Textos:
Isaías 50,4-9
San Mateo 26,14-25
Isaías 50,4-9
San Mateo 26,14-25
El día de hoy el texto del evangelio nos presenta de nuevo la traición de Judas, sólo que en la versión de san Mateo y con algunos elementos de más, como la descripción de cómo hace el trato para entregarlo, en donde le prometen treinta monedas de plata. Pero si nos detenemos un pico en el Texto descubriremos que Judas no es sólo el traidor, sino que son todos los apóstoles los que traicionan a Jesús.
El texto nos dice que Jesús está en la última cena y lanza una aseveración: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.» A la cual todos responden: «¿Seré yo, Señor?» Si ellos responden eso es porque se saben capaces de traicionar a Jesús. Si yo no soy el traidor no puedo decir “¿acaso seré yo?”, porque en mi interior se que no soy capaz de traicionar, pero si yo se que puedo traicionarlo, incluso estoy tentado a hacerlo, pregunto porque a lo mejor Jesús ya se dio cuenta. Ese es el sentimiento de los apóstoles. En el fondo de su corazón se saben traidores se saben capaces de hacerlo, y por ello preguntan.
Pero, ¿Por qué son traidores? ¿Cuál es la razón de su traición? Al parecer en el fondo los apóstoles no han entendido quien es Jesús, no ha entendido sus enseñanzas. El drama del discípulo es este: Estando con el maestro no lo conocen, pues ha estado con él pensando en otras cosas, pensando en sus intereses. Ese el problema. Cuando Jesús les enseñaba sobre su pasión, ellos peleaban por ver quién era el más grande, quien tendría el mejor puesto. En el fondo no han entendido quien es Jesús, no saben de que trata su proyecto, sólo ven a Jesús como un escalafón más en su vida, sólo ven sus intereses, sus proyectos, sus ambiciones, pero no ven el proyecto de Jesús, y ello implica desconocer totalmente al Señor.
En el fondo Judas no entendió quién era Jesús, él esperaba tantas cosas de Jesús, esperaba algo maravilloso, algo que le hiciere reconocerse como el Mesías, pero no capto. Incluso las treinta monedas de plata, no son una gran cantidad para el tipo de Reo que sería Jesús para los sumos sacerdotes, pues treinta monedas de plata es el precio de un esclavo, así que en el fondo a Judas no le interesaba el dinero, sino que Jesús se manifestara con todo su poder. Judas quería que hiciera como él lo deseaba, que cumpliera su voluntad. El problema fue precisamente que fue e hizo las cosas a su manera, como creía que convenía, y por esa razón, todo salió mal, pues no entendió a Jesús y por ello lo entrego. Si él hubiese ido y le hubiese pedido una explicación, seguramente Se hubiese dado la oportunidad para entender algo más, pero se quedó sólo con sus esquemas, sus sueños, su anhelos, pero no los de Jesús. Sólo lo entenderá después pero terminará suicidándose, mostrando que en realidad no entendió el proyecto de misericordia.
La problemática en realidad es esta, creerse discípulo, pero no saber quién es Jesús, y eso nos puede suceder a nosotros. Podemos decir pasajes del evangelio, sabernos sus parábolas, sabernos de memoria el catecismo, pero en realidad no conocer a Jesús. No conocer su `proyecto, no reconocer lo que me pide a mí, y creer que soy muy bueno, muy santo que todo lo hago bien, que no hago cosas malas, que hago algún apostolado, pero en realidad veo mi proyecto, veo mi conveniencia, veo mi beneficio, me creo bueno y no lo soy.
El texto nos sitúa una realidad vital en el drama de la pasión: todos podemos traicionar Jesús. La pasión es consecuencia de la traición, pero no de la traición de judas, sino de la traición de todos, al no abrir si corazón y no entender su proyecto, la traición de unos discípulos que sólo veían s conveniencia y la búsqueda de poder; los sacerdotes y fariseos que sólo veían su riqueza y su soberanía, pero no a Dios; Del pueblo que sólo veía lo que les decían, pero no veían la presencia de Dios en medio de ellos.
Debemos meditar si realmente nosotros no somos traidores al plan original de Jesús, y sólo nos buscamos a nosotros mismos, pero no lo que él nos dice; si no vamos por la vida creyéndonos muy buenos, pero en realidad somos hipócritas, presumiendo nuestras grandezas, cundo sólo son carencias. Creyendo que conocemos y amamos a Jesús, cuando en verdad lo traicionamos, traicionamos su evangelio para estar encima de los demás, para no servir, para tener poder, y poniéndolo todo a su nombre, cuando somos sólo nosotros los que lo hacemos.
