decir voy a cambiar, voy a tratar de no enojarme, voy a tratar de ser más cariñosos, de demostrar que el otro es valioso para mi, voy a ser más sensible a escuchar las necesidades de los demás. Eso es subir al árbol, eso es empezar a tener una altura adecuada. Es difícil subir al árbol, pero curiosamente después todo cambia. Pues el texto nos enseña que después de que Zaqueo sube, Jesús lo ve y se hospeda en su casa. Quiere decir que cuando queremos cambiar, queremos dejar la pequeña estatura causada por nuestra miseria y nuestro pecado, y empezamos a subir, empezamos un cambio descubrimos que Dios nos e aleja que nos ama, que está atento a nuestra vida, y por lo tanto, podemos ver que nos ama, y que quiere estar con notros quiere ser huésped en nuestra vida. Y que el cambio es posible porque él nos ama y está con nosotros, por eso al final Zaqueo inicia un cambio de vida, pes se ha descubierto que Jesús le ama, y que puede estar a su altura, lo único que debía hacer es descubrir a Jesús y dejarlo que entrará en su vida.
Con este relato san Lucas nos coloca a Jesús en Jericó, a punto de entrar a Jerusalén donde ha de morir, ha de entregar su vida, pero marcando finalmente que hay un hombre que es rico y que se transforma, que se convierte, que deja de confiar en su dinero, en su riqueza, se ha roto el paradigma. Un rico se puede salvar si intenta ponerse a la altura de Jesús, a la altura del amor, de la honestidad, de la justicia, de la honradez, la verdad. Si ha de morir en la cruz, lo hará, con la seguridad de que aquellos que dejan de lado sus riquezas, sus egoísmos, sus hipocresías pueden entrar en la salvación y en la nueva vida que tendrán por su misterio pascual.
En el fondo todos somos pequeños por nuestro pecado, pero no por ello debemos sentirnos alejados de Dios, y sentir que no podemos estar cerca de él, al contrario, subamos al árbol y ver que ahí está Jesús viéndonos, amándonos. Que ese amor del que habla el Salmo se haga presente siempre en nuestra vida, confiando que él nunca nos deja y sobre todo que es posible el cambio puyes todo está en sus manos, en la fuerza que viene de él, pues quiere ser nuestro huésped.

29/10/10

«…había un hombre enfermo de hidropesía…»

Meditación con motivo del Viernes XXX de tiempo ordinario

Textos:
Filipenses 1,1-11
San Lucas 14,1-6

El hombre por naturaleza busca ser reconocido, busca que le den su lugar, que le reconozcan sus actos, a nadie le gusta pasar desapercibido en sus actos, a nadie le gusta que le hagan a un lado y no le digan gracias, que le agradezcan lo que hace, pues con eso el hombre se siente aceptado, se siente acogido en una determinada comunidad. Si en una familia los padres de familia no reconocen a los hijos lo valiosos que son, no se percatan de lo que son sus hijos, ellos se desilusionan, y no porque sólo lo hagan para que se les reconozcan, sino que al reconocer el papel de los hijos ellos se sienten amados, se reconocen valiosos en el entorno. De hecho cuando ellos no siente ese cariño buscan por todos lados y formas, el llamar la atención, para que sientan al menos la importancia en la familia, cuando les llaman la atención u otra cosa.
Si bien todos necesitamos el ser acogidos, el problema que se puede presentar es precisamente el de querer sobresalir a toda costa, el buscar recibir recompensa o ser reconocido, sólo porque nos creemos merecedores de ella. Ye entonces ya no hacemos las cosas porque sean necesarias, sino porque sólo interesa el reconocimiento, no se hacen las cosas lo mejor posible, sino se hace sólo lo necesario para recibir el aplauso y todo se pierde de vista pues se queda en mera apariencia, sólo en un medio que es el reconocimiento y la fama.
Sobre esto nos habla el día de hoy el texto evangélico. Nos presenta a este hombre hidrópico. Es una figura un tanto grotesca, pues se presenta a este hombre que está hinchado por el agua debido a que retiene los líquidos. Lo interesante es que se presenta en medio de una comida con los fariseos, que al encuadrarlo en esto y el siguiente episodio, donde se hablará de la importancia de ser humilde y de no estar buscando en los banquetes los primeros lugares, podremos comprender que representa ese hombre en este pasaje.
Es un hombre enfermo, un hombre que a causa de su enfermedad está hinchado, por tanto es figura de los fariseos que están hinchados, llenos de una búsqueda desmedida de fama, de poder, de autoridad, de privilegios. Su búsqueda ávida de protagonismo, de querer ser los mejores ha hecho que se hinchen, que se sumerjan en u n sin fin de situaciones.
De este modo el hidrópico representa a todo aquel que deja que el poder, el protagonismo, la fama, el aplauso sea el único motivo desmedido por el cual se vive. Si bien es cierto que, que el hombre busca el reconocimiento para sentirse importante y querido en medio de los suyos, es también totalmente enfermizo vivir sólo par esto, porque entonces se pierde sentido de la realidad y creemos que somos lo único importante en la vida, creemos que somos los únicos que podemos hacer las cosas bien, creemos que somos los únicos capaces de reconocimiento, los únicos valiosos.
Esto lo nos lleva a un egoísmo, puyes no somos capaces por u n lado, de reconocer lo que los otros hacen, pues creemos que somos únicos y los vemos hasta como rivales y enemigos. Por otro lado, dejamos de hacer las cosas, con cariño, con ganas, de hacerlas porque nos gusta, o porque nos corresponden, porque así ayudamos; pues ahora sólo las hacemos porque queremos el aplauso, el reconocimiento. Y podemos hacerlas incluso mal, sólo con una superficie, con una coraza que permite justamente ser reconocidos, sin que los efectos sean bien claros.
Todo estos e ve claramente representada por esta figura del hidrópico. Sin embargo está ahí en medio de esta escena buscando salir de esta superficialidad e la vida, en la cual se ha sumergido y que por lo tanto lo ha hinchado. Y para ello se acerca a Jesús que lo salva, sin embargo los fariseos se oponen inmediatamente pues para ellos no es posible que sea sanado en Sábado. Esto demuestra su cerrazón, su incapacidad para salir de su superficialidad, se creen los únicos intérpretes de la Ley y por lo tanto, los únicos dignos de ser tomados en cuenta, una soberbia teológico-intelectual que van demostrando.
Pero Jesús les hace entender su soberbia, y pone un sencillo ejemplo: «Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?» Con esto Jesús aclara una idea fundamental, este hombre ha caído en un pozo de agua y está lleno de ella, debe salir de esa situación; si ellos sacan del agua a un niño o a un buey, cuánto más a este, que está hundido en el agua de su soberbia, de su superficialidad. El problema es que ellos no quieren reconocer esto, ellos no quieren salir de ese pozo, y siguen hundiéndose.
Este pasaje nos invita a reconocer que pudiera ser que hemos perdido de vista la capacidad de servir, de amar, de hacer las cosas porque es parte de nuestra vida, pero no porque buscamos un aplauso o porque pensamos que somos los únicos en hacerlo; y si estamos en esa situación acerquemos nos a Jesús que nos libera realmente.

