Textos:
Efesios 2,19-22
San Lucas 6,12-19
EL día de hoy celebramos esta fiesta de los santos Simón y Judas, una fiesta en donde nos hace centrar nuestra morada hacia la figura de los apóstoles y su papel en medio del misterio eclesial. El día de hoy en la primera lectura nos dice la carta a los Efesios: «En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor.»
Esto nos indica que ser apóstol significa ser constructores del templo de Dios y por tanto constructores de unidad en medio de la comunidad. Lo cual nos lleva a considerar hasta que punto nosotros vamos siendo signo y constructores de la unidad en Cristo.
Estamos llamados a ser signos de unidad. Y la unidad sólo se puede conseguir en la medida en la que la vamos fortaleciendo con diversas características. Podemos delinear tres elementos vitales: Diálogo, cooperación-responsabilidad y prudencia.
Trabajar por la unidad es en primer lugar ser capaces de vivir en la dinámica del diálogo, no es posible hacer unidad sin vivir en la capacidad del diálogo, de salir al encuentro de los demás, de escuchar lo que el otro vive o piensa, siendo capaz de expresar nuestras opiniones y reconocer que son perfectibles con la ayuda de los demás. El hombre de unidad vive desde la dinámica del dialogo, no se cierra a sus propias ideas, sino que escucha lo que el otro le dice. Y escuchando tratar de que todo se realice en armonía y sin imposiciones. Sin esto es imposible trabajar por la unidad.
En segundo lugar se debe tener la capacidad cooperación, es decir, la capacidad de ayudar y ser útil en medio de la comunidad. No es posible hacer comunión, si uno no ayuda, si no hace lo que le corresponde, lo que debe de ir haciendo. La unidad se rompe si uno no colabora con lo que le compete, y sobre todo, si uno no es capaz de ver que es lo que el otro necesita, y si está en mis manos ayudarlo. Por tanto primeramente uno debe hacer lo que le toca en su vida de comunidad, laboral o familiar. En segundo ayudar al otro cuando no puede seguir adelante, pero es importante no querer ayudar por ayudar, pues podría ser que no dejemos que el otro se responsabilice de sus tareas, o bien intervenir en casas que no nos incumbe, so pretexto de que ayudamos.
En tercer lugar la vivencia de la prudencia, es decir, la capacidad de no hacer de manera espontanea e irresponsable, cosas que dañan y lastiman a los demás. Eso implica una moderación en comentarios y en acciones, sabiendo y discerniendo lo que se debe decir y lo que no, así como ver en qué momento se debe de hacer. Siempre hay tiempo para todo, siempre hay un momento para bromear o ser serio, para decir algo, para felicitar o llamar la atención. Y la prudencia hace precisamente esto. Porque de lo contrario se dan malos entendidos y se cae en divisiones, que lejos de ayudar se pueden crear divisiones y malos entendidos que fracturan la unidad.
Celebrar a estos santos apóstoles implica recordar que somos llamados a vivir en una verdadera unidad. Algunos hoy se ¡centran en la figura de San Judas Tadeo, como patrón de casos difíciles, pero celebrarlo, es sobre todo pedir para que vivamos en esa dinámica de unión. De nada sirve pedir cosas difíciles como salud, dinero, suerte, si no vivimos en comunión auténtica unos con otros. Esto es lo verdaderamente difícil, que estos apóstoles intercedan por nosotros para vivir en esa dinámica de unión.
Esto nos indica que ser apóstol significa ser constructores del templo de Dios y por tanto constructores de unidad en medio de la comunidad. Lo cual nos lleva a considerar hasta que punto nosotros vamos siendo signo y constructores de la unidad en Cristo.
Estamos llamados a ser signos de unidad. Y la unidad sólo se puede conseguir en la medida en la que la vamos fortaleciendo con diversas características. Podemos delinear tres elementos vitales: Diálogo, cooperación-responsabilidad y prudencia.
