Meditación con motivo del Domingo XXIV de tiempo ordinario
Ciclo /C/
Textos:
Éxodo 32,7-11.13-14
1Timoteo 1,12-17
Lucas 15,1-32
En este domingo se nos presenta a la reflexión el capítulo 15 del evangelio de san Lucas un capítulo que nos presenta una idea en común: El perderse. Primeramente se nos presenta a la reflexión dos parábolas sobre una oveja perdida y una moneda perdida, y posteriormente para afianzar estas ideas se nos presenta la parábola de los dos hijos que se pierden. Centrémonos en las dos primeras parábolas y saquemos consecuencia de la tercera.
A primera vista parece ser la misma idea, pues se pierde una oveja y una moneda, pero no es así, hay una diferencia muy importante.
La primera parábola nos dice que una oveja se pierde, indicando con ello no sólo la desgracia para el pastor, sino para el animal porque vive en soledad y abandono. Ante esto el pastor decide abandonar su rebaño para ocuparse de algo urgente y lo hará hasta lograr su objetivo. Desde el momento que se pierde decide buscarla. El pastor no está quieto. Lo absorbe la preocupación. Para algunos estaría muerta, así como lo pensarían los fariseos, abandonadla a su propia suerte. Pero el pastor no es así, pues el texto nos dice que la busca hasta que la encuentra. Este verbo indica que no cesa de buscarla, va por todos lados, quiere encontrarla, quiere estar con ella mostrándonos que el amor de Dios es tenaz y perseverante.
Al final se muestra que termina todo en éxito: «Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido."» Sin describir lo que el pastor vive para encontrarla, sólo se marca la emoción y la alegría de haberla encontrado, pues lo importante es encontrar a la oveja, no hay que dejarla en el abandono. Algo verdaderamente hermoso es que la pone sobre sus hombros, no la empuja o la obliga a caminar, marcando la importancia de la misericordia de parte de Dios. Al final anuncia esto con gozo, en donde se celebra un amor que no se rinde ni se da por vencido, un a mor que busca constantemente.
En segundo lugar nos presenta otra parábola: «¿Qué mujer que tiene diez monedas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?» Esta parábola parece ser semejante a la anterior, pero no es así, pues tiene algunas variantes interesantes. Pues a diferencia de la oveja que se aleja del redil, y se va a otro lugar aquí la moneda se pierde en la misma casa. Por tanto, se habla de alguien que estando en la misma casa se pierde en ella.
La primera parábola habla de aquel que se aparta del rebaño, se aparta de la vida de comunidad, que su pecado lo hace distanciarse de Dios y de sus hermanos. Es el hombre que pelea y se va, no hace comunidad, se aleja; es la persona que no tiene fe y se aparta; es aquel que con su vida no da testimonio y prefiera estar fuera pues cree que Dios y la comunidad no es para él.
En cambio la segunda parábola, nos presenta algo más dramático, pues lo que se pierde no está afuera, sino adentro, está en la comunidad, es un miembro de la misma comunidad quien se ha perdido. Se ha apartado de la comunidad, está dentro, pero está perdido, cree que está bien pero no vive desde los principios de la comunidad, puede creerse q es bueno, que está bien con Dios, pero no es así. Está perdido, dentro, pero extraviado. Quiere decir entonces que todos nosotros podemos alejarnos con nuestro pecado como la oveja o bien que podemos efectivamente estar dentro de la comunidad, orar, hacer algún trabajo apostólico y estar perdidos pues no vivimos según los parámetros de la experiencia de Dios en nuestras vidas, pues estamos viviendo con criterios que dividen, que hacen enemistades, que atentan contra el perdón y la unidad, muy adentro de la casa-comunidad, pero muy extraviados en los criterios del evangelio.
Ante esto podemos ver que Dios viene a buscarlo, pues aunque sea una pequeña moneda todo vale para Dios, todos tenemos un precio. Además las monedas no se pierden, es alguien quien las pierde, por tanto es importante ver si yo pierdo a alguien, y entonces salir a buscarlo.
