31/3/10

«Les aseguro que uno de ustedes me entregará»

Meditación con motivo del Miércoles Santo

Textos:
Isaías 50,4-9
San Mateo 26,14-25

El día de hoy el texto del evangelio nos presenta de nuevo la traición de Judas, sólo que en la versión de san Mateo y con algunos elementos de más, como la descripción de cómo hace el trato para entregarlo, en donde le prometen treinta monedas de plata. Pero si nos detenemos un pico en el Texto descubriremos que Judas no es sólo el traidor, sino que son todos los apóstoles los que traicionan a Jesús.
El texto nos dice que Jesús está en la última cena y lanza una aseveración: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.» A la cual todos responden: «¿Seré yo, Señor?» Si ellos responden eso es porque se saben capaces de traicionar a Jesús. Si yo no soy el traidor no puedo decir “¿acaso seré yo?”, porque en mi interior se que no soy capaz de traicionar, pero si yo se que puedo traicionarlo, incluso estoy tentado a hacerlo, pregunto porque a lo mejor Jesús ya se dio cuenta. Ese es el sentimiento de los apóstoles. En el fondo de su corazón se saben traidores se saben capaces de hacerlo, y por ello preguntan.
Pero, ¿Por qué son traidores? ¿Cuál es la razón de su traición? Al parecer en el fondo los apóstoles no han entendido quien es Jesús, no ha entendido sus enseñanzas. El drama del discípulo es este: Estando con el maestro no lo conocen, pues ha estado con él pensando en otras cosas, pensando en sus intereses. Ese el problema. Cuando Jesús les enseñaba sobre su pasión, ellos peleaban por ver quién era el más grande, quien tendría el mejor puesto. En el fondo no han entendido quien es Jesús, no saben de que trata su proyecto, sólo ven a Jesús como un escalafón más en su vida, sólo ven sus intereses, sus proyectos, sus ambiciones, pero no ven el proyecto de Jesús, y ello implica desconocer totalmente al Señor.
En el fondo Judas no entendió quién era Jesús, él esperaba tantas cosas de Jesús, esperaba algo maravilloso, algo que le hiciere reconocerse como el Mesías, pero no capto. Incluso las treinta monedas de plata, no son una gran cantidad para el tipo de Reo que sería Jesús para los sumos sacerdotes, pues treinta monedas de plata es el precio de un esclavo, así que en el fondo a Judas no le interesaba el dinero, sino que Jesús se manifestara con todo su poder. Judas quería que hiciera como él lo deseaba, que cumpliera su voluntad. El problema fue precisamente que fue e hizo las cosas a su manera, como creía que convenía, y por esa razón, todo salió mal, pues no entendió a Jesús y por ello lo entrego. Si él hubiese ido y le hubiese pedido una explicación, seguramente Se hubiese dado la oportunidad para entender algo más, pero se quedó sólo con sus esquemas, sus sueños, su anhelos, pero no los de Jesús. Sólo lo entenderá después pero terminará suicidándose, mostrando que en realidad no entendió el proyecto de misericordia.
La problemática en realidad es esta, creerse discípulo, pero no saber quién es Jesús, y eso nos puede suceder a nosotros. Podemos decir pasajes del evangelio, sabernos sus parábolas, sabernos de memoria el catecismo, pero en realidad no conocer a Jesús. No conocer su `proyecto, no reconocer lo que me pide a mí, y creer que soy muy bueno, muy santo que todo lo hago bien, que no hago cosas malas, que hago algún apostolado, pero en realidad veo mi proyecto, veo mi conveniencia, veo mi beneficio, me creo bueno y no lo soy.
El texto nos sitúa una realidad vital en el drama de la pasión: todos podemos traicionar Jesús. La pasión es consecuencia de la traición, pero no de la traición de judas, sino de la traición de todos, al no abrir si corazón y no entender su proyecto, la traición de unos discípulos que sólo veían s conveniencia y la búsqueda de poder; los sacerdotes y fariseos que sólo veían su riqueza y su soberanía, pero no a Dios; Del pueblo que sólo veía lo que les decían, pero no veían la presencia de Dios en medio de ellos.
Debemos meditar si realmente nosotros no somos traidores al plan original de Jesús, y sólo nos buscamos a nosotros mismos, pero no lo que él nos dice; si no vamos por la vida creyéndonos muy buenos, pero en realidad somos hipócritas, presumiendo nuestras grandezas, cundo sólo son carencias. Creyendo que conocemos y amamos a Jesús, cuando en verdad lo traicionamos, traicionamos su evangelio para estar encima de los demás, para no servir, para tener poder, y poniéndolo todo a su nombre, cuando somos sólo nosotros los que lo hacemos.
Esta expresión: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará», nos la dice hoy a nosotros para que evaluemos nuestra vida y reconozcamos que tan sinceros y fieles somos a él. Qué esta semana santa meditemos y nos vuelva verdaderos discípulos, no de nombre, sino de testimonio.

30/3/10

«Era de noche...»

