Textos:
Isaías 60,1-6
Efesios 3,2-3.5-6
San Mateo 2,1-12
Una de las dificultades más grandes dentro de la experiencia del creyente es la de reducir todo a meros enunciados dogmaticos, querer reducir todo a credos, a enunciados, a cosas que debemos creer aunque muchas veces ni se entiendan, y sean tan abstractas que sólo nos limitemos a decir “Es un misterio”, “Hay que creerlo”, “Es verdad de fe”, de tal manera que la experiencia de la fe se convierte en meraos enunciados y en la incapacidad de dar realmente una razón de la fe. Incluso se limita a un mero aspecto cultural, a una mera tradición. O bien, en algunos círculos se limita a tener una serie de doctrinas, de elementos de conocimientos extraordinarios, pero que en el fondo no da razón de ser la experiencia de fe, pues son puras teorías.
La fe no es eso, si bien hay enunciados y teologías son fruto de una realidad, viva, y no meramente especulativa. La fe implica adherirse a una persona, adherirse a Cristo, estar profundamente ligado a él. LA fe es una manera de vivir, una vida que se realiza junto con Cristo. La fe se vive, no es sólo de explicaciones, podríamos decir que la verdadera explicación parte de la vida misma, de nuestra propia experiencia, mientras que la teología y demás ciencias, que se derivan de ellas serían para profundizar y dar un sustento, pero partiendo de la experiencia, de una vivencia con Dios.
Y justo esto nos lo recuerda la festividad del día de hoy. En este día escuchamos el texto de la visita de los magos al niño Jesús. Pero antes de que se lleve a cabo el encuentro entre ellos, los magos se topan con Herodes y con los sacerdotes de Jerusalén. Podemos ver aquí una alusión a unos magos y a un sacerdocio que ya se veía en el Antiguo Testamento. Si recordamos en el libro del Éxodo en medio de la confrontación de Moisés y el faraón, lo cual da como resultado el relato de las plagas sobre Egipto, podemos ver como se da una confrontación con los magos del faraón y con Moisés y Aarón, el sacerdote.
En aquel relato podríamos ver como los magos del faraón tratan de demostrar su poder y supremacía mostrando que son ellos los controladores de la divinidad, pero finalmente son ellos derrotados, mostrando que Moisés y Aarón tienen la razón, y es Dios el que está con ellos. En cambio ahora en este relato, son los magos, los paganos, los que estudian las estrellas los que realmente conocen de Dios, los que realmente lo tienen de su parte, y sobre todo que son capaces de encontrarse con Dios. En cambio los sacerdotes, sólo se creen portadores de la verdad, se creen conocedores de Idos, creen que Dios está con ellos, pero no es así, sólo conocen cosas, son portadores de conocimientos, pero no de la experiencia de Dios en sus vidas.
Este relato por lo tanto, invierte los papeles. Pero si esto sucede es a causa de la soberbia que hay en el corazón del hombre que le hace creer que e poseedor de la realidad divina. En el libro del Éxodo, el faraón y por consiguiente los magos creían que tenían la fuera de Dios de su lado, puesto que ellos eran los poderosos de la historia, eran los que podían controlar a la humanidad, pues la divinidad estaba de su lado. Por eso su obstinación ante ese pueblo hebreo, que pretendía superioridad, hablando de un proyecto de salvación de parte de Dios, eso contradice su autoridad y su poder, por ello, inmediatamente mostrarán signos que demuestran su engaño, y así demostrar que la divinidad está de parte de ellos, y que ellos son superiores. Pero se topan contra pared al descubrir que ellos mismos están condenando su futuro al no darse cuenta que Dios está con ese pueblo, que al final es liberado.
Ahora en el texto de Mateo, nos topamos con esos magos, que no tienen ninguna pretensión de poder, sólo son buscadores, han vislumbrado una estrella, han visto algo distinto y descubren que en ese signo Dios se hace presente. Salen a su búsqueda, pues no puede permanecer como si nada, como si todo fuera normal. Ahora ah sucedido algo distinto y deben ponerse en marcha. Ellos tienen un signo de Dios, y deciden seguirlo. En cambio, son ahora la casta sacerdotal, se cree conocedora de Dios, son ellos los que conocen todo, no es posible que ahora unos extranjeros lleguen a decir que han descubierto el “hilo negro de la fe”, y por ello ante su noticia inmediatamente les hacen saber que no hay nada de estrellas, y que si hay algo sería en Belén. Con esto demuestran que no hay nada nuevo bajo el sol, que ellos conocen todo. Ciertamente conocen las Escrituras, pero no se ponen en camino, pues ellos creen que conociendo es suficiente. Para ellos su fe se encierra en su conocimiento, así como en los magos del faraón se encerraba en su poder y dominación. En cambio el hombre que es capaz de ver más allá de los meros conocimientos, del mero poder, es capaz de ver que hay un camino de liberación, de una vida diversa como Moisés y Aarón; es capaz de ver, como los Magos, que hay una estrella, un signo que revela la novedad de Dios.