28/10/10

Apóstol: Capacidad de construir unidad

Meditación con motivo de la fietsa de los Santos Simón y Judas

Textos:
Efesios 2,19-22
San Lucas 6,12-19


EL día de hoy celebramos esta fiesta de los santos Simón y Judas, una fiesta en donde nos hace centrar nuestra morada hacia la figura de los apóstoles y su papel en medio del misterio eclesial. El día de hoy en la primera lectura nos dice la carta a los Efesios: «En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor
Esto nos indica que ser apóstol significa ser constructores del templo de Dios y por tanto constructores de unidad en medio de la comunidad. Lo cual nos lleva a considerar hasta que punto nosotros vamos siendo signo y constructores de la unidad en Cristo.
Estamos llamados a ser signos de unidad. Y la unidad sólo se puede conseguir en la medida en la que la vamos fortaleciendo con diversas características. Podemos delinear tres elementos vitales: Diálogo, cooperación-responsabilidad y prudencia.
Trabajar por la unidad es en primer lugar ser capaces de vivir en la dinámica del diálogo, no es posible hacer unidad sin vivir en la capacidad del diálogo, de salir al encuentro de los demás, de escuchar lo que el otro vive o piensa, siendo capaz de expresar nuestras opiniones y reconocer que son perfectibles con la ayuda de los demás. El hombre de unidad vive desde la dinámica del dialogo, no se cierra a sus propias ideas, sino que escucha lo que el otro le dice. Y escuchando tratar de que todo se realice en armonía y sin imposiciones. Sin esto es imposible trabajar por la unidad.
En segundo lugar se debe tener la capacidad cooperación, es decir, la capacidad de ayudar y ser útil en medio de la comunidad. No es posible hacer comunión, si uno no ayuda, si no hace lo que le corresponde, lo que debe de ir haciendo. La unidad se rompe si uno no colabora con lo que le compete, y sobre todo, si uno no es capaz de ver que es lo que el otro necesita, y si está en mis manos ayudarlo. Por tanto primeramente uno debe hacer lo que le toca en su vida de comunidad, laboral o familiar. En segundo ayudar al otro cuando no puede seguir adelante, pero es importante no querer ayudar por ayudar, pues podría ser que no dejemos que el otro se responsabilice de sus tareas, o bien intervenir en casas que no nos incumbe, so pretexto de que ayudamos.
En tercer lugar la vivencia de la prudencia, es decir, la capacidad de no hacer de manera espontanea e irresponsable, cosas que dañan y lastiman a los demás. Eso implica una moderación en comentarios y en acciones, sabiendo y discerniendo lo que se debe decir y lo que no, así como ver en qué momento se debe de hacer. Siempre hay tiempo para todo, siempre hay un momento para bromear o ser serio, para decir algo, para felicitar o llamar la atención. Y la prudencia hace precisamente esto. Porque de lo contrario se dan malos entendidos y se cae en divisiones, que lejos de ayudar se pueden crear divisiones y malos entendidos que fracturan la unidad.
Celebrar a estos santos apóstoles implica recordar que somos llamados a vivir en una verdadera unidad. Algunos hoy se ¡centran en la figura de San Judas Tadeo, como patrón de casos difíciles, pero celebrarlo, es sobre todo pedir para que vivamos en esa dinámica de unión. De nada sirve pedir cosas difíciles como salud, dinero, suerte, si no vivimos en comunión auténtica unos con otros. Esto es lo verdaderamente difícil, que estos apóstoles intercedan por nosotros para vivir en esa dinámica de unión.

