Textos:
Hechos de los Apóstoles 16,11-15
San Juan 15,26-27.16,1-4
El día de hoy el texto del evangelio nos coloca en medio de los discursos de la última cena, en donde Jesús se despide. Durante estos discursos Jesús deja una gran herencia espiritual dando diversos puntos a la reflexión. Entre los diversos temas que podemos encontrar es el anuncio del Paráclito, del Espíritu Santo sobre la comunidad creyente. El día de hoy escuchamos la tercera vez que Jesús habla acerca de este tema.
«Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.» Podemos descubrir como Jesús promete la presencia del Espíritu como motor y fuerza que capacita para ser Testigo. El Espíritu es enviado a los discípulos, para que den testimonio de Jesús en sus corazones. De ahí viene el testimonio de los discípulos, que va dirigido hacia el mundo, para que tanto ellos como el mundo, acojan la Palabra y afiancen la fe.
Con esta idea podemos muy bien descubrir que todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de Jesús en medio de nuestros ambientes, y no lo hacemos sólo con nuestras fuerzas, sino con la fuerza del Espíritu.
Y justo este evangelio parece iluminar uno de los testimonios más extraordinarios que se pueden hacer sobre Cristo en la tierra: La maternidad.
Las mamás son precisamente un testimonio del amor de Dios en medio de nosotros, pues todas sus atenciones, sus consejos, sus desvelos, sus ayudas, no son otra cosa, sino un testimonio de Cristo, del amor de Dios en medio el mundo. Y desde luego que ese testimonio no se hace sólo por la fuerza humana, sino que seguramente es el Espíritu Santo que las capacita para darse a sí mismas, y ser ese testimonio de amor en medio del mundo. La felicitamos porque de un modo u otro permiten que la fuerza del Espíritu entre para que les de esa fuerza para ser testimonio de amor en medio de los suyos.
Ese testimonio de amor lo demuestran con su paciencia de todos los días, enseñando algo nuevo a sus hijos, tendiéndoles la mano para que aprendan a caminar o a escribir, ese testimonio de amor que las hace estar despiertas esperando que los hijos regrese en la noche, ese testimonio que les hace estar tantas a todo lo necesario en la casa. Esa presencia del Espíritu que las hace intuir lo que anda mal cono uno de sus hijos, y tratan de ayudarlos: Esa fuerza del Espíritu que les hace levantarse y hacer cantidad de cosas para seguir adelante, y poner en orden todo. Esa fuerza que les hace ser más sensibles y perceptibles a la vida, que son capaces de tener un bebe en su vientre por más de nueve meses, y continuar con su vida.
Son tantas y tantas cosas por las que hoy le agradecemos a nuestras mamás, y las felicitamos, y les damos gracias por todo. Gracias por ser como son, gracias por ser presencia de Dios en medio de la familia. Gracias por ser receptáculo del Espíritu que las llena, las ilumina y las fortalece para ser verdadero testimonio de amor.
Gracias por ese testimonio tan grande de amor y vida. Y Por qué no también decirles hoy perdón por todas las veces que les fallamos, que no las comprendemos, que no les tenemos paciencia, que no las tomamos en cuenta, perdón.
Que el Señor Jesús Siga fortaleciendo a nuestras mamás, y a nosotros nos de la capacidad de amarlas y respetarlas siempre, no sólo en este día, sino siempre.
Hechos de los Apóstoles 16,11-15
San Juan 15,26-27.16,1-4
El día de hoy el texto del evangelio nos coloca en medio de los discursos de la última cena, en donde Jesús se despide. Durante estos discursos Jesús deja una gran herencia espiritual dando diversos puntos a la reflexión. Entre los diversos temas que podemos encontrar es el anuncio del Paráclito, del Espíritu Santo sobre la comunidad creyente. El día de hoy escuchamos la tercera vez que Jesús habla acerca de este tema.
«Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.» Podemos descubrir como Jesús promete la presencia del Espíritu como motor y fuerza que capacita para ser Testigo. El Espíritu es enviado a los discípulos, para que den testimonio de Jesús en sus corazones. De ahí viene el testimonio de los discípulos, que va dirigido hacia el mundo, para que tanto ellos como el mundo, acojan la Palabra y afiancen la fe.
Con esta idea podemos muy bien descubrir que todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de Jesús en medio de nuestros ambientes, y no lo hacemos sólo con nuestras fuerzas, sino con la fuerza del Espíritu.
Y justo este evangelio parece iluminar uno de los testimonios más extraordinarios que se pueden hacer sobre Cristo en la tierra: La maternidad.
Las mamás son precisamente un testimonio del amor de Dios en medio de nosotros, pues todas sus atenciones, sus consejos, sus desvelos, sus ayudas, no son otra cosa, sino un testimonio de Cristo, del amor de Dios en medio el mundo. Y desde luego que ese testimonio no se hace sólo por la fuerza humana, sino que seguramente es el Espíritu Santo que las capacita para darse a sí mismas, y ser ese testimonio de amor en medio del mundo. La felicitamos porque de un modo u otro permiten que la fuerza del Espíritu entre para que les de esa fuerza para ser testimonio de amor en medio de los suyos.
Ese testimonio de amor lo demuestran con su paciencia de todos los días, enseñando algo nuevo a sus hijos, tendiéndoles la mano para que aprendan a caminar o a escribir, ese testimonio de amor que las hace estar despiertas esperando que los hijos regrese en la noche, ese testimonio que les hace estar tantas a todo lo necesario en la casa. Esa presencia del Espíritu que las hace intuir lo que anda mal cono uno de sus hijos, y tratan de ayudarlos: Esa fuerza del Espíritu que les hace levantarse y hacer cantidad de cosas para seguir adelante, y poner en orden todo. Esa fuerza que les hace ser más sensibles y perceptibles a la vida, que son capaces de tener un bebe en su vientre por más de nueve meses, y continuar con su vida.
Son tantas y tantas cosas por las que hoy le agradecemos a nuestras mamás, y las felicitamos, y les damos gracias por todo. Gracias por ser como son, gracias por ser presencia de Dios en medio de la familia. Gracias por ser receptáculo del Espíritu que las llena, las ilumina y las fortalece para ser verdadero testimonio de amor.
Gracias por ese testimonio tan grande de amor y vida. Y Por qué no también decirles hoy perdón por todas las veces que les fallamos, que no las comprendemos, que no les tenemos paciencia, que no las tomamos en cuenta, perdón.
Que el Señor Jesús Siga fortaleciendo a nuestras mamás, y a nosotros nos de la capacidad de amarlas y respetarlas siempre, no sólo en este día, sino siempre.
FELICIDADES A TODAS LAS MAMÁS!!!!
Felicidades Mamá!!!!!
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