Meditación con motivo del Martes Santo

Textos:
Isaías 49,1-6
San Juan 13,21-33.36-38

El día de hoy hemos podemos leer en el evangelio que Jesús habla de la traición de Judas y anuncia que Pedro lo negará tres veces. Pero el evangelista san Juan coloca una expresión entre estas dos situaciones cuando sale Judas del cenáculo: «Era de noche.» Y creo que esta expresión puede ayudarnos para conocer e interpretar el episodio del evangelio de hoy.
Comencemos diciendo que la noche, no se refiere a la noche física en cuanto tal. El evangelista no se detuvo a escribir esto sólo para decirnos que esto sucedió en la noche, sino que tiene una connotación teológica, tiene un simbolismo profundo. De hecho a lo largo del evangelio podemos escuchar expresiones temporales como esa, como por ejemplo: “Era invierno”, o bien “era de madrugada”, este tipo de expresiones frecuentes en el cuarto evangelio sirven para indicar algo a nivel espiritual.
Decir que era de noche, implica hablar de las tinieblas, quiere decir que ha llegado el momento de la oscuridad, de la muerte, de la destrucción. Es la hora del mal. Y curiosamente lo coloca en medio del anuncio de la traición, y del anuncio de las negaciones de Pedro. Es como si san Juan quisiera decirnos que la noche ha llegado a la comunidad de discípulos, la noche ha llegado a la comunidad creyente. No porque sean los discípulos de Jesús quiere decir que estén exentos de tentaciones, al contrario el mal se hace presente en todo momento.
Si Pedro lo negará, Judas lo entregará, implica que han escuchado otras voces, y han permitido que la noche llegue a su corazón. Han olvidado la luz que Jesús da, y por ello dejan que las tinieblas vayan ensombreciendo su vida.
Este texto nos da la oportunidad para meditar si hemos permitido que la noche se cierna sobre nuestra vida espiritual, si hemos permitido que la luz de Cristo se apague de nuestra historia. El lunes de la semana anterior escuchábamos que Jesús era la luz del mundo, es decir, quien quita toda duda, toda muerte, toda ignorancia de la vida del hombre, y le muestra el camino a seguir. La dificultad se presenta entonces cuando nosotros dejamos de lado esa luz y permitimos que la oscuridad llegue, y permitimos que se haga de noche en nuestra vida.
Qué tanto hemos dejado que la noche cause estragos en nosotros, qué tanto hemos dejado que la noche de la flojera, de la avaricia, del rencor, de la envidia se avecinen a nosotros. Podemos estar cerca de Jesús, podemos decir que creemos en él, podemos estar en misa, y sin embargo pude ser de noche, puede ser que la tiniebla cubra nuestra historia.
«Era de noche», una expresión teológica, pero trágica, porque expresa precisamente que en medio de la última cena, en el momento de mayor intimidad con el Maestro, en el momento donde debíamos comprender el sentido del amor, llego el desamor, llego la traición, llegó la negación, llegó la tiniebla. Estamos en semana santa, un momento que nos dispone a fortalecer nuestra fe, un momento para evaluar si hemos dejado que se haga de noche, y no le hemos respondido bien al Señor. Celebrar el misterio pascual es renovar nuestra fe, y para renovarla es necesario que purifiquemos y clarifiquemos nuestra vida de fe, dejando de lado la tiniebla y permitiendo que la luz de Cristo sea quien nos ilumine. Pues la fe se renueva cuando dejamos esos vicios, esos pensamientos que debilitan nuestra fe, y no nos dejan seguir adelante siendo testimonio de fe en medio del mundo. Que ese «Era de noche», se convierta en luz, y dejemos que el acontecimiento pascual sea esa luz que ilumine nuestra historia.

29/3/10

Quieren matar a Lázaro...

Meditación con motivo del Lunes Santo

Textos:
Isaías 42,1-7
San Juan 12,1-11

Hemos entrado a la Semana Santa en donde contemplaremos el misterio de la muerte y resurrección de Jesús. Pero finalmente que repercusión tiene para nuestra vida de fe este acontecimiento. Ciertamente es el acontecimiento nos da la salvación, pero como podemos hacer vida esto, cómo se hace presente este acontecimiento en este momento, a qué me compromete en este momento, cómo hacer posible esta salvación en nuestra historia. El texto del evangelio parece colocar un elemento vital, para confrontarnos ante esta semana que inicia.
El texto del evangelio nos presenta una afirmación importante: «Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro…» Ellos quieren matar a Jesús, pero dice el evangelio de San Juan, que también a Lázaro, y es que Lázaro es un signo de vida. Jesús lo ha resucitado y ello quiere decir que se convierte en un signo de fe en Jesús, pero al mismo tiempo es una señal de vida. Lo que las autoridades quieren es acallar todo signo de vida, y la única manera es la muerte. Quieren matar a Lázaro y matarán a Jesús.
De esta manera estos hombres se convierten en enemigos de la vida. Mientras que creer en Jesús implica dar testimonio de vida, ser alguien vivo, pues Jesús es la vida. Cuando hablamos de vida, no nos referimos simplemente a la vida física en cuanto tal, sino una nueva calidad de vida. Ser testigo de vida es ser capaz de de tener una vida nueva, una vida que me haga sentir gusto por mi propia existencia, y de toda la realidad, es la capacidad de tener amor, libertad, verdad, justicia, paz, amor. Tener vida implica ser portador de esta nueva calidad de vida y ser capaz de contagiara, capaz de dar a otros sentido a su caminar, a su amor, a su historia.
Sin embargo esta vida no conviene a muchos, no conviene a los sistemas opresores, porque a estos sistemas, al mundo le conviene el hombre insatisfecho, el hombre triste, con odios, que busca la competencia, que humilla, que pisa a los demás… Porque esto le da la oportunidad de dominar, y de hacer más esclavos. Es más fácil que un hombre triste e insatisfecho se convierta en consumidor, busque hacer sentir menos a los demás, y no estorbe a estos sistemas injustos.
Sin embargo el hombre con vida, vive feliz con lo que tiene, es capaz de ayudar y solidarizarse con el que nada tiene, sabe compartir y ayuda a que los demás tengan un lugar en la sociedad. El cristiano da la vida, es decir es un ser vivo, hace que otros tengan esperanza, sean entes vivos, con fuerza.
Mientras que los sacerdotes buscan la muerte porque no convienen estas cosas a su conveniencia, a su planes. Jesús da vida, y Lázaro es un testigo de esta vida. Por esa razón quieren eliminarlo. LA semana Santa es el momento para confrontarnos y descubrir si realmente hemos permitido que al vida entre en nosotros, si somos esos testigos de la vida, o bien no quereos cambiar, somos conformistas, nos quedamos con nuestros odios, nos quedamos con nuestras indiferencias y egoísmos. El acontecimiento pascual de Cristo nos debe llevar a esto, a cambiar, a estar vivos y no acerrarnos y a ser conformistas como los fariseos, pues finalmente nos lleva a una actitud de muerte.Que esta semana santa nos llenemos de la gracia de Dios y nos haga se auténticos testigos de su amor, de la vida que nos lleva a ser mejores y a ayudar a los demás.