24/10/10

«Velen por los derechos de los demás y practiquen la justicia»

Meditación con motivo del Domingo Mundial de las Misiones, DOMUND 2010

Textos:
Isaías 56, 1.6-7
Salmo 66
1 Timoteo 2, 1-8
San Mateo 28 16-20

Anunciar el evangelio es vital, sin embargo hoy día ese anuncio parece hueco, vacío, absurdo, pues parece reducirse a palabras y expresiones, pero que realmente no iluminan la realidad. Sobre todo cuando la mentalidad del mundo esta puesta en tantas cosas superficiales, cuando en el mundo todo se rige por los valores que propician los medios de comunicación, las posturas políticas, que anuncian todo como si fuese esa el camino de la realidad y del ser moderno. Ante eso el evangelio choca, parece un absurdo, un ridículo, una quimera que no lleva a ningún lado. Ante eso debemos de considerar un núcleo fundamental para anunciar el evangelio, para dar luz a este mundo que a veces está en tinieblas, haciendo creíble y factible ese mensaje.
Sobre esto nos habla la liturgia del día de hoy, en donde centra su mirada en esta denominada celebración del Domingo Mundial de las Misiones, un día en que se nos invita a reflexionar sobra nuestra identidad como misioneros, y colocando los elementos necesarios para dar luz con el anuncio del evangelio, puesto que todos nosotros por nuestro bautismo somos misioneros, pues como lo hemos escuchado en el evangelio de hoy, ese es el último mandato.
Primeramente debemos decir que una misión, que implica llevar la Palabra, no se limita sólo a una acción llena de palabras con nuestros labios, dando elocuentes y bellos discursos. Sino que hay que ver más allá, como decíamos al inicio, para hacer creíble este mensaje, puesto que anunciar el evangelio, y por ende ser misionero implica algo más y en especial la primera lectura del día de hoy nos ofrece la pauta para hacer creíble este mensaje: «Velen por los derechos de los demás. Practiquen la justicia
Anunciar el evangelio implica estas dos realidades: Velar por los derechos, y practicar la justicia. Con estos elementos Dios se hace próximo, la salvación de Dios es visible. Sin estos dos elementos nuestra vida de fe se queda vacía, nuestro mensaje evangélico es absurdo, sólo es palabrería barata.
Velar por los derechos de los demás, nos remite a estar atentos a que no se pisotee la dignidad de los otros, a que no se abuse de otros simplemente porque son pequeños o frágiles. Velar es una de las virtudes fundamentales de los creyentes, implica estar atentos, no dejar pasar desapercibido nada, para ser capaces de captar y ser perceptivos a lo que está sucediendo. En este caso, ser capaces de ver la injusticia en donde se presente, para que se evite eso y se dé la medida justa de los que se requiere. Desde luego que este velar implica el denunciar la injusticia, así como propiciar en la medida de lo posible una acción justa, no vale sólo decir que está mal algo, sino ver desde mis capacidades como puedo llevar esa situación a algo justo.
Esta vigilancia de la justicia implica primeramente comenzar con nuestras vidas, y ver hasta qué punto soy justo con los demás. Porque no es posible que yo anuncie la justicia, denuncie un acto injusto, si yo en mi vida soy injusto. Debo vigilar en primer lugar mi vida y ver si llevo a cabo una vida de justicia hacia los demás.
Debo estar atento y vigilar si yo soy justo con mi familia, porque a lo mejor ayudo a muchos, pero descuido a mi familia. Quedo bien con todos, al punto que reconocen los demás mis buenas obras y buenos pensamientos, pero tal vez, no es así con mi familia, pues a ellos no les dio ni mi tiempo ni lo indispensable para la vida, siendo que ellos deben de ser los primeros. Velar por sus derechos es ¡ver primeramente si estoy bien con mi familia, si le doy tiempo, si les ayudo, si le doy lo suficiente par a la vida. De nada vale vigilar por los derechos de los otros si estoy mal con ellos, todo queda en un absurdo y en un vacío total. De este modo el anunciar el evangelio se vuelve absurdo, puesto que el primer signo de amor es precisamente con los que están cerca de mí.
En segundo lugar practicar la justicia exige darle a cada uno lo que se requiere. Ello nos lleva a ver si yo doy lo que requieren los demás, si doy lo que necesita mi hijo, que no se limita sólo a lo material, si le doy lo que necesita mi esposa o esposo, que no es sólo un gasto o una casa o un servicio. Dar mi tiempo, mi escucha, mi amor, mi comprensión, renunciando a todo autoritarismo absurdo y sin sentido.
Ser justo en mi trabajo, sin aprovecharme de los demás, aprovechándome de alguien que pide mi ayuda para ser un beneficio, siendo corrupto, o explotando a los trabajadores. Practicar la justicia en todo ambiente, no solo de palabra, sino con la vida respetando derechos y dignidad de las personas.
De este modo, anunciar el evangelio nos lleva a una praxis fundamental que se vuelve testimonio en nuestra vida. Si velamos por los derechos de los demás, si vivimos la justicia y lo hacemos comenzando con aquellos con los que vivimos o nos relacionamos más cercanamente entonces seremos capaces de anunciar el mensaje del evangelio y de dar una respeta al hombre de hoy, y de ser creíbles en medio del mundo.
Anunciar el evangelio es misión de todos, pero es una misión unida a la praxis, unida al amor, unida a la práctica de la justicia, pues eso da un sentido a todo, pues se ve, se vive y sobre todo hace creíble el mensaje, que ilumina y da sentido a la historia. De este modo, hoy se nos invita a reconocer que somos llamados a ser misioneros, pero delante de una realidad, delante de un compromiso, el de velar por los derechos de los demás y de practicar la justicia haciendo así más creíble la experiencia del evangelio.