Esto demuestra que los Magos han venido desde sus tierras dejando todo detrás porque hay una novedad, hay una presencia de Dios, ellos se ponen en camino, dejando atrás a los intelectuales de la fe. Lo mismo sucede con Moisés, Aarón y el pueblo hebreo, caminan y dejan de tras a los poderosos egipcios encerrados en sus afanes de poder y destrucción.
Si nos fijamos, ambos se ponen en camino delante de aquellos que sustentan un poder. En el fondo el único modo de encontrarse con Dios, es la puesta en camino. Eso implica movimiento, es implica experiencia, implica dejar que Dios entre en la vida y que me impulse a seguir adelante. La fe no solo es especulación, no conocer las cosas de memoria, ni elaborar sistemas teológicos extraordinarios, sino de caminar, tener un estilo de vida.
No es posible hablar de fe sólo a partir de discursos, de un cúmulo de conocimientos, es necesario hacer camino, ponerse en marcha. Eso implica que la fe es movimiento, que la fe exige necesariamente una relación con la vida. No hay fe sin camino, no hay fe sin mostrarla al mundo, que los demás vean que caminamos, que vean nuestra transformación, que los demás vean que vamos avanzando en medio de la historia. No bastan los discursos para decir que eso es la fe. No basta saberse las Escrituras. No basta decir que conocemos cosas. La fe es ese caminar, ese hacer historia, ese demostrar que se vive unido a Jesús. Hoy más que nunca se necesitan magos que caminen, que no sólo sepan decir cosas, que conozcan las Escrituras, si bien eso es necesario, pues gracias a eso, los Magos llegaron a Belén, es necesario ponerse en marcha, es necesario hacer historia junto con Jesús, sólo así es posible encontrarlo, es posible anunciar la fe, que no parte de extraordinarios discursos bien estructurados, sino de la vivencia que se tiene con el Señor. Que esta fiesta de la Epifanía nos recuerde nuestro papel en medio del mundo, y le verdadero sentido de vivir la fe, no porque conocer sea malo, sino porque debe de llevar a la puesta en camino, de lo contario sería una ideología más en medio del mundo.
Isaías 60,1-6
Efesios 3,2-3.5-6
San Mateo 2,1-12
Una de las dificultades más grandes dentro de la experiencia del creyente es la de reducir todo a meros enunciados dogmaticos, querer reducir todo a credos, a enunciados, a cosas que debemos creer aunque muchas veces ni se entiendan, y sean tan abstractas que sólo nos limitemos a decir “Es un misterio”, “Hay que creerlo”, “Es verdad de fe”, de tal manera que la experiencia de la fe se convierte en meraos enunciados y en la incapacidad de dar realmente una razón de la fe. Incluso se limita a un mero aspecto cultural, a una mera tradición. O bien, en algunos círculos se limita a tener una serie de doctrinas, de elementos de conocimientos extraordinarios, pero que en el fondo no da razón de ser la experiencia de fe, pues son puras teorías.
La fe no es eso, si bien hay enunciados y teologías son fruto de una realidad, viva, y no meramente especulativa. La fe implica adherirse a una persona, adherirse a Cristo, estar profundamente ligado a él. LA fe es una manera de vivir, una vida que se realiza junto con Cristo. La fe se vive, no es sólo de explicaciones, podríamos decir que la verdadera explicación parte de la vida misma, de nuestra propia experiencia, mientras que la teología y demás ciencias, que se derivan de ellas serían para profundizar y dar un sustento, pero partiendo de la experiencia, de una vivencia con Dios.
Y justo esto nos lo recuerda la festividad del día de hoy. En este día escuchamos el texto de la visita de los magos al niño Jesús. Pero antes de que se lleve a cabo el encuentro entre ellos, los magos se topan con Herodes y con los sacerdotes de Jerusalén. Podemos ver aquí una alusión a unos magos y a un sacerdocio que ya se veía en el Antiguo Testamento. Si recordamos en el libro del Éxodo en medio de la confrontación de Moisés y el faraón, lo cual da como resultado el relato de las plagas sobre Egipto, podemos ver como se da una confrontación con los magos del faraón y con Moisés y Aarón, el sacerdote.