27/3/10

El tiempo de Jesús

Meditación con motivo del Domingo de Ramos
Ciclo /C/

Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Lucas 22,14-71.23,1-56

Hoy iniciamos la Semana Santa, un tiempo privilegiado dentro de la Iglesia para celebrar el misterio de nuestra fe. Cada año se celebra este tiempo para contemplar las raíces de nuestra fe y con ello enriquecer nuestra vida de fe, con el fin de renovarla y encontrar sentido a nuestra historia. Sin embargo, a veces este tiempo puede pasar desapercibido, y en lugar de ser un tiempo de encuentro con el Señor, nos encontremos sólo con nosotros mismos, y nos alejemos de Dios. Esto lo digo precisamente porque la semana Santa se presta también para el descanso, para la vacación. Ciertamente es necesario el descanso, pero muchas veces pensamos que el descanso es simplemente no hacer nada, o hacer cantidad de cosas de diversión, que no es malo, pero el descanso también sirve para encontrarnos con el creador, para encontrarnos con Dios. Porque el descanso sirve para encontrarnos con el creador. Es el momento en donde no tenemos todas las obligaciones y podemos encontrarnos con Dios, y así como nos encontramos con Dios, también hay tiempo para encontrarnos con los demás. Pues el descanso incluye todo, el encuentro conmigo, con los míos, y con Dios.
El día de hoy el evangelio nos presenta el relato de la Pasión de Jesús. Y podríamos quedarnos con una característica que se encuentra a lo largo de todo el relato de pasión: Jesús da misericordia y sana al hombre herido. El texto nos muestra que Jesús en medio de su pasión tiene tiempo para los demás, se da la oportunidad de hacer misericordia con la gente que lo necesita.
En el huerto de los olivos podemos descubrir que cuando le cortan una oreja al siervo del sumo sacerdote. Jesús lo cura. Se da el tiempo para curarlo. No dice “ya ni modo, se lo busco”, al contrario en medio de su aprehensión, lo único que le interesa son los demás, y por ello se da tiempo, aún a punto de ser arrestado, para sanar al hombre necesitado.
Otro momento importante se da después de las negaciones de Pedro. Pedro ha negado a Jesús, ha negado su identidad, su comunidad. LO único que podemos esperar es una condena, para este hombre débil, endeble, de una fe frágil. Sin embargo el texto de san Lucas nos presenta una casa extraordinaria: Jesús aparece en escena: «Y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: “Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.”» El texto marca que Jesús se volvió y lo miró, y este mirar se refiere a un mirar atento, el ver con atención. A pesar de ser prisionero se da la oportunidad para ver a Pedro. Esta mirada hace que su pecado se transforme en arrepentimiento. Para el relato de san Lucas no es el gallo el que trae el recuerdo del Señor; sino que es la misma mirada, la que suscita el recuerdo y provoca el arrepentimiento. Pedro se acuerda de las palabras de Jesús, entiende el significado de todo y llora, como signo del inicio de su conversión.
Otro momento especial lo encontramos cuando Jesús va en su “vía crucis” y se topa con las mujeres y las consuela: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos…» Con esta expresión Jesús les da el consuelo, y al mismo tiempo las invita a la reflexión: Ellas deben de convertirse. No es el momento de llorar porque Jesús muere, sino de recapacitar las consecuencias de su condena de muerte, pues el pueblo ha entregado al hombre justo para ser asesinado. Por ello dice lloren por ustedes, es el momento de la meditación, de comprender que esas lágrimas son inútiles, lo que se requiere es conversión, pues cuando se mata al Mesías se pierde el sentido de las cosas. Camino a la Cruz Jesús lanza la invitación a la conversión, es momento de recapacitar, si realmente estamos o no, con Jesús.
Finalmente en la cruz se da la oportunidad para pedir por el perdón de todos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» En el momento de la cruz, Jesús hace una oración de perdón por todos, reconociendo así que la humanidad requiere del perdón, necesita de la misericordia. No es el momento para que el se duela, o para maldecir, sino del perdón, hace un respiro y pide por todos, pide por su perdón. Incluso en el suplicio de la cruz promete el paraíso a uno de los ladrones: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Este relato de la pasión, según san Lucas nos muestra un hilo conductor que es la experiencia del amor que Jesús tiene por nosotros. Él entrega su vida para salvarnos. Y aún en medio de su pasión, siempre encuentra tiempo para curar, consolar, perdonar, dar esperanza.
Esta semana santa ¿Nosotros tendremos tiempo para Jesús? Meditaremos en su pasión, estaremos en oración, o simplemente será una semana santa, sin tener tiempo para Jesús. O estaremos tan cansados, o tan divertidos que no nos daremos la oportunidad de introducirnos en este misterio. Jesús siempre tiene tiempo para nosotros, nos ayuda, nos consuela, nos anima, en cada momento. Que esta semana santa que inicia hoy, sea un verdadero encuentro con Jesús, que siempre está con nosotros, y que en medio del descanso también nosotros nos demos la oportunidad de escuchar y de meditar en la acción de Dios en nuestra vida. Qué así como Jesús entró a Jerusalén, para anunciar que vine a instaurar un reino nuevo, entre en nuestras vidas e instaure su Reino en nuestro corazón.