23/10/10

La esquizofrenia de un Fariseo

Meditación con motivo del Domingo XXX de Tiempo Ordinario
Ciclo /C/

Textos:
Eclesiástico 35,12-14.16-18
Timoteo 4,6-8.16-18
San Lucas 18,9-14


El día de hoy la Parábola de Jesús y el Publicano nos pone ante una realidad fundamental: La autosuficiencia. Jesús trata de colocar en esta parábola un defecto que tiene este fariseo y es que se cree autosuficiente: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.» Se dirige hacia Dios pero no para alabarlo, agradecerle su acción en la vida, o incluso para pedirle algo, sino que se dirige a él para darle una acción de gracias un poco sui generis, para decirle: “Gracias por hacerme perfecto.” El pecado del fariseo es que se cree superior y es capaz de juzgar a los demás, juzgar a los demás como malos, y que él no entra en ese criterio él es bueno es perfecto y le dice a Dios que le agradece por ser bueno.
¿Pero finalmente quién le ha dicho que él es bueno? Nadie. Es la percepción esquizofrénica que él tiene de su propia realidad, el cree que la realidad es como él la pinta y por lo tanto desde su parámetro. No conoce la realidad, sólo su realidad, lo que considera real, y lo que considera real es precisamente es que él es el criterio de bondad y de justicia, y puede entonces, por consecuencia, ser capaz de juzgar a los demás.
Él es un autosuficiente, es esquizofrénico, capaz de confundir la realidad, con su realidad, no ser consciente de su propia historia y miseria, y por lo tanto es capaz de erigir sobre sí mismo el criterio de verdad y de bondad.
Cuantas veces el hombre es así, y creyendo que sus planes, sus proyectos, sus propuestas son las únicas adecuadas, el criterio de verdad, destruyen y sojuzgan a los demás, creyendo que ellos son los que tienen razón. Cuántos gobiernos destruyen a sus ciudadanos con leyes que supuestamente serán para su beneficio, cuando en realidad sólo los destruyen, porque dicen tener la verdad solamente porque están al frente de los demás. Cuántos intereses personales se disfrazan creyéndose que ellos son los únicos criterios de verdad, y son capaces de decir “yo hago el bien y no soy como esos ciudadanos que no saben lo que les conviene, pero yo si.” Es una muestra de su autosuficiencia llena de soberbia, edificándose como único sentido de la realidad.
Cuántos padres de familia pueden destruir a sus hijos creyendo que ellos tienen la única verdad, sin de ser capaces de ver más allá de sus meras convicciones e ideas. Cuántos maestros pueden enseñar errores, o distorsionar la mentalidad diciendo que ellos son la verdad, que ellos les abren los ojos a los demás porque se creen portadores de esa verdad, pero en realidad, la {única verdad es que son soberbios y no son capaces de ver más allá de su propia soberbia.
La actitud del fariseo no es simplemente de un creerse mucho, de creerse bueno, sino que es una actitud de soberbia destructiva, pues se coloca como parámetro de la verdad, se coloca como paramento de justicia, atribuyéndose cosas que no le competen y con la capacidad, de señalar, juzgar y enjuiciar a los demás. Siendo ciegos ante la necesidad y pobreza del otro y por consiguiente ser capaz de destruir, alegando que él sabe, que él es bueno, creándose un mundo maravilloso, consecuencia de una esquizofrenia, que sólo lo deja encerrado en sí mismo, en su mundo, pero que finalmente no toma conciencia de la realidad, y destruye la realidad de los demás.
El publicano en cambio se sabe pecador, ve su vida y se sabe necesitado, sabe que él no lo puede todo y pide ayuda a Dios. Con esto se nos invita a reconocer y pensar hasta que punto realmente nosotros nos creemos capaces y sabedores de todo, y prescindir de todo, incluso de Dios; o bien hasta que punto nos sabemos necesitados, y capaces de acoger y escuchar a los demás y sobre todo necesitados de la gracia de Dios.

18/10/10

San Lucas: Emoción por trasmitir Cristo

Meditación con motivo de la fiesta de san Lucas

Textos:
2Timoteo 4,10-17
San Lucas 10,1-9

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de san Lucas, y que significa celebrar la fiesta de este evangelista, significa sobre todo reconocer el papel que juega dentro de la historia cristiana, este hombre nos da un ejemplo de santidad. Y esta santidad nos recuerda la cercanía con Cristo. San Lucas es precisamente alguien cercano a Cristo.
Una manera de constatar esto es la riqueza que nos da a través de sus escritos, a san Lucas se le atribuyen dos escritos: El evangelio y los Hechos de los apóstoles. Estas sobras constituyen por un lado la capacidad literaria de este hombre, pero también constituyen que san Lucas era alguien que se topo con Cristo y quiso trasmitir este mensaje escribiéndolo, para ello investigo, intento buscar por todos lados, por los escritos de sus tiempos el querer encontrar lo más posible para dar a conocer el mensaje de Jesús, no sólo como una novela, sino como un testimonio vivo de Cristo.
Esto nos debe llevar a considerar por lo tanto que esta fiesta no sólo celebra a un hombre, sino que es la invitación a toparnos con Cristo y a investigar y trasmitir esa experiencia de Cristo. La pregunta que se nos podría hacer en este día sería ¿Hasta qué punto yo busco la experiencia de Cristo en mi vida? Busco a Cristo, busco conocer su mensaje, o sólo me apoltrono con lo que se o creo saber y no investigo, me quedo con una fe pequeña y mediocre, pero no busco saber más de la experiencia de Cristo en mi vida.
San Lucas fue un hombre que busco, que conoció diversas fuentes escritas y las ordenó según un plan para darlas a conocer, conoció el evangelio de san Marcos, conoció otras fuentes escritas y elaboró una obra bien estructurada para dará conocer el mensaje de Cristo. Nosotros que tanto conocemos o buscamos leer para cercarnos al misterio de Cristo, si san Lucas buscó, fue porque ese mensaje lo dejó impactado y quería darlo a conocer. Pude ser que a lo mejor nosotros no nos emociona es e mensaje y por ello no buscamos, sólo lo veamos por costumbre o por una sensación del momento, pero lo cierto es que no nos emociona ese mensaje.
Algunos dicen que conoció, a la Virgen María, lo cual es dudoso, pues no es que ella le relatara las cosas, sino que realmente hay algo más. Hay un hombre que busca a Dios, él buscó e indagó, y dejo que el misterio lo penetrara, lo emocionara, lo hiciera capaz de escribir una obra para trasmitir esa emoción de tener a Cristo dentro de él. El sentido es que era un buscador de Dios, alguien que constantemente anhelaba encontrase con Jesús en su vida.
Ese es el sentido de esta fiesta, descubrir a un hombre que se topó con Cristo, con su mensaje y dejó que su mensaje lo transformara al punto de darlo a conocer a todos los hombres. Este día parece ser la oportunidad para dejar que ese mensaje toque nuestra vida, y nos emocione, lo anunciemos a los demás, anunciando no sólo lo que sabemos, sino anunciando sobre todo un mensaje que toca el corazón y renueva nuestra vida, pues buscamos a Dios, buscamos el sentido de nuestra vida.