Trabajar por la unidad es en primer lugar ser capaces de vivir en la dinámica del diálogo, no es posible hacer unidad sin vivir en la capacidad del diálogo, de salir al encuentro de los demás, de escuchar lo que el otro vive o piensa, siendo capaz de expresar nuestras opiniones y reconocer que son perfectibles con la ayuda de los demás. El hombre de unidad vive desde la dinámica del dialogo, no se cierra a sus propias ideas, sino que escucha lo que el otro le dice. Y escuchando tratar de que todo se realice en armonía y sin imposiciones. Sin esto es imposible trabajar por la unidad.
En segundo lugar se debe tener la capacidad cooperación, es decir, la capacidad de ayudar y ser útil en medio de la comunidad. No es posible hacer comunión, si uno no ayuda, si no hace lo que le corresponde, lo que debe de ir haciendo. La unidad se rompe si uno no colabora con lo que le compete, y sobre todo, si uno no es capaz de ver que es lo que el otro necesita, y si está en mis manos ayudarlo. Por tanto primeramente uno debe hacer lo que le toca en su vida de comunidad, laboral o familiar. En segundo ayudar al otro cuando no puede seguir adelante, pero es importante no querer ayudar por ayudar, pues podría ser que no dejemos que el otro se responsabilice de sus tareas, o bien intervenir en casas que no nos incumbe, so pretexto de que ayudamos.
En tercer lugar la vivencia de la prudencia, es decir, la capacidad de no hacer de manera espontanea e irresponsable, cosas que dañan y lastiman a los demás. Eso implica una moderación en comentarios y en acciones, sabiendo y discerniendo lo que se debe decir y lo que no, así como ver en qué momento se debe de hacer. Siempre hay tiempo para todo, siempre hay un momento para bromear o ser serio, para decir algo, para felicitar o llamar la atención. Y la prudencia hace precisamente esto. Porque de lo contrario se dan malos entendidos y se cae en divisiones, que lejos de ayudar se pueden crear divisiones y malos entendidos que fracturan la unidad.
Celebrar a estos santos apóstoles implica recordar que somos llamados a vivir en una verdadera unidad. Algunos hoy se ¡centran en la figura de San Judas Tadeo, como patrón de casos difíciles, pero celebrarlo, es sobre todo pedir para que vivamos en esa dinámica de unión. De nada sirve pedir cosas difíciles como salud, dinero, suerte, si no vivimos en comunión auténtica unos con otros. Esto es lo verdaderamente difícil, que estos apóstoles intercedan por nosotros para vivir en esa dinámica de unión.
PADRE ¡CÓMO ME RECORDÓ ESTA HOMILÍA LA QUE USTED ESCRIBIÓ PARA EL DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO (Especialmente el quinto párrafo, renglón noveno)
ResponderEliminar¡ALECCIONADORAS ENSEÑANZAS DE MOISÉS, AARÓN Y JUR...¡
¡PADRE, EL PODER INTERCESOR DE LA ORACIÓN!
¡ORAR NOS AYUDA A SUPERAR LAS INJUSTICIAS!
¡DIOS ESTÁ CON NOSOTROS!¡DIOS NO TARDA EN RESPONDERNOS!
UNIDOS, EN DIÁLOGO, COOPERANDO, SIENDO RESPONSABLES, PRUDENTES...¡QUÉ BELLA ORACIÓN!
SEÑOR, PADRE NUESTRO, LEVANTO MIS MANOS HACIA TÍ,NO PERMITAS QUE DESFALLEZCA.
Y,ÁBREME LOS OJOS, EL CORAZÓN Y EL ALMA PADRE MÍO PARA COLOCARME JUNTO AL HERMANO AL QUE ME PUEDA UNIR Y SOSTENERLE SUS BRAZOS CUANDO SEA ÉL QUIEN LO REQUIERA.
¡AYÚDAME A OBSERVAR, A DISCERNIR A SABER DIALOGAR, A SER RESPONSABLE, A COOPERAR, A SER PRUDENTE SEÑOR!
EN TUS MANOS PADRE.