En aquel relato podríamos ver como los magos del faraón tratan de demostrar su poder y supremacía mostrando que son ellos los controladores de la divinidad, pero finalmente son ellos derrotados, mostrando que Moisés y Aarón tienen la razón, y es Dios el que está con ellos. En cambio ahora en este relato, son los magos, los paganos, los que estudian las estrellas los que realmente conocen de Dios, los que realmente lo tienen de su parte, y sobre todo que son capaces de encontrarse con Dios. En cambio los sacerdotes, sólo se creen portadores de la verdad, se creen conocedores de Idos, creen que Dios está con ellos, pero no es así, sólo conocen cosas, son portadores de conocimientos, pero no de la experiencia de Dios en sus vidas.
Este relato por lo tanto, invierte los papeles. Pero si esto sucede es a causa de la soberbia que hay en el corazón del hombre que le hace creer que e poseedor de la realidad divina. En el libro del Éxodo, el faraón y por consiguiente los magos creían que tenían la fuera de Dios de su lado, puesto que ellos eran los poderosos de la historia, eran los que podían controlar a la humanidad, pues la divinidad estaba de su lado. Por eso su obstinación ante ese pueblo hebreo, que pretendía superioridad, hablando de un proyecto de salvación de parte de Dios, eso contradice su autoridad y su poder, por ello, inmediatamente mostrarán signos que demuestran su engaño, y así demostrar que la divinidad está de parte de ellos, y que ellos son superiores. Pero se topan contra pared al descubrir que ellos mismos están condenando su futuro al no darse cuenta que Dios está con ese pueblo, que al final es liberado.
Ahora en el texto de Mateo, nos topamos con esos magos, que no tienen ninguna pretensión de poder, sólo son buscadores, han vislumbrado una estrella, han visto algo distinto y descubren que en ese signo Dios se hace presente. Salen a su búsqueda, pues no puede permanecer como si nada, como si todo fuera normal. Ahora ah sucedido algo distinto y deben ponerse en marcha. Ellos tienen un signo de Dios, y deciden seguirlo. En cambio, son ahora la casta sacerdotal, se cree conocedora de Dios, son ellos los que conocen todo, no es posible que ahora unos extranjeros lleguen a decir que han descubierto el “hilo negro de la fe”, y por ello ante su noticia inmediatamente les hacen saber que no hay nada de estrellas, y que si hay algo sería en Belén. Con esto demuestran que no hay nada nuevo bajo el sol, que ellos conocen todo. Ciertamente conocen las Escrituras, pero no se ponen en camino, pues ellos creen que conociendo es suficiente. Para ellos su fe se encierra en su conocimiento, así como en los magos del faraón se encerraba en su poder y dominación. En cambio el hombre que es capaz de ver más allá de los meros conocimientos, del mero poder, es capaz de ver que hay un camino de liberación, de una vida diversa como Moisés y Aarón; es capaz de ver, como los Magos, que hay una estrella, un signo que revela la novedad de Dios.
Esto demuestra que los Magos han venido desde sus tierras dejando todo detrás porque hay una novedad, hay una presencia de Dios, ellos se ponen en camino, dejando atrás a los intelectuales de la fe. Lo mismo sucede con Moisés, Aarón y el pueblo hebreo, caminan y dejan de tras a los poderosos egipcios encerrados en sus afanes de poder y destrucción.
Si nos fijamos, ambos se ponen en camino delante de aquellos que sustentan un poder. En el fondo el único modo de encontrarse con Dios, es la puesta en camino. Eso implica movimiento, es implica experiencia, implica dejar que Dios entre en la vida y que me impulse a seguir adelante. La fe no solo es especulación, no conocer las cosas de memoria, ni elaborar sistemas teológicos extraordinarios, sino de caminar, tener un estilo de vida.
No es posible hablar de fe sólo a partir de discursos, de un cúmulo de conocimientos, es necesario hacer camino, ponerse en marcha. Eso implica que la fe es movimiento, que la fe exige necesariamente una relación con la vida. No hay fe sin camino, no hay fe sin mostrarla al mundo, que los demás vean que caminamos, que vean nuestra transformación, que los demás vean que vamos avanzando en medio de la historia. No bastan los discursos para decir que eso es la fe. No basta saberse las Escrituras. No basta decir que conocemos cosas. La fe es ese caminar, ese hacer historia, ese demostrar que se vive unido a Jesús. Hoy más que nunca se necesitan magos que caminen, que no sólo sepan decir cosas, que conozcan las Escrituras, si bien eso es necesario, pues gracias a eso, los Magos llegaron a Belén, es necesario ponerse en marcha, es necesario hacer historia junto con Jesús, sólo así es posible encontrarlo, es posible anunciar la fe, que no parte de extraordinarios discursos bien estructurados, sino de la vivencia que se tiene con el Señor. Que esta fiesta de la Epifanía nos recuerde nuestro papel en medio del mundo, y le verdadero sentido de vivir la fe, no porque conocer sea malo, sino porque debe de llevar a la puesta en camino, de lo contario sería una ideología más en medio del mundo.
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