21/3/10

El drama del pecado

Meditación del V Domingo de tiempo de cuaresma
Ciclo /C/

Textos:
Isaías 43,16-21
Filipenses 3,8-14
San Juan 8,1-11

Una de las dificultades más grandes al abordar el tema del pecado es precisamente descubrir que el hombre tiene la huella del pecado en su ser. Hay arepentimento, pero finalmente existe el pecado y no podemos alejarnos de él. La semana pasada meditábamos sobre lo que significa el pecado, que desde la perspectiva de san Lucas es esa perder nuestra esencia, sin embargo surge otra duda más profunda: Si el hombre peca, cual es su destino final, cuál es el camino que le espera. En el fondo se puede entrever la situación desesperada del hombre pecador y descubrir que finalmente todos estamos atrapados por el pecado, estamos condenados a pecar estamos condenados a vivir cerrados a Dios de la aparente imposibilidad de verse liberado de las consecuencias nefasatas que el pecado trae consigo.
El día de hoy el texto de San Juan nos presenta esta realidad, nos presenta a esta mujer pecadora, que es acusada de pecadora y con ella condenada a muerte, pues así lo marca la Ley. Pero si lo vemos a fondo en realidad se ve reflejado en este texto el drama del hombre y su pecado. El hombre que vive en pecado está condenado a muerte. ¿Hay una salida para el pecador? O, dicho de otro modo, ¿es posible para el hombre que ha pecado –y todos lo hemos hecho–, descubrir un horizonte nuevo que permita vivir plenamente libre y feliz?
Esta mujer ha sido infiel y merece la muerte. En ella descubrimos finalmente el reflejo de la humanidad infiel, que ah dejado a Dios, ha dejado su amor, ha dejado su verdad, su justicia, ahora sólo le queda su destrucción. Esta es la realidad, si lo pensamos bien, cuántas veces pecamos, somos infieles y mentimos, engañamos a otros, nos dañamos y dañamos a los demás. En pocas palabras, olvidamos de la experiencia de amor que sólo Dios nos da. Y al descubrirnos pecadores nos vemos solos, con nuestras faltas, nos vemos solos con nuestra miseria. Ante la experiencia del pecado, estamos solos, de pie –como en todo interrogatorio-, rodeados por una sociedad que nos acusa, ante nosotros mismos en donde nuestra conciencia nos acusa. Esperamos, -como ella-, nuestra sentencia sentencia, sentencia que es consecuencia de nuestras traiciones, insultos, mediocridad, flojera, falta de amor, etc… Al parecer todo va directo a nuestra destrucción, directo a la muerte.
Desde esta perspectiva, que es la misma que tienen los letrados esta mujer peco y la Ley marca su muerte, y finalmente ese el drama: Pecamos y estamos llamados a la muerte, no hay salida. Sin embargo si hay una salida, pues en este juicio no estamos sólo con el remordimiento de nuestra conciencia, ni solos ante una sociedad que nos acusa, sino que estamos también de frente a Jesús. Si Jesús entra al juicio hay una esperanza, sólo él nos conoce desde el fondo de nuestro ser. Todos los demás podrán censurarnos y despreciarnos por nuestras faltas, pero el único que conoce nuestros motivos, nuestra desesperación y nuestra responsabilidad es él. Jesús da la solución esta realidad, dando un giro a la terrible acusación de la muerte, pues viene a perdonar y lo hará a partir de su muerte y resurrección, tal y como lo presenta el texto a través de unas pinceladas extraordinarias, las cuales se dan a través de una descripción excepcional.
El texto nos muestra tres elementos fundamentales cargados de un gran simbolismo: Primeramente nos sitúa la escena en “el monte de los olivos”, un contexto que nunca es mencionado en ningún otro pasaje de Juan, y que dentro de la misma tradición sinóptica se sitúa hacia el final de la vida de Jesús. Aquí estamos en medio del evangelio, por tanto obliga a situar el relato en clave de la pasión, pues ahí Jesús sufrirá su agonía. Además durante la presentación de Jesús el evangelista se detiene a analizar unos movimientos muy precisos de Jesús, lo cual le da un significado muy especial, puesto que si se ha detenido a describir esto, implica que hay algo de fondo. Dice que Jesús “se agachó y comenzó a escribir...” y, después, “como insistían en su pregunta se levantó…” son dos verbos contrarios: “agacharse” y “levantarse” pueden ser leídos como criterio interpretativo de la pasión y resurrección del Cristo.
El juicio tiene por tanto una respuesta desde esta perspectiva: la pasión y resurrección de Cristo. Pues será este acontecimiento el que dará la última palabra al drama del pecado en el hombre.
Estamos a una semana de iniciar la celebración de la semana santa, donde celebraremos el misterio pascual de Cristo, pero también donde cada uno de nosotros celebraremos el misterio de nuestra salvación. La pregunta fundamental sería si estamos dispuestos a dejarnos interpelar por este acontecimiento y permitir que los efecto de salvación realmente haga de nosotros una vida totalmente distinta en nuestra historia. Porque podemos celebrar como cada año, pero en el fondo nuca cambiar nuestras actitudes. Podemos ir por la vida fingiendo ser buenos y piadosos, pero sin permitir que la gracia de Jesús entre en nuesra vida.
Jesús desde el principio, se sitúa a Jesús frente al pecado y él se manifiesta como aquel que al mismo tiempo lo desenmascara («Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra») y libera de él («Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar»). La presencia del pecado está allí, evidente, en el delito del que es acusada la mujer y en el comportamiento de los fariseos que se sirven de su persona como pretexto para tender una trampa a Jesús. Este segundo pecado es tan grave como el primero: a los fariseos no les interesa, en el fondo, la situación de la mujer, ni asoma por ningún lado algún tipo de justificación o defensa en su descargo, o consideración alguna por su posible arrepentimiento. Deberíamos de pensar que tanto permitimos que el Señor nos de su perdón, o bien que tanto nos creemos ‘buenos’, sin hacer nunca un verdadero cambio que nos ayude a ser verdaderos creyentJustificar a ambos ladoses. Porque el problema es ese: Vemos el mal en los demás, vemos el drama del pecado en todos, pero no somos capaces de descubrirlo en nuestra vida, y mucho menos descubrir la salvación.
La opción está clara, o bien dejamos que Jesús nos sane y nos de su salvación, o bien nos vamos escurriendo entre la gente para que crean que somos buenos, y hacer como que nada pasa y dejan do todo con apariencias. Que esta semana santa nos quedemos frente a Jesús y experimentemos su perdón.