17/10/10

Esfuerzo en Dios

Meditación con motivo del XXIX Domingo de tiempo ordinario
Ciclo /C/

Textos:
Exodo 17,8-13
2Timoteo 3,14-17.4,1-2
San Lucas 18,1-8

Muchas veces buscamos salidas fáciles para que todo se resuelva, sin comprometernos realmente con nuestro entorno y nuestra realidad, buscamos gente que nos contacte, que nos ayude para evitar hacer ciertas cosas, incluso en la vida de fe, buscamos hacer una serie de ritos y prácticas que nos faciliten la vida, y que todo se resuelva milagrosamente sin ningún esfuerzo.
Sobre esta idea nos habla el día de hoy las lecturas y especialmente la primera lectura tomada del libro del Éxodo. Esta lectura se sitúa en medio de la pelea contra el pueblo de Amalec, que ejercía control de las caravanas entre Arabia y Egipto y era uno de los grandes enemigos de Israel. Ellos no quieren darles el paso y deciden despojarlos, por ello los israelitas deciden enfrentarlos.
Algo curioso que podríamos notar en este relato es que no se narra la batalla, sino que el autor dirige la atención a un gesto un tanto significativo, pues sólo fija su mirada en Moisés. Y sobre todo se fija en una acción un tanto curiosa: Moisés levanta las manos. Este levantar las manos ya se ha hecho en otros momentos del libro del Éxodo, levantar las manos es un símbolo del poder de Dios. Cuando Moisés levanta las manos es para que la fuerza de Dios actúe y pueda salvar a su pueblo. Ahora Moisés alzará la mano en medio de la Batalla, para que sea el poder de Dios el que actúe, y a pesar de su pequeñez y fragilidad Será Dios que actúe y los lleve a la victoria, los lleve a la salvación.
Y en medio de este actuar el poder de Dios el autor da una descripción un poco extraña: «Sucedió que, mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec.» Por qué sucede esto, alguno podría pensar que esto es algo meramente mágico, que todo depende de Moisés. Pero no es así esto tiene una fuerte connotación teológica. Dios le ha dado hasta el momento todo lo necesario para sobrevivir, para salir delante, por ejemplo les abrió las aguas del mar Rojo, y ellos llenos de fe se pusieron en camino, pero ahora deben hacer un alto en su vida y descubrir que ellos también deben actuar, no basta que Dios lo haga siempre todo, es necesario que la fuerza de Dios, la demuestren los hombres, sean ellos los que actúen. De esta manera se nos demuestra que Dios está presente con su pueblo, que él es su fuerza, pero es necesario que el pueblo lo reconozca y ponga su esfuerzo. La providencia de Dios requiere que el hombre también actúe.
Dios les da fuerza a cada uno, pero es necesario que ellos la utilicen. Los Amalecitas no van a salir volando, sino que se requiere que todos se esfuercen y luchen. Y este esfuerzo se ve claramente marcado con un símbolo extraordinario, nos dice el texto que es necesario que a Moisés le sujeten los brazos, porque sino el pueblo no pone de su parte entonces el brazo no queda extendido y cae. Dios ayuda, pero si el hombre no es capaz de involucrarse y participar no se podrá ver la acción de Dios en la historia. Aarón y Jur sostienen sus brazos, y ellos representan al pueblo que participa en la batalla, uniéndose para actuar junto con Dios. Aarón es sacerdote, es signo del pueblo que tiene fe, mientras que Jur, un personaje que hasta este momento aparece el texto del Éxodo, es símbolo de uno más del pueblo, es parte de la cotidianidad, que con su trabajo diario, con su vida se esfuerza para alcanzar el sentido de su vida, para luchar desde su trabajo, para reconocer a Dios.
De esta manera Aarón y Jur, pueblo de fe y de de labor cotidiana, se esfuerzan para demostrar el poder de Dios en sus vidas. Son todo el pueblo esforzándose y luchando para salir adelante, más aún para demostrar que Dios está con ellos, porque lo que Moisés tiene en sus manos es el bastón, la presencia de Dios y su proyecto liberador.
Muchas veces nosotros queremos que Dios solucione todo, que todo se resuelva por acto de magia, sino que debemos esforzarnos para que las cosas cambien, porque no es que Dios sea un genio de la lámpara maravillosa que por arte de magia resuelva todo de manera instantánea.
La fe no es magia, donde esperamos que todo se nos resuelva sin esforzarnos. Siempre tendremos dificultades, problemas en la vida, y cierto que contamos con la fuerza de Dios, pero es una fuerza que se requiere hacerlo que no corresponde. Si nos enfermamos, desde luego que la fuerza de Dios está con nosotros para sostenernos en la enfermedad, pero eso implica respetar los medicamentos, cuidarnos, no hundirnos en tristeza, etc. En todo está la fuerza de Dios, el problema es que nosotros no nos gusta luchar ni esforzarnos para que todo salga adelante.
Hasta qué punto nos esforzamos para que esa fuerza de Dios ni transforme. En el evangelio vemos como esta mujer, esa viuda, clama a Dios, pero no se queda nada más esperando, sino que va e insiste una y otra vez para que todo sea distinto, es lo único que podía hacer y por ello se resuelve la problemática.
Cada uno de nosotros debemos reconocer que Dios da su fuerza, pero que nosotros también debemos de trabajar y no quedarnos impávidos y estupefactos sin hacer nada. La vida de fe, la vida de oración, es un acercamiento a Dios, de reconocimiento de su vida en nosotros, y de la capacidad de descubrirlo cómo entra en nuestra vida y nos ayuda a seguir adelante, con nuestro esfuerzo de cada día, sin esto es una fe mágica, una fe absurda, una gfe que no es cristiana.