Estas dos ideas de la oveja y la moneda, se refirman con la parábola de los dos hijos. El primer hijo, se asemeja a la oveja, que se sale de la casa, se aparta de ella, pide la herencia, desconociendo así al Padre y se aleja, no le interesa más la vivencia con el Padre, no conoce su amor, no sabe en qué consiste ese amor que da, y se aleja. Mientras tanto el hijo mayor es como la moneda que se pierde, está en la casa, pero cuando regresa el hermano menor se enoja y no quiere entrar, quiere decir que aunque ha vivido con el padre, no ha sido capaz de conocer el significado del amor, y sólo lo vive al margen.
Sin embargo, el padre sale al encuentro de estos dos, pues cuando ve que regresa el hijo menor sale a su encuentro y no deja ni siquiera que hable, sino que le devuelve su dignidad, con vestidos nuevos, anillo y sandalias, es decir con su dignidad de hijo, la capacidad de ser rey y de ser libre. Del mismo modo cuando se enoja el hijo mayor y no entra vuelve a salir el Padre y trata de que entienda que su amor no es limitado, no es insignificante y hacerle ver que no requería de pedir nada, pues todo es suyo, y que u egoísmo hace que todo sea desde esa perspectiva, pero no ha comprendido que era el amor gratuito.
Esto nos debe llevar a meditar hasta que punto nosotros nos hemos extraviado en la vida, si nuestro pecado nos ha alejado de Dios, o bien creemos que somos buenos, pero finalmente ni conocemos a Dos y estamos extraviados en su casa. Dejemos que el Padre salga a encontrarnos, lo único que debemos hacer es darnos cuenta de nuestro estado y suplicar que venga en nuestro auxilio.
Ciclo /C/
Textos:
Éxodo 32,7-11.13-14
1Timoteo 1,12-17
Lucas 15,1-32
En este domingo se nos presenta a la reflexión el capítulo 15 del evangelio de san Lucas un capítulo que nos presenta una idea en común: El perderse. Primeramente se nos presenta a la reflexión dos parábolas sobre una oveja perdida y una moneda perdida, y posteriormente para afianzar estas ideas se nos presenta la parábola de los dos hijos que se pierden. Centrémonos en las dos primeras parábolas y saquemos consecuencia de la tercera.
A primera vista parece ser la misma idea, pues se pierde una oveja y una moneda, pero no es así, hay una diferencia muy importante.
La primera parábola nos dice que una oveja se pierde, indicando con ello no sólo la desgracia para el pastor, sino para el animal porque vive en soledad y abandono. Ante esto el pastor decide abandonar su rebaño para ocuparse de algo urgente y lo hará hasta lograr su objetivo. Desde el momento que se pierde decide buscarla. El pastor no está quieto. Lo absorbe la preocupación. Para algunos estaría muerta, así como lo pensarían los fariseos, abandonadla a su propia suerte. Pero el pastor no es así, pues el texto nos dice que la busca hasta que la encuentra. Este verbo indica que no cesa de buscarla, va por todos lados, quiere encontrarla, quiere estar con ella mostrándonos que el amor de Dios es tenaz y perseverante.
Al final se muestra que termina todo en éxito: «Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido."» Sin describir lo que el pastor vive para encontrarla, sólo se marca la emoción y la alegría de haberla encontrado, pues lo importante es encontrar a la oveja, no hay que dejarla en el abandono. Algo verdaderamente hermoso es que la pone sobre sus hombros, no la empuja o la obliga a caminar, marcando la importancia de la misericordia de parte de Dios. Al final anuncia esto con gozo, en donde se celebra un amor que no se rinde ni se da por vencido, un a mor que busca constantemente.
En segundo lugar nos presenta otra parábola: «¿Qué mujer que tiene diez monedas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra?» Esta parábola parece ser semejante a la anterior, pero no es así, pues tiene algunas variantes interesantes. Pues a diferencia de la oveja que se aleja del redil, y se va a otro lugar aquí la moneda se pierde en la misma casa. Por tanto, se habla de alguien que estando en la misma casa se pierde en ella.
