Ciclo /C/
Textos:
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Lucas 22,14-71.23,1-56
Isaías 50,4-7
Filipenses 2,6-11
San Lucas 22,14-71.23,1-56
Hoy iniciamos la Semana Santa, un tiempo privilegiado dentro de la Iglesia para celebrar el misterio de nuestra fe. Cada año se celebra este tiempo para contemplar las raíces de nuestra fe y con ello enriquecer nuestra vida de fe, con el fin de renovarla y encontrar sentido a nuestra historia. Sin embargo, a veces este tiempo puede pasar desapercibido, y en lugar de ser un tiempo de encuentro con el Señor, nos encontremos sólo con nosotros mismos, y nos alejemos de Dios. Esto lo digo precisamente porque la semana Santa se presta también para el descanso, para la vacación. Ciertamente es necesario el descanso, pero muchas veces pensamos que el descanso es simplemente no hacer nada, o hacer cantidad de cosas de diversión, que no es malo, pero el descanso también sirve para encontrarnos con el creador, para encontrarnos con Dios. Porque el descanso sirve para encontrarnos con el creador. Es el momento en donde no tenemos todas las obligaciones y podemos encontrarnos con Dios, y así como nos encontramos con Dios, también hay tiempo para encontrarnos con los demás. Pues el descanso incluye todo, el encuentro conmigo, con los míos, y con Dios.
El día de hoy el evangelio nos presenta el relato de la Pasión de Jesús. Y podríamos quedarnos con una característica que se encuentra a lo largo de todo el relato de pasión: Jesús da misericordia y sana al hombre herido. El texto nos muestra que Jesús en medio de su pasión tiene tiempo para los demás, se da la oportunidad de hacer misericordia con la gente que lo necesita.
En el huerto de los olivos podemos descubrir que cuando le cortan una oreja al siervo del sumo sacerdote. Jesús lo cura. Se da el tiempo para curarlo. No dice “ya ni modo, se lo busco”, al contrario en medio de su aprehensión, lo único que le interesa son los demás, y por ello se da tiempo, aún a punto de ser arrestado, para sanar al hombre necesitado.
Otro momento importante se da después de las negaciones de Pedro. Pedro ha negado a Jesús, ha negado su identidad, su comunidad. LO único que podemos esperar es una condena, para este hombre débil, endeble, de una fe frágil. Sin embargo el texto de san Lucas nos presenta una casa extraordinaria: Jesús aparece en escena: «Y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: “Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.”» El texto marca que Jesús se volvió y lo miró, y este mirar se refiere a un mirar atento, el ver con atención. A pesar de ser prisionero se da la oportunidad para ver a Pedro. Esta mirada hace que su pecado se transforme en arrepentimiento. Para el relato de san Lucas no es el gallo el que trae el recuerdo del Señor; sino que es la misma mirada, la que suscita el recuerdo y provoca el arrepentimiento. Pedro se acuerda de las palabras de Jesús, entiende el significado de todo y llora, como signo del inicio de su conversión.
Otro momento especial lo encontramos cuando Jesús va en su “vía crucis” y se topa con las mujeres y las consuela: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos…» Con esta expresión Jesús les da el consuelo, y al mismo tiempo las invita a la reflexión: Ellas deben de convertirse. No es el momento de llorar porque Jesús muere, sino de recapacitar las consecuencias de su condena de muerte, pues el pueblo ha entregado al hombre justo para ser asesinado. Por ello dice lloren por ustedes, es el momento de la meditación, de comprender que esas lágrimas son inútiles, lo que se requiere es conversión, pues cuando se mata al Mesías se pierde el sentido de las cosas. Camino a la Cruz Jesús lanza la invitación a la conversión, es momento de recapacitar, si realmente estamos o no, con Jesús.
Finalmente en la cruz se da la oportunidad para pedir por el perdón de todos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» En el momento de la cruz, Jesús hace una oración de perdón por todos, reconociendo así que la humanidad requiere del perdón, necesita de la misericordia. No es el momento para que el se duela, o para maldecir, sino del perdón, hace un respiro y pide por todos, pide por su perdón. Incluso en el suplicio de la cruz promete el paraíso a uno de los ladrones: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Este relato de la pasión, según san Lucas nos muestra un hilo conductor que es la experiencia del amor que Jesús tiene por nosotros. Él entrega su vida para salvarnos. Y aún en medio de su pasión, siempre encuentra tiempo para curar, consolar, perdonar, dar esperanza.
