Ciclo /C/
Textos:
Eclesiástico 35,12-14.16-18
Timoteo 4,6-8.16-18
San Lucas 18,9-14
El día de hoy la Parábola de Jesús y el Publicano nos pone ante una realidad fundamental: La autosuficiencia. Jesús trata de colocar en esta parábola un defecto que tiene este fariseo y es que se cree autosuficiente: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano.» Se dirige hacia Dios pero no para alabarlo, agradecerle su acción en la vida, o incluso para pedirle algo, sino que se dirige a él para darle una acción de gracias un poco sui generis, para decirle: “Gracias por hacerme perfecto.” El pecado del fariseo es que se cree superior y es capaz de juzgar a los demás, juzgar a los demás como malos, y que él no entra en ese criterio él es bueno es perfecto y le dice a Dios que le agradece por ser bueno.
¿Pero finalmente quién le ha dicho que él es bueno? Nadie. Es la percepción esquizofrénica que él tiene de su propia realidad, el cree que la realidad es como él la pinta y por lo tanto desde su parámetro. No conoce la realidad, sólo su realidad, lo que considera real, y lo que considera real es precisamente es que él es el criterio de bondad y de justicia, y puede entonces, por consecuencia, ser capaz de juzgar a los demás.
Él es un autosuficiente, es esquizofrénico, capaz de confundir la realidad, con su realidad, no ser consciente de su propia historia y miseria, y por lo tanto es capaz de erigir sobre sí mismo el criterio de verdad y de bondad.
Cuantas veces el hombre es así, y creyendo que sus planes, sus proyectos, sus propuestas son las únicas adecuadas, el criterio de verdad, destruyen y sojuzgan a los demás, creyendo que ellos son los que tienen razón. Cuántos gobiernos destruyen a sus ciudadanos con leyes que supuestamente serán para su beneficio, cuando en realidad sólo los destruyen, porque dicen tener la verdad solamente porque están al frente de los demás. Cuántos intereses personales se disfrazan creyéndose que ellos son los únicos criterios de verdad, y son capaces de decir “yo hago el bien y no soy como esos ciudadanos que no saben lo que les conviene, pero yo si.” Es una muestra de su autosuficiencia llena de soberbia, edificándose como único sentido de la realidad.
Cuántos padres de familia pueden destruir a sus hijos creyendo que ellos tienen la única verdad, sin de ser capaces de ver más allá de sus meras convicciones e ideas. Cuántos maestros pueden enseñar errores, o distorsionar la mentalidad diciendo que ellos son la verdad, que ellos les abren los ojos a los demás porque se creen portadores de esa verdad, pero en realidad, la {única verdad es que son soberbios y no son capaces de ver más allá de su propia soberbia.
La actitud del fariseo no es simplemente de un creerse mucho, de creerse bueno, sino que es una actitud de soberbia destructiva, pues se coloca como parámetro de la verdad, se coloca como paramento de justicia, atribuyéndose cosas que no le competen y con la capacidad, de señalar, juzgar y enjuiciar a los demás. Siendo ciegos ante la necesidad y pobreza del otro y por consiguiente ser capaz de destruir, alegando que él sabe, que él es bueno, creándose un mundo maravilloso, consecuencia de una esquizofrenia, que sólo lo deja encerrado en sí mismo, en su mundo, pero que finalmente no toma conciencia de la realidad, y destruye la realidad de los demás.
El publicano en cambio se sabe pecador, ve su vida y se sabe necesitado, sabe que él no lo puede todo y pide ayuda a Dios. Con esto se nos invita a reconocer y pensar hasta que punto realmente nosotros nos creemos capaces y sabedores de todo, y prescindir de todo, incluso de Dios; o bien hasta que punto nos sabemos necesitados, y capaces de acoger y escuchar a los demás y sobre todo necesitados de la gracia de Dios.
¿Pero finalmente quién le ha dicho que él es bueno? Nadie. Es la percepción esquizofrénica que él tiene de su propia realidad, el cree que la realidad es como él la pinta y por lo tanto desde su parámetro. No conoce la realidad, sólo su realidad, lo que considera real, y lo que considera real es precisamente es que él es el criterio de bondad y de justicia, y puede entonces, por consecuencia, ser capaz de juzgar a los demás.
Él es un autosuficiente, es esquizofrénico, capaz de confundir la realidad, con su realidad, no ser consciente de su propia historia y miseria, y por lo tanto es capaz de erigir sobre sí mismo el criterio de verdad y de bondad.
Cuantas veces el hombre es así, y creyendo que sus planes, sus proyectos, sus propuestas son las únicas adecuadas, el criterio de verdad, destruyen y sojuzgan a los demás, creyendo que ellos son los que tienen razón. Cuántos gobiernos destruyen a sus ciudadanos con leyes que supuestamente serán para su beneficio, cuando en realidad sólo los destruyen, porque dicen tener la verdad solamente porque están al frente de los demás. Cuántos intereses personales se disfrazan creyéndose que ellos son los únicos criterios de verdad, y son capaces de decir “yo hago el bien y no soy como esos ciudadanos que no saben lo que les conviene, pero yo si.” Es una muestra de su autosuficiencia llena de soberbia, edificándose como único sentido de la realidad.
Cuántos padres de familia pueden destruir a sus hijos creyendo que ellos tienen la única verdad, sin de ser capaces de ver más allá de sus meras convicciones e ideas. Cuántos maestros pueden enseñar errores, o distorsionar la mentalidad diciendo que ellos son la verdad, que ellos les abren los ojos a los demás porque se creen portadores de esa verdad, pero en realidad, la {única verdad es que son soberbios y no son capaces de ver más allá de su propia soberbia.
La actitud del fariseo no es simplemente de un creerse mucho, de creerse bueno, sino que es una actitud de soberbia destructiva, pues se coloca como parámetro de la verdad, se coloca como paramento de justicia, atribuyéndose cosas que no le competen y con la capacidad, de señalar, juzgar y enjuiciar a los demás. Siendo ciegos ante la necesidad y pobreza del otro y por consiguiente ser capaz de destruir, alegando que él sabe, que él es bueno, creándose un mundo maravilloso, consecuencia de una esquizofrenia, que sólo lo deja encerrado en sí mismo, en su mundo, pero que finalmente no toma conciencia de la realidad, y destruye la realidad de los demás.
El publicano en cambio se sabe pecador, ve su vida y se sabe necesitado, sabe que él no lo puede todo y pide ayuda a Dios. Con esto se nos invita a reconocer y pensar hasta que punto realmente nosotros nos creemos capaces y sabedores de todo, y prescindir de todo, incluso de Dios; o bien hasta que punto nos sabemos necesitados, y capaces de acoger y escuchar a los demás y sobre todo necesitados de la gracia de Dios.
PADRE ¿Por qué en mi Misal aparece:Is. 56,1.6_7 en la PRIMERA LECTURA; Tim. 2,1_8 en la SEGUNDA LECTURA; Mt. 28,16_20 en el SANTO EVANGELIO?
ResponderEliminar¡QUÉ REFLEXIÓN TAN NECESARIA EN ESTA HERMOSA HOMILÍA! ¡GRACIAS PADRE!
Por qué en México se leen las lecturas propias del DOMUND, pero ya publique la homilia con ese motivo
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