La primera parábola habla de aquel que se aparta del rebaño, se aparta de la vida de comunidad, que su pecado lo hace distanciarse de Dios y de sus hermanos. Es el hombre que pelea y se va, no hace comunidad, se aleja; es la persona que no tiene fe y se aparta; es aquel que con su vida no da testimonio y prefiera estar fuera pues cree que Dios y la comunidad no es para él.
En cambio la segunda parábola, nos presenta algo más dramático, pues lo que se pierde no está afuera, sino adentro, está en la comunidad, es un miembro de la misma comunidad quien se ha perdido. Se ha apartado de la comunidad, está dentro, pero está perdido, cree que está bien pero no vive desde los principios de la comunidad, puede creerse q es bueno, que está bien con Dios, pero no es así. Está perdido, dentro, pero extraviado. Quiere decir entonces que todos nosotros podemos alejarnos con nuestro pecado como la oveja o bien que podemos efectivamente estar dentro de la comunidad, orar, hacer algún trabajo apostólico y estar perdidos pues no vivimos según los parámetros de la experiencia de Dios en nuestras vidas, pues estamos viviendo con criterios que dividen, que hacen enemistades, que atentan contra el perdón y la unidad, muy adentro de la casa-comunidad, pero muy extraviados en los criterios del evangelio.
Ante esto podemos ver que Dios viene a buscarlo, pues aunque sea una pequeña moneda todo vale para Dios, todos tenemos un precio. Además las monedas no se pierden, es alguien quien las pierde, por tanto es importante ver si yo pierdo a alguien, y entonces salir a buscarlo.
Estas dos ideas de la oveja y la moneda, se refirman con la parábola de los dos hijos. El primer hijo, se asemeja a la oveja, que se sale de la casa, se aparta de ella, pide la herencia, desconociendo así al Padre y se aleja, no le interesa más la vivencia con el Padre, no conoce su amor, no sabe en qué consiste ese amor que da, y se aleja. Mientras tanto el hijo mayor es como la moneda que se pierde, está en la casa, pero cuando regresa el hermano menor se enoja y no quiere entrar, quiere decir que aunque ha vivido con el padre, no ha sido capaz de conocer el significado del amor, y sólo lo vive al margen.
Sin embargo, el padre sale al encuentro de estos dos, pues cuando ve que regresa el hijo menor sale a su encuentro y no deja ni siquiera que hable, sino que le devuelve su dignidad, con vestidos nuevos, anillo y sandalias, es decir con su dignidad de hijo, la capacidad de ser rey y de ser libre. Del mismo modo cuando se enoja el hijo mayor y no entra vuelve a salir el Padre y trata de que entienda que su amor no es limitado, no es insignificante y hacerle ver que no requería de pedir nada, pues todo es suyo, y que u egoísmo hace que todo sea desde esa perspectiva, pero no ha comprendido que era el amor gratuito.
Esto nos debe llevar a meditar hasta que punto nosotros nos hemos extraviado en la vida, si nuestro pecado nos ha alejado de Dios, o bien creemos que somos buenos, pero finalmente ni conocemos a Dos y estamos extraviados en su casa. Dejemos que el Padre salga a encontrarnos, lo único que debemos hacer es darnos cuenta de nuestro estado y suplicar que venga en nuestro auxilio.
PADRE ¡QUÉ REFLEXIÓN! GRACIAS
ResponderEliminarNI DUDA CABE: DIOS ES NUESTRO PADRE AMOROSO Y MISERICORDIOSO, SIEMPRE DISPUESTO A PERDONARNOS Y ES ACTIVO PUES SIEMPRE SALE A ¡BUSCARNOS! Y ES FESTIVO PUES SIEMPRE SE ALEGRA CUANDO NOS ARREPENTIMOS Y DESEAMOS CAMBIAR.
¡QUÉ BELLO ES NUESTRO PADRE! ¡SÓLO ÉL NOS REGRESA A NUESTRA INOCENCIA! ¡GRACIAS PADRE!