14/3/10

«…y malgastó sus bienes…»

Meditación con motivo del IV Domingo de Cuaresma
Laetare
Ciclo /C/


Textos:
Josue 5,9.10-12
2Corintios 5,17-21
San Lucas 15,1-3.11-32


Uno de los conceptos que causan gran complejidad al tratar de entenderlos de manera general es el de pecado, pues no se alcanza a captar el verdadero sentido de el pecado. Algunos lo ven como una idea dl pasado, una idea tridentina que no dice nada al hombre de hoy, como una especie de concepto escalvizante que impide la plena libertad en el actuar del hombre. Otros lo ven como un actuar malo. Otros como un objeto de castigo de parte de Dios al arremeter contra Dios por medio del pecado, y finalmente hay quien lo llega a ver como algo bueno, algo que es rico en placer, que es lo mejor que el hombre haga, pues es lo divertido, mientras que no pecar es quitarle la diversión a la vida; al punto que se llega a jugar diciendo que el infierno debe haber gran diversión porque ahí “se portan mal” y se la pasan bien, reduciendo el pecado a lo divertido, y por ende a no estar reprimidos.
El día de hoy hemos escuchado está extraordinaria parábola en donde se nos relata la tragedia del hombre, que consiste en la vivencia del pecado, mostrado de manera grafica en el despilfarrar la herencia. Analicemos esta palabra un poco. Cuando el texto griego dice “herencia”, no se refiere simplemente al dinero y bienes materiales, sino que es una palabra que contiene un significado más profundo. La palabra que aparece en el texto griego es “ousía”, una palabra que si bien se refiere a una herencia en cuanto a dinero, casualmente también se utiliza para designar la esencia de algo, lo que le da la identidad a una persona.
Esta palabra da por lo tanto un nivel de interpretación más alto, pues el despilfarro de la herencia no se refiere simplemente a el gasto desmedido del dinero, sino a algo más fuerte, el hijo menor ha estado es gastando su identidad, su esencia, su “ser hijo”. El verdadero problema de este hijo menor, no es otra que precisamente el despilfarrar su identidad. Un despilfarro que nop comenzó presiemente al cgastarse el dinero. Su esencia, su identidad comenzó a despilfarrarse desde antes, incluso antes de pedir la herencia.
Pensemos un poco ¿Por qué pidió la herencia? Seguramente porque no le interesaba estar con el padre, no le gustaba su vida. Ese es el punto de partida. Cuando no nos gusta la vida, cuando creemos que lo que somos, lo que tenemos no nos basta, y comenzamos a buscar hacer otras cosas que supuestamente son novedad, son llamativas, son de moda, que finalmente nos llevan a no valorarnos como somos. Muchas veces anhelamos ser de una manera totalmente distinta a como somos sin ver los valores que tenemos en nuestra historia. Ahí comienza toda la problemática. Esto no quiere decir, que no busquemos superarnos, o ser mejores, o alcanzar metas, sino que antes de todo esto debemos valorarnos y no menospreciarnos. Cuantos jóvenes, –como este hijo menor–, buscan hacer cosas sensacionalistas, se drogan, se vuelven vagos, caen en muchos problemas, o se vuelven consumistas desmedidos, niegan a su familia, porque eso es lo que todos hacen, eso los hace entrar en onda, y lo peor es que creen que serán aceptados sólo si se meten en una situación determinada, pero nunca descubren sus dones, sus valores, no son capaces de valorarse a si mismos y descubrir que como son ellos mismos pueden ser apreciados.
El hijo menor está harto de su vida, para él debe existir algo mejor y cree que teniendo dinero, que haciendo lo que le de la regalada gana alcanzará la felicidad. Él cree que vive oprimido, y que requiere de otros factores para ser feliz y verdaderamente libre. Este es su problema, pues no es capaz de descubrirse quien es. Desde este momento comienza el despilfarro de su esencia misma. Y como consecuencia entonces no entiende al Padre, no sabe quién es el Padre, lo ve como una figura de autoridad, pero no con una figura paterna, una figura de amor, aquel que incluso es capaz de darle la herencia, `para que ejerza su libertad. No entiende al Padre, y no entender al padre, es desconocer sus orígenes, la raíz de su identidad; y ello lo lleva a desconocer no sólo su origen (de dónde viene), sino su propia identidad, pues no es capaz de entenderse como hijo. No se sabe hijo. Por lo tanto si no es hijo, si no entiende al padre, ni su vida misma, desde luego que puede pedir la herencia, desde luego que puede solicitarla, porque para él el padre es un patrón más, quiere su indemnización y con ello su libertad. El padre, su vida, su ser hijo, no significan nada y por eso puede partir, por eso puede irse. No le duele alejarse, porque finalmente tiene otros proyectos, otra vida distinta a lo que es él.