14/10/10

Monumentos...

Meditación con motivo del jueves XXVIII de tiempo ordinario
Año impar

Textos:
Efesios 1,1-10
San Lucas 11,47-54

EL día de hoy Jesús lanza su última invectiva en contra de los fariseos y doctores de la ley, les hace una acusación sumamente severa: «¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros
Jesús los acusa de construir momentos cuando en realidad sus padres habían matado a los profetas y habían sido sordos a sus voces. De qué sirve tanto monumento si finalmente no escucharon sus palabras, de que sirve decir que son tan buenos si en realidad no viven lo que anunciaron.
EL problema de fondo es precisamente que sólo hay apariencias, hay monumentos que anuncian la grandeza de los profetas, pero en realidad no repercuten en su vida en nada. Se ven los monumentos, se ve la grandeza de los profetas por esas construcciones, pero finalmente en el fondo sólo son parecencias, pues el mensaje de los profetas no hace eco en ellos.
Los monumentos no son signo de escucha y aceptación de un mensaje, sino un recuerdo de hombres que han pasado, sin cambiar su vida. Si un profeta muere, se debería construir una nueva sociedad a partir su mensaje, y no construir monumentos que sólo hacen memoria de la injusticia y la incapacidad del pueblo para cambiar y convertirse.
Esos monumentos se vuelven así un signo de muerte, y no de vida, pues sólo son meros recuerdos póstumos, que no sirven de nada. Seguramente nosotros somos así también y vamos por la vida construyendo nuestros monumentos para ser recordados, para que nos vean, pero sólo al externo, pues no hacemos un verdadero cambio de vida.
Podemos construir nuestros monumentos con nuestros títulos, con nuestros conocimientos, con nuestras obras, nuestras acciones, nuestros logros, pero son sólo apariencias, pues en realidad no hay una verdadera obra que haya cambiado nuestra ida, pues sólo nos envanece y nos hace soberbios. Construimos nuestros monumentos para ser recordados, pero no propiciamos realmente un cambio en nuestra vida, no propiciamos un ámbito de justicia. Sólo queremos ser recordados por alguna palabra o alguna cosa que es llamativa, pero no por una verdadera transformación en nuestra vida y nuestro entorno.
Muchas veces somos como los fariseos, sólo construimos monumentos, para recordar cosas, pero que en realidad no nos cambian, ni hacen distinto el entorno que nos rodea. Cuántos monumentos construimos para aparentar ser buenos hijos, o buenos padres, o buenos empresarios, cuando a la base esta nuestra soberbia y nuestra vanidad, que en fondo sólo los construimos para quedar bien, para aparecer, pero no porque de verdad haya una transformación en nuestras vidas, sólo por querer quedar bien, sentirnos superiores, etc. Puras apariencias.
Sería bueno que viéramos hoy que tantos monumentos hemos construido y empecemos a darles un verdadero sustento, de lo contario son inútiles fachadas que no llevan a ningún lado.

10/10/10

Superficiales en la fe

Meditación con motivo del Domingo XXVIII Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
2 Reyes 5,14-17
2 Timoteo 2,8-13
San Lucas 17,11-19