Esta semana santa ¿Nosotros tendremos tiempo para Jesús? Meditaremos en su pasión, estaremos en oración, o simplemente será una semana santa, sin tener tiempo para Jesús. O estaremos tan cansados, o tan divertidos que no nos daremos la oportunidad de introducirnos en este misterio. Jesús siempre tiene tiempo para nosotros, nos ayuda, nos consuela, nos anima, en cada momento. Que esta semana santa que inicia hoy, sea un verdadero encuentro con Jesús, que siempre está con nosotros, y que en medio del descanso también nosotros nos demos la oportunidad de escuchar y de meditar en la acción de Dios en nuestra vida. Qué así como Jesús entró a Jerusalén, para anunciar que vine a instaurar un reino nuevo, entre en nuestras vidas e instaure su Reino en nuestro corazón.
El día de hoy el evangelio nos presenta el relato de la Pasión de Jesús. Y podríamos quedarnos con una característica que se encuentra a lo largo de todo el relato de pasión: Jesús da misericordia y sana al hombre herido. El texto nos muestra que Jesús en medio de su pasión tiene tiempo para los demás, se da la oportunidad de hacer misericordia con la gente que lo necesita.
En el huerto de los olivos podemos descubrir que cuando le cortan una oreja al siervo del sumo sacerdote. Jesús lo cura. Se da el tiempo para curarlo. No dice “ya ni modo, se lo busco”, al contrario en medio de su aprehensión, lo único que le interesa son los demás, y por ello se da tiempo, aún a punto de ser arrestado, para sanar al hombre necesitado.
Otro momento importante se da después de las negaciones de Pedro. Pedro ha negado a Jesús, ha negado su identidad, su comunidad. LO único que podemos esperar es una condena, para este hombre débil, endeble, de una fe frágil. Sin embargo el texto de san Lucas nos presenta una casa extraordinaria: Jesús aparece en escena: «Y el Señor se volvió y miró a Pedro, y recordó Pedro las palabras del Señor, cuando le dijo: “Antes que cante hoy el gallo, me habrás negado tres veces.”» El texto marca que Jesús se volvió y lo miró, y este mirar se refiere a un mirar atento, el ver con atención. A pesar de ser prisionero se da la oportunidad para ver a Pedro. Esta mirada hace que su pecado se transforme en arrepentimiento. Para el relato de san Lucas no es el gallo el que trae el recuerdo del Señor; sino que es la misma mirada, la que suscita el recuerdo y provoca el arrepentimiento. Pedro se acuerda de las palabras de Jesús, entiende el significado de todo y llora, como signo del inicio de su conversión.
Otro momento especial lo encontramos cuando Jesús va en su “vía crucis” y se topa con las mujeres y las consuela: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos…» Con esta expresión Jesús les da el consuelo, y al mismo tiempo las invita a la reflexión: Ellas deben de convertirse. No es el momento de llorar porque Jesús muere, sino de recapacitar las consecuencias de su condena de muerte, pues el pueblo ha entregado al hombre justo para ser asesinado. Por ello dice lloren por ustedes, es el momento de la meditación, de comprender que esas lágrimas son inútiles, lo que se requiere es conversión, pues cuando se mata al Mesías se pierde el sentido de las cosas. Camino a la Cruz Jesús lanza la invitación a la conversión, es momento de recapacitar, si realmente estamos o no, con Jesús.
Finalmente en la cruz se da la oportunidad para pedir por el perdón de todos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» En el momento de la cruz, Jesús hace una oración de perdón por todos, reconociendo así que la humanidad requiere del perdón, necesita de la misericordia. No es el momento para que el se duela, o para maldecir, sino del perdón, hace un respiro y pide por todos, pide por su perdón. Incluso en el suplicio de la cruz promete el paraíso a uno de los ladrones: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Este relato de la pasión, según san Lucas nos muestra un hilo conductor que es la experiencia del amor que Jesús tiene por nosotros. Él entrega su vida para salvarnos. Y aún en medio de su pasión, siempre encuentra tiempo para curar, consolar, perdonar, dar esperanza.
Esta semana santa ¿Nosotros tendremos tiempo para Jesús? Meditaremos en su pasión, estaremos en oración, o simplemente será una semana santa, sin tener tiempo para Jesús. O estaremos tan cansados, o tan divertidos que no nos daremos la oportunidad de introducirnos en este misterio. Jesús siempre tiene tiempo para nosotros, nos ayuda, nos consuela, nos anima, en cada momento. Que esta semana santa que inicia hoy, sea un verdadero encuentro con Jesús, que siempre está con nosotros, y que en medio del descanso también nosotros nos demos la oportunidad de escuchar y de meditar en la acción de Dios en nuestra vida. Qué así como Jesús entró a Jerusalén, para anunciar que vine a instaurar un reino nuevo, entre en nuestras vidas e instaure su Reino en nuestro corazón.
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