Por lo tanto, él ha iniciado a despilfarrar su vida, su identidad desde antes, sólo que esto se verá claramente cuando comience a derrochar inútilmente el dinero, sin conseguir realmente nada de o que él quería, pues después descubrirá que el dinero se va, descubrirá que no le queda nada, y verá que el tener dinero en realidad no le dio ni la felicidad, ni la libertad. No le dio nada y ha perdido todo. Noi se entendió como hijo, y creía que se entendería desde el dinero, desde el comprar cosas, el gastarlo todo, con una vida licenciosa, como muchos lo hacen, pero no es así. Y una vez que no tiene nada, vive una crisis terrible, se queda sin nada y sin nadie, comienza una época de carestía, dice el texto. En el fondo cuando el hombre gasta todo, comienza la carestía, comienza el vacío, el sin sentido.
Pero dado que no se sabe hijo, no se sabe nada, creyendo que todo es por el dinero ahora va sin rumbo, sin identidad y termina denigrándose al cuidar cerdos. Los cerdos dentro de l mundo bíblico representan lo más ínfimo de la creación, lo másbajo, un cerdo es lo más repugnante que existe. Cudr cerdos es el trabajo más vil, eso correponde a un pagano, corresponde a un no creyente, a laguien que no tiene dignidad. El hijo se ha quedado sin dignidad, biblicamenyte hablando, ha perdido todo, no se sabe hijo, no se sabe nada, no es ndie, pues cuida cerdos, y muere de hambre al punto que ni siuiera puede comer de las algarrobas de los cerdos, ellos comen mejor que el mismo hijo, ellos comen de mejor manera, son más dignos que él mismo.
Con esta imagen Jesús presenta al hombre caído, que al pecar pierde su esencia, pierde su identidad, pierde el sentido, el rumbo de su vida. El pecado es esto, el perder nuestra identidad de hijos, el perder la libertad, la capacidad de reconocernos, eso es el pecado. Muchos lo ven como una ideología que oprime, pero no es así, es la pérdida del sentido de la vida, de nuestra identidad, de nuestro ser humano. Esto es el pecado. Algunos lo ven divertido, vivir con desenfreno, con puro placer, con puro lujo, pero en realidad sólo disfrazamos nuestra vida de algo que no somos y que al final se acaba y nos deja vacíos. Finalmente la vida no es sólo fiestas, drogas, es algo más, esto nos desfigura, esto nos acaba, cambia nuestra esencia, cambia nuestra identidad misma. Una persona que daña a otras, no lo hace ser más hombre, pues desfigura su identidad por medio de la muerte su vida, eso no lo hace ser humano, lo deshumaniza, pierde su herencia. Alguien que vive sólo para el pacer lo deshumaniza, pues usa a los otros como meros objetos de placer, pero no los ve como personas, y él no se entiende sin esto. El pecado por tanto es esta desfiguración de nuestro ser, nuestra pérdida de identidad. No más. No es diversión, es la tragedia del hombre que le desfigura y lo encierra en una categoría, siendo que es capaz de más.
Ante esto podríamos confrontar nuestra vida y descubrir cuantas veces gastamos la herencia, gastamos nuestra identidad, nuestro ser hijos, y creer que estamos perdidos, pero no es así, pues el hijo en medio de toda esta pérdida de sentido, es capaz de entrar en sí mismo y reflexionar y descubrirse de nuevo hijo, descubrir quién es el padre, descubrir nuestra identidad e iniciar un camino de regreso. Esto es lo importante: reflexionar en nuestra identidad y descubrir como la hemos desfigurado para iniciar un camino totalmente nuevo. Podemos decir como el hijo: “me levantaré”, es decir iniciaré una nueva vida, iniciaré una nueva historia. El hijo va camino al encuentro del Padre, que al inicio dice “no merezco ser llamado hijo tuyo”, y sin embargo el último paso lo da el Padre, pues antes de que termine el discurso que ha elaborado, el Padre lo recibe y le restituye toda su dignidad por medio de la túnica nueva, el anillo y las sandalias. El hijo había entendido algo de sí, aunque dudaba la capacidad de volverse hijo nuevamente, pero el Padre no lo duda inmediatamente le devuelve esa dignidad, porque el ser hijo no se pierde con nada.La cuaresma es esto, un tiempo para reflexionar y descubrir quienes somos, que hemos hecho y con eso iniciar un camino de reconstrucción caminando hacia nuestra verdadero identidad que es ser hijos de Dios, y seguro que lo obtenemos pues Dios nos espera para restituirnos esa dignidad.

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