19/3/10

El don de la paternidad

Meditación con motivo de la solemnidad de San José

Textos:
2 Samuel 7,4-5.12-14.16
Romanos 4,13.16-18.22
San Mateo 1,16.18-21.24

El día de hoy la Iglesia celebra la fiesta de san José, pero san José no es santo porque sea padre de Jesús, sino que es santo en cuanto a su estilo de vida, su papel dentro de la sagrada familia. Es santo porque fue un buen esposo y un buen padre. Si nos detenemos un poco podemos meditar sobre la paternidad de san José. Si lo meditamos un poco Jesús fue un gran hombre en cuanto a sus valores, su trabajo su respeto, su vida de oración, lo cual no surgió de la nada, sino del ejemplo de san José.
San José se convierte en este modo en modelo de paternidad, marcando así una invitación a reconocerlo como el modelo, la guía en la vida para demostrar como acompañar a un hijo. Un hijo es el reflejo de su Padre, lo que un hijo sea no es otra cosa sino el reflejo de lo que se le ha enseñado en su casa.
Deberíamos de preguntarnos en este día qué tanto estamos cercanos a nuestros hijos, qué tanto estamos atentos a sus necesidades, que tanto estamos cercanos a ellos, pasamos tiempo con ellos, los ayudamos. O bien que tan distantes, o desinteresados estamos respecto a su vida.
Esta cercanía no debe ser como una mera obligación, sino como algo co-natural al padre, sabiendo reconocer en un primer momento el don de la paternidad, descubrirlo como un regalo que viene de Dios. En el fondo el único que es Padre, es Dios- Padre, pero él hace participes a muchos de este don, con el fin de ayudar a los hijos, educarlos, animarlos, levantarlos, corregirlos y así creciendo sean imagen de sus papá y su mamá, y al mismo tiempo prepararlo para que vaya mostrando su imagen de Dios. Pues finalmente la meta es esta: parecerse al padre celeste. Esta es la gran misión, peto sobre todo es un don del amor, un don que implica esfuerzo, pero que es movido por la fuerza del amor que renueva toda la historia.
San José ciertamente sufrió, tuvo dificultades, pero es la fuerza del amor la que lo hizo capaz de superar todo. En el evangelio de hoy tiene crisis, y trata de hacer lo mejor; pero al final descubre que es lo que Dios quiere. Esto quiere decir que la paternidad tiene sus crisis, tiene sus dificultades, pero si dejamos que Dios hable, si dejamos que él sea nuestra fuerza, es posible logarlo todo, permitiendo que la vocación de la paternidad vaya guiada y fortalecida por el PADRE por excelencia que es Dios.
Que el ejemplo de san José nos ayude a seguir adelante en la vocación de paternidad que va regalando continuamente.