Vivimos en una cultura en la que buscamos sólo lo instantáneo, buscamos sólo lo que aparece, lo que nos da la solución de momento, y muchas veces no es lo más efectivo, y sobre todo no descubrimos las de base que deberíamos de tomar en cuenta.
Sobre esto nos habla el texto del evangelio del día de hoy, se nos presenta a estos diez leprosos aquejados por esta terrible enfermedad que los excluía de la vida de la sociedad, que eran desterrados de sus tierras, sus casas y sus familia, incluso eran considerados muertos, pues vivían en una situación de total desprestigio y total marginación. Eran destinados a vivir totalmente alejados y aparatados de las ciudades y poblados impidiendo el contacto con las personas.
Y hoy estos diez leprosos deciden arriesgarse totalmente y acercarse a Jesús clamado su ayuda, reconociendo que puede devolverles la salud, que puede quitar su marginación y puede reintegrarlos a la vida cotidiana. Y Jesús de manera inmediata los reintegra a la vida de la sociedad y para ello los envía con los sacerdotes para que constaten su curación.
Éstos de inmediato se ponen en marcha y durante el camino se inicia la curación, sin embargo Lucas se detiene en uno y describe como se da esta curación: «Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz.» Nos dice que uno ve su curación, se da cuenta que está limpio, pero el “ver” no es puramente una reacción sensorial, no sólo se ve libre de la lepra, sino que se refiere a un ver trascendente, es el despertar de la fe, una apertura de los ojos hacia la acción salvífica de Dios. Y por esta razón regresa, pues se algo extraordinario en él. Puede ver aquí que algo que rebaza todas sus expectativas, eso no es normal, hay algo distinto aquí, algo divino en esta acción, pues no se puede realizar de de este modo tal, y debe regresar para alabar a Dios por las maravillas que ha hecho en su vida.
Regresa y reconoce la grandeza de Dios en su vida y por lo tanto la presencia de Dios en las obras de Jesús, va se postra delante de él y reconoce su acción misericordiosa, sin embrago ante esto Jesús debe lanzar una serie de preguntas fundamentales: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» En el fondo nos detiene a meditar porque los otros no regresaron, ¿Cuál es la razón para que no hayan regresado a dar gracias? El problema no está simplemente en dar las gracias, ciertamente se nos invita a ser agradecidos con Dios por todo lo que hace con nosotros, pero aquí hay algo más de fondo y es descubrir la razón por la cual no dieron la gracia, que si bien pueden ser unos descorteces, pero hay algo más.
Estos nueve leprosos que no regresaron sólo buscaban la salud física, la salud corporal, sin llegar a descubrir cuál es el sentido real y profundo de esa salud, de esa recuperación, todo lo hicieron a un nivel meramente corporal y material, no fueron capaces de ver la acción de Dios en sus vidas. Uno de ellos ve, se sorprende, y en su interior trata de descubrir la razón última por la cual se ha dado la curación, ciertamente se da cuenta que está sano, pero hay algo más, ¿Cómo es posible?, ¿Cómo se da esto?, hace un momento de reflexión, en cambio los otros no se detienen a ver el sentido y la consecuencia de esta acción. Sólo se ven sanos y le basta, no ven más allá de esta realidad, se quedan en la mera superficie.
No son capaces de hacer una reflexión profunda y descubrir precisamente que Dios está detrás de todo. Sólo se quedan con lo que les interesa, sólo se quedan con su salud física, pero no ven a profundidad el actuar de Dios en su historia.
Esto es consecuencia de una ceguera individualista y egoísta que les impide ver más allá de su propia necesidad, sólo buscan su propia satisfacción, sin ver más allá de lo que reciben, sin descubrir la razón, y la acción que se mueve dentro de esta situación, sólo quieren que se cumpla su requisito, su petición sin vislumbrar mas allá de esto.
Cuántas veces somos así, podemos pedir a Dios muchas cosas pero no ver a profundidad de lo que nos da, sólo quedarnos con lo que conseguimos, sin agradecer o descubrir el sentido de las cosas que tenemos como nuestras vidas, nuestra familia, nuestra amistades, que son signo de la presencia de Dios, y sobre todo son presencia de salvación para nosotros, pero no lo alcanzamos a comprender, pues Dios nos da y coloca cantidad de cosas en nuestro entorno para tener una experiencia de salvación, pero nos quedamos en la superficie o en lo habitual y no descubrimos el sentido de salvación que esas personas nos dan a cada uno de nosotros.
Incluso a veces nos aprovechamos de las personas que nos ayudan o dan algo, y no somos capaces de ver la donación, el amor, la paciencia que tienen para con nosotros, para ayudarnos o ayudarnos ante cierta cosa y sobre todo que por medio de su acción ellos participan en la salvación, en esa salvación que Dios va colocando en nuestras historias.
Pero lamentablemente muchas veces somos ciegos, no vamos al fondo no descubrimos las actitudes de salvación que están detrás de esas acciones, actitudes de salvación que Dios nos coloca para alcanzar el sentido y plenitud de nuestra vida, viendo como los demás participan y nos hace participes de la salvación de Dios en nuestras vidas.
Por ello al final del texto Jesús dice: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.» Pues este hombre no sólo ha conseguido la curación física, sino que ha obtenido la salvación en su vida, pues ve a Dios que actúa en su historia. Pidamos a Dios que nos de la capacidad de vivir desde está dinámica de apertura para descubrirlo y descubrir la salvación que nos viene de él.

2/10/10

«¡Auméntanos la fe!»