El texto nos dice que Jesús está en la última cena y lanza una aseveración: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.» A la cual todos responden: «¿Seré yo, Señor?» Si ellos responden eso es porque se saben capaces de traicionar a Jesús. Si yo no soy el traidor no puedo decir “¿acaso seré yo?”, porque en mi interior se que no soy capaz de traicionar, pero si yo se que puedo traicionarlo, incluso estoy tentado a hacerlo, pregunto porque a lo mejor Jesús ya se dio cuenta. Ese es el sentimiento de los apóstoles. En el fondo de su corazón se saben traidores se saben capaces de hacerlo, y por ello preguntan.
Pero, ¿Por qué son traidores? ¿Cuál es la razón de su traición? Al parecer en el fondo los apóstoles no han entendido quien es Jesús, no ha entendido sus enseñanzas. El drama del discípulo es este: Estando con el maestro no lo conocen, pues ha estado con él pensando en otras cosas, pensando en sus intereses. Ese el problema. Cuando Jesús les enseñaba sobre su pasión, ellos peleaban por ver quién era el más grande, quien tendría el mejor puesto. En el fondo no han entendido quien es Jesús, no saben de que trata su proyecto, sólo ven a Jesús como un escalafón más en su vida, sólo ven sus intereses, sus proyectos, sus ambiciones, pero no ven el proyecto de Jesús, y ello implica desconocer totalmente al Señor.
En el fondo Judas no entendió quién era Jesús, él esperaba tantas cosas de Jesús, esperaba algo maravilloso, algo que le hiciere reconocerse como el Mesías, pero no capto. Incluso las treinta monedas de plata, no son una gran cantidad para el tipo de Reo que sería Jesús para los sumos sacerdotes, pues treinta monedas de plata es el precio de un esclavo, así que en el fondo a Judas no le interesaba el dinero, sino que Jesús se manifestara con todo su poder. Judas quería que hiciera como él lo deseaba, que cumpliera su voluntad. El problema fue precisamente que fue e hizo las cosas a su manera, como creía que convenía, y por esa razón, todo salió mal, pues no entendió a Jesús y por ello lo entrego. Si él hubiese ido y le hubiese pedido una explicación, seguramente Se hubiese dado la oportunidad para entender algo más, pero se quedó sólo con sus esquemas, sus sueños, su anhelos, pero no los de Jesús. Sólo lo entenderá después pero terminará suicidándose, mostrando que en realidad no entendió el proyecto de misericordia.
La problemática en realidad es esta, creerse discípulo, pero no saber quién es Jesús, y eso nos puede suceder a nosotros. Podemos decir pasajes del evangelio, sabernos sus parábolas, sabernos de memoria el catecismo, pero en realidad no conocer a Jesús. No conocer su `proyecto, no reconocer lo que me pide a mí, y creer que soy muy bueno, muy santo que todo lo hago bien, que no hago cosas malas, que hago algún apostolado, pero en realidad veo mi proyecto, veo mi conveniencia, veo mi beneficio, me creo bueno y no lo soy.
El texto nos sitúa una realidad vital en el drama de la pasión: todos podemos traicionar Jesús. La pasión es consecuencia de la traición, pero no de la traición de judas, sino de la traición de todos, al no abrir si corazón y no entender su proyecto, la traición de unos discípulos que sólo veían s conveniencia y la búsqueda de poder; los sacerdotes y fariseos que sólo veían su riqueza y su soberanía, pero no a Dios; Del pueblo que sólo veía lo que les decían, pero no veían la presencia de Dios en medio de ellos.
Debemos meditar si realmente nosotros no somos traidores al plan original de Jesús, y sólo nos buscamos a nosotros mismos, pero no lo que él nos dice; si no vamos por la vida creyéndonos muy buenos, pero en realidad somos hipócritas, presumiendo nuestras grandezas, cundo sólo son carencias. Creyendo que conocemos y amamos a Jesús, cuando en verdad lo traicionamos, traicionamos su evangelio para estar encima de los demás, para no servir, para tener poder, y poniéndolo todo a su nombre, cuando somos sólo nosotros los que lo hacemos.
Esta expresión: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará», nos la dice hoy a nosotros para que evaluemos nuestra vida y reconozcamos que tan sinceros y fieles somos a él. Qué esta semana santa meditemos y nos vuelva verdaderos discípulos, no de nombre, sino de testimonio.
PADRE ¡QUÉ LECCIÓN! ¡QUÉ REFLEXIÓN!
ResponderEliminarDIOS MISERICORDIOSO, CAMINA CON NOSOTROS EN NUESTRA MENTE, EN NUESTRO ESPÍRITU, EN CADA INSTANTE, EN CADA LUGAR. NO NOS ABANDONES PORQUE NOS PERDERÍAMOS.
PADRE, POR FAVOR, NODEJE DE PEDIR POR TODOS NOSOTROS.
GRACIAS