Textos:
Hechos 25,13-21
San Juan 21,15-19
Hechos 25,13-21
San Juan 21,15-19
Antes de terminar con la fiesta de Pascua podría surgir una pregunta vital para la identidad de todo cristiano: ¿Cuál es el sentido de la resurrección? ¿Por qué Jesús resucita? Cierto, resucita porque así vence a la muerte, pero finalmente ¿por qué la vida de Jesús tiende a este acontecimiento? Podemos decir que la vida de Jesús es una total obediencia hacia el Padre, vive obedeciendo al Padre, toda su vida, su ministerio es precisamente un dirigirse hacia la voluntad del Padre. Si resucita implica que ha cumplido la voluntad del Padre, dentro de la mentalidad judía cuando un hombre muere de manera tan ignominiosa como Jesús, -puesto que la cruz sólo es un castigo para los auténticos bandidos y rebeldes-, quiere decir que es un hombre maldito, que está condenado que Dios le ha dado su escarmiento, pero si después de esto resucita, tiene la vida, quiere decir que Dios lo ha “premiado” que su estilo de vida, va de acuerdo a la voluntad de Dios, y que si ha muerto de ese modo se debe a que son los hombres los que no han entendido el proyecto de Dios, pero Jesús sí que lo ha entendido. La resurrección se vuelve entonces en la afirmación del Padre, hacia la misión de Jesús. Es una misión que va en consonancia con lo que Dios quiere. Es como si Dios dijese: ’Estoy de acuerdo con todo lo que Jesús hizo’.
Esto se vuelve en un modelo de obediencia hacia el Padre. Quiere decir que la Pascua debe de ser precisamente una invitación a cumplir la voluntad del Padre, como Jesús lo ha hecho. Sólo así es posible vivir la experiencia de la resurrección en plenitud, y al mismo tiempo es la experiencia de la resurrección la que nos capacita para vencer el mal y acercarnos a la voluntad de Dios.
Ser discípulos de Jesús implica ir madurando la experiencia de la resurrección en nuestra vida, es el ir asimilándolo gradualmente, permitir que la fuerza de la resurrección se haga presente en cada uno de nosotros. Sólo en la medida en la que maduramos esta experiencia nos vamos haciendo discípulos auténticos de Jesús. Sin embargo este camino de madurez no es sencillo, implica esfuerzo, superación, constancia, empeño. No es fácil vivir esta experiencia del discipulado, pues pecamos, somos frágiles, nos equivocamos, caemos. Pero lo importante es precisamente que seamos capaces de ser constantes y seguir adelante madurando y superando las vicisitudes de la vida.
Sobre esto nos habla el evangelio del día de hoy, vemos a un Pedro que se encuentra con el resucitado, y lo descubrimos en su fragilidad, reconociendo delante de Jesús que no lo ama, que él ha fallado, que lo traicionó, y sin embargo Jesús sigue teniendo confianza en él, lo perdona y el da una misión. Y sobre todo le augura que a partir de ahora será un hombre nuevo, donde la experiencia de la resurrección será la fuente de donde él se alimente, será la fuerza que lo empuje a seguir adelante en su vida: «Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras.»
Con estas palabras Jesús le habla a Pedro acerca de su identidad como discípulo, en un momento el hacía e iba a donde quería, pero llegará el momento en el que será n otros los criterios, ciertamente Pedro lo ha negado, ha dicho y hecho lo que quiso, es parte de su caminar vocacional, es parte de su propia identidad. Pero llega el momento en el que sus criterios sean otros, sean los de Cristo, los de su Palabra, los del evangelio. Lo llevará a donde no quiere, es decir, lo llevarán a hacer cosas que él no pensaba, porque finalmente es la fuerza de Dios la que lo lleva y ahora cosas que ni se imagina, pues su camino de discipulado le descubrirá nuevas cosas.
Celebrar cincuenta días de pascua es una invitación que la Iglesia nos hace para meditar y adentrarnos en el misterio de la resurrección, pero ello debe llevarnos a comprometernos a ser verdaderos discípulos de Jesús, testigos de la resurrección. Justo casi al finalizar este tiempo la Iglesia ¡nos coloca este texto para analizar si realmente hemos hecho que la Pascua sea un estilo de vida en nosotros , viendo y orientando todo hacia Jesús, o si realmente sólo nos quedamos haciendo lo que queremos, y caminando sólo a los que nos conviene, sin descubrir lo que la fuerza de la resurrección nos invita a cada uno de nosotros.
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