14/3/10

«…y malgastó sus bienes…»

Meditación con motivo del IV Domingo de Cuaresma
Laetare
Ciclo /C/


Textos:
Josue 5,9.10-12
2Corintios 5,17-21
San Lucas 15,1-3.11-32


Uno de los conceptos que causan gran complejidad al tratar de entenderlos de manera general es el de pecado, pues no se alcanza a captar el verdadero sentido de el pecado. Algunos lo ven como una idea dl pasado, una idea tridentina que no dice nada al hombre de hoy, como una especie de concepto escalvizante que impide la plena libertad en el actuar del hombre. Otros lo ven como un actuar malo. Otros como un objeto de castigo de parte de Dios al arremeter contra Dios por medio del pecado, y finalmente hay quien lo llega a ver como algo bueno, algo que es rico en placer, que es lo mejor que el hombre haga, pues es lo divertido, mientras que no pecar es quitarle la diversión a la vida; al punto que se llega a jugar diciendo que el infierno debe haber gran diversión porque ahí “se portan mal” y se la pasan bien, reduciendo el pecado a lo divertido, y por ende a no estar reprimidos.
El día de hoy hemos escuchado está extraordinaria parábola en donde se nos relata la tragedia del hombre, que consiste en la vivencia del pecado, mostrado de manera grafica en el despilfarrar la herencia. Analicemos esta palabra un poco. Cuando el texto griego dice “herencia”, no se refiere simplemente al dinero y bienes materiales, sino que es una palabra que contiene un significado más profundo. La palabra que aparece en el texto griego es “ousía”, una palabra que si bien se refiere a una herencia en cuanto a dinero, casualmente también se utiliza para designar la esencia de algo, lo que le da la identidad a una persona.
Esta palabra da por lo tanto un nivel de interpretación más alto, pues el despilfarro de la herencia no se refiere simplemente a el gasto desmedido del dinero, sino a algo más fuerte, el hijo menor ha estado es gastando su identidad, su esencia, su “ser hijo”. El verdadero problema de este hijo menor, no es otra que precisamente el despilfarrar su identidad. Un despilfarro que nop comenzó presiemente al cgastarse el dinero. Su esencia, su identidad comenzó a despilfarrarse desde antes, incluso antes de pedir la herencia.
Pensemos un poco ¿Por qué pidió la herencia? Seguramente porque no le interesaba estar con el padre, no le gustaba su vida. Ese es el punto de partida. Cuando no nos gusta la vida, cuando creemos que lo que somos, lo que tenemos no nos basta, y comenzamos a buscar hacer otras cosas que supuestamente son novedad, son llamativas, son de moda, que finalmente nos llevan a no valorarnos como somos. Muchas veces anhelamos ser de una manera totalmente distinta a como somos sin ver los valores que tenemos en nuestra historia. Ahí comienza toda la problemática. Esto no quiere decir, que no busquemos superarnos, o ser mejores, o alcanzar metas, sino que antes de todo esto debemos valorarnos y no menospreciarnos. Cuantos jóvenes, –como este hijo menor–, buscan hacer cosas sensacionalistas, se drogan, se vuelven vagos, caen en muchos problemas, o se vuelven consumistas desmedidos, niegan a su familia, porque eso es lo que todos hacen, eso los hace entrar en onda, y lo peor es que creen que serán aceptados sólo si se meten en una situación determinada, pero nunca descubren sus dones, sus valores, no son capaces de valorarse a si mismos y descubrir que como son ellos mismos pueden ser apreciados.
El hijo menor está harto de su vida, para él debe existir algo mejor y cree que teniendo dinero, que haciendo lo que le de la regalada gana alcanzará la felicidad. Él cree que vive oprimido, y que requiere de otros factores para ser feliz y verdaderamente libre. Este es su problema, pues no es capaz de descubrirse quien es. Desde este momento comienza el despilfarro de su esencia misma. Y como consecuencia entonces no entiende al Padre, no sabe quién es el Padre, lo ve como una figura de autoridad, pero no con una figura paterna, una figura de amor, aquel que incluso es capaz de darle la herencia, `para que ejerza su libertad. No entiende al Padre, y no entender al padre, es desconocer sus orígenes, la raíz de su identidad; y ello lo lleva a desconocer no sólo su origen (de dónde viene), sino su propia identidad, pues no es capaz de entenderse como hijo. No se sabe hijo. Por lo tanto si no es hijo, si no entiende al padre, ni su vida misma, desde luego que puede pedir la herencia, desde luego que puede solicitarla, porque para él el padre es un patrón más, quiere su indemnización y con ello su libertad. El padre, su vida, su ser hijo, no significan nada y por eso puede partir, por eso puede irse. No le duele alejarse, porque finalmente tiene otros proyectos, otra vida distinta a lo que es él.
