Textos:
Isaías 49,1-6
San Juan 13,21-33.36-38
Isaías 49,1-6
San Juan 13,21-33.36-38
El día de hoy hemos podemos leer en el evangelio que Jesús habla de la traición de Judas y anuncia que Pedro lo negará tres veces. Pero el evangelista san Juan coloca una expresión entre estas dos situaciones cuando sale Judas del cenáculo: «Era de noche.» Y creo que esta expresión puede ayudarnos para conocer e interpretar el episodio del evangelio de hoy.
Comencemos diciendo que la noche, no se refiere a la noche física en cuanto tal. El evangelista no se detuvo a escribir esto sólo para decirnos que esto sucedió en la noche, sino que tiene una connotación teológica, tiene un simbolismo profundo. De hecho a lo largo del evangelio podemos escuchar expresiones temporales como esa, como por ejemplo: “Era invierno”, o bien “era de madrugada”, este tipo de expresiones frecuentes en el cuarto evangelio sirven para indicar algo a nivel espiritual.
Decir que era de noche, implica hablar de las tinieblas, quiere decir que ha llegado el momento de la oscuridad, de la muerte, de la destrucción. Es la hora del mal. Y curiosamente lo coloca en medio del anuncio de la traición, y del anuncio de las negaciones de Pedro. Es como si san Juan quisiera decirnos que la noche ha llegado a la comunidad de discípulos, la noche ha llegado a la comunidad creyente. No porque sean los discípulos de Jesús quiere decir que estén exentos de tentaciones, al contrario el mal se hace presente en todo momento.
Si Pedro lo negará, Judas lo entregará, implica que han escuchado otras voces, y han permitido que la noche llegue a su corazón. Han olvidado la luz que Jesús da, y por ello dejan que las tinieblas vayan ensombreciendo su vida.
Este texto nos da la oportunidad para meditar si hemos permitido que la noche se cierna sobre nuestra vida espiritual, si hemos permitido que la luz de Cristo se apague de nuestra historia. El lunes de la semana anterior escuchábamos que Jesús era la luz del mundo, es decir, quien quita toda duda, toda muerte, toda ignorancia de la vida del hombre, y le muestra el camino a seguir. La dificultad se presenta entonces cuando nosotros dejamos de lado esa luz y permitimos que la oscuridad llegue, y permitimos que se haga de noche en nuestra vida.
Qué tanto hemos dejado que la noche cause estragos en nosotros, qué tanto hemos dejado que la noche de la flojera, de la avaricia, del rencor, de la envidia se avecinen a nosotros. Podemos estar cerca de Jesús, podemos decir que creemos en él, podemos estar en misa, y sin embargo pude ser de noche, puede ser que la tiniebla cubra nuestra historia.
«Era de noche», una expresión teológica, pero trágica, porque expresa precisamente que en medio de la última cena, en el momento de mayor intimidad con el Maestro, en el momento donde debíamos comprender el sentido del amor, llego el desamor, llego la traición, llegó la negación, llegó la tiniebla. Estamos en semana santa, un momento que nos dispone a fortalecer nuestra fe, un momento para evaluar si hemos dejado que se haga de noche, y no le hemos respondido bien al Señor. Celebrar el misterio pascual es renovar nuestra fe, y para renovarla es necesario que purifiquemos y clarifiquemos nuestra vida de fe, dejando de lado la tiniebla y permitiendo que la luz de Cristo sea quien nos ilumine. Pues la fe se renueva cuando dejamos esos vicios, esos pensamientos que debilitan nuestra fe, y no nos dejan seguir adelante siendo testimonio de fe en medio del mundo. Que ese «Era de noche», se convierta en luz, y dejemos que el acontecimiento pascual sea esa luz que ilumine nuestra historia.
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