Meditación con motivo del XXVII Domingo Ordinario
Ciclo /C/


Textos:
Habacuc 1,2-3.2,2-4
2Timoteo 1,6-8.13-14
San Lucas 17,5-10

Vivimos en un mundo cargado de desencanto, pues la sociedad no parece estar unida, no hay confianza en nadie, ni en la política, ni en las instituciones, ni en la Iglesia misma; es un mundo lleno de indiferencia, en donde no interesa nada ni nadie, se puede destruir con facilidad las cosas de los demás, así como pasar desapercibidos lo que al otro le pase o sienta; de escepticismo, donde ya nadie cree nada, y todo lo pone en duda, y la palabra de los demás no se toma en cuenta; un mundo relativista, pues no existe una verdad absoluta un camino a seguir, todo se divide y cada quien va hacia donde quiere con su bandera de la verdad.
Ante eso se siente un ambiente de zozobra, de indiferencia, de apatía por la vida, y justo ante esa situación surge un grito, una súplica que está extraordinariamente plasmada en el evangelio: «¡Auméntanos la fe!» Es la súplica por encontrar lo que realmente vale la pena, y que se busca a Dios, sin dejarnos envolver por la oscuridad, la duda, la incertidumbre o la inseguridad, es ahí donde se requiere ese grito, esa súplica que nos lleva a iluminar nuestra fe. De esta manera esta súplica de los discípulos es una súplica bien actual, porque en realidad todos nosotros requerimos de esa fe.
Pedimos que se nos aumente nuestra fe. Pero ¿Qué es la fe? En qué sentido se nos tiene que aumentar. Digamos primero que la fe no es solamente una mera credulidad, no es decir creo y ya, o creo porque así me lo inculcaron. Eso no es fe, ni es algo mágico, no es de que creo para que me vaya bien o me dé una buena vibra.
La fe es una adhesión a Dios, es entrar en su vida, es conocerlo y es permitir que él vaya iluminando nuestros pasos. La fe es un compromiso de vida, es permitir que Dios vaya iluminando toda mi existencia, no por conveniencia, o para que me haga un milagro, sino porque da sentido a mi vida, porque me da un nuevo horizonte para comprender la realidad. Tener fe es encontrar sentido a lo que hago, a lo que vivo, pues se me lleno de la experiencia de Dios. La fe no es una mera adición en nuestra vida, sino que es parte fundamental de nuestro existir, pues todo se entiende a partir de Dios que ilumina nuestros pasos, nuestro pensamiento, ilumina nuestra historia.Sin embargo esta fe se topa con problemáticas, se topa con esos momentos oscuros, que parecen contradecir la experiencia de Dios en mi. Pues parece que Dios no está, que no existe, que nos abandona. La fe se topa con esas desilusiones, con esas situaciones que entorpecen nuestro caminar.
En esos momentos podemos gritar “Dios no existe”, o bien podemos decir “¡Aumenta mi fe!” Auméntanos la fe en medio de esos momentos de crisis, “¡Aumenta mi fe!” Cuando alguien muere y creemos que no hay sentido de la vida, pedimos que aumente nuestra fe en la resurrección; Cundo llega la traición, pedimos que nos aumente la fe, no de la fortaleza para seguir confiando y no seguir atrapado en la situación de tristeza, pues todavía hay oportunidad de tener confianza, o cuando me golpea la enfermedad, “¡Aumenta mi fe!” dame la capacidad de reconocerte y seguir adelante en la vida.
La fe nos lleva a generar vida, esperanza en medio de la muerte: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', ella les obedecería.» Marcando que la fe coloca al árbol en el mar, el mar es símbolo de muerte, del mal, mientras que el árbol es símbolo de vida; con esto se indica que la fe hace brotar la vida en medio de la muerte.
La fe nos lleva a transformar nuestra vida y ello nos lleva a donarnos a los demás y lleva a una transformación de nuestra vida, a ser servidores auténticos. Todo es gratuito, es un don de Dios, es un signo de tal gratuidad que nos lleva a donarnos totalmente: por eso dice el texto lo dice: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber

1/10/10

Subirse al ascensor

Meditación del Viernes XXVI de tiempo ordinario
Año Par


Textos:
Job 38,1.12-21.40,3-5
San Lucas 10,13-16

El día de hoy en el evangelio escuchamos este extraordinario texto donde Jesús dirige una serie de aseveraciones en contra de las ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. Les echa en cara su falta de fe, pues los signos que ha ido realizando en medio de su ministerio debieron provocar una conversión, pero no ha sido así, no tienen fe a partir del ministerio de Jesús. Por otro lado esta falta de fe, en el fondo es su soberbia, pues ellos se creen buenos, que están bien con Dios.
Jesús recrimina ese tipo de actitud, pues no se abren a la novedad que Dios tare en sus vidas, y se creen con la capacidad de hacer y deshacer todo, son soberbios, y por tanto se creen tan buenos que no cambian en absoluto nada en su vida.
Nosotros podemos ser del mismo modo, no descubrir la acción de Dios y creer que estamos bien, incluso pasar desapercibido la experiencia de Dios. O bien creer que es un gran compromiso estar delante de Dios y que no es posible iniciar un cambio de vida.
Hoy celebramos a Santa Teresita y nos hace una bella reflexión al respecto, el cambio de nuestras vidas no es algo agotador, algo que implique un esfuerzo total de todas nuestras fuerzas. No es que debamos subir los peldaños de las escaleras y fatigarnos en el camino que se debe trazar para alcanzar la santidad, al contrario hay algo más sencillo: Buscar un elevador que nos lleve hacia Dios, pues Dios es quien hace el cambio, no nosotros. Dice ella misma: «El buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección
Implica que debemos dejar que Dios entre en nuestra vida y dejar que él nos de la gracia necesaria para vencer el mal que hay en nuestra vida. Nosotros sólo debemos quererlo, querer que entre en nuestra vida y subirnos a ese ascensor para iniciar el cambio con la gracia de Dios.
Para esta santa lo único importante es dejar que Dios jale el ascensor y seguir adelante en la vida. Dejar que Dios entre en nuestra vida y que vaya tocando nuestro corazón para quitar ese odio, o esa envidia, ese mal carácter, es cuestión de Dios. Es querer subirse al ascensor dejar que Dios actúe.
Y ese ascensor no va hacia arriba, sino hacia abajo, para ir disminuyendo nuestra soberbia y nuestros males y ser más humildes, para alcanzar la perfección delante de Dios. Por lo tanto no es sólo el subir escalones, no es una fatiga nuestra, nuestro esfuerzo, sino dejar llevarnos por Dios.
De esta manera en este día tenemos dos cosas a la reflexión, si somos como esas ciudades que nos creemos autosuficientes, sin necesidad e cambio, ya sea por soberbia, o por medio y conformismo porque parece difícil; o bien nos subimos al elevador que Dios impulsa para iniciar un cambio de vida con la fuerza que de él proviene, lo único que necesitamos es nuestra decisión.