Por lo tanto, él ha iniciado a despilfarrar su vida, su identidad desde antes, sólo que esto se verá claramente cuando comience a derrochar inútilmente el dinero, sin conseguir realmente nada de o que él quería, pues después descubrirá que el dinero se va, descubrirá que no le queda nada, y verá que el tener dinero en realidad no le dio ni la felicidad, ni la libertad. No le dio nada y ha perdido todo. Noi se entendió como hijo, y creía que se entendería desde el dinero, desde el comprar cosas, el gastarlo todo, con una vida licenciosa, como muchos lo hacen, pero no es así. Y una vez que no tiene nada, vive una crisis terrible, se queda sin nada y sin nadie, comienza una época de carestía, dice el texto. En el fondo cuando el hombre gasta todo, comienza la carestía, comienza el vacío, el sin sentido.
Pero dado que no se sabe hijo, no se sabe nada, creyendo que todo es por el dinero ahora va sin rumbo, sin identidad y termina denigrándose al cuidar cerdos. Los cerdos dentro de l mundo bíblico representan lo más ínfimo de la creación, lo másbajo, un cerdo es lo más repugnante que existe. Cudr cerdos es el trabajo más vil, eso correponde a un pagano, corresponde a un no creyente, a laguien que no tiene dignidad. El hijo se ha quedado sin dignidad, biblicamenyte hablando, ha perdido todo, no se sabe hijo, no se sabe nada, no es ndie, pues cuida cerdos, y muere de hambre al punto que ni siuiera puede comer de las algarrobas de los cerdos, ellos comen mejor que el mismo hijo, ellos comen de mejor manera, son más dignos que él mismo.
Con esta imagen Jesús presenta al hombre caído, que al pecar pierde su esencia, pierde su identidad, pierde el sentido, el rumbo de su vida. El pecado es esto, el perder nuestra identidad de hijos, el perder la libertad, la capacidad de reconocernos, eso es el pecado. Muchos lo ven como una ideología que oprime, pero no es así, es la pérdida del sentido de la vida, de nuestra identidad, de nuestro ser humano. Esto es el pecado. Algunos lo ven divertido, vivir con desenfreno, con puro placer, con puro lujo, pero en realidad sólo disfrazamos nuestra vida de algo que no somos y que al final se acaba y nos deja vacíos. Finalmente la vida no es sólo fiestas, drogas, es algo más, esto nos desfigura, esto nos acaba, cambia nuestra esencia, cambia nuestra identidad misma. Una persona que daña a otras, no lo hace ser más hombre, pues desfigura su identidad por medio de la muerte su vida, eso no lo hace ser humano, lo deshumaniza, pierde su herencia. Alguien que vive sólo para el pacer lo deshumaniza, pues usa a los otros como meros objetos de placer, pero no los ve como personas, y él no se entiende sin esto. El pecado por tanto es esta desfiguración de nuestro ser, nuestra pérdida de identidad. No más. No es diversión, es la tragedia del hombre que le desfigura y lo encierra en una categoría, siendo que es capaz de más.
Ante esto podríamos confrontar nuestra vida y descubrir cuantas veces gastamos la herencia, gastamos nuestra identidad, nuestro ser hijos, y creer que estamos perdidos, pero no es así, pues el hijo en medio de toda esta pérdida de sentido, es capaz de entrar en sí mismo y reflexionar y descubrirse de nuevo hijo, descubrir quién es el padre, descubrir nuestra identidad e iniciar un camino de regreso. Esto es lo importante: reflexionar en nuestra identidad y descubrir como la hemos desfigurado para iniciar un camino totalmente nuevo. Podemos decir como el hijo: “me levantaré”, es decir iniciaré una nueva vida, iniciaré una nueva historia. El hijo va camino al encuentro del Padre, que al inicio dice “no merezco ser llamado hijo tuyo”, y sin embargo el último paso lo da el Padre, pues antes de que termine el discurso que ha elaborado, el Padre lo recibe y le restituye toda su dignidad por medio de la túnica nueva, el anillo y las sandalias. El hijo había entendido algo de sí, aunque dudaba la capacidad de volverse hijo nuevamente, pero el Padre no lo duda inmediatamente le devuelve esa dignidad, porque el ser hijo no se pierde con nada.La cuaresma es esto, un tiempo para reflexionar y descubrir quienes somos, que hemos hecho y con eso iniciar un camino de reconstrucción caminando hacia nuestra verdadero identidad que es ser hijos de Dios, y seguro que lo obtenemos pues Dios nos espera para restituirnos esa dignidad.

6/3/10

Cuaresma: Fuego y sandalias

Meditación con motivo del III Domingo de Cuaresma
Ciclo /C/

Textos:
Éxodo 3,1-8.13-15
Corintios 10,1-6.10-12
San Lucas 13,1-9


Durante el tiempo de cuaresma la liturgia de la Iglesia nos presenta dos caminos para llevar a cabo nuestra reflexión: La de la primera lectura, que va mostrando diversos elementos de la historia de salvación, mostrando a los personajes y momentos importantes dentro de la historia que van conformado el Antiguo Testamento; y por otro el evangelio que va poniendo pautas para comprender un la espiritualidad de la cuaresma.
Centrémonos el día de hoy en la primera lectura, que aborda el tema de Moisés. El texto nos presenta a este personaje apacentado a las ovejas, y en medio de este singular suceso aparece un fenómeno un tanto extraño una zarza con fuego. Pero ¿qué representa este acontecimiento? El fuego denyro de la Biblia representa la fuerza de Dios. El fuego es algo que no se puede dominar en sí mismo, surge no se puede contener., se expande, prosigue y por ello es incapaz de mantenerlo. Este fuego es una fuerza grande que una vez que inicia no se puede controlar. Este fuego es Dios que da su fuerza, que llega y penetra al hombre haciéndolo capaza de cosas nuevas, que lo inunda y se va expandiendo lentamente hasta que le da el valor, la fuerza requerida para proseguir adelante en la misión que Dios le tiene preparada.
Ciertamente el fuego también puede significar el juicio de Dios, pues una vez que inicia consume todo, su sentencia se cumple, sin embargo aquí es distinto pues es un fuego que no consume, sino que permanece, que llena, que renueva, que inunda de su fuerza y su calor. Es el fuego que inunda a Moisés, es una nueva capacidad para encontrarle sentido a su vida y para afrontar una misión nueva. Esta Misión cosiste en liberar al Pueblo de la esclavitud, y esto no se puede hacer sólo desde las categorías meramente humanas, puesto que puede ser una libertad a medias, un proyecto trunco, un proyecto con límites. Dios quiere liberar plenamente al hombre, y para ello Moisés no debe actuar sólo desde categorías políticas o carismáticas, sino que debe hacerlo desde las categorías de Dios, para que este proyecto sea de Dios, y la libertad que se busca sea de Dios y sólo de Dios. Pues debe de ser una libertad integral, una libertad que llene, que de auténtico sentido a la vida. Y esto sólo es posible cuando se hace desde Dios y por ello debe tener la fuera de Dios.
Cuantas veces se intenta alcanzar la libertad, supuestos proyectos que finalmente terminan en fracasos. Cuanto por querer liberar han oprimido de otras maneras dentro de la sociedad. O bien cuantos tratando de prometer una vida nueva queda todo reducido a mera ilusiones. Por qué en la raíz está sólo el ideal humano, el ideal del hombre, pero no la fuerza d Dios. Moisés debe liberar no desde sus categorías, sino desde las categorías de Dios. Él mismo en el capítulo anterior por querer liberar a un israelita termina matando al egipcio, porque o hace desde sus criterios, desde sus categorías humanas, pero no las de Dios. Lo hace a su manera, con violencia, con ímpetu momentáneo. Ahora recibe la fuerza de Dios para guiar al pueblo de Dios a lo que realmente la libertad sin violencia, sin criterios que llevarán a una opresión de lo humano. Cuantas veces incluso creemos que nuestras fuerzas bastan para levar a cabo todo y descartamos a Dios de nuestras vidas. Cuantas familias que creen que con venganzas, con envidias, con riñas, pueden alcanzar la verdadera justicia, el ser mejores, y sin embargo todo eso se convierte en algo peor, porque no se hace con la ayuda de Dios, sino con nuestros límites. Cuántos esposos esperan con sus fuerzas lograr el proyecto de familia, sin Dios, y finalmente fracasan, o cuantos ha dejado trunca la intervención de Dios en su matrimonio. Es necesaria la fuerza de Dios para seguir adelante. Dejar que la fuerza de Dios entre y de nuevos parámetros para continuar los grandes proyectos de la vida.
Estamos en el tiempo de la cuaresma, un tiempo de penitencia y de reconciliación con Dios , de iniciar una vida nueva, sin pecado, y precisamente este cambio no es posible logarlo sin la ayuda de Dios. Muchas veces creemos que el cambo de cuaresma debe ser complicado, difícil, doloroso, complicado, sufriente, pero no es así. Ciertamente no es algo sencillo, pero no se hace con nuestra propia fuerza, sino que se hace con la fuerza de Dios, con su gracia. La cuaresma es la oportunidad para dejar que su fuego entre y nos haga hacer lo imposible, nos haga libéranos totalmente en nuestra vida de todo aquello que no es posible con nuestras fuerzas, aquellos que nos daña y hace que dañemos a los demás. Cuaresma es esto, es dejar que el fuego de Dios nos transforme, es encuentro con Dios y cambio, pero un cambio que se da con la ayuda de Dios.
Pero este cambio no se da sólo con decir que Dios entre, sino que debemos dejar que Dios entre y la manera por la cual podemos permitir este encentro con Dios nos lo dice el mismo texto. Moisés una vez que se acerca a conocer este suceso recibe una orden: «No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa.» Debemos dejar las sandalias. Las sandalias dentro del simbolismo bíblico representan las seguridades, puesto que en esas culturas es fundamental el caminar con sandalias, pues el calor hace que la arena suba de temperatura y con ello se hace imposible l camino. Quitarse las sandalias implica precisamente eso, dejar que los pasos de Moisés los guíe Dios, sea él quien muestre el camino, quien afiance sus pasos, y no el mismo Moisés.
La manera por la cual podemos permitir que Dios entre en nuestra vida y nos transforme, dándonos su fuerza, implica renunciar a nuestras seguridades, a nuestros falsos pasos y dejar que Dios sea el parámetro de todo. Es dejar que sea Dios quien ponga el camino. Que coloque el camino de la justicia ahí en donde se vive la injusticia, el camino del amor donde hay un rencor, el camino de la esperanza donde el desánimo ha hecho estragos. Dejar las sandalias es precisamente dejar que Dios nos guíe por un camino nuevo y descubrir lo que él nos da para ser mejores.
La cuaresma es esto. Es el dejar que Dios nos de su fuerza para vencer el mal que oprime nuestro corazón, así como dejar que el sea la sandalia que afiance nuestros pasos por caminos nuevos.
Ante esto pueden surgir dudas, pues parece un camino incierto, pero el mismo texto marca la seguridad que Dios le da a Moisés diciéndole su nombre: «Tú hablarás así a los israelitas: "Yo soy" me envió a ustedes.» Decir el nombre es conocer la identidad de Dios, ciertamente Dios no da su identidad en cuanto tal, pero da el sentido de su papel en la historia. Decir “Yo Soy”, implica decir permanencia. El tiempo verbal de este verbo “ser o estar”, dentro del lenguaje hebreo equivale a un tiempo indefinido, es como si dijese: “Yo soy el que era, el que soy y el que será”, es el Dios que ha estado presente a lo largo de toda la historia, es el Dios que nunca abandona, es el Dios que me acompaña y me segura acompañando, que me animará a lo largo de toda mi vida.
Esta es la seguridad de la cuaresma. Estamos llamados a encontramos con un Dios que da la fuerza para vencer el mal, que guíe nuestros pasos y sobre todo que está, ha estado y estará siempre con nosotros.